Dedicatoria de la Sala de La Felicidad
Que la felicidad duradera concurra en esta sala. No el gozo de un festín suntuoso, que se marcha tan pronto abandonamos la mesa, no el que trae la música - que es de una duración limitada. La belleza y la lozanía por un tiempo florecen, después marchitan. Incluso nuestra juventud se desvanecerá rapidamente.
No, la felicidad duradera no reside en estas cosas, ni en los tres gozos del Jung Kung. Bien podemos olvidarlos, pues el gozo al que me refiero es diferente.
Es el gozo del crecimiento constante, de ayudar a desarrollar en nosotros mismo y en los demás nuestros talentos y habilidades innatas - los regalos del cielo a los hombres mortales. Es revivir lo agotado y rejuvenecer lo que declina, de manera que podemos expulsar la enfermedad y el sufrimiento.
Dejemos que el afecto verdadero y el feliz encuentro residan en esta sala. Corrijamos los errores del pasado y perdamos la preocupación por el yo. Con la constancia de los planetas en sus trayectorias, o del Dragón en su camino envuelto en nubes, entremos en las tierras de la salud y permanezcamos por siempre en sus fronteras.
Fortifiquemonos contra la debilidad, y aprendamos a ser determinados, sin el más breve lapso de falta. Entonces nuestra resolución se convertirá en el aire que respiramos, el mundo en el que vivimos, seremos tan felices como peces en aguas cristalinas. Este es el gozo que perdura, que podemos llevar con nosotros al final de nuestros días. Entonces, dime si puedes, que mayor felicidad puede ofrecer la vida.
Cheng Man Ching
Ciudad de Nueva York, 1973
Dedicatoria colgada en el estudio de Tai Chi en la calle del Bowery, 87
Envejecer
Estoy contemplando la foto de sobremesa de mi profesor, Cheng Man-Ching, cuando había alcanzado la edad de 73 años. Está en una postura muy baja, la postura del Látigo descendente, la tensión tan ausente de su cuerpo que parece no hacer ningún esfuerzo. Está perfectamente alineado, su espalda recta, la cara relajada.
La primera vez que puse mis ojos en él, hace muchos años, noté un brillo, una alegría de vivir, una energía positiva que nunca había visto en nadie más, fuera o no artista marcial. Claramente se trataba de una emanación de este arte del Tai Chi, y desde ese momento sentí el impulso de estudiarlo. Cheng Man-Ching decía: "El beneficio mas importante de estudiar Tai Chi Chuan es que cuando llegas a la edad en la que comprendes de que va la vida, todavía tienes salud para disfrutarla".
[...]
El arte que él enseñaba nos muestra el camino hacia una salud cuya cualidad abarca no solo lo físico, sino también lo psicológico y espiritual. Cultivamos un equilibrio interno y la armonía, creando una excelente salud que nos lleva al bienestar psicológico.
Sin buena salud, cuando alguen tiene que afrontar las dificultades de cada día, con dolor, con el miedo de dejar de ser autosuficiente, se vuelve difícil mantener una actitud psicológica o social positiva. Es más, hay muchos que incluso gozando aparentemente de buena salud no se sienten felices o positivos respecto a la vida.
El Tai Chi Chuan nos proporciona un medio de entender el fluir del universo. Básicamente estudiamos el equilibrio, la suavidad y la relajación. Como dicen los clasicos: "Estudiamos para recuperar la elasticidad del niño pequeño".
De niños estamos relajados y conectados a la tierra. Al hacernos mayores nos vamos desconectando del suelo progresivamente. Nuestras piernas se van debilitando y nos volvemos pesados y rígidos en la parte superior del cuerpo. Esto acaba produciendo ausencia de equilibrio y armonía en los órganos internos. El Tai Chi Chuan revierte ese proceo: aprendemos a ser de nuevo como niños, hundiendo nuestra energía en el tantien, recuperando nuestro correcto equilibrio y premitiendo que las piernas y el suelo nos sustenten.
Podemos comenzar este proceso de aprendizaje desde nuestro primer día de estudio, y seguir progresando a lo largo de toda nuestra vida. A medida que nos relajamos, permitimos que la energía de nuestros organos fluya con libertad y armonía. Liberamos nuestra circulación de bloqueos y revertimos el debilitamiento de nuestros huesos, de modo que se vuelven esencialmente fuertes.
Extracto del Libro Como un Largo Rio por Wolfe Lowenthal
Copyright, Wolfe Lowenthal, 2010
Traducción de Jose Luis Monforte