1ª. Reflexión previa para poder tener muy clara la tesis que vamos a defender a partir de la cuestión planteada.
2ª. Decidir claramente el modelo de estructura textual que vamos a utilizar, pensando bien en la claridad que pueda dar a la argumentación, y también en la eficacia que pueda tener en relación a la persuasión que se busca.
De los distintos modelos de estructura de texto que se ofrecen, vamos a destacar aquí tres, porque creemos que pueden ser los que pueden dotar de mayor claridad y eficacia a nuestro texto argumentativo:
Pensamos que los tres modelos son muy útiles para el objetivo que nos marcamos. Sin embargo, si tuviéramos que destacar uno de ellos, sería el circular. Razón: además de mantener la claridad en la exposición de nuestra argumentación, impregna a nuestro cierre de texto de una especial contundencia.
3ª. Tipos de argumentos que vamos a utilizar para defender nuestra tesis. Son muchos los tipos de argumentos que están ahí para ser utilizados. No obstante, aquí, para una mayor brevedad que facilite la práctica, destacaremos sólo algunos que nos parecen especialmente eficaces.
Imaginemos que estamos defendiendo la tesis de que la Educación, el Conocimiento, constituyen los pilares fundamentales de una sociedad. Podríamos acordarnos de Sócrates y apuntar que según el filósofo griego, "La ignorancia es el único mal".
Supongamos que nuestra tesis tiene que ver con el deterioro de la Educación Pública. Podríamos mencionar la subida de la ratio, la disminución de profesores en los centros, los ciclos formativos que se pierden, etc. Este tipo de argumento es muy oportuno, porque provoca en el receptor la idea de que le están hablando de lo real, de lo que es evidente.
Pensemos que alguien está defendiendo la idea de que es absolutamente necesario prohibir la venta de armas a países sospechosos de crímenes contra la humanidad, aunque esa prohibición suponga la pérdida de contratos de trabajo. En la argumentación, la concesión sería algo así como lo que sigue, "Entiendo perfectamente a esos trabajadores que ven peligrar su puesto de trabajo, sin embargo..."
4ª. Utilizar mecanismos de cohesión. Suele ser un tema feo para nuestros alumnos. Creemos que es necesario hacer ver que lo importante radica en la práctica, en cómo esos mecanismos ayudarán de forma inestimable a que sus textos tengan una organización lógica, clara y persuasiva. Ayudarán también a que su estilo no sea reiterativo, sino que, al contrario, dé la impresión de sostener una escritura adulta, madura.
Por ello, en cuanto a lo último, al estilo, se hace imprescindible saber utilizar la sinonimia simple, y también la sinonimia correferencial, buscando siempre otras maneras de referirnos a la misma realidad sin ser repetitivos (es obvio, pero lo recordamos: si estamos hablando de París, en el algún momento podremos hacerlo como la capital de Francia; si escribimos sobre Juan Ramón Jiménez, podemos, en la siguiente necesidad alusiva, hablar de el moguereño...)
Y, por supuesto, la oportuna utilización de los marcadores textuales otorgarán al texto la claridad en la organización de las ideas, en la evolución del propio texto y, en suma, a la consecución del objetivo final: convencer al lector (o al corrector) de que nuestra tesis no sólo es correcta, sino que, además, hemos sabido expresarla con claridad.
Utilizar con tino todas esas señales que conduzcan la mirada de nuestro texto:
5ª. Marcas de subjetividad. Es importante utilizar en el texto argumentativo algún efecto retórico que llame la atención del lector (incluso del corrector de turno). Pero hay que tener cuidado con la medida de esos recursos. Está muy bien emplearlos, pues pueden suponer un latigazo de atención en el que lee, en el que escucha y, además, otorgan al texto un lugar que puede reflejar la madurez del discurso.
Sin embargo, ocurre con frecuencia que cuando el tema planteado afecta directamente a la realidad del alumno, este se deja llevar por lo personal y acentúa en exceso la emoción retórica, provocando que su argumentación pierda rigor. Sucede, pongamos, en textos, en preguntas como la siguiente: "¿Cree usted que los jóvenes de hoy sólo piensan en los juegos de ordenador y en el botellón? La respuesta suele ser demasiado emocional y ocurre que el examinando satura de retórica su texto, acumula efectos, sobre todo interrogaciones retóricas que con frecuencia se muestran demasiado melodramáticas, provocando que el cuerpo de la argumentación quede diluido, perdido entre los aspavientos, lógicos, pero no estrictamente argumentativos.
Utilizar algún símil, imaginar alguna metáfora, no complicada, que ilustre el razonamiento, emplear alguna pregunta retórica que no se muestre demasiado solemne... todo eso es necesario, pero siempre midiendo, no permitiendo que lo emocional, lo retórico, tape ese rigor que se requiere en un texto argumentativo.
¿Puede ser la misericordia al necesitado llegar a ser un derroche?. Por Álvaro Escudero (2º Bachillerato- A)