La bola de golf que alimenta

Diciembre 27, 2009

Albert Buscató, ingeniero agrónomo, ha creado una pelota ideal para la práctica del golf en cruceros o playas que, al caer al agua, se biodegrada y se convierte en comida para peces.

‘Al’ de Albert, ‘bus’ de Buscató y ‘golf’ por la pelotita inventada, así explica el nombre de su compañía. Hijo del popular y fabuloso Nino Buscató, Albert (Barcelona, 1968) intentó emular a su padre pero tres fracturas de ligamentos cruzados le apartaron de las pistas y le convirtieron en colega de cancha de Nacho Solozábal, otro veterano mítico.

Después de trabajar varios años en una empresa de materiales para la protección de cultivos, Albert Buscató decidió, como tantos otros jóvenes desencantados con el mercado laboral, desconectar, hacer un reset, perfeccionar, mejorar su inglés y tratar de encontrar otro camino que llenase más. O, simplemente, que le llenase.

Y, cómo no, viajó a Estados Unidos. Y, a las pocas semanas, ya estaba en Nueva York. Haciendo amigos. Uno de ellos le invitó a tirar bolas en uno de los muelles de Manhattan. Él, que, a lo sumo, se había dejado engañar por colegas adictos a ese deporte un par de veces, no más, se encontró metido en un pasillo, en un túnel, en un habitáculo inmenso, eso sí, pero más parecido a una grandiosa jaula de micos que a un lugar donde lanzar bolas y practicar un swing, que entonces era más que deficiente.

Su amigo se esforzaba; él, aún más. El truco consistía en mejorar la elegancia del movimiento. No más, ya que la bola se estrellaba contra la inmensa red. «Ni veías hasta donde llegaba bola, ni donde caía, ni si cogía el efecto deseado. Nada. Era un ejercicio inútil. Era como practicar el lanzamiento de personales y que, nada más, salir la pelota de tu mano ésta se estrellase en un muro, sin poder saber si habías logrado canasta». Aquello no tenía sentido. «Lo ideal», le sugirió su amigo, «sería hacer el swing hacia el mar y que la bola volase hasta el agua, pero está prohibido porque no se pueden verter plásticos al mar debido a su nula degradación y su alto impacto contaminante».

A la hora de apagar la luz de su mesita de noche, a Buscató se le abrió todo un mundo, real, no imaginario. El truco, el invento, el negocio, consistía en crear una bola para poder practicar en cruceros, playas, embarcaderos, y hoteles en primera línea de mar, plataformas marinas o petrolíferas, cruceros, transatlánticos, pantanos, lagos, ríos y otros entornos acuáticos, siempre lanzando la bola al agua para que el jugador pueda alcanzar su objetivo final: saber que su swing ha sido bueno, la potencia de su golpe ideal y el efecto el que se quería conseguir. Ya había, ya hay, sí, bolas de golf biodegradables, pero la que ha ideado Buscató es el colmo de los colmos: está fabricada con polímeros y materias primas no contaminantes como el PVA, capaces de soportar impactos de hasta 1.000 kilos y velocidades superiores a los 200 kilómetros por hora y, sin embargo, una vez en el agua deshacerse, en cuestión de horas como un terrón de azúcar. Mejor aún, y esa es la gran novedad: liberar el corazón, el centro de la bola, que no es otra cosa que una bola de alimento para los peces, la misma comida que se utiliza en las piscifactorías.

Redondeada la idea, y nunca mejor dicho, Buscató contó con el asesoramiento de Barcelona Activa, financiación bancaria y ayuda del CIDEM (Centro de Información y Desarrollo Empresarial). Hecha totalmente en Catalunya, esta bola biodegradable y alimentadora de peces espera a sus clientes. Por ejemplo, parte de los 20 millones de pasajeros de los cruceros que, dicen, cruzarán el mar en el 2010. Probando mejorar su swing con vistas al Atlántico, Índico o Mediterráneo. Y alimentando peces.