Zola
y la civilización universal
de Marte
y la civilización universal
de Marte
Soy periodista freelance desde 1998. Durante trece años escribí para el New York Times y otra docena de medios desde la ciudad de Nueva York. Soy un reportero multidisciplinar que ha cubierto noticias como el 11-S, el huracán Katrina o la presidencia de Barack Obama y he entrevistado a iconos de la cultura como David Bowie, Lou Reed, Noam Chomsky o Cate Blanchett, entre muchos otros. En 2012 me instalé en Londres, donde he colaborado para varios medios locales e internacionales cubriendo toda clase de noticias hasta que, en agosto de 2017, recibí un encargo del Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD) para documentar el trabajo que se estaba llevando a cabo en unos centros de acogida de refugiados en África Central.
Al principio la idea no me pareció atractiva, puesto que, por aquel entonces, estaba bastante cómodo con las noticias y los encargos que iba realizando. Pero “cómodo” es una palabra que me produce inquietud y, aunque no tenía previsto que me llevara tanto tiempo, al final decidí que ya era hora de buscar nuevos enfoques en mi carrera. Nunca había estado en ese continente y pocas veces había estado cubriendo noticias que sabía que no iban a ser relevantes en los medios occidentales. No nos engañemos, solo cuando hay grandes crisis humanitarias en zonas olvidadas del globo, salta la noticia en las cabeceras del mundo rico. Las miserias diarias del sur global no venden.
O en otras palabras, cubrir la gestión que se está llevando a cabo en un campo de refugiados solo me pareció una manera más de poder contrastar realidades, de poder hacer una crítica más elaborada de cómo se usan los recursos que destinan las grandes organizaciones humanitarias para paliar las desigualdades que provoca el orden económico y financiero promovido desde el mundo rico. Sin embargo la realidad fue otra, Naciones Unidas sólo estaba aportando una parte, pequeña en realidad, de lo que allí se estaba fraguando. Su interés por documentarlo respondía a una necesidad de entender qué es lo que realmente estaba sucediendo y por qué estaba funcionando de la manera que lo hacía.
Gracias a mi condición de documentalista de la organización, tuve acceso a todo el proceso inicial de acogida y su posterior desarrollo, pero enseguida me di cuenta que allí las cosas eran sustancialmente diferentes, no era como en otros campos de refugiados donde, al poco de llegar, la gente se instala en viviendas precarias y empieza buscarse la vida para conseguir hacer que su día a día sea un poco más llevadero. Era un campo mucho más disciplinado, que proponía otra manera de hacer las cosas con un fin que intentaré detallar de la forma más explícita posible.
Este trabajo presenta dos puntos de vista. El primero corresponde a la experiencia recabada por mí en el centro de acogida y sus implicaciones posteriores para los que han decidido seguir viviendo allí voluntariamente. El segundo es el de Zola, una mujer extraordinaria que se prestó a hacerme de guía y que, gracias a su ayuda y su forma de percibir la vida, me ha permitido elaborar un enfoque más didáctico y enriquecedor para entender que las cosas se pueden hacer de otra manera, sobre todo cuando las personas ya no tienen nada porque lo han perdido todo.
Por último, a petición de los diferentes responsables de la iniciativa y, sobre todo, para preservar y proteger lo que considero una gran oportunidad para muchas personas que provienen de lugares donde no hay sitio para la convivencia pacífica, he omitido todos los datos, nombres y descripciones que permitan localizar los emplazamientos donde se llevan a cabo estas experiencias a pesar de que, lamentablemente, esconden un hecho bastante oscuro, que sin duda incomodará a más de un lector, pero que personalmente considero justificable dado el contexto de conflictos que permanentemente azotan la región y que no se podrían solucionar sin recurrir al uso de la fuerza, aunque solo fuera meramente disuasoria.
En la primavera de 2018, después de haber seguido un programa de vacunación y un curso de formación para desenvolverse en diversas situaciones, me embarqué junto con otro personal en un avión de carga fletado por la ONU, lleno de material de ayuda humanitaria, con destino a una base militar al norte de la República Centroafricana.
Una vez allí, sin apenas esperas, nos dirigieron a una caravana de vehículos todo terreno en la que viajaban otros occidentales, desde médicos hasta ingenieros, muchos de los cuales habían llegado en mi mismo vuelo. Durante ocho largos y tediosos días, recorrimos carreteras y caminos de todo tipo hasta que, finalmente, llegamos a las instalaciones.
Al principio del viaje el ambiente era relajado y cordial, pero conforme pasaban los días, el cansancio fue haciendo mella a un grupo de personas que no estaban acostumbradas a ese trajín. Aunque la actitud de la mayoría seguía siendo positiva, se notaba cada vez más la inquietud y la angustia en la cara de la gente debido a las inclemencias del entorno y a los constantes avisos de los posibles problemas en la ruta que seguíamos. Pese a que no presenciamos ningún altercado, sí observamos destrozos y casas quemadas en diversas partes del recorrido, lo cual no contribuía a estar relajados durante las horas de descanso. La sensación de inseguridad estaba cada vez más presente y uno tenía la impresión de que nos estábamos adentrando en la boca del lobo.
Los dos últimos días de viaje, sin embargo, transcurrieron bastante tranquilos. Recorrimos una vasta extensión de terreno árido y bastante llano por pistas de tierra sin asfaltar, lo que generaba una gran cantidad de polvo. A pesar de la diligencia y experiencia de los conductores, resultaba imposible no saltar del asiento de vez en cuando debido a la velocidad y a las condiciones del terreno, lo que, gracias a un estúpido juego que se inventó un médico francés en el que teníamos que ver quién sostenía más tiempo un vaso medio lleno de agua sin derramarla, promovió que el ambiente volviera a relajarse poco a poco.
Nada más llegar al centro de acogida, un ingeniero llamado Hans y yo fuimos requeridos por un joven que nos dio una calurosa bienvenida y nos pidió amablemente que lo siguiéramos. Nos despedimos del resto del grupo y nos dirigimos a lo que sería nuestro hogar la primera semana de estancia en ese lugar. Nada más entrar por la puerta, nos encontramos a dos mujeres vestidas con batas, mascarillas y gorros desechables que nos saludaron y nos pidieron amablemente que nos bebiéramos un reconstituyente, nos laváramos concienzudamente de la cabeza a los pies y que, al acabar, nos pusiéramos unas ropas holgadas que resultaron ser bastante cómodas. Recuerdo que, en aquel momento, Hans y yo nos miramos con cara de asombro y sin mediar palabra seguimos las instrucciones.
Poco después, otro auxiliar debidamente vestido con las ropas desechables, nos empezó a explicar el por qué de todo aquello mientras revisaba nuestro equipaje. Resulta que en ese lugar se había establecido un protocolo de cuarentena para todos los que querían acceder al campo, vinieran de donde vinieran. En nuestro caso, siendo occidentales provenientes de zonas sin enfermedades desatendidas, tropicales o transmitidas por vectores, íbamos a tener un protocolo abreviado de una sola semana. Por eso nos habían aislado de la zona de cuarentena común, que podía llegar a ser de varias semanas, para que accediéramos más rápidamente sin romper el protocolo.
Pero pese a tener un programa de vacunación completo, nos inyectaron más vacunas, estuvimos monitorizados todo el tiempo mediante unas pulseras que registraban nuestras constantes vitales y nos tomaron muestras de orina y sangre varias veces para hacer analíticas. Me dejó realmente perplejo que, en medio de la nada, existiera un lugar de esas características. No era por las instalaciones, que eran luminosas y confortables aunque sin lujos ni materiales caros, sino por cosas como la alimentación por ejemplo, era sencilla pero muy equilibrada; gachas de avena para desayunar, infusiones de café o té, leche, huevos, pan recién hecho cada mañana, frutas y verduras frescas en todas las comidas, carne ovina o de pollo en algunos guisos e incluso algo parecido a la pizza en alguna ocasión. Mucho mejor que en muchos hospitales en los que había estado o visitado a lo largo de mi vida. Y no era algo exclusivo para la pareja de blanquitos occidentales, desde nuestras estancias podíamos ver a otros confinados a través de mamparas de vidrio que separaban los módulos destinados a la cuarentena y el trato era el mismo para todos.
También había un terminal de televisión en cada cama, con acceso a un servidor que disponía de multitud de programas documentales, películas y series de todo tipo y acceso a una biblioteca virtual impresionante. Si no tenías un lector de ebooks, podías pedir que te facilitaran uno y, pese a haber traído una buena electrónica personal, acabé por utilizar únicamente aquel aparato porque era muy cómodo y fácil de usar. Hans me estuvo explicando que él, junto con otros ingenieros, habían estado supervisando la instalación y puesta en marcha de aquellos servicios hacía varios años y que, ahora, le tocaba hacerlo en otras instalaciones que había dentro del campo porque el acceso a la Internet era un tema que no habían acabado de solucionar. Lo cierto es que no había una buena conexión a la Internet, pero se podía usar para lo más básico sin problemas, como el correo electrónico, la mensajería o la navegación por la web, que era bastante fluida si no se requería mucho ancho de banda.
Aparte de conocer a Hans un poco más, con el que, por cierto, aún mantengo el contacto, durante mi estancia pude hablar con otros responsables de las instalaciones y ver el material audiovisual de formación para los recién llegados, con consejos y pautas a seguir en cosas como el uso del agua y los sistemas sanitarios básicos. Todo un compendio de normas en imágenes que te hacían dar cuenta de la importancia que se daba al buen uso del agua y a unas buenas prácticas sanitarias. No podíamos ducharnos cada día, pero te facilitaban unas agradables toallitas desechables de papel humedecidas con una solución jabonosa que te permitían llevar una buena higiene personal y se usaban para casi cualquier cosa, desde lavarse las manos hasta limpiarse el culo. Tanto la ducha como el lavamanos no disponían de grifos, sino de un pedal que permitía controlar con precisión la salida del agua cada vez que usábamos el servicio.
Otro detalle que encontré francamente reconfortante era la atención que se les daba a los niños, con salas de juego y material didáctico diverso dedicado a que su estancia fuera lo más gratificante posible. Los niños jugando dan vida a cualquier lugar y, aquellas salas y patios aislados, rebosaban de vida. “Todos siempre decimos que son el futuro, pero aquí más”, me sentenció un auxiliar que se encargaba de recoger todas las toallitas de papel que se habían usado. Unos días más tarde, una vez finalizada la cuarentena, empecé a darme cuenta de lo que había querido decir con ese “pero aquí más”.
En resumen, en total fueron 15 días de mi vida solo para llegar a un campo de refugiados en África Central desde Londres, incluyendo la semana de confinamiento y pinchazos, una experiencia que, además, te hace valorar mejor lo que significa disponer de una buena red de infraestructuras de transporte y comunicación, para empezar a documentar lo que creo que ha cambiado mi vida para siempre. Ahora, visto en perspectiva, no creo que hubiera aceptado el encargo sabiéndolo en aquél momento, pero son esas cosas de la vida que después agradeces que se hayan callado para que no digas que no.
A lo largo de mi vida profesional ya había estado en varios campos de refugiados, desde el huracán Katrina en 2005 hasta el terremoto de Haití en 2010. Había podido documentar varias veces ese caos ordenado de personas hacinadas que lo habían perdido todo y necesitaban lo más básico para sobrevivir. Pero al salir de mi cuarentena, pude ver lo que ya sospechaba. Todo aquel recinto, en el que podía llegar a haber más de 5000 personas, seguía un patrón de organización muy bien estudiado para que los refugiados pudieran corresponder la ayuda recibida con lo único que les quedaba: su trabajo.
En primer lugar, el hospital estaba muy bien equipado para los estándares de un lugar donde no había ni carreteras decentes para llegar. Se podían llevar a cabo cirugías bastante avanzadas y tratar casi todo tipo de dolencias y enfermedades con un alto porcentaje de eficacia. El área de quirófanos estaba compuesta por varios contenedores estándar acondicionados y equipados de manera autónoma. Además, disponían de unidades para cuidados intensivos, pediátricos, neonatales y cardíacos que, junto a un departamento de radiología muy eficaz, evidenciaban que allí había una considerable inversión económica. Durante mi estancia, pude comprobar que, aparte de una buena atención médica, en la que algunos pacientes hasta lloraban de felicidad cuando su dolencia había sido tratada con éxito, se notaba que la gente también estaba muy complacida al ver que aquello no era solo una ayuda humanitaria compasiva de los blancos.
Las instalaciones del campo de acogida estaban en buenas condiciones y se veía el constante mantenimiento que se llevaba a cabo. Eran los propios residentes quienes, tras las continuas y diarias peticiones de los responsables, iban organizando las labores y pidiendo voluntarios para todo tipo de tareas, desde la limpieza de lavabos hasta la construcción de nuevos equipamientos. No era normal ver a alguien sin hacer nada; los que no estaban en aulas de formación ayudaban en otras tareas y, normalmente, había un ambiente de colaboración que se procuraba cuidar y mantener gracias a que se vigilaba que nadie estuviera siempre haciendo lo mismo. Se trataba de educar para aprender a mantenerse con los recursos disponibles, que no eran pocos, pero estaban muy bien administrados.
Además del hospital, las instalaciones contaban con otros edificios destinados a diversas actividades cruciales para el funcionamiento del campo y, como después entendí, para el proceso de integración en un proyecto comunitario voluntario. Desde el principio, un personal especializado contratado se encargaba de proporcionar formación y supervisar la organización de los residentes una vez se les asignaba una tarea. Si la tarea se ejecutaba correctamente, al día siguiente otro grupo la repetía bajo la supervisión del primero. Este proceso permitía que más personas aprendieran de la experiencia anterior y aportaran mejoras gradualmente, hasta que la actividad pudiera realizarse de forma autónoma por los residentes.
Desde el mantenimiento de maquinaria hasta el montaje de utensilios y herramientas, desde el cuidado de los huertos hasta la elaboración de diversos alimentos, había multitud de proyectos en marcha para aprender y desarrollarse como comunidad. Era como una enorme orquesta que de vez en cuando desafinaba, pero que no paraba de incorporar músicos para tocar y aprender nuevas composiciones. Yo hasta me apunté a varias clases de cocina porque reconozco que no sé ni hervir agua, pero fundamentalmente por el ambiente que se respiraba. La gente se enfadaba, claro que sí, es imposible que haya armonía convivencial todo el tiempo, pero enseguida veías cómo intervenían otros residentes para apaciguar la situación. Supongo que noté la esperanza, las ganas de empezar de nuevo, el empuje vital para hacer cosas nuevas, no el desasosiego y la tristeza del desesperado que lo ha perdido todo.
Las estancias para los refugiados eran muy sencillas pero confortables. Era habitual ver que, diariamente, se destinaba tiempo para la limpieza, el orden de las habitaciones, el aseo personal y la detección de desperfectos en las instalaciones. No era muy frecuente ver a personas escaquearse, aunque también pude ver, en varias ocasiones, cómo eran los mismos residentes quienes reprendían a los miembros más vagos del grupo. Lo normal en los recién llegados era formar grupos por afinidad, ya fuera por el idioma, su cultura u origen étnico. Sin embargo, pude observar que aquella relación iba cambiando a medida que los residentes se iban integrando en esa dinámica de funcionamiento.
En diversas ocasiones, pude entrevistar a los distintos responsables de las actividades que se llevaban a cabo y, después de investigar y observar toda aquella orquesta, saqué varias conclusiones. El proceso de acogida seguía normalmente un orden específico: salud, alimentación, higiene personal, normas de convivencia, tareas domésticas, educación obligatoria y, por último, educación avanzada y comunitaria.
La salud era el primer paso fundamental. Cuando se conseguía un buen estado de salud o se habían curado las distintas dolencias, lo siguiente era mantenerla lo mejor posible. Para ello, el segundo paso era garantizar una buena alimentación, pero con la hábil consigna de que, a cambio de toda esa comida, se tenía que ayudar a hacer otras tareas, simples pero fundamentales para que todo siguiera en funcionamiento, empezando por llevar una buena higiene personal y explicando, entre otros muchos ejemplos, los beneficios de lavarse bien las manos antes de manipular la comida.
El tercer paso consistía en demostrar que las estancias asignadas estaban limpias, ordenadas y que se respetaban las normas de convivencia básicas. En caso contrario, los residentes eran trasladados a estancias comunitarias, las cuales, aunque no eran malas, implicaban la pérdida de privacidad y donde la limpieza y el orden eran responsabilidad de otros residentes del campo. Si después de un tiempo aquellos residentes lo solicitaban, podían regresar a sus estancias originales. Sin embargo, para ello debían demostrar su disposición a cumplir con las normas básicas tanto en sus propias estancias como en la convivencia con sus vecinos.
El cuarto paso era la educación obligatoria para aprender, entre otras cosas, el Esperanto. Si se quería seguir recibiendo toda aquella ayuda y atención, los residentes tenían que aprender a leer y a escribir. Para ello, se evaluaba el grado formativo y se separaban en grupos según su nivel, tanto académico como de capacidad cognitiva. Este paso no era nada sencillo y resultaba crucial. Se destinaba mucho personal para intentar cubrir todas las necesidades, sobre todo en lo que respecta a la atención a la infancia, aunque, por lo que pude saber, no siempre culminaba con éxito.
El quinto paso era el más creativo, porque, mediante diferentes proyectos y actividades, se iban introduciendo toda clase de aprendizajes y conocimientos en las áreas de las matemáticas, la física o la química, e incluso hasta de la poesía, en actividades tan dispares como la cocina. Este último apartado daría para un libro entero, porque pude ver proyectos muy innovadores que se adaptaban bastante bien a la amalgama de pueblos y culturas que se concentraban allí.
Todos aquellos procesos estaban estudiados también para minimizar los problemas que suelen darse cuando se concentran, por necesidad y en un mismo sitio, gente de diversos lugares que, pese a mostrarse muy agradecidos por la atención recibida y ser muy solidarios y colaboradores con otros grupos afines, suelen tener confrontaciones cuando surge algún conflicto o disputa con etnias o culturas distintas a la suya. Pude contar a más de un centenar de personas que, o bien habían sido contratadas o estaban allí como voluntarios, para lidiar con este y otros problemas similares y poder llevar a cabo un programa que podía suponer, en el mejor de los casos, más de dos años de ayudas y formación para un recién llegado.
Ahora también entendía por qué la ONU me había hecho ese encargo, porque seguramente no debe haber muchos periodistas experimentados que sepan Esperanto. Había estudiado esta lengua hacía unos años, mientras realizaba un pequeño reportaje en un centro que impartía clases gratuitas. Me interesé por su morfología aglutinante, sus inflexiones verbales y nominales bastante simples y porque no tenía un género gramatical. Al final, me decidí a aprenderlo porque una de las profesoras era muy guapa; no hace falta contar más, aunque también debo decir que ella no me correspondió. Cosas que le van pasando a uno en la vida. Nunca sabes dónde y cuándo vas a aplicar lo aprendido; lo importante es no dejar nunca de estudiar y aprender.
Para una persona que sabe leer y escribir, se estima que son necesarias unas 150 horas de estudio y práctica para aprender Esperanto a un nivel avanzado. Por lo tanto, estudiándolo a razón de una hora al día, se puede alcanzar un nivel alto en menos de seis meses. Sin embargo, para un nivel básico se necesitan unas 50 horas de estudio, suficiente para empezar a desenvolverse con otras herramientas más sofisticadas como las computadoras. Aprender un idioma como el inglés o el francés requiere más de 1000 horas de estudio. Es decir, que estudiando uno de estos idiomas a razón de una hora al día, se necesitarían alrededor de tres años de estudio. Aun así, muchas personas estudian inglés o francés durante muchos años y no logran dominarlo por completo.
Además, por lo que pude averiguar en su momento, el estudio de Esperanto también facilita el aprendizaje de otros idiomas. Esto se pudo observar en un experimento realizado entre 1922 y 1924 en la escuela Green Lane en Auckland, Inglaterra. De dos grupos de un total de 76 alumnos, el primer grupo estudió francés durante dos años, mientras que el segundo grupo estudió el primer año Esperanto y el segundo año francés. Al final del segundo año escolar, los alumnos que comenzaron con Esperanto tuvieron mejores resultados en el examen de francés que aquellos que únicamente lo habían estudiado durante dos años.
Esto es debido, también, porque es lo que se conoce como un idioma transparente. El nivel de transparencia de una lengua se refiere a la relación entre sus letras (grafemas) y sus sonidos (fonemas). En un idioma transparente, cada grafema suele representar un fonema de manera consistente y predecible. En cambio, otras muchas lenguas se alejan de esta categoría, y se definen como opacas. En las lenguas opacas, la relación grafema-fonema es mucho menos predecible y la pronunciación de una cadena de letras determinada no sigue siempre una relación regular y constante. Las diferencias en la transparencia de las lenguas influyen profundamente en las estrategias de lectura que los niños desarrollan durante el aprendizaje. Los niños que aprenden a leer en lenguas opacas, como el inglés, desarrollan con mayor frecuencia una dependencia de la memoria visual para reconocer palabras completas, mientras que los que aprenden en lenguas transparentes confían en estrategias alfabéticas y de decodificación.
Hablando con el personal docente, me comentaron que enseñar Esperanto era la mejor solución que habían encontrado para la amalgama de pueblos y culturas que llegaban al campo en un continente donde se hablan más de 3000 lenguas y dialectos. “No dejamos de pedirles que sigan aprendiendo su lengua porque es parte de su identidad; al contrario, fomentamos que se organicen en grupos de estudio y se involucren en proyectos literarios o artísticos. Pero el Esperanto es el nexo que permite el entendimiento y la colaboración necesarios para que puedan funcionar y prosperar como comunidad”. Lo cierto es que toda la documentación y las herramientas de software que se utilizaban para las distintas actividades estaban en Esperanto.
Por otro lado, a medida que observaba las distintas actividades, me di cuenta de que había una especial atención en tratar temas del humanismo contemporáneo, con actividades y trabajos que constantemente incidían en la ética reflejada en la convención de los derechos humanos. Al hablar de ello con un grupo de voluntarios, hubo un par de ellos que creo que lo sintetizaron perfectamente:
“Aquí se conforma un espacio que apoya el desarrollo de una educación para la paz, priorizando entornos seguros, armónicos y de convivencia sana, compartiendo experiencias mediante percepciones sobre sí mismos, el lenguaje y la vida”.
“Se trata de que su base esté construida sobre valores como el respeto a sí mismos y a los demás, evitar culpas, dar importancia a las historias que revelen la forma de pensar, sentir y actuar, y, sobre todo, reconocer destrezas, propósitos, principios de vida, sueños, esperanzas y compromisos. Sin ver una puerta a la esperanza, esta gente se derrumba muy rápido”.
La tecnología informática también estaba muy presente, pero se introducía con herramientas adaptadas específicamente, sin metáforas abstractas de un mundo que no conocían. Básicamente, era la plasmación electrónica del lápiz y el papel mediante tabletas digitales de tinta electrónica y un software diseñado para abordar los trabajos desde una perspectiva más centrada en las personas que en los usuarios. Es decir, por lo que pude ver, el planteamiento era ayudar a satisfacer las necesidades inmediatas, como escribir o dibujar y, a medida que descubrían nuevas herramientas, aprender nuevas maneras de trabajar. En mi opinión, era un sistema que también desafiaba a quienes descartaban la experiencia del usuario como algo secundario en toda aquella innovación tecnológica que estaban aprendiendo a utilizar, lo que me hizo reflexionar bastante sobre algunas de mis actividades como profesional, donde en diversas ocasiones había sucumbido al uso de determinadas tecnologías pese a que no me agradaban en absoluto.
El caso aparte de todo este proceso era la educación de los niños, porque, nada más llegar y mejorar su estado de salud, empezaban a dar clases y a realizar actividades al margen de la dinámica de los adultos. Se destinaba mucho tiempo al juego colaborativo y formativo, con actividades de todo tipo que intentaban detectar los posibles problemas que pudieran tener, puesto que muchos de ellos habían vivido realidades muy traumáticas que podían suponer un problema en su formación y desarrollo.
También hay que decir que, en general, eran niños bastante fuertes y resistentes, hechos de otra pasta. A veces, mientras estaban jugando, pude ver en varias ocasiones cómo se daban accidentalmente auténticos tortazos y, después de recomponerse un poco, seguían como si nada. Era raro verlos llorar por tonterías; cuando lloraban era porque se habían hecho daño de verdad o se encontraban mal.
La oratoria, manipulando constantemente los sonidos de las palabras con la forma de las letras, era uno de los principales motores utilizados para facilitar la integración de todos aquellos niños de procedencias tan diversas. Se daba mucha importancia a permitir que los niños escucharan cuentos y proverbios que les enseñaran lecciones de vida para aplicarlas en la sociedad. Como me comentó uno de los docentes, “Esta educación es pragmática y concreta porque se basa en la participación activa del niño en las diversas actividades del grupo. Es una pedagogía basada en la experiencia, en la que los adultos sirven de ejemplo y marco de referencia para las acciones de los jóvenes. Esta dinámica, además, favorece que se puedan ir introduciendo lecturas paulatinamente que mejoren la comprensión lectora gracias a la narración y experimentación de las actividades orales y musicales”.
Un libro que me llamó especialmente la atención en una de esas clases fue "El Principito". Hablando con una maestra sobre por qué habían elegido ese libro, me comentó que, en la educación de los más pequeños, "El Principito" podía convertirse en una guía muy valiosa para trabajar multitud de valores fundamentales. Sin embargo, su verdadero valor radicaba en la capacidad de enseñar a mirar más allá de lo evidente, a explorar el mundo con el corazón en lugar de con los ojos. Porque, tal y como nos recordaba su autor: “Lo esencial es invisible a los ojos”. Mediante esa actividad, no solo se fomentaba la lectura, sino que también se cultivaba la sensibilidad, la compasión y la empatía. Y era precisamente esa combinación de aprendizaje cognitivo y emocional la que dejaba una huella imborrable en las mentes y en los sentimientos de los niños que comenzaban a explorar el universo de la literatura.
También se promovía mucho la enseñanza a través del debate. Esta técnica permitía a los alumnos sumergirse en un juego de grupo, independientemente de sus diferencias o afiliaciones. El objetivo era que pudieran convivir y compartir conocimientos en uno o varios ámbitos para exponer y discutir ideas, lo cual resultó ser un preámbulo de lo que después entendí como un aspecto fundamental en la organización comunitaria.
En definitiva, una sólida base para la comunicación, herramientas simples pero efectivas, atención y actividades constantes para los niños, tecnología adaptada a necesidades muy concretas y un profesorado absolutamente dedicado. Se notaba mucha preocupación por ofrecer una educación de calidad para una gran variedad de circunstancias, y aunque persistían en buscar nuevas soluciones, no siempre podían adaptarlas adecuadamente. Eran conscientes de que, lamentablemente, una minoría de aquellos refugiados iba a quedar excluida del programa. Aun así, me quedé asombrado por lo que estaban haciendo casi altruistamente porque, pese a cobrar un sueldo y tener estancias confortables y bien equipadas, la mayoría dedicaba todo su tiempo a esa actividad, brindando refuerzo para niños con problemas, programando tareas personalizadas y realizando un sinfín de trabajos extra al margen de su cometido.
Por último, lo que también me llamó mucho la atención fue ver que, de vez en cuando, había otros refugiados dando clases en diversas materias. Al preguntar sobre ello, la respuesta fue rápida y contundente: "Es su obligación, pero ya no es un refugiado, es un pequeño gran éxito del programa". Toda esa atención, todo ese esfuerzo educativo y formativo tenía un fin: dar la suficiente autonomía a toda esa gente para que pudieran prosperar por sí solos más allá del campo de refugiados.
Poco antes de abandonar aquellas instalaciones, tuve la oportunidad de reunirme con dos de las personas a cargo de su dirección y administración. Al principio, la entrevista comenzó como una simple formalidad, con datos y cifras de asistencia, procedencia, enfermedades y un largo etcétera de miserias humanas que no aportaban nada relevante a lo que se suponía que se veía y vivía en un sitio así. Pero poco después, ante preguntas más concretas, la conversación derivó a algo más profundo y reflexivo.
Las transcripciones que iré mostrando son una selección de todas las conversaciones que tuve desde mi llegada a las instalaciones. Han sido editadas para corregir la gramática o suprimir diálogos irrelevantes para el tema que se estaba tratando. Para esto último, la indicación se hace mediante dos guiones (--) insertados entre diálogos de la transcripción. Asimismo, el lector verá que, de vez en cuando y entre paréntesis, hay textos que se han añadido para detallar mejor lo que el interlocutor está explicando y que, normalmente, hacen referencia a algo que se ha explicado con anterioridad y no consta en la transcripción, pero que en ningún caso se corresponden con la locución original.
Darío
-Muchas de las personas que llegan aquí lo han perdido todo, por no decir la mayoría, y lo más dramático es que no podrán regresar nunca a sus hogares, porque seguramente ya no existen.
Robert
-Los campos de refugiados, habitualmente, dan cobijo a los desplazados el tiempo que sea necesario, muchas veces durante años, pero su planteamiento siempre es provisional para que, tarde o temprano, regresen a sus lugares de origen o migren a otros sitios donde puedan volver a empezar. No suelen ofrecer otras opciones. Esta situación provoca que muchos de los refugiados se queden atrapados, sin patria, sin recursos ni formación, mientras ven que la causa de su migración no se resuelve nunca. Al final, muchos pierden la esperanza porque no encuentran otra alternativa que quedarse en el campo, enquistando un problema que no es una solución; es un parche humanitario que, a la larga, hace más mal que bien.
Darío
-Por no hablar de que también es un negocio, no se engañe. Hasta se montan ferias para vender el material humanitario. ¿Y de dónde sale el dinero? Pues del mundo que no los quiere acoger. Muchos países ricos negocian con los gobiernos de los países limítrofes con un conflicto o un desastre natural para que acojan a los desplazados e impidan que se dirijan a otros lugares. Dichos gobiernos, a su vez, reclaman ayuda humanitaria de organizaciones como Naciones Unidas, mientras hacen pedidos y negocian acuerdos comerciales que les permitan seguir siendo un refugio lo suficientemente adecuado para satisfacer el costo por refugiado que se reclama a los países que temen la llegada de los que están en sus campos. Es decir, montan un negocio que mueve mucho dinero y donde unos pocos se llenan los bolsillos aprovechando la desgracia de una gente que no puede elegir.
Autor
-Siempre ha habido gente que se aprovecha de las desgracias ajenas. Quizás lo que más asusta es que sea algo institucionalizado internacionalmente. Tampoco quiero ser impertinente, porque ya he podido ver cosas que no había visto en mi vida, empezando por la cuarentena, la comida, la atención a los niños, la formación o esta electrónica, pero ¿de dónde sale todo este dinero?
Robert
-Estamos autofinanciados. Como corporación, hemos pensado y puesto en práctica una serie de ideas y propuestas basadas en un nuevo modelo de gestión a largo plazo que minimice el costo por refugiado hasta llegar a cero.
Autor
-¿De verdad? ¿Cómo? Porque entiendo que toda esta gente sigue dependiendo de mucha ayuda externa pese al esfuerzo que se realiza para que sean autosuficientes.
Robert
-Aunque hemos reducido esa cifra a la mitad, no creo que aquí se pueda llegar a cumplir el objetivo final, puesto que siempre dependerán de una serie de tecnologías que son importantes. Llevará tiempo, sin duda, pero espero que estas dinámicas que aplicamos ahora puedan replicarse en otros lugares y permitan que el modelo pueda evolucionar para evitar esas dependencias.
Darío
-En el fondo, todo son ideas antiguas, incluso epicúreas, pero adaptadas para que sean eficaces y prósperas durante mucho tiempo. Desde el principio, antes incluso de la llegada de las organizaciones humanitarias, el objetivo que nos propusimos para toda esta gente era ofrecerles una alternativa, una nueva vida lejos del drama del que han huido, que les permita volver a empezar, pero no en otro lugar, sino aquí mismo, con los recursos que les ponemos a su disposición mediante sistemas vitales que los lleven a esa autosuficiencia, con un nulo o bajo impacto medioambiental, para que puedan desarrollar comunidades autogestionadas, independientes y sostenibles a largo plazo. Pero debe entender también que, tratándose de un objetivo tan variado y complejo como este, donde ya están viviendo 654 332 personas, es como si acabáramos de empezar.
Robert
-Siempre hemos tenido muy presente que no sería un proyecto sencillo y, pese a que ha habido muchos contratiempos y adaptaciones, las bases y los principios ideológicos han permanecido inalterados. La clave está en la asunción de unos principios fundamentales, que se deben respetar siempre de forma absoluta. Créame, es lo más difícil de hacer, incluso para nosotros, los occidentales.
Por eso, los que voluntariamente quieren seguir viviendo aquí tienen que firmar un contrato, uno muy sencillo, pero si lo incumplen, se tienen que marchar. Otros, pocos en realidad, renuncian sin más, desorientados, vuelven de nuevo a estos centros de acogida y se quedan por aquí ayudando en lo que pueden, pero los que desisten o son expulsados y se marchan, ya no los volvemos a ver nunca más. No sabemos por qué; bueno, en muchos casos lo podemos deducir, pero tiene que saber que, antes de firmar nada, les ayudamos a aprender y a estudiar durante el tiempo que sea necesario para entender y pensar muy bien lo que les proponemos.
Autor
-Soy consciente, sí, pero ¿no ha habido casos en que un grupo haya intentado tomar el control para imponer sus normas?
Robert
-Por supuesto, pero al final no han conseguido nada. Cuando vea cómo está organizado todo, lo entenderá. Hemos pedido la ayuda de los poblados para que sean ellos quienes le expliquen lo que hacemos aquí. Nosotros no entraremos con usted porque no es aconsejable; procuramos interferir lo mínimo en su organización. Incluso si se autodestruyen como comunidad, optamos siempre por aislar el problema y seguir con el proyecto, intentando incorporar nuevas metodologías para que no se vuelva a repetir una circunstancia tan negativa.
(--)
Autor
-Sí, una cosa más. No quiero robarles más tiempo, pero lo que más me intriga es el por qué. ¿Por qué una corporación se ha propuesto llevar a cabo un proyecto así?
Robert
-Hay varias circunstancias. La primera es que ya se habían comprado estas tierras para la construcción de varias centrales fotovoltaicas a gran escala que nunca prosperaron. La segunda es que uno de nuestros inversores más importantes nació aquí; no sé toda la historia, la verdad, pero insistió mucho en que lo hiciéramos aquí. La tercera es que detrás hay también el interés de unas empresas farmacéuticas que hace años están trabajando e investigando con determinadas enfermedades muy comunes en esta parte del globo. La cuarta es que hay una empresa de biotecnología muy importante dentro de la corporación que está investigando una tecnología que no puedo detallar, pero que ya le avanzo que es fundamental. La quinta, y más importante para mí, es la propuesta que nos hizo un grupo inversor para empezar a investigar la posibilidad de crear hábitats autosuficientes en climas adversos. Hay otras razones de peso, porque somos un grupo muy grande, pero quizá todo esto no hubiera empezado si no fuera por la voluntad de algunos miembros de la junta que se mostraron muy interesados en esta propuesta. En definitiva, es difícil dar solo una razón; hay varias y, hace unos años, se dio la conjunción.
Autor
-Pero, ¿es rentable? ¿Dónde está el negocio?
Robert
-En cifras absolutas no lo hay; al contrario, seguimos con pérdidas, cada vez menores, pero con números rojos al finalizar cada ejercicio. En otros aspectos, como la investigación o el desarrollo de nuevos productos, no lo sé; tendríamos que hablar con otros directivos. Pero si llevamos diez años con esto, será por algo.
Momentos después me presentaron a Zola, justo cuando la vieron llegar a la sala donde estábamos reunidos. Zola era una mujer joven, de estatura media, de tez bastante oscura y con un acento muy peculiar, una mezcla entre un deje francés y otra lengua que no pude identificar. Había llegado hacía unos siete años con sus dos hijos después de perder al resto de su familia en un conflicto local que arrasó la aldea en la que había crecido. En la actualidad, se estaba formando como ingeniera agrónoma y se centraba principalmente en la mejora de los sistemas de producción de alimentos. Aunque, como me comentó después, también le gustaba mucho el campo de la investigación y el desarrollo de nuevos métodos para introducir variedades y cultivos más eficientes.
Antes de salir de allí me facilitaron el contrato que firman todos los residentes que deciden quedarse y vivir en los poblados que se van construyendo en el territorio. Era, efectivamente, un contrato muy sencillo y claro, sin ambigüedades ni cláusulas especiales:
1. Admisión:
1.1 Eres libre de marcharte cuando quieras con los bienes y pertenencias que tenías antes de aceptar este contrato. Si te quedas, tienes unos derechos a cambio de tener unos deberes.
2. Tienes derecho a:
2.1 Un lugar donde residir acorde con tus necesidades y con todo lo disponible para vivir de la manera más cómoda y confortable posible (agua potable, luz artificial, sistema de climatización, cocina, baño, etc.). Tu domicilio es un espacio inviolable y se entiende como la única propiedad inmueble legítima que puedes tener.
2.2 Si tienes menores a tu cargo, estos disfrutarán de tus derechos hasta la madurez, momento en el que deberán decidir si aceptan este contrato o no.
2.3 En proporción igualitaria a los recursos de la comunidad, tienes derecho a bienes (ropa, herramientas, etc.), alimentos y acceso pleno a cualquier forma de cultura y ocio.
2.4 Consensuado el mérito por tu trabajo en la comunidad, podrás acceder a bienes o alimentos que, debido a su escasez, no puedan ser incluidos en un reparto equitativo.
2.5 Cobertura sanitaria completa.
2.6 Pleno acceso a la información, conocimiento y sabiduría acumulados y todos los medios disponibles para la educación de los menores a tu cargo.
2.7 Pleno acceso a los recursos formativos disponibles para desarrollar la actividad laboral o intelectual que desees.
3. Tienes el deber de:
3.1 Estar perfectamente informado del día a día de los problemas y las soluciones propuestas que hay que solventar en la comunidad.
3.2 Participar en las labores organizativas y de mantenimiento de las infraestructuras según el calendario elaborado por la propia comunidad. Si desarrollas una actividad directamente relacionada con los derechos adquiridos, como médico o educador, tus deberes de mantenimiento se reducen proporcionalmente.
3.3 Asumir de forma periódica las labores de más responsabilidad según el calendario elaborado.
3.4 Tener pleno conocimiento de las leyes y normas de convivencia de la comunidad.
3.5 Justificar ante la comunidad cualquier delegación u omisión de tus obligaciones.
3.6 Ante la detección de conflictos o errores, debes asegurarte de que el responsable asignado es conocedor del problema. Si en ese momento el responsable eres tú, debes activar el mecanismo de emergencia correspondiente.
4. Queda terminantemente prohibido:
4.1 Acumular poder de decisión mediante grupos organizados, tecnología o herramientas destructivas o de agresión.
4.2 El control despótico o la destrucción de un bien o recurso comunal.
4.3 Hacer acopio o mal uso de los recursos de la comunidad en beneficio propio o de terceros.
4.4 No respetar la Declaración Universal de Derechos, tanto de adultos como de niños, ni las leyes y regulaciones de la comunidad.
5. Expulsión:
5.1 El castigo de la comunidad ante el incumplimiento expreso de cualquier prohibición, o de no respetar reiteradamente las normas y los deberes propios, es la expulsión de por vida de este lugar. Si tienes menores a tu cargo, debes decidir si se quedan a cargo de la comunidad o se van contigo.
Como se puede ver, el contrato presenta un sistema de derechos y deberes para los miembros de una comunidad, estableciendo claramente las condiciones de admisión, los derechos que se otorgan a los miembros y los deberes que deben cumplir. También establece las prohibiciones y las consecuencias del incumplimiento de las normas.
Es decir, el texto está bien estructurado y aborda aspectos importantes de la convivencia comunitaria, como la garantía de derechos básicos, la participación activa en la comunidad y la responsabilidad individual, con un enfoque en la equidad, la responsabilidad y el respeto mutuo.
Sin embargo, hay algunos puntos que, en mi opinión, podrían ser objeto de debate o mejora, como la formulación de las prohibiciones y las consecuencias de la expulsión, que podrían detallar con mayor claridad algunos aspectos de las posibles implicaciones y alternativas para las sanciones y procedimientos disciplinarios.
Al comentar esto último, tanto Zola como Robert y Darío coincidieron en que ese trabajo correspondía a la comunidad, que las premisas del contrato se debían considerar absolutas, es decir, lo que se acordara o regulara con posterioridad a la aceptación del contrato debía estar centrado en el cómo y no en el por qué. Los tres coincidieron en que era la comunidad la que tenía que adoptar y aplicar los castigos en función de cómo iban desarrollando su cuerpo de leyes y que, en ningún caso, podía imponerse una legislación que no se hubiera razonado y aprobado por la propia comunidad.
Visto que en ese aspecto me llevaban mucha ventaja, sin más preámbulos pedí adentrarme en ese mundo que había más allá y empezar a recabar la información necesaria para que me diera una visión más amplia con la que iniciar un debate posterior. Pero para mi sorpresa, nada más salir del recinto, me topé con cosas que no me esperaba y que me desviaron constantemente del objetivo de conseguir un análisis rápido y conciso.
Mientras Zola y yo conversábamos y nos conocíamos un poco más, vi una plataforma rodante que transportaba un contenedor acercándose lentamente a la gran marquesina de paneles solares donde estábamos nosotros. Al ver que aquello iba sin conductor y que no había nadie por los alrededores, interrumpí la conversación.
Autor
-¡Hostia, pero esto qué es! ¿Quién está manejando esto?
Zola
-Nadie, va solo. Son plataformas eléctricas para el transporte de mercancías y personas. Toda nuestra logística se lleva a cabo mediante estos vehículos. Los llamamos burros. Puedes ver lo que están haciendo en todo momento desde una pizarra.
Autor
-¿Pizarra? ¿Qué pizarra, el lector de ebooks?
Zola
-Eso no es solo un lector de libros. Mira, ahora te explico cómo van, vamos allí para verla mejor.
Autor
-No será peligroso ¿no?
Zola
-Si no te pones en medio de donde va a descargar el contenedor no pasa nada. Llevan unos sensores que detienen al vehículo en el momento que detectan la presencia de alguien cruzando por la carretera o que esté delante del sentido de la marcha, son unas plataformas tontas pero bastante seguras.
Autor
-¿Esto lo habéis hecho vosotros?
Zola
-No, qué va, esto aún está por encima de nuestras posibilidades, pero ya las montamos desde cero y hacemos el mantenimiento completo. Llevan 4 motores eléctricos, uno en cada rueda, y 4 motores más en los ejes que permiten hacer girar la rueda 180 grados de forma independiente, aunque el giro siempre se hace sincronizado con las otras. Los contenedores, que pueden ser de mercancías o para pasajeros, se cargan con estos brazos de aquí y se acoplan y aseguran automáticamente con este mecanismo de anclajes que hay en la base.
Autor
-Y las baterías para mover todo esto, ¿están en la plataforma de abajo?
Zola
-Eso es, como en los coches eléctricos, pero se cargan automáticamente por inducción en varios puntos de la carretera que, normalmente, se corresponden con las paradas del Bus porque así se pueden aprovechar las instalaciones para ubicar otros servicios esenciales. Son los únicos vehículos automóviles que verás por aquí y ya tenemos bastantes circulando todo el día.
Autor
-Y son autónomos.
Zola
-Sí, pero no es conducción autónoma, eso es muy sofisticado, es circulación autónoma, es decir, que sigue una programación muy concreta. Si no puede seguir circulando porque se ha roto o falta alguna indicación, el vehículo se para. Lo que hacemos es programar el origen y el destino en la pequeña computadora que llevan incorporada y ellos solitos van y vienen según convenga. Todo lo demás es automático, siguiendo otra programación que llevan para interpretar la señalización que hay en todo el recorrido, así como la carga o descarga del contenedor cuando llegan al punto designado.
Autor
-Es decir, solo indicáis el punto A y el punto B y todo lo demás es automático. Si está descargado hace la carga y si está cargado hace la descarga.
Zola
-Sí, todas las mercancías las movemos así.
Autor
-Pero también me has dicho que transporta pasajeros.
Zola
-Sí, en unos quince minutos tiene que llegar otra plataforma que monta un contenedor acondicionado para las personas, es nuestro servicio de transporte público. La parada está aquí al lado, mira. Es el que tenemos que coger para llevarte al poblado donde vivo. Está programada de manera diferente, porque solo hace el recorrido haciendo las paradas indicadas, no carga ni descarga nada, se pasa el día yendo arriba y abajo, dando vueltas y siguiendo el horario establecido.
Autor
-Ah, ¿no hay otro sistema?
Zola
-Podemos ir en bicicleta.
Autor
-No, lo decía por si había algún coche o transporte para hacer la visita.
Zola
-El señorito de Londres. No te va a pasar nada, no nos comemos a los blanquitos.
Autor
-Ja, ja, ja, si no lo digo por eso. Es por molestar lo mínimo y no interferir en vuestras cosas.
Zola
-Pues aunque no te lo creas, molestaría más que circuláramos con un coche. Entorpecería la logística de los burros y tendríamos que estacionarlo en las paradas de Bus igualmente. No se puede circular con automóviles por los poblados, está prohibido, solo se pueden usar cuando son necesarios para la construcción o la reparación de algo.
Autor
-Entonces, ¿las bicis son para todos?
Zola
-Sí, las tenemos en las paradas del Bus o en los aparcamientos que hay en los poblados, es nuestro medio de transporte para desplazarnos por dentro, aunque se pueden usar para ir a cualquier lado, sin problemas, pero, normalmente, cuando tenemos que ir a otro lugar, cogemos el Bus y usamos las bicicletas que hay allí, en la otra parada.
Autor
-Ah ya, es un sistema de transporte combinado y compartido.
Zola
-Es bastante práctico. Además, las bicis las hacemos y reparamos aquí.
Autor
-Son un poco raras pero parecen muy nuevas.
Zola
-La gente suele tratarlas bien porque, tarde o temprano, a todos nos toca hacer el mantenimiento y reparación de las diferentes maquinarias que usamos.
Autor
-Anda, ¿y eso?
Zola
-Es tal y como está organizado todo, hay trabajos que se tienen que hacer pero que nadie quiere hacer, por lo que hay que turnarse para hacerlos. De la misma manera que para los trabajos que todo el mundo está dispuesto a hacer, hay que programar los turnos para que todos puedan hacerlo.
Autor
-¿Hay trabajos que todo el mundo quiere hacer?
Zola
-Ja, ja, ja, sí, bueno, es una manera de simplificarlo, estoy hablando de preferencias. Muchas personas prefieren hacer un tipo de trabajo en lugar de otro. Pero son trabajos que, en realidad, casi nadie quiere hacer todo el rato, por lo que hay que crear y organizar un sistema que permita que todo siga funcionando correctamente.
Autor
-Oye, ¿y esto qué es?
Zola
-Es un accesorio para hacer de la bici un triciclo y poder llevar más cosas. No lo he usado mucho pero va bien, puedes cargar bastantes cosas o, por ejemplo, llevar a niños pequeños que aún no saben ir en bici o a personas que ya están mayores.
Autor
-¿Y ahora que hace esta cosa?
Zola
-Pues cargar el contenedor que hay al lado para llevárselo. Supongo que debe estar vacío y se lo lleva para que lo vuelvan a llenar. Es lo más habitual.
Autor
-Joder, no me esperaba todo esto, está muy bien. Aunque me he fijado en que estas carreteras son raras, ¿esto es asfalto?, parece arena.
Zola
-La arena del desierto no sirve para hacer hormigón, no se amalgama bien y por eso nadie la quiere. Aquí hemos optado por buscar una solución para aprovecharla y hacer, por ejemplo, este tipo de carreteras. Usamos silicona, una de los muchos tipos de silicona que fabricamos aquí.
Autor
-¿Silicona, en serio? ¿No es mejor hacerlas de asfalto?
Zola
-Bueno, el asfalto que necesitamos aquí tampoco es tan fácil de conseguir. El verdadero problema es que se deben buscar el mayor número de soluciones autóctonas, sobre todo en lo que respecta a infraestructuras básicas, evitar consumir subproductos de una industria muy contaminante y procurar dejar una huella lo más neutra posible en este lugar porque es un ecosistema muy frágil.
Con los medios y tecnologías que podemos permitirnos, buscamos y fabricamos soluciones para los distintos problemas que tenemos. No nos queda otra si queremos prosperar. Este tipo de carreteras son muy duraderas y armoniosas con el entorno. Además, se pueden reparar muy fácilmente y, normalmente, no se agrietan cuando el suelo se deforma. Al ser una amalgama de arenas y silicona, aguantan altas temperaturas y su impacto medioambiental es neutro. Es decir, no serán eternas, pero durarán mucho tiempo y, si abandonamos este lugar, se degradarán sin dañar el entorno.
Autor
-¿Y cómo las hacéis? ¿De dónde sacáis tanta silicona, es de una fábrica que tenéis?
Zola
-Sí, es de las primeras fábricas que se montaron y ya estamos desarrollando nuevos compuestos. Ya la iremos a ver si quieres.
Autor
-Me gustaría, sí.
Zola
-Para hacer las carreteras usamos unas máquinas excavadoras, primero preparamos el trazado para hacer una base, lo que llaman el subrasante. Este proceso es el mismo que se usa inicialmente para hacer una carretera asfaltada.
Autor
-Son máquinas excavadoras normales.
Zola
-Sí, nos cuesta hacer el mantenimiento porque las piezas que se rompen tienen que venir de Turquía, creo. Pero, de momento, no tenemos otra alternativa. Tampoco es que sea una prioridad, no nos pasamos el día haciendo carreteras. Básicamente hay dos grandes ejes, norte-sur y este-oeste, con algunas ramificaciones.
Una vez se ha hecho el subrasante, con otra máquina accesoria se hace una zanja longitudinal de unos tres metros de ancho que, inmediatamente después, la rellena mezclando la tierra retirada con una silicona bastante dura pero dúctil y se compacta con unos rodillos. Con esto tenemos el alma de la carretera, que es muy fuerte y plástica, se deforma pero no se rompe. Después, a partir de este nervio, la mediana, se trazan solapadas parcialmente las dos calzadas con otras máquinas que se parecen mucho a las máquinas asfaltadoras, pero solo por la forma. Lo que hacen estas máquinas es mezclar la arena del desierto tamizada con otro tipo de silicona muy líquida pero más dura cuando se ha curado, formando una capa de unos 5 a 10 cm de grosor sobre la base que, una vez compactada, es lo que hace el firme de la carretera.
Por último, se clavan estos postes reflectantes en el lateral izquierdo de cada calzada (según el sentido de la marcha), atravesando la base que hay debajo. Como ves, sobresalen un metro y hacen de marca vial. Es la señalización necesaria para que los burros puedan circular de forma autónoma. Y ya está, rápido, sencillo y duradero.
Autor
-Silicona para hacer carreteras, es la primera vez que veo algo así. ¿Y son seguras?
Zola
-Para la mayoría de propósitos sí. La adherencia de los neumáticos es buena, aunque no se si se puede circular muy rápido con neumáticos estándar, pero hasta los 80 km/h sin problemas, incluso con el firme mojado. A más velocidad no lo sé, no lo hemos probado. Tampoco es que tengamos vehículos que corran mucho más, lo importante es su función a largo plazo. Además, los postes son flexibles y son capaces, incluso, de detener a un vehículo que vaya a invadir la calzada contraria. Por cierto, el carril que queda en el centro de los postes es el que usamos para circular con las bicis, no usamos la calzada, así no molestamos a los burros.
Autor
-También son de silicona ¿no?
Zola
-¿El qué? ¿Los postes?
Autor
-Sí.
Zola
-Ja, ja, ja, sí, más o menos, los hacemos aquí, pero el material reflectante no, lo tienen que comprar. Verás que las siliconas las usamos para muchas cosas. Es un material que nos permite solucionar una gran cantidad de problemas porque tiene muchas aplicaciones, además, la sílice es abundante en estas tierras. De hecho, es de las fábricas más importantes que tenemos, aunque la síntesis directa (véase el proceso de Müller-Rochow) es bastante complicada, pero creo que ha valido la pena apostar por esta solución.
Transcurridos los quince minutos que me había dicho Zola, llegó la plataforma para pasajeros. Era un contenedor remodelado de 40 pies con ventanas y tres puertas dobles correderas, una en cada extremo y otra central, que se abrían al apretar un pulsador. La verdad es que era agradable a la vista, estaba climatizado y los asientos eran cómodos. El viaje transcurrió con mucha tranquilidad y el acondicionamiento del habitáculo resultó ser bastante confortable, sin ruidos ni traqueteos. Después de dos paradas, donde habían subido algunos pasajeros más, nos bajamos habiendo hecho un trayecto de unos 20 minutos de duración que, a unos 70 km/h de media, suponía que habíamos recorrido una distancia de algo más de 20 km en dirección norte desde nuestra salida del campo de refugiados.
Aquellas carreteras parecían amplias y perfectas pistas de tierra que no levantaban polvo, tampoco había marcas viales en el firme, todas las que veía eran resplandecientes marcas verticales con diferentes configuraciones. La explicación era sencilla, el viento y la arena muchas veces tapaban las marcas del suelo e impedían dar la información necesaria para la autonomía de aquellos burros, por lo que toda la información vial era siempre vertical y se mantenía en buenas condiciones para garantizar esa logística de transporte tan peculiar.
Cuando se llegaba a una parada, la plataforma de transporte se detenía en medio de la calzada, giraba las ruedas en ángulo de 90 grados y se acercaba lentamente al apeadero dejando la calzada principal libre para el paso de otros vehículos. Sin embargo, cuando las puertas estaban de nuevo cerradas y empezaba el proceso inverso, se incorporaba a la calzada sin dar prioridad al vehículo que se estuviera acercando, como éste ya se estaba deteniendo debido a que detectaba la presencia de un obstáculo, realizaba la maniobra para retomar la marcha sin ceder el paso. Según Zola, los sensores para detectar un obstáculo y detener el vehículo siempre actuaban en el sentido de la marcha, daba igual en cuál, además lo hacían proporcionalmente a la velocidad a la que circulaban, dando más o menos margen de seguridad para detectar los obstáculos, por lo que los vehículos que circulaban más rápido reaccionaban antes que los que lo hacían más despacio.
Zola me explicó que los retrasos que se producían más a menudo eran debidos a los animales que se quedaban parados en medio de la carretera y que, pese a que los burros estaban programados para detenerse y tocar una bocina al poco rato, en alguna ocasión se había tenido que ir a despejar la carretera expresamente porque ese sistema resultaba insuficiente cuando se trataba de una manada. Me contó que, en una ocasión, a ella le pasó yendo sola al anochecer. Al ver que unas cabras no reaccionaban, se bajó del Bus y empezó a espantarlas dando palmadas y gritos hasta conseguirlo pero, al darse la vuelta para volver, vió como la plataforma había retomado la marcha sin esperarla. Cosas de la tecnología tonta. Lo bueno es que, gracias a ese sistema de seguridad, se podía provocar una parada discrecional y coger el siguiente Bus. Solo se tenía que ser rápido para abrir una puerta si también iba vacío porque, con las puertas abiertas, los burros para pasajeros no se movían.
Debido a este y a otros sucesos parecidos, las puertas ya no se cerraban automáticamente como lo hacían al principio, debían cerrarse apretando el pulsador. Esto, además, supuso un ahorro en los costes de fabricación y mantenimiento, puesto que se suprimieron los sensores destinados a volver a abrir las puertas para el caso de encontrar un obstáculo al cerrarlas. El último usuario que subía o bajaba de la cabina era el responsable de cerrar la puerta y, sorprendentemente, era raro ver que alguien se despistara. Ya desde aquel primer día pude observar que, normalmente, había mucha atención al respeto de las normas, sobre todo de las más básicas para la convivencia y que, si alguien se despistaba, enseguida pedía perdón a los afectados intentando corregir su error o dando las gracias si otros lo subsanaban.
Al bajarnos del Bus observé que en todas las paradas siempre había las mismas instalaciones bajo una gran marquesina de paneles solares: unos asientos para la espera, el aparcamiento para las bicicletas y sus accesorios, unas taquillas y varios contenedores con dispensadores que resultaron ser unos almacenes para proveerse de alimentos y material diverso. Era uno de los centros de aprovisionamiento del poblado donde cada residente, con sus bolsas y envases, se acercaba a discreción para coger lo que necesitara las 24 horas del día.
La distribución de los alimentos estaba organizada al granel y dispensada en raciones de 1 kg cuando se trataba de cereales y leguminosas secas. Trigo, cebada, centeno, avena, sorgo, mijo, maíz y arroz eran los ocho cereales que había en un contenedor y guisante, frijol, alubia, garbanzo, haba, lenteja y soja en otro de leguminosas. Lo curioso es que no se retiraba un contenedor hasta que se hubiera vaciado por completo, lo que significaba que debían consumirlo todo y que no se desperdiciaba nada. Otra curiosidad es que, al lado, había una máquina muy práctica que se usaba para hacer la harina, con un molino eléctrico y varios receptáculos para los distintos cereales y tipos de harina que se podían elaborar.
Eso también favorecía que los residentes fueran probando distintas recetas nutricionales a medida que se agotaban los alimentos que tenían más demanda y, como se registraba públicamente el consumo de cada familia, todos procuraban no abusar de un producto concreto para evitar discusiones. Zola me comentó que, pese a que el sistema funcionaba bastante bien, era habitual ver que algunos residentes se organizaban para intercambiar productos que ya se habían terminado por otros que aún estaban disponibles en otros poblados, pero que no solía haber abusos, puesto que, en muchas ocasiones, se daban sin más para poder celebrar algún evento en el que se tenía que preparar alguna comida concreta.
En otro contenedor se encontraban los depósitos de aceites vegetales de soja y girasol, con un dispensador que servía un litro por servicio. Este contenedor era de 20 pies y se retiraba mediante plataformas más pequeñas. Zola me comentó, que en realidad, eran las mismas plataformas pero ajustadas al largo necesario según el tipo de transporte que se quería realizar. En resumen, toda aquella zona correspondía solo al almacén de productos básicos no perecederos que se consumían durante todo el año y de forma constante por los casi siete mil habitantes que residían allí.
Para otros tipos de alimentos, como verduras, legumbres y frutas frescas, tenían que acudir a otro tipo de instalaciones, también formadas por varios contenedores. En este caso, estaban acondicionados para optimizar el cultivo de productos que requerían un alto grado de control en la gestión del agua. Toda la huerta, por ejemplo, se cultivaba mediante técnicas de cultivo vertical, ya fuera con sistemas de hidroponía, aeroponía o de sustrato, gracias a la inversión realizada para la creación y construcción de este tipo de instalaciones. Esto les permitía reciclar los contenedores industriales y transformarlos en unidades de producción autónomas, fáciles de instalar y mantener, adecuadas para un clima antagónico que dificultaba enormemente la producción de este tipo de cultivos.
Los huevos, los productos lácteos y las carnes de ave, vacuna y ovina se producían en las granjas de los alrededores mediante diversos métodos, algunos de los cuales estaban en proceso de optimización para mejorar la productividad y la calidad de vida de los animales.
Por último, también se elaboraban conservas de carne, preparadas mediante secado o salazón de los excedentes de la producción de las granjas, así como mantequilla y quesos a partir del excedente de leche.
Autor
-¿En cada poblado hay una granja?
Zola
-Normalmente sí, o relativamente cerca, dependiendo de las condiciones del terreno. Son granjas pequeñas que buscan tener una producción sostenida procurando el bienestar animal y vigilando el impacto medioambiental. Aquí no es nada fácil, créeme, hay animales que no soportan bien las altas temperaturas y hay muchas plantas que no soportan la escasez de agua. Por ejemplo, practicamos una ganadería extensiva para mejorar la calidad del suelo y evitar la desertificación porque el suelo regula la hidrología, permite la fotosíntesis y, por tanto, la producción de alimentos. Es decir, sin suelo no hay pastos, y sin pastos no hay suelo. Sin el correcto efecto de las manadas que tenemos solo nos queda el desierto. El problema es hacerlo de forma equilibrada, por eso lo hacemos en pequeñas explotaciones que cubran las necesidades del asentamiento y poco más. De esta manera, vamos ganando terreno poco a poco para favorecer la adaptación del resto de las especies y mejorar los servicios ecosistémicos.
Autor
-Eso suena complicado.
Zola
-Lo es, practicar la ganadería extensiva en una zona en proceso de desertificación presenta muchos desafíos, pero hemos puesto en marcha varias estrategias para mitigar los efectos negativos y promover una ganadería sostenible.
Autor
-¿Y qué técnicas o sistemas estáis aplicando?
Zola
-Primero hay que plantar especies nativas y resistentes a la sequía que puedan proporcionar sombra y forraje para el ganado, además de mejorar la retención de agua en el suelo. Luego, poco a poco, integramos árboles y arbustos en los sistemas de pastoreo para mejorar la biodiversidad. Esta zona de aquí, por ejemplo, es de las primeras en la que se probó esta técnica.
Autor
-Y ha funcionado.
Zola
-Sí, pero implementando sistemas de pastoreo rotacional para evitar el sobrepastoreo y permitir que las áreas se recuperen, además hubo que ajustar el número de animales a la capacidad de carga del terreno para evitar la degradación del suelo. Esto último ya hace un par de años que lo hacemos utilizando tecnologías, como los drones con sensores, para monitorear la salud del suelo y la vegetación.
Por otro lado, también sembramos especies de pastos y leguminosas que sean tolerantes a condiciones áridas y almacenamos forraje en épocas de abundancia para utilizarlo durante las sequías.
En algunas zonas hemos construido terrazas para reducir la erosión del suelo y por todos lados usamos varias técnicas para recolectar y mejorar la infiltración del agua de lluvia.
En fin, todo un reto, pero lo vamos consiguiendo.
Autor
-Pero, ¿tú estás estudiando o ya estás estudiada?
Zola
-Ja, ja, ja, me queda estudio, mucho, en mi campo este lugar es todo un desafío.
Autor
-Ya veo.
Zola
-Lo bueno es que ya hemos publicado varios modelos de gestión para que puedan replicarse y, hace unos meses, recibimos un correo de una ONG que trabaja en Sudáfrica agradeciendo lo bien detallado que estaba y la inestimable ayuda que suponía para su actividad.
Autor
-Eso está muy bien, os felicito. Estaréis contentos.
Zola
-Mucho, la verdad. Todos los que empezamos hace años estamos cada vez más convencidos de que aquí se pueden hacer cosas muy buenas, tanto para la gente que llega como para los que están en la misma situación en otros lugares.
Autor
-¿Y todos los poblados hacen lo mismo?
Zola
-Prácticamente lo mismo, pero intentamos aplicar nuevas técnicas o variantes de las que tenemos en distintos sitios, de esta manera podemos experimentar y adoptar las mejoras en todas las explotaciones si hay algún resultado exitoso y sin arriesgar la producción mínima necesaria para seguir adelante.
Autor
-Pero esto requiere un grado de especialización que no está al alcance de cualquiera ¿no?
Zola
-Sí, pero también hay gente en este lugar que procede de culturas que llevan mucho tiempo lidiando con el desierto y que sabe mucho más que cualquiera con un doctorado. Hay técnicas que son muy antiguas, sobre todo para gestionar el agua sabiamente y no perder el terreno ganado. Siempre hay que hablar las cosas en las reuniones para que todo el mundo pueda colaborar o aportar lo que sabe.
Autor
-¿Cómo organizáis las reuniones para que sean productivas? Porque si en este poblado hay 7000 personas no debe ser nada sencillo.
Zola
-En realidad esto es un asentamiento compuesto por varios poblados, porque, pese a que urbanísticamente no hay una diferenciación, cada poblado está compuesto por unos 200 individuos adultos. Aquí hay 18 poblados.
Autor
-¿Son los grupos que formáis para las reuniones?
Zola
-Es una división administrativa para que las reuniones sean ágiles y productivas, sí. Si hay demasiada gente, no se trabaja bien. Al ser grupos de unos 200 adultos como máximo, se consigue una dinámica de trabajo que involucra más a la gente. Además, para los temas en los que hay que aportar nuevas ideas, formamos grupos aún más reducidos, normalmente organizados por vecindad, y empezamos a decir todo lo que se nos pasa por la cabeza. Es divertido porque la condición fundamental es que nadie te puede censurar. Después, se hace una síntesis de lo más relevante y se debate en asamblea.
Autor
-Ah, ya, como un brainstorming, una lluvia de ideas.
Zola
-Sí, estuvimos mucho tiempo aprendiendo dinámicas de grupo y cómo llevar las reuniones de la comunidad, es muy importante hacerlo bien para que no se pierda la energía de trabajo.
Autor
-¿Y qué tal funciona?
Zola
-Bastante bien, hemos hecho muchas aportaciones y creado normativas de convivencia que están funcionando como se esperaba. Lo curioso es observar la evolución de muchas ideas que ya se han puesto en práctica y que, a medida que se proponen nuevas soluciones para adaptarlas a otros lugares con necesidades distintas, muchas de estas nuevas aportaciones se incorporan a la práctica inicial. Esto nos demuestra que es muy importante documentar todo bien y no duplicar esfuerzos para solucionar los problemas. Si todos hacemos lo mismo, todos salimos ganando.
Autor
-Pero a veces debe de ser pesado estar tratando según qué temas, en mi caso sobre todo cuando los jefes son un peñazo. Yo no he sido propietario en mi vida, pero tengo amigos que sí y odian las reuniones de la comunidad de propietarios.
Zola
-Se procura que haya un buen ambiente porque las reuniones son esenciales para el trabajo que hay que hacer. Todos podemos tener un mal día, pero es fundamental autogestionarse para no perjudicar la dinámica de trabajo. A fin de cuentas, aquí no hay jefes ni suele haber vecinos quisquillosos. Es otro punto de partida creo yo.
Autor
-Sin duda, ya veo que no estáis debatiendo sobre la gotera del 3º A ni el ruido de las fiestas del vecino de abajo, pero habrá temas que encontraréis tediosos.
Zola
-Pues depende, siempre se procura dar espacio para que intervengan los que están más motivados en un tema. Pero eso no quita que puedas intervenir para reclamar más agilidad a los que están al cargo de la reunión, que puede ser cualquiera de nosotros, puesto que el cargo va rotando cada mes, de manera que, cada uno de nosotros, estamos dos meses al frente de la organización de las reuniones.
Autor
-Es decir, uno sale, otro está y otro es el que entra.
Zola
-Exacto, así siempre hay continuidad y se pueden coordinar bien las reuniones que deben celebrar los responsables de cada poblado después de las celebradas en sus respectivos poblados.
Autor
-Mucha reunión ¿no?
Zola
-No, es importante coordinar el trabajo para evitar duplicar esfuerzos y atender todos los problemas. Además, tampoco es tanto tiempo, son reuniones más rápidas e informales que sintetizan lo que ya está descrito en los hilos de trabajo. Se determina lo que es más prioritario y los temas que hay que tratar en las siguientes reuniones. Es como una supervisión del trabajo que se está llevando a cabo en todo el asentamiento para detectar posibles fallos o carencias. Además, después queda otra reunión importante, que es la que se hace con los responsables asignados de cada asentamiento, donde el contenido es el que engloba todo el territorio.
Autor
-Caray, pero ¿cómo tomáis las decisiones? ¿Hacéis votaciones en cada tema?
Zola
-Los problemas se solucionan porque se llega a una conclusión razonada. Si hay detractores que apoyan otra solución, quiere decir que la primera no está bien razonada o que no se dispone del saber necesario para que sea la única. Por lo que se deben adoptar las dos y, si no es posible, primero se adopta la solución que tiene más apoyo y después la que tiene menos. No se debe descartar nada porque siempre se trabaja por el bien común, lo que no significa que se puedan cometer errores, pero de lo que se trata es de reducirlos al mínimo al no descartar nada sin razonarlo antes.
Como aprendimos en el campo de acogida, la verdadera inteligencia de la comunidad consiste en reflexionar de forma plural, teniendo en cuenta varios esquemas de comprensión para llegar a las buenas decisiones colectivas y éstas, a su vez, requieren de dos componentes esenciales: la deliberación y la diversidad de opiniones.
Autor
-O sea, que no se vota, se razona.
Zola
-Eso es. Las votaciones se reservan para temas subjetivos, para opinar sobre algo, normalmente por un trabajo artístico, o estético, o para dar un premio a alguien, pero no para asuntos que deben razonarse.
Autor
-Aha, muy interesante, ¿y puedo asistir a alguna reunión?
Zola
-Sí claro, pero no podrás decir nada. Si tienes alguna aportación o alguna idea, me la tendrás que decir a mí o a cualquiera del grupo de trabajo.
Autor
-No, tranquila, estaré calladito, es por documentar cómo las organizáis, nada más.
Zola
-Sin problema alguno, puedes entrar en cualquier reunión que se esté celebrando ahora mismo. Pero si empiezas a interrumpirla con preguntas ajenas al tema que se esté tratando, te pedirán que te vayas.
Autor
-Y con razón, claro.
Zola
-Si quieres, ahora vamos a ver mi casa y te explico un poco cómo construimos las viviendas. Procuramos que los sitios residenciales sean apacibles y confortables, aprovechando el ciclo del agua para que haya mucha vegetación y acordando normas de convivencia para que el espacio público sea lo más neutro posible.
Autor
-Es decir, nada de celebraciones por las calles o ritos religiosos.
Zola
-Las celebraciones y las fiestas son constantes, pero siempre se procura usar los espacios pensados para este tipo de actividades. Cualquier religión es bien recibida siempre y cuando no se imponga en la dinámica de la vida diaria. De hecho, hay una programación muy detallada para usar los recintos públicos y se procura que todos los ritos estén bien atendidos, pero sin molestar a los demás que no comparten ese credo.
Autor
-Coño, qué civilizado, ¿y funciona?
Zola
-Hasta la fecha muy bien, no ha habido problemas de convivencia, al contrario, la ha fortalecido. La religión es muy importante para muchas personas, como lo es el camino para encontrar la interpretación más armoniosa, sobre todo cuando conviven unas con otras.
Autor
-¿Cuántas religiones se practican por aquí?
Zola
-En cada asentamiento es diferente, pero mayoritariamente el islamismo, seguido por el judaísmo y el cristianismo. Aunque hay un poblado donde además hay una comunidad budista.
Autor
-Anda, ¿y eso?
Zola
-Pues no lo sé, yo no soy practicante, pero lo importante es dar el espacio para que todo el mundo pueda profesar su fe.
Autor
-Totalmente de acuerdo, me parece muy importante, los problemas siempre vienen con la imposición de las creencias. Este acuerdo al que habéis llegado me parece ejemplar.
Zola
-Esta manera de actuar viene heredada de los campos de acogida, allí ya se organiza de tal manera que todo el mundo pueda practicar su religión, sin molestar a los demás y sin que nadie les moleste.
Autor
-Ah, ya, no me fijé en este aspecto. Pero luego está el tema del imaginario religioso o la construcción de templos y monumentos. ¿Cómo lo solucionáis?
Zola
-No hay recursos para hacer templos dedicados a una sola religión, además, debería ser en un sitio apartado, porque el espacio público debe ser neutro. Pero hay mucha gente que se dedica a hacer figuras o pinturas en sus ratos libres, eso sí. Artesanía hay un montón, tanto artística como religiosa. Piensa que en nuestras casas no hay nada decorativo, si quieres decorarla te lo tienes que hacer tú. Es normal regalar cosas de artesanía como muestra de agradecimiento o para celebrar algo. En mi casa tengo una alfombra preciosa que me hizo una señora, ya fallecida, por haberla ayudado a aprender a leer y a escribir cuando estábamos en el campo de acogida.
Autor
-¿Era mayor?
Zola
-Sí, pero también estaba enferma y vivía sola. Era una mujer muy dulce que cuidaba mucho de mis hijos. Se había pasado toda su vida tejiendo y, en cuanto tuvo la oportunidad, se puso a hacerlo de nuevo.
Al entrar al poblado, comprobé asombrado que lo que me había estado explicando Zola era muy cierto. Eran como pequeños oasis en el desierto. La vegetación que había por todas partes permitía reducir la temperatura de las calles y creaban espacios muy agradables para pasear y conversar. Las casas tenían unas paredes con aspecto terroso que se combinaban con madera para hacer las puertas y los marcos de las ventanas. El ambiente era tranquilo y se procuraba no hacer actividades que molestaran a los vecinos. Los niños y los jóvenes tenían espacios para jugar y hacer diferentes actividades en instalaciones más apartadas que eran polivalentes, puesto que podían servir tanto para jugar a varios deportes como para celebrar reuniones y fiestas.
Zola me comentó que las viviendas también estaban estructuradas con contenedores porque permitía construirlas muy rápidamente y hacerlas de buena calidad, aprovechando un producto que, una vez cumplida su función original, se desechaba para su reciclaje, pero que, por sus características, aún permitía un segundo uso sin tener que desarmarlo.
Un contenedor estándar de 40 pies tiene una capacidad en volumen de unos 60 metros cúbicos, que suponen casi 27 metros cuadrados de superficie útil, acepta una carga máxima de unas 29 toneladas y sus medidas exteriores son: 12,19 metros de largo (40 pies), 2,44 metros de ancho (8 pies) y 2,59 metros de alto (8 pies y 6 pulgadas). El estándar de vivienda para una o dos personas era el formado por el espacio que ocupan 2 contenedores (unos 40 metros cuadrados habitables de un total de 54), para una pareja con uno o dos hijos, la vivienda tipo era el espacio de 3 contenedores y para una familia de 5 o 6 miembros era el de 4 contenedores. La altura máxima de un grupo de viviendas era de 4 contenedores apilados horizontalmente, dejando el quinto piso para maquinaria diversa, terrazas o colectores solares.
Los poblados estaban formados por unos 20 o un máximo de 30 grupos de viviendas. Cada grupo de viviendas, a su vez, podía estar formado por tres, cuatro o cinco casas, dependiendo de su tamaño, y disponía de un sistema autónomo para la generación de electricidad que se destinaba a la producción de agua, acondicionar el aire del interior, dar servicio a una lavandería y a una nevera comunitarias y suministrar la energía necesaria para los diferentes electrodomésticos instalados en cada casa que, normalmente, solían estar equipadas con una potabilizadora de agua, un contenedor isotérmico, un triturador de alimentos, una batidora, una cocina con horno, una mini computadora conectada a un monitor LCD, un router wifi y las diferentes luces LED necesarias para iluminar cada estancia de la casa.
Aunque existía una gran variedad de configuraciones, no eran casas muy grandes, estaban pensadas hasta el último detalle, hechas con materiales locales y eran fáciles de reparar, pero no había lujos ni elementos decorativos. Los servicios comunes (lavandería, nevera, producción de energía y agua) eran idénticos en todos los poblados, permitiendo simplificar el mantenimiento y la reparación de la maquinaria. Los residuos orgánicos (materia fecal, orina y restos de comida triturada) se canalizaban hacia los digestores ubicados fuera del área urbana para producir el biogás utilizado en algunas fábricas y el abono que se usaba para fertilizar los cultivos y los campos.
Lo curioso era el sistema autónomo de producción de energía eléctrica. Su cometido principal era el de producir la energía necesaria suficiente durante las 24 horas del día para todas las viviendas del grupo y los servicios que compartían. Para ello, se preparaba un contenedor de 40 pies montado verticalmente y acondicionado para que, la mitad en altura, pudiera ser un depósito de agua estanco con una capacidad de más de 12 000 litros en el que se montaba un mecanismo hidrostático conectado a un generador de 12 kW. Dicho mecanismo estaba compuesto por una cinta bastante ancha hecha con una película de silicona que disponía de varias bolsas donde se almacenaba aire. Al llegar una bolsa a la parte superior de la columna por el empuje hidrostático, el aire de su interior era conducido a una bolsa de la parte inferior mediante unos rodillos asistidos que la aplastaban y hacían circular el aire contenido por un conducto que había en la misma cinta.
La otra mitad del contenedor se utilizaba para colocar el generador eléctrico y las bombas de calor, que captaban la humedad del aire para condensar agua. Además, albergaba un sistema sencillo para almacenar energía mediante la gravedad. Este sistema aprovecha la energía potencial de un objeto cuando se encuentra a cierta altura, ya que al dejarlo caer, esa energía se recupera. La energía potencial depende de la altura y la masa del objeto, por lo que un cuerpo grande o de alta densidad puede almacenar más energía. Aunque no era un gran acumulador, era suficiente para estabilizar la demanda eléctrica de las viviendas, puesto que los pesos eran de hormigón de alta densidad.
Si bien este sistema está basado en principios físicos válidos, su eficiencia y viabilidad práctica quedan reducidas a aplicaciones a pequeña escala. Las pérdidas de energía en el proceso y la capacidad limitada de almacenamiento de energía potencial hacían que esta tecnología no fuera la opción más eficiente o práctica para la generación continua de energía eléctrica en una escala mayor. Sin embargo, tal y como se estaba implementando, tenía aplicaciones en situaciones específicas donde la simplicidad y el bajo costo eran más importantes que la eficiencia máxima, a pesar de requerir regularmente un mantenimiento para asegurar su funcionamiento.
Por último, había canalizaciones para el sistema de ventilación y acondicionamiento del aire del grupo de viviendas. Este sistema usaba técnicas simples y antiguas para mantener una buena climatización de forma pasiva. Es un método ancestral que genera ventilación natural al canalizar aire limpio y expulsar el aire caliente. Su funcionamiento es muy sencillo. La elevación de la torre es esencial no solo para captar aire limpio, sino también para causar el efecto chimenea en el interior de la estructura. Las aberturas en la parte superior del contenedor captan el viento que es conducido hacia el interior de las viviendas. Debido a la flotabilidad térmica (el aire frío pesa más que el caliente), el aire caliente interior se desplaza hacia arriba y, gracias al efecto chimenea, sale por una de las aberturas de salida que no están destinadas a captar el viento.
Zola
-Estas casas están construidas en grupos de tres a cinco viviendas alrededor de un gran depósito de agua que, normalmente, se usa también para adosar las escaleras y el montacargas, pero hay otras configuraciones. Estos depósitos se usan como sistemas autónomos para la producción de la electricidad necesaria para todo el grupo de viviendas adosadas. Como ya te he comentado, cada poblado está formado por unos 20 o 30 grupos de viviendas, dependiendo del número de familias que haya viviendo, pero generalmente no hay diferenciación entre los poblados de un asentamiento.
Lo bueno de este sistema urbanístico es que es modular y autónomo. Si un generador falla y un grupo de viviendas se queda sin energía, los grupos colindantes pueden satisfacer la demanda de electricidad temporalmente hasta que se repara la avería. Sucede lo mismo con el agua o cualquier otro servicio, la gente se ayuda enseguida porque también les puede pasar a ellos.
Autor
-Habéis hecho un sistema resiliente basado en la redundancia. Me gusta, pero me has dicho que estaban hechas con contenedores y esto es adobe ¿no?
Zola
-Sí, pero es que no los puedes ver, todo el exterior de la estructura está rebozado con adobe. Los contenedores se usan para montar todas las viviendas teniendo en cuenta su distribución, pero luego se rebozan todas las paredes exteriores con diferentes sistemas. Si son paredes que separan las viviendas de un mismo grupo, se respetan las planchas de las paredes contiguas de cada contenedor, se hacen unas mini perforaciones en toda su superficie y se rellena dicha separación, que suele ser de unos 20 cm, con una tierra tamizada y compactada. Esto, junto con los tabiques hechos de aglomerados vegetales que se usan para acondicionar el interior, forma el aislamiento necesario para conseguir una buena climatización.
Autor
-Es decir, hay el aglomerado, una pequeña separación o cámara, la plancha del contenedor, la arena compactada, la plancha del otro contenedor, la cámara y el aglomerado de nuevo. ¿Y funciona bien?
Zola
-Muy bien, además es sencillo, económico y duradero. Para las paredes exteriores es diferente, aquí se ha hecho una pared de adobe con un grosor de unos 30 cm pegada a la pared del contenedor y usando el mismo sistema de mini perforaciones en la plancha.
Autor
-¿Esto de las mini perforaciones para qué es?
Zola
-Para facilitar la transpiración y el efecto que tiene una pared de adobe, que es el efecto de refrigeración por evaporación. Luego, entre cada piso se hace lo mismo que entre las paredes de viviendas distintas y, en el techo exterior, lo mismo que en una pared exterior pero con una cámara de aire adicional para la circulación del aire.
Autor
-Todo recubierto por adobe.
Zola
-En este poblado sí, la mayoría de casas se han hecho de esta manera y son muy confortables, además se gasta muy poca energía en acondicionar el aire que circula para la ventilación. Pero las ventanas, pese a ser de doble vidrio, son pequeñas. En otros poblados verás que se han hecho propuestas con ventanas mucho más grandes aunque siempre están de espaldas al sol. Las viviendas son más luminosas pero se gasta más energía en acondicionar el aire.
Autor
-¿Hay mucha diferencia energética?
Zola
-Bastante para nuestros estándares, pero siguen siendo muy confortables. También son poblados en los que se apuesta por poner más vegetación porque se produce más agua, lo que contribuye a poder hacer las calles más anchas.
Autor
-La verdad es que es un sitio muy agradable y se ve muy bien cuidado y limpio.
Zola
-El mantenimiento y la limpieza es constante, lo hacemos entre todos.
Autor
-¿Y todos estos contenedores eran para reciclar?
Zola
-Todos los contenedores que usamos llegan por un tren que pasa cerca del campo de acogida que hay al norte del territorio que, normalmente, se aprovechan para hacer un último servicio antes de acondicionarlos o reformarlos. No usamos contenedores que aún estén en condiciones de transportar mercancías.
Autor
-Pero me he fijado que los que utilizáis como tales, para la logística y demás, son muy nuevos.
Zola
-Los contenedores que están en mejores condiciones los restauramos y les damos una pintura blanca a base de silicona. Cuando un contenedor se retira es porque deja de ser seguro para el transporte de mercancías, sobre todo por mar, pero si lo restauras puede seguir cumpliendo sobradamente su función en la logística que tenemos aquí.
Autor
-¿Y cómo conseguís tanta vegetación?, esto requiere de mucha agua ¿no?
Zola
-Son plantas y árboles que soportan bien este clima aunque están regadas por goteo, que es un sistema que forma parte del ciclo de agua que hemos instalado. Aparte del agua de lluvia, en el que todo el poblado actúa como un gran captador, parte de la energía eléctrica se usa para condensar la humedad que hay en el aire, sobre todo de madrugada, y almacenar el agua resultante en el depósito de cada grupo de viviendas. La refrigeración que hay que hacer para este proceso se aprovecha también para acondicionar el aire de la ventilación de las viviendas.
Esta agua del depósito está limpia pero aún no es potable, es la que usamos para lavar y limpiar y, después, una vez utilizada, pasa a un pequeño depósito destinado al agua necesaria para los sanitarios. El sobrante de todo este ciclo va a un depósito comunitario de aguas grises. Estas aguas grises se filtran y se tratan para reutilizarla como agua de riego y para los cultivos que hay en los alrededores del asentamiento.
Autor
-¿Y el agua potable?
Zola
-Es el agua limpia potabilizada a demanda con las potabilizadoras que hay en cada vivienda. Son máquinas que tienen varios filtros (de osmosis inversa y carbón activo) y un sistema de mineralización. Lo malo es que dependemos de los filtros para potabilizarla, pero si nos quedamos sin suministros podemos hervir el agua que, al ser de origen atmosférico, es muy segura. Es el agua que usamos para beber y cocinar.
Autor
-Y los trituradores son para los restos de comida ¿no?
Zola
-Sí, es como nuestro cubo de basura. Las aguas negras de los sanitarios y los restos de comida son canalizadas hasta llegar a los digestores, que son unos depósitos herméticos (reactores) donde se depositan todos los residuos orgánicos de origen animal o vegetal del asentamiento. En estos depósitos se dan las condiciones adecuadas para que tenga lugar el proceso de digestión anaerobia que generará biogás y los digestatos, es decir, los fertilizantes orgánicos que después usamos para producir los alimentos que cultivamos.
Autor
-Conozco bien el proceso, sí. ¿Pero aquí qué hacéis con el biogás?
Zola
-Varias cosas, es una fuente de energía muy parecida al gas natural, de hecho es prácticamente idéntico porque tiene mucho metano y combustiona muy bien, es la única energía renovable que puede usarse para cualquiera de las grandes aplicaciones energéticas: eléctrica, térmica o como carburante. Aquí, fundamentalmente, lo usamos para estabilizar la temperatura de los hornos solares y para los generadores eléctricos de las fábricas. Ya iremos a ver algunos ejemplos si quieres. Ahora también estamos trabajando en un proyecto para fabricar unas mini turbinas generadoras de energía eléctrica que podemos usar para muchas cosas, sobre todo para tener sistemas auxiliares autónomos y portátiles.
Autor
-Como los generadores portátiles de gasolina.
Zola
-Si, pero son más pequeños y potentes.
Autor
-También he visto que tenéis muchas placas fotovoltaicas.
Zola
-La energía fotovoltaica la usamos básicamente para los sistemas autónomos, como el transporte, o que están aislados en medio del campo. Al contrario de lo que se podría pensar, no es nuestra base de producción de energía eléctrica y, en las edificaciones, se usa como sistema de energía auxiliar complementaria.
Autor
-¿Y eso? Si algo os sobra es la luz solar.
Zola
-Sí, pero las placas no las podemos fabricar aquí y por la noche no hay el Sol. Almacenar la energía eléctrica es un problema que, de momento, no hemos podido solucionar bien. No hemos encontrado un sistema que se adapte a los recursos que tenemos y que funcione a largo plazo. Es lo mismo que nos pasa con los aerogeneradores.
Autor
-Es un problema, sí, pero cada día estoy leyendo nuevos avances en este sentido.
Zola
-Hay muchas iniciativas en marcha y nosotros también estamos trabajando en ello. Sin embargo, lo que está dando mejores resultados es el almacenamiento de calor. Aquí, desde el principio, hemos optado por la energía de empuje hidrostático para garantizar energía eléctrica las 24 horas en todas las casas, junto con un sistema de almacenamiento de energía por gravedad. Si logramos desarrollar una batería tipo redox o similar, económica y sostenible, sería ideal, ya que este sistema permite un crecimiento modular que se adapta bien a nuestros desafíos sin grandes inversiones en infraestructuras.
Autor
-¿Con este sistema también necesitáis acumuladores?
Zola
-Sí, para estabilizar la demanda, pero en comparación con otros acumuladores químicos, estas baterías son fáciles de fabricar, tienen un rendimiento neto superior al 90% y son muy duraderas porque son mecánicas. Es un sistema sencillo y fácil de mantener que, combinado con el biogás, las placas fotovoltaicas y los aerogeneradores, nos permite cubrir nuestras necesidades. El sistema de empuje hidrostático es para la energía de los poblados. El biogás y los hornos solares cubren las fábricas. Y las placas fotovoltaicas y los aerogeneradores proporcionan energía para la agricultura y otros sistemas aislados pero esenciales para el funcionamiento general.
Autor
-Un mix energético en toda regla. ¿Podremos ir a ver uno de esos hornos solares que tenéis?
Zola
-Claro, cuando vayamos a la fábrica de cerámicas te enseño uno.
Autor
-¿Pero cuántas fábricas tenéis?
Zola
-Importantes dos, la de siliconas y la de cerámicas. Luego hay otras más pequeñas para el cemento, los aglomerados, las bicicletas, el tratamiento del biogás, el acondicionamiento de los contenedores... Lo demás ya son talleres y almacenes para hacer la fabricación, el montaje y el mantenimiento de las diferentes máquinas y herramientas que necesitamos.
(--)
Zola
-Esta es la lavandería, que ahora está completamente ocupada. Este contenedor normalmente está al lado del depósito de agua y siempre se configura junto con la nevera comunitaria.
Autor
-Oye, ahora que lo mencionas, no he visto ropa colgada por ningún lado.
Zola
-Es porque no hace falta, mira, esta máquina la fabricamos aquí.
Autor
-Pero, ¿esto es una secadora?
Zola
-Bueno, en realidad es una máquina similar pero mucho más sencilla. Durante unos 15 minutos, hace circular aire precalentado del exterior por dentro y, mientras gira el tambor, el aire se expulsa por otro lado para que las bombas de calor condensen de nuevo parte de la humedad que contiene. No hay más, la ropa se seca bastante bien sin arrugarse. Pero no funciona por la noche.
Autor
-Ja, ja, ja, entiendo, es una secadora de día.
Zola
-Sí, y al mediodía funciona de maravilla, ja, ja, ja. Son soluciones sencillas que nos dan calidad de vida, aunque, de vez en cuando, hay quien tiende la ropa en el terrado porque ha tenido una urgencia o ha perdido el turno en la lavandería. Esto me recuerda que los primeros contenedores preparados para ser lavanderías comunitarias eran noruegos.
Autor
-¿Noruegos? ¿Y eso?
Zola
-Defendían que tenían una muy buena solución para la gestión del agua, que sus máquinas no se estropeaban, que el mantenimiento era mínimo, que hasta un niño podía hacerlo y no sé cuántas cosas más. Total, que se hizo un primer pedido cuando empezábamos a construir precisamente este poblado. Llegaron en el plazo acordado, con su protocolo de montaje y su manual de mantenimiento, todo muy correcto. Los abrimos, empezamos a ensamblarlo todo y vemos que, por cada dos lavadoras, había una secadora.
Autor
-Ja, ja, ja, ¿de verdad?
Zola
-Como lo oyes, nos quedamos de piedra. ¿Para qué narices necesitas una secadora industrial en un clima como este? Se ve que los noruegos lo tenían muy claro.
Autor
-Increíble, ja, ja, ja, ¿y qué hicisteis? Me imagino que os despachasteis a gusto.
Zola
-Pues no sé muy bien cómo se resolvió, pero aquí está claro que no las necesitamos. Se agradece el esfuerzo de los noruegos, pero lo de las secadoras aún se comenta cada vez que hablamos con ellos, porque tienen máquinas muy buenas, eso sí.
En ese momento sonó un tono de aviso y Zola miró la pantalla de su pizarra. Al ver que uno de sus vecinos la estaba llamando, me pidió disculpas y se puso a hablar con él. Lo curioso es que, para hablar, sacó un capuchón de su pulsera, que iba unido a un cable muy fino, y se lo puso en el dedo anular. El capuchón tenía el audífono que le permitía escuchar la conversación, por lo que se lo acercó al oído y empezó a hablar inmediatamente, sin pulsar nada en la pantalla. No seguí escuchando porque es de mala educación, pero me quedé intrigado con aquel dispositivo que no había visto en mi vida y que me pareció muy ingenioso, como de una película de espías.
Las pulseras eran un tipo de muñequeras que se entregaban a todos los que iban al más allá. Sí, ya sé que suena como si fueran a un lugar menos terrenal, pero cada vez estaba más convencido de que me encontraba en otro mundo que no tenía nada que ver con los que llegaban allí, ni con el mío.
Este dispositivo disponía de una pequeña batería que se recargaba mediante un mecanismo de torsión incorporado. Dicho mecanismo era un carrete autorretráctil con un cable de unos 25 cm conectado al audífono situado en la parte inferior de la pulsera. El cable, muy fino y resistente, permitía el funcionamiento del audífono una vez que se había separado del soporte de la muñequera y volvía a enrollarse en el carrete si no se ejercía la debida fuerza de torsión. Zola me comentó que eran como unos teléfonos muy sencillos que les facilitaba mucho el poder comunicarse con comodidad sin estar pendientes de quedarse sin batería, ya que el dispositivo podía ser recargado accionando el mecanismo de torsión, desenrollando y enrollando el cable conectado al audífono tantas veces como fuera necesario, hasta completar la carga de la batería.
Como ya he comentado, el audífono incorporaba un capuchón para encajarlo en el dedo anular, medio o índice de la mano del usuario, lo que permitía ponerlo en contacto con el pabellón auricular del oído externo y mantener la conversación. El micrófono del dispositivo estaba situado en el armazón del carrete de la muñequera y contaba con una electrónica capaz de vincularse automáticamente con la mayoría de computadoras, aunque no pude determinar qué tipo de tecnología inalámbrica era. La parte superior de la muñequera, además, incorporaba una pequeña pantalla de tinta electrónica que mostraba la hora, la fecha, el nivel de carga de la batería y los distintos mensajes de vinculación con el dispositivo anfitrión, que podía ser cualquier ordenador o tableta con una antena compatible.
Aparte de permitir mantener conversaciones, las pulseras estaban provistas de un identificador personal RFID (Identificación por Radio Frecuencia) que había sido configurado en el campo de acogida una vez que los refugiados habían aceptado el contrato y antes de que se mudaran a los asentamientos. Zola me comentó que ese código de identificación les permitía abrir la puerta de su casa, acceder a su cuenta personal desde cualquier ordenador y consultar cualquier dato relevante para diferentes actividades. Si se rompía o la perdías, tenías que ir a cualquier centro de acogida para que te dieran una nueva, pero lo cierto es que se trataba de un dispositivo relativamente poco sofisticado y muy resistente, que rara vez se estropeaba.
Aunque teóricamente era posible, no era un sistema utilizado para la localización permanente de los residentes. Habitualmente, los datos generados por las diferentes actividades registradas con el código de cada pulsera eran registros públicos que detallaban estadísticamente el tipo de actividades según el volumen de usuarios, no a cada usuario individualmente. El sistema permitía acceder a la comida y registrar el consumo de cada vivienda para, posteriormente, optimizar los recursos y facilitar la logística. A pesar de mi insistencia, no encontré ninguna herramienta que permitiera llevar un control de las actividades de cada usuario. A fin de cuentas, si alguien quería perderse, sólo tenía que quitarse la pulsera.
Autor
-¿Y siempre os habláis en esperanto los del poblado?
Zola
-En las reuniones de trabajo siempre, aunque en este poblado hay muchas personas que hablan árabe, pero yo no lo hablo. Yo hablo francés, y mi lengua materna es el yoruba.
Autor
-¿El yoruba? Es una lengua del sur, ¿no?
Zola
-Es oficial en Nigeria, pero yo soy de más al norte, de un poblado que ya no existe. Por aquí no hay ni veinte personas que lo hablen y muchos menos lo saben escribir. Nuestros profesores nos insisten mucho en que lo usemos siempre que podamos, sobre todo en el entorno familiar. En casa solo hablamos yoruba. Además, nos alientan a formar grupos de trabajo para aprender a escribirlo, pero no ha sido fácil coordinarnos para formar esos grupos de estudio y hacer lo mismo que para aprender el esperanto.
Como dice Franchesca (una profesora de lengua), "a escribir se aprende escribiendo". En las clases de lengua, escribimos un texto libre cada semana, según el tema que se nos ocurra, de aproximadamente una página. Le ponemos un título y, cuando está acabado, lo leemos a los miembros del grupo. En cada grupo se elige el que más ha gustado y el autor lo lee a toda la clase. Luego se vota el texto más interesante y el profesor lo copia en la pizarra tal y como está escrito. Cuando detectamos incorrecciones gramaticales, faltas de ortografía o puntuación, levantamos la mano y lo señalamos. Si tienes razón, se corrige el texto en la pizarra hasta que queda correcto.
Finalmente, el autor o la autora del texto lo pasa a limpio y se coloca en un lugar preferente del panel de la clase como el texto de la semana. La técnica admite múltiples variantes, puesto que cada semana se puede proponer un tema sobre el que escribir, se pueden redactar textos y poesías para participar en concursos, colaboraciones con el diario del centro, cartas, felicitaciones, etc.
Al final, todos tenemos algún texto en el tablón, porque se trabajan mucho los valores y la inclusión educativa, de forma que a los que tienen peor escritura se les ayuda para que en alguna ocasión su texto sea el ganador. Lo veo también con mis hijos. Vienen orgullosos a casa para mostrarme el cuaderno que han editado en el aula con los textos de su curso. Hay de todo, desde ocurrencias muy divertidas hasta cartas de amor. Está bien porque nos ayuda a conocernos mejor, no solo a nosotros mismos, sino al resto de la gente del poblado.
Autor
-Vaya, ahora entiendo por qué estas entradas en los hilos de trabajo son tan prácticas.
Zola
-Se vigila mucho que todas las anotaciones de una cadena de trabajo sean precisas y claras. Es una de las funciones del responsable del poblado, quien debe revisar todas las anotaciones. Como a todos nos ha tocado serlo en algún momento, todos somos muy conscientes de que se debe hacer bien. Si no, sería un lío.
Autor
-¿Y sigues con las clases?
Zola
-Claro, según Franchesca, nos queda toda una vida para tener un buen nivel de idiomas.
Autor
-¿Pero cuánto tiempo llevas con las clases?
Zola
-Desde el principio, hace cinco años, pero las clases no se acabarán nunca. Nos lo dejaron muy claro desde el primer día: la formación constante y el aprendizaje continuo son un trabajo obligatorio indispensable para estar aquí. Pero me parece bien porque yo creo que, en general, siempre debemos destinar tiempo para aprender cosas nuevas; te ayuda a pensar mejor.
Autor
-Totalmente de acuerdo, en mi oficio debo estar documentándome constantemente y a veces es tedioso, pero siempre acabas aprendiendo cosas nuevas que te enriquecen tanto en lo personal como en lo profesional. Sin embargo, no acabo de ver que podáis dar clase toda la vida; eso requiere de muchos recursos y personal.
Zola
-Ahora empiezo un ciclo formativo precisamente para esta labor. Parte de nuestros trabajos en la comunidad es la formación de unos a otros, es decir, enseñar al que empieza, como lo hacemos con las tareas de mantenimiento o de construcción.
Autor
-O sea, que algún día tendrás que enseñar el Esperanto.
Zola
-Es posible, si falta personal nos tocará hacerlo a los que tenemos un mayor nivel. Es la base de este sistema, pero también es muy flexible y se puede organizar de muchas maneras. Lo importante es crear una dinámica de formación continua en todo aquello que es necesario para la comunidad. Lo que nadie quiere hacer, lo tenemos que hacer entre todos, no queda otra. Lo mismo ocurre cuando no hay suficientes personas para hacer las cosas; entre todos tenemos que cubrir esa carencia para que los nuevos residentes que llegan tengan las mismas oportunidades que hemos tenido nosotros y, a su vez, que empiecen ellos también a hacer lo mismo más adelante.
Autor
-Pero eso supone que también hay que destinar mucho tiempo para organizarse bien.
Zola
-Claro, y por eso es obligatorio y muy importante reunirse periódicamente para tratar todos estos temas y documentarlo todo. Eso facilita la creación de protocolos, guías y técnicas de formación de todo tipo.
Autor
-Sigo pensando que no se puede hacer de todo y todo el tiempo, es poco eficaz; la especialización y la práctica son muy importantes.
Zola
-Todo el tiempo no, eso sí, pero cualquier persona debidamente formada puede transmitir lo aprendido si se siguen unas pautas concretas. Claro que se puede, de hecho es muy enriquecedor, aunque reconozco que hay muchas cosas que no se me dan bien y, cuando me toca hacerlas, simplemente sigo a rajatabla el protocolo o la guía que se haya confeccionado. Si tengo problemas, pido ayuda, y te aseguro que aquí siempre nos ayudamos unos a otros, constantemente, y creo que es gracias a esta dinámica de funcionamiento. Además, no se trabaja bajo presión, excepto en casos puntuales o en alguna emergencia, siempre se trabaja por objetivos, siendo conscientes de lo que se está llevando a cabo en todo momento. Otra cosa es el oficio o profesión que elijas, que no tiene nada que ver con esto que te digo, porque el día tiene muchas horas. De lo que se trata es de aprovecharlas al máximo, hasta para hacer el gandul. El problema viene cuando no crees en una idea que se ha aprobado y piensas que no va a funcionar.
Autor
-Porque te falta motivación.
Zola
-Sí y no, no es solo motivación; muchas ideas se quedan en el tintero porque no se consiguen argumentar bien. Lo veo en muchas reuniones y, a veces, también me pasa a mí, y eso me enfada, sobre todo conmigo misma, porque me falta capacidad para poder hacer ver las cosas más allá de lo que yo las veo.
Autor
-Uy, a eso dale tiempo, créeme, tarde o temprano, si la idea o el trabajo vale la pena, alguien lo valorará. Lo importante es perseverar y no dejar de trabajar en ello. Si algo no es lo suficientemente bueno, serás tú misma quien lo descarte. Solo el tiempo te lo dirá.
Zola
-Parece que ya has pasado por esto.
Autor
-Varias veces, con artículos me ha pasado un montón, sobre todo cuando quieres darles una orientación que el medio o la empresa no quiere publicar porque considera que está fuera de su línea editorial. Línea editorial... no te puedes imaginar la cantidad de veces que he pensado por dónde se pueden meter su línea editorial.
Zola
-Ja, ja, ja, por dónde creo que sí, me hago una idea.
Después de pasar una velada muy agradable cenando con los dos hijos de Zola, Femi, de 12 años, y Badru, de 10, con los que pasé un buen rato hablando sobre sus proyectos e inquietudes, volví a la habitación que me había proporcionado la organización en el campo de acogida para poner en orden toda la información que había recabado y revisar las grabaciones.
Durante el viaje de regreso, me vino a la cabeza la curva de Kuznets, una hipótesis que defiende que, al principio, todas las comunidades son muy igualitarias porque nadie tiene nada y todo el mundo es igual de pobre. A medida que estas comunidades se van haciendo ricas, empiezan a generarse las desigualdades hasta llegar a un punto en que esa tendencia se invierte, puesto que, cuanto más rica se haga una sociedad, tarde o temprano llegará un momento en que tendrá que volverse más igualitaria por los problemas que provocan dichas desigualdades. Sin embargo, en aquel lugar y debido a ciertos preceptos, ese momento de acumulación de riqueza estaba prohibido porque, precisamente, lo que se quería era impedir las desigualdades que provocan y favorecer la sostenibilidad, tanto de la comunidad como del medio en el que residía.
En términos generales y porcentuales, nunca en toda la historia de la humanidad se ha vivido tanto y tan bien. Es un éxito de nuestra especie, pero a un coste que estamos empezando a ver que es excesivo para seguir sosteniéndolo indefinidamente. Vivir sosteniblemente cuesta, pero más está costando hacerlo de forma insostenible. Cuanto más se ayuden entre sí las distintas ramas del saber a desmontar leyendas y creencias, antes se alcanzarán los objetivos de un desarrollo sostenible. ¿Estaba ante una rama del saber para sentar unas bases que favorecieran alcanzar esos objetivos, o ante una propuesta que buscaba ralentizar la desigualdad cada vez más acusada que provoca esa inestabilidad de nuestro mundo?
Una herramienta omnipresente, que había visto desde el primer día, eran esas tabletas digitales de tinta electrónica. Durante mi cuarentena, malinterpreté su función creyendo que eran básicamente lectores de libros electrónicos con un sistema de anotaciones avanzado. Pero, en realidad, esos portafolios, de un tamaño algo más grande que un DIN-A4 y menos de 1 cm de grosor, eran computadoras con un sistema operativo muy optimizado que permitían afrontar toda clase de trabajos. Mi error fue no prestarle la debida atención al quedarme bastante inmerso en consultar el impresionante fondo documental que tenían disponible y, sinceramente, no pensé que ese dispositivo pudiera ser capaz de hacer las mismas cosas a las que estaba acostumbrado con mi ordenador portátil.
La fabricación de los distintos componentes se realizaba a través de varios proveedores contratados por la corporación, siguiendo especificaciones muy concretas. Por un lado, estaban las pantallas de tinta electrónica, que tenían una tasa de refresco muy parecida a las pantallas LCD y podían usarse para hacer anotaciones a mano mediante un stylus que se recargaba cuando estaba en la funda del portafolios. El stylus disponía de una especie de goma de borrar en la punta trasera y, en combinación con la textura del protector de la pantalla y una respuesta inmediata al escribir o dibujar, permitía transmitir una sensación muy parecida a la de estar usando lápiz y papel. Tanto es así, que en más de una ocasión, me encontré haciendo el típico gesto con el reverso de la mano para apartar las virutas que se generan al usar una goma de borrar… electrónica. Por otro lado, la placa base en SoC (sistema en chip, del inglés "system on a chip", una tecnología de fabricación que integra todos o gran parte de los módulos que componen un computador en un único circuito integrado) era una adaptación personalizada y disponía de componentes habituales en los teléfonos móviles, como un receptor de radio FM, una antena wifi o unos altavoces de bastante buena calidad. Finalmente, las baterías, que en general eran de litio, estaban confeccionadas por varias empresas de origen chino y permitían ofrecer una autonomía de más de una semana haciendo un uso intensivo y diario del aparato.
El ensamblado se hacía en un taller del asentamiento preparado para montar todo el conjunto en un armazón que se insertaba en una carcasa de silicona bastante rígida que se fabricaba allí. Pese a que era un montaje relativamente sencillo, requería de una precisión considerable para no estropear los distintos componentes en el proceso, pero se había optimizado de tal manera que podía realizarse por personal mínimamente instruido. La versión que se entregaba a los niños estaba desprovista del portafolios y las carcasas estaban confeccionadas en distintos colores primarios. Como los stylus necesitaban recargarse para operar con la pantalla, eran los profesores los que se encargaban de administrarlos durante las clases en las que se usaba el dispositivo para escribir o dibujar. Al ser una pantalla monocromática, el material audiovisual normalmente se reproducía en pantallas LCD pero, por lo que pude comprobar, aquellas computadoras eran perfectamente capaces de visualizar y editar cualquier contenido multimedia.
No había más accesorios disponibles, ni teclados ni cargadores; todo se realizaba con el stylus y, si se quería usar como una computadora de sobremesa, había que insertar el dispositivo en la mini computadora disponible en todas las casas, la cual estaba provista de una ranura que hacía de peana y permitía la recarga de las baterías. Era posible conectar otros dispositivos por el único puerto USB que tenía, como una cámara de video o unos audífonos, pero estos accesorios solo estaban disponibles para los residentes de los asentamientos, no para los que estaban en el campo de acogida, quienes debían entregar las tabletas diariamente al finalizar la jornada.
El acceso público a la red de telecomunicaciones era sin ningún tipo de restricción; simplemente se producía cuando el dispositivo detectaba un punto inalámbrico adecuado. Como ya había visto en mi cuarentena, el contenido documental y bibliográfico que se podía encontrar era muy variado y extenso, con herramientas de búsqueda sencillas y muy potentes que evidenciaban una gran preocupación por favorecer recursos de formación y de ocio de todo tipo, desde contenidos personalizados para la educación de personas analfabetas hasta documentación técnica especializada o clásicos de la literatura contemporánea. Normalmente el fondo documental estaba en inglés, pero el sistema operativo disponía de un potente asistente de voz y de traducción automática al esperanto que era capaz de traducir los distintos formatos de texto y subtitular, con asombrosa precisión, locuciones de voz.
La siguiente transcripción corresponde a la mañana posterior a la visita que hice a los poblados. Zola me llevó a una de las montañas del territorio para mostrarme la distribución de varios campos de cultivo de cereales y explicarme parte del proceso de producción de alimentos. Para esta excursión tuvimos que tomar dos buses y recorrer un buen tramo en bicicleta por distintos caminos de tierra.
Autor
-Jo, debe ser porque hace tiempo que no voy en bici, pero esto me está costando un poco.
Zola
-Tienes el sillín un poco bajo, no estiras totalmente la pierna al pedalear. Espera, paremos allí arriba y te lo ajusto.
Autor
-¿No habéis pensado en usar otro tipo de transporte de uso personal? No sé, patinetes eléctricos. No me gustan los patinetes, pero por lo menos no hay que pedalear.
Zola
-Dieta variada y equilibrada y ejercicio físico diario, suave y constante. El secreto para tener una buena salud.
Autor
-Ya, pero yo prefiero algo que me lleve por la vida con menos esfuerzo a cambio de un poco de salud.
Zola
-Ja, ja, ja, estás mal acostumbrado, pero siguiendo esta receta, con el tiempo te sentirás mucho mejor. Además, lo de los patinetes sería peor que un dolor de muelas.
Autor
-¿Por el tema de las baterías?
Zola
-Eso también, el reciclado sería parte del dolor, pero lo más importante es que es un automóvil.
Autor
-No entiendo.
Zola
-Es muy diferente manejar un vehículo que requiere coordinación de todo el cuerpo para ponerse en marcha, como una bicicleta, que uno que solo requiere saber manejar un mecanismo para avanzar, como un patinete eléctrico. En una bicicleta, el impulso para pedalear y mantener el equilibrio involucra una mayor integración física y cognitiva. Tu cerebro trabaja de manera distinta dependiendo del tipo de vehículo. Con una bicicleta, la coordinación motora y el equilibrio son fundamentales, mientras que con un patinete eléctrico, gran parte del esfuerzo físico se reduce a la estabilidad y la dirección.
Autor
-Pero con una bici también puedes hacer las mismas tonterías.
Zola
-Sí, pero la disposición a realizar maniobras arriesgadas no solo depende de la pericia, sino también de la percepción del riesgo y la experiencia acumulada. Con un automóvil, a medida que aumenta tu habilidad para manejarlo, puedes sentirte más confiado para realizar maniobras complejas. Eso no quita que no lo hagas con una bici, pero la naturaleza de las maniobras y los riesgos asociados varía significativamente entre los dos tipos de vehículos. Yo creo que, si te lo puedes permitir, la mejor solución es la bicicleta con pedaleo asistido, tienes lo mejor de los dos mundos en un vehículo de uso personal, aunque haces menos esfuerzo físico y debes reciclar las baterías desgastadas.
Autor
-Ah, pues no lo había pensado. Bueno, he visto algunos ejemplos en ciudades, pero no me había detenido a reflexionar sobre esto.
Zola
-De hecho, estas bicicletas son plegables para que ocupen poco espacio público en los aparcamientos de los poblados, pero también es en previsión de acoplar un sistema para hacerlas de pedaleo asistido.
Autor
-¿Y cuánto vais a tardar?¿Falta mucho?
Zola
-Ja, ja, ja, qué comediante. Otro día te llevo a ver un taller donde están haciendo pruebas con unos supercondensadores hechos aquí, con unos materiales muy comunes (aluminio, carbono, celulosa y un polímero) y que son fáciles de reciclar.
Autor
-¿Supercondensadores? ¿No hay baterías?
Zola
-Los supercondensadores ofrecen la capacidad de almacenar y liberar energía de manera muy rápida. Lo que están ultimando es un sensor de par ubicado en el eje del pedalier. Este sensor recopila información sobre la velocidad de la bicicleta y la potencia de pedaleo, gestionando automáticamente tanto la asistencia al pedaleo como la recarga de los supercondensadores. La energía se suministra para asistir al pedaleo cuando es necesario, ya sea en el arranque, en falsos llanos o en subidas, y se utiliza el motor eléctrico en modo regenerativo para recargar los supercondensadores en terrenos llanos o en descensos. Aunque el balance energético suele ser positivo, en algunas rutas puedes quedarte sin energía en menos de 15 km. Es decir, su autonomía es menor en comparación con las baterías de litio convencionales, ya que los supercondensadores tienen una capacidad limitada para retener energía, descargándose completamente en unos 30 días, pero, cuando las bicicletas están estacionadas, está pensado que se recarguen a través de la energía fotovoltaica.
Autor
-¿Y por qué los queréis usar?
Zola
-Porque duran muchísimo más que una batería y aquí son muy adecuados para adoptarlos a gran escala.
Autor
-Interesante… esto, ¿y por qué la bici está hecha con estas placas?
Zola
-Estas placas son el bastidor y están hechas aquí. Son el resultado de numerosas pruebas con diferentes fibras naturales, tanto tejidas como no tejidas. Para las fibras no tejidas se utilizaron cáñamo y lino compactadas en distintas calidades y para las fibras tejidas, se usó lino. Todas las fibras son provenientes de restos de cosechas que anteriormente se aprovechaban para otros usos. Pero estas fibras naturales ofrecen excelentes propiedades mecánicas con una densidad muy baja (1,3-1,5 g/cm³) en comparación con la fibra de vidrio (2,5 g/cm³) y, para hacer la plancha, se usan unas resinas. Las resinas actúan como aglutinante y adhesivo, manteniendo las fibras unidas y protegiéndolas del ambiente exterior. Para este caso, hemos utilizado fibras no tejidas, una resina epoxi derivada del aceite de lino y un endurecedor que acelera el proceso de curado. El resultado es excelente, estos materiales pueden usarse para una amplia variedad de aplicaciones y son completamente reciclables.
Autor
-Ahora entiendo por qué son tan raras, no me desagradan, pero no esperas que una bici sea así.
Zola
-Mira, puedes ver dónde estamos en este mapa y compararlo (con lo que ves) mientras te ajusto el sillín. Nos encontramos en una región donde, cuando llueve, el agua fluye hacia esa llanura de campos de secano. Es una zona donde hemos usado varias técnicas para recolectar y mejorar la infiltración del agua de lluvia, y retenerla en acuíferos que después se aprovechan para el riego de los campos.
Autor
-¡Mierda!, hostias, me cago en la puta.
Zola
-¿Qué pasa?
Autor
-Joder, no sabes cuánto lo siento, se me ha resbalado tu pizarra, ha rebotado aquí y se ha caído por este barranco.
Zola
-Uy, pues nada, hay que bajar ahí para recuperarla.
Autor
-No fastidies, será broma, ¿no?
Zola
-¿Qué? ¡No, claro que no! Lleva unas pilas cuadradas (de unos 2 cm de lado y unos 3 mm de grosor) que son atómicas, duran más de 100 años sin ningún tipo de mantenimiento.
Autor
-¿Eh? ¿Cómo que las pilas son atómicas? ¿Eso existe o me estás tomando el pelo?
Zola
-Existen, de verdad, entregan 1 vatio de potencia a 3 voltios. El isótopo empleado es níquel-63, que decae en un isótopo estable de cobre y tiene un periodo de semidesintegración de aproximadamente un siglo. Un siglo, estará funcionando durante un siglo.
Autor
-¿Has dicho un siglo, verdad?
Zola
-Funciona junto con un semiconductor de diamante que permite operar de forma estable en un rango de temperaturas que oscila entre -60 y 120 ºC. Su estructura es un sándwich en el que se alternan las capas de níquel-63 y las láminas del material semiconductor, que es el que permite transformar la energía atómica en energía eléctrica. Por eso es tan importante recuperar la pizarra, hay muchos componentes que se pueden aprovechar. ¡Aquí no se tira nada!
Autor
-Bueno, vale, perdona, vaya rollo me has soltado. Pero con esta caída estará destrozada.
Zola
-Da igual, el SoC estará intacto, se podrá montar otra unidad en un periquete. Seguramente solo se tendrá que cambiar la pantalla, que es lo que suele romperse más a menudo.
Autor
-Estoy seguro de que tengo cara de tonto porque, ahora mismo, estoy flipando. ¿Cómo es posible todo esto?
Zola
-Los chinos. Querían hacer una prueba de campo con esta tecnología. Una gente de la organización se enteró, se puso en contacto con la empresa que las fabrica y les propuso hacerla aquí. Como no hay implicaciones comerciales ni posibilidad de replicar su tecnología, enseguida vieron las virtudes de la propuesta. Todos salimos ganando, nosotros tenemos unas pizarras muy útiles a buen precio y ellos tienen su prueba de campo a gran escala.
Autor
-Coño, es que al final esto va a ser de todo menos un puñetero campo de refugiados. ¿No tenéis miedo de que sean atómicas? A mí no me hace mucha gracia, la verdad.
Zola
-Recibimos más radiación ionizante natural ahora mismo, yendo por estos parajes, que tragándome un lote de estas pilas cada día durante toda mi vida. Lo que no me gustaría es estar en la piel de los que las fabrican, eso sí.
Autor
-¿Pero cuántas pilas de estas os han entregado? Deben ser miles.
Zola
-No tantas, solo unos cientos. Ahora todas las pizarras llevan baterías de litio o silicio (electrodo negativo de silicio). Piensa que, hasta la fecha, hay más de medio millón de refugiados, tanto asentados como en proceso de adopción, y todos tienen su pizarra. Estas pilas atómicas creo que son muy caras, pero las de litio son como las de vuestros móviles. Luego, si quieres, puedes acompañarme a ver las instalaciones de ensamblaje.
Autor
-Ah, ¿pero también las montáis aquí?
Zola
-Pues claro, es didáctico, facilita la logística y es más barato para la organización. Todos los que decidimos quedarnos, hemos estado en esas instalaciones ensamblando pizarras antes de recibir la que te puedes llevar a casa. Si la rompes, como ahora, tienes que ir allí para repararla, no hay excusa, porque si no te quedas sin pizarra, y si te quedas sin pizarra se complica bastante que puedas cumplir con todas tus obligaciones, ¿continúo?
Autor
-No, no, ya me lo has dicho antes, es una herramienta fundamental para vuestro día a día.
Zola
-No solo eso, además no puedes contactar con nadie a menos que inicies tu sesión en una computadora o que alguien te deje su pizarra, como cuando pierdes el teléfono móvil.
Autor
-Es peor diría yo, cuando pierdo el móvil nadie puede contactar conmigo, tengo que pedir una copia de la SIM y comprar otro terminal. Tú tienes más opciones, estando cerca de cualquier computadora pueden llamarte.
Zola
-Ya, pobre niño rico. Por cierto, eres muy mal hablado, ¿lo sabías?
Pese a que el tono era más el de una discusión, no dejamos de hacernos bromas y lanzarnos puyas durante todo el descenso por aquella ladera tan escarpada. Supongo que para liberar la mala uva que nos provocaba el tener que ir a buscar, sí o sí, aquella dichosa pizarra con las bicis a cuestas en muchas partes del recorrido. Como era de esperar, al llegar vimos que la pantalla estaba rajada, pero el resto parecía intacto. Zola me miró con cara de enfadada y me dijo “eres un manazas y sí, tenías cara de tonto”. Dicho esto, soltó un “hala, vamos” y continuó como si nada, explicándome lo que haríamos a continuación para llegar a las instalaciones donde se ensamblaban y reparaban las pizarras.
Tal y como me habían comentado los directivos del campo de acogida, eran conscientes de que, en el mejor de los casos, muchas de aquellas tecnologías tardarían años en desarrollarlas por sí mismos, puesto que dependían de procesos industriales muy sofisticados que requerían inversiones e investigaciones de un nivel que parecía inalcanzable. La informática era una de ellas, algo fuera de su alcance a menos que pudieran iniciar nuevas dinámicas que les permitieran sentar las bases industriales necesarias para producir los componentes esenciales, si es que llegaban a hacerlo. No obstante, algún día quizás podrían desarrollar algo lo suficientemente relevante que les facilitara un intercambio comercial o una relación de interdependencia con otras comunidades que sí eran capaces de llevar a cabo esos procesos industriales.
Sin embargo, Zola hizo un comentario sobre esta cuestión que me dejó pensativo. Aunque muchas de esas tecnologías estaban fuera de su alcance, estaban estableciendo las bases de una dinámica bastante sólida para entenderlas y manipularlas a su conveniencia. Quizá, el camino no era tanto desarrollar una nueva industria desde cero, sino transformar y aprovechar los enormes y constantes desechos producidos por el resto del mundo. Convertirse en el basurero tecnológico de la humanidad no parecía una mala estrategia; al contrario, les daba una ventaja esencial: disponer de tecnología avanzada y totalmente gratuita para fabricar todo tipo de máquinas que mejorarían su calidad de vida. Y creo que la clave está en eso, en la calidad de vida y en la percepción de lo que se entiende por calidad de vida. En el mundo desarrollado adoptamos muchos bienes y servicios con la esperanza de tener mayor calidad de vida, pero si reflexionamos más profundamente, veremos que esto no es necesariamente así, puesto que, muchas veces, es simplemente un acto impulsivo de consumo.
El mundo industrializado ha alcanzado niveles de desarrollo muy dispares. Por un lado, se han logrado avances tecnológicos altamente sofisticados que deben ser rentabilizados en un mercado competitivo para asegurar la supervivencia y superar a los rivales. Sin embargo, por otro lado, este mercado cada vez más saturado genera una gran cantidad de residuos tecnológicos para hacer espacio a nuevas y atractivas innovaciones. Desde que comencé en el campo de la informática en los años 90, he visto cómo un editor de texto, que fue una revolución en la ofimática iniciada en la década anterior, hoy sigue siendo un editor de texto. Aunque ahora es más cómodo y funcional, con asistentes ortográficos y gramaticales, sigue siendo una herramienta para editar textos que no requiere mucha potencia de cómputo. Del mismo modo, un teléfono móvil, que revolucionó las telecomunicaciones, sigue siendo un dispositivo para hacer llamadas telefónicas desde cualquier lugar. Sin embargo, ahora incluye tantas funcionalidades añadidas que muchos usuarios no saben ni cómo usarlas o, peor aún, desconocen su existencia. Aunque muchas de estas innovaciones son impresionantes, no necesariamente mejoran nuestra calidad de vida.
Todos los poblados contaban con conexión a una red de telecomunicaciones establecida mediante antenas de radio, que, gracias a una distribución cuidadosamente planificada, proporcionaban interconexión con las redes cableadas instaladas en cada grupo de viviendas. Era una red económica y muy efectiva, con todos los puntos de acceso wifi abiertos, pocas incidencias y buen ancho de banda. Sin embargo, la conexión a otras redes, como Internet, era deficiente y aún no habían podido solucionarlo debido a la falta de una infraestructura adecuada.
La telefonía convencional no existía; todas las comunicaciones por voz se realizaban por esa red de una forma muy parecida a la VoIP (voz sobre IP o voz sobre Protocolo de Internet, una tecnología que permite transmitir voz a través de Internet). Normalmente, eran de buena calidad gracias a que se usaban herramientas de software que aprovechaban esa infraestructura eficazmente. Como todos los residentes tenían una cuenta de usuario, podían comunicarse sabiendo solo el nombre de la cuenta, no hacía falta más y, gracias al sistema de pulseras, estaban permanentemente localizables para los demás si se encontraban cerca de una computadora o una tableta, daba igual; la cuestión era estar cerca de algún aparato conectado a esa red, capaz de detectar el chip de la pulsera y hacer el enlace.
Lo que más me llamó la atención fue la forma en que almacenaban los datos, tanto públicos como privados, sin preocuparse por su integridad. Nadie sentía la necesidad de hacer copias de seguridad personales porque, según Zola, la escalabilidad, disponibilidad y fiabilidad de ese sistema hacían que esta tarea fuera innecesaria para el buen funcionamiento de todo lo relacionado con el trabajo con ordenadores y la organización de los servicios de la comunidad. En otras palabras, aunque era posible, no había necesidad de hacerlo, ya que era más seguro almacenar los datos en los diversos dispositivos que formaban esa red.
Es decir, esa tecnología era una variante de la tecnología blockchain. La tecnología blockchain genera una base de datos compartida, descentralizada y pública, basada en una cadena de bloques que permite rastrear cada transacción realizada. Los usuarios pueden comunicarse y compartir información o datos con la ayuda de un algoritmo de consenso. Además, no existe una autoridad centralizada. Una cadena de bloques es como un libro de contabilidad digital, inmodificable y compartido, que se va escribiendo desde distintos ordenadores de forma simultánea. Por otro lado, como medida de seguridad adicional, también se elaboraba y actualizaba periódicamente un registro impreso en papel de los protocolos, normas y leyes fundamentales. De este modo, en caso de perder la infraestructura de comunicaciones, podrían seguir operando con la documentación esencial.
La siguiente transcripción corresponde a la visita que hicimos al centro de salud del poblado, durante la cual empezamos a hablar de este tema. En el momento de nuestra llegada, no había nadie; estaba todo tranquilo. Únicamente estaban Amari, el médico, y Samuel, un joven de unos 20 años que hacía de aprendiz. Zola me explicó lo importante que era disponer de pequeños hospitales para atender las urgencias y dar la medicación a quienes seguían un tratamiento, porque los hospitales mejor preparados estaban en cada uno de los tres centros de acogida que había en la zona y, para evitar que se congestionaran, esos centros eran fundamentales.
Amari
-Gracias a las pulseras podemos saber al instante todo lo relativo al paciente, su historial médico y todo lo que debemos tener en cuenta.
Autor
-¿No tenéis un registro de los historiales de los pacientes?
Amari
-No almacenamos nada en un sitio concreto, no hay una base de datos centralizada, por lo que no hay ningún dato personal que podamos consultar sin la presencia del paciente. Lo que hacemos es estadística, recopilamos datos para confeccionar estadísticas donde no hay los de identificación personal, son anónimas.
Samuel
-Además, es más práctico así, cuando llega un enfermo o un herido inconsciente, no hace falta buscar nada ni hacer pruebas innecesarias, podemos empezar a tratarlo sin esperas.
Autor
-Entonces, ¿el historial está en la pulsera?
Zola
-No, ahí solo hay un código. En realidad toda la información está en la red que forman nuestras computadoras y pizarras, dispersa en trocitos inconexos que se juntan y cobran sentido cuando alguien necesita trabajar o consultar algo. Mi pizarra almacena trocitos de esa información, que puede ser de cualquiera aunque, seguramente, la mayoría serán míos. Tu pizarra hace lo mismo, tiene segmentos de información relevante para una determinada red de usuarios. Cuando te cambias de red, automáticamente recibes los segmentos que necesitas para operar en ella y, en menor medida, es posible que entregues, sin saberlo, segmentos de información de la red anterior si ambas están conectadas en algún punto. Como aquí todas las redes están conectadas, o lo deberían estar, la información fluye constantemente de un lugar a otro según se requiera. Además, siempre hay varias copias de los segmentos en distintos lugares, no pierdes nunca nada aunque se haya estropeado una computadora o una pizarra. Cuando quieres trabajar en tus cosas personales, por ejemplo, puedes abrir tu sesión con una contraseña adicional en cualquier computadora o pizarra y acceder a tus documentos que, de igual modo, se almacenan como el resto de los datos que consultas con una pulsera, pero codificados a otro nivel.
Amari
-Os dejamos porque viene Gamal con sus hijos.
Zola
-Si, claro, gracias Amari, gracias Samuel, hasta luego.
Autor
-Muchas gracias, adiós. Es decir, la pulsera es como una clave personal pública de identidad que te permite hacer varias cosas, abrir tu casa, ver tu historial médico o educativo, recibir llamadas, ver películas o leer libros, pero es una clave privada la que te permite acceder a tus documentos personales, a toda tu información y a todos tus trabajos siempre que tengas una pulsera.
Zola
-Exacto. Yo puedo abrir la puerta de mi casa con mi pulsera, tú no, tú abrirás la de la tuya, lo mismo ocurre con el historial educativo o el de salud que, aparte de tí, los podrá ver aquél que sea especialista en la medicina o la educación, pero cuando queremos acceder a nuestros documentos para trabajar o publicar algo, tenemos que abrir nuestra sesión protegida con una clave o contraseña adicional. Por otro lado, si tuvieras tu sesión abierta en una computadora, cualquiera, ésta se cerraría de inmediato al abrir tu sesión en otro equipo. Solo puedes trabajar con una sesión abierta, da igual en qué sitio o en qué computadora. Es un sistema unipersonal.
Autor
-Ah, pero he de confesarte que yo he visto tu clave privada, con este sistema puedo acceder igualmente a tu cuenta mientras estés cerca de mí, ¿no?
Zola
-Pruébalo, a ver qué pasa.
Autor
-Vale, como estás aquí el sistema detecta tu pulsera y le doy a abrir la sesión, introduzco tu clave privada y ya está, ¿ves?
Zola
-Vale, ahora yo abro mi sesión en mi pizarra.
Autor
-Ok, sí, es así, la sesión de mi pizarra se cierra, ¿la vuelvo a abrir?
Zola
-Sí claro, ábrela. Bien, mira, la mía se vuelve a cerrar, pero la vuelvo a abrir y ¿qué pasa?
Autor
-Pues, no lo sé, nos podemos pasar así todo el día. A ver, abro de nuevo la sesión y ya. ¡Ah! vale, me pide otra clave privada para verificar qué es lo que está pasando.
Zola
-Sí, y hay hasta tres claves personales más. Dejando al margen que, cuando te pasa esto, debes cambiar esa clave, el día en que te das de alta en el sistema debes introducir un montón de cosas, entre ellas unas claves que sólo puedes saber tú, nadie más. Si alguien intenta acceder a tu cuenta de usuario debe ser en el momento que no la estés usando, porque si no es imposible, el sistema se bloquea.
Autor
-Ya, pero no es muy difícil engañarlo, puedo robarte la pulsera o aprovechar un momento que estés durmiendo, por ejemplo.
Zola
-O que esté inconsciente, o muerta, sí, pero hay algo más. Todos dejamos una huella específica de uso, es decir, en mi cuenta se almacena una manera de trabajar, mi letra, mi forma de escribir o de hablar, unas rutinas, unos vicios y unas manías específicas que no son nada fáciles de imitar. Puedes acceder a mi cuenta durante un rato viendo mis trabajos pero, en un momento dado, el sistema te pedirá una clave privada concreta porque habrá detectado algo raro, si no respondes correctamente la cuenta se bloqueará y, si yo hubiera fallecido, se bloqueará para siempre. Con el tiempo, esos trocitos de información privada se irán borrando automáticamente porque llevan la firma de un usuario que ya no existe. Si quieres, haz la prueba, pero no creo que puedas estar más de cinco minutos en mi sesión.
Autor
-Ah, pues eso está muy bien, parece bastante seguro.
Zola
-Lo privado es muy seguro y solo tú puedes acceder a tu información, pero lo público nunca es anónimo, siempre va asociado a tu identidad.
Autor
-¿No os podéis ocultar tras un seudónimo?
Zola
-En la esfera pública nunca, todo el mundo se hace responsable de sus actos, sin excepción, no vale eso de insultar y esconderse como ratones. Por eso, cuando publicas algo, es importante revisarlo bien, es tu responsabilidad. Si es un trabajo artístico, como una novela o una película, se acepta que puedas usar un seudónimo, aunque, en la práctica no sirve de nada, es pura estética.
Autor
-Ah ya, no es muy divertido, pero lo entiendo.
Zola
-Lo que es divertido para tí, puede ser un tormento para otro. Yo creo que es mejor no entrar en ese juego, se puede hacer mucho daño sin querer.
Autor
-O queriendo, hay mucho amargado en este mundo, créeme, en mi oficio lo veo constantemente, sobre todo en la política actual, hay mucha hipocresía y mucha mentira, ya parece lo normal y a mí, personalmente, cada día me ofende más. Los partidos políticos se están convirtiendo en los dominadores del Estado, conformando una oligarquía seudodemocrática de dudosa legitimidad.
Zola
-Las democracias están en decadencia por la desidia de sus ciudadanos. Lo interesante es estudiar el por qué, pero no es un mal sistema si todo el mundo respeta las reglas.
Autor
-Ahí has dado en el clavo, se nota que has leído sobre el tema. El gran problema es que muchos actores con poder no respetan las normas, hacen y deshacen según su conveniencia y, hasta que todas esas instituciones no obedezcan las normas de participación, no habrá nunca una sociedad democrática real y efectiva. Más bien estamos yendo a lo contrario, vamos hacia un nuevo feudalismo, o tecno feudalismo, porque las tecnologías y los datos que recaban tienen mucho que ver en esta transformación.
Pero lo que habéis montado aquí me está gustando cada vez más, aunque me preocupa que alguien, o algo, pueda acabar con esta forma de organizarse, tomando el control de este sistema de alguna manera.
Zola
-Pues lo tiene difícil, porque lo único centralizado es la versión oficial del sistema operativo, y es de código abierto, cualquiera puede consultarlo. No soy ninguna experta, la verdad, pero se ve que ya ha habido bastantes intentos de hackeo y no han conseguido nada. Incluso unos chicos de aquí lo intentaron.
Autor
-¿De verdad?
Zola
-Sí.
Autor
-¿Por qué?
Zola
-Nada, por diversión, mientras aprendían los entresijos del sistema operativo y las configuraciones de la red, lograron colar un programa en forma de módulo que duró unos 20 minutos y afectó a unos pocos usuarios, pero la mayoría ni se enteró.
Esto se ve que es bastante robusto, porque la versión oficial del sistema está en una serie de pequeños servidores maestros que únicamente ofrecen la versión en curso, no hacen ni pueden hacer otra cosa y, además, no lo hacen todos a la vez, se van alternando, conectándose y desconectándose aleatoriamente, lo que complica bastante intentar colar un programa no oficial. Además, como habrás visto, es un sistema cerrado, de código abierto, pero inmutable. Exceptuando el módulo de emulación, no puedes instalar nada en tu ordenador o pizarra, no hay nada que te permita instalar un programa externo. Si consigues programar algo y hacerlo pasar como un componente más del sistema, la monitorización de control de versiones y componentes lo borrará al instante en el momento que conectes el ordenador a una red que opere con nuestro protocolo de comunicación.
Autor
-Pero habrá agujeros de seguridad, no hay ni un sistema operativo en el mundo que no tenga fallos, eso es muy difícil.
Zola
-Creo que la gracia del asunto está en la monitorización de la versión en curso. Se ve que todos la tenemos instalada y funcionando permanentemente mientras estamos en una red. Da igual que el error esté en un módulo o en el núcleo, en el momento que se verifica un fallo de integridad o de funcionamiento de algún programa, se vuelve a instalar automáticamente la versión oficial del componente afectado desde un ordenador vecino o desde uno de los servidores maestros. A veces notas un parón mientras estás trabajando. Si es más de un par de segundos, te sale una ventana con la información de lo que sucede, pero normalmente es breve y no impide que continues con lo que estabas haciendo. En estos parones es cuando te das cuenta de que constantemente se está trabajando en actualizaciones del sistema, porque notas que ha cambiado una herramienta o que ha mejorado algo que no iba del todo bien.
Autor
-O sea, que se actualiza automáticamente, no puedes controlar el proceso.
Zola
-Sí, aunque he observado que la mayoría de actualizaciones son pequeñas correcciones o modificaciones, pero sí, no puedes impedir que se actualice si estás conectado a una red, es imposible.
Autor
-Bueno, puedes desconectar el equipo, es una animalada pero poder, se puede.
Zola
-Ja, ja, ja, sí, aunque no sé si te has fijado, estas pizarras no se pueden apagar, siempre están activas.
Autor
-Anda, pues es verdad, no hay un botón de apagado, ¿por qué?
Zola
-Porque no vale la pena, gastan tan poca energía en reposo que lo mejor es que siempre estén en condiciones de funcionar, como lo harías con un lápiz y papel.
Autor
-Pero para configurar desde cero un equipo se necesita algún método de interrupción de la energía, ¿no?
Zola
-En una computadora estándar sí, porque tiene microprocesadores pensados para muchos propósitos, pero en las pizarras no, lo esencial para empezar está grabado en un chip de la placa base y, en el momento que se pone una batería, empieza el proceso de configuración desde cero.
Autor
-Y si te quedas sin batería ¿qué pasa?, ¿no pierdes nada?
Zola
-Solo puedes perder un trabajo si estás en un lugar aislado, sin acceso a una red, y se estropea o rompes de alguna manera la máquina mientras lo estabas modificando. Pero si simplemente te has quedado sin batería, no pasa nada; cuando la vuelves a cargar, continúas donde lo dejaste. Me parece que estás confundiendo las cosas. Una cosa es el aparato y sus características para hacerlo funcionar, y otra son los datos y tu cuenta personal, que una vez configurada, siempre está disponible en la red, almacenada en trocitos inconexos, esperando que la actives. Son cosas diferentes.
Autor
-Es que no me han dejado crear una cuenta de usuario, solo puedo consultar lo que publicáis o lo que tenéis como fondo documental.
Zola
-Si no vives aquí, aceptando las condiciones para vivir aquí, no puedes ser de aquí. La cuenta te da voz, una identidad única con el derecho a que te escuchen y con el deber de escuchar. Es más importante de lo que crees, puedes hacer y decir muchas tonterías sin ser consciente del daño que haces.
Autor
-Mujer, tampoco voy a publicar nada que pueda crear una debacle.
Zola
-Pero tienes voz y tenemos que escucharla, eso es muy importante entenderlo bien. Cuando haces una aportación, ya sea para solucionar un problema o para proponer algo, y la publicas en el apartado correspondiente, todos los que están trabajando en ese tema deben leer tu aportación y razonar una respuesta si la hay.
Autor
-¿Y todo eso siempre es público? ¿No es mejor hacer grupos de trabajo individuales?
Zola
-No, porque seguramente se repetirían las cosas constantemente, es mejor crear hilos de trabajo públicos para que todo el mundo tenga acceso a las propuestas que se vayan generando y, si posteriormente otros tienen el mismo problema, puedan aprender o aportar cosas nuevas al hilo del trabajo original.
Los grupos de trabajo los formamos para debatir o proponer ideas, pero el resultado, si lo hay, siempre se hace público.
Autor
-Un trabajo colaborativo a gran escala.
Zola
-Puede ser a gran escala, sí, pero normalmente los problemas se solucionan bastante rápido y ahí queda la solución, para los que vengan después.
Autor
-Vais creando una especie de Wikipedia, entonces.
Zola
-Sí, aquí lo que es público siempre es universal. Todo lo que es público, o has hecho público, puede consultarlo y usarlo cualquiera, sin restricciones. Tú, desde Londres, puedes ver todo lo que publicamos aquí, cualquier trabajo, sin problemas, bueno, si no falla la conexión a la Internet, claro, pero se defiende la idea del procomún para seguir progresando en todos los aspectos.
Autor
-Eso está muy bien y es muy bonito, pero después todo siempre se pervierte con intereses políticos, o de mercado, o para tener el control de una tecnología, o acumular más y más patentes.
Zola
-Bueno, por eso se prohíbe la acumulación y el control de cualquier cosa y, para serte sincera, me consta que estamos usando y modificando tecnologías patentadas sin el consentimiento de nadie. Nos importa poco, o nada, ese aspecto legal de vuestro mundo. ¿Qué van a hacer? ¿Demandarnos? ¿A quién? ¿A cambio de qué? No sacamos un provecho económico o estratégico, solo lo adaptamos a nuestras necesidades.
Autor
-Pero publicáis nuevas propuestas fruto de unas patentes o una propiedad intelectual determinada. Eso puede dañar el beneficio de una empresa que ha gastado mucho dinero en investigación y desarrollo.
Zola
-Cierto, pero no es para lucrarse, aquí eso no existe porque no tiene sentido. Si hemos encontrado otra solución, mejor o peor, da igual, el tiempo lo dirá, tenemos la obligación de hacerlo público para que otros hagan lo mismo. Ese es el espíritu. Si eso colisiona con un sistema que no soporta esta manera de actuar, quiere decir que ese sistema no está bien ¿no?
Autor
-Pero reconocerás que no es justo para el que ha hecho el trabajo y quiere vivir de ello.
Zola
-Es que, por otro lado, quizá no tenga todo el derecho de hacerlo. Mira, este debate es el de siempre, nada nace de la nada. Las ideas son de todos porque nacen de otras ideas, por eso no las podéis proteger, aunque a muchos les gustaría, no se puede hacer porque sería una auténtica locura. Lo que se protege es la realización o plasmación de esas ideas, y es totalmente comprensible que una persona quiera vivir de ese trabajo. Pero esa persona también se ha nutrido de otros trabajos para hacer el suyo, por lo que, por esa regla de tres, también tendría que compensar a los que han nutrido su trabajo ¿no?
Autor
-Si y no, es que esto no es así, hay que invertir recursos, talento, tiempo y dinero para hacer cosas nuevas.
Zola
-Como aquí.
Autor
-Ya, pero la base de nuestro sistema de vida también es lucrarse compitiendo, y esa competición es lo que nos permite inventar cosas nuevas constantemente para mejorar las del competidor. Además, si hay menos empresas compitiendo, hay peores ofertas y más riesgo de abusos.
Zola
-Aquí también inventamos cosas nuevas constantemente y no competimos con nadie. Que la competencia sea importante en cualquier mercado para reducir costes y fomentar la innovación, no deja de ser un argumento bastante infantil. Es un argumento válido por cómo está organizado el mercado, pero no necesario. Aquí competimos por la supervivencia o para mejorar nuestra calidad de vida, lo que nos motiva a seguir mejorando nuestras tecnologías para superar las adversidades del entorno y de la vida diaria. Quizá el resultado no sea espectacular, pero es más eficaz a largo plazo porque los principios éticos son más sólidos.
Además, yo jamás he entendido por qué alguien tiene el derecho de ganar dinero durante décadas sobre algo que, a veces, ha creado o inventado un tercero. E insisto, ¿acaso esa persona no ha usado y nutrido su trabajo con el trabajo de otros? Al final acabas igualmente con un sistema pensado para el más fuerte, todo muy legal, eso sí, pero el pequeño o el débil, que ha trabajado tanto o más que el poderoso, se tiene que conformar con las normas que establecen los más fuertes y ricos. El sistema de patentes es una consecuencia de esta manera de pensar.
Autor
-Bueno, son unas reglas de juego. Sin esas reglas el mercado sería una jungla, todo el mundo se copiaría e intentaría enriquecerse con el trabajo de otros.
Zola
-Todo el mundo con recursos, y no me digas que eso no sucede igualmente.
Autor
-Claro, pero se puede castigar y perseguir. No es justo que alguien se haga rico con el trabajo de otro.
Zola
-¿Tú te estás escuchando, verdad?
Autor
-Pero entiéndeme, no digo que no tengas razón, pero el mundo no funciona así, es bastante más complicado.
Zola
-Pues eso, aquí funcionamos así, simplificando e impidiendo los elitismos. Como no tenemos nada y aquí no hay nada que quieran en tu mundo, seguimos otras reglas que, sinceramente, creo que son más justas para todos, no solo para los humanos, si no para todos los que pueblan estas tierras.
Autor
-Esa perspectiva es la que más me gusta. El hombre siempre ha creído que las cosas de la Tierra son suyas por derecho de ocupación o explotación. Pero con el tiempo, se está dando cuenta de que está destruyendo su propia casa por pura avaricia. Nunca, en toda la historia de la humanidad, ha habido una conciencia medioambiental tan fuerte como ahora. El problema es la inercia, llevamos una inercia autodestructiva que va a costar mucho parar.
Zola
-Yo creo más en la palabra transformar. Transformar en vez de parar, poco a poco y con propuestas que puedan acoplarse a los diferentes sistemas de vida. El gran problema siempre es la desigualdad. El capitalismo funciona muy bien porque está basado en la desigualdad, siempre habrá personas que estarán dispuestas a trabajar en determinadas condiciones porque no tienen nada y querrán tener lo que tienen otras a cambio. Si a esto añades la complejidad del sistema financiero, que sofistica mucho las dinámicas del comercio y la política para reducir el control de la economía a unos pocos actores que, además, especulan con todo, tienes una maraña de tejidos que acabarán anudados sin remedio.
Autor
-Ya existen esos nudos y no son nada fáciles de desenmarañar. La deuda por ejemplo, ese gran invento del sistema financiero para obtener dinero de la nada, ahora ya es un gran nudo, creado para continuar girando una rueda que, en realidad, es más una ilusión que otra cosa, no mueve lo que dicen que mueve y que, además, cada vez es más grande y pesada para la economía de cualquier país. Hace poco leí un artículo que explicaba el gran problema al que nos enfrentamos como civilización, porque el mundo, en general, se debe a sí mismo más de tres veces y media, es decir, el mundo ha hipotecado tres veces y media su capacidad productiva, y eso no puede terminar bien.
Zola
-Eso ya no lo entiendo, a veces hablas raro.
Zola sí que me entendía, a estas alturas ya me había dado cuenta de que era una persona muy capaz, más que yo, sin duda, pero cuando no tenía ganas de seguir con una conversación, me soltaba una frase demoledora para cambiar de tercio, aunque supusiera quedar como una tonta. Pero, como se puede ver, sabía muy bien de lo que hablaba. Si lee esto me dirá que no, pero entiendo que, por aquél entonces, empezar debates que no solucionan nada le hacían perder el tiempo y supongo que ya tenía bastante con hacerme de guía.
Ahora que repaso estas grabaciones me doy cuenta de que fui un poco pesado y algo obtuso, pero también hay que entender que todo aquello me sobrepasaba, para bien, la verdad.
Esa tecnología informática descentralizada que estaban usando, donde los datos no están en un lugar concreto, sino que pululan por toda la red, no era propia. El concepto y el diseño de la interfaz del sistema operativo eran de un barcelonés, la programación inicial de varios componentes esenciales eran de un parisino y un moscovita y el desarrollo posterior había sido promovido por los responsables de la iniciativa, que habían contratado a varias empresas de programación para poner una primera versión en funcionamiento. Pero ahora, eran los mismos residentes los que estaban puliendo cada día el código, con aportaciones de muchos lugares del mundo, mejorando y perfeccionando un sistema que era un pilar básico para organizarse. Algo que demuestra que, con las herramientas adecuadas y un entorno que favorezca y respete la colaboración, se puede conseguir cualquier cosa.
La participación es comunión, es la búsqueda de lo común y es algo muy importante. Porque sin lo común no hay demos. Y sin demos no hay democracia. Pero es que, además, aquí no hay una democracia como la que entendemos en el resto del mundo. El sufragio universal que yo practico para elegir a un líder de un partido político no existe, aquí están prohibidos los líderes, aquí lo usan para opinar sobre los premios o méritos que hay que dar a alguien o algo, pero no para gobernar. El demos es el original (en griego: δῆμος / dêmos, "pueblo"), el cuerpo gobernante de ciudadanos libres en la Antigua Atenas y otras ciudades estado, raíz de la palabra democracia, es el cuerpo gobernante formado por todos, no algunos, todos los ciudadanos. Y me parece extraordinario que, gracias a una serie de tecnologías y un sistema organizativo muy riguroso, se pueda llevar a cabo impidiendo la concentración, y consiguiente corrupción, de cualquier forma de poder.
Para intentar resolver un problema en cualquier área, lo primero que tenemos que hacer es conocer y entender bien los conceptos de ese ámbito, luego observar los hechos con la menor distorsión subjetiva posible y, con ese conjunto de datos, realizar un análisis en profundidad para identificar la causa, entenderla y buscar soluciones. Estas soluciones no siempre serán alcanzables, pero al menos permitirán actuar con conocimiento y honestidad para no agravar el problema. El trabajo de análisis grupal permite una búsqueda más profunda que el mismo ejercicio realizado individualmente, por lo que las reuniones eran fundamentales para la eficacia del gobierno y la organización de la comunidad.
Como me había dicho Zola varias veces, aquellas reuniones periódicas demostraban la importancia de la inteligencia colectiva comunitaria, llevada a cabo de forma rutinaria y metódica, donde cada uno, independientemente de su capacidad, formaba parte de un todo en beneficio de todos. No importaba si había personas más o menos capacitadas en un tema concreto; lo importante era trabajar de forma coordinada, aportando toda clase de ideas para afrontar los distintos problemas.
Sin embargo, pese a mi preparación académica y ser plenamente consciente de la importancia del debate y la reflexión en estos temas, la reunión a la que asistí aquella tarde evidenciaba mi falta de preparación para poder seguir el ritmo de los temas que iban tratando siguiendo el orden del día, porque aquello más bien parecía una lonja de transacciones de propuestas. Pese a que no tenía problemas con el uso de la pizarra ni de la interfaz de los hilos de trabajo, parecía un niño tonto buscando un lápiz que tenía en la mano, incapaz de entender ni una sola vez qué se había decidido o propuesto hasta al cabo de un rato, cuando encontraba lo que estaba publicado en el apartado correspondiente.
Autor
-¡Joder Zola, no me he enterado de nada, no pensaba que esto fuera tan rápido!
Zola
-Ja, ja, ja, es que esta reunión no ha sido un buen ejemplo de cómo se trabaja, prácticamente todo lo que había en el orden del día ya estaba resuelto con las cosas que se habían propuesto. Como no ha habido intervenciones en ningún otro tema, se ha acabado en menos de media hora. Es lo que sucede más a menudo; cuando celebramos la reunión, las propuestas de trabajo ya están hechas y razonadas en el hilo correspondiente.
Autor
-Porras, pero es que esto es un no parar, requiere que cada día dediquéis un buen rato a atender todos estos asuntos, ¿no?
Zola
-Sí, es una rutina diaria de una hora más o menos, pero si hubiera nuevos residentes se haría todo más despacio para que pudieran intervenir y adaptarse poco a poco a la dinámica de trabajo. Los que residimos en este poblado llevamos muchos años aquí, por lo que vamos muy ágiles en la mayoría de temas que hoy, básicamente, eran administrativos.
Autor
-No, ya veo, pero es que nadie ha preguntado nada ni se ha debatido nada.
Zola
-Ha sido una reunión rutinaria porque hay pocos problemas que resolver, pero eso es un buen síntoma; quiere decir que las decisiones que se tomaron en su día están funcionando bien.
Autor
-¿Pero no hay nada que al final no tengáis que resolverlo por votación?
Zola
-No, sería muy raro, como ya te he comentado, los problemas se resuelven llegando a una conclusión razonada, no por sufragio (universal), y no se debe descartar ninguna posibilidad sin un análisis previo, ya que siempre se trabaja por el bien común.
Autor
-Cuando tuve la entrevista con los directivos del campo, me comentaron que ellos no se entrometían nunca en vuestros asuntos, que solo ponían a vuestra disposición una serie de recursos y vosotros los administráis a vuestra conveniencia. ¿Esto siempre es así?
Zola
-Totalmente. La libertad que tenemos para tomar cualquier decisión es directamente proporcional a la responsabilidad. Cuanta más libertad tenemos para gestionar todos los asuntos que afectan a la comunidad, más responsabilidad debemos asumir para que sigan funcionando correctamente. Es así de simple, pero nada fácil. Algunas veces ha pasado que nos hemos quedado atascados para encontrar una solución en un conflicto y, pese a pedir algún tipo de consejo o ayuda, nunca han intervenido, excepto cuando ha estallado algún tipo de violencia. Entonces sí, nos han ayudado a aislar el problema y a continuar con el desarrollo de nuestras actividades.
Autor
-¿Y qué conflictos habéis tenido en este sentido?
Zola
-El más grave sucedió hace unos cuatro años, cuando un asentamiento de casi mil personas acabó totalmente aislado del resto porque no hubo manera de que respetaran los derechos del niño.
Autor
-¿Y eso?
Zola
-Querían volver a practicar la ablación y, pese a que se les avisó una y otra vez, varias niñas fueron mutiladas.
Autor
-Uh, espinoso tema. Algunas sociedades la ven como un rito iniciático; otras la utilizan para reprimir la sexualidad de las niñas o salvaguardar su castidad, pero siempre hay un componente religioso, ¿no?
Zola
-Se practica en comunidades musulmanas, cristianas coptas y judías falasha; es decir, el error no fue por la concentración de una religión concreta, sino por la procedencia de una serie de comunidades del Chad que la practican. Allí es vista como parte del rito de iniciación que marca la transición de niña a mujer y como una parte intrínseca de la herencia cultural de la comunidad.
Autor
-¿Y cómo se resolvió?
Zola
-La mayoría acabó por ceder y marcharse al ver que se quedaban sin recursos para subsistir; pese a que intentaron mantener todos los servicios del asentamiento en marcha, empezaron a tener diversos problemas con la gestión de los residuos y el mantenimiento de las máquinas para obtener agua. Fue como un asedio que duró unos seis meses. Algunos volvieron a los campos de acogida, pero me parece que acabaron también por marcharse.
Autor
-Sería bastante desagradable, no es fácil vivir enemistado.
Zola
-Se hizo todo lo posible para hacerles entender que habían aceptado unas normas muy claras que debían respetar por el bien de todos, pero había una serie de líderes tribales que se hicieron muy fuertes y arrastraron a casi todos los demás. Es un caso que se analiza muy a menudo cuando se aprende a llevar las dinámicas de grupo y cómo hacer las reuniones de la comunidad.
Autor
-Enseñar a pensar y a tener un espíritu crítico es un problema universal. No es nada fácil cambiar las creencias y poner en duda según qué ritos ancestrales. A mí me gusta mucho una cita de Bacon (Francis Bacon, 1561-1626) porque quizás es una de las más simples y precisas: “El pensamiento crítico es tener el deseo de buscar, la paciencia para dudar, la afición de meditar, la lentitud para afirmar, la disposición para considerar, el cuidado para poner en orden y el odio por todo tipo de impostura”.
Zola
-Me gusta, porque en nuestro día a día todo se reduce a tres cosas: observar, definir y actuar. Yo creo que lo mejor siempre está por venir si cada día hacemos los deberes. Si nos fijamos y detallamos bien todos los problemas que surgen a diario, podremos encontrar las soluciones mediante el diálogo y la aportación de ideas. Para ello, hay que empezar por uno mismo, cuidándose para también poder cuidar de los demás, tanto congéneres como no congéneres, y, finalmente, extrapolarlo a toda nuestra forma de vida.
Autor
-Eso es sabio.
Pero algo no me encajaba. No es tan sencillo aislar un conflicto de manera que se pueda continuar con el día a día como si nada. Mi olfato periodístico me alertaba de algo que no había visto, pero que era lo suficientemente relevante como para mantener un orden en la convivencia a pesar de un evidente desencuentro. Zola me comentó que, para saber más sobre qué estrategias se usaban en estos casos, lo mejor era que consultara la documentación que se había generado y que, después, si quería, lo debatiéramos punto por punto, como se hacía normalmente para la formación en este sentido.
Una mañana, Zola vino a buscarme para acompañarme en lo que resultaría ser otro día memorable. Durante el camino, me comentó que tampoco sabía muy bien de qué se trataba, pero que en el lugar al que íbamos podría hablar con otros ingenieros que la organización había contratado para dar soporte y solucionar varios problemas relacionados con las telecomunicaciones y la monitorización para la recolección de datos.
Al llegar a las instalaciones vimos un globo bastante grande y un poco raro. Cuando nos acercamos, Zola reconoció a varios jóvenes que estaban por allí, en especial a uno que se llamaba Sifo, y entonces me dijo que ahora ya sabía de qué se trataba. Sifo, que estaba estudiando ingeniería; Essam, una programadora; Arno, que también estaba estudiando ingeniería; y Teboho, a quien le gustaba mucho la química, habían formado un grupo que, en sus ratos libres, se dedicaba a fabricar cohetes y hacerlos volar, algunas veces por los aires, claro está.
Después de saludarnos todos, Hans, que también había venido, se quedó a mi lado para interesarse e intercambiar opiniones sobre la visita que estaba realizando con Zola. Él, a diferencia de mí, no había podido ver muchas cosas porque no disponía de mucho tiempo para terminar su trabajo y regresar a Alemania. Sin embargo, Zola enseguida se ofreció a explicarle las dudas y preguntas que le iban surgiendo y que yo aún no era capaz de responder.
Zola
-Yo conocí a Sifo en las instalaciones de acogida, en uno de los cursos de formación que se impartían para tener hábitos saludables. En aquel entonces, Sifo era un chaval de unos 12 años, muy inquieto, y lo recuerdo porque un día dejó de revolotear al descubrir una serie de láminas sobre cohetes y satélites artificiales. A partir de ese día, quedó como abducido y se pasaba horas mirando, leyendo y viendo documentales sobre cohetes, sondas espaciales y los entresijos de la carrera espacial de la segunda mitad del siglo XX. No recuerdo mucho más porque prácticamente no hablamos de nada, solo nos conocemos de vista, pero me quedó claro que de aquel curso no se enteró de nada.
Autor
-Pues sigue siendo muy inquieto, no ha parado ni un momento desde que hemos llegado. ¿Qué es este lugar?
Zola
-Llevamos un par de años intentando dar con una solución más práctica para monitorizar el ganado, los campos de cultivo y las instalaciones remotas. Hasta la fecha se han usado unos drones chinos, pero resultan ser demasiado costosos para la función que se busca. Además, se averían con facilidad porque no soportan muy bien las inclemencias de este lugar. Ante la necesidad de crear un sistema más adecuado, se empezó un programa para la construcción de drones más económicos y fáciles de mantener, pero sin demasiado éxito. A todas las soluciones les fallaba la autonomía y se basaban en una electrónica muy sofisticada que, además, dependía de los sistemas de geolocalización por satélite que aquí, hasta la fecha, no se han usado para nada. Por lo que he podido ver en la pizarra, hace unos meses estos chicos se propusieron desarrollar una idea sin tener muy claro si iba a funcionar, pero que quizá podría ser una buena solución para abrir un nuevo camino de investigación.
Hans
-Creo que por eso nos han pedido a todos que vengamos, para que veamos lo que han hecho. Estos pequeños dirigibles tienen buena pinta, pero, por lo que comentan James y Claudio (los otros ingenieros que estaban convocados), creo que el problema seguirá siendo la electrónica.
Autor
-Oye, por cierto, ¿cómo va lo de la conexión a Internet?
Hans
-Regular, la conexión principal se hace por satélite y hasta que no lleguen las nuevas antenas no se puede hacer mucho más. Mañana creo que llega un avión con diverso material, a ver si están ahí.
Autor
-¿Cómo que por avión? ¿Aquí hay una pista de aterrizaje?
Hans
-Sí, hace años.
Autor
-Joder, entonces, ¿por qué coño nos tragamos todo ese viaje?
Hans
-Hombre, no es barato fletar un avión. Y tú estás aquí porque te contrató la ONU, y ese transporte fue pagado por la ONU. Yo, en cambio, sí que fui contratado por esta gente y tuve que tragarme toda esa ruta.
Autor
-Pues también es verdad, ¿y por qué no estás enfadado? ¿Quieres que te preste mi enfado?
Hans
-Aunque no lo creas, me parece bien ver las cosas que hay detrás del telón. No siempre es agradable, pero te hace valorar más la suerte que tenemos por el mero hecho de haber nacido en otro lugar.
Autor
-Eso también es verdad. Demasiada razón estás teniendo ya, creo que, por hoy, ya no te la voy a dar más.
(--)
Arno
-Os lo voy explicando mientras van acabando. Partiendo de una idea de Sifo, la autonomía es tener sustentación sin coste energético, el posicionamiento es tener empuje vertical y horizontal remoto y la información es tener un sistema para recabar los datos que use un hardware asequible, aunque sea obsoleto o anticuado, pero que pueda ser óptimo para este propósito.
Essam
-Como veis, hemos fabricado un globo con la lámina de una película de silicona muy fina que se usa para los invernaderos o los palets. Es la misma película que tenemos en casa, en hojas de varios tamaños, para proteger los alimentos o tapar recipientes con comida.
Al ser unos rollos con un ancho de 3 metros, hemos desenrollado 6 metros de largo, hemos marcado el centro del largo y doblado la hoja. Después hemos marcado el centro de una de las dobleces, un cuadrado de 3 x 3 m, y hemos montado una válvula de entrada de gases. En la otra mitad hemos hecho lo mismo pero montando un pequeño tapón estanco para la salida de gases.
Arno
-Luego, mediante un rodillo impregnado con cola, hemos sellado las dos mitades aplicando tres tiras de unos 2 cm de ancho en los bordes. Como este sistema no es totalmente estanco, hemos tenido que hacer tres dobleces colocando una cinta impregnada de cola en los 4 lados del globo, dos de ellas, en lados opuestos, tienen una terminación en lazo por ambos extremos. Por último hemos sellado todas las dobleces con cinta de caucho vulcanizado muy fina.
Essam
-Después, hemos cogido unos tubos de silicona bastante rígidos, los hemos hecho pasar por los cuatro lazos y, mediante estos cuatro ventiladores alimentados por unas pequeñas baterías con placas solares, los hemos unido formando una estructura circular que hace de bastidor.
Arno
-Esta estructura, además, hace de antena porque hemos enrollado cables de cobre por el tubo.
Teboho
-Por último, hemos llenado el globo de gas hidrógeno hasta que todo el aparato se sostiene en el aire, sin que suba o baje de altura. Este modelo lo hemos llenado con unos 2 900 litros de hidrógeno porque todo el conjunto pesa casi 3 kg.
Autor
-Perdona, pero el hidrógeno es muy peligroso, ¿no es mejor usar helio?
Teboho
-Sí, pero no tenemos, si guardamos unas normas estrictas y usamos unos protocolos concretos podemos minimizar mucho su peligrosidad.
Sifo
-Vale, bueno, os cuento a ver qué os parece. Todos estos smartphones que hemos seleccionado tienen un chip de radio FM. Si adaptamos la señal de nuestras antenas emisoras, podemos controlar su altura y posición con bastante precisión y, gracias a esta solución, podemos tener muchos drones que, debidamente configurados, permanecerán en las áreas de interés con muy poco esfuerzo y durante largos periodos de tiempo, pero que podremos ir desplazando de un lugar a otro sin demasiados problemas.
Posteriormente, para recabar los datos que se vayan obteniendo, un dron más moderno debe acercarse y establecer una comunicación por wifi que permita hacer la transferencia de la información almacenada. Creo que el fallo que se estaba cometiendo hasta ahora era de concepto. No necesitamos datos en tiempo real porque, en realidad, necesitamos recabar los datos para hacer estadísticas semanales, mensuales y anuales que permitan optimizar los recursos a largo plazo, no al instante, tenerlos en tiempo real es un lujo innecesario que encarece mucho el sistema.
Todo el mundo se quedó callado. En cuestión de unas dos horas, ese club de chicos apasionados de la aeronáutica habían montado un globo dirigible de hidrógeno perfectamente funcional con una película y un tubo de silicona, cuatro ventiladores, unas placas solares para recargar las baterías y un par de smartphones modificados. El resto era una ingeniosa programación que permitía el control de su ubicación y el traspaso de los datos grabados a un dron auxiliar.
Hans, que tenía un carácter más bien impulsivo, se sobresaltó al ver aquello y, visiblemente entusiasmado, se sentó en una computadora y se puso a ver el código de Essam, que también se acercó y se quedó a su lado observando todas las modificaciones que iba introduciendo en la programación. Al cabo de un rato, mientras íbamos comentando la propuesta, soltó un -¡Lo tenemos, lo tenemos! -mientras seguía tecleando. -Dadme un par de horas para afinar este código y tendremos un buen sistema de monitorización. ¡Estos chicos son geniales!
Aquello me dejó algo desorientado, ingenieros y programadores de un mundo altamente tecnológico superados por una panda de jóvenes entusiastas llenos de ideas sencillas pero eficaces. Era una bofetada que a todos los que estábamos allí nos encantó recibir, porque enseguida se empezó a proponer nuevas soluciones y a organizar un organigrama de trabajo para llevar a cabo la idea a gran escala. A día de hoy, el sistema ya está en marcha y funciona muy bien. Poco a poco se ha ido refinando la electrónica y parece ser que, por lo que me ha comentado últimamente Hans, ya están desarrollando otras propuestas que les permitirá hacer una red interconectada con esos drones dirigibles para simplificar la gestión de los datos y sin usar muchos recursos.
Más tarde, después de pasar un buen rato viendo las primeras pruebas de vuelo, Zola me llevó a otro taller cercano donde se estaba desarrollando un vehículo biplaza eléctrico. Era un poco raro, como todo lo que iba viendo que se hacía allí, pero ya empezaba a estar inmunizado ante cosas que no estaban en mi imaginario. Se trataba de un vehículo polivalente que se estaba desarrollando para cubrir diversas necesidades que hasta ahora se cubrían con pickups de motor de combustión.
El concepto era sencillo y, si lograban finalizarlo, iba a resolver una de las carencias más básicas para operar cómodamente, cubriendo necesidades como acudir a urgencias médicas, o cualquier otro tipo de emergencia, y como sistema de transporte de material y herramientas para reparaciones diversas. Por un lado, había una serie de remolques preparados para distintos tipos de servicios y, por el otro, el automóvil en sí, compuesto por un bastidor triangular donde se montaban las dos ruedas delanteras, provistas de un sistema de suspensión independiente, y una rueda esférica de 20 pulgadas de diámetro en la parte posterior que, debido a su diseño, permitía el acoplamiento de los distintos remolques de manera rápida y sencilla. Las ruedas delanteras estaban equipadas con frenos de disco y dos motores eléctricos, uno en cada rueda, alimentados por supercondensadores conectados a un generador eléctrico que funcionaba con una mini turbina accionada por biogás.
La particularidad del vehículo era su sistema de control computerizado, sin volante ni pedales. La conducción se realizaba con dos palancas, izquierda y derecha, que permitían mover el vehículo en diferentes direcciones a partir de un punto neutro central. Para avanzar, ambas palancas se empujaban hacia adelante, aumentando la velocidad cuanto más adelante se movían. Para frenar, las palancas se tiraban hacia atrás, superando el punto central para un frenado intenso. De manera inversa, las palancas hacia atrás permitían retroceder, y tirarlas hacia adelante desde la marcha atrás frenaba el vehículo. Los giros se realizaban moviendo las palancas en sentidos opuestos, con una maniobrabilidad suave pero con la resistencia suficiente para evitar movimientos accidentales.
En resumen, era un vehículo que se caracterizaba por ser ligero, resistente, económico y muy maniobrable, maximizando la funcionalidad y la ergonomía en consonancia con una alta seguridad, puesto que los asientos disponían de un arnés de seguridad que impedía ponerlo en marcha si no estaban debidamente ajustados y tenía un arco estructural antivuelco que soportaba la cúpula que hacía de parabrisas. Además, estaba desarrollado bajo parámetros de sostenibilidad y respeto medioambiental, ya que todos los materiales eran reutilizables y se usaba un combustible producido con sus desechos orgánicos.
Otro proyecto muy importante era el que se estaba realizando en un taller diferente. Estaban experimentando con un hidrogel de aspecto gomoso y transparente, saturado con sales de cloruro de litio, capaz de absorber más de 10 veces su propia masa en humedad. Luego, solo había que calentarlo y condensarlo para obtener agua pura. El propósito era crear recolectores pasivos de agua que redujeran la dependencia de las máquinas que se usaban para la condensación, a la vez que mejoraban su rendimiento como sistemas de acondicionamiento del aire en las viviendas. Estaban cerca de alcanzar su objetivo, pero aún debían hallar una manera de extraer el agua del material para reciclarlo con facilidad.
Vimos otros proyectos interesantes en varios talleres de la zona, como la adaptación que estaban desarrollando para que las bicicletas tuvieran pedaleo asistido o un prototipo muy interesante de batería de flujo, recargable gracias a una combinación de moléculas orgánicas disueltas en agua con pH neutro, lo que permitía una vida útil muy larga y que no fuera tóxica ni corrosiva. Sin embargo, los que más me impresionaron fueron los dos primeros por su extraño diseño y funcionalidad.
Al finalizar la jornada, Zola me comentó que al día siguiente no podría quedar conmigo porque tenía un compromiso con varios proyectos que la corporación había puesto en marcha, por lo que tuve la oportunidad de visitar en solitario otros poblados y ver la vida diaria de toda aquella gente.
Como dice un proverbio hindú: “El corazón en paz ve una fiesta en todas las aldeas”. Me venía a la cabeza ese proverbio cada vez que visitaba un asentamiento. No sé si mi corazón estaba realmente en paz, pero veía una fiesta de la vida en todos ellos. En general, siempre era bien recibido, y todos con los que iba hablando sabían muy bien qué estaba haciendo allí. Me preguntaban si estaba bien, si podían ayudarme en algo, o si quería comer o beber algo. No podía estar en un segundo plano observando sin llamar la atención. Era un poco abrumador, pero en ningún momento sentí que aquella actitud fuera algo forzado por las circunstancias; al contrario, parecía lo normal y muy acorde con el carácter hospitalario de la gente que está a gusto con la vida que lleva.
Por la tarde, después de que me invitaran a comer para celebrar el cumpleaños de uno de los hijos de una familia de Gao, una ciudad de Malí de la que habían huido en 2012, fui a buscar a Zola al centro de actividades del poblado donde vivía. Cuando llegué, Zola estaba conversando con otros vecinos que habían tenido una reunión administrativa. Al verme, me sonrió y soltó una de sus bromas recurrentes: “¿Ves? Al final no te han comido; es que, con lo delgaducho que estás, no das ni para hacer jabón”. Para rematar el día, allí también estaban organizando una pequeña celebración donde pasamos un agradable atardecer degustando unas empanadas muy sabrosas.
Autor
-Oye, lo que vimos ayer también me gustó mucho, y no lo digo para quedar bien, en serio, empiezo a pensar que esto es otro mundo paralelo al mío. Lo que más me gusta es la artesanía de las ideas que ponéis en práctica, son raras pero efectivas, no se bien cómo expresarlo.
Zola
-Hay proyectos muy interesantes y muchas ganas de hacerlos, pero también hay cosas que se quedan en el tintero porque, de momento, no hay recursos para que se puedan iniciar.
Autor
-Pero veo que los de la organización destinan recursos para otros proyectos propios y ayer me comentaste que regularmente os piden que colaboréis.
Zola
-En varias ocasiones hemos hecho de cobayas voluntariamente, sí, no suele faltar la colaboración cuando desde la organización nos piden ayuda.
Autor
-¿Y qué ha pasado hoy?
Zola
-Pues es lo que les estaba explicando antes cuando has llegado. Hoy unos cuantos del poblado, Arianna, Damu y yo, hemos colaborado en unas prácticas para hacer trabajos con calor extremo. Resulta que en una zona del noroeste han puesto unas instalaciones donde hay lugares en que se acumulan grandes bolsas de aire que superan los 60 grados Celsius de temperatura ambiente, pero el suelo puede superar los 70 o más, lo que supone la muerte por "estrés térmico", una afección que provoca confusión, náuseas, mareos, dolor de cabeza y desmayos. Si no se auxilia a una persona con estos síntomas, lo más seguro es que muera al cabo de un rato.
(--)
Zola
-Halsey, el instructor, nos ha explicado que siempre es bueno diferenciar entre la temperatura del suelo y la temperatura del aire. Esta última es la que usualmente llamamos temperatura ambiente pero, aunque están correlacionadas, la temperatura del suelo, en general y sobre todo en estas zonas, es bastante más alta que la del aire. Los suelos oscuros, por ejemplo las rocas negras, absorben más radiación solar y por lo tanto suelen alcanzar temperaturas muy altas cuando el cielo está despejado.
He mirado alrededor y he visto que era una zona con muchas rocas y tierras oscuras. La cosa pintaba mal. Entonces Halsey nos ha dicho que nos iban a medir nuestra tasa metabólica mientras hacíamos una serie de tareas para poder crear protocolos de actuación en determinadas situaciones climáticas y perfeccionar una serie de tejidos para nuestra ropa diaria. (La tasa metabólica mide cuánta energía consume el cuerpo humano para seguir funcionando. Cuando hace calor en el exterior, nuestro cuerpo tiene diferentes formas de enfriarse y bajar su temperatura interior, entre ellas sudar y expulsar sangre a la periferia, cerca de la piel. Lo que también ocurre cuando hace calor es que aumenta nuestro metabolismo, lo que a su vez eleva la temperatura corporal).
Autor
-Pero, ¿cuánto calor os ha dicho que es demasiado? Porque hoy ha apretado bastante.
Zola
-Halsey nos ha explicado que cada persona es diferente, que la reacción al calor puede variar considerablemente en función de la edad, el sexo y los trastornos médicos existentes.
Parece ser que la tasa metabólica de algunas personas no aumenta a 40 grados, pero sí a los 50, nuestro cuerpo trabaja mucho para defender su temperatura central, no le gusta que cambie. Si aumenta uno o dos grados, no causa daños a la mayoría de la gente, pero los bebés y los ancianos se encuentran entre las categorías más vulnerables al calor extremo, ya que los sistemas cardiovasculares de ambos no responden bien a las altas temperaturas.
El calor extremo puede hacer que la temperatura aumente hasta un punto en el que se genere un peligroso efecto cascada que podría provocar problemas de salud o incluso la muerte. Las proteínas del cuerpo empiezan a desnaturalizarse, dejan de funcionar, y los impulsos nerviosos no funcionan tan bien. El sistema nervioso es menos eficaz, y eso es integral para el cuerpo. Empezaría a afectar al corazón. Si eso genera una arritmia y el corazón no bombea sangre con la misma eficacia por todo el cuerpo porque está mal sincronizado, eso podría causar niveles bajos de oxígeno. Si los niveles de oxígeno en el cerebro están indefensos, entonces tienes un verdadero problema.
La verdad es que en ese momento estaba un poco asustada, ¿y si me daba alguna de esas afecciones? No me conozco tanto, te entran dudas cuando te explican estas cosas.
Autor
-Bueno, vosotros sois jóvenes y estáis bien, tenéis buena salud; si no fuera así, no os lo habrían pedido.
Zola
-Es lo mismo que ha dicho Halsey, que estuviéramos tranquilos porque estaríamos permanentemente monitorizados y que lo importante era recoger información y observar los problemas que teníamos en esas condiciones, con los trajes y tecnologías que están desarrollando.
Autor
-¿Trajes? ¿Llevabais un traje?
Zola
-En realidad se trata de un sistema compuesto por varios trajes. Lo primero que hemos hecho es ducharnos y secarnos bien. Después, cada uno de nosotros ha entrado en una cabina en la que teníamos que ponernos en posición de cruz con los brazos y las piernas separadas, totalmente desnudos. A través de megafonía, Halsey nos iba explicando los pasos a seguir. Lo primero era ponerse una máscara protectora para poder respirar mientras unos difusores nos rociaban con una sustancia. Halsey nos ha dicho que se trataba de un polímero neutro para la piel, cuya característica principal es que mantenía una temperatura constante. Es decir, el compuesto siempre intentaba mantenerse entre 36 y 37 grados. Si estaba caliente, expulsaba calor, y si estaba frío, lo absorbía. Después de apenas un minuto de secado, nos hemos puesto un segundo traje, una especie de maillots en dos partes, la superior, que cubre desde las manos hasta el cuello, y la inferior, que cubre desde los pies hasta la cintura. Que sea en dos partes es una cuestión meramente práctica, puesto que, si bien nos han aconsejado hacernos el pipí encima, no era nada recomendable hacernos lo otro, era mejor bajarse el traje y evacuar como se ha hecho toda la vida. Y tu piensas, genial, bueno es saberlo, nunca se me hubiera ocurrido.
Una vez puesto, la sensación inmediata era de confort, no notabas ni frío ni calor, estabas a gusto. Halsey nos ha dicho que era la versión en tejido del polímero que nos habían rociado.
A continuación, nos hemos puesto un tercer traje también de dos piezas, igual de ajustado y elástico pero mucho más robusto, con protectores para las extremidades y la columna vertebral. Además, lleva incorporado una mochila con 2 litros de agua y una batería que se recarga con la energía desprendida por nuestros movimientos y que es captada por el traje. Este traje es el de movimiento y protección; no tiene una función térmica propiamente dicha y permite que la temperatura pase sin interactuar con el resto. Es como un exoesqueleto protector que transforma el movimiento en energía. Eso sí, hay un detalle que no me ha gustado mucho, hay que conectar la parte inferior, el pantalón, con la chaqueta superior mediante una lengüeta situada en la parte delantera. Si te olvidas de conectarla, el rendimiento se va al traste y te quedas sin batería al cabo de un rato.
Luego, nos hemos puesto un collar que tiene un sistema de refrigeración para el cuello y un purificador para el aire que respiramos. Se conecta por la parte trasera a la mochila del traje protector y, a su vez, ayuda a mantener la alineación adecuada de las vértebras cervicales. Es todo un invento, lo único que es un poco molesto es la dichosa pajilla para beber agua que, aunque es retráctil, cuesta acostumbrarse a ella.
Autor
-Una cosa parecida ya lo he visto en tiendas online, pero no se si funcionan muy bien estos aires acondicionados tan pequeños.
Zola
-Halsey nos ha explicado que al refrigerar el cuello se refrigera la sangre que pasa por las carótidas y el sistema nervioso cervical. Que la carótida es una arteria importante en el sistema circulatorio humano, que hay dos arterias carótidas en el cuerpo, una a cada lado del cuello y que estas arterias transportan sangre rica en oxígeno desde el corazón hacia el cerebro y la cabeza. En definitiva, mantener bien aclimatado el cuello proporciona bienestar, tanto físico como psíquico y asegura el buen funcionamiento del cerebro.
Por último, nos hemos vestido con unas ropas holgadas con muchos bolsillos, muy prácticas y funcionales y unas botas muy cómodas y resistentes que se componen de varios elementos; el primero es una bota acolchada con unas fijaciones que deben ajustarse al tamaño del pie y el tobillo. El segundo es la bota propiamente dicha y se monta en dos partes, la suela por un lado y el empeine, las cañas y la punta por el otro. Gracias a las fijaciones de la primera bota el resultado es perfecto, aunque debo decir que nunca he tardado tanto tiempo en ponerme un calzado.
Autor
-Ni yo, es la primera vez que me describen algo así.
Zola
-Y ya estábamos listos; guantes, sombrero, gafas de sol, todo bien, pero yo seguía bastante nerviosa, no sabía si el invento que habíamos tardado más de media hora en ponernos iba a funcionar. Pero ha funcionado, ¡vaya si ha funcionado! Ha sido impresionante. Hemos estado todo el día trabajando en el montaje de un refugio climático y no he sudado ni una gota.
Al final de la jornada, Halsey nos ha dicho que se habían registrado máximas de 62 grados de temperatura ambiente y 83 grados en alguno de los suelos por donde nos habíamos movido.
Autor
-Joder, 83 grados queman, y queman mucho.
Zola
-Pues no he notado nada, ni siquiera en la cara, el aire que nos proporcionaba el collar estaba perfectamente acondicionado. Ha habido algún que otro problema, como el tonto de Damu que se ha dado un martillazo en el pie, pero la prueba ha sido todo un éxito.
Lo que me preocupa es que es una tecnología bastante sofisticada, sobre todo el exoesqueleto y el collar, que nos quita autosuficiencia al depender de manufacturas que no podremos tener hasta al cabo de muchos años, si todo va bien, claro. Hablando con Halsey de ello nos ha confesado que queda mucho por hacer, desde simplificar y mejorar algunos componentes, hasta una fabricación optimizada que sea rentable y factible de hacer in situ. Pero que esperan lograrlo con la ayuda de todos, puesto que los resultados son muy buenos y hay posibilidades de mejorar muchos componentes. Lo que está claro es que hay que seguir trabajando, sobre todo en soluciones intermedias, que se puedan incorporar en el día a día y faciliten el trabajo a todo el mundo. Prueba de ello es que, según nos ha comentado, dentro de poco se hará una prueba a gran escala en donde nuestra ropa interior será este tipo de maillot, ya veremos cómo va.
Debo reconocer que me hubiera gustado también vivir esa experiencia, la verdad, pero Zola me recordó que yo estaba allí para documentar cómo se habían organizado ellos, no para trabajar en el I+D que se estaba llevando a cabo en varios talleres. Lo cierto es que tampoco me detuve a colaborar en lo que se estaba desarrollando en otros proyectos que había visitado, pero parecía una actividad en la que podría haber aportado otra visión, más centrada en si aquello era beneficioso realmente para la comunidad a largo plazo o si se trataba de una forma de perfeccionar una investigación que no se podía desarrollar en muchos lugares del mundo con la confidencialidad y complicidad requeridas.
Supongo que eran ambas cosas a la vez y que, en menor medida, era un quid pro quo de la corporación. Tener un amplio espacio con instalaciones diversas para hacer todo tipo de investigaciones era una manera de sacar rentabilidad a aquella iniciativa tan ambiciosa. Además, personal voluntario y motivado no les faltaba, por lo que podían plantearse muchos proyectos de investigación a gran escala ahorrando mucho dinero en costes laborales. Todo lo que estaba viendo y todo lo que me iba explicando Zola era beneficioso para ambas partes, por lo que no puedo decir que aquello fuera una forma de explotación encubierta. Más bien lo contrario, creo que la balanza se decantaba a favor de ser una buena iniciativa de carácter fundamentalmente humanitario.
Había tres grandes recursos naturales presentes en esa zona que se podían obtener fácilmente sin ocasionar daños medioambientales irreversibles: la arena, la arcilla y, en menor medida, la caliza.
La arena era la principal fuente de sílice, necesaria para fabricar una amplia gama de siliconas. Además, aunque no era adecuada para la confección de hormigón, se empleaba en varios usos para la construcción de las diferentes infraestructuras, desde carreteras hasta sistemas de aislamiento térmico.
La arcilla, combinada con desechos vegetales, permitía hacer adobe; combinada con caliza y horneada, permitía obtener cemento y, por sí sola, era la base de una extensa variedad de piezas de cerámica y diversos materiales para la construcción, como canalizaciones, pavimentos y revestimientos.
La mayoría de estos procesos requerían fábricas con sistemas de calor industrial de diferentes magnitudes. Estas fábricas se encontraban al lado de depósitos de sales fundentes y arena que almacenaban la temperatura obtenida de una planta de energía solar de concentración lineal de tipo Fresnel.
Este tipo de colector utiliza una serie de espejos planos, conocidos como espejos Fresnel, dispuestos en líneas paralelas sobre una estructura fija. Los espejos están orientados con precisión para reflejar y concentrar la luz solar hacia un tubo receptor, que se sitúa a cierta altura por encima de los espejos. El tubo receptor está recubierto con un material altamente absorbente y contiene un fluido de transferencia térmica, en este caso sales fundidas. Cuando la luz solar se concentra en el tubo, el fluido en su interior se calienta a temperaturas elevadas, que a menudo superan los 400 grados Celsius. Este calor puede utilizarse directamente para aplicaciones industriales que requieren altas temperaturas o transferirse a un sistema de generación de vapor.
Aunque es menos eficiente, el diseño tipo Fresnel ofrece varias ventajas en comparación con otras soluciones. Los espejos planos son más económicos de fabricar y mantener que los espejos parabólicos utilizados en otros sistemas de concentración solar. Además, la planta puede incorporar un mecanismo más sencillo de seguimiento solar que ajusta la orientación de los espejos durante el día para seguir la trayectoria del sol, optimizando la captación de energía. Otra ventaja es que este diseño puede ampliarse de manera modular, lo que permite aumentar la temperatura y el volumen de captación sin necesidad de una infraestructura completamente nueva, reduciendo así el riesgo de sobrecostes innecesarios.
Autor
-Pero con todo este calor, ¿no se podría también montar una central eléctrica para cubrir mucha de la demanda de electricidad que necesitáis?
Zola
-Estás asumiendo que la electricidad es el tipo de energía final mejor adaptada y con mayor eficiencia para todos los usos. Pero esto no es necesariamente cierto, especialmente en la generación de calor industrial y otros usos no conectados a una red eléctrica. Para fabricar las piezas de silicona o la misma silicona, lo que necesitamos mayoritariamente es calor y para los procesos cerámicos es casi imprescindible, igual que para el cemento. La construcción de los captadores solares permite montar un sistema que proporciona el calor industrial necesario en varios hornos adaptados a las necesidades de temperatura de cada proceso de fabricación. Junto con el biogás que producimos, podemos ajustar la temperatura de cada horno, partiendo de una temperatura base para alcanzar otras más elevadas, pero sin tener una instalación sobredimensionada para cubrir las necesidades de un solo proceso industrial.
Autor
-Es decir, se hace la instalación solar para conseguir un calor suficiente para varios procesos industriales y después se ajustan o complementan con energía calórica procedente del biogás, ¿no?
Zola
-Sí, no es lo ideal, pero es lo más efectivo para ir adaptando las instalaciones poco a poco a medida que más y más gente se queda a vivir aquí. Es el mayor desafío al que nos tenemos que enfrentar: el límite teórico de personas que pueden vivir en estas tierras de manera sostenible y siguiendo los criterios de equilibrio medioambiental.
Autor
-Haciendo sistemas modulares en todos los ámbitos, sin grandes infraestructuras que, en caso de colapso, pongan los asentamientos en peligro. ¿Es así?
Zola
-¡Exacto! Esa es la estrategia. Hay que entender la fragilidad de este ecosistema y plantear soluciones adaptables. Lo que se propuso desde un principio fue reducir de forma sustancial el uso de energía eléctrica para promover una cultura de la optimización. Como habrás observado, todas las instalaciones y los aparatos que se utilizan tienen un consumo muy comedido y se procura usar todo tipo de técnicas, sobre todo con la gestión del agua, para no depender tanto de este tipo de energía y aprovechar otras que se desperdician constantemente.
Autor
-Pero el cemento, por ejemplo, es un material que podrías producir en más cantidad y que os solucionaría muchos problemas de infraestructuras (el cemento se hace a partir de una mezcla de caliza y arcilla calcinadas y posteriormente molidas, dando lugar a un producto llamado clínker, que se convierte en cemento añadiendo un poco de yeso para evitar la contracción cuando fragua).
Zola
-Medimos el coste de la obtención de un material o de un producto en función del trabajo necesario para obtenerlo. Por trabajo me refiero tanto al esfuerzo como a la energía necesaria para llevarlo a cabo, pero aquí también medimos el impacto de su razón de ser. Es decir, el cemento es un material barato y resistente para hacer muchas cosas, pero el trabajo necesario para obtenerlo está muy próximo al límite de rentabilidad que nos podemos permitir.
En tu país la arena y el cemento se usan para hacer hormigón, un material barato y resistente que permite hacer estructuras increíbles. Aquí el hormigón lo usamos para los pilotes que hacen de cimientos en las casas y edificios de los poblados, algún muro de contención y poca cosa más.
Autor
-¿Y qué problema hay con el cemento?
Zola
-La producción continua de clínker, la parte más intensiva en energía de la fabricación de cemento, se hace utilizando el horno solar junto con el biogás. Los gránulos de clínker se elaboran mezclando la arcilla y la caliza a temperaturas muy elevadas, próximas a los 1500ºC. Gracias a esta combinación energética se consigue el calor necesario para crear escoria pero, pese a ser un producto muy práctico y disponer de las materias primas, procuramos fabricar el mínimo necesario por sus elevados requerimientos energéticos. Se trata de encontrar un equilibrio entre soluciones locales y tecnologías viables a largo plazo.
Otros materiales quedan descartados, como el acero que, pese a tener la capacidad para poderlo fabricar, es mucho más viable y sostenible reciclar el que nos llega ya manufacturado.
Autor
-Es decir, que lo que creáis en un principio para facilitar vuestras condiciones de vida no puede pasar después a complicarlas.
Zola
-Eso es.
Autor
-Esto es, no sé, requiere otra manera de pensar. ¿Y no os habéis planteado una industria del reciclado que podáis rentabilizar de varias maneras?
Zola
-De lo único que nos hemos dado cuenta en repetidas ocasiones es que ningún proceso de reciclado es perfecto. La cantidad exacta que puede recuperarse depende del material, del proceso de reciclado y de los aspectos económicos en juego. Algunos metales, como la plata de las células solares, pueden recuperarse en un 99% o más. Otros pueden plantear retos más difíciles, como el litio de las baterías.
Nuestro siguiente paso es poner en marcha el tratamiento optimizado de otro recurso del que cada vez tenemos más abundancia, lo que se denomina biorrefinerías.
Autor
-¿Una fábrica para la mierda?
Zola
-Ja, ja, ja, sí, eso, para la mierda. Piensa que, sin contar con los residuos de las granjas y los cultivos, cada residente produce anualmente entre 200 y 300 kilogramos de residuos orgánicos. Desde el principio, no los hemos considerado un problema, sino un recurso que, hasta ahora, hemos estado aprovechando como abono para la producción de más alimentos y biogás. Pero lo que vamos a hacer es aprovecharlos mucho mejor.
Durante los últimos años se ha investigado en tecnologías que permitan procesarlos para obtener materias primas para la fabricación de otros productos finales. La combinación de estas tecnologías de forma secuencial para maximizar el número de productos obtenidos es lo que se conoce como biorrefinería. Aplicando tecnologías innovadoras en cascada, se recuperarán recursos valiosos contenidos en dichos residuos orgánicos (como carbono, nitrógeno, fósforo y potasio) que serán empleados para fabricar, por ejemplo, recubrimientos, plásticos biodegradables y compostables, biofertilizantes y bioestimulantes.
En este escenario, la producción de estos materiales de forma sostenible es un gran salto para reducir la dependencia del petróleo en la producción de plásticos, así como de fertilizantes minerales provenientes de otros lugares y nos abre un camino muy interesante.
Autor
-Joder, y tanto, no lo acabo de entender porque desconozco estas tecnologías. Pero sí, parece muy interesante.
Zola
-Las biorrefinerías son tecnologías complejas. Sin embargo, el potencial que tienen para transformar nuestra forma de gestionar los residuos y producir materiales sostenibles es enorme.
Autor
-Pero lo que veo es que este criterio también limita la posibilidad de que, más adelante, podáis hacer productos o desarrollar tecnologías que os permitan comerciar y crecer económicamente.
(--)
Zola
-Yo lo que veo es que en el mundo rico estáis empleando los recursos de la Tierra para fabricar muchas tonterías, que se usan durante un tiempo y después se tiran a la basura. Aquí no podemos hacer esto, es una locura. Tenemos que hacer un planteamiento conservador que nos permita subsistir sin entrar en esa dinámica.
Autor
-No puedo estar más de acuerdo contigo, pero tienes que entender que el consumidor también está atrapado. Por ejemplo, si quiere un televisor y, al cabo de un tiempo se estropea, tiene que tirarlo porque le sale más caro repararlo que comprar uno nuevo. Es un sinsentido que, afortunadamente, poco a poco se está corrigiendo, obligando a los fabricantes a hacer las máquinas mejor y a permitir que se puedan reparar. Pero va a costar mucho tiempo cambiar esta dinámica, sobre todo en el tema del envasado.
Zola
-El otro día leí que hay una empresa que envasa aire de la montaña.
Autor
-Locuras de estas hay muchas, pero el problema más grave es el de los desperdicios del envasado, especialmente el que se hace con plástico. Solo hay que mirar los cubos de basura de cualquier casa de Londres. Lo que me gusta de vuestro sistema de distribución es que volvéis a lo que ya se hacía antes, que era la venta al granel, evitando muchos de los problemas que ha generado este modelo de mercado, donde la logística permite tener productos no autóctonos, o que no son de temporada, durante todo el año y que, en consecuencia, genera muchos residuos innecesarios. Eso sí que lo puede corregir un consumidor informado, el problema es que muchas veces no quiere hacerlo.
Zola
-Lo que aquí estamos viendo, por pura necesidad, es que gran parte de la solución está al principio de hacer las cosas, para que duren todo el tiempo que sea posible, intentando evitar esa cultura de usar y tirar. Es decir, cuando una cosa ya no funciona o no es necesaria, se debe poder reutilizar para hacer otras.
Autor
-Economía circular.
Zola
-Economía circular, sí, pero adaptada a las características del lugar, intentando reducir al máximo el ir y venir de los materiales y las cosas. Intentando, en lo esencial, no depender de industrias y tecnologías exclusivas que, en caso de producirse algún problema, nos dejen sin opciones para cubrir las necesidades más esenciales.
Agua, arena, metales, carbón, caliza, petróleo y madera son recursos naturales esenciales. Entre ellos, los más demandados son, con diferencia, el agua dulce y la arena. La arena, el segundo recurso natural más solicitado en el mundo, representa un mercado enorme. Sin embargo, por suerte o por desgracia, la que hay aquí no sirve para nada, la arena disponible no es adecuada para el comercio. Además, la explotación de estos recursos naturales pueden causar grandes problemas en los países más pobres, donde, para subsistir, se cometen atrocidades tanto en términos de derechos humanos como medioambientales. Esto se debe en gran parte a la presión ejercida por los intereses comerciales de gobiernos más poderosos y ricos, que buscan apoyar a grandes corporaciones y asegurar materias primas para sus industrias.
La conclusión evidente de todo esto es que la humanidad está consumiendo de manera desmedida. El estilo de vida de los países ricos no es sostenible, principalmente porque promueve un modelo de mercado que genera abusos y dinámicas absurdas. Además, más de siete mil millones de personas no pueden aspirar a tener una mansión y un yate para pasar el verano; esto es simplemente imposible. En consecuencia, individualmente estamos asumiendo que debe haber desigualdad si nuestro sistema de vida sigue esta dirección. Si todos aspiramos a algo que provoca desequilibrio, todos estamos cometiendo un grave error. Al no haber recursos suficientes para que todos vivamos así, tarde o temprano, la entropía aumentará y romperá el frágil equilibrio en el que vivimos como seres humanos. Lo más curioso es que, como especie, somos conscientes de esto y, de momento, incapaces de encontrar otro camino. O eso parece, porque tener un poco de humildad para mostrar los fracasos del modelo social y económico de occidente yo no veo que esté en la agenda política de nadie.
Una de las cosas que más me llamó la atención durante la cuarentena y mi estancia en el campo de acogida fue la variedad y la calidad de la comida. Además, al estar en un lugar con gente procedente de diversos lugares, se elaboraban todo tipo de especialidades culinarias con la cada vez más variada fuente de alimentos que se producían, lo que daba lugar a una gran riqueza gastronómica. Desde recetas muy sencillas hasta guisos más elaborados, tuve la oportunidad de degustar y disfrutar de una cocina muy variada cada vez que me invitaban a comer, lo cual sucedía constantemente.
Durante mis diversas visitas a los asentamientos, había podido ver en varias ocasiones la gestión que se llevaba a cabo en las granjas, con recintos muy bien acondicionados para que los animales pudieran refugiarse en las horas de calor más intenso y beber el agua necesaria que, junto con los forrajes y cereales de secano que se producían en los alrededores, permitían hacer una producción orgánica para generar alimentos muy saludables y en equilibrio con el medioambiente.
Este tipo de granjas tenían muy en cuenta la superficie de suelo necesaria por cada cabeza de ganado, la alimentación de origen sostenible y el uso controlado de antibióticos.
Por otro lado, antes incluso de la construcción de los primeros asentamientos, la práctica establecida era hacer una agricultura de conservación, promoviendo nuevas técnicas de cultivo y desarrollando métodos cada vez más eficaces sin perjudicar el entorno.
La agricultura de conservación se basa en tres principios fundamentales:
Mínima perturbación del suelo, reduciendo al máximo la roturación para preservar su estructura y fertilidad.
Cobertura orgánica permanente, mediante la presencia de plantas vivas y la retención de residuos vegetales.
Diversificación de cultivos, a través de la rotación, la asociación de especies y la agroforestería, que integra árboles y arbustos con cultivos o ganado para mejorar la sostenibilidad del sistema.
El objetivo es crear pequeños elementos del paisaje para beneficiar a la biodiversidad y los servicios ecosistémicos que presta sin competir por el uso de la tierra. Por ejemplo, plantando setos o cercas vivas, que multiplican el número de especies y retienen la escorrentía, los nutrientes y los sedimentos, evitando la erosión del suelo y la contaminación.
Zola me explicó con mucho detalle cómo se experimentaba la alternancia de cultivos en una misma zona acondicionada para la agricultura, y la importancia de ir introduciendo variedades más adaptadas y productivas de forma escalonada para combatir enfermedades y plagas. Las plantas son organismos sésiles, es decir, no pueden moverse del lugar donde nacieron. Para sobrevivir, deben ser capaces de responder y adaptarse a los cambios ambientales, la disponibilidad de nutrientes y la presencia de otros organismos que se alimentan de ellas. Sin embargo, uno de los factores que mayor impacto tiene sobre su desarrollo es la disponibilidad de agua, y muchas de las técnicas que se estaban constantemente mejorando para gestionarla estaban fundamentadas en diversos saberes y experiencias que tenían siglos de antigüedad.
La joya de la corona, sin embargo, era el desarrollo de varias técnicas de invernadero, aprovechando la abundante luz y calor diurnos, así como el frío nocturno y la condensación que hay al amanecer.
Por una parte, habían perfeccionado un método para construir los invernaderos de manera rápida y eficiente, utilizando materiales económicos pero duraderos, como un film de silicona semitransparente para las cubiertas, equipado con captadores del rocío que se forma al amanecer, y un sistema de estanterías móviles para manejar las bandejas de cultivos. Además, la gestión del agua era extremadamente precisa, con monitoreo constante de la humedad y los nutrientes proporcionados a los cultivos y hacían uso de luces LED cuando el cultivo requería de un crecimiento intensivo.
Por otra parte, habían desarrollado diversas técnicas para cultivar, entre otros, arroz, soja y algodón, además de los productos típicos de la huerta que habían distribuido por todos los asentamientos mediante contenedores adaptados.
Zola
-Hemos implementado algunas de las estrategias que ofrece la biotecnología para ayudar a los cultivos existentes a tolerar mejor la falta de agua. Seleccionar y multiplicar las plantas mejor adaptadas a las condiciones de sequía da como resultado un aumento de la supervivencia de especies de importancia culinaria o farmacéutica, y propicia la conservación de la biodiversidad.
Autor
-Es decir, mejorar la genética, pero sin descuidar la gestión del agua.
Zola
-Eso es. Las plantas son recursos naturales que, al igual que nosotros, requieren de un suministro regular de agua. Podemos generar sistemas de mejora genética que permitan que las plantas necesiten menos agua, pero nunca podremos prescindir de ella.
Autor
-¿Esto es arroz?
Zola
-Sí.
Autor
-Ah, pues siempre he pensado que era un cultivo que requería de humedales y zonas con abundante agua.
Zola
-Gracias a este método de capas (de cultivos en los invernaderos) y control ambiental, hemos conseguido reducir casi a la mitad el ciclo de crecimiento y cosechar el arroz en apenas dos meses. Desde la fase de siembra hasta que se retiran los granos transcurren menos de 80 días y la tecnología empleada reduce el ciclo de crecimiento alrededor de un 40% en comparación con los cultivos en campos tradicionales. En las principales zonas productoras de arroz del sur de China o noreste de Vietnam, por ejemplo, el proceso lleva de 120 a 150 días.
Autor
-¡Ostras!, pero esto está muy bien, no pensaba que aquí se pudiera cultivar tan rápido.
Zola
-La estrategia consiste en introducir cultivos de manera gradual, utilizando técnicas bien estudiadas, para evaluar su rentabilidad. No se trata de analizar la rentabilidad desde una perspectiva de mercado tradicional, sino de determinar si el esfuerzo requerido se justifica en función del beneficio para la comunidad y su entorno natural. Estos invernaderos permiten investigar cualquier tipo de cultivo necesario, ya que ofrecen un entorno controlado y muy optimizado que puede ser instalado en cualquier ubicación sin alterar el equilibrio biológico del hábitat.
Además, debemos considerar la llegada constante de refugiados a los campos de acogida. Estos refugiados, tras completar su formación, suelen desear establecerse en los asentamientos, lo cual complica aún más la gestión de los recursos en un ecosistema delicado. Implementar este método ha demostrado ser una decisión acertada, permitiendo una gestión más eficiente y sostenible de los recursos disponibles.
Autor
-Pero este rendimiento que habéis conseguido con el arroz es muy bueno. Podéis aumentar la producción y comerciar con un producto muy demandado, competitivo y de calidad.
Zola
-Estás pensando en términos de comercio tradicional y debes valorarlo desde otra perspectiva. Tienes que verlo como un todo organizado, que actúa por el bien común de todos. No se trata de producir más, se trata de producir lo necesario para el conjunto de personas que han aceptado vivir con este contrato social.
Por ejemplo, esta zona de aquí es una de las dos que hay destinadas al cultivo de varios cereales, pero son cereales para todos los residentes del territorio, no solo para los de este asentamiento. Otra cosa distinta es la modularidad de algunos métodos de producción de alimentos, pensada para que pueda instalarse en cualquier lugar, como los invernaderos de hortalizas, o el sistema de granjas a escala. Son sistemas pensados para poder tener productos esenciales que necesariamente deben ser de proximidad porque son perecederos o requieren de un control constante por su impacto en el entorno.
Autor
-No, ya, eso lo entiendo, pero yo lo decía en el sentido de no depender de las ayudas que os facilitan ahora para las cosas que no podéis fabricar o que necesitáis para funcionar.
Zola
-Vale, pero ¿qué impide que otros países hagan lo mismo con el trabajo que hemos publicado? Entrarías en la carrera de competir abaratando costes y los problemas que conlleva esta dinámica. Si esto funciona es porque no hay intereses económicos de por medio.
Autor
-¿Y cómo vais a solucionar la constante dependencia en el suministro de determinados productos o herramientas?
Zola
-Yo creo que está claro que comerciando, intercambiando bienes, pero seguramente mediante contratos públicos bien acotados que especifiquen claramente las condiciones. Pero insisto, no se trata de producir más para empezar a hacer negocio, se trata de producir lo necesario. Si es necesario aumentar la producción de arroz para obtener unos motores eléctricos, pues se hace, pero siempre valorando antes si compensa el esfuerzo y es sostenible.
Autor
-¿Pero por qué no os planteáis vender un excedente y creáis, por ejemplo, un fondo soberano de cobertura como hacen los noruegos?
Zola
-Sería una opción, pero estamos muy lejos de llegar ahí porque hay otras prioridades. De momento estamos centrados en el proceso de reducir el costo de acogida por cada nuevo refugiado que llega. Con este ritmo de llegada de refugiados y sumando la natalidad que se está dando en los asentamientos, dentro de pocos años llegaremos al límite sostenible de este territorio. La ganadería extensiva pide muchas tierras y podríamos prescindir de ella, pero es esencial para la recuperación del suelo, por lo que, mientras no encontremos tecnologías que aumenten la rentabilidad preservando el medio natural, tendremos que buscar nuevos emplazamientos.
Autor
-Lo cierto es que la iniciativa parece que funciona muy bien para solventar un problema que ha sido muy mal gestionado desde siempre. Pero muestra carencias que deben solucionarse.
Zola
-O míralo de otra manera, nuestro potencial es enorme porque tenemos un mercado de refugiados en constante aumento.
Autor
-Ja, ja, ja, ¡ouch!, esta ha sido fuerte.
Zola
-Ja, ja, ja.
Autor
-No sé, es complicado, pero yo creo que, tarde o temprano, tendréis que entrar de alguna manera en una economía de mercado, no podéis estar dependiendo constantemente de la ayuda de terceros. Necesitáis dinero para afrontar las carencias y poder comprar lo que ahora os facilita la corporación, aunque al final sean pocas cosas.
Zola
-Es lo más probable, pero antes tendríamos que solucionar también otros problemas como, por ejemplo, tener una moneda de curso legal.
Autor
-Esa es otra, ¿os habéis planteado qué moneda de curso legal adoptaríais?
Zola
-Hemos hablado varias veces sobre este tema. Yo creo que si adoptáramos algún sistema de moneda (electrónica) para comerciar en el futuro, sería mediante el Bitcoin, porque es un sistema descentralizado y diseñado para operar sin una autoridad central, por lo que nadie puede controlarlo. De hecho, es la única alternativa que existe al dinero fiduciario o al dinero establecido por un gobierno, el dinero por decreto o dinero fiat, que es una forma de dinero fiduciario. El Bitcoin usa tecnología entre pares para operar, donde la gestión de las transacciones y la emisión de bitcoins es llevada a cabo de forma colectiva por la red. Además, Bitcoin es de código abierto; su diseño es público, nadie es el dueño o lo controla y todo el mundo puede participar abiertamente.
Autor
-Pero las criptomonedas también conllevan volatilidad y muchos expertos ven más riesgos que ventajas en usar Bitcoin como moneda legal.
Zola
-Ya, pero Bitcoin no es solo una criptomoneda. También es una red de cobros y pagos, una forma de dinero basada en un sistema cuya integridad no puede ser comprometida ni controlada. Es importante distinguir su comportamiento cuando se relaciona con el mercado fiat y la economía de un estado, lo cual es un tema aparte y no necesariamente relevante si operamos independientemente de las valoraciones establecidas por terceros con sombrero de copa. En esencia, un Bitcoin es un Bitcoin, nada más, se puede estandarizar de la manera que uno elija.
Autor
-Bueno, la verdad es que tampoco me ha interesado mucho el mundo de las finanzas y el dinero. En esto voy muy cojo porque me aburre soberanamente, sinceramente.
Zola
-Y a mí. De algo tan sencillo como confiar en un valor estandarizado de cobros y pagos, usado durante siglos en muchas civilizaciones, hemos pasado a un sistema tremendamente sofisticado de robos y vagos, lleno de mediadores y chupa botes.
Autor
-Ja, ja, ja, qué bueno, estás que te sales. Ya veo que este tema lo habéis debatido bastante.
Zola
-Sí, bueno, en esto no te equivocas, hay que empezar a pensar en la relación que podemos establecer en el futuro con otras comunidades que no estén organizadas con los mismos criterios que aplicamos aquí. Pero, de momento, solo estamos debatiendo y teorizando, nada más.
Además de los desafíos constantes que deben superar todos los residentes en un entorno sumamente hostil para poder prosperar y de su dependencia de la asistencia material y técnica proporcionada por la corporación y, en menor medida, por las organizaciones humanitarias que operan en la zona, existen otros problemas relacionados con la naturaleza y el comportamiento inherentes a los seres humanos. Tanto es así que, como condición fundamental, se debe firmar un contrato cuyo incumplimiento implica la necesidad de abandonar el lugar y todas las ventajas y desventajas que conlleva.
Este proyecto humanitario promueve una organización comunitaria que modera y reprime los comportamientos primarios de nuestra especie mediante un entramado ético, organizativo, económico y territorial. Se destaca la importancia de la participación ciudadana, la sostenibilidad, la igualdad y la justicia, evitando la concentración de poder y fomentando una convivencia armónica y equilibrada. La propuesta sugiere un sistema en el que las decisiones se toman colectivamente, los recursos se gestionan equitativamente y el crecimiento de la población se controla cuidadosamente para mantener un equilibrio sostenible con el entorno, pero enfrentándose a varios desafíos:
El primero es ético:
El aspecto más crítico y crucial de las relaciones humanas está en el consenso sobre lo que está bien y lo que está mal. Esta disyuntiva se da a cualquier nivel, tanto personal (moral) como comunitario (ética). El conflicto entre moral y ética es constante, ya que la segunda condiciona a la primera en la vida en comunidad, pero la primera es un factor de influencia y transformación paulatina de la segunda a medida que evoluciona la comunidad.
La moral se construye sobre un entorno educativo y familiar estable, los cuales son los primeros represores de nuestros instintos animales y juegan un papel fundamental en nuestra madurez intelectual. Esta madurez nos permite entender la ética de la comunidad y su perspectiva, es decir, su carga histórica y su legado cultural traducido en leyes y regulaciones.
Por otro lado, la moral es mucho más maleable que la ética, está más condicionada y expuesta a las circunstancias del momento y depende únicamente de nuestra forma de pensar e interpretar. Mientras que la ética se elabora lentamente por consenso y requiere esfuerzo intelectual para su estudio y comprensión plena.
Este compendio escrito, referente fundamental para solucionar los conflictos, es el pilar más importante de cualquier civilización y debe ser modificado respetando escrupulosamente los principios éticos consensuados. De lo contrario, el individuo entrará en conflicto con el sistema, ya que los principios morales que ha interiorizado y aceptado no se corresponderán con los fundamentos éticos que han forjado esa moral.
La ética del contrato para los residentes parte del derecho natural, una doctrina ética y jurídica que postula la existencia de derechos humanos determinados por la naturaleza humana.
La existencia de este conjunto de derechos universales, anteriores, superiores e independientes del derecho positivo y del derecho consuetudinario, determina las bases para la creación de un código común de convivencia, un cuerpo de leyes escritas que pueden ser cambiadas por consenso a medida que evoluciona el entorno medioambiental, las costumbres y el uso de tecnologías aplicadas, pero nunca en contra de esas doctrinas que sirven de punto de partida y que son el pilar de la moral de las personas que forman la comunidad.
Para garantizar esta condición, la intervención del ciudadano en este proceso regulador debe ser constante, debe formar parte de su trabajo diario y, a su vez, debe prohibirse la acumulación de poder de decisión mediante grupos organizados, tecnología o herramientas destructivas o de agresión. Una concentración de poder, ya sea ideológico, económico, militar o religioso, no puede estar involucrada en un proceso regulador de este tipo, ya que siempre tenderá a favorecer todo aquello que permita su condición y, en consecuencia, en detrimento de crear un cuerpo de leyes equilibrado, universal y moralmente sostenible.
Por otro lado, el acopio de bienes, recursos o propiedades también debe entenderse como una forma de poder desestabilizador, porque tarde o temprano se generarán instrumentos que garanticen la legitimidad de ese acopio, creando leyes artificiales basadas en la propiedad que justifiquen las situaciones de desigualdad que provocan, no solo a escala local, sino en el conjunto de la humanidad.
Por eso se estipula que la única propiedad legítima e inviolable a la que puede aspirar un individuo es la morada. Porque, por un lado, responde directamente a una necesidad primaria, básica para su desarrollo como ser vivo y, por otro, limita artificialmente la aspiración natural de hacer acopio de bienes y recursos para garantizar su supervivencia.
El segundo es organizativo:
Todo grupo necesita un liderazgo, pero en esta comunidad el liderazgo no existe como tal porque está prohibida la concentración de poder. Los cargos de más responsabilidad recaen en todos y cada uno de los miembros de la comunidad de forma cíclica. La toma de decisiones está estructurada para adoptar la propuesta más ventajosa para el bien común y es fruto de la intervención y colaboración obligatoria de toda la comunidad, libre de intereses personales o económicos.
Por lo tanto, la función máxima del responsable es coordinar y garantizar el orden organizativo, detectando los conflictos para ponerlos a debate tantas veces como sea necesario hasta llegar a una solución.
De esta manera, el ciudadano queda implicado en la gestión, administración y gobierno de su sistema de vida, lo que propicia su motivación e intervencionismo para hallar soluciones a los problemas, sean del carácter que sean y pese a que su preparación o especialidad no sea la adecuada. Esto no lo exime de la responsabilidad de tener conocimiento de los mismos, puesto que en un momento dado puede aportar ideas que inspiren a los más cualificados para abordar un problema concreto desde una óptica distinta.
Esta forma de trabajar implica que se debe disponer de herramientas de gestión que permitan sintetizar y simplificar el conjunto de actividades de gobierno para tener una visión global de las actividades diarias, a la vez que posibilitan una visión ampliada y detallada del progreso de alguna de ellas si así se requiere.
Además, el modelo es escalable y puede usarse cuando diferentes asentamientos deben coordinarse para afrontar problemas más globales que requieran encontrar una solución conjunta, pasando de un modelo de organización comunal a un modelo de organización entre comunidades, hasta llegar a un modelo de organización global y viceversa. Por lo tanto, cualquier ciudadano debe tener una visión universal de todos los actores y factores que intervienen en el medio natural y su relación de equilibrio en el conjunto del planeta.
Las estructuras de autoridad, dominio y jerarquía no se justifican por sí mismas, aunque siempre tendrían que hacerlo de forma permanente para satisfacer el dominio de la igualdad, la libertad y la justicia, ya que con el tiempo tienden a volverse ilegítimas por la concentración de poder que conllevan. En estas comunidades se reprime cualquier forma de liderazgo natural, sea en un sentido liberal o conservador, para evitar esta circunstancia y permitir una coexistencia sostenible a largo plazo.
El tercero es económico:
Otra particularidad es el concepto de economía, que se aplica con respecto a los recursos que se tienen que invertir para llevar a cabo un proyecto que cubra unas necesidades o solvente algún problema, pero no se utiliza para la creación de riqueza desde un punto de vista tradicional, puesto que no existe una moneda o divisa como instrumento de compra o pago de insumos y está prohibido el acopio de bienes y recursos comunales en beneficio propio.
Se estudia el uso de materias primas disponibles y su transformación, la escalabilidad, disponibilidad y fiabilidad de un sistema, el tiempo que se debe invertir para su implantación y, de forma omnipresente, si cumple con los criterios de sostenibilidad medioambiental, pero no hay consideraciones de orden financiero que alteren la efectividad en la solución encontrada.
Esta premisa ya se viene aplicando en muchos departamentos de investigación y desarrollo, donde no hay una limitación presupuestaria teórica a la hora de investigar y construir nuevos productos, ya que se entiende como un factor limitador. La obtención de resultados paulatinos está circunscrita fundamentalmente al tiempo, que es el factor determinante para modificar o cancelar un proyecto. Posteriormente, el producto o solución entra en la fase de mercadotecnia, optimizando la producción sobre la base de la programación de su obsolescencia, concepto que, por otro lado, aquí no tiene ningún sentido porque las cosas se deben hacer para durar; si posteriormente son reemplazadas, es porque se ha encontrado una solución mejor.
En resumen, en la economía de estas comunidades se estudia la efectividad de las cosas para cubrir las necesidades de la mejor manera y el menor tiempo e impacto medioambiental posible, sin más consideraciones que su sostenibilidad a corto, medio y largo plazo.
El cuarto es territorial:
El concepto de territorio de un país delimitado por fronteras no tiene sentido en este lugar. El territorio que alberga a un pueblo y su cultura no tiene una frontera delimitada de forma artificial; se va expandiendo a medida que prospera y, a su vez, entremezclándose con otros pueblos y culturas con los que comparte el mismo espacio vital.
Partimos de la base de que la tierra no pertenece al hombre, sino que éste forma parte de un todo que debe estar en equilibrio, y el consenso ético-jurídico tiene el mismo punto de partida, aunque el desarrollo de los diferentes derechos positivos haya tenido influencias distintas de los respectivos derechos consuetudinarios. La resolución de conflictos entre comunidades se circunscribe en la revisión de las diferencias que hay entre las respectivas normas de convivencia.
Por otro lado, se establece la enseñanza obligatoria de un idioma vehicular, sin excepciones gramaticales y semánticas, para el uso de todas las herramientas, sean del carácter que sean, que garantice el acceso universal a cualquier tipo de documentación.
Esta condición, junto con la propia dinámica de organización y funcionamiento, propicia el buen entendimiento y comprensión de las diferentes actividades llevadas a cabo por las distintas comunidades y facilita la resolución de conflictos ante un posible solapamiento del espacio vital.
El objetivo a largo plazo es crear un espacio para las culturas, armónico frente a la diversidad en los modos de entender la vida y en equilibrio con el medio natural y sus diferentes ecosistemas.
El quinto es la densidad de población:
Uno de los aspectos más artificiales es el de llevar un control equilibrado de la natalidad y la admisión de nuevos residentes.
El crecimiento de la natalidad y el aumento de la esperanza de vida son consecuencias directas de la calidad de vida de una comunidad; sin embargo, también son un factor desestabilizador si no se hace una previsión adecuada del incremento de recursos y el impacto medioambiental que suponen.
Este equilibrio, por lo tanto, viene marcado por dos grandes condicionantes:
Las características del medio ambiente, el ecosistema, que marcan las condiciones del asentamiento y las tecnologías que se deben utilizar.
Las tecnologías aplicadas, que condicionan el umbral máximo de personas que pueden vivir en la comunidad dentro de unos parámetros mínimos que garanticen la calidad de vida de todos ellos por igual.
Estos parámetros deben ser constantemente revisados para determinar si se tienen que imponer restricciones, tanto materiales como energéticas, al usar los recursos de forma desproporcionada respecto a los beneficios que suponen en la calidad de vida del conjunto de la comunidad y para no superar el umbral máximo de sostenibilidad.
En resumen, el aumento de la población está condicionado por el umbral máximo de sostenibilidad, y este umbral está, a su vez, condicionado por el entorno medioambiental y las tecnologías que se puedan aplicar en el mismo. A medida que se avanza en la adopción de tecnologías que proporcionen más rentabilidad, se podrá aumentar el umbral de sostenibilidad y, en consecuencia, que puedan vivir más personas en los asentamientos.
El sexto es la seguridad:
Todo este entramado social puede venirse abajo en poco tiempo debido a la ausencia de mecanismos que favorezcan la creación de un sistema de defensa. Más aún, se prohíbe explícitamente la creación o posesión de cualquier herramienta que permita actuar en este sentido. Esta prohibición, aunque fundamentada en la aspiración de mantener una comunidad pacífica y armoniosa, deja a los residentes vulnerables ante posibles amenazas externas.
Sin un sistema de defensa, la comunidad se encuentra en una posición precaria, expuesta a diversas formas de agresión, ya sean de grupos externos que busquen explotar sus recursos o de individuos que deseen imponer su control por la fuerza. La falta de protección estructurada significa que cualquier conflicto que surja, ya sea por disputas territoriales, saqueo de recursos o agresiones directas, no puede ser contrarrestado eficazmente.
Además, la prohibición de herramientas defensivas puede desalentar a posibles nuevos residentes o colaboradores que valoren la seguridad y la protección como aspectos cruciales de cualquier comunidad. La ausencia de un sistema de defensa robusto podría socavar la moral de los habitantes y debilitar la cohesión social, ya que la inseguridad constante puede generar desconfianza y miedo entre los miembros de la comunidad.
Es vital que la comunidad considere equilibrar su enfoque pacifista con algún nivel de preparación para la autodefensa. Esto no implica necesariamente militarización, sino más bien la implementación de medidas preventivas y estrategias de protección que puedan disuadir posibles ataques y asegurar la integridad y continuidad del proyecto comunitario. Por ejemplo, podrían desarrollarse sistemas de alerta temprana, protocolos de evacuación, o alianzas con otras comunidades que puedan ofrecer apoyo mutuo en caso de emergencia.
Pero resulta que es bastante más que esto último.
Hacer florecer una civilización de la nada es imposible. Pero aquí, en medio de la nada, una serie de individuos idearon, hace ya unos cuantos años, una alternativa para los que ya no tenían nada. Les hicieron una propuesta y les mostraron que se podía llevar a cabo de la misma manera que se puede colonizar un planeta como Marte, donde no hay nada, donde todo está por hacer. Mediante el uso de los recursos que se pueden encontrar alrededor de un lugar y con los conocimientos que hemos ido acumulando para manipularlos a nuestra conveniencia, si la vida puede existir, la especie humana puede prosperar.
Y lo están consiguiendo. Con ideas, tecnología y perseverancia pero, sobre todo, con respeto a todos y a todo, intentando crear un ejemplo universal para que no se repita lo que se repite siempre: un poder concentrado en manos de unos pocos para controlar al resto.
Lo que me ha llamado especialmente la atención es la idea, el reto, el desafío de que se puede colonizar los lugares más inhóspitos, como si estuviéramos colonizando un mundo extraterrestre, intentando evitar el conflicto a todos los niveles mediante el debate y la reflexión. Trayendo herramientas y tecnología para construir un hábitat para los desamparados que, con el tiempo, pueda convertirse en una colonia autosuficiente que, transcurrido más tiempo, pueda ser una ciudad y que, finalmente, se convierta en una civilización viviendo en armonía con el lugar que los acogió.
Lo que está sucediendo aquí ha llamado la atención de varios actores internacionales, para bien y para mal. Las relaciones internacionales son un sistema bastante anárquico, donde el poder militar se convierte en la principal moneda de un país. Una civilización puede tener toda la cultura, el arte, la filosofía, el esplendor y la gloria del mundo, pero todo esto resulta en vano si no cuenta con un poderoso ejército para defenderse. En África, esta máxima se hace especialmente evidente, con el agravante de que muchos países son, además, inestables, o extremadamente inestables, debido al constante surgir y resurgir de luchas internas promovidas tanto por intereses comerciales como por conflictos étnicos, religiosos o por la falta de los recursos necesarios para satisfacer las necesidades más básicas de la población.
Las guerras en África han provocado a lo largo de los años cientos de miles de muertes y millones de desplazados. Son conflictos armados que han perdurado demasiado tiempo y que han tenido innumerables consecuencias para el desarrollo de las naciones africanas. Según los datos proporcionados por varias agencias y medios de comunicación, África es el continente que ha tenido la cifra más alta de conflictos armados en todo el mundo durante más de una década y, en varias ocasiones, han representado más de la mitad de los ocurridos en todo el planeta, con numerosos casos de crímenes de guerra y violaciones graves de los derechos humanos, que han dejado a millones de personas desplazadas en una situación humanitaria muy precaria.
No es de extrañar, por tanto, que muchas organizaciones humanitarias intenten encontrar maneras de llevar a cabo su actividad mediante diversas estrategias que, en muchas ocasiones, requieren de fuerzas armadas que garanticen su seguridad y mantengan el orden. Pero lo más relevante es que, en este caso, no hay nada parecido a esto. Aquí, la defensa ante cualquier ataque bélico está en manos de unos agentes microscópicos acelulares que afectan solo a los seres humanos y que se esparcen por todo el territorio mediante diversos sistemas. El más efectivo es el cerco formado por los postes verticales que delimitan la vasta extensión de tierras que rodean los asentamientos, las cuales son propiedad de unas empresas mineras con sede en Canadá y cuyos mayores accionistas son un grupo empresarial conformado por varios laboratorios farmacéuticos y de biotecnología.
Dichos postes están conectados de tal manera que permiten la expulsión de chorros de aire contaminado según convenga. Al detectar cualquier amenaza, el sistema se activa y libera el agente microscópico, el cual permanece activo durante un tiempo. El cerco está bien señalizado e indicado, con carteles en varios idiomas que señalan claramente que no se puede pasar con armas de ningún tipo, ya que es una zona desmilitarizada. Pero lo que hace este agente microscópico es aterrador: el simple contacto con la piel o la inhalación de una sola molécula activa desencadena una serie de órdenes en el cuerpo del receptor que, si no se interviene, provoca la muerte por paro cardíaco al cabo de unas horas. Lo curioso es que la muerte no es dolorosa; los síntomas comienzan con un debilitamiento de las fuerzas y una sensación de cansancio que obliga al individuo a detenerse y descansar hasta que, finalmente, fallece.
Recuerdo perfectamente sentir ese cansancio repentino el día que llegamos a las instalaciones, supongo que por estar en contacto con esta molécula, pero lo atribuí a las inclemencias del viaje y a la sensación de relajación que sobreviene por el hecho de haber llegado a un destino. Lo cierto es que nada más entrar en las instalaciones nos dieron un brebaje “reconstituyente” que vigilaban que te bebieras. Por lo que el sistema no es selectivo, quiere decir que todos los que habitan aquí están o han estado en contacto con el agente microscópico y que, de una forma u otra, de manera pasiva o activa, tienen que inmunizarse periódicamente para no sucumbir a sus efectos.
¿Es lícito actuar de esta manera? ¿Es moralmente sostenible? A mí, personalmente, me asaltan las dudas. Porque, por un lado, es una manera de eliminar silenciosamente a todo aquél que no comparta unas normas para hacer las cosas, pero, por otro, es un sistema tremendamente eficaz para protegerse de los que quieren imponer las suyas por la fuerza. Sin embargo, el control está en manos de unos pocos, como siempre, que tienen la llave de la inmunidad y que, de momento, la dan a los que siguen las reglas establecidas y aceptadas con conocimiento de causa pero que, si lo desean, pueden acabar con cualquiera en el momento que quieran. Esa coerción es lo que más me molesta, pese a que sean los mismos que han pensado y promovido una fórmula para dar esperanza y calidad de vida a los desahuciados del mundo y de la humanidad.
Hablando de ello con un par de personas directamente relacionadas con la implementación de este sistema, me tranquilizaron diciendo que, tarde o temprano, darán el control de la tecnología inmunitaria a la comunidad y que, de hecho, indirectamente ya lo tienen. Veremos, el tiempo lo dirá, pero yo creo que ya deberían haberlo hecho de manera transparente desde el principio si la empresa es noble o si no están experimentando con algo más. No lo sé, reconozco que es complicado tomar una decisión y que hay que vivir esta realidad para entender el problema en toda su extensión. Porque lo cierto es que todos los que, según me consta, han muerto, o eran agresores o habían sido expulsados por la propia comunidad, siendo conocedores de las consecuencias y perseverando en su decisión de permanecer en el lugar por la fuerza. Cuando me argumentaron que era demasiado pronto, que se tenía que esperar a crear una inercia cultural suficientemente fuerte como para dejarles administrar una tecnología así, se escudaron también en el hecho de que, a lo mejor, en un futuro cercano, todo ese sistema de protección ya no sería necesario.
Por último y aunque sea algo macabro, merece la pena contar un suceso un poco surrealista. En una caravana de vehículos de un señor de la guerra bastante despiadado que se dirigía directamente al campo de acogida que hay al este del territorio de la organización, el agente microscópico actuó de tal manera que al final todos los vehículos se detuvieron debido a la imposibilidad de seguir conduciendo por los síntomas que provoca. Todos, excepto el del señor de la guerra, que continuó durante varios kilómetros. Su conductor había fallecido manteniendo el pie en el acelerador y el vehículo prosiguió su camino, pasando de largo por el campo de acogida, hasta chocar con el único árbol que había más adelante en esa zona. Los residentes, alarmados, cogieron piedras, palos y demás enseres para defenderse y se dirigieron hasta el lugar del accidente. Al comprobar que los que viajaban en el vehículo estaban muertos, cavaron un hoyo y metieron todos los cuerpos y todas las armas en él, le prendieron fuego y esperaron hasta que las llamas se apagaran. Al día siguiente, taparon el hoyo y se llevaron el vehículo para reciclarlo. Fue un “aquí no ha pasado nada”, y es mejor olvidar este suceso.
Por cierto, los de la caravana siguen pudriéndose al sol, pero el árbol está bien.
A lo largo de mi vida profesional, he documentado y analizado actividades y hechos de todo tipo, desde desastres naturales hasta conflictos humanos. Mi carrera como periodista me ha llevado a los rincones más diversos del mundo, permitiéndome ser testigo de innumerables historias y perspectivas. Sin embargo, ninguna experiencia ha sido tan reveladora y transformadora como mi estancia en este lugar.
He procurado sintetizar lo más relevante de mi visita para que el lector se haga una idea general y pueda reflexionar sobre muchas cosas que damos por sentadas. En un entorno donde los valores éticos superan la competitividad y la supervivencia impulsa la innovación, se revela una forma de vida que contrasta drásticamente con las estructuras socioeconómicas tradicionales a las que estamos acostumbrados. Esta civilización nos muestra que es posible crear un sistema más justo y equitativo, donde el bienestar colectivo prevalece sobre el individualismo y la explotación de recursos.
La transición de mis experiencias personales y profesionales a la exploración de esta civilización ha sido, en esencia, un viaje de introspección. Me ha permitido cuestionar y reevaluar las normas y creencias que rigen nuestras sociedades. Al observar cómo esta comunidad enfrenta sus desafíos diarios con un enfoque ético y colaborativo, me doy cuenta de que muchas de las prácticas que consideramos inevitables en nuestro mundo podrían, de hecho, ser transformadas para mejor.
La cuestión principal radica en nuestra disposición para aprender y adoptar nuevas formas de convivencia y desarrollo. Si bien es fácil descartar estos ideales como utópicos o inalcanzables, mi experiencia aquí demuestra lo contrario. He visto de primera mano cómo un enfoque diferente puede llevar a resultados sostenibles y justos, no solo para los humanos, sino para todos los seres que comparten este planeta.
Este viaje no solo ha ampliado mi comprensión del mundo, sino que también ha reforzado mi convicción de que el cambio es posible. La civilización que he tenido el privilegio de conocer nos ofrece una hoja de ruta hacia un futuro más equitativo y sostenible. Cada vez estoy más convencido de que, si me aceptan, al final me iré a vivir allí, no solo como periodista, sino como un aprendiz constante de una nueva forma de civilización.
Si todo va bien, ya les iré contando.