Ponencia

RESUMEN: El siglo XXI ha supuesto la consolidación de varios enfoques teóricos como medios adecuados para hacer una auténtica promoción de la salud y prevención de muchas de las dificultades que experimentan los jóvenes y adolescentes en su proceso de desarrollo. Así, por un lado, los modelos de Desarrollo Positivo Adolescente han ayudado a definir las competencias que han de tener los jóvenes y aportar evidencias empíricas de cómo estas competencias se asocian a una mejor adaptación al entorno y a la prevención de problemas conductuales o emocionales. Además, existen programas desarrollados bajo este enfoque que garantizan que dichas competencias se pueden entrenar, y que cuando se logra, aparado de la mejora adaptativa de los jóvenes, se incrementa su rendimiento y su adaptación al entorno escolar. En España, podemos identificar los trabajos dirigidos por el profesor Alfredo Oliva de la Universidad de Sevilla como un referente en este campo. De la misma manera, podemos encontrar un ejemplo de un programa basado en este modelo y con una sólida evidencia científica de resultados en el programa DEPAR.

Igualmente, el constructo de la Inteligencia emocional ha generado evidencias científicas más que suficientes para identificar estas competencias como claves en la adaptación y el desarrollo personal de los estudiantes, implicando en esta tarea al sistema educativo a través de los programas de educación emocional, programas que también han demostrado que estas competencias se pueden aprender y desarrollar.

Aunque científicamente se diferencia entre ambos constructos y esto es necesario desde el campo de la investigación, tienen muchos elementos en común y podrían ser considerados como complementarios desde una perspectiva aplicada.

Ahora bien, ambos se han desarrollado teniendo en cuenta que la mayor parte de las relaciones se producen en entornos presenciales, pero la revolución que ha supuesto la tecnología y el papel transcendental de las redes sociales en la vida de los adolescentes, hacen necesario trasladar parte de este bagaje conceptual y aplicado a este nuevo escenario. En este sentido, en nuestro grupo de investigación hemos desarrollado un modelo de competencias emocionales clave para poder comprender mejor el proceso adaptativo de los y las jóvenes a este contexto y poder disponer así de una mejor comprensión de lo que suponen las redes sociales en nuestro contexto social actual. De este modelo emergen opciones de intervención que pueden ser tenidas en cuenta en los programas y actuaciones que se desarrollan en la escuela desde estos modelos de inteligencia emocional y desarrollo positivo adolescente. De manera más concreta, exponemos una intervención basada en un modelo de inteligencia colectiva que desde nuestro grupo de investigación estamos desarrollando para trasladar al ámbito aplicado estas aportaciones.