Mon amour, Cédric Di Ruscio.
Él es mi esposo. El apellido proviene de familia italiana, de donde aprendió el idioma, su cercanía y romanticismo; quienes migraron a tierras francesas en búsqueda de mejores oportunidades (aquí en Europa también se ve).
A Cédric lo conocí en Colombia y de su tierra realmente sabía poco; solo había visitado Paris, “Bonjour, oui oui” y quizás al pensar en franceses, solo se me venía a la cabeza la baguette que le encanta a mi papá o el francés de Betty la fea (Patrick Delmas) 🤭.
Ya hemos pasado por dos matrimonios ·en Colombia y en Francia· y nos sentimos felices juntos, sin embargo cuando tienes una pareja multicultural, es natural e inevitable que existan diferencias que poco a poco se empiezan a manifestar; te comparto algunas de las que, me acuerdo, hemos experimentado:
Los franceses son exquisitos con la comida y exigentes con el servicio, así que solo vamos a lugares conocidos o con buenas recomendaciones y ojalá negocios artesanales o familiares. Yo fácilmente podría arriesgarme entrando al primer negocio que vea y si hay gente, ya es un referente.
Para ellos, comer se convierte en casi un ritual del disfrute, se cena con agua y vino o cerveza; es habitual una tabla con quesos y embutidos, y lo mejor de todo, siempre hay postre, ¡Crème brûle mi favorito!.
Pero otro cuento es comer en casa; como yo soy quien cocina, he venido desarrollado mi gusto y potencial ·😉· aprendiendo las recetas con las que crecí; así que se come sudado de pollo ·con baguette/pan francés·, arroz con pollo (y baguette) , pasta SIN pan y el pan va sobre la mesa, no dentro del plato (eso era muy raro y difícil para mí, ya me acostumbré).
Los franceces por lo general saludan de dos besos empezando por el cachete izquierdo; a mi siempre se me olvida y "los estrello" o pongo el cachete derecho 🤭.
Según mi esposo, el queso mozzarela no es un queso, la pasta de tomate es salsa de tomate (la otra es ketchup), los sánduches son bocadillos y así tenemos varias discordancias, unas más insignificantes que otras, a las que nos hemos ido adaptando porque como él dice: “todo es un cuestión de precisión”, yo diría más bien que de “buena comunicación”.
Así como hay diferencias, también hay puntos fundamentales de encuentro, que creo son los más valiosos cuando le apuestas a una relación con un extranjero, como compartir los mismos valores en cuanto a la familia, el desarrollo individual y la construcción en pareja; así mismo contar con alguien con quien puedas repartir las tareas de la casa, que hayan claridades y acuerdos en el manejo de la economía, que sienta de igual forma el amor, el cuidado y respeto de las mascotas (si tienes), el deseo de tener ·o no tener· hijos, el disfrute de los espacios personales y solos con amigos y un sinfín de ítems que cada persona considerará son, o no, importantes para tener en cuenta en su desarrollo familiar.
Así nos ha funcionado a nosotros; entender que somos de países diferentes quizás ha permitido que no nos tomemos las cosas de forma tan personal, que seamos empáticos, que juzguemos menos y respetemos más; yo desconozco si un francés es machista o tacaño, mi esposo no lo es sino no me habría casado, pero culturalmente si son impacientes y por arte de magia ·o de adaptación· aquí soy yo la paciente de la relación. La clave es precisamente convivir con esas diferencias y adaptarnos con amor a aquello negociable, que pueda favorecer la convivencia y la construcción de un proyecto de vida juntos.
No descubrí el agua tibia ni mi caso de pareja multicultural es uno en un millón, tengo varias amigas con parejas extranjeras (de las que luego contaré varias historias). Realmente y si lo analizas detenidamente, esas deberían ser claves de toda relación. Por lo pronto de las pocas discusiones trascendentales que tenemos es cómo se llamarán los hijos ·que sea italiano, que se diga bien en francés y lo pronuncien en español·, porque si señores, hay planes.. pero eso se los contaré en otra historia! ✈️.