Al partir, un beso y una flor.

Al leer esa frase es obligatorio decirla cantando, al menos de mi generación hacia atrás sabrán de qué hablo. Quien no entienda, clic aquí (minuto 0:59`) 🎶.

Despedirse nunca suele ser fácil, a no ser que sea una despedida muy anhelada de alguien indeseable (jaja, a veces pasa!) y la verdad me cuesta un poquito empezar esta historia porque despedirme de mi familia, mis papás, mi hermano y mi abuelita, han sido de los momentos más difíciles de este proceso.

Planear el viaje emociona mucho, elegir, empacar, guardar, botar... es un proceso de desprendimiento total de muchas cosas, pero cuando migras lo entregas todo, o casi todo porque en las maletas debes elegir lo primordial; lo demás lo regalas o regresarás después por él, pero lo más triste, es el momento de decirle adiós a tus personas y el recuerdo de esas mismas personas, es lo que hace que más extrañes tu país.

Nuestra despedida fue en el aeropuerto, recuerdo muchas lágrimas y un dolor tan profundo en el corazón que hace que mis lágrimas caigan mientras escribo; año y medio después de ese momento, tengo vivo el sentimiento y sigue siendo duro.

No saber cuando los volverás a ver, duele o no saber SI LOS VOLVERÁS A VER, quema el alma. Te reconforta saber que su amor es quizás de lo poco que seguirá intacto si regresas, porque seguro tu familia será la única que siempre estará esperando por ti.

Por ahora secaré mis lágrimas con la tranquilidad que da la tecnología para permanecer en contacto con ellos y despedirme cada noche de mi mamá; y aunque nada supera un abrazo o un beso de los tuyos, sabes que así duela o sea difícil estar ausente, por un propósito mayor la vida te puso aquí.