manifiesto

 

Nuestro manifiesto

Firmes en este pulso entre las necesidades de las personas y los delirios extractivistas de las élites, las mujeres que maternamos miramos de frente al sindicalismo. Con pruebas y sin dudas, ponemos encima de la mesa que los cuidados, no sólo son trabajo en su formato de empleo remunerado, sino también como actividad reproductiva a pesar de su desvalorización. La obsesión de la izquierda y del feminismo igualitarista por arrastrar a las mujeres hacia el empleo en lugar de cuestionarlo como “única fuente de derechos y recursos” en palabras de Patricia Merino, hacen incompatible el viraje hacia la propuesta de reorganización social basada en la centralidad de los cuidados.

“Las vidas en el centro" requiere desplazar al mercado laboral como única vía de acceso a una vida digna, implica romper con la externalización automática de los cuidados, sin que esto exima al Estado de su responsabilidad económica al respecto. Ese es el sindicalismo que planteamos. Un sindicalismo que no nos conduzca a tener que resolver, con patronales y paternidades, en el ámbito privado e individual lo que debería ser de alcance público, estructural y colectivo. El que ofrece espacio a todas las trabajadoras de lo materno, al margen de su estatus de ciudadanía y sin acrobacias entre conciliaciones y corresponsabilidades. Que los cuidados se conviertan en la base de la vida resetea toda la organización social. Más allá de reformar el mercado laboral, el acceso a la ciudadanía y la biparentalidad, situar los cuidados en el centro es romper con el modelo actual.

Somos un grupo de afinidad de madres feministas dispuestas a agenciarnos la legitimidad que nos pertenece. Situadas en la periferia política, criando a contranorma, exigimos recursos para maternar en condiciones vitales además de dignas, deseables.

Somos el feminismo que reivindica la maternidad y lo reproductivo como eje central en el que se articula la opresión patriarcal: La maternidad como proceso emancipatorio que ya no se autoreprime, ni se machoadapta, sino que se teoriza y se reivindica.

La desvalorización permanente de la maternidad por parte del feminismo hegemónico, al entenderla como una identidad incómoda e incompleta, merece una reparación económica, social y política urgente y hemos venido a exigirla.


Por todo esto:

1. Afirmamos que no existe libre elección sin garantías sobre la soberanía sexual:

La sexualidad de las mujeres lleva milenios secuestrada en la sala de mandos del patriarcado. Además no nos sirve el análisis de la maternidad que plantea el feminismo igualitarista como mero mandato patriarcal y carga porque no se sostiene: ni en su formato tradicional, ni en sus versiones renovadas. Su crítica se centra en la pulsión sexual y no en el análisis de contextos y condiciones donde se desarrolla. La maternidad elegida asi como el aborto escogido, requieren de condiciones posibilitadoras. Exigimos decidir sobre nuestros cuerpos; abortar y parir en absoluta libertad y, en consecuencia, nos oponemos frontalmente a la gestación -interesadamente llamada- subrogada. 


2. Criticamos la falta de ayudas públicas para maternar por ser misoginia de Estado:

En el Estado español, más allá de desembolsos puntuales y limitados, no existen prestaciones directas para una crianza sostenible. Estas migajas son lo único que el Estado prevé para nosotras y nuestras criaturas. Si a las mujeres que criamos no se nos sometiera a la violencia económica más misógina y maternófoba posible, no habría madres atrapadas en empleos precarios de subsistencia. Señalar la necesidad de recursos para maternar, sin filtros ni peajes, es una forma de resistencia al patriarcado. El acceso a los recursos no debe estar supeditado a la empleabilidad, la ciudadanía, o la biparentalidad, tradicional o revisada. 


3. Nos oponemos a la conciliación por tratarse ésta de una cuestión de clase:

Las mujeres con criaturas a cargo, con trayectorias laborales acumuladas de miseria que apenas superan "la paguita", nunca tuvimos nada que mereciera ser conciliado. Sin encaje en el clasemierdismo y lo discursivo, quedamos fuera de las identidades aventajadas. La conciliación no puede establecerse como solución estandarizada para todas. El suelo donde algunas se realizan es el techo bajo el que la mayoría nos agotamos y empobrecemos.


4. Denunciamos que la corresponsabilidad es un refuerzo a la biparentalidad impuesta:

Si la supervivencia de una madre y sus criaturas se ve supeditada a la existencia de vínculos con terceras personas, proveedoras de recursos, el derecho a la libre elección desaparece de un plumazo. Las mujeres queremos gestionar recursos propios para maternar y, con las prestaciones por crianza ya en el bolsillo, escoger cómo y con quién o quiénes vincular o desvincular nuestros proyectos de vida. Poder ponerlos a salvo de violencias, en un lugar de gozo, sin trampas ni peajes.


5: Es necesaria la autogestión de la matria potestad en contraposición a la patria potestad:

La paternidad es un producto de síntesis resultante de la asociación entre patriarcado y capitalismo. Es la fórmula estrella que permite que la masculinidad se sostenga. El marcaje a fuego mediante la filiación paterna implica la garantía de explotación indefinida de las mil plusvalías (económica, emocional y social) que generan nuestros cuerpos y los de nuestras criaturas. El SAP, las custodias compartidas impuestas, las paternidades tradicionales, las nuevas corresponsables… El poder y el privilegio del paterfamilias siguen intactos.


6. Defendemos que los derechos para maternar en ningún caso deben estar vinculados a la obtención de ciudadanía:

Hace falta poner patas arriba reformulaciones obsoletas sobre el ejercicio de la ciudadanía y superarlas porque se han quedado cortas. Ni la pobreza es un sentimiento, ni lo son la extranjería o la racialidad. Exigimos la regularización sin condiciones y la reparación económica para todas las maternidades que no han podido acceder ni siquiera a las migajas absurdas, ridículas y escasas con las que el sistema de protección social misógino pone de manifiesto su maternofobia biocida. Jamás se trató de desequilibrios que corregir, sino de violencias que combatir.


7. Nos revelamos contra el paradigma de escolarización obligatoria:

Confinar a la infancia en espacios segregados y alejados de la realidad no puede seguir siendo un imperativo legal. Defendemos la diversidad de formas de acompañamiento en la crianza. Además de respetar los distintos proyectos de vida sujetos a multiplicidad de tradiciones culturales, sensibilidades políticas y apuestas pedagógicas, habrá que fomentarlos mediante los recursos necesarios. En casos de violencia y de desamparo, el objetivo sigue siendo erradicar el origen del daño. En ningún caso la solución pasa por soslayar el derecho de las criaturas de formar parte activa de la organización familiar.


8. Los arrancamientos y tutelas son modos de subrogación y nuevas formas de robar criaturas:

El 78% de los asaltos al vínculo materno mediante arrancamientos obedecen a criterios aporófobos, racistas y misóginos. La crítica feminista al expolio materno debe ir más allá de la condena por el robo de bebes durante el franquismo y los noventa, la denuncia de la obtención de custodias paternas mediante el SAP y la oposición a la maternidad subrogada. No hay perspectiva interseccional si en las numerosas formas de violencia patriarcal no se incluye el secuestro de bebés racializadxs en el Sur global y el mercadeo de tutelas con las que se lucran familias ajenas y entidades de acogida del Tercer Sector. En todos los casos mencionados el modus operandi de usurpación coincide. No así la respuesta del feminismo. Revisemos pues, la complicidad de nuestros silencios.


9. Reivindicamos que “sistema de cuidados público-comunitario” no es lo mismo que externalización de los cuidados en lo público:

El sistema de cuidados comunitarios que queremos no exime al Estado de su responsabilidad en el despliegue de sistemas de protección social dotados de prestaciones para maternar y sostener otros cuidados. Desde ahí es donde por fin podremos construir vidas ingobernables en lo individual y cohesionadas en lo comunitario.


Teorizamos, reclamamos y exigimos para todas, todo.

¡A butronazos!





Sindicata de madres feministas