Como si andar arrastrando por los márgenes pelados de recursos y derechos, o al abrigo de opresores, leídos o no, como violentos, no fuera violencia. Misoginia (interiorizada) es, no sólo no mover el culo, sino ponerlo encima de la agenda feminista para tapar una discusión postergada una y otra vez.
Vamos a ello.
La estructura de crianza pater-centrada sujeta por dos cuerpos sostenedores (los buenospadres, los machirrojos cuidadores) presentada ahora como nuevo esquema compositivo en su versión biparentalidad corresponsable y productividad conciliada, lejos de subvertir el orden simbólico capitalista y patriarcal, lo regenera. Primero porque refuerza la jerarquía implícita en la familia, como institución violenta de control sobre las mujeres y segundo porque mantiene intactas las exigencias productivistas biocidas de los mercados, priorizándolas sobre las necesidades de cuidados de las comunidades humanas. Da igual si son dos madres, con su excedencia remunerada y permisos. Sigue siendo una estrategia de negociación privada entre dos. La misma biparentalidad que siempre fue pura Norma jugando, ahora, a renovar pactos sobre la distribución de porcentajes del cupo-cuidados y del cupo-salario que debe aportar cada adultx implicadx en la crianza. Siempre desde la base de salario y condiciones laborales ya sólo presentes en empleo formal y clasemedianatemente bien remunerado.
La corresponsabilidad, estirando el chicle, amplía su territorio hacia una dimensión pública-comunitaria, pero en toda corresponsabilidad -biparental privada o comunitaria pública- el imperativo de los cuidados como lastre que delegar o externalizar, se mantiene intacto. Así, como ejercicio de responsabilidad comunitaria se defiende la confluencia social, colectiva, en los cuidados como sustrato de la vida, como trabajos indispensables y como marco regulador de nuevas formas de organización social, pero a la vez, se insiste en alejarlos de los proyectos vitales propios y en ponerlos en manos de una institucionalización pública. Porque se siguen interpretando como constructo y mandato.
No se puede conceptualizar desde dos enunciados excluyentes. Se mire como se mire, no hay centralidad de los cuidados, ni sistema de cuidados público-comunitario sin descentralizar, para empezar, familia y mercados. Cuidados y condiciones en las que cuidamos no son lo mismo. Familia y círculo de vínculos elegidos, tampoco.
Observamos cómo la conciliación actúa de comodín bajo la manga productivista en las propuestas hacia la Nueva Economía de los Cuidados.
Esquivar la demanda histórica por la salarización de los cuidados ni libera, ni resguarda de inmolaciones en el hogar, sólo empobrece.
Si el trabajo reproductivo es trabajo y todo trabajo debe remunerarse, eximir al Estado de sus obligaciones económicas, directas y en metálico hacia las mujeres responsables de las tareas reproductivas ya no sirve como punto de partida hacia nuevos paradigmas de justicia, equidad, autonomía e integridad. Y menos aún, cuando para la mayoría de nosotras, precarias, nunca hubo nada que mereciera la pena ser conciliado en esa pesadilla llamada empleo.
Este es el panorama: en el punto de partida de la Nueva Economía de los Cuidados radica el Plan de Recuperación, Transformación y Resiliencia o, dicho de otra forma, la estrategia española para canalizar más de 140.000 millones de euros, directos de los Next Generation, los fondos de la UE para el negocio de la reconstrucción post pandémica y el giro hacia la transición ecológica, inclusiva y centrada en los cuidados.
El Poder sigue imaginando la protección a la infancia de forma separada, literalmente, de los derechos de las madres y solo destina inversión a nutrir los medios de arrancamiento de las criaturas, mediante la inversión en la mejora de Servicios Sociales o su institucionalización prematura, a través de escuelas 0-3. La aprobación de la Ley de Familias dejó fuera al 80% de las familias monomarentales así como las futuras reducciones de jornadas laborales excluirán a las mujeres ajenas al empleo formal.
Volcar todos los recursos en proyectos de vida a medida de las condiciones y aspiraciones de las maternidades en las clases medias, que disponen de ventajas derivadas de su pertenencia a estructuras biparentales y a su promoción en empleos remunerados más allá de la línea de flotación de la miseria, es pasar por alto -y por encima- de las maternidades pobres y sin acceso a la ciudadanía. Es la perpetuación de la mirada misógina, aporófoba, racista y xenófoba, es la Cuidocidad de los Centrados o como cambiar nada para las nadies.
Y mientras seguimos dibujando escenarios de vida plena, Gaza es un cementerio de mujeres y criaturas.
Hagamos de los territorios y los cuerpos conquistados por los Estados y su estrategias extractivistas de dominación y explotación, lugares de resistencia feminista.
El trabajo se paga.
Las invasiones se denuncian.
«Revolución es vida; en todos los aspectos de la vida». Leila Khaled
(*) Definición de Luisa Fuentes Guaza.
Sindicata de madres feministas.