Un país tiene que ser muy especial para atraparte y conseguir que repitas destino en un periodo corto de tiempo. Eso es justo lo que me ha pasado con Rumanía. Un flechazo en toda regla. Han sido dos viajes en los que he tenido la suerte de recorrer gran parte del territorio. Desde las ciudades más cosmopolitas, hasta el interior rural, pasando por parques nacionales y parajes naturales de ensueño.
Se trata de una carretera de casi 100 kilómetros de extensión que atraviesa los Cárpatos rumanos. En concreto, nos encontramos en un territorio dominado por las Montañas Fagaras. Su trazado, repleto de curvas y cuyo punto más alto alcanza los 2.034 metros de altura, la convierten en un regalo para los amantes de la conducción. Y ojo, también de la naturaleza. A lo largo del recorrido disfrutaremos con lagos cristalinos, altas montañas, preciosas casas de montaña y rincones fascinantes.
Si estás pensando hacer una ruta por la carretera Transfagarasan te recomiendo no perderte la cascada y el lago Balea, tampoco el lago Capra al que se accede por una bonita ruta de senderismo, el castillo de Poienari (el verdadero castillo de Vlad Tepes), el lago Vidraru o el Monasterio de Curtea de Arges, entre otros.
Reserva de la Biosfera, Parque Nacional, Patrimonio de la Humanidad… No será por títulos. Pero todo es poco para proteger la biodiversidad que atesora el Delta del Danubio. Afortunadamente, estamos en un lugar por el que el turismo masivo ha pasado de largo y se ha convertido en refugio de los amantes de la naturaleza y las aves. Especialmente de las aves puesto que en el Delta podemos encontrar cientos de especies diferentes. Entre ellas, destaca el pelícano con una comunidad de 6.000 ejemplares.
Olvídate del asfalto, de la contaminación y del tráfico rodado. En el Delta del Danubio los transportes se hacen en barco. Cada desplazamiento aquí se convierte en una atracción en sí misma. Las barcas avanzan, a veces lentas para no ahuyentar a las aves, otras a toda velocidad, entre paisajes que parecen sacados de la paleta de un pintor donde el verde es el gran protagonista. El punto principal de acceso al Delta es la ciudad de Tulcea.
Estamos ante una de las ciudades más turísticas del país y más bonitas, por supuesto. Brasov se ha convertido en parada imprescindible para todos aquellos que sueñan con recorrer Transilvania. Nos encontramos con un casco histórico medieval cuajado de casitas de colores y enmarcado por montañas y densos bosques. Poco más se le puede pedir.
Un paseo por la ciudad nos llevará obligatoriamente hacia la animada calle Republicii, la espectacular plaza Sfatului, la iglesia Negra y un montón de callejuelas con muchísimo encanto. Además, a vista de pájaro esta ciudad no puede ser más bonita. Vistas panorámicas que podemos obtener desde las torres de su antigua muralla o desde el Monte Tampa, al que se accede a pie o en teleférico.
Si pensamos en Sinaia, es el precioso Castillo de Peles lo primero que nos viene a la cabeza. Un elegante castillo de estilo romántico e interiores recargados que cumplía a la perfección con su función: la de residencia de verano para la corte real. Tal vez, también hayáis oido hablar del Monasterio de Sinaia. Un templo del siglo XVII cuya belleza radica en los impresionantes frescos neobizantinos que lo adornan.
Pero Sinaia es mucho más que estos importantes monumentos y lujosas mansiones. Esta ciudad está situada a los pies de los Montes Bucegi, un paraíso para los amantes del esquí en invierno y para los andarines en verano. De hecho, en la actualidad funciona una linea de teleférico que nos lleva hasta las alturas de esta cadena montañosa en un plis plas.
La aventura comienza en Zărnești, un pueblo de la Rumanía profunda donde contemplar estampas tan curiosas como habitantes locales moviéndose en rudimentarios coches de caballos. Desde este pueblo parte una pista en buenas condiciones que nos adentra entre espesos bosques en lo más profundo del Parque Nacional. El trayecto es en sí mismo un premio para la vista. No podrás evitar hacer varias paradas.
Debes hacer un largo descanso en tu recorrido para tomarle el pulso a uno de los primeros pueblos, Magura. Apenas un puñado de casas con una arquitectura alpina muy sencilla que destacan sobre el color predominante. Una vez más, el verde puede con todo o el blanco si acudimos en invierno.
Esta es otra de las sorpresas que te esperan en Rumanía. ¿Alguna vez habías pensado en hacer turismo de playa en el Mar Negro rumano?. Sé cuál es la respuesta. Y te comprendo perfectamente porque yo tampoco lo había pensado. Es lo bueno de no esperar nada de un lugar, que tiene esa capacidad de dejarte con la boca abierta.
El Mar Negro es sinónimo de playa y relax pero también de buen ambiente y de fiesta. Como la que se vive en las calurosas noches de Mamaia en clubs tan legendarios como El Café del Mar o el Fratelli Beach&Club. Tampoco me olvido de Vama Veche. Casi en la frontera con Bulgaria, este rincón costero ofrece un ambiente alternativo de bares a pie de playa y música para bailar sin parar hasta el amanecer. Ojo, porque los amaneceres aquí son de película.