Historia

Ensayo de Santiago Fernández Varela

Trafalgar: la última gran batalla de España

Es muy conocido el nombre Trafalgar alrededor del mundo, en gran parte por la Trafalgar Square de Londres. Pero es verdad que tras ese nombre (que obviamente pertenece a un accidente geográfico español: cabo trafalgar) hay un gran acontecimiento histórico de mucha trascendencia que pudo no haber ocurrido de no ser por nuestros vecinos franceses. Hablamos de una batalla que marcó un antes y un después en la Real Armada española, y en las guerras napoleónicas. Por desgracia lo tenemos que contar como una bochornosa derrota frente a Inglaterra, también conocida en aquellos tiempos como la “pérfida albión”.


Para comenzar, hace falta trasladarse a finales del siglo XVIII y principios del XIX. España ha perdido una corta guerra contra la Convención francesa en 1796 y el rey Carlos IV se alía con la república buscando recuperar Gibraltar y poner fin a las hostilidades tras firmar en San Ildefonso. Carlos IV es hijo del gran Carlos III, del que al parecer no heredó gran cosa, y no digamos su dirección como monarca y rey de España. Era un hombre débil que solía delegar las funciones de gobierno, y confiaba los más importantes asuntos a su primer ministro Manuel Godoy (perpetrador del tratado de Fontainebleau).

Es así que estos pactos obligaban a España a contribuir económica y militarmente a la guerra de Francia contra Inglaterra. Con la llegada de Napoleón los tratados seguían vigentes por lo que este se apoyó en los mismos para el desarrollo de su estrategia militar europea.

Antes de la batalla

En esa época la armada de España, a diferencia de lo que enseñan en el colegio, era la tercera más poderosa del mundo por detrás de Inglaterra y Francia y hace no mucho, había sido dueña de los mares en pleno siglo XVIII. capturando piratas y enfrentándose a cualquier potencia contemporánea. Impulsada desde los tiempos de Felipe V, España contaba con modernos navíos de línea construidos en La Habana, El Ferrol y San Fernando. Tal era, que poseía el mayor buque de guerra jamás botado: El Santísima Trinidad, con cuatro puentes de artillería (en aquella época era el único, lo normal eran 2 o 3 como el Victory de Nelson) y 135 cañones. Además era necesaria una flota fuerte para defender el convoy de Indias y las colonias. Sin embargo, cabe destacar también que los últimos años precedentes al 21 de octubre de 1805 eran de decadencia para el país en general. Se sufría crisis y epidemias constantes, y las guerras requerían de una amplia financiación. La Armada también fue presa de tales acontecimientos. Muchos barcos se pudrían en puerto por falta de tripulación, víveres, munición, recambios… padecía un problema general de desabastecimiento. Por otro lado, se podía contar con grandes hombres en los puestos de mando y oficiales. Como eran Gravina, Valdés, Churruca… hombres de ciencias y de mar, grandes profesionales y valientes donde los haya. No fue sin duda, la causa de la derrota la incapacidad de nuestros marinos, sino la testarudez francesa que no los tomó en consideración, y denegó las propuestas que cayeron en saco roto.

Inglaterra en cambio contaba con una armada numerosa y bien equipada, de hecho la eficacia de los cañoneros ingleses era muy conocida en la época, tardaban en disparar y recargar 1.5 minutos frente a los casi 5 que necesitaban sus rivales normalmente. Además contaban con experiencia y un gran historial de victorias (véanse las batallas del Nilo y del cabo San Vicente).

Respecto a la flota francesa no tengo nada que aportar salvo la derrota del Nilo en la que perdieron casi todos los barcos, y las continuas derrotas frente

a Inglaterra en la costa norte de España, como Finisterre al mando del almirante Villeneuve, personaje que veremos más adelante.

Teniendo esto en cuenta, es absurdo e ingenuo tomar la decisión de salir a la mar a enfrentarse con los británicos aún siendo la escuadra franco-española superior en número. Así opinaba el teniente general de la Armada Española,

Federico Gravina, y numerosos marinos célebres como Cisneros o Alacalá-Galiano. La decisión de salir y presentar batalla fue del anteriormente derrotado Vicealmirante Pierre Charles Villeneuve, líder de la flota gala. Tras la seguridad en la decisión de enfrentarse a los ingleses, vinieron los antes citados problemas de preparación y abastecimiento de los españoles. Fue así que hubo de cubrir tripulaciones con la gente de los alrededores, de ciudades como Cádiz o El Puerto de Santa María para suplir las carencias de marineros y cañoneros cualificados, y embarcar soldados de tierra para cubrir las faltas de infantería de marina. En cambio los británicos venían preparados profesionalmente y altamente aprovisionados desde hace meses atrás.

Ahora centrémonos en Cádiz, lugar de los hechos. La flota combinada se encuentra resguardada en la ciudad. Se encuentra ahí porque fue sorprendida en Finisterre por la armada inglesa, que les enfrentó en batalla y la obligó a huir al sur. La estrategia era partir a las américas para atacar las colonias británicas y provocar que el grueso de sus barcos dejaran libre el Canal de la Mancha para que el Emperador Napoleón pudiera invadir con su ejército las islas de Gran Bretaña. La consecuencia fue atracar en Cádiz, que había sufrido una epidemia de fiebre amarilla y se encontraba desabastecida de capital, hombres y material. Los oficiales españoles viendo esta situación y desconfiando de los franceses, aconsejaron esperar y trazar un plan de ataque directo sobre la escuadra enemiga que bloqueaba el puerto. Intentar otra cosa, como escapar sería un suicidio, sin embargo los temporales y el conociemiento español del entorno así como su superioridad númerica, podrían dar ventaja sobre el inglés.

La batalla

Frente al cabo Trafalgar, por la mañana y con bruma, la escuadra franco-española, después de salir del puerto de Cádiz se posicionó en línea paralela a la costa, intercalando barcos franceses y españoles por secciones.

Se produjo una desorganización general, barcos que no conseguían mantener la posición, otros que se alejaban… Unos 38 barcos en total mal alineados y casi dispersos en una línea maltrecha.

Al sur se forma una punta de lanza con 31 barcos de la Royal Navy con un avance constante y organizado al mando del Almirante Horatio Nelson junto al vicealmirante Collingwood. Como se presumía la escuadra británica penetró en la débil línea francesa y española y comenzó el cañoneo. Como he dicho antes los barcos defensores eran más en número, pero su desorden hizo que se perdiera esta ventaja, puesto que algunos quedaron rezagados respecto del centro de la batalla y no pudieron hacer fuego contra la armada inglesa. Villeneuve no contento con el transcurso del enfrentamiento, ordena huir, lo que debilita aún más la formación. Los barcos españoles tienen que enfrentarse cada uno y por separado a varios buques británicos. Esto jugó en favor de Inglaterra que concentró sus navíos en los barcos que tenían más cerca causando numerosas bajas y hundiendo las primeras naves. Era tan defectuosa la estrategia de Villeneuve que los barcos de su oficial Dumanoir ni siquiera entraron en combate (este se excusó que la orden era mantener la posición), pués dio la orden de huir, y que también afectaba a otros barcos españoles que desafiaron la orden y fueron en socorro del resto de la flota. Es de sobra conocida la bravura con la que se han batido los españoles a lo largo de su historia en la guerra, y esta batalla no fue una excepción, aunque mal equipados y faltos de personal, es reconocida la valentía de los hombres que lucharon y murieron en Trafalgar. Eso no cambió el curso de la batalla que al final se decantó en favor de los ingleses. Era de esperar, tras horas de combate, la línea inicial se deshizo y los barcos de la royal navy camparon a sus anchas entre los barcos enemigos consiguiendo derrotarlos y cañonear al gusto. La estrategia de Nelson venció al desorden orquestado por los franceses.

Al fin la batalla se saldó con 22 navíos perdidos y alrededor de 3000 muertos por parte de España y Francia frente a unos 400 muertos y ningún barco hundido para Inglaterra. Se perdió la Santísima Trinidad (buque insignia español) y el Bucentaure (barco insignia francés). Inglaterra sufrió la baja más importante, eso sí, la muerte de Nelson a tiro de un soldado francés. No contento el destino con el resultado, a la batalla le siguió una fuerte tormenta que provocó el hundimiento de barcos capturados y otros maltrechos, siguieron perdiéndose vidas y material horas después del enfrentamiento. El desastre no podía sermayor para España, la flota perdida, grandes bajas y el orgullo echado a pique.

Conclusión

Sin duda, si se hubieran seguido las recomendaciones de Gravina y la mayoría de oficiales españoles de quedarse en puerto, jamás hubiéramos conocido un desastre naval como este. Una vez más por las malas decisiones políticas, nuestras fuerzas armadas pagan las consecuencias en sangre. Esta vez se debe a cuenta de la secretaría de marina francesa, pero en el pasado y en el futuro hemos sabido de malas decisiones de despacho que han afectado al resultado de batallas y campañas militares.

Epílogo

Si te ha resultado interesante el tema del ensayo, como autor del mismo te recomiendo los libros que me han inspirado a escribirlo: Cabo Trafalgar, de Arturo Pérez Reverte, es una novela corta que trata la batalla desde distintos puntos de vista antes y durante el combate. Mezcla una ficción muy realista con datos históricos auténticos, y obtiene como resultado un libro muy divertido y rápido de leer que no deja indiferente.

Por otro lado quiero hablar también de Las grandes batallas de la Historia, del Canal Historia, que es una compilación de las batallas más grandes e importantes de toda la historia de la humanidad. Aparecen también Otumba y Lepanto, aunque dejan fuera Cartagena de Indias. Es de todas formas, una lectura muy recomendable, poco aburrida y fácil de leer.


Santiago Fernández Varela, La Tertulia

18 de abril del 2021