Filosofía

La filosofía del absurdo

“Suele suceder que los decorados se derrumben. Levantarse, coger el tranvía, cuatro horas de oficina o de fábrica, la comida, el tranvía, cuatro horas de trabajo, la cena, el sueño y lunes, martes, miércoles, jueves, viernes y sábado con el mismo ritmo es una ruta que se sigue fácilmente durante la mayor parte del tiempo. Pero un día surge el por qué y todo comienza con esa lasitud teñida de asombro”

El hombre por naturaleza es un ser pensante. De manera casi involuntaria nos hacemos preguntas sobre cuestiones de lo más variadas. No es casualidad que una de las frases más repetidas por los niños pequeños sea “¿Por qué?”, buscamos desde la niñez llegar al conocimiento absoluto. De esta inquietud constante por saber nace la filosofía, y es una de las cosas que hacen que me parezca una disciplina tan bella, es inexorable de la existencia humana.

Sin embargo, no todo lo que conocemos con la filosofía es bello, es más, puede ser desgarrador, hasta el punto de, por exagerado que parezca, arrancar de la vida un significado, o más bien, demostrar que nunca lo tuvo. Cuando el hombre se cuestiona el sentido de la vida se advierte así mismo de que si se es fiel al conocimiento real, y se aplica una visión más empirista de este conocimiento, no se puede llegar a conocer este sentido, nadie tiene experiencia de si todo está escrito o de si cada ser humano tiene un trabajo asignado en la vida, tampoco sabemos realmente si tras la muerte hay un paraíso, o algo parecido, otra vida incluso, que dé sentido a la que estamos viviendo en este momento. Esto se debe a que la vida, es algo totalmente irracional, la razón no llega a esos lares y debido a esto el hombre es incapaz de conocer. Pero al hombre no le basta, no es capaz de aceptar esto, él quiere conocer, ¡quiere hacerlo desde su niñez, como va a parar ahora! Parar sería ir en contra de su naturaleza. Es aquí donde surge el absurdo:

“absurdo es la confrontación de ese irracional y ese deseo desenfrenado de claridad cuyo llamamiento resuena en lo más profundo del hombre…”

El absurdo es la premisa de la que parte Albert Camus en El mito de Sísifo, ensayo donde nos explicará lo conocido como la filosofía del absurdo. Es una premisa desoladora, que en un comienzo puede llevarnos al más absoluto derrotismo, de hecho, esto sucede con algunos filósofos, como es el caso de Mainländer, quien consideró que, si la vida no tenía sentido, tampoco tenía sentido vivirla, y acabó por suicidarse, afirmando que “la moral debe entenderse como la ciencia del querer morir” en su obra Filosofía de la rendición. Otros sin llegar a ser tan extremistas, como para abogar por el suicidio, tampoco concebían la vida como algo feliz, es el caso de los pesimistas, donde destaca Schopenhauer, que es de hecho uno de los influyentes en la filosofía de Mainländer, este llegó a decir que “La vida es una perturbación inútil de la calma del no ser” y que “la vida es solo la muerte aplazada”.

Esta es la filosofía que imperaba cuando Camus crecía, Nietzsche también fue uno de sus grandes influyentes, de hecho, Nietzsche fue de los autores que más asentó la idea de la irracionalidad de la vida, ya en Así habló Zaratustra nos habló del concepto del absurdo, que más tarde acogería Camus: “Todavía combatimos paso a paso con el gigante Azar, y sobre la humanidad entera ha dominado hasta ahora el absurdo, el sinsentido”. Y es la influencia de estas filosofías lo que llevó a Camus a empezar una de sus obras más importantes con esta afirmación: “No hay más que un problema filosófico verdaderamente serio: el suicidio. Juzgar si la vida vale o no vale la pena de vivirla es responder a la pregunta fundamental de la filosofía.”

Camus en su obra se dedica a analizar autores y filosofías cercanas al existencialismo con el fin de dar respuesta a esta segunda pregunta, si realmente merece la pena vivir la vida o como hemos dicho antes, si la vida no tiene sentido, tampoco tiene sentido vivirla. Parte del sentimiento del absurdo porque es donde el hombre se siente derrotado, es donde el hombre pierde las ganas de vivir, donde un profundo abismo aparece y al mirarlo siente vértigo, porque siente que le supera. Ante este sentimiento Camus concibe tres formas de actuación, dos de ellas están dentro de un suicidio, o bien el suicidio filosófico o el físico. El suicidio filosófico dará lugar cuando el hombre, “en un universo cerrado y limitado a lo humano, divinizan lo que los aplasta y encuentran una razón para esperar en lo que les desguarnece. Esta esperanza forzosa es, en todos, de esencia religiosa.”. Se lo achaca a algunos como Kierkegaard, Chestov o Jaspers. Al analizar la frase de Kierkegaard: "En su fracaso el creyente encuentra su triunfo.", Camus advierte de que los que realizan este salto rompen el equilibrio del absurdo, al conocer que la irracionalidad es ineludible, la acaban por divinizar, ignorando el absurdo, olvidando esa nostalgia del saber real que tiene el hombre, esto es, olvidando la propia naturaleza del hombre. Lo que dirá metafóricamente que no es curarse, sino vivir con enfermedades. Dicho con palabras más sencillas, el hombre busca un conocimiento real, certero, no le vale con creer, tiene que saber; al dar el salto de fe, no es fiel a esta ambición, pues se limita a creer que la vida tiene sentido gracias a un Dios, pero no sabe si ese Dios realmente existe. Su fundamento para vivir es endeble pues no es seguro.

Como podemos ver, Camus pretende solucionar la cuestión del absurdo, pero sin negarlo ni eludirlo, sin dejar de vivir en ello. La solución para este autor ha de ser fiel a los dos principios del absurdo. Es por esto por lo que también criticará el suicidio que promovía el autor anteriormente citado. Entiende que al eliminar al hombre no se soluciona el problema, sino que se elimina, se elude, por tanto, acabar con el hombre no es ser fiel a los dos principios del absurdo y es por esto por lo que no podemos optar por ello.

Llegados a este punto podemos decir que queda respondida la primera cuestión, el suicidio no es una solución, es por tanto que si merece la pena vivir la respuesta a la segunda pregunta. Dice al comienzo de uno de los primeros capítulos: “vivir bajo este cielo asfixiante exige que se salga de él o que se permanezca en él”, ya sabemos que debemos permanecer en él, pero ¿cómo? La solución religiosa, es a mi parecer la mayoritaria, la mayoría de la gente tiende a creer en algo, de lo contrario sienten esa angustia sobre sus hombros por la falta de respuesta, pero Camus nos ha propuesto buscar otra solución, tampoco nos anima al suicidio, como es comprensible, pero de esta manera nos deja sin opciones aparentemente. Nos deja solos ante el absurdo, inmóviles por la impotencia que nos genera, ¿Qué hacemos ahora? Para el autor debemos aceptar el absurdo. Así de simple, lo difícil es hacerlo. Debemos aceptar que no llegaremos a conocer el sentido absoluto de la vida, negaremos su existencia, pero miraremos al mundo irracional y le diremos “¿Y qué? Todo va a estar bien” ese es el grito de rebeldía del hombre absurdo, un hombre que no se deja derrotar, que conoce sus límites y actúa dentro de ellos. No podemos dar sentidos absolutos a la vida, sería dar un salto de fe, pues no los podemos conocer realmente, pero en nuestra rebeldía somos libres de darle sentidos a la vida, aunque no sean absolutos, esa libertad nos permite vivir como nosotros queramos, se acoge aquí Camus a la frase de Kirilov, un personaje de Dostoievski en la novela Los endemoniados: "Si Dios no existe, yo soy dios”.

“Por lo tanto, yo exijo a la creación absurda lo que exigía al pensamiento: la rebelión, la libertad y la diversidad. Luego manifestará ella su profunda inutilidad. En este esfuerzo cotidiano en el que la inteligencia y la pasión se mezclan y se transportan, el hombre absurdo descubre una disciplina que constituirá lo esencial de sus fuerzas. La aplicación que se necesita para ello, la obstinación y la clarividencia coinciden así con la actitud conquistadora. Crear es también dar una forma al destino propio.”

En este punto uno podría considerar que Camus es una mera copia de la filosofía nietzscheana sin embargo existen diferencias, Annemarie Pieper una filósofa alemana expone sus diferencias haciendo uso de la simbología nietzscheana, explica que Camus ve el peligro en el sí del niño en el que Nietzsche hace desembocar la rebeldía tras el radical no del nihilismo; él prefiere permanecer en el estadio del león y reprocha a Nietzsche haber anunciado al superhombre en vez de sacar partido a la rebeldía para, desde ella, dar forma legítima a una libertad con medida en la naturaleza humana. El artista, el creador, tal como Camus lo entiende, está obligado a crear una obra que, mediante la rebeldía, corrija el mundo con el valor de la solidaridad. (Nihilisrnus und Revolte: Camus' Kierzschekritik)

Otra crítica de Camus expuesta en El hombre rebelde es la aniquilación de la moral que busca Nietzsche, poniendo como ejemplo el supuesto de un asesinato que quedaría aceptado en la filosofía del autor: “No siendo nada verdadero ni falso, bueno ni malo, la regla consistirá en mostrarse el más eficaz, es decir, el más fuerte. Entonces el mundo no se dividirá ya en justos e injustos, sino en amos y esclavos. Así, hacia cualquier lado que uno se vuelva en el centro de la negación y del nihilismo, el asesinato ocupará su lugar privilegiado.”, añade un capítulo después: “Así, el nihilismo absoluto, el que acepta la legitimación del suicidio, va a parar más fácilmente todavía al asesinato lógico. Si nuestro tiempo admite con facilidad que el asesinato tiene sus justificaciones, es a causa de esa indiferencia por la vida que caracteriza al nihilismo.”

Por tanto, podríamos resumir la filosofía de este gran artista en un vitalismo al estilo nietzscheano, pero dejando de lado el fuerte individualismo que le caracteriza, ya que Camus busca creación, conquista y libertad para la humanidad, no únicamente para aquel que es el superhombre, de ahí eso que dice Anne Pieper de corregir el mundo con el valor de la solidaridad . Además de alejarse de la crítica a los conceptos del bien y del mal, para Camus no se podía acabar con ello y era necesaria la mesura a la hora de la creación para evitar el caos absoluto en el que desemboca el nihilismo. Estos pueden ser unos cambios necesarios a la hora de aplicar esta filosofía, sin embargo yo para finalizar me pregunto ¿Realmente se puede aplicar? ¿Es realmente capaz el hombre de aceptar el absurdo y aun así sacar fuerzas de rebelarnos ante él y crear sin un mañana? ¿Podemos renunciar a la mano que nos tiende la religiosidad sin la angustia de lo que ello conlleva? ¿Podemos imaginarnos a Sísifo siendo feliz? Todas estas cuestiones han de ser respondidas en otro ensayo.


Javier Béjar Torrao

La Tertulia, 7 de marzo del 2021