Muchas de las corrientes terapéuticas modernas tienen sus bases en la enseñanza espiritual, ya que tanto la psicología como las tradiciones espirituales buscan entender el ser humano y aliviar su sufrimiento. Las enseñanzas espirituales nos invitan a explorar la existencia desde un plano más profundo, conectándonos con nuestra esencia y elevando nuestra consciencia. Estas enseñanzas están íntimamente relacionadas con el ser, con la esencia de lo que realmente somos. A través de la consciencia, comenzamos a liberarnos del sufrimiento que proviene de la identificación con el ego, las expectativas externas o las creencias limitantes.
Cuando nos volvemos conscientes de lo que en realidad somos —seres completos, valiosos y merecedores de amor—, cesa el sufrimiento. Esta consciencia nos permite observar nuestra mente, emociones y comportamientos desde una nueva perspectiva, sin juicio. En varias corrientes, este proceso es conocido como "awareness" o despertar. Este despertar nos revela la verdad de que, en gran medida, vivimos en un estado de desconexión, movidos por patrones automáticos que nos llevan a reaccionar sin ser realmente conscientes de lo que hacemos, pensamos o sentimos. Esa desconexión, o falta de consciencia, nos mantiene en la oscuridad, sin entender por qué nos suceden ciertas cosas o qué es lo que realmente nos afecta.
Al despertar, o al volvernos más conscientes, nos damos cuenta de que somos los creadores supremos de nuestra propia realidad. Este reconocimiento es liberador, porque nos recuerda que no somos víctimas de las circunstancias, sino cocreadores activos de nuestra vida. Al tomar responsabilidad de nuestra existencia, dejamos de culpar al exterior y empezamos a cultivar intencionalmente los pensamientos, emociones y acciones que reflejan la vida que deseamos. Este proceso nos abre la puerta a una transformación profunda, en la que el amor propio y la autoestima se convierten en el fundamento para construir una vida plena, auténtica y alineada con nuestro propósito más elevado.