En las profundidades de las Cavernas de Luray (Virginia, EE.UU.), durante miles y miles de años se han ido creando estalactitas muy peculiares. ¡Gracias a que están huecas funcionan como los tubos de un órgano!
Leland W. Sprinkle, un científico con alma de músico, pasó más de tres años golpeando cuidadosamente más de 2.500 estalactitas para encontrar las 37 que producían las notas perfectas (extraño pasatiempo, pero ¿quiénes somos para juzgar?). Luego instaló pequeños martillos, activables a través de un teclado, que golpean las rocas y crean melodías que resuenan en toda la cueva.
El único aspecto negativo es que no te puedes ir de gira con él, aunque no difiere mucho de otros órganos, ¿no?
Imagina estar sentado frente al mar Adriático, disfrutando de la puesta de sol con un helado en la mano, cuando de repente empiezas a escuchar una melodía que parece venir del mismo mar. No, no es una sirena ni estás loco (al menos no por esto): es el famoso Órgano de Mar de Zadar, Croacia.
Hum… Aquí hay un patrón…
Este instrumento fue creado en 2005 por el arquitecto Nikola Bašić. A simple vista, parece un conjunto de escalones de mármol blanco que descienden hacia el agua (como se ve en la foto que encabeza el artículo, así es, no es una foto aleatoria). Pero lo verdaderamente asombroso está oculto: bajo esos escalones hay 35 tubos de diferentes longitudes y diámetros. Cuando las olas empujan el aire a través de ellos, ¡producen canciones! La melodía nunca es igual: cambia según la fuerza del oleaje, la dirección del viento y hasta la marea.
¿Conoces el teorema del mono infinito? ¿Ese en el que si dejas a un mono aporrear infinitamente un teclado, puede llegar a escribir El Quijote? ¡Pues aquí eso también aplica! El mar podría empezar a tocar desde Mozart a la canción de Indiana Jones, o también reventarte los tímpanos. Infinitas posibilidades.
En San Sebastián (sí, aquí en España), hay tres enormes esculturas de acero ancladas en las rocas frente al mar Cantábrico. Se llaman "El Peine del Viento" (Haizearen orrazia) y fueron hechas en conjunto por Eduardo Chillida y Luis Peña, cuyos nombres les quedan que ni pintados.
Lo interesante ocurre cuando hay tormenta: el agua del mar se cuela por unos agujeros estratégicamente diseñados bajo la plataforma donde la gente observa las esculturas. Entonces, el aire comprimido por la fuerza de las olas escapa a través de unos géiseres en el suelo, creando silbidos y rugidos y dando un susto a más de uno.
Durante las mareas vivas o los temporales, el sonido es tan potente que al parecer puedes sentirlo vibrar en tu pecho. Aunque con el mar demasiado embravecido la policía no deja acercarse a la zona porque puede llegar a ser peligroso.
Ahora ya sabes qué ver en tu próxima visita a Bilbao.
Pues eso ha sido todo por esta vez, espero que te hayan gustado estos tres instrumentos y que hayas aprendido algo que no sabías. Yo me voy a tomarme una aspirina que el último me ha dejado con dolor de cabeza. ¡Hasta el próximo artículo!