El consumo de snacks ha aumentado significativamente en los últimos años debido a cambios en los patrones de alimentación y estilos de vida.
La disponibilidad de estos productos permite cubrir requerimientos energéticos en intervalos entre comidas principales.
Los snacks desempeñan un papel importante en la alimentación moderna, ya que pueden influir en el equilibrio energético y la ingesta de macronutrientes, la selección de snacks adecuados puede contribuir a mejorar la calidad de la dieta, mientras que un consumo excesivo de snacks ultraprocesados puede aumentar el riesgo de enfermedades metabólicas. (Rojas y Morales, 2021).
En términos de composición nutricional, los snacks ultra procesados presentan altos niveles de azúcares añadidos, grasa total, grasas saturadas y sodio, y un bajo contenido en proteína, fibra alimentaria, minerales y vitaminas, en comparación con los productos, platos y comidas sin procesar lo que aumenta su densidad calórica y su impacto en la salud metabólica. (OPS, 2019).
En contraste, con los snacks saludables se puede destacar que los valores nutricionales de los snacks saludables son mejores y de mayor calidad, ya que poseen ingredientes de procedencia ecológica y son más naturales además de tener una composición nutricional más equilibrada y saludable. Entre sus ingredientes destacan el uso de grasas saludables y que en estos alimentos no se han añadido exceso de azúcares ni sal. (Bonilla, 2024).
El procesamiento de los snacks influye en su perfil nutricional.
Los productos ultra procesados se tratan de alimentos de alta densidad energética y baja calidad nutricional que mantienen pocas o ninguna de sus características iniciales, suelen estar diseñados para ser altamente atractivos al gusto y de fácil consumo, lo que favorece su ingesta frecuente.
Este aspecto es relevante para comprender el impacto de la tecnología alimentaria en los hábitos de consumo y en la calidad nutricional de los productos disponibles en el mercado. (Marti, Calvo y Martínez, 2021).