El aire está compuesto por diversos elementos gaseosos, que normalmente no pueden ser diferenciados, ni percibidos por separado. Sin embargo, es posible licuar el aire en laboratorios, es decir, hacerlo líquido, y proceder a separar sus componentes.
De esa forma se obtienen muchos de los elementos empleados en la industria química. Sus propiedades y composición varían de acuerdo a la altura y a la región terrestre donde se mida.
Su importancia fue percibida por el hombre desde tiempos antiguos, cuando fue considerado uno de los cuatro elementos básicos de la naturaleza, junto con el fuego, el agua y la tierra. Hoy en día, en cambio, tenemos un mucho mejor entendimiento de él que nunca antes.
El aire varía de acuerdo a su ubicación en las cuatro capas de la atmósfera: troposfera, estratosfera, mesosfera y termosfera. Mientras más elevado se encuentre, menor presión y menor peso tendrá el aire, ya que los elementos más pesados son atraídos con mayor fuerza por la gravedad.
En líneas generales, el aire es menos pesado y tiene menor densidad que el agua (el aire tiene una densidad de 1,225 kg/m3 a unos 15 °C de temperatura). Es transparente, incoloro, inodoro e insípido, excepto cuando está contaminado con alguna sustancia particular.
El aire no tiene volumen propio, ya que se trata de un gas, y es incapaz de existir en el vacío. Además, es un buen conductor del calor.