En nuestra institución educativa, se observa un alto consumo de botellas plásticas debido a la facilidad y conveniencia de estas para el consumo de agua y refrescos. Sin embargo, la mayoría de estas botellas no son adecuadamente recicladas ni reutilizadas. Muchas terminan en basureros comunes, afectando negativamente al medio ambiente. Este problema es más grave cuando consideramos que el PET es un material que, aunque reciclable, puede tardar más de 100 años en descomponerse si no se maneja correctamente.
Además de la contaminación visual que generan las botellas plásticas en el entorno, durante su producción, transporte y descomposición en vertederos, el PET libera gases contaminantes como dióxido de carbono (CO₂) y otros compuestos tóxicos, contribuyendo al efecto invernadero y al cambio climático.
La situación se ve agravada por la falta de conciencia sobre la gestión adecuada de residuos plásticos, lo que lleva a una menor tasa de reciclaje y a la acumulación de estos desechos en áreas públicas, ríos y océanos. En este contexto, la institución educativa no está exenta de este problema, y es necesario implementar una solución tecnológica que no solo reduzca la generación de residuos, sino que también promueva una cultura de reciclaje y concientización en la comunidad escolar.
El uso masivo de botellas plásticas de un solo uso, especialmente las fabricadas con tereftalato de polietileno (PET), se ha convertido en uno de los principales problemas ambientales de la actualidad. Estas botellas son muy utilizadas porque son económicas, ligeras y prácticas; sin embargo, su inadecuada disposición genera una gran acumulación de residuos en calles, ríos y rellenos sanitarios.
Cuando las botellas plásticas no son recicladas correctamente, permanecen en el ambiente durante siglos debido a su lenta degradación. En este proceso, al estar expuestas al sol y al calor, liberan microplásticos y gases traza que afectan la calidad del aire y contribuyen a la contaminación atmosférica. Además, si son quemadas de forma inadecuada, producen gases tóxicos como dióxido de carbono (CO₂), monóxido de carbono (CO), dioxinas y furanos, que incrementan el efecto invernadero y afectan la salud humana.
Por otro lado, la fabricación de nuevas botellas plásticas demanda grandes cantidades de petróleo y energía, lo cual genera más emisiones de gases de efecto invernadero desde su origen. De esta manera, el ciclo de vida del plástico —producción, consumo, transporte y disposición final— impacta directamente en el cambio climático.
En el contexto escolar y comunitario, la falta de conciencia ambiental y de sistemas tecnológicos adecuados de recolección y reciclaje agrava el problema. Muchas botellas terminan mezcladas con residuos ordinarios, reduciendo las posibilidades de su aprovechamiento.
Frente a esta situación, surge la necesidad de implementar un proyecto tecnológico que no solo facilite la recolección y compactación de botellas para su reciclaje, sino que también sensibilice a la comunidad educativa sobre la importancia de disminuir el consumo de plásticos y reducir la generación de gases contaminantes.