Aprender a manejar la ansiedad

“Ansiedad” y “estrés” son algunos de los términos propios de la psicología y la medicina más extendidos y usados en la población general. Lo sentimos algo tan común, tan nuestro, que lo usamos todos y para todo. Tanto, que en cada territorio incorporamos esta forma de sentir como propia y definimos a la gente “ansiosa” de una forma particular, en Mallorca son “pasadores de pena”, en Andalucía son “sentíos”, en Venezuela “agites”, etc.

A pesar de ello, no tenemos muy claro qué es realmente la ansiedad. Decimos que nos sentimos ansiosos o estresados cuando podemos notar una aceleración en la respiración o una presión que “parece” que no nos deja respirar en el pecho, taquicardia, tensión muscular, contracturas musculares que pueden derivar en cefalea, sentimos una inquietud interna… y nos vemos superados por los acontecimientos o sentimos ganas de huir de una situación.

Todo eso es cierto, pero la ansiedad, en esencia, no es más que una respuesta adaptativa del cuerpo, en principio es algo beneficioso para nosotros. Cuando detectamos algo que interpretamos como una amenaza, nuestro cuerpo se prepara para responder, tal como lo harían nuestros ancestros, atacando o huyendo. Automáticamente los músculos se tensan, la respiración y la frecuencia cardíaca se aceleran para hacer llegar oxígeno a todos los músculos de nuestro cuerpo, la actividad corporal que resta energías a la respuesta de ataque o huída (como la digestión) se interrumpen, etc.

Si supuestamente es una respuesta adaptativa, entonces, ¿por qué asociamos las respuestas de ansiedad al malestar psicológico? La clave está en:

  1. ¿Qué es lo que interpretamos como amenaza?

Muchas veces, el problema no está en la respuesta de ansiedad en sí, sino en aquello que nosotros interpretamos como una amenaza y despierta esta respuesta. ¿Cuándo te sientes ansioso? cuando tienes que hacer un examen, cuando tienes que hablar en público, cuando quieres tomar una decisión que a tus padres no les gustaría, cuando coges el coche, cuando piensas en una enfermedad, cuando piensas en el futuro, siempre…

Habitualmente, lo que prepara a nuestro cuerpo para atacar o huir no es realmente una amenaza. Plantéate: ¿qué pasaría si esto que tanto me preocupa saliera mal?, ¿qué cosas podría hacer para prevenirlo o solucionarlo?, ¿qué es lo peor que podría pasar?, ¿cómo de probable es que eso pase?, ¿qué es lo que puede pasar de forma más probable?

Cuando aquello que interpretamos como una amenaza no lo es, debemos enseñar a nuestro cuerpo a no reaccionar con ansiedad. La respuesta de ansiedad aparece de forma automática, pero si hacemos una reflexión consciente y nos damos una respuesta realista a estas preguntas cada vez que aparece la ansiedad, esta respuesta bajará y nuestro cuerpo terminará aprendiendo a no generar esta respuesta sin motivo.

  1. ¿Nos ayuda esta respuesta a superar la amenaza?

Tanto si concluimos que lo que interpretamos como amenaza lo es como si concluimos que no, cabe preguntarse si la respuesta que estamos dando nos ayuda en alguna forma a superar la situación.

Cierto grado de ansiedad, nos activa y nos prepara para dar una respuesta, no sólo de ataque o huída, sino que también nos permite reflexionar sobre el problema, buscar una solución y nos da la energía para ponerla en marcha. Si no tuviéramos un mínimo grado de ansiedad, ni nos levantaríamos de la cama, nada nos movería a la acción. Sin embrago, cuando el grado de ansiedad es excesivo, éste nos paraliza, entorpece nuestro pensamiento, nos impide descansar por la noche y por tanto funcionar bien durante el día, etc.

Por todo esto, es muy importante aprender a regular el grado de ansiedad, con el fin de llegar al punto óptimo que nos movilice hacia la solución sin sobrepasarnos hasta paralizarnos. Una vez que controlamos el nivel de activación, podemos buscar la mejor solución al problema ante el que nos encontramos. Una forma muy efectiva de regular la ansiedad, son las técnicas de relajación. Con la práctica regular de alguna de estas sencillas técnicas, se puede aprender a modular la tensión muscular y mental. Existen muchas técnicas de relajación diferentes (asociadas a la respiración, a la tensión/distensión muscular, a la imaginación, a la meditación o mindfulness, etc,)

En los casos en que uno sólo no es capaz de regular su nivel de ansiedad, la frecuencia en que esta aparece ante situaciones que no son realmente amenazantes es muy alta o uno se siente ansioso de forma continuada (lo que afectará al sueño, apetito, estado de ánimo y conllevará consecuencias en la salud como problemas gastrointestinales, musculares, autodefensas bajas, etc.), la psicoterapia resulta de gran ayuda.