Temo a las enfermedades, al dolor, al puto coronavirus; a la muerte no, ya no. A quedarme sin dientes con los que poder aferrarme a las pocas alegrías que me ofrezca la vida y tener que ir al dentista. A la muerte no, ya he dicho eso. Lo que me recuerda que así termina el poema “Miedo” de Raymond Carver...
El mundo nació en blanco y negro. El mar, los ríos y la lluvia eran blancos; el cielo y la tierra, negros. La brisa era blanca y el viento negro. Las plantas existían solo en escala de grises y los animales lucían esas mismas tonalidades. La Tierra parecía una inmensa fotografía; todo permanecía quieto.
Y es difícil de explicar, eso de no saber casi ni existir. Que me cueste el simple hecho de mantenerme con vida, despierta o hablar. A veces sólo necesito silencio y luces apagadas. Y entiendo que eso sea incompatible con relacionarse con los demás.