“Si no hay espiritualidad, no hay evangelización.”

Salir a anunciar a Jesucristo en las realidades que rodean hoy al ser humano requiere una preparación muy rigurosa que supere las tentaciones del mundo. Esta no es posible si el joven no asume la actitud del discípulo de Cristo, aquél que lo observa, lo conoce y lo sigue. Una vez se despierta el gusto de conocer a Cristo, nunca se alejará de Él, “es imposible conocerlo y no amarlo, amarlo y no seguirlo”. En este contexto, ser Joven de Fe es una invitación a dirigir la mirada a una nueva experiencia de camino con Cristo, la cual propicia ante todo, asumir la juventud desde el corazón y no únicamente desde la edad.

El corazón del joven de fe se rejuvenece continuamente a través del amor que Jesús da, un amor que no muere con los años sino que vive, perdona y permanece por siempre. Solo este amor es capaz de transformar los corazones humanos llevándolos a una plena juventud, porque “Él es la verdadera juventud de un mundo envejecido, y también es la juventud de un universo que espera con “Dolores de Parto”

Esta juventud renovadora y sin límite de edad que se experimenta en el encuentro con el Señor, es posible cuando existe la disposición de un espíritu abierto a la Alegría, la Misericordia y el Servicio, tres elementos fundamentales para oír la voz de Dios, y que Él mismo irá sembrando en quien lo busca.

La espiritualidad que identifica a los jóvenes de fe tiene estas tres expresiones: la alegría, la misericordia y el servicio. Dichas expresiones se asumen en la oración y se hacen visibles en comunidad a través de los encuentros, los retiros, las formaciones, las misiones y las actividades juveniles que buscan una experiencia de “sal al encuentro” acorde a la cultura del encuentro. Cada expresión de la espiritualidad de jóvenes de fe está articulada con las otras dos y denotan discípulo que Dios busca en el cristiano: