Poesía
"Escribir es dejarme llevar
y sobrevivir a lo terrible..."
A veces no me alcanza
Edificar sobre las ruinas del pasado
y volverme espejo de mi presente.
Despertar alguna mitología
y ver nacer una nueva Troya que vuelve a morir,
a nacer y a morir.
Sentir que puedo ser el filo del cuchillo.
Las alas del ángel: ser la esencia.
A veces no me alcanza con desnudarme para sentir el viento.
Quiero ser viento.
Arrasarte con bocanadas de aire.
Esculpir en la arena los gritos que aún no han sido profanados.
A veces no me alcanza con ver volar a las aves.
Quiero ser ave.
Ser el canto, el nido y la cáscara que se fractura
para descubrir la vida.
Y muchas veces, cierro mis ojos
para ver lo que estos me impiden:
la luz, la sangre y los versos del nuevo poema.
...entonces sí siento que soy el viento,
el ave,
y el poeta...
("Tinta como sangre", 2003)
Epílogo
Con el índice dibujó un sonido en el aire, pero de la palabra a la noche hay un abismo circular, el mismo que existe entre la palabra y el poema.
Desolado se alejó de sí hasta quedar desamparado, húerfano como el árbol inclinado a la sombra del mediodía, y sus ojos vieron cómo los pájaros juntan nubes con el pico y se las llevan al nido: el vuelo se alimenta de cielo.
Ahora a cielo abierto quedan vírgenes las alturas. Le hace el amor atrapándolo con la mano, con el ojo, con la palabra, dejando que el aire le acaricie los pulmones: transparente perfume como la mujer en la memoria.
Y se quedó dormido en los límites de la noche, soñando, inventando un lenguaje que se transmita pupila a pupila, cuerpo a cuerpo. Nunca supo que reinventaba al amor.
Lo despertó la lluvia de versos incandescentes que se ajustaban a su cuerpo.
El poema volvió en sí, bostezó celeste, y cantó lo sucedido al aire.
("Patio de infancia", 2006)
II
Atravieso las sombras,
los pasillos,
los armarios vacíos,
las bifurcaciones de la memoria,
las puertas ciegas, numeradas,
las distorsiones del espejo.
Atravieso mi casa
como un templo.
Falta algo.
Siempre nos falta algo.
Las luces se opacan
y me devoran los cuartos de la sed.
("La finitud del vuelo", 2008)
Alejandra Pizarnik
Ayer masticó olvidos en ayuna.
Descascarada la tierra también escuchó el grito
de tu voz enfurecida
rompiendo horizontes de silencios,
rompiendo, armando y volviendo a romper el poema.
Decapitadas muñecas
gritaron con rocío en la voz
en la altura del relámpago que amanece:
¿cuántas veces matamos
a los hijos que no tenemos?
("La finitud del vuelo", 2008)
Patio desolado
En la casa hubo una enorme pileta.
Una pila bautismal donde poner a dormir los pecados.
Desarmaron con ella mi niñez
y las ganas de fingir un río
en el patio de mi infancia.
Ahora no tengo donde ahogar
mi pedazo más humano
y más triste...
("La siesta inesperada", 2010)
Envenena más el reloj...
Envenena más el reloj que la serpiente.
Como en una visión vi un monte de caldenes sujetando la mañana de los pueblos.
Vi una mujer crucificando su felicidad y calmando con vinagre la sed del mundo.
Vi un cementerio plagado de bichos de luz como fuegos en la noche.
Me vi desnudo y entendí los crímenes del azar, los abortos y la memoria.
Las lágrimas son siempre menos que el rocío tempranero,
menos que una copa de vino en la madriguera del hombre solitario.
Quiso el canto que descuelgues mi fortuna con un beso.
("Final de la calle", 2013)
Solo tengo...
Solo tengo el miedo
para que te quedes,
para que lo arrulles como a un grito
para que lo muerdas
y lo hagas estrellitas
en mis pupilas.
("Final de la calle", 2013)
Voces que no había antes..
Voces que no había antes
decapitan mi nombre
para cobrarme la vida prestada,
la inmadurez del llanto,
los abrazos escondidos bajo piedras de nostalgias,
las mujeres que inventé
y las otras,
las que dejaron algo de agua
como lágrimas
en un cuerpo más desierto
que las noches en Anchorena.
Resultan vinos difíciles, los recuerdos...
("Cuaderno de la infancia país", 2014)
A Guadalupe
Pasaron las mariposas por sus ojos.
Los campos por sus ojos.
El árbol de la infancia
por sus ojos y sus lágrimas.
Pasaron los pájaros
y se quedaron sobre las pidras del ripio
como un suicidio.
La niña exendió los brazos para abrazar
y abrazó la muerte.
¿A dónde la puerta para ir a jugar?
Sangró azúcar el vestidito...
("Cuaderno de la infancia país", 2014)
Poema 34
A Catriel, Jonás y Elisa
Cúmulo.
Acumulo recuerdos
para olvidarlos
cosas viejas de viajes hechos
inventados
el inventario de huesos
alfombras
jabones de hoteles
tierra en los zapatos
olvidar
también
que los hijos donarán
el trapo que sobra
el bolso gris
la barba del viejo
habrá cosas que no podrán
Cosas que no pude legarles
ni existen
la muerte perfecta
la perfecta invención
será otra cosa
entre sus cosas
que restará estantes.
luz esdrújula
brújula que salva
son los hijos
y sin embargo entre tanto
siempre perdemos
la última caricia.
("Mirador para tormentas", 2021)
Volví la cara para mirarte...
Volví la cara para mirarte
y en tu mirada se espejó el niño que te amaba
que te corría por el patio ofreciendo un pájaro muerto
una piedra
una pelota de fútbol embarrada
un funeral en los labios.
Estabas igual, con el guardapolvos hasta las rodillas
festejando no sé qué mientras saltabas la cuerda.
Tarareabas. Sí, tarareabas.
Volví la cara para mirarte
y en tu mirada advertí que no me reconocías
que era sólo yo mirando a mi yo en tus ojos,
confundido,
como si estuviese en el patio de escuela y –sin saber por qué -
persiguiéndote todavía con el pájaro muerto
la piedra
la pelota de fútbol embarrada
y el deseo atravesado en la garganta
como un grito.
Yo no sé si vale tanto la pena jugar a volver a verte
y repetir este recuerdo
como si no doliera.
("Mirador para tormentas", 2021)