Un mal día

Emilio Oberti (ganador del concurso literario 2021)

Parecía un día como todos. El hombre se levantó de la cama, fue al baño, bajó las escaleras y fue a la cocina para el desayuno. Allí estaba su mujer mirando en la nevera. Como siempre se sirvió el café y se sentó para beberlo. A mí no me saques nada, no tengo mucha hambre, le dijo. ¡No era cierto! Pronto se dio cuenta de que sin querer decía lo contrario de lo que quería decir.

La primera cosa que pensó fue que estaba soñando, y que esa era una pesadilla, una pesadilla bastante extraña. Hizo de todo para intentar despertarse pero nada, ese no podía ser un sueño, y en ese punto se levantó de la silla, subió las escaleras, entró en su habitación y se sentó en la cama mirando la mesilla. Al final fijándose bien en el vaso con agua medio bebido y en cajas desordenadas llegó a una conclusión: había tomado mal las pastillas.

Solo esa podía ser la causa del hecho, pero en ese momento el problema era más grande: tenía que ir a currar. Cogió ropa sin mirar en el armario, se subió al coche, se vistió y arrancó. Ese día en el centro había un incidente en la carretera, y como tenía prisa empezó a pitar sin parar al coche delante de él. El conductor de ese coche, cansado del pitido del pobre, salió del coche y fue a insultarle. No solo se tomó mal las pastillas, estaba parado en la carretera y no podía llegar a tiempo al trabajo, pero también lo insultaban. Lo que pasó fue que en ese momento, cabreado por el día que estaba teniendo y queriendo insultar al de adelante solo consiguió decir “muy amable usted al insultarme”.

El efecto de las pastillas no había acabado. Ahora entraba en la oficina, con 30 minutos de retraso; diciendo todo lo que pensaba al revés, sus colegas pensaban que se había vuelto loco. Acabó yendo al despacho de su jefe, pensando que la motivación fuese su tontería, cuando en realidad su jefe quería felicitarlo por el trabajo que había hecho el día antes. Había estado casi toda la noche en la oficina. Salieron de la boca del pobre palabras como “siendo que NO llegué con retraso NO le pido disculpas y quizás me despida”. El jefe como era listo y se dio cuenta que ese día no estaba bien de la cabeza, le aconsejó que volviera su casa a descansar.

Volvió a su casa, y siendo que hacía bastante calor y en casa no había nadie, se puso en el jardín a dormir en una silla, siguiendo un razonamiento personal: Si despertándose se había vuelto así, tenía que dormir y despertarse una segunda vez para quitárselo de encima.

¡PERO, AY! Le había golpeado en la cabeza una pelota de baloncesto, seguramente de los vecinos que estaban jugando. Algo había cambiado: al efecto de hablar al revés se sumaron caminar al revés y silbar cuando hablaba, pues la pelota le había roto un diente.

No podía seguir así todo el día. Entonces fue al hospital, y toda la gente que había allí lo veía y pensaba que se había confundido de lugar y tenía que ir a una escuela de danza o algo parecido, porqué caminando atrás como hacía parecía que estuviese imitando a Michael Jackson.

Fue complicado explicarle al médico que lo que le pasaba era que decía justo lo contrario de lo que quería decir... Al final el médico le dio un somnífero y, tras una noche de descanso, despertó muy relajado. Allí estaba su mujer. Me alegra que estés aquí, le dijo mirándola a los ojos, te quiero mucho...

¿Estaría ya curado?