TU SILENCIO
Explícame qué haces en tu jaula de algodón y por qué tú mismo la custodias.
Dime por qué
eres el vigilante de tus pensamientos
y guardas la llave de tu celda.
Sé de sobra que cabes entre los barrotes, pero no quieres salir.
Entre las nubes puedes sentirte cómodo, porque ni siquiera sabes
lo que es incómodo
si nunca te apoyas en nubes más ásperas.
Tienes miedo.
Lo sé porque nunca has salido
de la cárcel, de tu cárcel.
Y de ella, conoces todos sus pasadizos.
Y también sabes cómo articulan
todas las cerraduras.
Y, ¿qué haces?
Preocuparte por la soledad de sus pasillos, por los caminos
de una cárcel sola con un solo preso.
Eres el alcaide y el recluso del alcaide.
Te gustaría escribir tus memorias,
sin recuerdo,
con memoria de la cárcel, de tu cárcel.
Te gustaría encenderte y brillar,
como luz en la sombra,
pero te apagas como un árbol de otoño.
No caen tus hojas, pero sí tus ojos, lentamente,
como las compuertas de la cárcel,
de tu cárcel
FELIZ
Yo soy feliz. Yo soy muy feliz.
Soy tan feliz que cuando quiero ver el cielo, ninguna nube me lo tapa. Y si me lo tapa, pues ya no quiero ver el cielo.
Porque mi felicidad
no depende de una nube.
Una nube no es feliz. Una nube es gris y fea y no sabes cuándo se va a marchar.
Pero el cielo es azul y profundo.
Y el cielo me recuerda al mar.
Y yo, cuando veo el mar soy feliz,
porque no sé dónde acaba.
Y esa sensación es mágica.
Y la magia es feliz. Porque te hace latir
un poquito más deprisa
y abrir un poquito más los ojos.
Y cuando abres un poquito más los ojos, también curvas un poquito más los labios. Y entonces, sonríes. Y si sonríes, vives.
Y si vives, eres feliz
TÚ Y YO
Dime qué haces, tú, o sea, yo,
cuando prometes y no cumples.
Dime qué haces y por qué dejas de hacer. Digo, o sea, dime, qué piensas
cuando no haces,
y qué haces cuando no piensas.
Me gustaría, o sea, te gustaría saberlo. Pero dímelo susurrando,
pues no quiero que se entere, o sea,
no quiero enterarme. Pero, al menos, di.
Al menos dame una razón,
porque me conoces
mejor y peor que nadie.
Cuéntame por qué tengo, o sea,
por qué tienes miedos.
Ya sé que has abierto la puerta para pasar, pero ahora tienes que salir
para que yo pueda entrar, o sea,
puedas entrar.
No te preocupes, porque no te trancaré,
o sea, no me trancarás.
Además, los dos tenemos la misma llave. Aunque, a veces,
no sé por qué no la uso, o sea,
por qué no la abro
y por qué todavía puedes pasar.