CAP 4

CUARTO CAPÍTULO

El capitán se despidió del gobernador y continuó su rumbo en alta mar. El objetivo estaba cada vez más cerca, y los animosos tripulantes cada vez figuraban más ansiosos. Restaban apenas cuatrocientas millas. Con la extensa manutención de alimentos que habían recibido en Cladevitare, Leonard ordenó un banquete para aquella noche. Los grumetes se relamían solo con oírlo. Klay sonreía desde el mástil mientras apuraba su última caja de habaneros.

- ¡Por los tripulantes del buque Hamilton! ¡Salud, camaradas! – exclamaba el capitán para abrir el ágape - ¡Esta puede ser una de las últimas noches antes de completar la travesía! Disfruten, caballeros.

El festín se prolongó hasta pasadas las dos de la mañana. A esas horas, solo quedaban Klay, Leonard, el piloto Bob, y también los artilleros Connor y Lewis. Algunos estaban más despiertos, otros ya habían caído en el letargo y despertaron allí al día siguiente, acompañados de empacho y dolor de espalda.

A la mañana, Leonard fue el primero en levantarse, el primero en saber que el sueño flotaba hacia su desenlace, el primero en saber que las siguientes 48 horas eran las últimas 48 horas. Había sido un viaje tan largo, que ahora parecía demasiado corto... Siete semanas sobre las olas, siete semanas sobre la ilusión de llegar a un lugar que hasta ahora era abstracto y que, con el paso de los días, comenzaba a dibujarse en las mentes de los tripulantes. Leonard había preservado su entereza durante la totalidad del recorrido, pero a escasos dos días de darle término, el capitán empezaba a dudar. Esta travesía había sido su anhelo durante años, pero aun así no era capaz de aventurarle un final. Hasta el hombre con el corazón más rígido puede sentir miedo alguna vez. Y Leonard, tenía miedo. Él jamás había cuestionado dos veces sus razones de acción ni su pensamiento, pero ahora hesitaba como nunca. A veces, las convicciones más profundas de nuestra mente son también nuestros miedos más oscuros de nuestro alma, y la vida había colocado a Leonard frente a ellos, desnudo y vulnerable.

El capitán continuaba su reflexión... Cada una de las civilizaciones que había visitado era más esperpéntica que la anterior. Cada una de ellas le había hecho sentir más ignorante ante los secretos de la mar. Quien fuera un capitán experimentado con décadas de expediciones a sus espaldas, ahora era un niño jugando en la bañera, preguntándose por qué no explota la pompa de jabón. Y es que, ya se acababa la hora del baño... Y Leonard no quería admitirlo. Y se encerró en su camarote. Y esperó a que llegara por fin el momento. Y no salió hasta entonces. Y los grumetes fueron a llamarle. Y él no contestaba. Y ellos no entendían. No comprendían porque su barco viajaba con los faros encendidos y su capitán con los ojos cerrados

Se hizo de noche. Leonard seguía en su habitación. Klay fue a llamarle, pero el capitán no le abrió, así que el contramaestre intentó que le escuchara detrás de la puerta.

- ¿Cómo está capitán?

- Estoy bien Klay, perdona el numerito de hoy. Espero que hayas mantenido la calma ahí fuera.

- Todo sigue en orden, Leonard. Todo sigue en orden. – reafirmaba Klay con serenidad - Mañana es el gran día. Descanse bien capitán, desde fuera ya se observa con más nitidez el Finisterre, pero usted mejor aguarde a mañana para verlo con ojos frescos. Ahora es tarde

- ¿Tú crees que lo lograremos Klay? ¿Crees que serán ciertas nuestras convicciones? ¿Y de ser cierto que el mundo es plano, como haremos para maniobrar y no caer al vacío?

- Bob se encarga de ello, capitán. Usted mismo lo eligió como piloto. Yo confío en él. Y usted también debería

- Pero, ¿y si no nos da tiempo? – decía Leonard nervioso

- Capitán este barco es rápido como un pez luna, robusto como un cachalote e inteligente como un delfín. Y todo ello orquestado por Bob

- Tienes razón, Klay, ¿por qué debería de dudar de él? Estoy empezando a perder la cordura – decía Leonard al otro lado de la compuerta

- Bueno Leonard, esté tranquilo

- Es difícil, creo que me iré a dormir. Mañana espero pensar con mayor claridad

- Correcto. Descanse bien, Leonard y, recuerde; el tesoro aguarda para quien se muestra digno. Buenas noches capitán – Klay se despidió con dos suaves toques a la puerta del camarote y se marchó al suyo.