la tristeza de la condesa de chinchón

Raquel Mateos

¿Acaso asegura la sangre real librarse de una vida desdichada? La respuesta es no. Lo veremos a través de la trágica vida de la condesa de Chinchón.

María Teresa Josefa de Borbón y Vallabriga, sobrina de Carlos III, nació en 1779 en la provincia de Toledo, alejada de la corte debido a desavenencias entre el rey y su padre, el infante Luis Antonio de Borbón. La infortunada noble vivió toda su vida desgracia tras desgracia. Tras la muerte de sus padres es enviada a un convento, sin embargo, por deseo de la reina María Luisa, la joven contraería matrimonio con Godoy. Este, a pesar de ser el hombre más poderoso de la corte, hizo infeliz a su esposa y tuvo múltiples amantes, entre ellas la reina. Su unión sería anulada en 1815.

Para colmo de desgracias, la reina la separa de su única hija. Tras alejarse definitivamente de la corte sufre etapas de penuria económica, es desterrada a Toledo y posteriormente exiliada en París, donde vivió los últimos años de su vida. Allí tuvo un amargo romance con un coronel, quien la maltrató, y muere en 1828 a los 48 años por un cáncer de matriz. Ya lo dice el refrán: No es oro todo lo que reluce.

La condesa fue retratada en varias ocasiones por el pintor real Goya junto a su familia y también en solitario. El cuadro más famoso fue pintado durante el embarazo de la dama y actualmente se conserva en el Museo del Prado.

El retrato presenta a la dama en solitario, sentada en una butaca dorada, en un ambiente oscuro que hace resaltar su figura. Podemos apreciar el suave contraste entre la sencillez de su vestido de seda blanca, con detalles color oro, frente a lo complicado de su tocado y su peinado, repleto de tirabuzones siguiendo la moda francesa de la época. Examinando el cuadro desde cerca también podemos notar la diferencia entre las pinceladas sueltas que componen el vestido frente a la mayor exactitud y realismo con que está pintado su rostro. Por otro lado, al observar el cuadro desde la distancia se aprecia la suavidad y el brillo de la seda blanca de la prenda a la moda de París.

El cuadro está lleno de detalles que nos permiten interpretarlo. Como acostumbra el pintor, la obra no es un simple retrato, sino que en él muestra con naturalidad la personalidad de la dama. La forma en que cruza las manos sobre su regazo es un gesto típico que revela el embarazo de la joven y las espigas de su tocado son símbolo de fertilidad. La condesa porta un anillo con un camafeo de su esposo, de carácter sentimental. Sin embargo, el ambiente lúgubre y solitario en el que se sitúa la escena transmite la soledad y la infelicidad que realmente sentía la joven.

Comparando este con otros cuadros del famoso pintor, podemos diferenciar la postura relajada adoptada por la condesa frente a las de poder y superioridad que muestran otros nobles, así como la mirada perdida de la joven tan distinta de la arrogancia de los aristócratas.

Este fascinante cuadro que inaugura el siglo XIX, está expuesto en el museo del Prado desde el año 2000 y fue restaurado el pasado año a cargo de la conservadora Elisa Mora.

Este año se conmemora el 275 aniversario del nacimiento de Goya. En Aragón, su tierra natal, se organiza una serie de eventos y actividades para celebrar el acontecimiento. En el siguiente enlace se puede consultar las actividades programadas: https://fundaciongoyaenaragon.es/2021/02/Actividades/