En el fondo nuestro yace un ser libre que tiene por única ama su intuición: la mujer salvaje. La niña fue criada, educada y pulida, pero para vivir entera, la mujer deberá reconquistar su naturaleza profunda. Aquí, el arte es el camino que la lleva a sí misma. Se revelan en esta creación escénica las huellas de una trashumancia de la cultura a la libertad, de la educación a la intuición.
“Cuando las mujeres reafirman su relación con la naturaleza salvaje, adquieren una observadora interna permanente, una visionaria, una inspiradora, un ser intuitivo, una hacedora, una creadora, una inventora y una oyente que sugiere y suscita una vida vibrante en los mundos interior y exterior… Puede que hayamos olvidado los nombres de la Mujer salvaje, pero en lo más hondo de nuestro ser la conocemos, ansiamos acercarnos a ella… Se la puede llamar naturaleza instintiva… En navajo es Na’ashjé’ii Asdzáá, La mujer araña que teje el destino de los seres humanos y los animales, las plantas y las rocas… En el Tibet, se llama Dakini, la fuerza danzante que otorga clarividencia a las mujeres… A veces se la llama « la que vive al borde del mundo ». Y esta criatura es siempre una hechicera-creadora.”
Clarissa Pinkola Estés, Mujeres que corren con los lobos