Sin embargo en los denominados países desarrollados parece que, mucho más a menudo de lo que sería deseable, nos olvidamos de la trascendencia que el agua tiene para nuestras vidas y de la devastadora repercusión que su falta nos acarrearía. En infinidad de ocasiones (prácticamente a diario) nos comportamos como si se tratara de un recurso ilimitado y derrochamos de forma irracional e innecesaria cantidades considerables (e incluso ingentes) de agua. Es evidente que no somos conscientes de que la realidad es muy diferente: los recursos hídricos, al igual que el resto de los recursos naturales, son limitados. Por este motivo, se hace necesario reflexionar sobre cuáles son las razones que nos llevan a comportarnos de tal manera y buscar estrategias que nos ayuden a cambiar radicalmente este tipo de conductas.