Movilidad social, clave para un mejor equilibrio con menor desigualdad y mayor crecimiento económico.

¿De verdad, cada quién tiene lo que se merece? En todo caso, pareciera que no todos los límites se autoimponen y que algunos, o varios de ellos, ya están predeterminados.

Azael J. Mateo Mendoza
17 de junio del 2018

De acuerdo al estudio A Broken Social Elevator? How to Promote Social Mobility, la baja movilidad en términos de ingresos en México, si se comparan con los países de la OCDE, revela que 48 por ciento de las personas cuyos padres pertenecen al 20 por ciento más pobre, acaban en ese mismo estrato social. Es decir, 1 de cada 2 personas que nacen en pobreza se quedan pobres por el resto de su vida, independientemente del mérito o su esfuerzo.

La organización destaca la relación inversa entre desigualdad económica y tasa de crecimiento económico a través de dos canales: la política fiscal y las políticas de educación y salud. De manera inversa, un bajo crecimiento económico limita las posibilidades de redistribución e inversión en capital humano y, por ende, contribuye a la creación y persistencia de desigualdades.

«En los países en vías de desarrollo, las condiciones de origen determinan en gran medida las condiciones de vida futuras», detalló la organización, «Así, las diferencias en las ventajas heredadas –recursos materiales, conexiones sociales, genéticas y culturales– se magnifican en un contexto de mayor desigualdad de oportunidades». Esas desigualdades son las barreras a la movilidad intergeneracional.

Raymundo Campos, investigador del Centro de Estudios Económicos del Colegio de México, levantó una encuesta representativa a nivel urbano de 2600 hogares en donde además de poder medir la movilidad social, se dio cuenta que la elevada prevalencia de la pobreza, un mercado laboral con informalidad y con poca presencia de las mujeres, así como una calidad escolar insuficiente y la exclusión financiera están detrás de la movilidad social baja.

El financiamiento a la seguridad social contribuye a crear y perpetuar las diferencias sociales.

En lo que respecta al CEEY, un Centro de Estudios especializado en la movilidad social, uno de los factores detrás de la disminución en las últimas décadas de la desigualdad en América Latina ha sido el incremento de cobertura de los programas sociales. La falla fundamental en estas políticas públicas ha sido la informalidad, esta aparece como una de las barreras más importantes para el crecimiento económico y contribuye a la persistencia de las desigualdades económicas y sociales, por ello limita la movilidad social.

En su libro «El México del 2018: Movilidad social para el bienestar» expone que la elevada informalidad afecta el crecimiento económico directamente a través del comportamiento de las empresas en el sector informal y también de manera indirecta porque limita la inversión pública. «Los recursos del Estado que deberían destinarse a la inversión para el desarrollo se han canalizado cada vez más en el financiamiento de una seguridad social paralela no contributiva para los trabajadores informales y sus familias».

Un ejemplo de políticas públicas que han buscado promover el crecimiento económico sin considerar la desigualdad inicial, y que han tenido resultados pobres en el caso de México, son las denominadas reformas estructurales. Otro ejemplo es el TLCAN, que solo ha impulsado el crecimiento económico en aquellas regiones del país que ya contaban con mayores niveles de capital humano y menos desigualdad

Una mayor movilidad social, además de efectos positivos sobre justicia y cohesión social, también genera una dinámica de mayor crecimiento económico con menor desigualdad de resultados. Para lograr alcanzar una situación como esta, se requiere del diseño de instrumentos de política pública que liberen el potencial de toda la población.