La construcción de una mejor sociedad será feminista o no será.

La desigualdad de género es real y es una pandemia. Asumir una perspectiva de género significa ir más allá de ser empáticos, implica adoptar una mirada feminista, sumarse a una lucha contra las injusticias perpetradas históricamente contra las mujeres y en favor de la construcción de una sociedad igualitaria.

Azael J. Mateo Mendoza
20 de Agosto del 2019

Vivimos en una sociedad con sistema sexista donde se conceden privilegios a las personas de un sexo en detrimento de las personas de otro sexo, donde las categorías sexualizadas colocan la figura de la mujer, y todo lo que no corresponde con el varón hegemónico en una posición de inferioridad. La desigualdad de género es real y es una pandemia. Asumir una perspectiva de género significa ir más allá de ser empáticos, implica adoptar una mirada feminista, sumarse a una lucha contra las injusticias perpetradas históricamente contra las mujeres, y en favor de la construcción de una sociedad igualitaria. En principio no debería darse ninguna justificación para luchar por ello, pero la realidad dista mucho de ser así. Mientras que la ONU declara a la violencia de género en México como pandemia, al interior de nuestro país no se hace nada. Repudio, condena y acción cuando la tragedia viene de afuera; silencio, complicidad y evasión cuando viene de adentro.

El pasado viernes una marea rosa inundó las calles del centro de la Ciudad de México para protestar contra la violencia de género de la que son víctimas todos los días las mujeres de nuestro país. La diamantina rosa se convirtió en el nuevo símbolo de la lucha feminista, “juntas brillamos más” escribió una activista en un cartel. Ser mujer en México es un deporte extremo si se me permite el eufemismo: diario asesinan a 9 mujeres; más del 50% de la población total de mujeres ha sufrido algún tipo de abuso; cada 4 minutos ocurre una violación sexual y 70% de estas suceden en el contexto familiar o social. En México, si eres mujer y tienes entre 15 y 45 años de edad tienes más probabilidad de ser violada o asesinada que de enfermarte de cáncer o contraer VIH.

El maltrato a la mujer, definido como “Todo acto de violencia basado en la pertenencia al sexo femenino que tenga o pueda tener como resultado un daño o sufrimiento físico, sexual o psicológico para la mujer, así como las amenazas de tales actos, la coacción o la privación arbitraria de la libertad, tanto si se produce en la vida pública como en la vida privada” de acuerdo con las Naciones Unidas, ha sido el crimen con las cifras más altas en el mundo, además de ser de los más persistentes debido a la impunidad y el silencio. México no es ajeno a este problema global, sin embargo, puede tener una visión única de él. La ONU declaró en 2016 a la violencia de género en nuestro país como pandemia. Tres años después, como si todos esos datos no hayan sido suficientes para poner en marcha todo el aparato jurídico, político y económico que tiene el Estado para solucionar la crisis de violencia de género, las victimas todavía tienen que salir a protestar para reclamar algo que constitucionalmente merecen: el respeto efectivo a sus derechos humanos.

La crisis de violencia de género en nuestro país está llegando a niveles draconianos. Los límites de la atrocidad humana han sido rebasados. Resulta imposible creer que una mujer haya sido violada por policías dentro de una patrulla, o que allanaran el domicilio de una señora de la tercera edad para robarle y posteriormente violarla sexualmente y golpearla provocándole la muerte, o que una menor haya sido drogada y violada dentro de su escuela, o que las autoridades de un museo hayan violado a una visitante, o que una mujer se haya arrojado de un auto en movimiento por temor a ser secuestrada, o que todo esto haya pasado en tan solo dos semanas aquí en la CDMX. La violencia de género es real y la siguiente víctima puede ser tu hermana, tu madre, tu novia o amiga. El movimiento feminista lucha contra las injusticias de las que son víctimas las mujeres, pero en realidad los asesinatos, los secuestros y violaciones son actos que deberían mantenerse ajenos a lo posible. No son actos de injusticia sino de salvajismo primitivo. Ya basta.

Fotografía tomada de Twitter, autor desconocido.

Resulta paradójico que, aunque la paridad de género haya llegado al Congreso de la Unión por primera vez en su historia, la agenda legislativa aun tenga pendiente la igualdad de género. Los avances que ha tenido el género femenino en su representación política son llanos y engañosos sin un verdadero radio de influencia y de propuestas para disminuir las brechas de género. La reforma constitucional en materia de paridad de género representó un gran avance para la igualdad en nuestro país, pero decir que con ella se resolverán todos los problemas de discriminación y exclusión que afectan a las mujeres sería faltar a la verdad. Sin duda alguna, México tiene todavía mucho por hacer.

La marcha feminista del día viernes puso en relieve que somos una sociedad que está a años luz de alcanzar su madurez. No sabemos ni siquiera qué es la empatía. Sin importar el género, edad, etnicidad o estrato socioeconómico muchos mexicanos movieron la conversación del fenómeno hacia los efectos negativos de la marcha: vidrios rotos, paredes pintadas y pérdidas monetarias. A todos ellos, deberían recordar que, antes que un costo capital, la violencia debe ser jerarquizada según su daño contra la vida. Los inmuebles tienen reparo, la vida de miles de mujeres no. El reclamo por proteger los monumentos históricos, símbolos de movimientos sociales disruptivos del pasado, me parece el absurdo más ridículo que pudieran encontrar los detractores de la marcha. ¿Qué es el feminismo si no un movimiento social disruptivo?

La 4T ya dejó entredicho que no será feminista. ¿De qué sirve tener a una mujer al mando si le da la espalda al resto de su género? Claudia Sheinbaum está en deuda con las suyas. Este gobierno no se diferencia de sus predecesores en materia de derechos humanos, dan discursos vacíos que suenan a respuestas pretendiendo que la gente las acepte. Lo más triste es que seguimos fracasando porque, aunque no les creemos tampoco les reclamamos, y si lo hacemos, queda la posibilidad de ignorarlo conforme pasa el tiempo y dar la media vuelta. Por eso ahora, a todas las que han tenido la fuerza de enfrentar esta injusticia, de reclamar lo que no debiera ser reclamado, de luchar una igualdad por y para todos, de dar el ejemplo, a todas ustedes tres palabras: no se detengan.

Nota del autor:

Este escrito ha sido motivado por la consciencia y reflexión a la injusticia social de la que son víctimas las mujeres, nunca se presentó como propósito la apropiación del movimiento feminista. Como hombre jamás podré entender lo que una mujer ha vivido, por eso parto de esto para considerar a este trabajo como una aportación a su lucha sin caer en el oportunismo.