A diez años de la crisis: el papel de la política fiscal en México.

En México, la economía sufrió una caída tremenda en la producción, la mayor de cualquier país afectada por la recesión norteamericana. .

Azael J. Mateo Mendoza
13 de septiembre del 2018

Esta semana se cumplen 10 años de la mayor crisis de la era contemporánea, la llamada “crisis subprime”. La economía mexicana fue la peor afectada por la recesión norteamericana debido a la estrecha relación comercial que históricamente han mantenido. La recuperación económica nacional se apoyó de la política fiscal debido al manejo inadecuado de la política monetaria que para entonces Banxico había realizado. Las consecuencias de la crisis y de las medidas tomadas siguen repercutiendo hasta nuestros días.

Cuando se presentó la crisis del 2008, la política monetaria que adoptó México fue contra la tendencia global, entonces Hacienda tuvo que reaccionar implementando por primera vez en mucho tiempo una política fiscal contra-cíclica: se elevó el gasto. Este aumento del gasto muy por encima del ingreso presupuestario continuó por varios años, lo que en su inicio fue una política fiscal contra-cíclica, años más tarde se convirtió en un problema de déficit público bastante elevado. Los déficits que debieron ser temporales se convirtieron en una práctica recurrente que han mermado el crecimiento de la economía nacional hasta estos días.

La administración federal de Enrique Peña Nieto se enfrentó a un escenario global adverso que imposibilitó un uso generoso del gasto público, clave para alcanzar las cifras que se habían establecido como metas de corto plazo. Algunos mecanismos a los que se recurrió para incrementar el presupuesto fueron la deuda, una reforma fiscal y el remanente de operación que realizó Banxico y que transfirió a Hacienda. En suma, estos mecanismos le dieron cerca de 8 puntos del PIB adicionales para hacer política fiscal, el problema fue que esto no se tradujo en un crecimiento económico más elevado. Durante el sexenio del actual presidente, la inversión pública (cuyo uso eficiente pudo haber sido el detonante del crecimiento económico nacional) se mantuvo siempre entre los dos puntos porcentuales del PIB. Mientras que el gobierno de Enrique Peña Nieto intentaba restaurar la economía nacional, México era evaluado como uno de los peores países miembros de la OCDE en cuanto a inversión del gobierno se trataba. El deterioro de la inversión pública bruta era similar al que enfrentaban algunos países que vivían en medio de una guerra civil.

Obligado por el discurso de política económica, Luis Videgaray Caso, Ministro de Hacienda durante los primeros años de la administración de Peña, se pronunciaba a favor de cuidar la responsabilidad fiscal y adelantaba que reducirían el déficit fiscal sin crear nuevos impuestos ni aumentar los impuestos ya existentes, pero lo que en realidad ocurrió fue que el gasto público se fue incrementando año con año y la deuda nacional como proporción del PIB continuó al alza. El abuso indeseable de las adecuaciones presupuestales sin ningún criterio que las respaldara ni asegurara un mayor crecimiento económico y la falta de transparencia motivaron a la gente en pensar que la inversión pública era sinónimo de corrupción.

También hubo muchos aciertos en este periodo: se mantuvo la estabilidad nominal, subió la recaudación tributaria y esta compensó la caída del precio del petróleo, se mantuvo una inflación relativamente baja, todo esto a pesar de enfrentarse a un contexto internacional desfavorable por el alza en tasas de interés y el factor Trump. Los pendientes que se mantienen son la corrupción, la impunidad y la inseguridad, que fueron crispando el ambiente. Bajo esta línea, el nuevo gobierno entrante tiene un gran acierto al asegurar que no se crearían nuevos impuestos para aumentar el presupuesto público, sino que se trabajaría de manera eficiente con la recaudación actual para legitimar el gasto público y poder entonces, en un futuro, aumentar los impuestos.

Muchos han dicho que la crisis de septiembre de 2008 representó el fin del capitalismo, lo cierto es que los efectos de aquella gran crisis aún se perciben en nuestros mercados y los fantasmas no han terminado de desaparecer.