Supremacismo, machismo, desregulación y dinero: ingredientes de un tiroteo

Las masacres del fin de semana en Estados Unidos marcan con claridad un problema estructural en esa sociedad

José Luis López
08 de agosto de 2019

El poder económico de algunas empresas o asociaciones no sólo tiene la capacidad de influir en las decisiones políticas, sino también incidir en la vida de las personas, ya sea para bien o para mal. Por tanto, un problema tan delicado como lo son las masacres ocurridas el fin de semana en Estados Unidos, es el perfecto ejemplo de la interferencia del dinero entre las políticas públicas y la seguridad de los ciudadanos.

Cuando se hacen políticas públicas, económicas, de salud, de seguridad o cualquier otro tema, resulta obligado para el gobierno hacer consultas con el empresariado para asegurar que no tendrán el mayor impacto en sus actividades, supuestamente para proteger el trabajo, pero también porque no les resulta deseable crear una oposición con poder económico; en otros casos, son las asociaciones o empresas quienes buscan fraternizar con los políticos y financiar sus carreras para que en el futuro se vean favorecidas, siendo uno de estos casos el de la National Riffle Association o Asociación Nacional del Rifle (NRA, por sus siglas en inglés).

La Asociación Nacional del Rifle es una organización estadounidense sin fines de lucro, fundada en 1871, que tiene como función principal la protección del derecho a poseer armas, tanto para actividades deportivas, cacería o para defensa personal. Además, cuenta con diversas revistas, cursos de entrenamiento en el uso de armas y organiza eventos de tiro y venta de armas, contando con ingresos anuales de 400 millones de dólares.

Para 2017, se aseguraba que contaban con cinco millones de miembros activos y con 19 millones de personas que se reconocen como miembros, pero no militan activamente; en suma, equivalen a poco más del 7% de su población. Por tanto, la NRA evita el control de armas, argumentando el derecho constitucional, la libertad y la defensa personal y nacional.

Lo anterior tiene fundamentos en la Segunda Enmienda a la Constitución de los Estados Unidos, hecha en 1791, basada en que ningún nivel de gobierno puede infringir su uso o tenencia. Surgió en un periodo de tiempo en el que se tenía temor a una invasión y reconquista del imperio inglés sobre el territorio estadounidense, así como en la necesidad de explorar el oeste. El postulado que justificó esta enmienda señalaba que “como es necesaria una milicia bien ordenada para la seguridad de un Estado Libre, no se violará el derecho del pueblo a poseer y portar armas", hecho que en la actualidad es obsoleto, dado que cuentan con una policía y un ejército bien capacitados, pero los ciudadanos no quieren renunciar a este derecho al argumentar que la portación de armas es símbolo tanto de libertad como patriotismo.

En los últimos días, el derecho a la portación de armas en Estados Unidos ha estado en la mesa de análisis de decenas de personas nuevamente, luego de los tiroteos en El Paso, Texas, y Dayton, Ohio, ocurridos en un Walmart y en las afueras de un bar, respectivamente. En ambos casos hay coincidencias, pero no casualidades: ambos fueron ejecutados por hombres blancos jóvenes, con antecedentes de inestabilidad mental, al ser declarados por sus compañeros como personas agresivas e impulsivas, y pese a esto, no hubo restricciones en la compra de las armas que quitaron la vida de más de 30 personas.

Patrick Crusius, de 21 años, el asesino de 22 personas en El Paso, no ocultó sus motivos: su plan era matar a tantos mexicanos como pudiera, en un claro mensaje de odio, fanatismo, intolerancia y una respuesta ante la invasión hispana en Texas de aquellos diferentes a su cosmovisión de cómo debe de componerse “su” país.

Connor Betts, de 24 años, es el autor de la masacre en Dayton, con un número de 9 muertos (incluida su hermana) y 27 heridos; en el pasado presentó problemas psicológicos, pues había elaborado una lista de gente para matar, que incluía chicas que no habían querido salir con él. Supuestamente fue arrestado a causa de dicha lista, pero volvió a sus actividades poco después.

Si lo que detonó la violencia de estos individuos fueron los videojuegos, su ideología radical contra grupos en específico, las redes sociales, la televisión, el discurso de Trump, o alguna otra razón, lo único que importa es que su locura fue consumada por el fácil acceso a las armas.

Una cita del Joker (o el Guasón), personaje de DC Comics, dice que “la locura es como la gravedad, basta con un pequeño empujón”, lo que en la realidad es perfectamente aplicable. Para Connor Betts, el empujón fue el rechazo de aquellas mujeres, para Patrick Crusius lo fue “el problema mexicano”, generando locura y el asesinato a sangre fría de decenas de personas.

Irónico, la edad legal para comprar bebidas alcohólicas en Estados Unidos es 21, pero para adquirir armas largas se permite contar con 18 años.

¿Por qué no se ha regulado el uso de armas? Primero, no hay legislación federal y cada estado tiene la facultad para hacer las leyes de regulación de armas que considere adecuadas; segundo, hay intereses millonarios: de la NRA, de las armerías y de la industria armamentística; tercero, de forma legal, decenas de miembros del gobierno, especialmente del Partido Republicano, son financiados anualmente por la NRA, siendo el presidente Trump uno de los mayores beneficiados, pues en su campaña recibió 30 millones de dólares; otro de los consentidos es Marco Rubio, senador por Florida, con 3 millones de dólares según algunas estimaciones. Además, entre 2000 y 2012, la NRA donó 80 millones para campañas políticas.

Es irresponsable decir que un fenómeno de esta clase se va a erradicar sólo con control y regulación de armas, es necesario impulsar mayor atención a los problemas de salud mental y una atención efectiva. Pero claro, esto cuesta un dinero que nadie está dispuesto a pagar.

El lado económico pesa, y pesa mucho. No son relevantes los cerca de 250 ataques múltiples con armas de fuego que han ocurrido en lo que va del este año, como pensar en los ingresos de la industria armamentística (cercanos a los 42 mil millones de dólares anuales) o en las personas que son beneficiadas directa o indirectamente por la NRA y otros.