¿Por qué Fitch redujo la calificación de Pemex y qué implica? Alternativas de solución del Gobierno Federal

Fitch ha reducido la calificación de Pemex a BBB-, lo que implica una llamada de atención urgente al gobierno de México para rectificar esta situación, que debió hacerse hace años.

José Luis López
31 de enero de 2019

Coloquialmente, a Pemex se le conoce por dos nombres: la joya de la corona o la gallina de los huevos de oro y efectivamente su papel en el desarrollo del país, a través de aportaciones de sus ingresos a las finanzas públicas, ha sido tan importante durante todo el siglo XX e inicios del XXI, que estos sobrenombres no están fuera de la realidad. Sin embargo, las condiciones geopolíticas no han permitido que esto continúe de forma sostenible, pues Pemex ya no produce lo que solía hacer en el pasado, a la par de que los precios internacionales del crudo se han reducido de forma impresionante en los últimos años (el precio internacional de petróleo llegó a ubicarse en junio de 2008 en $136.03 dólares por barril, mientras que a finales de 2017 y principios de 2018, su precio se ubicó rondando los $60.16 dólares por barril), de modo que no existen los incentivos suficientes para que Pemex realice mayores inversiones en incrementar la producción de barriles al mes, ya que el último dato proporcionado de INEGI, a principios de 2018 era de 597,949,000, mientras que en 2008 se tenía un promedio de 907,547,000.

En la medida que se toma en cuenta la cantidad de recursos que se dirigían a las finanzas públicas de origen petrolero y que ahora ya no resulta posible en la misma magnitud de años pasados por lo señalado con anterioridad, puede apreciarse que hay un fuerte problema. No se busca criticar que Pemex aporte parte de sus ganancias al gobierno, pues esta es la finalidad de la empresa paraestatal y así debe seguir siendo, pero lo que sí es erróneo es que se le quiten tantos recursos a esta y se le dejé sin oportunidades de invertir, de renovarse a sí misma y a su tecnología, buscar nuevos pozos y aumentar la productividad cuando se requiera, pero se tiene atada de manos a la institución, porque no cuentan con los recursos suficientes para hacerlo.

Es precisamente esta condición la que generó que recientemente la Agencia Calificadora Fitch le haya reducido el valor de su nota, en estándar internacional de BBB+ a BBB-, mientras que en moneda extranjeras como nacionales se redujo de AAA(mex) a AA(mex), pues en el documento donde hizo oficial esta nueva perspectiva se señala que “El deterioro del perfil credicitio individual de Pemex es principalmente el resultado de una distribución excesiva de fondos al gobierno mexicano (…) Como resultado, el balance general de la compañía se ha debilitado constantemente, con un crecimiento significativo en la deuda y capital contable desde 2009”.

De este modo, al no contar con recursos propios y con un encarecimiento en la contratación de deuda a causa de esta calificación de Fitch, Pemex no podrá perdurar en el tiempo en esta condición, retrasada tecnológicamente respecto a las petroleras del resto del mundo y sin recursos para renovarse, especialmente en la actualidad que Pemex ya no es un monopolio, pues a partir de la Reforma Energética de 2013 ya han entrado diversas compañías que gradualmente obtienen una mayor parte del mercado y que en algún momento absorberán todo lo que Pemex realiza, con menores costos y mayor eficiencia, lo que provocará la caída de la paraestatal nacional.

La solución es, sin duda, que el gobierno federal opte por reducir la cantidad de recursos de origen petrolero para el gobierno federal (ya que en el presupuesto de ingresos 2019 se señala que los ingresos petroleros y fondo mexicano para la estabilización y el desarrollo son de 1 billón 45 mil millones de pesos) y que, al contrario, decida invertir y otorgarle recursos fiscales a Pemex para traerla al siglo XXI a competir con las empresas del mundo, recuperando la confianza de las calificadoras internacionales. A la par, no puede reducirse el gasto de gobierno porque no se tendrán recursos presupuestarios para cubrir gran parte de los programas del gobierno, sino que debe realizarse una reforma fiscal que incremente los recursos impositivos. Esta reforma debe ser progresiva (obtener más de quienes más tienen) y rearmar la estructura tributaria, acordando que existan los incentivos adecuados para que los contribuyentes paguen sus obligaciones a tiempo, que el hacerlo no les resulte una carga en cuanto al peso en su bolsillo ni en trámites, así como una verdadera transparencia y rendición de cuentas, de modo que la información sobre los recursos que aporta la sociedad y su destino estén al alcance de todos.

Este sexenio y especialmente en la primera mitad del gobierno del presidente Andrés Manuel López Obrador es el momento idóneo para realizar este plan conjunto (liberar la carga a Pemex y realizar una reforma fiscal), pues la credibilidad y el apoyo popular al presidente se encuentran aún muy por encima de lo que han tenido otros, así como un apoyo incondicional de ambas cámaras en el Congreso al ser de su partido, de modo que se tiene el respaldo social. De no hacerlo, implicaría incapacidad de resolver problemas estructurales que tendrán repercusiones futuras, teniendo como consecuencia que la quiebra de Pemex podría ocurrir en cualquier momento a causa de conflictos externos y sería algo que el gobierno mexicano no podría solucionar a corto plazo.