Organismos autónomos: pilar de las democracias modernas

AMLO está en todos los medios posibles, la descentralización de poderes se dificulta

José Luis López
25 de julio de 2019

La existencia de instituciones autónomas en una democracia moderna es un tema que debe ser prioridad en la agenda de cada gobierno. En el caso mexicano, además de las Secretarías de Estado, que son dependientes directamente de la oficina del presidente y sus titulares son nombrados por él mismo, también existen organismos autónomos que cuentan con la capacidad de medir, evaluar, emitir recomendaciones e incluso imponer sus propias políticas para solucionar los problemas que les han sido encomendados. Sin embargo, estas últimas instituciones están en la mira del presidente López Obrador al señalar en febrero que se van a purificar estas instancias que estaban totalmente al servicio de intereses particulares. Por tanto, conviene hacer un repaso de la implicación de estos órganos en el México moderno.

México ha sido una democracia desde la Independencia, aunque interrumpido por los dos imperios mexicanos, el de Agustín de Iturbide y de Maximiliano de Habsburgo, de 1821 a 1823 y de 1863 a 1867, respectivamente. Pese a los ideales emanados del siglo XIX, Porfirio Díaz hizo una simulación de la democracia, que en la práctica fue una dictadura, derrocada eventualmente por la Revolución y con el postulado sufragio efectivo, no reelección, de Francisco I. Madero. Sin embargo, para muchos mexicanos, el yugo de la dictadura no fue exclusivo del porfiriato, sino que se mantuvo por más de 70 años durante los gobiernos del PRI y el PAN. De esta forma, el consenso es que la democracia, la verdadera libertad y autonomía, tanto individual como de las instituciones, existe a partir de julio de 2018, con el triunfo por la presidencia de Andrés Manuel López Obrador.

Autonomía es una palabra que refleja no sólo obrar bajo criterio personal (o institucional), libre del deseo de otros, es también la descentralización del poder, la capacidad de que se tomen acciones y se brinde información sin depender de las políticas públicas del gobierno en turno. Es, por tanto, un símbolo de una verdadera democracia.

De esta forma, desde la instauración de cada uno, los órganos autónomos de México han servido como ejes que han permitido cimentar una base institucional descentralizada, con enfoques y objetivos particulares. Banco de México (BANXICO) es uno de ellos y se encarga mantener la estabilidad monetaria con diversos instrumentos y regular al sistema financiero mexicano. Por su parte, el Instituto Nacional de Estadística y Geografía (INEGI) es la principal fuente de información estadística, tanto económica, geográfica y poblacional, mientras que la Comisión Nacional de los Derechos Humanos (CNDH) busca la promoción, estudio y divulgación de los derechos humanos, o la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), siendo la máxima casa de estudios del país. El Instituto Nacional Electoral (INE) se encarga de organizar las elecciones federales; por su parte, la Comisión Reguladora de Energía (CRE) organiza la distribución de hidrocarburos y energía eléctrica; el Consejo Nacional de Evaluación de la Política de Desarrollo Social (CONEVAL) mide la pobreza y evalúa programas y políticas sociales en la república; la Comisión Federal de Competencia Económica (COFECE) promueve y protege la competencia y evita las práctica monopólicas, a la par de que el Instituto Federal de Telecomunicaciones (IFT) hace una labor similar a la de la COFECE, pero orientada exclusivamente a las telecomunicaciones, entre otras.

Desde diciembre, mes en el que AMLO tomó posesión de la presidencia y especialmente desde febrero, cuando declaró que se van a purificar estas instancias que estaban totalmente al servicio de intereses particulares, se apreció que le importaba tener voz y voto decisivo también en los órganos autónomos, al proponer en la Junta de gobierno de Banxico a Gerardo Esquivel, académico de la Facultad de Economía de la UNAM y uno de los primeros que se sumó al proyecto del presidente; de la misma forma, ha repetido candidatos para la Comisión Reguladora de Energía, que previamente ya habían sido descartados por no cubrir el perfil requerido, con la justificación de que eran personas honradas e incorruptibles. Casos similares han sido el del CONEVAL y del IMSS (pese a éste ser un organismo descentralizado paraestatal, pero con características similares), ya que sus titulares han renunciado por instrucciones de la oficina de la presidencia al denunciar la insuficiencia de recursos para el cumplimiento de sus objetivos institucionales.

El interés de este escrito no sólo es mostrar la importancia de los organismos autónomos en la construcción de México en la actualidad, sino también encontrar confianza en que los titulares de estos, más que leales al presidente y a su idea de transformación nacional, estén comprometidos a mantener la democracia en México en lo que les compete, es decir, en mantener la autonomía y la descentralización de poderes. Por más que México confíe en AMLO como su guía y como el único capaz de cambiar a este país, lo cierto es que no debe existir la reelección por su parte y, a la vez, no existe un personaje en la política, que eventualmente lo sustituirá, que tenga la confianza del pueblo para manejar los poderes, la centralización e influencia que está adquiriendo AMLO.

Un gobierno sin contrapesos, sin diversidad de opiniones, sin aceptar el error y sin descentralización de poderes, no es una democracia efectiva, no importa que los motivos del líder sean nobles o que se diga que no habrá reelección.