Día de Muertos: tradición y cultura mexicana

Coincidencias con otras celebraciones en el mundo

José Luis López
4 de noviembre de 2019

Finales de octubre e inicios de noviembre es la época donde el mundo espera la venida de los espíritus, momento en que la creencia popular afirma que se fortalece el nexo entre la vida y la muerte, donde el reino inmortal y el mortal se cruzan por un breve tiempo, propiciando que miles de espíritus deambulen por la tierra y convivan con sus seres amados, según la cultura mexicana, o que algunos entes malignos puedan incluso asesinar a los vivos si no se les dan ofrendas o se les ahuyenta por medio de caras demoniacas talladas en nabos y calabazas grandes, poniéndolas afuera de las casas, según la cultura celta, que originó el Halloween.

No es casualidad que la celebración del Día de Muertos en México, el Halloween en Europa y Estados Unidos o el Fet Gede (Día de Todas las Almas) en Haití, se celebren en los mismos días del año. Tampoco es casualidad que sea la época predilecta de algunos grupos oscuros y sectas satánicas para realizar ritos, celebrar aquelarres y hacer sacrificios humanos y animales, que usan el pretexto de la supuesta conexión con el otro mundo, para radicalizar sus creencias.

Sin importar si se dan ofrendas a los muertos para que puedan llevarle a Mictlantecuhtli (cultura mexica, México) o a Samhain (celtas, Irlanda y Escocia) con una finalidad similar o se hagan rituales con gallinas en honor de Maman Brigitte (Caribe), el rango de días es coincidente: del 31 de octubre al 2 de noviembre, momento que coincide con la cosecha, siendo el mejor momento para hacer ofrendas a los espíritus y dioses.

En México se vive de una manera especial, ya que la combinación de una tradición “pagana” con el cristianismo, ha formado una mescolanza de riqueza cultural, que se desarrolla durante prácticamente una semana, comenzando por el 28 de octubre, día destinado a las personas que murieron de forma trágica, el 30 es la ocasión en la que llegan las almas que están en el limbo, mientras que el 1 de noviembre toca lugar a Todos los Santos, es decir, a las personas bautizadas que murieron en su infancia, para culminar el 2 de noviembre, el Día de Muertos, donde se recuerda y celebra la vida de los que ya no están en el plano terrenal.

Para una celebración que se posterga por una semana, las personas requieren de diversos insumos, desde pan de muerto, papel picado, veladoras, flores, copal, fruta, cigarros y alcohol para las ofrendas, como dulces, disfraces y mil cosas más para obsequiar a los niños, así como los gastos por turismo a regiones tradicionales, por lo que los intercambios de dinero entre unos y otros se aceleran, y la economía se estimula.

La Confederación de Cámaras de Comercio, Servicios y Turismo (Concanaco Servytur) señala que durante la temporada de muertos, los ingresos se mantuvieron cercanos a los 18 mil millones de pesos al comercio formal del país, un 4% más que en la temporada de 2018. Destaca que las estimaciones en la venta de flores fueron de 5.1% durante las conmemoraciones de esta representativa temporada.

El Día de Muertos, Patrimonio Cultural Inmaterial de la Humanidad, según la UNESCO es la celebración más tradicional de México, porque reúne aspectos como cultura y comida típica, es regional, brinda un amplio panorama de la vida prehispánica y es original, siendo la segunda festividad más atractiva en América Latina, sólo superada por los carnavales de Brasil.

Es interesante el análisis de la vida posterior a la muerte que la cosmogonía mexica (del centro del país) comparte con la creencia cristiana: las 9 etapas del Mictlán (o inframundo) y los 7 niveles del infierno y los 7 niveles del paraíso, plasmados por Dante Alighieri, en La Divina Comedia. No es de sorprender que en la actualidad, ambas creencias convivan con cierta cordialidad.

También hay diferencias claras, ya que en la cultura mexica se creía que el alma de los muertos debía de atravesar por estas 9 etapas (la primera en compañía de un perro xoloitzcuintle de color parduzco), donde debía poner a prueba sus convicciones, fortaleza, carácter y resistencia, ya que, de llegar al noveno nivel, habría superado retos de toda clase, y es hasta este momento donde el espíritu del difunto se liberaría de los padecimientos del cuerpo.

La anterior es una versión del inframundo, de un origen de las ofrendas y del camino de los muertos hacia la eternidad, pero en México se puede encontrar diversidad en cada rincón del país, desde el Hanal Pixán (comida de las ánimas), en Yucatán, la celebración en los cementerios con adornos repletos de arreglos de flor de cempasúchil, especialmente en Michoacán o los desfiles y espectáculos de luz y sonido en la Ciudad de México, en cada región influenciado por su respectiva herencia prehispánica y su adaptación al siglo XXI. Precisamente, esto es lo rico de la época, que al celebrar un mismo evento, la diversidad en cada territorio da lugar a aprender, conmemorar y divertirse con la muerte.

El grupo de personas conservadoras respecto a esta tradición desdeña la introducción de costumbres extranjeras, supuestamente porque se perdería presencia de la cultura mexicana. Lo cierto es que lo único constante es el cambio y la adaptación de los mejores rasgos de unas culturas con otras, algunas dándoles un nuevo significado y riqueza.

Una festividad como la mexicana en Día de Muertos no va a desaparecer e incluso es tan fuerte que se ha dado a conocer en el extranjero, quienes comienzan a interesarse y apreciar el enorme valor cultural que tenemos en México.