Feminismo y ¿Vandalismo?: Reflexiones sobre la violencia.

Las protestas y acciones feministas recientes pusieron en el centro del debate el ejercicio de la violencia y los actos considerados por un sector de la población como “vandálicos”.

Haziel Ángeles Juárez
22 de agosto de 2019

La modificación violenta del entorno por parte del movimiento feminista mexicano causó espanto e incomodó hasta la locura a un sector de la población; ¿La principal consigna y reclamo? La supuesta forma errónea de llevar a cabo la protesta: ruptura de las paredes de cristal del Metrobús Insurgentes y la pintada con aerosol de ciertos lugares por las cuales transitó la marcha. No obstante, la transgresión que más perturbó a este sector social fue la colorida decoración de una columna de concreto conocida como el Ángel de la Independencia.

Para todo lo anterior, los medios, la jefa de gobierno y hasta el mismo presidente, utilizaron un concepto para denostar los actos ocurridos: vandalismo.

Vandalismo

La palabra vandalismo surge a partir pueblos germanos llamados y conocidos como Vándalos, los cuales, en la batalla de Cartagena (460 d.C) derrotaron y saquearon al imperio Romano. Los vándalos, pues, eran considerados bárbaros. Recordemos, que el termino bárbaro proviene históricamente de los pueblos que no pertenecían a Roma; aquellos que no poseían las costumbres, tradiciones y organizaciones romanas eran mal vistos y considerados como pueblos no civilizados; sólo roma era civilizada, los demás eran bárbaros.

Esta visión de saqueo, destrucción y violencia llevada a cabo por los vándalos y otros pueblos bárbaros a Roma, perduró hasta incrustarse en los idiomas y convertirse en un sustantivo y adjetivo: vandalismo y vandalizar. La RAE define a vandalismo como “El espíritu de destrucción que no respeta cosa alguna, sagrada ni profana”. Los medios, el estado y un sector de la población ha tomado este término y lo ha usado para denostar las protestas feministas del pasado viernes 16 de agosto.

Reflexiones sobre la violencia

Si se quiere comprender la violencia ejercida por los grupos feministas que protestaron este pasado viernes 16 de agosto hay que despegarnos de la visión superficial, inmediata y más próxima que la prensa, los medios y el estado han querido inculcar: la de actos “irracionales” de destrucción y alteración de los inmuebles y patrimonios de la CDMX; despegarnos de esa concepción de que la violencia llevada a cabo por las feministas fue violencia por la violencia misma, violencia creatio ex nihilo.

Quedarnos con esa visión unidimensional nos lleva a considerar dichos actos, en efecto, como “injustificables”. Empero, las ciencias políticas y sociales nos dan justamente la visión multidimensional que, por lo menos, la población debería adoptar para mirar el fenómeno feminista no como un movimiento violento, sino como uno revolucionario.

La protesta y violencia feminista ha surgido como respuesta a la violencia de un estado y modo de producción que de forma sistémica genera violencia en contra del género femenino. La subversión de las mujeres responde, pues, a los constantes crímenes y embates –directos o indirectos- perpetrados en su contra; es decir, la violencia no cometida por el grupo feminista no surge de la nada, no fue un fenómeno político que se dio por mero gusto y capricho del sexo femenino.

Engels, en su Teoría de la violencia, hace una observación similar: no es la política la que detona los fenómenos sociales, son los fenómenos sociales los que detonan la política. Traducción: la marchas y protestas feministas no detonaron la violencia en contra del inmobiliario y la columna de concreto, fue la violencia del estado ejercida en su contra la que detonó la protesta.

Si para una parte de la población, la prensa y, sobre todo el estado, la violencia ejercida por las feministas resulta como algo “injustificable” es porque son actos que alteran el statuo quo; perturban e incomodan a eso que Max Weber hermosamente llamó El monopolio de la violencia, un concepto que explica como todos los Estados modernos, para mantener el orden establecido, son los únicos capaces de ostentar, de forma legítima, la violencia. Es el estado el que dicta quién sí y quién no puede hacer uso de la violencia. Max Weber escribe: “Lo específico de nuestro tiempo es que a todas las demás asociaciones e individuos sólo se les concede el derecho a la violencia física en la medida en que el Estado lo permite. El Estado es la única fuente del “derecho” a la violencia.” (1919) No es coincidencia, por lo tanto, que, aunque se condenen los actos de violencia, sea el estado (y los estados) los que sean los poseedores de los medios coactivos.

En este sentido ¿Quiénes son más violentos? ¿La clase que tiene en su poder no sólo los medios de producción, sino los medios coactivos (ejércitos, policía, granaderos y armamento) o un género y clase que fue violado, cosificado, ninguneado y explotado hasta la muerte y que apenas se levanta, valientemente, con aerosoles y diamantina?

La rapidez y avidez con la que se restauran el inmobiliario de la ciudad y sus monumentos lo único que hacen es evidenciar las prioridades del estado, mientras que por un lado se exhibió incapaz de procesar las pruebas en el caso de violación policíaca de forma rápida (hasta llegar al absurdo de perder las pruebas), la reparación de la estación del metrobus fue exprés, sin mencionar que el diagnóstico de los daños a la gran columna de concreto comenzó esa misma noche. La urgencia con la que se pretendió volver a un estado normalizado de la sociedad resulta esclarecedora.

¿La violencia genera más violencia?

Resulta menester hacer una distinción entre las formas de violencia ejercida. La violencia tiene varias formas y no todas cumplen el mismo telos como lo hace notar Víctor Montoya, catedrático del Tecnológico de Monterrey: “La violencia existe desde siempre: violencia para sobrevivir, violencia para controlar el poder, violencia para sublevarse de la dominación, violencia física y psíquica”.

La violencia en contra de las mujeres se ha manifestado como una violencia activa, ofensiva, cruel y de odio, mientras que la violencia cometida por las feministas se expresa como una violencia defensiva, protectora, expresiva, revolucionaria y liberadora. En otras palabras, la violencia ejercida por las feministas dista de tener el mismo significado y objetivo de la clase de violencia perpetrada por el estado y el machismo, mientras que la primera nace de la liberación, la defensa y en la protesta, la segunda tiene por objetivo el sometimiento, la subordinación y la explotación. Violencia LETAL versus violencia SIMBÓLICA.

La historia de la raza humana no sólo ha sido la lucha de clases, sino también una lucha de género; pero no por ello, esto tiene que ser perpetuo. En ese sentido, no se confundan: la violencia ejercida por las feministas no es el fin, es el medio. No es violencia por la violencia misma. Es violencia liberal, esa que nos semi-liberó del esclavismo.

Finalmente, citando textualmente a mi amigo y también colaborador de economentes, Azael Joshue Mateo, dejo en claro lo siguiente:

Este escrito ha sido motivado por la consciencia y reflexión a la injusticia social de la que son víctimas las mujeres, nunca se presentó como propósito la apropiación del movimiento feminista. Como hombre jamás podré entender lo que una mujer ha vivido, por eso parto de esto para considerar a este trabajo como una aportación a su lucha sin caer en el oportunismo.”