Camus frente a la peste actual

En su novela “La peste” Albert Camus indaga sobre los males que aquejan a la humanidad, más allá de la enfermedad

Autor de imagen: +cultura, Librerías Gandhi
Jorge Zavaleta
02 de abril de 2020

Albert Camus escribió en su novela “La peste” sobre Orán, una ciudad en la costa de lo que hoy es Argelia, antes colonia francesa, donde empiezan a morir ratas por todos lados. En un inicio eran sólo unas cuantas las que salían de entre las alcantarillas, después de unas semanas las calles y las casas se llenaron de cadáveres de ratas. Con el tiempo las ratas muertas se hicieron personas, la enfermedad se trasladó a los seres humanos. Ante esta situación el gobierno de la prefectura de Orán decidió cerrar las fronteras de la ciudad; nadie entra, nadie sale. Las personas de Orán afrontaron el aislamiento manteniendo sus actividades diarias, dentro de lo que era posible. Los cafés y los cines se mantenían abiertos, la gente caminaba por las calles en la tarde, mientras la enfermedad cobraba silenciosamente fuerza. La cuarentena terminó por extenderse gracias a la gran cantidad de muertes. La peste logró derrumbar la vida cotidiana e imponer otra, las personas se encerraron dentro de sus pensamientos. Cada uno de los habitantes de Orán comenzó a preocuparse solamente por su bienestar, les dejo de importar lo que sucedía a los demás, salvo por un pequeño grupo de personas. Entre estos personajes sobre los que gira la trama destaca Tarrou. Para Tarrou la peste iba más allá de la enfermedad física que sufría la ciudad de Orán, esta enfermedad hizo relucir la verdadera peste. Se trata de la indiferencia. La apatía en la que se envuelve el mundo es la verdadera enfermedad, pero no habla de la falta de educación al no saludar por la calle o el no ayudar a un necesitado, sino a la indiferencia que crea estructuras en donde se busca la preservación de uno o varios grupos de individuos por encima de los demás a cualquier costo, incluyendo la muerte.

Durante la segunda mitad del año pasado en Latinoamérica explotaron grandes movilizaciones, con distintos objetivos: en Chile estalló por la gran desigualdad de los ingresos y el alza en el precio del boleto de metro en Santiago, en Bolivia fue por el golpe de Estado que un grupo político orquesto en contra del partido Movimiento al Socialismo (MAS) a través del ejército, en Perú fue por los choques políticos entre el Congreso y la presidencia derivados de casos de corrupción y el movimiento feminista iniciado en Argentina. Todos tienen en común pretender un cambio en el sistema político y económico de sus países, sin embargo, a casi seis meses de esta efervescencia no se han cumplido aquellos objetivos, ¿Por qué? Porque las estructuras que hoy rigen la política y la economía se globalizaron, lo que ocurre en un país y su economía ya no sólo afecta a este, ahora tiene repercusiones sobre los demás. Todos se juzgan entre todos. Mientras el inversionista inglés o estadounidense mantengan estables sus ganancias, mientras el trabajador chino o taiwanés mantengan estables sus salarios no habrá cambio en Latinoamérica. Muere si quieres, yo estoy seguro.

En las últimas tres décadas del siglo XX el sistema capitalista empieza a mutar para alcanzar una nueva etapa: la globalización. Dentro de este, el círculo de producción ya no se mueve sobre el territorio de un solo país, sino a lo largo de muchos; los carros no se producen enteramente en Estados Unidos, ahora las piezas se crean en Asia, se envían a México para ensamblarlas y se envían a EE. UU. para su venta, esto sucede con todas las mercancías. Paso de ser una economía internacional a una global. Las ideas del libre mercado dieron forma al nuevo entramado económico institucional, sin embargo, permearon hasta niveles culturales y políticos creando el neoliberalismo. Una de las principales características de este sistema de pensamiento es la meritocracia: las personas alcanzan el bienestar mediante su esfuerzo, si eres pobre es por perezoso. La indiferencia se estableció a través de las estructuras económicas.

Dentro de estas nuevas cadenas de producción Asia se convirtió con los años en el centro de creación, girando alrededor de China. De acuerdo con Arturo Martínez y Oscar Ugarteche (La caída de volumen de comercio mundial y los precios de commodities), China es el eslabón central de cinco ramas productivas: farmoquímica, automotriz, aeronáutica, electrónica y telecomunicaciones. El mundo se ha vuelto más indiferente, pero a la vez más interconectado.

Con las medidas adoptadas por los distintos países frente a la crisis de salud, la economía muestra las vulnerabilidades de la interdependencia global, como lo apuntan Martínez y Ugarteche. Los autores van más allá opinando que gracias a la guerra comercial entre Estados Unidos y China y el cese de actividades en el aparato productivo mundial el fin de la globalización puede estar cerca.

El contagio del covid-19 es igual al contagio del cólera en la novela de Camus, son naturales. La indiferencia como peste espiritual que se muestra en el relato tiene similitudes a la del mundo que creamos. Esta crisis sanitaria ha demostrado que no podemos vivir con apatía, es necesario crear estructuras que permitan el bienestar por entero de la población. Es imposible alcanzar este objetivo, pero ello no quita que sea el camino hacia la paz.

“Cuando terminó, Tarrou se quedó balanceando una pierna y dando golpecitos con el pie en el suelo de la terraza. Después de un silencio, el doctor se enderezó un poco y pregunto a Tarrou si tenía una idea del camino que había que escoger para llegar a la paz.

- Si, la simpatía” (Camus, p. 190, 1984)