Predomina un tono intimista y confesional, con un lenguaje sensorial y evocador. El amor se presenta como una fuerza intensa que colma de luz y sentido, pero también como fuente de dolor y vacío ante la separación del ser amado. La ausencia de este último se vive con angustia, añoranza y desconsuelo.
Se percibe una búsqueda incesante del recuerdo, del instante eterno, en un intento por retener lo efímero. Afloran imágenes de la naturaleza que simbolizan el ciclo vital. Hay alusiones a lo metafísico, lo onírico y a la inevitable llegada de la muerte.
El poemario transmite con crudeza los vaivenes emocionales, la vulnerabilidad y la pequeñez del ser humano ante las fuerzas del cosmos y el misterio existencial. Asimismo, se aprecia un profundo cuestionamiento existencial, una reflexión sobre el sentido de la vida, la fragilidad de la condición humana y la constante lucha entre la ilusión y el desencanto. Los versos reflejan una mirada introspectiva y sensible, capaz de capturar los matices más sutiles de las emociones y los estados anímicos.