LEMA 2023


"Somos hermanos y hermanas iglesia que camina junta"


Cada año el lema nos da la posibilidad de mirarnos como comunidad para seguir tejiendo una espiritualidad común. Es una inspiración, un llamado y, también, una provocación que señala el rumbo de nuestras convicciones.

Hermanos y hermanas guarda dentro de sí nuestro deseo de pluralidad, de complejidad y complementariedad, nos recuerda la diversidad que somos, singulares y plurales. Sabernos Hermanos nos lleva también a nuestras raíces, así nació el carisma lasallano de asociación para la Iglesia y la humanidad en el siglo XVII, con Hermanos maestros. Hermanas, nos conecta con las mujeres, sus voces, sus gestos, el camino para hacerse lugar en la humanidad.

Así lo expresa también el Papa Francisco en Fratelli Tutti: “Anhelo que en esta época que nos toca vivir, reconociendo la dignidad de cada persona humana, podamos hacer renacer entre todos un deseo mundial de hermandad. Entre todos: «He ahí un hermoso secreto para soñar y hacer de nuestra vida una hermosa aventura. Nadie puede pelear la vida aisladamente. Se necesita una comunidad que nos sostenga, que nos ayude y en la que nos ayudemos unos a otros a mirar hacia delante. ¡Qué importante es soñar juntos! Solos se corre el riesgo de tener espejismos, en los que ves lo que no hay; los sueños se construyen juntos». Soñemos como una única humanidad, como caminantes de la misma carne humana, como hijos de esta
misma tierra que nos cobija a todos, cada uno con la riqueza de su fe o de sus convicciones, cada uno con
su propia voz, todos hermanos” (FT 8).

Muchas personas, a lo largo de los siglos, hicieron crecer el mapa en cantidad de miembros, lugares y presencias, y en nuestra conciencia de ser quienes somos: lasallanos y lasallanas en el siglo XXI.

El “somos” que encabeza la frase nos devuelve a nuestra identidad más profunda y es, a la vez, invitación a seguir siendo. Hermanas y hermanos suscita también la construcción de unos vínculos interpersonales e intergeneracionales presentes en las aulas, en las escuelas, en la Red, en la Iglesia, en la humanidad.

Ya el libro de Génesis nos recibe con la pregunta “¿Dónde está tu hermano? (Gn. 4,9a), cuya respuesta es otra pregunta: ¿Acaso soy guardián de mi hermano? (Gn. 4,9c) Ambas, la pregunta y la respuesta, nos llevan a un nudo vincular que atraviesa hoy la comunidad humana: hacernos cargo de cuidarnos unos a otros, es el camino de hermanarnos.

En tiempos de una pedagogía de la fraternidad/sororidad, amorosa y cuidante, estamos desafìados a dejar que esa hermandad atraviese nuestros contenidos áulicos, nuestras formas de enseñar y las de aprender, nuestros gestos, nuestros ritos, nuestros encuentros, nuestra convivencia, nuestros modos de habitar y hacer escuela.

La sabiduría de Jesús también nos llega con una pregunta a la que Él mismo responde: “¿Quiénes son mi madre y mis hermanos? Quien hace la voluntad de Dios, ese es mi hermano, mi hermana y mi madre” (cfr. Mc 3,30-35) El discipulado de Jesús es también una escuela de fraternidad.

La segunda parte del lema reza que somos Iglesia, comunidad de Jesús, comunidad de bautizados. Somos parte de un río mayor de vida y de fe que nos contiene, que nos nutre con su tradición. A la vez, somos artesanos para construir unos modos eclesiales nuevos que dialoguen con estos tiempos nuestros, inspirados por el Espíritu tras los pasos de Jesús, de Juan Bautista de La Salle y de los santos y santas fundadores que también están presentes en nuestra Red. Queremos que nuestras escuelas sean espacios de Iglesia para las y los estudiantes, las y los educadores y las familias.

Iglesia que camina junta implica dos dimensiones, la comunitaria y la dinámica según la reflexión de la teología latinoamericana. Supone movimiento, estar en salida, en estado de misión para ir al encuentro compasivo y solidario de quienes están solos, desamparados y en situación de vulnerabilidad. Caminamos juntos, eclesialmente, sinodalmente, asociados para ese ministerio que descubrimos como propio: la educación de los empobrecidos.

La sinodalidad a la que estamos invitados es un proceso que supone iniciar un dinamismo de diálogo y participación aún mayor al que venimos transitando, y que nosotros, Hermanos y Seglares asumamos un rol más activo en la animación eclesial de nuestros espacios escolares. Esto supone un proceso de conversión en el modo de entender la Iglesia, ya no como una estructura externa y jerárquica, sino para sentirnos parte comunitariamente.

Cada año el lema nos permite reencontrarnos en una melodía común que es tocada por los instrumentos propios de cada escuela, cada comunidad que va poniendo los sonidos, los coros y arreglos musicales sin salirnos de la armonía que se nos propone al conjunto.

El lema sabe a Evangelio, a Jesús y a su proyecto de Reino, y eso nos hace abrirnos a la Buena Noticia que este año nos trae, reconocernos personas, varones, mujeres, plurales, distintos e iguales. Descubrirnos Iglesia en la comunidad escolar, caminando y soñando con otros y otras, “sinodalmente” juntos.