El 2015 Walter Roblero (Congelador, Los Embajadores) me invitó a participar como baterista en su proyecto Las Mairinas, junto a Estefanía Romero-Cors (Congelador, Fakuta) en sintetizadores y voces. No recuerdo cómo fue el proceso ni cuánto tiempo ensayamos hasta que grabamos Restos, el primer EP. Mi tema favorito era Restos de un país. Tenía una base muy simple, un bombo seco con un acorde en sintetizador que marcaba el inicio de cada compás por unos cinco o seis minutos, pero que bastaba para guiar todo. Luego entraba una melódica que disminuía la tensión y daba el pase a la letra Desintegrar la sociedad, un remedio. La fe no está, ya no va más, se perdió.

Después vendrían Ladrillo/Princesa editado por Quemasucabeza el 2017 y Los Retoños, editado por Sello Fisura el 2018. Ahí el proceso fue diferente, recuerdo que Walter me llamó para ir directamente a tocar ciertos motivos, tenía las ideas de las percusiones absolutamente claras. Sentía que debía emular una máquina de secuencias que, de vez en cuando, evidenciaba humanidad con un redoble o un quiebre. Y eso me gustaba. Era como ser parte del Quintette de Raymond Scott. Recuerdo el momento en que me dijo el significado del nombre de un tema Menschenfleischpastete "Pastel de carne humana". Los últimos ensayos que tuvimos fueron junto a Juan Pablo Cacciuttolo y su set impresionante de máquinas para modular el sonido y el tiempo.

Nos presentamos algunas veces en Matucana 100, algunos bares y cafés de Santiago. Las mejores presentaciones fueron junto a la admirada Rosario González en visuales. Sus imaginarios se transformaban inmediatamente en los protagonistas del show por su belleza y profundidad, con la música como acompañamiento.