Hemos pasado de localizar a una empresa en las páginas amarillas al buscador de Google. Del folleto en el buzón a la página web. Del corrillo de portal y bar a las redes sociales y las reseñas de Google.
La identidad digital surge desde el momento que abrimos una cuenta de correo electrónico y creamos un perfil en Google o en las redes sociales. Lo que mostremos a través de ellos serán los elementos que configuren esa identidad digital.
Disponemos de un escaparate para mostrar el trabajo que realizamos y poder conectar con los posibles clientes.
Para que te vean es importante la forma y el contenido.
Implica un esfuerzo continuo para mantener activo este canal de comunicación.
Algo tan sencillo como contar algo que sea interesante y con un lenguaje apropiado.
Sorprender y llamar la atención para que se recuerde un mensaje.
Una imagen vale más que 1.000 palabras, siempre que se relacione con lo que estamos contando.
Mostrar un trozo de realidad.
Elaborar una experiencia visual con un mensaje.
Abrimos una cuenta en un servidor exterior con un nombre único y una contraseña de acceso.
Disponemos de un espacio propio para recibir y enviar mensajes.
Accedemos desde la web del servidor (google, yahoo, outlook) o desde un gestor de correo instalado en el ordenador (outlook, Thunderbird, u otro).
Rapidez en el envío y en la recepción de mensajes.
La posibilidad de enviar cualquier documento electrónico (pdf, una imagen, un video, etc).
Es uno de los elementos imprescindibles para realizar gestiones online.
LLega un momento que el espacio asignado se llena, te encuentras con 2.000 mensajes y hay que borrar lo que no es importante. Hay que liberar espacio.
Cada día recibes tal cantidad de mensajes que no te da tiempo a verlos.
Si no se tiene cuidado, es una puerta para posibles virus informáticos y estafas.
Solución : Crear filtros para organizar los mensajes y carpeta local de respaldo para tener copia y guardar todos los mensajes.