© Publicación realizada por Jaime Cinca Yago con la autorización de la hija y nieto de Nilamón Toral, Licia Toral de Córdoba y Juan Manuel Salaberry Toral. Para utilizar material de esta publicación deberá citar la fuente.
MILAMON TORAL, Memorias incompletas (a página principal)

Teruel

Mando de la 70 División.

Se me anuncia que tendré que tomar el mando de una división que era la 70, compuesta de tres brigadas mixtas 32, 92 y la tercera sin asegurar de momento. Podemos ver que cuando menos lo esperamos se nos conceden ascensos ni pedidos ni deseados. Esta afirmación de ni deseados puede parecer más o menos fuera de lugar para quiénes no nos conocen.

Todos los militares de partidos, sindicatos o cualquier otra organización de masas deben estar a la entera disposición de sus respectivas organizaciones para que estos los utilicen en los puestos más idóneos con relación a sus capacidades y méritos. ¿Cómo podemos lograr que la 32 Brigada tenga un mando idóneo y que sea procedente de dicha unidad?

Esto es una total contradicción de cuanto venimos diciendo y criticando referente a las intromisiones de unos y otros en algo tan serio como el dar el mando de una unidad militar a quien no tenga un máximo de condiciones para poder desempeñarlo.

Ciertamente aún no tenemos un ejército con la organización y capacidad que la situación requiere, pero tampoco somos las milicias del año 1936. Sería razonable que el mando de la 32, como de cualquier otra unidad militar, fuera designado por el E.M del ejército que puede y debe tener los informes de sus unidades inferiores.

Pero para la eficacia de esta decisión tendrían que terminar con las presiones y decisiones políticas. Esto es más fácil decirlo que ponerlo en práctica, con las apetencias del sensacionalismo de nuestras organizaciones políticas. Me consta que hay algunas excepciones, pero estas no cuentan.

Cuando se procede como lo hacen, designando mandos por el número de sus militantes, es algo que no comprendo ni comprenderé por nada ni por nadie. Se pueden nombrar secretarios de secretarios y otros cargos que no originen un trastorno en los intereses del pueblo y de la lucha, a quienes tengas más partidarios. Pero es inadmisible nombrar un comisario para una unidad o un mando militar por muchos votantes que se tengan reunidos, no hablamos de casos excepcionales como nos sucedió en los primeros meses de nuestra lucha. No puede ni se debe llegar a la paridad que deseamos si nuestros militantes y partidarios no reúnen las condiciones deseadas para ocupar esos puestos. Es la vida de los camaradas y el ser o no ser de los pueblos lo que se ventila en la guerra desencadenada por los fascistas.

Ante el dilema de que el mando superior no desee, por las razones obvias conocidas, mandar un mando capaz de la repetida unidad, yo tengo decidido proponer el que considero más capaz y que será más idóneo, por razones de peso para la unidad y no para mí. Cualquiera de los comandantes de la Brigada tiene las condiciones necesarias para mandar la brigada, con esto no pretendemos hacer comparaciones con nadie y menos con ninguna unidad similar o parecida.

Centeno es un buen comandante de batallón y puede mandar la brigada; Espinosa también puede mandarla; Lucanoli puede hacerlo aun siendo un poco sordo. El jefe del batallón de alicante, Carrasco, también está en condiciones de tomar el mando. No es problema de elección entre ellos, se trata para la eficacia de la unidad, de no crear entre ellos rivalidades que se darían cuando mi jefe de E. M. puede ocupar ese puesto por servir las mismas condiciones y no crear ningún peligro relacionado con las rivalidades naturales de estos casos.

Expongo sinceramente lo que pienso de este caso determinado. Todos los comandantes de batallón quedarán descontentos y eso les servirá de estímulo para demostrar a su jefe su capacidad. El jefe de la brigada tendrá en todo momento que demostrar dos cosas fundamentales para demostrar que mi elección fue la acertada:

1º Que la brigada no perdió eficacia al cesar su anterior jefe en el mando.

2º Demostrar a sus compañeros que había sido capaz de ser jefe de E.M de la unidad y también podía ser jefe de ella.

Conociendo a todos, me consta que si sigue operando conmigo nadie de sus mandos perderá cualidades para seguir siendo mandos eficaces y de los mejores. Jiménez no tiene nada que temer por razones obvias, se irá superando, sé cómo lo viene haciendo desde hace años y sabiendo que en todo momento me tendrá a su lado como siempre me tuvo.

Los comandantes de batallón seguirán contando con todo mi afecto y mi ayuda desinteresada si ellos siguen actuando como hasta la fecha.

Queda entendido que esto es una proposición mía y que lo expondré en la JSU y en el partido. El comisario conoce mi criterio y el instructor está informado de cómo y porqué pienso defender la candidatura de Jiménez.

Informé al escalón superior, fue aceptado y Jiménez nombrado comandante de la 32 Brigada Mixta. Se me preguntó solamente si no había nadie mejor preparado para el mando de la brigada que el designado y mi contestación y razonamientos les pareció correcta y natural.

Esto es una pequeña demostración de que en la dirección del PCE había la sensatez y el realismo suficiente para reconocer la justeza y necesidad de una medida justa por tiempo y lugar ante necesidades nacionales. El proponer para el mando de una brigada a un muchacho socialista, que tenía menos años de lucha, pues él era más joven que cualquiera de nosotros, era una audacia y un pequeño atentado a las tradiciones y costumbres imperantes en todos los partidos y organizaciones del momento histórico que vivimos.

Para mí personalmente esto no era nada nuevo, pues había roto los moldes antiquísimos que impedían en casi todas las actividades de nuestra sociedad, el progreso de saber y de la entrega a la causa de los más. Claro que no todos están de acuerdo con mis decisiones y con mis maneras de solucionar los problemas. Pero mientras las cosas marchen como marchan, no tengo nada que temer.

¡Pobre de mí el día que se rompa la cadena de los pequeños aciertos! El batacazo será morrocotudo y algunos se lanzarán sobre mí como perros hambrientos, pero este es el tributo que hay que pagar a la razón y a la justicia. Cuando se tiene la conciencia tranquila por haber procedido en todo y por todo con la intención de hacerlo bien el resto no importa.

Tenemos constituido el E.M. y plana mayor de la que será 70 división, con la misión de organizarnos en Andalucía, para donde saldremos rápidamente, pero parece ser que antes de esto tendrá que tomar parte la 32 Brigada en alguna operación. La 32 Brigada queda reorganizada y su E.M. es menos numeroso que durante mi mando, pues de ella sale el E.M para la 70 División, pero esto no quiere decir que la 32 no tenga un E.M. todo lo eficaz que precisa tenerlo.

Seguimos esperando la decisión del mando superior y tenemos que realizar la desagradable tarea de empezar a despedirnos de cuantos habían participado con nosotros en la lucha y también de estos pueblos, donde habíamos sido recibidos con las naturales reservas, por cuanto habían tenido que aguantar y sufrir por quienes no habían sido capaces de vivir los momentos históricos, pero realistas que el enemigo común nos había impuesto.

Nos propusimos demostrar que éramos soldados del pueblo y para el pueblo, creemos haberlo logrado, pues las manifestaciones masivas nos demuestran el afecto y cariño que recíprocamente sentimos los unos con los otros.

Estamos plenamente convencidos de haber enseñado a la 116 Brigada cómo debe hacerse la guerra y como hay que conducirse con nuestros pueblos y con nuestros enemigos. Para mí no existe la menor duda de haber logrado una relaciones políticas equidistantes y comprensivas por ambas partes, de cuantos tuvimos la suerte de luchar juntos y de dar cuanto éramos capaces para derrotar al enemigo.

En las trincheras todos éramos lo mismo, nadie presumió de ser más que otros, luchamos codo con codo, nuestros medios fueron empleados donde más falta hacían y esto fue valorado por quienes nos consideraban sus enemigos.

No se puede terminar en unos días de convivencia con el odio acumulado durante años y años. Pero esta convivencia, esta fraternidad, es el golpe más duro que han podido sufrir los que no tienen el menor interés por la unidad de los antifascistas. Terminadas las operaciones le había preguntado al jefe de la 116 Brigada si seguía manteniendo el cambio que habíamos realizado de los dos antitanques por varias ametralladoras rusas y checas. Prefirió las máquinas a los antitanques y me dijo lo siguiente:

—En vuestras manos serán más eficaces que en las nuestras, pues nosotros no estamos en condiciones de utilizarlos en un frente como este.

Valencia y Segismundo Casado. Entrenamiento en Baeza de la 92 y 95 Brigadas.

Tenemos que partir para Valencia donde estableceremos la representación de la 70 División y seguiremos con las dudas de cuándo y cómo participaremos con la 32 y otras unidades en esa operación anunciada pero totalmente desconocida para nosotros.

Esto quiere decir que seguimos con el sistema y métodos anteriores: tendremos que operar sin saber dónde ni cómo, con lo sencillo que resultaría hacer unos cuantos reconocimientos sobre el terreno y estudios sobre el plano de dicha operación.

La 32 había sido destinada a una zona donde había paludismo, y unos cuantos hombres de esta unidad, entre ellos mi hermano Joaquín, habían caído tocados seriamente por esta enfermedad. Afortunadamente, nuestra sanidad se dio cuenta de esta anormalidad y rápidamente tomó las medidas pertinentes para combatirlo e inmunizar a la unidad como a la población civil.

Puesto al habla con el jefe de Sanidad, me prometió intentar erradicar la enfermedad, pero haciéndome ver que el problema podía ser más serio de cuánto podíamos pensar por falta de medios apropiados.

Recibimos por fin la orden de salir rápidamente en dirección a Vedado de Zuera donde estaba situada la 32 y el resto de las fuerzas que debo mandar para intentar ocupar Zaragoza. Esto sucede en la noche del 12 de octubre y como es natural no ha habido tiempo de ponerme en contacto con los mandos de las unidades que deben intervenir junto a la 32.

La operación se debe hacer al amanecer y se me ordena que sobre la marcha me haga cargo y coordine la misión de la 32 y de otras unidades. Ya no me sorprende ni me molesto en enjuiciar a mis mandos superiores por sus órdenes tan peregrinas y tan maravillosas militarmente. Creo saber que el genio militar que dirigirá esta operación será don Segismundo Casado, coronel de E.M. Me parece recordar que en Brunete había relevado a Jurado en el XVIII C. de E.

Su actuación no fue nada sobresaliente, no tengo datos concretos para poder enjuiciarle. Será su actuación en esta operación la que me puede proporcionar datos correctos para calibrar sus cualidades como táctico y estratega.

Mi conclusión es de lo más sorprendente en cuanto encierra la misión que me encomendaron. ¿Para qué se me permitió desplazarme a Levante si antes de formar la 70 División tengo que intervenir en esta desconocida aventura de tomar Zaragoza después de nuestro fracaso anterior? ¿No hubiera sido más eficaz, más práctico y concluyente que cuando decidieron realizar dicho ataque nos hubieran ordenado estudiar la base de partida y el terreno para familiarizarnos con las fuerzas designadas para tal operación? ¿Cuál es el deseo de mando y la finalidad que se pretende con el intento de tomar Zaragoza? ¿Existe un mínimo de posibilidades para conseguir algún resultado positivo con este intento tan sorprendente, como un enemigo alertado después de la pequeña derrota sufrida en la ofensiva anterior?

No veo la menor posibilidad y no encuentro frases y mucho menos argumentos para contestar a las preguntas que me hacen los amigos de la 32 Brigada relacionadas con esta operación. Es sumamente necesario hacer constar dos premisas imprescindibles para poder emprender este confusionismo desorganización sobre esta ofensiva.

1º Los datos no oficiales que habíamos adquirido nosotros fue porque a Modesto le pretendían endosar una papeleta de aúpa (ya sé que este lenguaje no es el adecuado para el arte y ciencia militar, pero sí lo es para quienes dirigen los destinos de nuestro país).

Pretenden que con el moderno material que había enviado la unión soviética, entre él, un tanque superior a los recibidos cuando la defensa de Madrid, se realice esta operación, pero el mando no toma en consideración factores tan importantes como pretendemos razonar a continuación.

2º ¿El punto o zona elegida para la indicada ofensiva era el más indicado o cuando menos el más idóneo? ¿La moral de nuestras fuerzas guardaba relación con la importancia del objetivo a conquistar?

Seguro que el mando no había sacado las consecuencias ni tomado las medidas que debían derivarse de los errores y traiciones de los mandos que habían fracasado lamentablemente en la ofensiva anterior.

Nuestra ofensiva había sido un serio fracaso a pesar de haber conquistado Codo, Quinto y algo de Mediana. La ofensiva pretendía ocupar Zaragoza o cuanto menos una parte de ella para traer parte de las fuerzas enemigas en ayuda de nuestras unidades del Norte.

La toma de los objetivos mencionados solo pueden paliar nuestro fracaso, pero esto, como ser determinante, no es todo. Los milicianos o mejor dicho los soldados y clases menos dotados podían valorar que su gran valor, su encomiable amor a la democracia de la justicia, había sido una vez más estafados.

Nuestros mandos superiores no fueron capaces o no les permitieron tomar las medidas que la situación requería para terminar con tanto fraude político y militar.

Habíamos conseguido una pequeña parte de cuanto el mando se propuso pero habíamos llegado a la conclusión de que podíamos lograr mucho más de cuanto nuestros importantes enemigos internos defendían. El enemigo seguía menospreciando nuestra capacidad combativa y este importantísimo factor en toda guerra nuestros dirigentes no fueron hasta la fecha capaces de valorarlo en su medio justo.

Ya se podían tomar medidas profilácticas para hacer a nuestras unidades más eficaces de cuanto lo eran. Como decimos anteriormente, nuestro pueblo y nuestros incomparables soldados se merecían unos mandos más capaces o cuando menos con más interés para ser dignos de nuestros hombres y de nuestra causa.

Había que terminar de una vez y para siempre con los imponderables políticos, debía mandar quien estuviera en capacidad de mando y pensaran como pensaran, fueran profesionales o de milicias.

Fue un crimen humano y por lo tanto impolítico el hacer mandos y entregar unidades proporcionalmente a los partidos políticos. No debíamos tener que repetir a estas alturas de la guerra las causas de por qué nuestras unidades no tenían la capacidad técnica que podían haber adquirido en el transcurso de la lucha.

3º En nuestra zona había profesionales más que sobrados para tomar el mando directo de las unidades que se iban creando lentísimamente. Decimos lentísimamente porque nuestros gobiernos no fueron hasta la fecha capaces de hacer una movilización en consonancia con nuestras necesidades. Esperan que el enemigo avance y avance en nuestra zona para que un número importante de hombres queden a la disposición del enemigo.

Por esta y otras causas no tenemos reservas para reponer nuestras bajas y los que se incorporan a nuestras unidades no tienen la menor preparación militar ni política. ¿Es posible que nuestros profesionales interesados en ganar la guerra no sean capaces de hacer comprender a nuestros políticos algo tan vital como cuanto antecede?

Podemos seguir haciendo ver las dificultades que seguimos encontrando en quienes tenemos mucho interés en ganar la guerra y en velar por la vida de nuestros compañeros y camaradas, pero para nadie puede ser un secreto que nuestro desconocimiento absoluto para dirigir una unidad militar hacen falta unos imprescindibles conocimientos militares.

Podemos afirmar después de nuestros combates, que todos los conocimientos que conseguimos obtener sobre la marcha, son insuficientes y cada día la práctica nos enseña la necesidad de aprender y aprender cuanto más mejor.

4º ¿Por qué esos profesionales que no quieren cargar con la responsabilidad del mando directo no se dedican a hacer de nuestros consejeros o asesores?

Creo haber planteado este mismo tema en otras operaciones pero no estará de más en insistir cuando la situación lo requiera para ver si lo conseguimos.

Creo que se han concentrado varios tanques modernos en una zona lo menos propicia para una ofensiva. A Modesto jefe del V C. de E, le propusieron mandar esta operación y se negó a realizarla por considerar que esa base de partida era la menos apropiada para lanzar un ataque.

Pude comprobar sobre el terreno que Modesto tenía razón y puede ser que suframos un serio contratiempo si esa ofensiva se realiza.

Situado en mi puesto de mando en el Vedado de Zuera procuro hacer la orden de operaciones para lanzarnos al asalto de las posiciones enemigas y también intento tomar contacto con las unidades que me han sido asignadas, de las cuales desconozco lo más elemental para poder operar con un mínimo de condiciones durante el ataque.

Como jefe de gran unidad había protestado de una disposición tan absurda como esta orden verbal tan antimilitar por no querer utilizar las frases que se merecen cuántos habían dispuesto algo tan desafortunado para la República y tan moralizador para nuestro enemigo. Pero los dioses de la guerra tuvieron compasión de nosotros y su magnanimidad impidió que fuéramos seriamente castigados o destruidos como lo fueron casi todos los carros nuevos que los camaradas soviéticos nos habían mandado.

El gran don Segismundo Casado (parece ser un buen profesor para oficiales de EM) tuvo la genialidad de concentrarlos en una zona que el enemigo pudo volar con tan solo abrir las compuertas de un embalse y tranquilamente destruirlos con su artillería. Pero en nuestra base de partida se desencadenó un temporal de agua por el que fue necesario suspender las operaciones por tiempo indefinido. Esto unido al desastre de la concentración de carros fue la causa de que podamos seguir preguntándonos adónde nos quieren llevar ciertos mandos y ciertos políticos.

Nos despedimos con mucho sentimiento de la 32 Brigada Mixta y nos hacemos cargo de la 92 y 95 Brigada de Infantería de marina. Montamos nuestro Puesto de Mando en Baeza, donde trabajamos seriamente con las dos brigadas, pero en particular con la 95. ¿Cómo puede darse el caso en esta fecha, unos días antes de la toma de Teruel, que esta unidad no tenga la menor preparación militar y que su desconocimiento llega al extremo de no conocer el lanzamiento de las bombas de mano?

Los comandantes de batallón como el jefe de la brigada desconocen en la práctica y en teoría lo que es un batallón cuando han tenido tiempo más que sobrado para saberlo.

Ponemos en marcha nuestra escuela para mandos y todos los días reciben clases jefes y oficiales y estos tienen que transmitirlas a sus inferiores. Nosotros, los jefes de la división, recibimos clases y charlas de los jefes de C. de E., nosotros pertenecemos al XVII C.E, que manda don Enrique Fernández de Heredia.

Tanto mi jefe de E.M. como yo aprendemos muchas cosas desconocidas para nosotros y esto nos permite poder comprender con menos esfuerzo el reglamento de las grandes unidades.

Don Enrique nos enseña muchas cosas y es tan modesto que nos repite una y otra vez que también aprende de nosotros. Sí, esto es cierto hasta donde puede serlo, en el campo se sorprende de nuestra capacidad para situar las fuerzas y de nuestros planes de fuego, pero él domina la terminología que nosotros, por lo menos a mí, me cuesta tanto retener.

Todos los días trabajamos a marchas forzadas, salimos al campo y hacemos ejercicios con fuego real, esto se nos da mucho mejor que las clases teóricas, pero podemos asegurar que tampoco perderemos el tiempo en ellas.

En cuanto regresamos del campo, previo un pequeño descanso, los jefes del Batallón y varios capitanes que nos tienen que dar sus clases esos días asisten a las clases que dan los profesores que nosotros designamos en presencia mía y de mi jefe EM. Algunos de nuestros jefes de batallón, que son profesionales y también capitanes dicen ser de E. M. y nadie lo duda, se enfadan cuando les pongo problemas que no son capaces de resolver y que se esfuerzan en decir que no; están nerviosos por mi presencia en las clases.

Es cierto que presiono mucho a los que tratan desconsideradamente a las milicias, pero jamás me ensaño con ninguno que sea modesto. Tengo la sinceridad de preguntar cuando no sé un tema y no me duelen prendas decir y admitir mis errores y desconocimiento.

Me hace mucha gracia, pero gracia de verdad, el enfado y el disgusto que se toma un comandante de la 92 que fue profesor en la Academia de Toledo cuando le emplazo sobre temas militares. Dice que no puede comprender como yo puedo tener los conocimientos que tengo sin ser profesional. Tuvo que esforzarse su jefe de brigada para convencerle de su error.

Me metía en ciertos apuros y me hacía estar siempre o casi siempre estudiando, para recordar lo que leía frecuentemente. Ciertamente, tengo un poco de facilidad para ver los varios casos que pueden darse en cualquier unidad militar, tanto en la defensiva como en la ofensiva. Pero puede ser que me suceda esto a partir de la base siguiente: el jefe que sepa mandar y dirigir un batallón puede mandar lo que le manden mandar. Un batallón de infantería no es nada fácil. Ser capaz de dirigir un batallón para ocupar un objetivo determinado para tal unidad, y organizar el terreno para defenderlo de los contrataques enemigos no es nada fácil y si esto se logra con convencimiento y con responsabilidad se pueden mandar toda clase de unidades.

Recibimos, estando haciendo ejercicios con las dos brigadas 92 y 95 de marina, la visita de un mando soviético y si no se nos comunicó con tiempo su llegada para que les permitiéramos ver lo que desearan.

Cuando llegaron estábamos haciendo prácticas de tiro con unas ametralladoras que nos habían entregado el día anterior. Las máquinas eran soviéticas marca Maxim con carro, se disparaba sobre una silueta normal y a unos 100 o 150 metros. Los tiradores no eran capaces de dar a la silueta ni tiro a tiro, ni con ráfagas de 5 en 5. Esto era natural para los otros, pero para los camaradas soviéticos no tenía explicación. También era natural para mí que se molestaran viendo tal ineficacia, pero yo procedí de una manera infantil y mandé que colocaran las siluetas a 300 metros. Ellos me miraron sorprendidos cuando vieron que yo me tiré al suelo y disparé con la máquina una ráfaga de 5 tiros. Mandé traer la silueta y vieron que había agrupado los cinco impactos cerca de la diana, su felicitación fue la siguiente:

—Bien, pero tú eres el jefe de la División y no el sirviente de la máquina.

Intenté hacerles ver que esa unidad lleva solo tres días en mi división y su contestación fue la siguiente:

—Esta unidad lleva meses organizada y por eso no tiene justificación su falta de preparación.

Me pidieron que simulara la toma de una posición con una compañía y esto resultó algo mejor por haber hecho algunos ejercicios en ese orden, pero cuando una de las secciones estaba en posición de asalto al elemento de resistencia enemiga, le preguntaron a uno de los soldados y al sargento del pelotón qué harían si en ese momento el enemigo le hería a uno en la pierna derecha y al otro en el brazo derecho.

El soldado contestó:

—Si me hieren en el brazo derecho me cambio el fusil a la izquierda y sigo tirando.

Y el sargento contestó:

—Si me hieren en la pierna sigo en mi puesto.

Me habían pedido que yo no les hiciera ninguna señal al contestar a las preguntas.

Les insisten en las preguntas y contestan lo mismo, preguntan a otros y dan la misma contestación y en vista de eso les pido permiso para darles la respuesta, me conceden permiso y le digo al sargento y al soldado lo siguiente:

—En cuanto se consideren heridos deben llamar a los sanitarios para que les curen y les retiren del frente.

Vieron unos cuantos ejercicios de la 92 Brigada y en esta no encontraron ningún defecto. Los invitamos a comer y en la comida les hice una pregunta y muy justamente me dieron la contestación que merecía:

—Un comunista no debe hacer esas preguntas indiscretas.

Cómo tenían toda la razón no me molesté lo más mínimo. Mi indiscreción fue el estar un poco molesto por lo de la Brigada 95 y por considerar que no valoraban con justeza las dificultades que nosotros encontrábamos en la creación de nuestro ejército. Pero sus amabilidades y cortesía, como su interés por nuestra causa, estaba por encima de mis reacciones infantiles.

Terminamos la preparación en Baeza y regresamos a la zona de Valencia, donde se incorpora la 32 y nos dedicamos al estudio y el reconocimiento de la costa desde Gandía hasta Sagunto pues parece que se espera un desembarco del enemigo por alguno de estos puntos.

Ciertamente yo no veo la menor posibilidad de esto, pero el mando supremo lo ordena y seguimos estudiando los sitios probables por si acaso. Hay rumores de una seria ofensiva, pero como siempre no se nos indica a los interesados por dónde se realizará la operación.

En Valencia estamos situados en la plaza de la República, muy cerca del cuartel general del C. de E. Ya podemos contar con las tres brigadas de las 70 división y seguimos sin perder el tiempo, pero no trabajamos como lo hacíamos en Andalucía.

Montamos un hospital divisionario por nuestra cuenta y una guardería para los huérfanos y los hijos de los más necesitados de nuestra división. Todos los gastos inherentes al hospital, guardería, escuela de cabos para sargentos, y de sargentos para oficiales se cubren con un día de haber de todos los componentes de la División.

Parece ser que varios jefes de C. de E. quieren que la 70 División forme parte de ellos, en particular don Enrique Fernández de Heredia y el coronel Menéndez. Ciertamente, para nosotros es un orgullo estar con don Enrique pues fue nuestro jefe de división, pero no tenemos el menor reparo en pertenecer al XX mandado por el coronel Menéndez.

Se nos concentra en las inmediaciones de Teruel y esto quiere decir que es aquí donde se piensa que podemos operar.

Planes de boda con Inés.

Deseo exponer algo personal, que me afecta para bien mío y que tiene su importancia. Antes de salir para Andalucía fui a Madrid para ver a mi novia y aclarar con ella y con sus padres nuestra situación. Inés dejó de acompañar y prestar servicio en la 32 Brigada cuando salimos de maniobra y formamos parte de las llamadas unidades de choque.

Queda explicado anteriormente que en cuanto yo me enteré de que Inés no era novia del jefe de Transportes de la 32 Brigada, la pretendí y le propuse casarnos en cuanto nos estudiáramos durante seis meses para poder conocernos y que nuestro matrimonio fuera uno más de los muchos que se realizan en todas las guerras.

Yo no le había ocultado nada de mi pasado ni de mi vida presente, pero le prometí y lo cumplí, terminar con todo en cuanto fuéramos novios en serio.

Por esto pasé por Madrid y visité a mis padres y demás familia. Mi familia no sabía nada de mis proyectos, lo mismo me parece que sucedía con la de Inés. Los padres de Inés me invitaron a comer en su casa y después de la comida en la sobremesa hablando del hipnotismo como de otras ciencias más o menos conocidas, yo le dije al señor Bernardo (padre de Inés):

—Eso es lo mismo que si yo le digo ahora que me voy a casar con su hija Inés.

—Pues claro, un cuento más.

—Pues no, señor, su hija y yo nos casaremos dentro de seis meses que nos hemos puesto de plazo para estudiarnos y esto lo haremos si ustedes no se oponen y si se oponen pues quizás lo hagamos también, pero quede claro que deseamos su consentimiento para ello.

—Bueno, deje de bromas pues esto no tiene nada que ver con lo que estamos hablando.

—Usted pregunte a su hija y vera como no es una broma.

—Pero, Inés, ¿es cierto lo que dice Toral?

—Sí lo es, papá.

—Bueno, si esto es cierto ni la mamá ni yo nos vamos a oponer, pero no se como os vais a estudiar si estáis separados.

—Eso tiene fácil solución: Inés pertenece a la división lo mismo que pertenecía a la Brigada y ella como otra chica formaron parte de la división, así que en cuanto transcurra un tiempo nos casamos si ustedes están de acuerdo. Ahora me falta que mi familia conozca mis deseos y que ustedes se conozcan también. Inés debe prepararse para salir rápidamente para Andalucía en cuanto yo reciba la orden.

De esta forma los padres de Inés pasaron a ser los míos y mis padres se enteraron de mi decisión, cuando Inés pasó por Dos Barrios en el autobús que teníamos en la división.

Yo le entregué una carta para mi padre, que la estaría esperando en la carretera de Andalucía junto a la ermita de mi pueblo. Inés no conocía el contenido de mi carta a mi padre, decía lo siguiente: «La portadora de la presente será mi mujer dentro de poco, dígale sí o no sin decirle de qué se trata».

Mi padre leyó la carta y solamente le dijo:

—Diga a mi hijo que me parece bien.

Me preguntó qué quería decir mi padre con la contestación al leer la carta, se lo expliqué y todos tan contentos. Mi futura cuñada me escribió una carta poniéndome de chúpame dómino, pero con mi contestación quedo tranquila.

Batalla de Teruel.

Pertenecemos al XVII C. de E. mandado por don Enrique; Etelvino Vega con la 34 división; Pedro Cartón con la 64 División y Toral con la 70 División.

En la primera fase de la operación la 70 División queda en reserva del C. de E. Etelvino tiene la misión de ocupar la muela de Teruel y Cartón opera en el Campillo.

Pido permiso a don Enrique para visitar el sector donde tenga que intervenir y me aconseja que visite primero la Muela por ser el puesto más indicado para que la 70 opere.

Visitamos el P. de M. de Vega y le felicito personalmente por el éxito de la operación, como le pido permiso para visitar su sector y encantado me lo concede. Me pide que cuando termine la visita le informe de cuanto vea. Se lo prometo y salgo rápido para recorrer todo el sector por si tuviéramos que intervenir.

Esto es una muela gigantesca donde pueden camuflarse unas cuantas divisiones, sin ser observadas por el enemigo. Corridas todas las posiciones ocupadas por la fuerza de Vega encuentro algo para lo que no tengo explicación. ¿Por qué desde los puntos más próximos a Teruel no se domina la ciudad totalmente? ¿Tienen estos mandos miedo a que desde las torres y edificios más altos de Teruel el enemigo pueda batirles con sus armas automáticas?

Es un dispositivo defensivo con una organización carente de visibilidad para el fuego propio y observación del enemigo. Yo no tendría mis fuerzas situadas como las tiene Vega y por lo tanto ocuparía sin dudarlo un momento no solo la cota geográfica de la muela de Teruel sino también la cota militar, para no permitir que el enemigo pueda montar un contrataque desde las inmediaciones de las posiciones propias.

Comento con mi ayudante y con mi jefe de operaciones que en la muela puede haber posiciones enemigas emboscadas sin que los nuestros se hayan enterado.

Pasamos por el PM de Etelvino y le informo de mis temores sin explayarme demasiado por no herir sus sentimientos y también por falta de confianza ante su delicada sensibilidad manifiesta ante mis observaciones.

Regresamos a nuestro PM y estudiamos lo visto durante nuestro recorrido superficial.

Al día siguiente don Enrique me pregunta si visité el frente de la muela y le digo que sí y me dice lo que sigue:

—Ibarrola se queja de que sus fuerzas son batidas desde la muela pasando el fuego por encima de Teruel.

Le pregunté a Vega si esto es posible y me dice que en la muela no hay más fuerzas que las de él.

—Dígame la impresión que usted sacó de su visita, señor Toral

—Yo confío en usted como usted puede confiar en mí. Si Etelvino dice que no hay más fuerzas que las suyas es porque cree en los informes que le transmiten sus jefes de brigada, pero si yo estuviera defendiendo ese sector recorrería toda la muela antes de hacer esa afirmación.

—En la muela de Teruel pueden camuflarse muchas fuerzas sin ser localizadas. Para impedirlo hay que recorrerla palmo a palmo y adoptar un dispositivo distinto al que yo he visto. Don Enrique, yo no pretendo con mis ideas criticar a nadie, digo solamente cuanto pienso de ese peligroso sector. Vaya, debe hacerse cuanto el lugar topográfico indica y aconseja.

—Bien, señor Toral, por si es cierto cuanto dice Ibarrola, prepárese para ocupar la muela y para entrar en Teruel.

—Don Enrique, haga ver a Vega sus temores y también los míos. Sería lamentable que no pudiera entrar en Teruel. Le agradecería que me tenga al corriente de cuanto suceda a sus órdenes.

Al día siguiente se me ordena que releve a las fuerzas de Vega pues el enemigo hizo y hace bajas a las fuerzas de Ibarrola desde la dichosa muela. Esto era previsible y a nosotros no nos sucederá lo que a Vega. Limpiaremos la muela.

Cuando me persono en el puesto de mando de Vega a la cabeza de mis fuerzas, él ya había recibido la orden de entregarme la posición. Su enfado y disgusto es profundo, piensa que su relevo es una maniobra para que no sea el primero en entrar en Teruel.

Le pregunto si sigue creyendo que en la muela no hay enemigo. Me dice que él no puede dudar de sus jefes de brigada y por eso afirma ser mentira el informe de Ibarrola. La contestación a mi pregunta no es satisfactoria y menos militar.

Se sorprende cuando ve que no me sitúo en su puesto de mando, le explico mis razones y me dice que así no se puede trabajar. Yo tengo mis normas y mi puesto de mando lo sitúo donde la situación requiere. Hacemos el relevo de la división 34 y desalojamos al enemigo de las posiciones que ocupaba en la muela de Teruel.

Hacemos bajas al enemigo y le capturamos bastante material. Cuando transmito el parte al jefe de XVII C. de E. me felicita y me dice que Ibarrola ha visto cómo el enemigo se repliega y se va del sector de la Muela.

Nuestras fuerzas hacen una limpieza a fondo de esta parte de la muela y descienden de ella para pasar el río y ocupar algunas posiciones de Teruel.

Daremos más datos de esta fase de la lucha. Sin la menor duda son nuestras fuerzas las primeras que entran en Teruel, pero no se cumplen las promesas de hacer comandante militar al mando de la primera gran unidad que conquiste las posiciones de la ciudad.

Estamos dentro de Teruel y la lucha es durísima, ocupamos una gran parte pero luchando casa por casa, todos o casi todos los edificios estaban comunicados entre sí.

Los edificios se comunican por caminos subterráneos y la lucha es de una dureza desconocida para la mayor parte de las unidades. Lo más costoso y emocionante fue la toma del cuartel de la Guardia Civil y el Banco, esto para nosotros no era novedad ni sorprendente. La Guardia Civil sabía defender sus posiciones en campo abierto como en lugares cerrados. Ordenamos una vez más que no se cercara totalmente ninguno de los reductos defendidos por fuerzas con capacidad combativa, y estas fuerzas no carecían de esa virtud en la lucha. Con esta medida la defensa podía ser menos cruenta.

Es una lucha infernal la toma y defensa de los edificios, pero nuestra pequeña experiencia de la toma de Belchite nos sirvió para hacer menos costosa la ocupación de la mayor parte de Teruel, a pesar de la resistencia enemiga. La moral de nuestras fuerzas era tan elevada como en los primeros días de la guerra, pero las cosas habían cambiado sensiblemente: ya no se empleaba solamente el valor físico o moral de la justeza de nuestra causa, se utilizaban los conocimientos adquiridos en los temas militares y sobre todo, en las luchas pasadas.

Fue decisivo el ingenio de los soldados, clases y oficiales, cuando los jefes les aconsejábamos sobre medios y formas para desalojar al enemigo de las posiciones que defendían tenazmente, casi siempre llegábamos tarde. Esa es la ciencia y sabiduría de los pueblos.

No es nada fácil para mí el relatar el heroísmo, sacrificio, sagacidad y humanismo que los componentes de la 70 división derrocharon una vez más en defensa de la justicia y democracia. No era necesario repetirles cómo debían ser tratados nuestros enemigos una vez vencidos, hasta conseguir vencerles todos los medios de lucha estaban desgraciadamente justificados. Pero cuando estaban en nuestro poder, la situación cambiaba radicalmente. Sabían que eran parte de nuestro Pueblo y por eso no fue necesario hasta la fecha el tener que tomar medidas para hacerles comprender su obligación humanitaria. ¡Puede parecer increíble y sorprendente cuanto es necesario exponer para explicar de la manera más sincera, real y humana los excesos delicados que la mayoría absoluta de los componentes de la 70 división cometían con sus vencidos enemigos! Les trataban como si fueran de la familia, entregándoles dinero, comida y cuanto pudieran precisar. Este trato podía dar lugar a confusiones en nuestros enemigos, pues para ellos no tenía explicación que los execrables rojos pudieran tratarles como no fueron ni serán capaces de hacerlo en el campo fascista.

Una vez más, seguimos realizando el esfuerzo principal en la toma de una ciudad. Tomamos contacto con otras unidades y les indicamos el mejor sistema para reducir la resistencia del enemigo. Les facilitamos sus avances por medio de las comunicaciones subterráneas que habíamos tomado y que fueron jalonadas y señalizadas. Era facilísimo perderse en esos laberintos subterráneos, y como ejemplo podemos decir que un cabo de la 32 brigada se perdió y por más que lo intentamos, no pudimos dar con él ni vivo ni muerto, una vez ocupado Teruel.

Seguimos lentamente pero con seguridad nuestro avance edificio por edificio, casa por casa y posición por posición. El enemigo se defiende con gran eficacia, pero hay una diferencia con el valor de los defensores de Belchite. La resistencia de Teruel es menos consistente y eficaz, puede que nuestras fuerzas sean más eficaces que en Belchite y por eso llegamos a esa conclusión.

Después de varios días de lucha cruenta, conseguimos cercar el seminario donde se iban concentrando el grueso de las fuerzas enemigas que podían replegarse. Se me ordena, por el jefe de mi cuerpo de ejército, que no me lance al asalto de la fortaleza del seminario porque mi división será relevada por la 40 división y que sin pretexto alguno debo replegar mis fuerzas a una hora determinada. Si llega como si no llega esa unidad para el relevo. ¿Por qué esto?

¡Palabra de honor que no puedo comprender las razones que pueden tener para tomar esa medida contra mi unidad! Don Enrique, mi jefe, me insiste que de él no partió esta orden tan impolítica. Es una orden que viene del E.M. Piensa que puede ser por estar negociando la rendición del enemigo y estar con el mando de la plaza el señor obispo de la ciudad.

—Esto quiere decir, querido don Enrique, lo poco que el mando superior confía en la seguridad que esos distinguidos prisioneros pueden tener en mi puesto de mando.

—Querido Toral, parece, o por lo menos eso circula por ahí, que su unidad le pidió a usted el señor obispo.

—Eso es una vil y canallesca patraña, a los componentes de la 70 división, sin exclusión alguna, le tiene sin cuidado si en España hay un obispo más o un obispo menos. Para nosotros no hay nada más que una tarea y esta es ganar la guerra, pero demostrando a nuestros enemigos que somos humanos y que los prisioneros que hacen nuestras unidades son tratados como quisiéramos serlo nosotros.

»Ese pretexto es una memez estúpida y una ofensa personal que se me infiere. Me tienen sin cuidado, y es ahora cuando justamente debo hablar en primera persona, los honores, cargos, grados y cuanto es pura egolatría o egocentrismo. Yo no hago la guerra para conquistar cargos, honores ni condecoraciones. Lucho para que mi país pueda tener una auténtica democracia y que se termine de una vez y para siempre con las inmoralidades, las injusticias y el favoritismo. Que todos podamos tener las mismas posibilidades para llegar adonde nuestra capacidad nos pueda conducir. Esta es mi bandera de lucha, si mandos mejor situados políticamente se consideran con más méritos para ser figurones, por mí que no quede. Pero que no se permita a nadie el lujo, bajo la impunidad de la fuerza, de insultarnos y ofendernos.

»Milito en el partido comunista por considerarlo mejor y con una política más en consonancia con las necesidades de nuestro país. Sus consignas son correctas y están en línea con mis pensamientos políticos y sociales…

Ganar la guerra debe ser lo prioritario. No podemos ganar la guerra sin una política unificada. La unidad debe estar por encima de todas nuestras conquistas. Si esta no se hace una realidad irrompible, los sacrificios de nuestro pueblo no servirán para nada.

Si en el partido comunista se dan las mismas luchas para ocupar puestos que en otros, yo seré un militante que luchará por el marxismo leninista, pero sin creer en sus dirigentes como hombres superdotados y semidioses. Las frases y discursos que no están arropados con una total entrega a la causa de los pueblos a mí no me dicen nada. Un dirigente tiene que sacrificarse en beneficio del pueblo, no servirse de él para su medro personal. Su recompensa por sus sacrificios debe encontrarla en el reconocimiento y agradecimiento del Pueblo, por haberle conducido a una vida mejor.

Como saben cuantos luchan a mis órdenes, mi única preocupación es lograr hacer la guerra lo menos cruel y humanizarla cuanto se pueda para ganarla… En los momentos más críticos y criminales de nuestros ataques ofensivos o defensivos estoy al lado de mis fuerzas moral y físicamente, lo realizo por necesidad moral. Me preocupan poquísimo las críticas que se me hacen por estar todo lo cerca de mis unidades que la formación y necesidad de nuestro ejército requiere. Nuestra guerra no es una más, es algo distinto que muchos mandos no son capaces de comprender o no lo intentan cuando menos.

Los puestos de mando tendrán que estar cada día más cerca de sus unidades para resolver el jefe, con su presencia personal, las múltiples cambiantes que se darán en sus sectores. Quizás en un futuro más o menos lejano las guerras se dirijan de muy distinta forma y manera.

Volvemos al presente y decimos: si nosotros no hubiéramos estado dentro de Teruel, la toma del cuartel de la Guardia Civil, como el banco y otros edificios, nos hubiera costado muchas más bajas de cuantas tuvimos que pagar para lograrlo. Habríamos tardado más días en conquistar esa ciudad. El enemigo habría endurecido su resistencia y nosotros no podíamos tener preparado cuanto precisáramos para la toma del seminario. ¿No será que el mando se alarma cuando le comunicamos que nuestros dinamiteros tenían preparadas todas las cargas que precisáramos para destruirlo y ocuparlo si no se rendían? Decimos si no se rendían, pues antes de hacer volarles, habríamos comunicado a lo que se exponían si continuaban resistiendo. Teníamos muy en cuenta nuestro fracaso con el Alcázar de Toledo, pero para nosotros aficionados por obligación a la guerra, no queríamos cometer los errores de otros. No podíamos permitirnos el lujo de esperar y esperar mientras el enemigo creaba las condiciones para recuperar la ciudad perdida.

Me parece que el E.M. del Ejército no podía y no debía olvidar nuestra conducta cuando Belchite. Entregamos todos los prisioneros que hicimos y sus heridos fueron tratados como si hubieran sido nuestros, y esto y no otra cosa es la que está haciendo en Teruel la 70 división.

La 40 división que tenía la misión de relevarnos no hizo acto de presencia a la hora convenida y cuando se me pidieron explicaciones por no haber realizado la retirada de las posiciones ocupadas, mi contestación fue la siguiente:

—No me retiraré mientras fuerzas de la 40 división de carabineros no ocupen nuestras posiciones.

Así se hizo y tomamos las medidas de seguridad que consideramos pertinentes ante tanta anormalidad. ¿Qué pretendía el mando con su actitud tan antitáctica y antiestratégica? ¿Hubiera procedido lo mismo si Toral hubiera pertenecido al XX C.E. mandado por don Leopoldo Menéndez? NO y NO. Por si se producían acontecimientos desagradables, tomamos las medidas siguientes: creamos una segura línea a una distancia prudencial de la 40 división, justificando dicha actitud, y al amanecer nos situamos donde se nos ordenó hacerlo.

Alentamos y reforzamos todos nuestros elementos de defensa en la muela de Teruel para impedir otro Belchite. Como durante la noche no sucedió nada alarmante, pero sí sintomático, procuramos confirmar para informar a nuestro jefe de C.E. las observaciones obtenidas en nuestros observatorios instalados en la muela de Teruel.

Cada día el enemigo concentra más fuerzas en todo su sistema defensivo, nos suponemos que nuestros mandos superiores están informados por sus observatorios propios y los de otras unidades de cuanto sucede en el campo enemigo.

Circulan rumores de que seremos totalmente relevados de este sector para concentrarnos en otros, para lanzar una ofensiva en otra provincia. Consideramos que sería mucho mejor dejar en el frente de Teruel unidades curtidas y eficientes para la defensa del terreno conquistado. Es nuestra opinión personal (que puede ser totalmente equivocada), no estamos convencidos por cuantos piensan que el enemigo encajó el golpe de la pérdida de Teruel. Esta ciudad no es Belchite y si recupera Teruel, puede recuperar sin el menor esfuerzo su plaza de Belchite. Por cuanto antecede, en esbozos anteriores, nuestro bisoño ejército no tiene capacidad de maniobra por no haberse ocupado, quienes tienen el deber de hacerlo, de movilizar reservas para tenerlas entrenadas y preparadas para lanzarlas al combate donde y cuando fuese necesario. Para esta misión estarían indicados esos mandos profesionales que no quisieron mando directo de unidades de maniobra, ni de posición.

¿Será también culpa de los mandos milicianos el no hacer cuanto es elemental en la creación, formación y preparación de nuestras reservas para cubrir las bajas sufridas o creación de nuevas unidades?

Para eso no se precisa contar con material de antemano si se logra, mucho mejor. ¡En la retaguardia hace meses que no debían quedar nada más que las personas imprescindibles para alimentar la máquina militar!

Se dice, y es cierto, que nosotros los de milicias no tenemos un dominio de la técnica militar, ¿pero dónde están esos centenares o millares de profesionales que pueden y deben enseñarnos su ciencia y su arte? Sería bueno especular menos con una realidad tan fácil de resolver…

Si el enemigo realiza un ataque serio sobre Teruel, lo perderemos por no organizar el terreno conquistado como debemos hacerlo cuando es tiempo. Quizás dentro de pocos días nos harán volver a quienes nos han sacado de este frente.

Si no somos capaces de conquistar terreno, está demostrado que algunas unidades saben defenderlo y otras muchas no lo hacen porque no se toman las deseadas medidas para terminar con tanta irresponsabilidad en los escalones superiores. Nos alegraríamos mucho si nuestros serios temores no se confirman.

RESUMEN Y ANÁLISIS DE LA CONQUISTA DE TERUEL. ACTUACIÓN DE ETELVINO VEGA.

Intentaremos hacer un resumen de la conquista de Teruel y a grandes rasgos nos haremos la autocrítica y la crítica de nuestra unidad, como de cuanto vimos y vivimos junto a otras unidades.

Habiendo planteado en otros comentarios la falta de información y preparación para la toma de Teruel, después de su toma nos resulta mucho más sencillo relatar cuando sucedió en la zona de nuestra participación e intervención.

Cuando se nos ordenó relevar a la 34 división sufrimos una seria contrariedad, pero esto no fue por tratarse de un camarada de partido, sino por considerarle un amigo entrañable y un hombre preparado para triunfar por sus conocimientos, por su interés en ganar la guerra y por tener una unidad muy buena. ¿Por qué situó su puesto de mando en el punto menos indicado?

Es una pregunta que no puedo contestarme. ¿Reconoció el sector asignado? No debió hacerlo, pues en caso contrario, tendría que pensar en su gran torpeza. ¿Que alguien tenía interés en el fracaso de un mando comunista? Es innegable, se le pudo decir e incluso determinar dónde debía situar su puesto de mando y mandarle hacer un reconocimiento para descubrir los focos enemigos. No pensaron que actuando como lo hicieron, creaban un serio problema de moral en la unidad y el mando. Las consecuencias de esta justa pero desdichada decisión no la sufrió el PC, la sufrió el ejército y, por lo tanto, el Pueblo. No es condenar la decisión del mando, es decir lo que debió hacer. La ocupación de la muela por la división de Etelvino fue una proeza; que el enemigo no fuera capaz de defenderla se debe a la pericia y capacidad de maniobra de la 34 división. Por cuanto se puede decir en este orden y no partidista, se merecían algo distinto a un relevo para desmoralizar nada menos que a una división. Si creían que debía haber un responsable, podían quitarle el mando de la unidad y, por lo tanto, sancionarle a él y nada más que a él. No deseamos seguir enjuiciando esta lamentable decisión, porque ya no tiene reparación. Cuando se me ordenó relevarle, hice las observaciones pertinentes y no se tomaron en consideración por ser Vega de mi partido. También le alerté cuando visité su sector y me contestó como todos los que se consideran suficientes para resolver sus papeletas. Pero creo que debí insistir más, tanto si le agradaba como si le molestaba, por eso me considero un poco responsable.

Reconociendo las posiciones de nuestras brigadas, nos encontramos con algunos soldados que no eran de las unidades que estaban luchando para terminar con la resistencia enemiga. Pero esto, con tener importancia, no es tan importante como encontrarnos con un teniente con dos escopetas de caza y un maletín en la mano.

—Teniente, ¿podría decirme a qué división y brigada pertenece usted? Conteste, por favor, si no quiere quedar detenido y entregado al tribunal militar del C.E. ¡No pretenderá hacerme creer que usted participa en la toma de Teruel con dos escopetas de caza y un maletín que, como las escopetas, robó usted!

Sigue mirándonos como su fuera un perdonavidas y ante un gesto despectivo, pierdo un poco el control y me olvido totalmente de mi cargo.

Cuando recibe la bofetada que le mandé, se cuadra y me dice a la unidad a la que pertenece. Esta unidad está fuera de Teruel, a unos kilómetros, y jamás intervino en la toma de la ciudad, pero sí en el frente exterior. En el maletín lleva cosas de valor robadas, le retiramos cuanto robó y con un oficio lo mandamos a nuestro C. de E. No damos el nombre ni el número de la unidad para que no piense nadie en rivalidades políticas de las cuales soy un gran enemigo, y porque la unidad no era él.

Las brigadas 32 y 92 cumplieron como podía esperarse de su capacidad combativa, de su moral y preparación de sus mandos. El jefe de la brigada fue comandante del 4º batallón de la 32. Este estupendo camarada es socialista y propuesto por mí para ese mando. Lo propuse por ser uno de los mejores comandantes que teníamos en ese momento en la 32. Todos los comandantes de batallón tenían capacidad y méritos para mandar una brigada, pero como solo podía proponer para el mando a uno, propuse a Tomás Centeno por considerarle el más idóneo para ese cargo.

Deseamos no ser malinterpretados cuando decimos y afirmamos que todos los comandantes de la 32 brigada están capacitados para mandar una brigada. Esto es comparados con otras muchas unidades y guardando las distancias de profesional, con conocimientos y dotes de mando. Pero esto creo que nos sucedía a todos los mandos, como en otros lugares se dice, quizás yo no debía hablar nada más que de los mandos de mis unidades, empezando por mí mismo. No puedo sustraerme a la consideración realista de lo anchos que nos venían a todos los cargos que la situación nos obligó a tener que aceptar, unos por unas razones y otros por otras. Todos los días yo aprendía cosas novísimas para mí dentro de la ciencia y el arte militar, por estos descubrimientos me sentía más exigente conmigo y con cuantos mandaba para lograr los objetivos asignados por el mando, con un mínimo de bajas y esfuerzos, pero la vida de los camaradas, compañeros y cuantos sufren las consecuencias de la guerra nos obligan a emplear cuanto puede ser más destructivo para acortar esos sufrimientos…

De la brigada de marina no puedo hablar, pero espero que si continúa en nuestra unidad, será tan eficiente como son la 32 y 42. Me sorprendió que todos los mandos me llamaran don Nilamón, no tenía la menor idea de que esto estuviera en vigor en nuestro ejército. Lo suprimí cuando se dirigían a mí, pero insistí que entre ellos se trataran como tuvieran por costumbre. ¿Quién era yo para impedir algo tradicional en esos momentos decisivos de nuestra patria? A nuestro jefe de C. de E no le pareció nada bien la medida tomada, pero mantuve mi posición por considerarlo innecesario, y conste que tenía por norma no tutear a nadie so pena de que fuera conocido y amigo de tiempo.

Resumen de la toma de Teruel:

Se acumularon fuerzas y medios para haber sido más audaces y efectivos en nuestra penetración…Considero que nosotros tenemos que operar contrarreloj por razones fundamentales, el tiempo puede ser un serio enemigo para nosotros por razones políticas internaciones y nacionales.

No contamos con territorio suficiente para cederlo y ganar tiempo para emplearlo en nuestra preparación por razones obvias.

El coronel o general Asensio, mando y hombre de confianza de don Francisco Largo Caballero, a pesar de la gran preparación que dicen tener, estaba en un error garrafal por partida doble.

Parece ser que aconsejaba al ministro de la guerra la necesidad y conveniencia de ceder terreno y terreno para acortar nuestros frentes. ¡Qué listo!

Por estas razones no se defiende Córdoba y otros puntos vitales para nuestra causa. ¿Cómo un profesional de esa categoría puede aconsejar tal táctica y estrategia en un país y una guerra civil internacionalizada por el franquismo? Ni habiendo evacuado el territorio cedido, nosotros, por las condiciones expuestas, podíamos permitirnos esos lujos de ceder terreno sin hacer una defensa a ultranza.

Nuestros mandos militares no fueron capaces de aconsejar a nuestros políticos cómo teníamos que hacer la guerra y las medidas a tomar para crear las condiciones idóneas para hacer frente a un enemigo que podía contar con cuanto precisara.

El señor Asensio no era don Vicente Rojo, y este, para desgracia de la República y de la democracia, fue un jefe con mando demasiado condicionado a dirección política.

Cuando se siente, como sentía el señor Asensio, un desprecio olímpico y visceral por las milicias y sus mandos, no se puede ostentar ni el mando de un pelotón, y él tuvo mando clave durante demasiado tiempo…

Todas estas y muchas más fueron las causas fundamentales que nos impedirían, durante un tiempo precioso, que el ejército republicano y sus mandos pudieran adquirir los conocimientos y preparación para hacer frente a un ejército franconazifascista.

Nos obligaron a luchar en demasiados frentes simultáneamente y no me refiero a los belicosos, con los cuales teníamos más que suficientes por tanta insensatez en nuestros dirigentes políticos.

El famoso comité de no intervención hizo todo lo contrario de cuanto debió hacer: impidió por todos los medios que nos llegara toda la ayuda que la Unión Soviética podía y quería prestarnos. Gracias a su importante ayuda en material y especialmente en aviación, habíamos podido resistir y asestar duros golpes al enemigo. Pero Stalin dijo: «si nosotros mandamos dos, ellos mandarán cuatro. La mejor ayuda que se os puede prestar es la UNIDAD».

La ayuda de México, como de otros países más o menos democráticos, fue estimable, y en particular, las unidades creadas por los voluntarios internacionales de varias nacionalidades.

Pero estos gloriosos sacrificios no dieron el resultado deseado, pues ese famoso comité de no intervención estuvo siempre al lado de ese trío de países antidemocráticos nazistas. Parecía sorprendente cuanto sucedía en el exterior, con nuestra lucha, teníamos las simpatías casi del mundo entero, pero como estados, las llamadas democracias no fueron capaces de ayudarnos porque sus intereses marchaban por caminos divergentes a los de la democracia española.

Como siempre, pretenderán justificar sus conductas con la inestabilidad de la República, por la insensatez de sus dirigentes y sobre todo, por la de algunos socialistas y cenetistas. La unión de cuantos decían ser de izquierdas debía ser ponerse a las órdenes de un gobierno auténticamente republicano y, por lo tanto, demócrata. El único partido que comprendió, una vez más, cuál era la situación real que nos habían creado unos y otros fue el Partido Comunista Español. Por eso lanzó en todo momento las consignas adecuadas para crear las condiciones ideales para poder ganar la guerra.

Esta cualidad ,de saber adecuar en cada momento lo que puede y no puede hacerse, del PC agudizó, en el más alto grado, el rabioso anticomunismo, un poco adormilado, de los dirigentes socialistas y en un grado superior de los llamados anarquistas.

Por esto y no por otra razón, el PC creció tan geométricamente que asustó a los de dentro y a los de fuera. No fueron capaces de comprender, nacional e internacionalmente, que el PCE del año 1936 no era el PCE del 1931. ¡Cuando infantilmente desfilaron unos cuantos camaradas gritando el poder para los soviets! Esta estupidez enseñó al partido que no podían seguir en ciertos cargos hombres tan faltos de visión y de realismo político.

El anticomunismo de estos dirigentes indicados anteriormente les conduce a considerar al PCE más peligroso que al franquismo, y esto es lo peor y más criminal que puede hacerse a nuestro Pueblo.

Me temo, y hoy más que nunca, que mi pensamiento de no ser capaces de poner en marcha las dos únicas posibilidades que tenemos para ganar la guerra se alejen de nuestro campo de tal manera que impepinablemente nos conducirá a la mayor catástrofe que el pueblo español haya podido vivir en todos los tiempos. Celebraría infinito que mis temores no se confirmaran. Pero sigo sin ver ni vislumbrar en la lontananza esa luz o medida que puede tranquilizar mi pensamiento.

Deseo terminar estos datos sin que nadie pueda llegar a pensar que esta oscuridad en mi pensamiento, con relación al futuro de mi clase y sobre todo, de mi patria, me resta facultades para seguir luchando con la mayor entereza y con la finalidad de ganar la lucha. Por principios políticos y sobre todo, realistas, jamás me considero vencido. Para mí, la lucha será permanente mientras la Humanidad no consiga superar con tradicciones y terminar con su egoísmo. Sé que esto está en el infinito, pero nuestro planeta tiene que ser quizás lo que no fue nunca, pero puede lograrse cuando la razón se imponga en los seres llamados humanos y civilizados.

Etelvino no tenía razón alguna cuando consideraba que su relevo fue una maniobra política para que sus fuerzas no fueran las primeras en entrar en Teruel. En ese caso, hubieran mandado otra unidad distinta a la 70 división, pero ni eso era necesario realizarlo, como veremos a continuación. La 34 división cuando ocupó la muela, no debió limitarse a la ocupación solamente, debió, sin perder ni un minuto, perseguir al enemigo para explotar su éxito entrando con el enemigo en Teruel, y la situación hubiera sido totalmente distinta y quizás, el resultado de esa batalla hubiera cambiado totalmente, pues el enemigo no hubiera tenido tiempo de organizar la defensa de la ciudad ni hubiera podido dejar en la muela unos cuantos elementos de resistencia que retrasaban el avance de nuestras fuerzas por su retaguardia, por el fuego enemigo.

La moral de sus fuerzas se hubiera incrementado y elevado a lo más alto después de haber conquistado la parte más difícil del objetivo asignado.

Fue lamentable que Vega no pensara en algo tan importante y tan sencillo en toda batalla, también es cierto que yo no debí conformarme con la contestación que me dio y no dejarme impresionar por sus cargos o puestos en el partido. No pretendo justificarme culpándole a él, pues el interés de la lucha debía estar por encima de todas las cuestiones de forma y fondo: si continuamos en el mismo C. de E., o tenemos la suerte de participar en otras operaciones, no me dejaré impresionar por nada ni por nadie. Repito que Vega no pretendió imponerme nada ni tampoco impresionarme con sus conocimientos políticos. La culpa fue y es mía, por razones que yo mismo no comprendo. Podemos sacar algunas conclusiones que nos servirán para próximas batallas o luchas:

Las brigadas 32 y 92 se comportaron bien y cada día sus mandos y soldados saben hacer la guerra con más entusiasmo, más interés y más capacidad combativa. Seguimos progresando y con menores esfuerzos logramos lo que antes nos costaba más sangre y bajas totales. La moral de nuestra unidad es elevadísima. A pesar de las calamidades inherentes de toda lucha guerrera y de las cochinas maniobras políticas, si a esta sucia manera de proceder se le puede llamar política.

Ciertamente Etelvino Vega tuvo un lapsus táctico por confiar en sus mandos de brigada, pero si hubiera tenido la decisión de ocupar Teruel o una parte de él, tampoco hubiera sido el gobernador militar de dicha plaza. Nosotros le relevamos y las fuerzas de la 70 división fueron las primeras que entraron en la ciudad, pero esto no sirvió de nada, pues es normal, desde el punto de vista que enjuiciamos, conductas y maneras, que fuera designado don Leopoldo Menéndez. Esta decisión del mando político o militar, para mí, nacionalmente y políticamente fue totalmente acertada por la situación que internacionalmente se nos había creado y que pretendían agudizarla. ¿Qué importancia puede tener cuanto antecede, si pensamos sensatamente lo que perdemos por estas apetencias de protagonismo?

¡Pensamos que ante los intereses de nuestro país y por lo tanto, de nuestra causa, nada tiene el menor valor!

Todo debe estar supeditado a la sagrada misión de la defensa de la libertad, defendiendo esta, defendemos a la República, defendiendo a la República, defendemos la Justicia y con la defensa de la Justicia, podemos crear una España totalmente distinta y para todos los españoles, sin discriminación alguna.

¡Fue ocupado Teruel por el ejército republicano y solamente por él! Lo importante debe ser que nuestro EM central y nuestro gobierno sepan defenderlo para que la moral de nuestras fuerzas se mantenga tan elevada como en estos momentos. Si fueran capaces de tomar las medidas que deben tomarse, la marcha de la guerra podría tomar un signo y quizás, un rumbo distinto.

Pero ante las órdenes recibidas por nuestro C. de E., mis temores se agudizan aumentando por los serios contratiempos que podemos encontrar, si el terreno no se organiza para defenderlo palmo a palmo.

Decimos anteriormente que si el E.M.C. y el gobierno saben defender la ciudad y el terreno conquistado, que las cosas pueden mejorar sensiblemente para nosotros, pero las órdenes dadas indican todo lo contrario y los rumores de lanzar una ofensiva en otro sector se hacen cada vez más insistentes.

Sacar de este frente un solo hombre y un solo elemento de guerra es una torpeza que me cuesta creer, de la cabeza de Rojo no puede salir tal insensatez. Debe hacerse cuanto diremos:

a) - Convertir la ciudad en una fortaleza, sacando de ella a las mujeres, niños y ancianos, pero dedicando todos los hombres menores de 70 años a fortificarla.

• Organizar el terreno en profundidad para defender la ciudad a distancia, creando un glacis de fuego que para el enemigo sea infranqueable.

• El terreno se presta maravillosamente para hacer una defensa de Teruel como el enemigo no fue capaz de hacerla. ¡Esa muela de Teruel, y yo me permito decir, que esa dentadura de cotas casi inaccesibles pueden triturar todas las unidades que el enemigo lance para su conquista! Pero para eso hay que destinar mandos capaces, con unidades que saben hacer la guerra con todas sus consecuencias.

• Repito una vez más que nosotros no tenemos medios para lanzar una seria ofensiva después de la toma de Teruel. No los tenemos por cuanto hemos dicho tantas veces. ¡¡Reservas y reservas preparadas es lo que precisamos para cubrir nuestras bajas en plena trinchera, si fuera necesario!

No debemos hacer la guerra con el sistema táctico y estratégico que al enemigo le interesa. Es cierto que cada día progresamos sensiblemente, pero no estamos ni estaremos jamás en condiciones de querer utilizar el mismo molde que el enemigo utiliza. Esta afirmación no es derrotista ni gratuita. Está saturada de enseñanzas dolorosas en todos los meses de lucha contra los tres países que nos atacan. No creo necesario repetir los nombres de ellos y, por si esto no fuera suficiente, aún no conseguimos hacer cuanto se precisa en nuestra zona para hacer frente a nuestros enemigos tan numéricamente superiores a nosotros.

Internacionalmente no se nos considera como los únicos y auténticos defensores de la libertad y de la democracia del mundo.

No somos capaces, después de la sangre derramada, de crear un gobierno sólido de las entrañas del Pueblo, donde lo más consciente de él esté representado, pero con la consigna y bandera de luchar por la victoria y su consolidación, pensando en el presente y nada más. La victoria es la única que nos puede dar el futuro: todo lo que no sea esto será crear las condiciones para una derrota que se recordará durante siglos.

a) Por no ser capaces de hacer cuanto decimos anteriormente, no contamos con los elementos que podríamos comprar y con la ayuda que nuestros amigos nos prestarían. Con una unidad como nuestra causa requiere y nuestro Pueblo precisa, la guerra sería menos cruel y el enemigo tendría que tomarnos en consideración y, cuando hablo del enemigo, no me refiero solamente a los franquistas.

b) Haciendo esto podríamos contar con los hombres necesarios para nutrir nuestras unidades en el tiempo y lugar que la marcha de la guerra requiera.

c) Quizás no pueda saber nunca las causas fundamentales de las actitudes de ciertos partidos, ciertas organizaciones y nada digamos de esos dirigentes tan superdotados que por sobradas ideas luminosas nos conducen tan desastrosamente.

¡A estas alturas nos encontramos con mandos que no fueron capaces de comprender cuál debe ser su obligación y misión! Mandan unidades que carecen de la preparación militar más elemental y que por desgracia para el ejército republicano, no conocen a sus mandos superiores. ¡Que esto no sucede en todas las unidades y en todos los frentes, cierto, pero podemos citar muchas que cuesta Dios y ayuda, como dicen los católicos, hacerles comprender que no pueden seguir perdiendo el tiempo mientras otras unidades se pasan casi todo el tiempo luchando!

Sí sabemos, o creemos saber, que no hay medios para desencadenar ofensivas simultáneas en todos o varios frentes, pero sabemos también que en cualquier sector hay suficientes enemigos para intentar arrancarles armas y munición al mismo tiempo que nuestros hombres aprenden a luchar.

¡Pero es más cómodo hacer intercambios de papel por tabaco, como de otros artículos! ¡Es más maravilloso no hostigar al enemigo para pasar el día y la noche rascándonos la barriga! Esto sucedía y sucede en todos los frentes estabilizados menos en el de Madrid. No pretendemos que las fuerzas estén luchando durante el día y la noche, no, decimos que los mandos tienen que visitar sus frentes recorriendo posición por posición y mandando corregir todos los defectos que encuentre y que los soldados, con todos sus mandos, deben tener actividad y preparación permanente mientras el enemigo no ataque. Así podríamos seguir exponiendo y no terminaríamos hasta el final de la guerra.

¡Dioses de las guerras! Iluminad si podéis a cuantos tienen el deber y la obligación de hacernos comprender la misión histórica que nos tocó vivir.

¡Si no queréis intentar ganar la guerra!, dad paso a quienes piensan de muy distinta manera y marchaos de nuestra zona para no ser un obstáculo para nosotros y un aliado consciente o inconsciente del enemigo.

Mandos insensatos, terminad con vuestra apatía y desinterés criminal, cumplid con vuestra sagrada obligación o cesad en los puestos que ocupáis.

Nosotros esperamos que cuantas unidades luchen junto a nosotros aprendan lo poco que sabemos y nosotros tomaremos buena nota de cuanto puedan enseñarnos.

Recibimos la orden de retirarnos unos cuantos kilómetros del frente para reorganizarnos y para descansar un poco, si el enemigo lo permite.

Dejamos en la muela de Teruel un observatorio para que periódicamente nos mande cuanto pueda observar en el campo enemigo.

La 32 y la 92 brigada salen del frente y la 95 de Marina, con la 94 forman una división que si no entendí mal, opera con Etelvino. Siento que la 95 no siga con nosotros, pues haríamos de ella una brigada más. La retiramos los instructores que la habíamos asignado para que se incorporen a sus unidades. Salgo para el C. de E. para recibir del teniente coronel Fernández Heredia órdenes, e informarle personalmente de cuanto me atormenta y nos atormenta a todos los componentes de la 70 división.

Don Enrique nos recibe tan cariñosamente como siempre y mientras el jefe de E.M. de la 70 división despacha con su superior, yo lo hago con mi jefe. Le insisto en los informes que nuestros observatorios nos comunican, relacionados con los movimientos de fuerzas y material que se realizan en el campo enemigo.

—Sí, Toral, yo comunico cuanto usted me remite, pero el mando tiene sus proyectos y no piensa cambiarlos.

—¡Bien, don Enrique! Seguiremos prácticamente perdiendo el tiempo y cuando el enemigo lance su ofensiva para recuperar Teruel, nosotros no habremos conseguido reorganizar nuestras unidades por no haber logrado recibir las reservas solicitadas para reponer nuestras bajas. El terreno no estará organizado en profundidad y el enemigo recuperará cuanto perdió y algo más.

—Señor Toral, sus críticas son peligrosas y pueden costarle un serio disgusto si esto llega a conocimiento de escalones superiores.

—Cierto, pero no será por culpa de usted, es lamentable que a estas alturas no se tenga certeza absoluta de los fines esenciales que el enemigo persigue.

—Toral, el E.M.C. y el gobierno están convencidos de que el enemigo no intentará seriamente recuperar Teruel y, por otra parte, nuestro mando superior piensa desencadenar otra ofensiva en zona más vital que esta para el enemigo, y también para nosotros.

—¡Pero don Enrique, nosotros no tenemos capacidad de organización para crear las condiciones mínimas para desplazarnos y asestar al enemigo un golpe más o menos demoledor para hacerle desistir de su estrategia! Si así fuera, yo no pensaría lo que estoy pensando ni habría dicho cuanto le dije a usted por merecerme absoluta confianza.

Sería una machacona repetición el decir cuanto charlamos sobre este tema que a nada práctico puede conducir, pues no podemos olvidar que mi jefe es un profesional y él no es capaz de contradecir a su jefe superior, por estas y otras razones prioritarias, regresamos a nuestro puesto de mando y procuramos intensificar nuestra reorganización realizando un intenso trabajo, sacando las conclusiones y enseñanzas de nuestros errores en la toma de Teruel.

Ciertamente habíamos progresado mucho con relación a la toma de Belchite, pero nos queda mucho camino por recorrer para ser una eficiente unidad de maniobra, como las características de nuestra guerra y nuestro enemigo nos exigen en todo momento.

Hay una aparente conformidad en el enemigo y esta inquietante actitud, para mí, pero agradable para quienes no piensan como yo, les da argumentos para intentar convencerme de que mis temores son infundados y que el mando tiene razón, por contar con medios que nosotros no tenemos para enjuiciar esta situación. Como dicen los católicos, que así sea, y que mis temores sean totalmente infundados.

Parece que no hay posibilidades de realizar esa famosa ofensiva en otro sector, pero desgraciadamente nuestro ejército sigue perdiendo el tiempo por no crear las condiciones necesarias para que el intento enemigo sea una seria derrota o cuando menos, se convierta su ofensiva, caso de ganar esta batalla, en una victoria pírrica.

Nuestra división está reorganizada, pero sin cubrir las bajas sufridas tanto en Brunete, Belchite como en Teruel, afortunadamente se incorporan progresivamente los heridos recuperados de las primeras batallas.

Si la 32 brigada no hubiera tenido unos batallones casi de mil hombres, la división sería el esqueleto de sí misma. Con la 92 nos sucede algo parecido, pues sus unidades no intervinieron en operaciones de tanta envergadura, queremos decir que la 70 división está en condiciones de jugar un papel brillante, si tenemos que intervenir.

Nuestra moral y estado físico son elevados, a pesar de los rigores del invierno. El capitán Pedro Moro tiene instrucciones para encontrar, por el procedimiento que sea menos oneroso para nuestro Pueblo, todos los equipos de abrigo y calzado que nuestras unidades precisen, si la intendencia no puede proporcionarlo, hay que adquirirlo, comprándolo con dinero o con alimentos en los comercios o donde lo tengan. No puede faltarnos combustible para las hogueras, que serán necesarias si este frío sigue aumentando. Nosotros estamos preparados para enfrentarnos al enemigo y sería necesario que todas las unidades nuestras estén en las mismas condiciones morales y materiales para que el enemigo sufra las consecuencias. Seguimos trabajando y visitando todos los sectores por donde el enemigo puede intentar penetrar. Pretendemos dominar nuestra indignación, por lo que consideramos supina incapacidad que ralla en la traición.

No es fácil comprender y mucho menos explicarse cómo nuestros dirigentes políticos pueden permitir que ciertos hombres de más o menos talento para maniobras políticas puedan dirigir militarmente a mandos, como don Vicente Rojo y otros de menos talla, pero con el interés y capacidad suficientes para no dar otras tantas facilidades a nuestros enemigos. Es asombroso y asqueroso cuanto sucede en nuestra zona.

¿Cómo puede y cómo se le permite a don Indalecio Prieto, con su talento para la política, pero con su gran espíritu derrotista desde el primer día de la lucha, ser el ministro de defensa?

¡Era el ministerio más importante de nuestro gobierno y no podría ser ocupado por un hombre como don Inda! ¿Por qué don Vicente Rojo no pone las cartas sobre la mesa para terminar con tanta incongruencia, por no llamar a cuanto sucede por su verdadero nombre? ¿Acaso no es de la talla militar que yo le concedo y de la moral que respira al hablar?

Sentiría y sufriría una grandísima desilusión si no hubiera sido capaz de valorarle. No se pretende decir que debe imponerse y mucho menos dar un golpe de estado, no. Sabemos las contradicciones que hay en el gobierno y en los partidos gobernantes, si a su manera de conducir la guerra y la marcha de nuestra retaguardia se le puede llamar gobernar.

Puede presentar su dimisión si su autoridad no es reconocida y acatada como su cargo y capacidad requieren. Puede que desde nuestra pequeña parcela no seamos capaces ni tengamos los elementos de juicio suficientes para enjuiciar un problema tan complejo como la creación y formación de un ejército eficiente en plena lucha, ante un enemigo disciplinado en todo momento.

¡Sí, todos estos factores son más o menos superados por nosotros! Pero transcurren los días, semanas y meses sin lograr cuanto puede lograrse con un Pueblo como el que tenemos la suerte de poder dirigir y canalizar para consolidar la democracia en España.

La abnegación y sacrificio no tienen límites cuando somos capaces de interpretar sus deseos. Su valor y espíritu de sacrificio superan en alto grado a cuanto unos mandos o dirigentes de lo que sea pueden soñar para cubrirse de gloria humana, y en especial, de haber cumplido con su deber.

Una vez más somos los que nada sabemos del arte y ciencia militar quienes tenemos la misión de reconstruir y soldar las brechas abiertas en nuestras líneas por las fuerzas enemigas.

Contraofensiva franquista.

El enemigo lanza o desencadena su ofensiva y nuestros mandos superiores son sorprendidos ante este acontecimiento pregonado a bombo y platillo por el enemigo.

¿Qué debe pensarse de esta nueva catástrofe calamitosa de nuestros dirigentes políticos y militares? ¡No pueden alegar sorpresa ni factores determinantes inesperados! Hace días y días que venimos comunicando por escrito y verbalmente todos los datos que podemos obtener desde nuestros observatorios sobre los movimientos enemigos. Es de suponer que las demás unidades comunicarían sus observaciones, y esto sin contar con los medios del gobierno y los observatorios del ejército.

No es momento de censuras ni de lamentos y debemos tomar las medidas pertinentes para hacer y lograr que nuestras fuerzas no se contagien del espíritu derrotista de las unidades que no sean capaces de defender sus posiciones hasta el máximo sacrificio. Para imprimir una seria y profunda derrota al enemigo, solo precisamos resistir sus ataques por insistentes que puedan ser. El terreno se presta para la defensa como los mejores tácticos y estrategas puedan soñarlo, ¡puede que jamás podamos tener oportunidad más favorable que la presente! Para lograrlo, solo precisamos no alarmarnos infantilmente si el enemigo logra romper el frente en algún puesto y hace, por tanto, alguna penetración en nuestra retaguardia. Mientras no perdamos centros vitales de nuestro dispositivo defensivo, esas penetraciones no tendrán importancia si nosotros somos capaces de impedir su crecimiento y alimentación en suministros de todo cuanto precisan para mantenerse en el terreno conquistado.

Ya sabemos que esto, tan sencillo y elemental, es lo más difícil de realizar por unidades que no estén dotadas de mandos capaces y fuerzas entrenadas y con experiencia de lucha en todo terreno y circunstancias.

Afortunadamente la mayor parte, o para ser más exactos, varias unidades de nuestro ejército, no se alarman cuando oyen gritar a provocadores o histéricos esa terrible frase en toda lucha de: ¡estamos copados! Pero nosotros no podemos olvidar el origen y causas de nuestra guerra y nuestras derrotas durante unos cuantos meses, hasta la defensa de Madrid: todo por la falta de capacidad (suponiendo que solo fuera así) de varios profesionales para hacer frente a un enemigo que ellos, mejor que nadie, debían conocer. Nuestro desconocimiento no podía ser un secreto para nadie y mucho menos para quienes convivían con nosotros en estos momentos decisivos de nuestra patria.

¡Mandos de milicias totalmente improvisados por carecer de profesionales para hacerse cargo de las unidades que sobre la marcha había que formar y preparar! Veamos y relatemos la situación real del frente, si puede ser en parte, o cuando menos, algo más extenso de cuanto podemos defender con nuestra unidad.

El tiempo es de lo más frío que se conoció por esta zona desde hace muchos años, y será un serio contratiempo para las unidades que estén mal equipadas en vestuario y en calzado. Nos ponemos en marcha sobre la carretera con las órdenes más confusas e inconcretas que pueden transmitir a una gran unidad. Quizás la confusa situación le obligue a nuestro C. de E. a proceder en esta ocasión como lo hace. La orden telefónica dice solamente lo siguiente: «ponga en marcha su división y procure detener el repliegue de las unidades que abandonan el frente y defienda, si es posible, la muela de Teruel y la de Villastar. Más tarde recibirá más datos y nuevas órdenes».

Ordenamos a nuestras unidades que marchan en columna de a tres cantando y repitiendo como estribillo: ¡cobardes, cobardes, volved al combate! Solo con este sistema recuperamos todas las fuerzas que marchan por la carretera en dirección contraria a la nuestra.

¡No teníamos medios mecánicos para desplazarnos con la rapidez que la situación requería y es cierto que regresamos al frente que hacía unos días habíamos dejado en poder de otras unidades! La nieve nos impide marchar con la velocidad deseada para una situación confusa y caótica como la que, por desgracia, nos toca vivir. Seguimos sin recibir la menor noticia y entre las fuerzas recuperadas no hay ningún mando de categoría o grado superior a capitán para informarnos coherentemente de cuanto está sucediendo en el frente.

Ordenamos a unidades preparadas y con movilidad superior a la normal que avancen con la mayor rapidez para tomar contacto con el enemigo y con las fuerzas propias que puedan estar en estas posiciones.

Es un repliegue o desplome del frente que no tiene justificación política ni militar, a pesar de cuanto venimos diciendo anteriormente por la impericia, inercia y la falta de carácter en el frente del EMC para imponer al mando político los condicionamientos requeridos para dirigir toda guerra y, sobre todo, la nuestra. Por sus características especiales, singularidades y cuanto será para nosotros un serio lastre mientras dure nuestra lucha desigual. No hay el menor parecido en nuestro ejército con el franquista, ellos nos declaran la guerra con todo un ejército. Nosotros les hacemos frente con restos de unidades militares desorganizadas, desmoralizadas y con una serie de mandos profesionales que tienen que vencer el reparo moral de enfrentarse con los de su cuerpo y, en muchos casos, con los de su clase social. El esfuerzo principal lo tiene que realizar el Pueblo y con mandos en su gran parte (más del 90%) salidos de la masa y con los mismos conocimientos que nuestro legendario y glorioso Pueblo. El arte y ciencia militar es para los mandos de milicias durante los primeros meses, algo totalmente desconocido, pues ni en sueños pudimos pensar en tal contingencia.

Nos parece que de milicias tan solo dos, o como máximo tres, habían pasado por alguna escuela militar como Modesto y Lister.

De los militares profesionales con categoría de jefes, teníamos la suerte de tener un Rojo, un Matallana, un Menéndez, un Pozas, un Ciutat, un De la Iglesia, un Enciso, un Palacios, Bueno, Gayo, Sarabia, Perea, Moriones, Mangada, Ibarrola, Heredia.

En nuestra zona precisamos demasiado tiempo para terminar con la anarquía y el desorden, porque todo el aparato de estado había sido desarticulado por el fascismo franquista. Sin estos dos estamentos fundamentales, teníamos que hacer frente a un enemigo ayudado con cuanto precisara. Nuestra desigualdad no podía ser más desventajosa, todo esto teníamos que superarlo con el entusiasmo sin límites de la justeza de nuestras ideas democráticas para defender la República. Republicanos, demócratas, liberales, socialistas, anarquistas, comunistas y quienes careciendo de formación política, pero enemigos de la injusticia, estamos haciendo frente a un enemigo que nos supera en cuanto se precisa para ganar una guerra.

Pero nuestro convencimiento de la justeza de nuestra causa, nuestro espíritu de sacrificio nos dotan del temple y valor suficientes para hacer frente a un enemigo que no respeta las leyes humanitarias de la guerra.

Para ganarla, con ayuda de Alemania, Italia y varios países más, no tiene el menor escrúpulo en el empleo de cualquier arma y terror con tal de lograr la victoria. Conseguimos, a pesar de la nieve y el frío, 18 º bajo cero, y la falta de visibilidad, ocupar las posiciones que defenderemos como la 70 división tiene por norma. Continuamos sin información y, por lo tanto, no podemos saber con certeza dónde se encuentra el enemigo ni tampoco nuestras fuerzas.

Esperamos informes de nuestras unidades de vanguardia y pretendemos, inquiriendo en todas direcciones, alguna información por incoherente que pueda resultar, pues el confusionismo desencadenado con este repliegue desordenado no favorece a cuantos pretendemos restablecer las líneas y saber dónde estamos situados unos y otros. La nevada es tan tupida que la observación es totalmente nula. Nuestros observatorios no pueden comunicarnos el menor parte que pueda servirnos para esclarecer y clarificar la situación militar y política de esta zona. Ocupamos la muela de Villastar e intentamos ocupar la muela de Teruel, avanzamos cuanto podemos, pero sin saber donde están situadas las fuerzas de nuestro ejército. ¡Qué derroche de valor y abnegación en estos maravillosos componentes de nuestro ejército! No importa que varias o algunas unidades no sean capaces de aguantar este huracán de nieve metalizada lanzado sobre nosotros por los elementos y las fuerzas nazifrancofascistas. Los auténticos responsables de tal contratiempo, gravísimo para la marcha de la guerra, no radican solamente en la falta de preparación militar de nuestras unidades ni en la falta de dominio y conocimientos de la ciencia militar de sus clases oficiales y jefes; es algo mucho más profundo y extenso. Esos hombres que ocupan y ocuparán el ministerio más importante de los gobiernos de la república fueron y son lo más funesto que a nuestra causa democrática se le pudo endosar.

El ministerio de la guerra no puede estar en manos de quienes carecen de la visión necesaria para rodearse de hombres idóneos para poner sus conocimientos al servicio de la república. Don Francisco Largo Caballero pudo y debió ser el hombre deseado para una situación tan compleja como la que vivimos durante los primeros meses. Al no dotar a un gobierno, netamente republicano, de la autoridad y medios que la situación requería, debió tomar las medidas pertinentes que la JSU y el PCE le pedimos insistentemente.

¡Fue lamentable que un hombre como Caballero, luchador nato (a su manera) con temperamento, saber y carisma revolucionario merecido (quizás un poco exagerado) pasara por el ministerio de la guerra sin pena ni gloria! Su funesto consejero militar, anticomunista por encima de todo, con un desprecio sublime sobre los mandos de milicias, no podía darle el menor consejo para que la marcha de la guerra fuera canalizada por el camino de la victoria. ¡Asensio! Jamás comprenderé, a pesar de vuestros conocimientos militares, si ciertamente los tienes, que usted pudiera llegar tan alto y ese gran ministerio tan bajo, para desgracia de nuestra causa y, lo que es peor, para el sufrimiento de nuestro Pueblo. Un anticomunismo visceral, como el de otros muchos, serán causa y motivo para que nuestro Pueblo, y quizás una gran parte del mundo, sufra lo que jamás sufrió.

La Historia, cuando los hombres sean capaces de escribirla objetivamente, nos hará justicia a cuantos tomamos parte en esta lucha criminal pero gloriosa al mismo tiempo, a pesar de sus miserias humanas por nuestro egoísmo. ¡Es una fase más de nuestra guerra que forzosamente nos vemos en la necesidad de relatar para poder comprender cómo y por qué la razón de tales hechos!

Caballero ya no es ministro de la guerra y designan nada más y nada menos que a don Indalecio Prieto. Sinceramente, esto no es fácil comprenderlo por muchos de los que sin duda deseamos, ¡queremos! Y hacemos cuanto es posible por lograr el triunfo de la República. El Partido Socialista Obrero Español tiene cuadro y militantes suficientes para saber cómo y de qué manera deben emplearse los hombres y medios para intentar lograr consolidar la República y, por lo tanto ganar la guerra. ¿Es don Inda el hombre más indicado para el ministerio fundamental como nos vemos precisados a repetir insistentemente? ¿Su anticomunismo agresivo no le conducirá a tomar medidas que serán un factor acumulativo capaz de generar malestar y dudas en la victoria en nuestro ejército?

Esta medida de sustituir a Caballero por Prieto me parece un gran dislate y algo nocivo que puede conducirnos adonde no deseamos ir…

Seguimos preguntándonos el porqué y para qué de este anticomunismo. ¡Como decimos en anteriores relatos, los comunistas no tenemos la culpa de haber crecido geométricamente por saber lanzar las consignas que las masas desean poner en práctica y seguir!

Los mandos socialistas tienen el mismo interés en ganar la guerra que nosotros, no me atrevo a decir lo mismo de otros que hacen la guerra por su cuenta y que se conducen como mejor le pueden servir al enemigo. No tenemos ningún deseo de enjuiciar seriamente a ningún sector político y por eso no decimos cuanto desgraciadamente podemos decir, pero la situación se enrarece cada día más y esto nos obliga a proceder como no deseamos. Espero y deseo que cuantos militan en campos distintos al mío comprendan las justas preocupaciones que nos crean cuantos nos atacan y difaman miserablemente creando consciente o inconscientemente las condiciones que el fascismo precisa para su triunfo final. Es la ayuda más eficaz y sustancial que a nuestro enemigo común le pueden prestar. ¡Que algún día no tengan que arrepentirse interiormente de su conducta antipolítica y antidemocrática!

Tengo la seguridad de que todos los socialistas que forman parte de nuestras unidades, empezando por los soldados, clases, oficiales, jefes y que son más numerosos que nosotros o, por lo menos, igual, de parecerles injustificadas esas infundadas y monstruosas acusaciones, ¿por qué estos ataques?

Podemos decir lo mismo de cuantos, en menor o mayor escala, fueron y son componentes hoy de la 70 división, como ayer batallones, brigadas o columnas.

Ellos sirven con nosotros y, por lo tanto, saben de nuestro comportamiento.

Tenemos la obligación de llamar a las cosas por sus nombres y a los hombres, por sus conductas. Los partidos, sindicatos y organizaciones deben ser enjuiciados por lo que pretenden, prometen y cumplen. Nuestra situación cada día es más confusa y delicada, nuestros gobiernos y partidos no son capaces de tomar las medidas perentorias para terminar con esta cascada de fracasos presentados como victorias.

Las consignas más importantes del PCE. 1. Crear y formar un ejército. 2. Ganar la guerra. 3. Ganada la guerra, hacer la revolución después de un tiempo prudencial. Pero una revolución como nuestra patria precise y la situación permita y aconseje hacerla. Este pequeño programa de guerra del PCE fue criticado y censurado acremente por quienes tenían poderosas razones para saber que solo así podíamos salir victoriosos.

Había un sector demasiado potente por su número que no jugó ni juega desde los primeros días de la guerra el papel que le corresponde por su influencia y situación geográfica en puntos neurológicos de nuestra patria, para poder ganar la guerra, a pesar de cuantas dificultades quedan expuestas anteriormente.

No es una contradicción cuanto puede decirse en este orden de cosas.

El imperialismo y el capitalismo monopolista como el capital a secas no ocultaron, como siempre lo hacen, sus simpatías ni su ayuda a quienes defienden sus intereses de clase. Esto no podía ser una sorpresa para ningún dirigente político por pocos conocimientos que pudiera tener. ¡Ya podían denominarse o ser lo que quieran! Pero esa es una verdad más contundente y tozuda que todas sus frases alegadas para pretender justificar cuanto no es posible. Su conducta y actitud durante el tiempo transcurrido de guerra es algo que jamás podrán justificar por muchos alegatos que quieran alegar.

La CNT en Cataluña y Aragón era la organización más numerosa y mejor equipada durante todo el tiempo transcurrido hasta la defensa de Teruel, pues hasta esta fecha, con conocimiento de causa, podemos hablar y enjuiciar su actitud y conducta totalmente negativas. Las fuerzas anarquistas pudieron jugar un papel totalmente decisivo en nuestra guerra, contaban con hombres más que suficientes para derrotar al fascismo franquista. Disponían de cuadros responsables para mandar todas las columnas o unidades que hubieran querido crear. Tenían industria y técnicos para fabricar material para dotar a sus unidades de cuanto precisaran.

No puede justificarse su actitud con las frases socorridas de la revolución para crear una sociedad sin estado, con una política igualitaria. Ese credo disonante, los dirigentes y la mayor parte de sus militantes sabían que podían anularlo cuando se lo propusieran. Fue un crimen político social humanitario el no hacer un uso correcto de unas fuerzas combativas, como lo demostraron en cuanto se les utilizó adecuadamente o ellos quisieron demostrar que ciertamente no tenían nada que envidiarnos referente al valor. Gran parte de sus mandos (entre ellos no está Durruti) no tenían el menor interés por la guerra, también conocemos a otros que tuvimos la suerte de mandarles y ciertamente, cuando se lo proponían, no desmerecían de los mejores. Las fuerzas confederales antifascistas pudieron, unidas al resto de todas las antifascistas, liberar Zaragoza y dividir el frente franquista a pesar de la ayuda germano italiana y el comité de no intervención. Ellos, unidos a todos nosotros, pudieron jugar un papel totalmente decisivo en la duración de la guerra y quién sabe si en la Historia de España o un poco más ampliamente. Por conocerles un poco, queremos pensar solamente en que no fueron capaces de ver con claridad el momento histórico que vivimos.

¿Esos mandos políticos qué hacen que no toman las medidas para terminar de una vez por todas con tanta insensatez, para que la guerra se canalice desde un punto de vista militar? Cosa no tan difícil como parece a simple vista. Repetimos una vez más que la situación es difícil, pero no tanto como para pensar como piensa don Inda, en que la única solución es la paz a cualquier precio.

Para que Franco y sus mentores acepten una paz, tiene que ser una rendición nuestra sin la menor condición y garantía para quienes defendemos la República y la democracia.

Ciertamente, aún tenemos otra solución viable: crear las condiciones político militares para que no conquisten más terreno de nuestra zona. Tenemos medios para hacerles pagar caro cada metro de terreno que intenten conquistar. ¡Pero a ver cuándo se hace una movilización con tiempo propicio y adecuado para nutrir las unidades más castigadas! ¿Cuándo seremos capaces de realizar una ofensiva con ambición táctica y estratégica? ¿No somos aún capaces de organizar una ofensiva en un punto fundamental para el enemigo y nosotros, y otras dos más en frentes secundarios para que el enemigo no pueda retirar sus reservas tácticas?

Me consta que se intenta, pero lo hacemos tan pobremente que el enemigo resuelve esas papeletas sin serio peligro para la estabilidad de sus frentes. Tenemos la impresión de que no existe la coordinación deseada entre los frentes existentes, ¿acaso el EMC no tiene la autoridad que le corresponde? Sería condenable que Rojo no pudiera disponer de las fuerzas deseadas para emplearlas donde sus estudios le aconsejen. Con estos datos y cuantos tenemos en cartera, estamos en condiciones de explicarnos y comprender cuanto sucede en el frente de Teruel y de justificar nuestros temores anteriormente expuestos un poco machaconamente.

Las cosas y los desastres o contratiempos, por esperados que puedan ser, no dejan de fastidiarnos y de causarnos serios y profundos trastornos. Restablecer este frente no es nada fácil cuando es todo un frente el derrumbado y contamos solamente con una división de dos brigadas y todas las fuerzas recuperadas que muchos mandos no les acompañan. Estas fuerzas, retiradas de sus posiciones desordenadamente, no son útiles de momento, sería una estúpida decisión si nosotros quisiéramos utilizarlas en primera línea.

Como es normal, llegan sin munición y en un estado deplorable de moral y equipo. Lo más sensato es reorganizarles y darles descanso un poquitín alejados del combate, surtiéndoles de cuanto precisen si disponemos de ello. Haciendo cuanto decimos y ordenamos, están en pocas horas en condiciones de hacer frente al enemigo. Esta es una sagrada y gran labor del comisariado y de los instructores políticos.

Afortunadamente habíamos tomado las medidas pertinentes para que los hombres no se congelaran durante el día y sobre todo, durante la noche. Teníamos calderas y todos los cacharros que podían utilizarse para que en hogueras permanentes se pudiera servir café o cualquier sucedáneo caliente con un licor llamado coñac. Con esta medida, logramos que nuestras unidades no sufrieran bajas como sucedió, desgraciadamente, en otras.

Gracias a cuanto decimos, la moral de nuestras fuerzas fue inalterable, los que sufrieron las consecuencias fueron los habitantes de los pueblos. Donde no teníamos monte alto o bajo, mandé desmantelar todas las casas que estuvieran deshabitadas y afectadas por la guerra; si no había afectadas, tenían orden de evacuar a los vecinos llevándoles a la retaguardia para sacar todo cuanto pudiera ser útil para combatir el frío. Nadie podía hacer eso por su cuenta, se crearon unidades especiales para impedir atropellos e injusticias. Si ese frente hubiera seguido en nuestro poder, hubiéramos separado lo poco que habíamos desmantelado para luchar contra el frío.

La vida y salud de un soldado es para nosotros lo más importante; un edificio puede ser desmantelado en parte sin causar en él deterioros irreparables. Los pueblos en zonas de combate deben ser evacuados, procurando que a cuantos afecte esta necesidad saquen de sus domicilios cuanto pueda serles útil. Procuramos, y lo conseguimos en todo momento, originarles el mínimo de trastornos. Jamás llegó a nuestro conocimiento la menor queja de los civiles por abusos de nuestras fuerzas. Tenían, por norma general, compartir con la población civil cuanto pudieran precisar que no solamente loable su conducta en todos los actos cotidianos de la convivencia ciudadana. Por algo seguimos recibiendo correspondencia y obsequios de todos los pueblos y ciudades por donde pasamos y estuvimos alojados.

Ciertamente es natural que nosotros, la 70 división, podemos hablar solamente de cuanto vivimos y vemos en nuestra pequeña parcela. Esto nos sucede tanto en el frente como en la retaguardia, procuramos escuchar comentarios y quejas de cuantos tienen como norma el criticar sin fundamento y, en muchos casos, deformando cuanto quizás sea justificable.

La lucha se hace crudísima, pues el enemigo incrementa grandemente su ofensiva y la aviación enemiga nos ataca permanentemente todas las posiciones que considera fundamentales para la marcha de su ofensiva. ¡Es sorprendente cómo utiliza el enemigo su aviación, atacando las posiciones de nuestras unidades en vuelo rasante! Hay momentos que la visibilidad es casi nula, deben tener una gran preparación estos pilotos de caza o de vuelo rasante para trabajar en cadena ametrallando nuestras trincheras y emplazamientos artilleros.

Podemos indignarnos con estos aviadores, pero tenemos que reconocer su gran valor para atacarnos a la altura que lo hacen y en unas condiciones climatológicas impropias para estos servicios.

¡Nevando, con temperaturas bajo cero en 18 y 19 grados, es maravilloso cómo se lanzan sobre nuestras posiciones que casi podemos tocarles con la mano! Nuestra aviación debe estar agotada, pues tiene que atender a demasiados frentes y misiones con tan insuficiente número de aviones y pilotos.

Por esto y cuanto podíamos decir a favor de nuestra aviación, no nos sorprende que cuando la precisamos urgente y ansiosamente, no la veamos en nuestro sector. Tenemos la convicción absoluta de las razones que deben darse y haber para que permitan a nuestros enemigos actuar casi impunemente.

Este es un capítulo que merece la pena tocar para que nuestro Pueblo y nuestros enemigos sepan reconocer en las condiciones de penuria que teníamos que hacer frente a sus insistentes y continuados ataques.

Cuando decimos casi, es por las razones siguientes:

Carecíamos en nuestro sector de la artillería antiaérea más elemental. Puede ser que otras unidades tuvieran alguna batería, pero al carecer el ejército de suficientes unidades, no podía marchar a todos los sectores que eran batidos por el enemigo. Pues bien, nosotros habíamos resuelto nuestros problemas ante los ataques aéreos enemigos con la caza de los aviones que se permitían el lujo de descender sobre nuestras posiciones.

Teníamos secciones de ametralladores preparados para batir, o por lo menos, hostigar a nuestros enemigos con ametralladoras montadas sobre trípodes y fusiles ametralladores en las mismas condiciones. Estos los habíamos fabricado nosotros.

También se había enseñado a todos los soldados para disparar por descargas cuando los aviones estuvieran a una altura donde nuestras descargas le pudieran causar alguna avería de consideración por la densidad de fuego. Esta decisión de emplear la fusilería tenían que decidirla los jefes de ametralladoras para no perder munición sin la menor recompensa.

Tuvimos momentos en que el jefe de la 70 división, Toral, se vio precisado en la primera línea a emplear un fusil ametrallador para rechazar a los aviones que nos atacaban con la llamada cadena o haciendo el carrusel.

Fue la primera vez en la defensa de Teruel donde nuestra división sufrió unos días ese sistema de ataque tan efectivo. Teníamos que demostrar a nuestros enemigos que si ellos eran capaces de atacarnos en esas condiciones climatológicas, nosotros también podíamos defendernos sin ceder un palmo de terreno.

Sé por experiencia propia que un jefe de gran unidad no debe estar en la primera línea con un fusil ametrallador dispa457

rando a los aviones enemigos y conteniendo y rechazando a la infantería enemiga, cuando rebasa y pretende ocupar elementos de resistencia propios para la defensa de todo un sistema defensivo.

Cuando todo un sistema clave está en peligro, porque por las alas, las defensas en sus flancos flexionan peligrosamente, el mando tiene que situarse sin dilación en el centro del arco para que sus fuerzas sepan que mientras él esté situado en primera línea, no se puede retroceder aunque las fuerzas que enlazan por nuestros francos se marchen desairosamente.

Estas decisiones son, o deben ser solamente, producto de una necesidad y no un alarde inútil de un valor relativo. Con esta actitud pueden ahorrarse centenares de vidas y perderse una sola, pues si se tomaron las medidas oportunas y en el momento determinado, no se producirá el vacío en el dominio y ejecución del mando, pues la continuidad la tiene el sucesor designado provisionalmente antes de producirse la necesidad indicada.

Decimos cuanto antecede por estar cansados de repetir que nuestra actitud está determinada por la necesidad de tomar medidas para contrarrestar las iniciativas enemigas y la falta de decisión en mandos de nuestro ejército.

Cuando somos inferiores en todo cuanto juega un papel decisivo en todo combate, tenemos la obligación de tomar personalmente las medidas adecuadas para paliar en parte las bajas injustas e innecesarias, si se hubiera procedido en tiempo y lugar como debió y pudo hacerse.

Tienen más hombres que nosotros, cuentan con más armas automáticas, nos superan en cañones, baterías antiaéreas, carros blindados, aviones de todas clases. En una palabra, nos superan en densidad de fuego, en táctica, en estrategia, en logística y no perdieron jamás la iniciativa. ¡Si todo esto es así, y no de otra forma distinta! Lo menos que podemos hacer nosotros es seguir superándoles en espíritu de sacrificio, entusiasmo y valor. Pero bien entendido, que con estos tres factores imprescindibles no es suficiente para ganar una guerra.

El Pueblo no puede dar más de cuanto entrega diariamente. Nuestro ejército pasó y pasa por los mayores sacrificios y penurias. Supo y seguirá sabiendo superar una lucha tan desigual desde el primer día. Pero el Pueblo tiene sentido común, del cual carecen una gran parte de nuestros dirigentes políticos, puede cansarse de tanta ineptitud, suponiendo que esta sea solamente la causa de tanta calamidad injustificada en nuestra zona.

Con una dirección política adecuada a nuestra sagrada causa, todos nuestros males serían curados de raíz. El ejército más eficaz, nuestra retaguardia, sería lo suficientemente sana y potente para dotar a nuestro ejército (del Pueblo) de cuanto carece. Nuestra retaguardia estaría alimentada como precisa para poder ayudarnos materialmente, sin esa ayuda, somos una máquina imperfecta y renqueante, en algunos casos morales y materiales.

Un gobierno que no permita que sus ejércitos actúen cuando quieran y como gusten, que unifique ya el mando y que no permita, bajo ninguna consideración, límites ni fronteras regionales o localistas, por importantes que puedan ser en su día.

¡Unificación y unidad por encima de todo!

¡Como nosotros no fuimos capaces de terminar desde el primer día con el norte! ES y Centro lo está haciendo el enemigo en su beneficio…

En Cataluña y Aragón hay, como dijimos anteriormente, armamento moderno para dotar a las unidades que se precisan en los frentes para hacer la guerra donde más convenga a la República.

Son nuestros famosos dirigentes políticos los que pueden y deben terminar con este estado de cosas, si fueran capaces de hacer algo de cuanto decimos, las cosas cambiarán esencial y fundamentalmente. Pero nos tememos que todo seguirá lo mismo o empeorando. En este caso, no será necesario que algún jefe de división tenga que estar pisando la nieve en mangas de camisa, con unos zapatos sin suelas, para demostrar a los soldados que están en alpargatas la poca importancia de sus justas quejas y lamentos. ¡Debe saber nuestro Pueblo, pues al mando ya se le había comunicado con tiempo!, que su legendario y glorioso ejército se limitó solamente a lamentarse sin protestar de tanta estúpida injusticia e incapacidad en quienes tenemos depositada nuestra ciega confianza. Es así como nuestras unidades lucharon en las batallas de Teruel, pero podemos tener el consuelo de que nuestro gobierno, y con él, nuestro gran ministro de la guerra, no parodió a Felipe II.

Si alguien tiene la curiosidad de leer cuanto antecede y precederá, se quedará algo sorprendido con cuanto decimos y puede pensar que son cuentos o despecho de un hombre que vivió cuanto afirma ser cierto. Procuramos ser lo menos crudo y nos dejamos en el recuerdo lo más desagradable por ahora…

Deseamos fervientemente no tener que contar cuanto nos hicieron vivir unos y otros en toda su salsa y crudeza. Conste que damos este paso desagradable porque nos obligan a darlo quienes son unos fatuos embusteros, contando cosas en la prensa totalmente amañadas y deformadas. Si las cosas cambiaran, guardaríamos en nuestro recuerdo todo lo desagradable de esta gran calamitosa contienda. Procuramos y pretendemos ser objetivos y, dentro de nuestro realismo, damos una importancia mínima a todas las miserias humanas desde hace años.

La situación es de lo más confuso que puede darse, es lamentable tener que repetir tantas veces las mismas frases, conceptos y sucedidos. Pero esta afirmación es correcta por lo siguiente: los mismos hechos cada día, a pesar de su paralelismo y semejanza, son más graves e importantes. Veamos por qué, sus causas y consecuencias. Cuando mandamos unidades de menor categoría, estos hechos, siendo los mismos, tenían menos importancia y trascendencia, por razones obvias.

La toma de Teruel es distinta a la de Belchite por razones poderosas: tiempo y lugar son factores no despreciables, unidos a la preparación militar.

Primero. Si tomamos Teruel, el EM hubiera desencadenado una ofensiva en otros frentes de más o menos importancia, el enemigo no hubiera precisado mucho más tiempo para montar un contraataque, ¡dirán los sabios: esta afirmación es una contradicción con cuanto decimos anteriormente! Demostraremos más adelante nuestra afirmación positiva.

Segundo. El resultado sería lo de menos. La importancia de esa o de esas intentonas nos hubiera permitido en Teruel lo siguiente: organizar el terreno en profundidad y que las fuerzas que lo tomaron se familiarizaran con la defensa de su conquista territorial.

Tercero: las unidades más castigadas debieron reorganizarse nutriéndolas o reponiéndolas de las bajas sufridas, al ser posible con veteranos y con reclutas.

Cuarto: hubo tiempo para hacer cuanto decimos y para crear condiciones de poder dar una seria lección al enemigo.

Quinto: era totalmente infantil esperar como lo hacían, pensando que el enemigo iba a conformarse con nuestra victoria.

Por esto decimos, una vez más, que aun siendo hechos semejantes, son de mayor importancia en sus consecuencias por la categoría y valor militar del objetivo. El enemigo recuperó cuanto perdió en Brunete. No intentó aún recuperar Belchite porque esto lo hará cuando termine con Teruel, será un regalo que le hacemos al perder cuanto estamos cediendo y conste que será difícil arrebatarle la iniciativa. Para lograr esto, tienen que cambiar mucho las cosas en nuestro campo.

Esto puede ser el principio de cuanto pudo y debió impedirse hace meses, no es derrotismo ni siquiera pesimismo, es solamente la confirmación de cuanto nos tememos desde las primeras semanas de nuestra guerra.

Captura de dos pilotos.

Cuando me encuentro aseándome un poco, hacen acto de presencia unos cuantos aviones enemigos que nos saludan con ráfagas de ametralladoras y lanzan pequeñas bombas que destruyen como quieren los pocos edificios que seguían indemnes en la carretera de Villastar a Teruel. Es su saludo matinal y como la cosa no tiene solución, me coloco en uno de los balcones de la casa donde tenemos el puesto de mando con un fusil ametrallador de disco, les recibo tan dignamente como se merecen. En toda la zona hay un poco de desorden y desde mi tribuna les ordeno a todos que repelan la agresión como hacemos nosotros. Los que no tengan armas que se tumben en el suelo haciendo un mínimo de blanco. Algunos mandos se lanzan de cabeza al río o donde primero les peta. Hacía muy pocos días nos habían mandado un consejero ante mi insistencia de tenerlo para que me enseñara algo de cuanto yo precisaba saber. No puedo enjuiciarle, fueron pocos los días que tuvimos el placer de tenerle a nuestro lado. Esta mañana se comportó un poco fuera de tono ante la aviación enemiga: se puede tener miedo y puede ser costoso el disimularlo, pero es necesario mantener el tipo y la forma ante nuestras fuerzas.

Me gritaban pidiéndome que bajara del balcón y que saliera de la casa, pero no tenían en cuenta que si lo intentaba, podía morir en una postura desairada, era mejor no perder la serenidad y morir luchando para ejemplo de todos.

Fue un problema de suerte, en las dos o tres pasadas que nos dieron, las casas se destruían como si fueran de cartas. La nuestra siempre quedaba en pie y sus vecinas, medio derruidas. Muchos impactos de ametralladora pero ninguna de sus bombitas nos tocó, si estas hubieran sido de más potencia, no estaríamos escribiendo estos datos y recuerdos desagradables por sus bajas y por la conducta de algunos mandos.

Nuestro consejero cuando salió del río se fue a cambiar de ropa y jamás regresó a mi estado mayor. Siento este incidente, pues en lo poco que charlamos saqué la impresión de estar enterado de la guerra teóricamente. Fue un día para no olvidarlo fácilmente por sus incidencias y por haber sido capaces de derribar dos aviones enemigos. ¡Nuestro sistema (propio) antiaéreo dio por fin como resultado el derribar dos aviones que le echaban salero y pelotas para, en esas condiciones climatológicas, atacarnos como lo hacían!

Si hubiéramos tenido ametralladoras antiaéreas de verdad, podíamos haber derribado alguno más de estos valientes muchachos. Es cierto que en ese caso no hubieran sido tan insensatos para volar a la altura que lo hacían, pero esto es algo que está por ver.

Mi unidad estaba totalmente indignada con la aviación franconacista y no muy claramente sabía o podíamos distinguir entre esta y bombardeo.

Pero nuestro sentido humanitario de la guerra y nuestra disciplina nos obligaban a ser correctos y humanos con nuestros enemigos para ver si ellos lo eran con los nuestros. Se nos dice que los pilotos son canjeados por los nuestros y esa razón a cuanto decimos anteriormente nos obliga a olvidar los malos ratos que nos hacen pasar y procurar que las muertes de mujeres, niños, ancianos y cuantos sufren sus bombardeos en la retaguardia no influyan en nuestra decisión.

A las pocas horas los recibo en la cocina de la casa ametrallada por ellos. Hay una tensión natural por el zafarrancho que nos organizaron. Ellos, como nos sucederá a nosotros, están seriamente preocupados, pero se mantienen serenos, les estará costando cuanto no podemos calcular, pero todo depende de nosotros para terminar con esta justa pero brutal tensión. A mi querido jefe de operaciones no le parece bien que les trate con la cordialidad que lo hago. Pero le conozco mejor que él se conoce y su sectarismo queda reducido a la nada en cuanto se le hace razonar. El diálogo es curioso y merece la pena repetirlo en gran parte.

—Siéntense al lado de la lumbre y charlemos sin acritud y sin temor de que a ustedes les va a suceder el menor percance —dice el jefe de operaciones—. ¿Crees tú, Toral, que el enemigo te pediría por favor que te sentaras al lado de la lumbre?

—Lo que haría el enemigo no lo sé y en estos momentos no me preocupa, puede que se comportara como tú estás deseando hacerlo.

—¿Conocen y saben ustedes las vidas y heridos que nos costaron con sus bombardeos en Barcelona y en otras ciudades?

—Nosotros no somos bombarderos, es cierto que algunas veces tenemos que acompañarles para defenderles de sus cazas.

—Bien, pero ¿qué piensan ustedes de la decisión criminal de bombardear ciudades abiertas?

—Sinceramente nos parece mal y por eso no quisimos ser bombarderos.

—¿Quieren decirme sin camuflajes cómo les recibieron a ustedes nuestras fuerzas?

—Nos insultaron un poco, pero eso es natural, en cuanto los mandos les llamaron al orden, dejaron de hacerlo.

—¿Cómo es posible que ustedes vayan tan mal calzados siendo pilotos y no haciendo juego con el uniforme que visten?

—Puedo exponérselo, pero le garantizamos que hemos sido tratados como no podríamos imaginarnos.

—Repito mi pregunta, muchachos.

—¿Nos permite usted una nuestra?

—¡Por qué no la voy a permitir si tiene respuesta!

—¿Se llama Nilamón Toral Azcona y fue campeón de España del peso de medio en boxeo y profesor de gimnasia?

—Pues sí, ¿cómo lo sabe usted?

—Lo sé por haberme entrenado con usted y como le conozco, sabía que es tan español como nosotros.

—Bien, muchachos, antes de tomar algo para calentarnos un poco, decidme lo de las botas y os prometo que no habrá sanción para nadie, si no hubo amenazas o algo más desagradable.

—No, como vimos que un oficial y un sargento tenían el calzado en unas condiciones pésimas, se las entregamos voluntariamente.

—¡Qué suerte han tenido estos mandos! ¡Me hubiera gustado más que ese obsequio lo hubieran recibido dos soldados y no mandos!

—Señor, o camarada jefe de operaciones, ¿se da cuenta con la elegancia que estos pilotos defienden a nuestros mandos para que no sean sancionados?

Almorzaron con nosotros y les pusimos un coche para que llegaran lo antes posible al CC del C. de E. no hay duda de que ese muchacho me conocía y que su comportamiento fue tan normal como la situación les podía permitir. Charlamos de la guerra y como a nosotros, sus informes no podían servirnos grandemente, les mandamos donde podrían estar más seguros que a nuestro lado para ser canjeados.

Contraofensiva y retirada de Teruel.

La guerra sigue su curso, las contradicciones se hacían más notables y el ambiente se oscurece a pesar de la gran capa de nieve que cubre nuestro sector.

Seguimos sin obtener noticias veraces de la situación de los frentes, mejor dicho, sectores ajenos al nuestro, es una realidad que operamos sin contactos, enlaces e información de quienes tienen el deber de proporcionarnos cuanto es sumamente imprescindible para cooperar mutuamente en la defensa y cuantas medidas sean necesarias tomar.

Con certeza no podemos decir cuanto sucede, pero también es una realidad que nuestro C. de E. no nos comunica cuanto pasa. Seguimos sin que los observatorios puedan transmitirnos ninguna información por falta de visibilidad. Queremos decir que estamos en la misma situación que cuando recibimos la orden de restablecer el frente en la zona que habíamos ocupado en la primera fase de la toma de Teruel. ¿Pero qué sucede en el Campillo, San Blas, Teruel y su muela? Nadie es capaz o no pueden serlo para indicarnos qué está sucediendo en todo o parte del frente, con esta falta de información, lo único que sucede es lo siguiente: no podemos dar ningún comunicado en nuestras órdenes para satisfacer la inquietud de nuestra unidad y la resultante es la de siempre. Radio macuto dice lo que cree saber, pero deformado, como es natural, este estado de cosas nos crea una psicosis y nerviosismo en las fuerzas y puede sacarse la conclusión correspondiente a toda derrota.

¡Cuando los mandos tenemos necesidad de utilizar las armas automáticas para frenar al enemigo es prueba concluyente de la descomposición de las unidades! En todo repliegue, por ordenado que sea, se producen siempre desordenes de más o menos importancia. ¡Pero cuando durante días se lucha contra un enemigo superior con temperaturas bajo cero y con la aviación enemiga, atacando permanentemente, no es nada sencillo lograr que las fuerzas propias se peguen al terreno para contener al enemigo!

No contamos con apoyo artillero del C. de E. ni tenemos la artillería divisionaria por haberla dejado en manos de las unidades que nos habían relevado. Habíamos ocupado posiciones que el enemigo no pudo tomarlas, pero tuvimos que replegarnos, pues por nuestra izquierda como por la derecha, el enemigo conseguía avanzar sin gran esfuerzo.

Para no ser totalmente desbordados, nos vimos presionados con demasiada frecuencia a tener que rectificar nuestras líneas. ¡Es y será siempre un factor negativo que influye poderosamente en la moral de los mandos y de las fuerzas! Esta decisión es nuestra moral y nuestra disciplina, las únicas armas eficaces para retrasar los avances de las fuerzas enemigas, pero los comisarios y todos los mandos militares nos consideramos importantes para hacer comprender a nuestras unidades la necesidad y conveniencia de seguir haciendo un sacrificio más para hacer una realidad el deseo de mantenernos en el terreno conquistado, pero mal organizado. Se producen situaciones delicadas en todo el sector ocupado por nuestra división y las fuerzas que pudimos colocar en posición, después de moralizarlas y de haberlas dotado de cuanto precisan para ser eficaces en la lucha. Es asombroso ver como estos magníficos y abnegados soldados y clases, de unidades que hace unos minutos se replegaban desordenadamente, se pegan al terreno y lo defienden con el mismo entusiasmo que la 70 división de Toral.

Aparecen algunos mandos que se contagian del valor y abnegación de sus soldados, y esta decisión nos permite modificar en parte nuestro dispositivo defensivo, aliviando a la 70 división de un esfuerzo tan superior a su capacidad defensiva.

Puede que el esfuerzo y sacrificio abnegado de la 70, y de quienes se suman ejemplarmente a su valor insuperable, no tengan la comprensión merecida. Pero para nosotros, miembros de esta unidad ejemplar, como otras que pueden estar haciendo lo mismo, es un orgullo y honor inmerecido mandarles y dirigirles en estos momentos de máximo peligro e incontables contratiempos por nuestra falta de medios para hacer frente a un enemigo mejor pertrechado, equipado y si me apuran un poco, mejor dirigido en esta fase de la guerra.

Nuestras fuerzas están realizando un esfuerzo digno de su causa y superior a cuanto debía esperarse de una preparación discontinua por la incapacidad de quienes nos gobiernan inmerecidamente. ¡Las fuerzas enemigas nos atacan con medios superiores a los nuestros, sí! ¡Pero su valor y sacrificio no desmerece del nuestro! Esto no es un elogio inmerecido, es solamente hacerles justicia. Las temperaturas bajo cero las sufrimos todos al mismo tiempo. Su equipo, aun siendo mejor que el nuestro, no es el apropiado para esta inclemencia. Su armamento es infinitamente superior al nuestro en cantidad, en artillería, aviación, armas automáticas y carros. ¡Pero ellos tienen que atacar!

Nosotros tenemos que aguantar un huracán de metralla, sí, justamente es lo que requiere una defensa organizada y nosotros tuvimos tiempo de hacerlo en profundidad, fortificando todas las zonas de penetración que el enemigo podía intentar seguir. En muchos puntos pudimos construir elementos y cen468

tros de resistencia permanentes que hubieran sido para el enemigo obstáculos casi insalvables en varias de las direcciones elegidas de ataque en Teruel como en pasadas ofensivas. Por lo menos hubieran pagado un alto precio.

¡Ya no estamos en los primeros meses de la guerra, ha habido tiempo más que sobrado para corregir los defectos naturales por la naturaleza y clase de nuestra maldita guerra! ¿Si, ciertamente, hay en los partidos políticos, en los sindicatos, como en todas las organizaciones democráticas antifascistas, un sincero interés para derrotar al enemigo común? Es necesario no perder un solo día más para terminar con cuanto impide lograrlo.

Hablamos exponiendo el sentir y la opinión silenciosa de quienes sufren las trágicas consecuencias de cuanto nos hacen tragar estúpidamente. No pretendemos presentarnos como iluminados llenos de sabiduría, de bondad generosa y soluciones mágicas para curar enfermedades nacionales e internacionales de miles de años. NO y NO.

Solamente pretendemos indicar, si nos lo permiten y esto no crea ninguna conmoción catastrófica, cómo podríamos salir de este laberinto enmarañado en el cual están sumidos los padres o patricios de la República. Pensamos o creemos pensar como en el fondo y forma lo hace nuestro Pueblo, y por lo tanto, su ejército popular. ¡No engañarnos los legisladores y falsos administradores de los intereses y patrimonio comunitario! El Pueblo sigue sufriendo y callando con su estoicismo numantino, pero también puede cansarse de tanta incapacidad o mala fe de quienes no son dignos de haber sido elegidos para tan inmerecidos cargos como la dirección de un país que está viviendo los momentos más delicados de su historia.

Cuando la humanidad está en los albores de un nuevo periodo de transformación, que puede ser totalmente distinto a cuantos vivió, es necesario romper con todos los moldes que puedan ser un obstáculo para hacer frente a una situación que será mucho más cambiante de cuanto podemos suponer. Hacen falta dirigentes y cuadros de mandos capaces de situarse en el momento que nos tocó vivir en nuestra patria, pensando que sin quererlo ni desearlo, podemos ser ejemplo y guía de pueblos, países y de toda la humanidad.

Con esto no queremos decir que sea necesario romper y desechar cuanto del pasado pueda sernos útil en los momentos presentes. Seguimos hablando de nuestro frente y, cómo no, de nuestra guerra o cuando menos, de los frentes que conocemos por haber luchado en ellos.

¿Cómo es posible que nuestros partidos políticos no sean capaces de crear un gobierno más eficiente y realista que cuantos fueron formados hasta la fecha? ¿Cuándo serán capaces de lanzar y poner en práctica unas consignas idóneas y más eficaces que las del Partido Comunista? Solo saben criticar y torpedear criminalmente cuanto sale de nosotros. ¡No podrán justificar en ningún momento de nuestro periodo republicano cuanto pudo, y algo más, por consolidar la república y la democracia en España!

Dedica a la guerra cuanto tiene, con una sola finalidad, lo crean o no lo crean: ganar la guerra es su meta y su consigna más importante, aceptada por todos los amantes de la democracia y refundada con el ingreso en nuestro partido en aluvión.

Quizás este suceso histórico tenga consecuencias negativas en un tiempo próximo y podamos decir, con fundamento, que ciertas medidas tomadas desde hace unos meses son como consecuencia del crecimiento y peso político del PCE. Mal camino no conduce a buen lugar, y esto es cuanto está sucediendo en perjuicio y por desgracia para nuestra patria y para la democracia mundial.

Repetimos una vez más nuestra incapacidad para comprender la postura, conducta y actitud del PSOE. ¡Cuando los soldados, clases, oficiales y jefes de este gran partido, por su historia y por su número, están jugando en los frentes un papel tan importante como las unidades comunistas, no es razonable que sus, o algunos dirigentes de su partido, con casi mayoría en el gobierno, realicen una política tan miope como la están haciendo desde hace unos meses!

La Historia les condenará por no hacer cuanto pueden y deben, es un gravísimo error el que cometen desde hace tiempo. ¡Si ciertamente piensan que la guerra no puede ganarse por los errores cometidos antes de intentar el franco-nazismo, la destrucción de la República, con un gobierno hijo de los enanitos del bosque! Sería más noble y menos cruel para nuestro Pueblo decirle la verdad de nuestros pensamientos e incapacidad para ser gobernantes de un país como el nuestro. País que cuenta con partidos y organizaciones con la solera revolucionaria suficiente para hacer frente a todos los contratiempos que la guerra depara por vuestra incapacidad o desinterés. El Partido Socialista Obrero Español no puede tirar por la borda su historia de luchas revolucionarias. Este partido tiene hombres con la capacidad más que suficiente para saber que Franco y sus aliados no escuchan ni atienden otro lenguaje que el de la fuerza. Sí, deseamos la paz como quien más pueda desearla, pero sabemos que solo podremos lograrla si el enemigo no nos acogota. Los ministros, mandos y cuantos piensen que la guerra está perdida deben dejar sus puestos y marcharse donde crean que no corren peligro alguno, ¡sería lo mejor!

Es hora de barrer de todos los puestos de dirección, por pequeños que sean, a cuantos no tienen confianza en la lucha sea cual fuere su resultado.

No se puede dirigir ni mandar si no se tienen la condición de que se lucha por una causa justa y que por su justeza merece los sacrificios e incluso la vida, cuando se lucha, todo puede esperarse.

Pero hay más y podemos afirmarlo: mientras se lucha, las cosas que parecen indefendibles, por las razones que fuesen, pueden cambian a nuestro favor. ¿Qué sigue pasando con la famosa confederación del trabajo? ¡Esa CNT que pudo y puede aún ser un factor decisivo en nuestra guerra! ¿Por qué no aporta cuanto puede y tiene a la lucha más gloriosa que nos obligaron a empeñar? ¡Su participación en el gobierno es un paso trascendental para la República y nuestra causa! Pero nuestra situación requiere mucho más de su parte, esta famosa organización tiene hombres en cantidad y con los conocimientos necesarios para jugar un papel en la lucha, son relevantes o más que cualquier de las mejores organizadas por socialistas, comunistas y republicanos. Que lance a la lucha sus legiones con el material de guerra que se enmohece en sus arsenales, creados para hacer la revolución cuando termine la guerra. Que almacene sus teorías idealistas, contraproducentes en estos momentos, por ser un lastre que les impide dar cuanto pueden para la sagrada defensa de los derechos que dicen defender para todos. No es momento ni lugar para implantar un sistema que, por su grandeza, no fue ni puede ser comprendido por quienes tienen que luchar contra un enemigo insaciable de opresión y dominio. Sería convertirnos en un rebaño de corderitos lechales guardados por lobos hambrientos. ¡Participad en la lucha, como sabéis hacerlo cuando os da la gana y descended de vuestras nubes rosadas, que os deslumbran, para desgracia de todos! Los frentes y retaguardia os esperan con los brazos abiertos para luchar unidos contra nuestro enemigo común y de clase.

Los comunistas nos entendemos perfectamente con cuantos luchan con interés como nosotros para derrotar a nuestros enemigos: solamente somos antifascistas, nuestro anti termina donde empieza.

¿Pueden los demás sectores políticos decir lo mismo? Decimos y afirmamos que la guerra no seremos capaces de ganarla sin la unidad de todos. Pero esa unidad no puede ser un papel con más o menos firmas por mucho prestigio que puedan tener: la unidad del frente debe extenderse a la retaguardia. Es la creación de un gobierno pluralista donde todos los sectores antifascistas pueden y deben estar representados sin buscar esa negativa representación proporcional que tanto frena por egoísmos la eficacia de su labor.

El gobierno debe ser formado por los hombres más capaces y mejor preparados para desempeñar su labor sin pensar si son de este o del otro partido. Para esa discriminación innecesaria puede crearse un organismo distinto, pero formado por hombres capaces de estar por encima del partidismo, es el interés nacional quien debe decidir toda decisión en esta, como en otras no menos importantes, cuestiones nacionales.

Si fueran capaces de proceder como desde hace tiempo venimos indicando, la marcha de la guerra sería totalmente distinta a como viene desarrollándose desde los prolegómenos de ella. ¡Pero desgraciadamente los egoísmos partidistas, unidos al protagonismo absurdo de ciertos hombres, pero sumamente peligrosos por su fácil manera de retorcer los conceptos y frases que se esperan oír por ciertas razones interesadas personalmente, lo siguen impidiendo!

Si se toman las medidas que anteriormente indicamos con machaconería, y unas cuantas más que deben proceder en cuanto a la colocación o elevación de los hombres más idóneos, en todos los cargos o puestos claves de estado, la situación será cambiante en poquísimo tiempo para emprender el camino que no fuimos capaces de tomar cuando era el momento ideal.

Pero desgraciadamente el cambio de gobierno con unos ministros de mentalidad victoriosa, aun siendo un paso de la mayor importancia, no sería completo, pues se precisan unas cuantas medidas de tanta o casi más importancia y trascendencia que las anteriormente mencionadas.

Debe ser un gobierno responsable quien debe imponer, sin la menor vacilación ni temor, la remodelación y destitución de todos los mandos militares que no fueron capaces de ocupar dignamente los mandos y cargos que les fueron asignados. No debe hacerse la menor discriminación entre profesionales y de milicias.

Con los mandos políticos en el ejército (comisarios) como en todas las ramas de la industria y trabajos relacionados con la guerra nos sucede absolutamente lo mismo. Si estas medidas no se toman con la premura prioritaria que la situación requiere, las consecuencias se harán sentir hoy mismo sin esperar a mañana.

La situación es tan delicada que no admite espera ni medias soluciones con paños calientes, estas medidas solamente beneficiarían a nuestro enemigo.

Nuestra zona republicana tiene hombres y recursos suficientes para frenar al franco-nazismo, si estos son empleados por hombres honestos y con verdadero interés para velar por los intereses de todos los españoles y no solamente de una minoría insignificante.

No hay ni habrá en ningún momento de nuestra guerra el menor pesimismo del resultado de nuestra contienda en mis pensamientos. Desde antes de la sublevación de Franco, sabía el resultado y cuanto puede suceder a nuestro Pueblo. Mi pensamiento lo conocen algunos camaradas y compañeros de lucha con tanta entereza como yo y el mismo o quizás más espíritu de sacrificio.

Cada día nos quedan menos posibilidades de las pocas que teníamos inicialmente, y sobre esto me parece haber dicho algo en varios recuerdos o pasajes anteriores. ¡Seguiremos esperando y luchando, con el mismo entusiasmo de los primeros días, al lado de estos magníficos compañeros que con su abnegación y heroísmo nos enseñan cómo y de qué manera hay que dar todo por la libertad de los pueblos!

Todas las unidades, absolutamente todas (de esto no tengo la menor duda) dan lo que pueden y saben. Si su rendimiento no es tan eficaz como el de otras mejor dotadas materialmente, pero sobre todo, moralmente, la culpa no es de su número, color o pensamiento. Las unidades son moldeadas por sus mandos a su hechura y semejanza. Tenía razón quien dijo: cuando veo una unidad evolucionar y atacar, ya sé el mando que tiene. Pero yo creo que podemos decir algo más, o por lo menos, concluyente: cuando veas en el campo de batalla a un mando atildado y lejos de sus fuerzas, desconfía de él.

Sigue la 70 luchando contra la inclemencia y las fuerzas enemigas reforzadas con toda clase de material. La temperatura es bajísima y las fuerzas acusan el frío cada día un poco más. No tenemos cocinas de campaña en condiciones, nuestros cocineros e intendencia hacen cuanto pueden y un poco más para que estos abnegados y valientes soldados tomen todos los alimentos en las mejores condiciones, a pesar de su penuria en medios mecánicos. ¡Qué labor más meritoria y maravillosa realizan estas unidades! ¡Qué decir de nuestra heroica sanidad! No es posible reflejar en unas cuantas páginas su ingente labor en unas condiciones climatológicas tan duras como las que viven nuestras fuerzas. ¡Estos médicos, practicantes, enfermeros y camilleros se merecen todo nuestro agradecimien475

to y reconocimiento! Debemos recordar a los conductores de nuestras ambulancias, las que sortean todos los obstáculos que encuentran en su marcha por el terreno que sea, ¡que no hay caminos, pistas ni carreteras, es igual, ellos pasan si un herido tiene necesidad de sus servicios!

El enemigo puede hostilizarlos, pero ellos continúan su marcha sin ocuparse de otra cosa que de su misión sagrada: el enemigo no es capaz de respetar los acuerdos internacionales de la convención de Ginebra, es inenarrable la maravillosa gesta de la unidad sanitaria en esta como en anteriores operaciones.

La creación del hospital de campaña en la columna mangada fue ampliada cuando dicha columna se transformó en brigada mixta. Pero cuando esta brigada fue la base para la formación de la 70 división, organizamos un hospital divisionario como quizás otras unidades más importantes no fueron capaces de crear. Pedimos ayuda a los organismos superiores sanitarios, pero lo mismo hicimos con nuestros escalones superiores. Nosotros no debíamos seguir esperando la decisión de nuestros escalones superiores, por las muchas demoras que para otros casos se daban, si bien es verdad que de menor importancia. Una vez más, nos vimos en la necesidad, sintiéndolo mucho, de llegar al procedimiento de los hechos consumados.

Sin la menor duda, este no era nuestro punto de vista por ir en contra de nuestros principios unitarios disciplinados. Pero el gobierno tenía, o parecía tener, demasiados problemas para atender algo de menor importancia comparando sus problemas.

Llegamos a pensar lo mismo del EMC y como la necesidad de asistencia, cura y recuperación de los componentes de nuestra 70 división era nuestro problema fundamental, optamos por crear nuestro hospital pagando cuanto pudiera costarnos y para ello, cada componente de la unidad dejamos un día de haber para cumplir todos los gastos.

Se hizo un llamamiento a toda la unidad y a nuestros amigos para que entregaran, si podían y querían, los donativos que sus posibilidades les permitieran. La respuesta fue tan bien comprendida y secundada que nos permitió montar un hospital y una guardería para nuestros huérfanos e hijos de los heridos que no tuvieran medios para atenderles. Es en la única cuestión donde se hacía una justa discriminación para que nadie pudiera beneficiarse injustamente a costa de los soldados o los más necesitados, si eran clases, oficiales o jefes. La falta de medios comprobados era lo fundamental para ingresar los hijos: huérfanos, heridos y necesitados de nuestra unidad, en nuestras guarderías divisionarias.

Quizás fueron estos aciertos los que hacía que los soldados, en primer lugar, clases, oficiales y jefes se entregaran defendiendo a nuestra causa y a nuestra patria como lo estaban haciendo desde el primer día de la lucha. Ya tendremos ocasión de ir situando a cada mando de cada cuerpo y cada unidad en el lugar que les corresponde, por su entrega en la lucha, por valor y capacidad.

Hablemos un poco de intendencia y sanidad, y empezaremos por transmisiones e ingenieros, zapadores, para terminar con transportes, al que no debemos olvidar por varias razones de la mayor importancia, cuando sabe funcionar. Las transmisiones de la 70 división son una gran parte de los cuadros formados en la 32 brigada mixta, con estos cuadros técnicos, se crean los de la 70 división de Toral, que en cualquier hora de las 24 que el día parece tener, nos permite estar comunicados con los sectores y posiciones de nuestra unidad: de día, de noche, con buen y mal tiempo, con ataques y contraataques, jamás estamos desconectados más de unos pocos minutos.

Esta eficiente y valerosa unidad forma y es causa valiosa de nuestros pequeños aciertos en nuestra eficacia para formar y defender posiciones.

Los ingenieros zapadores minadores también se superan en toda acción por su estudio y entrenamiento y son capaces (cuando les damos tiempo) de crear y construir cualquier clase de fortificación que se les pida. Dejaron de ser una unidad inoperante, a pesar de su interés en el trabajo, por estar mal mandada y dirigida. Son los mismos hombres y los mismos mandos. Pero los mandos ponen en sus órdenes los conocimientos que tienen y los que adquieren en sus estudios de los tratados sobre fortificación que les entregamos en tiempos pasados.

Es otra unidad totalmente distinta a como fue y a estos les sucedió y les sucederá como nos está sucediendo a todos los que deseamos defender a nuestro Pueblo y a nuestra patria y a nuestra causa democrática: cada día sabemos algo más, pero seguimos ignorando cuanto precisamos saber para cumplir con nuestras obligaciones materiales y morales.

Su labor es y seguirá cada día más eficiente y nos ahorrará a la unidad y a la patria torrentes de sangre e infinidad de muertos y mutilados. Es ahora cuando en nuestra unidad se dan cuenta de la labor de este cuerpo insustituible, mientras las guerras no desaparezcan.

Transportes es una unidad que puede y será cada día más importante en toda batalla, por imperativos impuestos por la movilidad de la logística militar. Nuestro cuerpo de tren es algo que merece la pena considerar, por su eficiencia en sus misiones y por la responsabilidad de cuantos lo componen. ¡Dirigido por unos mandos de milicias que jamás habían pertenecido ni formado parte de ninguna unidad militar, se desenvuelven como si hubieran sido mandos del parque móvil más eficiente!

No pretendemos ensalzar inmerecidamente a nadie sin haber realizado (cuanto para nosotros era totalmente nuevo y sorprendente) una labor insuperable en las misiones encomendadas ante un enemigo que sabía sacar el máximo partido a la superioridad de sus medios defensivos y ofensivos, por contar con los mandos idóneos para esas labores o misiones.

Nuestro cuerpo de tren superó su desconocimiento teórico con un valor y abnegación que nada tiene que envidiar a los mejor dotados para realizar las misiones más importantes. Poquísimas veces fue necesario repetir a nuestros mandos de transporte la importancia de su misión y cómo debían ser interpretados nuestras órdenes para el mejor resultado y ejecución de ellas.

Si fueron capaces de cumplir a la mayor satisfacción cuanto la marcha de las operaciones nos imponía ordenarles, relacionado con su misión, fue gracias a su cariño a la causa y por sus conocimientos como profesionales. Sabían el valor moral y material que todo vehículo motorizado tenía para nuestra causa y por eso lo cuidaban como si fueran de su familia más querida.

Para ellos no fue un secreto lo difícil que resultaba para nuestro gobierno el poder adquirir vehículos que fueran útiles para la guerra. Pagando como tenían que pagar en divisas fuertes o en oro, nos vendían o compraban lo que querían vendernos los amantes de la democracia para andar por casa.

¡Qué derroche más estúpido de vehículos durante los primeros meses de la lucha! De esto no podemos culpar al gobierno, los máximos responsables fueron los partidos. Los sindicatos y todas las organizaciones que se crearon para embarullar la defensa de la República. Nos daremos cuenta de la injusticia de nuestro proceder cuando sea demasiado tarde para remediarlo.

Otra causa y factor determinante de nuestra eficacia en la división para realizar las misiones encomendadas por los mandos superiores puede ser la siguiente: habíamos tenido el acierto de crear en la 32 una escuela de cabos para sargentos y de sargentos para oficiales. Para los cabos no teníamos más problema que terminar (como se había logrado) con los analfabetos y designar a quienes tuvieran capacidad y valor físico-moral para desempeñar un cargo de los más importantes en toda unidad militar para combatir. La escuela fue situada para aprovechar los quince días, como máximo veinte, que habíamos calculado para hacerse una idea de cómo debía y podía conducirse un sargento y un oficial. La finca estaba magníficamente situada, alejada de todo centro urbano que pudiera turbar el trabajo de estos esperados y deseados cuadros. Estaba dotada de cuanto era necesario para cubrir el objetivo que nos habíamos propuesto. Mandos como profesores que se habían distinguido en varios combates y con dominio de los temas teóricos y prácticos para lograrlo. Con todos los medios a su alcance para que no hubiera el menor pretexto ni alegato para un fracaso por nadie.

No pretendemos estar autosatisfechos ni vanagloriarnos de nada ni por nadie, pero podemos decir que la primera promoción demostró que el sacrificio de sus compañeros no había sido inútil sino todo lo contrario. Por estas razones consideramos como siempre que la 70 división es la mejor y que carece de serias lagunas en su conjunto. Creemos estar en condiciones de enfrentarnos al enemigo y de poder jugar un papel más o menos brillante, si las unidades que luchan junto a nosotros cumplen con su misión. Pero esto sin triunfalismo alguno. Vemos con dolor y serio disgusto cómo los hombres que forman parte de unidades de las mismas características que la nuestra no pueden, o no son capaces de aguantar los ataques del enemigo. ¿Nos gustaría conocer las razones que pueda haber o darse para cuanto decimos en este orden? Nos sucede lo mismo que cuando tuvimos la necesidad de rendir un pequeño homenaje a los gloriosos internacionales por su ayuda en los momentos más delicados y difíciles de la gloriosa defensa de Madrid. Decíamos: ¡están constituidos con la misma materia prima que nosotros, pero se distinguen con su preparación, disciplina y entusiasmo para defender la democracia! Por eso dejan y abandonan a sus familias personales, para defender a la familia universal que, a pesar de ser los más y mejores, están cada día más necesitados de ayuda para hacer frente a este grupo de aventureros criminales sin escrúpulos para dominar el mundo de los sumisos, por ser esclavos de la justicia y de la paz.

Resumiendo, o lo intentamos al menos, hacer comprender por qué y cómo esas unidades, que aparentemente son como la nuestra, no responden al momento histórico que nuestro país y la democracia mundial viven. Es un problema de mandos con la capacidad idónea para los momentos que estamos viviendo. No se trata de tener más o menos conocimientos de los clásicos de la milicia, no, son momentos para intentar hacer comprender a nuestros hombres la necesidad ineludible de luchar con fe y confianza en el resultado victorioso de nuestra causa.

Para lograrlo, precisamos emplear un tono paternalista con un lenguaje sencillo y comprensivo para sus mentes y estado anímico, relacionado con los momentos físicos morales que nuestras unidades viven en estos momentos de presión constante del enemigo.

Si no somos capaces de comprender esta necesidad, para lograr que nuestras unidades nos sigan y crean en nosotros, perderemos una vez más el tiempo, militar y políticamente.

Todos nuestros males pueden radicar en cuanto venimos indicando insistentemente. No se trata de ser mejores, peores o buenos y malos, no. Es vital comprendernos mutuamente y hacer que los demás comprendan cuanto debe hacerse sin reparar en nada distinto a nuestras obligaciones para cumplir con la misión encomendada. Nuestro ejército no tiene la menor analogía con el franco-nazista, perderíamos el tiempo intentando compararnos.

Nos queda mucho camino por recorrer para lograr cuanto podíamos haber alcanzado si hubiéramos emprendido el camino idóneo a nuestra situación. No debemos emplear los clásicos métodos empleados por casi todos los ejércitos, cuando se producen repliegues o chaqueteos más o menos injustificados. Pero tampoco podemos los mandos acompañar en la desbandada a nuestras fuerzas desmoralizadas. El mando que se queda solo o semisolo, en una o varias posiciones, no puede ser un mando eficiente. Recurrir a las armas automáticas para impedir el repliegue desordenado de nuestras unidades es un crimen idiota y sin justificación castrense.

Utilizar la artillería propia para cortar un chaqueteo es un crimen monstruoso que solo utilizan los mandos que pretenden justificar su incapacidad, soberbia y cobardía asesinando a quienes deben defender de toda clase de enemigos. El terror es algo que siempre está agazapado en la zona menos visible de nuestro ser, ¡y hay tantas maneras de manifestarlo y dominarlo, pero seríamos demasiado pródigos si intentáramos explicarlo! Para nosotros fue y será un sistema repudiable en cualquier momento de la guerra, pero no permitimos ni permitiremos ninguna clase de chaqueteos ni de repliegues desordenados. Las posiciones se ganan, se defienden y se pierden cuando el enemigo tiene más capaces y valientes que nosotros.

En la guerra todo es normal menos la falta de humanidad para cuantos participamos directamente en ella.

Todo mando que se precie de serlo y demuestre que lo es debe tener presente algo que es más viejo que las guerras, pues todas las posiciones tienen dos facetas:

Primero: toma y organización defensiva.

Segundo: defensa hasta el sacrificio, pero no numantino.

Pero está demostrado que nada se creó, hasta la fecha, que pueda considerarse invulnerable en su totalidad.

Si partimos de que esto es así (y las excepciones no cuentan) el mando debe tener previsto dónde se situarán sus fuerzas cuando esa posición o sector indeterminado se vea precisado a replegarse ordenadamente o con más o menos desorden. Como es obvio, todo esto depende de la capacidad del mando y de los medios y presión enemigas.

Es de la mayor eficacia que los mandos de toda unidad, y lo de menos es su importancia numérica, estén junto a sus fuerzas y donde se les pueda ver en todo momento.

Esta decisión es de un valor casi decisivo en situaciones delicadas y será así como todas nuestras armas se emplearán solamente contra nuestros enemigos y no también contra las fuerzas propias. Un ejemplo que no me agrada relatar, pero que lo considero de un valor más o menos importante por la marcha de la guerra: en la rectificación de nuestro sector en la carretera de Teruel a Villastar, cuando el enemigo intenta desbordarnos por nuestra derecha y por la izquierda, me veo en la necesidad de emplazar dos fusiles ametralladores en una pequeña ondulación para que el enemigo no pueda descender de sus posiciones y mi puesto de mando de combate tenga que ser abandonado con demasiada premura para mis proyectos. El grueso de nuestras fuerzas había recibido la orden de situarse al otro lado del río y tenía la misión de crear una cabeza de puente a no mucha distancia de donde yo estoy situado, pero esto no ha podido realizarse como deseamos, sí, ciertamente calculamos mal el tiempo o nos excedemos en demostraciones de serenidad ante un enemigo que no pierde el tiempo.

Para poder situar nuestras fuerzas como la situación requería, era necesario jugarse un poco el tipo para que todo se mantuviera con el orden deseado. Todo mi estado mayor está cumpliendo misiones y no puedo contar con más ayuda que uno de mis enlaces, pues el otro está haciendo de enlace.

Máximo se queda a mi lado utilizando el fusil ametrallador que me sobra, hay momentos que tengo que utilizar los dos, pues Máximo tiene la misión de canalizar a los despistados y a cuantos no saben marchar sin guías.

Hay momentos la mar de interesantes, cuando mandos y soldados ven personalmente que su jefe está protegiendo su repliegue, quieren quedarse a nuestro lado, pero eso no es lo que yo pretendo y no por protagonismo, pero sí por cálculo frío y sereno para seguir teniendo el control de nuestra estupenda y gran unidad.

Cuando la situación se hace un poco más delicada, hace acto de presencia mi chófer y me dice lo siguiente:

—Su jefe de EM dice que el grueso de las fuerzas pasará el río y que la cabeza de puente está casi terminada, que no quedó nada que pueda ser útil para el enemigo, se salvó todo el material y a este lado del río solo queda tu coche.

—Bien, enterado, y márchese para decir al jefe de EM que se organicen las posiciones en profundidad como hemos convenido, y que se informe al cuerpo de ejército de nuestra situación, que yo me incorporaré en donde situé en el plano mi puesto de mando de combate, después de ver cómo está organizada la cabeza de puente y la amplitud dada.

—Yo no me marcho sin que tú vengas conmigo.

—Usted no sabe lo que dice, muchacho, ese coche le costó a la República 15.000 duros y no puede caer en manos del enemigo, en cuanto se descuide un poco no podrá salir, pues la carretera quedará cortada por donde tiene aparcado mi coche.

—Yo no puedo marcharme sin ti, pues los padres no me perdonarían esa faena y no comprendo por qué tienes que estar solo con un enlace cuando todo el mundo se retiró.

—Nuestra unidad se replegó porque yo lo ordené y nosotros continuaremos hostigando al enemigo mientras podamos para que nuestras fuerzas consoliden sus posiciones. Estoy esperando dos escuadras para estos fusiles ametralladores con dotación suficiente para que el enemigo no pueda, de momento, ocupar esta posición, que como puedes ver, tiene un campo de tiro estupendo. No tardarán en regresar mi ayudante el capitán Moreno y el otro enlace, también llamado F. Moreno.

Cualquiera que lea cuanto estamos diciendo se sorprenderá por las contestaciones de mi chófer, pero resulta que mi chófer provisional, por estar el oficial con permiso, es mi hermano Joaquín Toral. Conseguí que se marchara con el coche y lo hizo llorando como un niño, lo que en realidad es…pues en esta fecha no tendrá más de 17 o 18 años, si los tiene.

Creo recordar que en otra parte de mis memorias explico cómo salió de Valdemoro cuando se perdió el pueblo, y cómo ingresó en la 32 brigada mixta.

Es sumamente necesario explicar y razonar el porqué siendo jefe de una gran unidad, se me ocurre quedarme con dos fusiles ametralladores para garantizar el repliegue de mi unidad en la misma zona que nuestras fuerzas no fueron capaces de hacer una defensa eficaz para asestar al enemigo golpes demoledores, cuando no, una seria derrota. Cuando decimos nuestras fuerzas, nos referimos a cuantas defendían esta zona de penetración.

Las razones y motivos son múltiples, pero estudiaremos solamente unos cuantos para explicar e intentar razonar mi decisión más o menos afortunada, pero sometida a serias críticas. Sí, pienso, y por lo tanto, digo, que Teruel puede y debe ser la base de partida para cambiar la marcha de nuestra guerra, a pesar de los intereses internacionales capitalistas. Debo demostrar con hechos que mi afirmación no carece de fundamento y base.

La moral de nuestros mandos bajó unos cuantos grados en cuanto no explotamos nuestro éxito como pudimos hacerlo, puesto que el enemigo seguía menospreciándonos como en todas nuestras ofensivas. Esta actitud enemiga nos hace y nos lleva sin querer a dos cuestiones de importancia. ¿Nos conoce tan profundamente que puede permitirse el lujo de permitirnos atacarle sabiendo que seremos derrotados por no poder alimentar la batalla?

¿Tiene en nuestra zona una información tan eficaz que sabe de nosotros cuanto debe desconocer? Esto no es nada fácil saberlo y, por lo tanto, quizás no precise más información que cuanta nosotros le transmitimos con nuestras ofensivas enanitas mal pertrechadas.

El temporal de nieve y frío era lo mismo para unos que para otros seguir los medios de cada ejército, si sufríamos y capeábamos el temporal. Sobre esto creemos que no es necesario decir nada más para comprenderlo. Para demostrar a los más débiles y menos sufridos que se puede luchar en estas condiciones, cometemos la locura o insensatez de estar encima de la nieve con unos zapatos rotos por las suelas y en mangas de camisa y sin tomar nada de alcohol para combatir el frío.

Pagaremos personalmente estas demostraciones más pronto o más tarde, pues ya nos pasará la factura nuestro organismo. ¡Quizás por esto ni un solo miembro de la 70 división se quejó del frío ni de su mal calzado! Sabían que podían encontrarnos en los puntos y sitios más desagradables y en donde pudiera ser necesaria nuestra presencia, sin importarnos las circunstancias. Pudimos hacer frente a las vanguardias enemigas que pretendían hostigar a nuestra unidad divisionaria durante el repliegue, podíamos decir con más precisión, rectificación de nuestras líneas, con dos fusiles ametralladores que fueron suficientes para demostrar a cuantos vivíamos estos momentos históricos que es posible contener al enemigo cuando tenemos un poco de serenidad. No es un problema de valor, se trata solamente de controlar el temor que normalmente se manifiesta en situaciones delicadas como las que estamos sufriendo durante un periodo de tiempo demasiado prolongado.

Un jefe de gran unidad no puede perder la visión de conjunto de su unidad y sector, si un jefe muere, es herido o es capturado por el enemigo, o le sucede un contratiempo importante por no estar en su puesto de mando, se puede producir un lapsus táctico o parálisis estratégica difícil de corregir o subsanar en poco tiempo.

Pero en nuestro caso y situación, no puede suceder nada de cuanto antecede por haber tomado todas las medidas que deben tomarse según nuestro criterio personal. Quizás en un ejército regular, este proceder esté contraindicado.

Pero nosotros dejamos, hace unos días, de ser un ejército de compadres en una parte importante de unidades, pero no debemos ser ilusos y si no lo somos, debemos saber que nos queda por recorrer un gran trecho del camino que puede conducirnos a ser respetados y considerados por el enemigo. Para lograrlo, hay que dar la cara. Todo mi estado mayor sabía dónde debían estar situados para que la misión del mando no perdiera en ningún momento su continuidad ejecutiva. Nuestro jefe de EM tenía que entregar el mando al jefe de la 32 brigada si yo, por las razones o causas que fuese, no podía ejercerlo.

El jefe de EM no era el mando idóneo para hacerse con la dirección de la 70 división: persona excelente, pero sin carácter y sin comprender las características de nuestra guerra y de nuestro ejército. Sin dotes de mando y mediano organizador, por su falta de carácter.

Los jefes de brigada y comandantes de batallón sabían cada cual su misión por escrito y verbalmente, antes de emprender nuestro repliegue. Como es natural, se habían tomado las medidas necesarias para la organización del sector que habíamos decidido ocupar, caso de ser desalojados por el enemigo de las posiciones que teníamos.

Esta es una de las causas fundamentales de mi aparente abandono de todo el estado mayor, incluidos los oficiales de enlace de las unidades. Pude hacer un mal cálculo sobre la marcha de los acontecimientos, y si estos no se desarrollan como pensé, el único responsable soy yo y nadie más. La operación de Teruel, en la toma como en la defensa, merece ser estudiada seria y profundamente por quienes tengan la capacidad y objetividad para hacerlo. Yo intentaré, como siempre, ser todo lo objetivo que requiere y merece, en honor de la verdad que tanto amamos y defendemos contra tirios y troyanos. La verdad, por cruda que sea, es necesaria. No olvidemos que estos son apuntes tomados de la realidad vivida día a día en el campo de batalla y en algunos centros oficiales (por suerte, pocos) donde se respira un aire pestilente emanado de mentes descompuestas por el atiborramiento que habían hecho de ideas amañadas y retorcidas para seguir, cómo no, mangoneando y dirigiendo a los pueblos. ¡Pobre de nosotros, que no sabemos marchar sin el ronzal o el bocado para seguir tascando el freno de quienes se aprovechan sin escrúpulos de los pueblos!

Pensamos el tiempo que podíamos tardar en replegar escalonadamente el grueso de nuestra unidad para situarla donde se había elegido. Habíamos contado con el tiempo que el enemigo precisaría para reducir nuestra resistencia organizada y realizada por unidades que sabían pegarse al terreno utilizando su material ligero para estas misiones.

Mientras no recibiéramos órdenes concretas de nuestro C. de E., teníamos que operar y decidir por nuestra cuenta.

De nuestros enlaces, por la derecha como por la izquierda, poco o nada podíamos esperar. ¿Tenemos fuerzas en la muela de Teruel? ¿Se está defendiendo Teruel? Queremos y debemos terminar con parte de las razones que nos obligaron a proceder como lo hicimos para seguir manteniendo en nuestras manos parte del terreno conquistado en la primera fase de nuestra ofensiva y lo que no deja de ser tanto o más importante: que nuestra unidad no sea contagiada por el derrotismo y pesimismo de quienes, habiendo perdido la moral, arrastrarán tras de sí a quienes no estuvieran mandados con firmeza y serenidad en estos momentos.

La operación resultó todo lo eficaz que deseamos en dos vertientes paralelas: ganar tiempo para replegarnos salvando cuanto no debíamos entregar al enemigo, situar las fuerzas de cobertura donde podía reorganizarse tranquilamente el grueso de la unidad. Que la moral de nuestros mandos, más firme que nunca, no fuera afectada (como no lo fue) al ver como otras unidades no eran capaces de resistir un ataque serio. Que todo jefe de unidad puede lograr cuanto se proponga, si demuestra que puede hacer lo que sus hombres hacen cotidianamente: todo fue un poco teatral y más aparatoso de cuanto estaba sucediendo en realidad. Cuando el enemigo intentaba descender de las posiciones conquistadas, se encontraba con una cantidad de fuego que le batía con eficacia. Nosotros dos podíamos movernos con relativa facilidad para situarnos donde menos peligro podíamos correr, pues ellos tenían que descender de sus posiciones para atacarnos con eficacia. También se deben tomar en consideración los factores de orden militar y climatológico que el enemigo tenía que vencer para explotar el éxito de su victoria inesperada en tan poco tiempo.

El terreno no permitía avanzar ni desplegarse como deseaban, su esfuerzo principal puede ser recuperar la ciudad de Teruel y la muela, debe hacer lo mismo con todas las defensas que pueden garantizarle su reconquista.

Este fue y es mi criterio y por ello considero que no corremos ningún serio peligro al decidir actuar como lo hacemos.

Puede que el enemigo se pregunte dónde están situados los carros que no ven actuar y que desde sus observatorios no distinguen por parte alguna. ¡Pues están más cerca de cuanto pueden pensar de ambas fuerzas! Consideramos improcedente e innecesario emplearlos en esta situación, donde lo único que podemos lograr es perder algunos por las malas condiciones del terreno y la gran capa de nieve helada que cubre este sector. Pero sí pueden actuar eficazmente donde los tenemos situados para defender la carretera de Villastar Teruel. El enemigo no debe salir de esta ciudad y no debemos permitir que descienda de las cotas que la protegen, como de otras posiciones de menor valor e importancia táctica, suponiendo que Teruel y su muela están en poder del enemigo.