© Publicación realizada por Jaime Cinca Yago con la autorización de la hija y nieto de Nilamón Toral, Licia Toral de Córdoba y Juan Manuel Salaberry Toral. Para utilizar material de esta publicación deberá citar la fuente.
MILAMON TORAL, Memorias incompletas (a página principal)

Hasta finales del 36

Reorganización y adiestramiento.

No pienso dejar de criticar, censurar y de tomar cuantas medidas sean necesarias para conseguir lo único que en la guerra, a pesar de su criminalidad, puede lograrse: destrucción del enemigo con el mínimo de esfuerzo y sacrificio propios.

Es terrible tener que pensar en cuanto puede ser útil para la destrucción de tus contrincantes, pero esto fue y será así mientras los seres humanos no seamos capaces de comprendernos, de amarnos y de desechar en la tierra el egoísmo existente.

Soy solamente un capitán de milicias, no quisiera tener que mandar más fuerzas, pero como siempre, estaré dispuesto, a pesar de los pesares, a dar cuanto soy a mi pueblo que se merece todo.

Sigo siendo ,y creo poder seguir siendo, un hombre carente de ambiciones de ninguna clase, menos de hacer cuanto pueda por mis semejantes. Si esto es ser ambicioso lo soy tanto como el que más puede serlo en este sentido.

Para mí se abre en este día de la derrota una nueva etapa y por lo mismo me presento al comandante Perea para que me diga qué piensa hacer de nosotros y dónde seremos destinados. El comandante saca un plano y me marca en él las posiciones que ocuparemos; saldremos toda la columna a media tarde para estar en el lugar de destino antes de la noche.

Realizamos la marcha de forma escalonada, acompaño al comandante durante todo el recorrido visitando de cuando en cuando a los míos.

La moral es buena, nadie podría decir que esta columna fue derrotada hace unas horas. Se ríe, se canta y se marcha pensando en el futuro, fue recomendado por mi el meditar, discutir y sacar experiencias de este fracaso para discutirlo todos juntos en cuanto tengamos tiempo y estemos reorganizados.

Perea me demuestra que marcha maravillosamente por la montaña, que tiene una retentiva fotográfica. Me había dicho antes de partir:

—Cuando nos pongamos en marcha le iré indicando sin mirar más tiempo la carta cuales son los puntos cartográficos por donde tenemos que pasar sin mirar el porta planos que se lo entrego a usted.

Hizo una maravillosa demostración de sus conocimientos y de su retentiva. En África le pusieron el apodo del Mago de la Montaña, y por lo que vivimos tenía méritos para ser considerado como tal.

Sin tropiezos, sin más dificultades que las inherentes a la montaña o alta montaña, sin equipos, mal vestidos, mal alimentados, con una lluvia casi torrencial se marchó mucho mejor que cuanto el mando esperaba.

Actitud del enemigo según mi pensamiento:

¿Por qué no fue capaz de aniquilarnos cuando nosotros no teníamos la menor posibilidad de hacerles frente? Si cuando perdimos todo el dispositivo defensivo hubieran continuado persiguiéndonos hubieran tomado una gran cantidad de posiciones. Veamos cómo y por qué no fueron capaces de hacerlo.

a) Cuando se conquista una posición clave de todo un dispositivo defensivo de gran columna, no se puede permitir que las fuerzas ocupantes se entretengan en valorar el botín conquistado, perdieron un tiempo precioso.

b) Al no realizar la explotación de la victoria lograda permitimos que el enemigo se reorganice y tome nuevas posiciones, rehaciendo su moral.

c) Este fracaso del enemigo nos lleva a las conclusiones siguientes:

1º O no tenía las fuerzas suficientes para perseguirnos hasta las inmediaciones de Lozoyuela o sus mandos fueron tan incapaces como nosotros. Pudieron aniquilarnos y no lo hicieron.

2º Esto quiere decir que a pesar de su mejor organización por tener más disciplina, más mandos profesionales y perseguir unos fines concretos, preparados de antemano, su fracaso, tiene más valor moral que el de nuestra derrota. Durante esa noche me dediqué hasta la entrada de la mañana a pensar en ello.

3º La falta de medios no puede ser causa suficiente para justificar cuanto afirmo y cuanto expongo. Lanzar unas cuantas unidades ligeras con la misión de hostigarnos sin empeñarse

en un combate de desgaste debió ser su principal misión. Aniquilación del enemigo.

Resumen: el haber sido capaz de mantener una línea de tiradores durante la noche, el haber encendido hogueras, alimentándolas periódicamente hasta que nos replegamos, pudo ser la causa de que el enemigo pensara que aún éramos numéricamente y moralmente mucho más numerosos de cuanto en realidad éramos.

Lo positivo era más importante que lo negativo y por eso, pasada la noche en vela, al día siguiente se reanudó la organización del frente y reorganización de las unidades.

Hoy sin jactancia de ninguna clase, me sorprendo de cuanto hicimos en el nuevo sector. Sometemos a las fuerzas a una preparación militar como en seguramente ninguna otra unidad se dio. Se estudia táctica, se hacen toda clase de maniobras incluso con fuego real, ejercicios teóricos y prácticos de toda clase de armas y bombas de mano. Salen patrullas para hacer reconocimientos del terreno enemigo, que se encuentra a muchos kilómetros de nosotros. No conocemos más peligro que la artillería enemiga y el encuentro con algunas patrullas enemigas, pero tanto la una como los otros no nos preocupan seriamente por no ser hostigados por ninguna de las dos.

Se hacen trincheras reglamentarias. Soy enemigo de los parapetos llamados de la Guardia Civil y por lo tanto donde el terreno y los medios nos lo permiten las trincheras son en zig zag. Se construyen casetas subterráneas de más amplitud que nos permite alojar casi una sección completa con toda la comodidad que la montaña puede proporcionarnos.

Se me concedió el mando de otras dos compañías pero fuera del sector de la columna Perea, cosa que me parecía contraproducente y poco eficaz.

En Madrid la juventud campesina sabe cómo estamos trabajando y me mandan llamar para que les informe de la situación en la columna y el sector. Me interesa relatar dos hechos que tienen una importancia relativa para conocer la realidad de algunas unidades republicanas.

1º Si bien en mis unidades se había terminado con la duplicidad del mando y por lo tanto de la dispersión de criterios esto no quiere decir que las cosas marcharan sobre carriles engrasados. Veamos por qué y para qué.

a) Todos éramos milicianos voluntarios, a pesar de tener algunos en nuestras unidades que habían sido movilizados de forma anárquica, por mí mismo, en los pueblos dichos.

b) Los responsables políticos (aun no eran comisarios) eran tan incompetentes como nosotros en la misión encomendada.

c) Para nadie puede ser un secreto lo siguiente: a todos, y digo a todos sin excepción de ninguna clase, tanto militares profesionales como de milicias, dirigentes políticos como cuantos ocupan los puestos de responsabilidad en la contienda, nos venían los puestos demasiado anchos.

d) Para terminar este apartado podríamos decir, por lo menos yo tengo el valor de decirlo, que empezando por el gobierno, todos los partidos y organizaciones políticas y sindicales, no habían pensado en las responsabilidades adquiridas al cumplir con su misión de hacer frente a la sublevación del franquismo apoyado por todo el fascismo internacional y también por casi todo el capitalismo mundial.

e) En esas condiciones de confusionismo, de desgana en el mejor de los casos, por no decir traiciones, es dificilísimo sacar partido del sacrificio, abnegación y heroísmo de nuestro maravilloso pueblo.

Consejo de guerra de un sargento.

Aún se dan casos normales de incomprensión y de anarquía, incluso en unidades como las que yo tengo el honor de mandar, si a esto se le puede llamar mandar. Cuando se reduce la ración de tabaco, como se administra mejor cuanto el gobierno nos manda, un sargento protesta y dice que si no le dan su paquete diario se marcha del frente y se llevará por delante a cuantos se opongan a su decisión. Comete la insensatez de golpear a los milicianos que reparten la ración e insulta al oficial que los acompaña. Cuando no pueden convencerlo ni les hace el menor caso, un oficial le dice que me lo pida a mí.

Se presenta en mi puesto de mando donde me encuentro dando una charla a los oficiales y clases francos del servicio, en tono airado e insultante me dice:

—Toral, ahora mismo quiero que me des el paquete de tabaco que me dan todos los días.

—No sé qué dices, camarada, ni lo que pretendes con esa actitud de violencia injustificada. Espera un momento y me informaré qué sucede para que tú estés en esa actitud.

—Tienes que resolverlo ahora mismo y, como te repito, entregándome mi paquete.

A todo esto me tiene cogido del brazo y en la mano derecha tiene el fusil. Mando venir al oficial de intendencia y me dice:

—Ten cuidado, Toral. —Esto después de saludarme—. Por orden del gobierno se darán desde ahora solamente 10 pitillos.

—¿Esa orden es para todos?

—Si, pero este camarada no quiere entenderlo.

Sin darle la importancia que esto parece tener digo lo siguiente:

—Entregarle mi ración para que se quede tranquilo y después hablaré con él.

—No, quiero mi cajetilla ahora mismo.

—Escuche usted, si el gobierno no da más de 10 pitillos es porque no puede dar el paquete completo, pero yo le digo que no debe darnos nada, para eso nos paga 10 pesetas diarias y nos da de comer.

Le quito su mano de mi brazo derecho y le mando que se incorpore a su unidad. Al volverme me gritan: «¡Cuidado!». Me vuelvo rápido y desviando el fusil le doy un golpe que le hace caer al suelo. Lo detienen, lo desarman y quieren que se le fusile en el acto para ejemplo de todos.

Me opongo terminantemente y pido que se cree un consejo de guerra, mejor dicho un tribunal de guerra. El delegado político se encargó con el resto de los oficiales de crear un tribunal. Lo cierto es que yo no tenía la menor idea de cómo se puede hacer eso y me parece que a los demás mandos les sucedía lo mismo.

Yo me permito abrir una información personalmente, para conocer razones de por qué ese sargento pudo proceder así. Sabia que era o residía en Pinto. Pregunto a cuantos lo conocen, empezando por los milicianos y terminando por uno de los oficiales de dicho pueblo. Todos los informes coinciden en que es un antifascista desde hace años y, aun siendo un poco violento, es buena persona si está sobrio. Osea que si bebe es peligroso, pero si mis órdenes se cumplen, nadie se puede emborrachar por beber solamente un vaso de vino por persona.

Se me comunica que el tribunal está formado y que lo único que sucede es que nadie quiere defenderlo. Les digo que sin defensor no puede ser condenado y mucho menos como todos desean la muerte para que con ese ejemplo se consiga una disciplina ejemplar.

Tengo que imponer mi autoridad y pongo como condición para celebrar el consejo de guerra que yo seré el defensor. Se me dice que es un absurdo mi deseo y que puede ser contra producente, pero yo insisto en defenderlo si no lo hace ningún otro oficial.

Se hacen todos los preparativos y se reúne a cuantos no tienen servicio para asistir al consejo y si mal no recuerdo me parece que asistieron casi todos los componentes de la unidad.

Sería infantil relatar todo el proceso pero para demostrar cuanto antecede sobre nuestras dificultades por estar creando un ejército sobre una parte del país donde su aparato estatal había sido totalmente desarticulado y se requería tiempo y hombres capaces para restaurarlo. Por estas razones fundamentales se producían cosas y causas que en la zona fascista quizá no se dieron.

Mi defendido salió solamente degradado y condenado a no beber vino durante todo el tiempo que estuviera en el ejército de la República. Resumen: como él era el jefe del pelotón se había bebido todo el vino de la ración y esa fue la causa del incidente.

Pongo en práctica una idea que podía dar pésimos resultados pero también podía ser básica para conseguir cuanto yo me proponía. Los muertos no sirven para nada más que para recordarlos sus familias y amigos y pueden ser un lastre para la defensa de una causa por muy justa que está fuera.

No tengo la menor duda de la justicia y magnanimidad de la República y sobre todo de nuestro pueblo. Se me criticó durante mucho tiempo por ser uno más en todo, comía como mis muchachos y recibía mi ración en la fila como ellos. Puede ser que esto fuera un poco excesivo pero esa conducta me resolvió serios problemas durante toda la campaña.

Tengo entendido que el Quinto Regimiento, que no conozco nada más que de pasada, está jugando un papel importante en la creación de unidades con preparación y mandos con conocimientos, ese y no otro debe ser el camino para intentar ganar la guerra.

a) Lo mismo que hizo el Partido Comunista Español debían hacer los demás sectores y partidos políticos.

b) Cualquiera de ellos tiene más militantes que nosotros pero desgraciadamente para la República y para la clase trabajadora ninguno tiene la visión política y el espíritu de sacrificio en sus dirigentes que tiene el PCE. No es pasión, no la tenía, no la tengo y no pienso tenerla por nadie ni por nada.

c) Para mí, capitán de milicias de juventud campesina, todos los milicianos, fueran del matiz que fueran, eran tan buenos como los de la JSU y el PCE.

d) Con los mandos no me sucedía lo mismo al principio, pero no tardando mucho, creo haber demostrado con hechos fehacientes no haber realizado ninguna discriminación, sino todo lo contrario.

e) Todo el que servía para ocupar un puesto de responsabilidad fue utilizado por mí y hasta este momento no tengo que arrepentirme de esta decisión, de derechas o de izquierdas, siempre que no hicieran ostentación de ello podían estar bajo mi mando para ser utilizados en la defensa de la República. Esto lo pensé el primer día de la guerra y lo realicé hasta el final de ella.

Como decía anteriormente, fui llamado a Madrid por la JSU, la organización ideal para mí, y a la que dediqué cuanto fui capaz de dar. Conste que jamás hablé con los grandes caciques, como yo solía decirles cariñosamente. No sabía ni me preocupaban los cargos que tenían algunos conocidos. Pero eso no fue obstáculo para hacer cuanto esa dirección me mandara siempre que no fuera en contra de la causa.

La JSU también preparó unidades y mandos que jugaron un papel determinante en nuestra gloriosa defensa de la democracia.

Ascenso a Comandante, derechistas en las filas, y visita del frente de la Carretera de Andalucía.

Me concedieron el grado de comandante y me felicitaron por mi actuación. Les indiqué con insistencia que nosotros no debíamos pasar del grado de comandante, ellos pensaron de distinta forma y manera, quizás tuvieron razón pero yo seguí con mi idea.

Me informaron de cuanto pueda interesarme y salgó rápidamente para el frente de Canencia donde estaba el cuartel general de la columna Perea. Una vez más estaba conforme con sus opiniones.

Me dio serio reparo presentarme al comandante con la estrella de 8 puntas, me parecía una falta de respeto y consideración a su categoría y jefatura, pero Perea lo consideró normal sabiendo como sabía que de muchos lugares habían salido mandos con el grado de comandante desde el primer o primeros días de la guerra.

No sé por qué razón la organización de JSU me atraía mucho más que la del partido, no quiero decir que el partido me fuera indiferente ni mucho menos.

Se me criticaba por no visitar los centros políticos y de no pedir cuanto me hacía falta o nos pudiera hacer. Pienso que mis justificaciones eran más contundentes que cuanto ellos alegaban. Cuando se pertenece a unas organizaciones o partidos deben ser ellos los encargados de velar por sus mandos y militares, proporcionarles un reparto lo más equitativo de los medios y elementos necesarios para crear unidades eficaces, esa y no otra debe ser su misión. Las preferencias injustifica110

bles crean malestar en quienes son considerados como fuerzas o unidades de segunda fila.

Fue lamentable no poder unificar durante los primeros días o semanas las fuerzas más eficientes y más entregadas a la lucha para hacer frente a un enemigo mejor organizado que nosotros y con infinitos conocimientos sobre la milicia.

Puede que también tuvieran sus contratiempos y dificultades, pues de otra forma no podían explicarse sus fracasos ante un enemigo tan inexperto como nosotros y sin unidad inicial en una lucha totalmente decisiva. Por muchos años en lo único que no podían superarnos fue en moral.

Nos dedicamos íntegramente al trabajo, preparación y entrenamiento militar y algo cultural para los que eran analfabetos. El manejo de las armas, el lanzamiento de bombas de mano, el orden abierto de las unidades, la marcha de aproximación como la toma de contacto, todo esto se hace bajo mi mando y mi mirada.

Quizá cuanto antecede pueda parecer sorprendente y exagerado en las primeras semanas de la guerra, pero es tan cierto como muchas más medidas que fueron tomadas en nuestras unidades mientras en el mismo y otros sectores se perdía lamentablemente el tiempo por unidades que acababan en las mismas o peores condiciones que esta.

Consigo las ordenanzas militares y el reglamento de la infantería en campaña, lo mismo que el reglamento de las grandes unidades. Debo reconocer que ,a pesar del gran interés por todos cuantos forman las unidades mandadas por mí para prepararnos lo mejor posible, las dificultades son de importancia. Afortunadamente, no existen serias discusiones por la disparidad de las ideas totalmente opuestas. Todos o casi todos los muchachos derechistas movilizados por mí se comportan bien y se les trata como a uno más de las unidades. Hay, cómo no, las dudas e incomprensiones mutuas en hombres con ideas totalmente antagónicas.

Mis órdenes son cumplidas y todos respetan a estos muchachos, enemigos políticos nuestros; ellos no correrán el menor peligro mientras se comporten como lo están haciendo.

Juanjo me pide en nombre de todos ellos que les permita salir de caza entre las dos líneas. Mi contestación es que sintiéndolo mucho no pueden correr el peligro de encontrarse con una patrulla enemiga o tener la tentación de pasarse al enemigo. Mi deber es velar porque no les suceda nada mientras estén en mis unidades. No les hace ninguna gracia mi decisión, pero acatan mi orden sin manifestar su contrariedad con ninguna manifestación que pueda ser tomada con medidas de seguridad.

El enemigo sigue sus avances casi en todos los frentes y desde Madrid se me manda presentarme lo antes posible. Pido permiso al comandante Perea y me lo concede, puesto que en nuestro sector no hay la menor actividad.

Entrego el mando del batallón al teniente Pilili, mejor dicho, de las dos compañías de cachiporrilla, y salgo rápidamente para Madrid.

En juventud campesina se me indica que pase por Serrano, donde está situado el Comité Central del Partido Comunista de España, y que pregunte por el comandante Carlos.

El comandante me pide que salga sin tardanza para visitar el frente de la carretera de Andalucía, desde Madrid hasta Seseña y cuanto considere de interés en esos frentes. Parto con mi coche y un enlace que conoce el terreno mejor que yo, como se hace tarde y es de noche, dejamos los reconocimientos para la madrugada del día siguiente.

Nos pasamos la noche haciendo bombas con botes de tomate cargados con cartuchos de dinamita y rellenos de metralla. Todo esto lo hacemos en la casa del pueblo o la sede del Frente Popular. Los camaradas del pueblo tienen mucho miedo al manejo de dinamita pero esto le sucede también a los componentes de alguna de las unidades que tienen posiciones en la periferia de Valdemoro. Cuando le pedí al Frente Popular que recogiera toda la dinamita que hubiera en el polvorín no les hizo la menor gracia, fue necesario mandar a mi coche y mi enlace con otro voluntario del pueblo al polvorín situado en el Juncarejo protegido por la Guardia Civil. Ese polvorín tenía su razón de estar allí por haber en Valdemoro varias canteras y lo mismo en Ciempozuelos.

Yo había visto alguna vez a los canteros manejar la dinamita y por eso no me asustaba de ella, los preparativos impresionan favorablemente a alguno de los mandos de las unidades situadas en el repetido lugar. Una de las unidades que me impresionó más favorablemente fue la vasca, pero no puedo comprender por qué tenían que estar situados en la carretera sin tomar posiciones que se habían creado con una fortificación no despreciable.

En cuanto amaneció salimos para visitar todos los frentes que pudiéramos encontrar hasta las inmediaciones de Aranjuez, y como dije hasta Seseña y los Torrejones, en una palabra, todo el ala derecha hasta tomar contacto con la carretera de Toledo.

No era nada fácil comprender el entusiasmo de todas las fuerzas al mismo tiempo que el desorden más anárquico por el desconocimiento en la mayor parte, por no decir en su totalidad, de cuantos componían las unidades situadas en esos sectores. Desconocimiento de la realidad que se vivía, desconocimiento de la misión a realizar para contener al enemigo y desconocimiento absoluto de cuanto se estaba ventilando en esos momentos históricos.

Soldados (pocos) sin moral y sin preparación alguna, milicianos sin el menor conocimiento de los principios más elementales de cuanto se precisa para crear una unidad militar con más o menos preparación para ser eficiente en la paz y en la guerra.

Con unos mandos profesionales desconcertados, sorprendidos, desmoralizados y en gran parte asustados moral y físicamente por su temor a las masas y a las reacciones que pudieran (como sucedió en varios frentes) darse ante los avances del enemigo, más adelante estudiaremos cómo y el porqué de estos casos.

Con unos mandos de milicias que no tenemos la menor idea de cómo organizar y mandar una unidad militar ni en la paz ni mucho menos en la guerra. Parece ser que algunos mandos de milicias habían pasado, por suerte para ellos y también para sus unidades, por academias militares de gran prestigio, pero eran tan pocos que, yo conozco solamente dos, su peso específico, a pesar de su gran valor, no pudo ser decisivo en una contienda como la nuestra.

Procuremos no anticiparnos a los hechos que son los únicos que la historia de los acontecimientos y mucho más en la de los pueblos deben contar para enjuiciarnos absolutamente a todos y no solamente a una parte más o menos importante pero totalmente insignificante ante el conjunto del pueblo.

Se que alguien dijo que los hechos son más tozudos que las frases y por estar de acuerdo con esta afirmación paso a relatar cuanto viví en esos momentos de tragedia de nuestro país.

La aviación fascista había bombardeado con bombas incendiarias a la caída de la tarde el pueblo de Valdemoro. La moral del pueblo como la de las fuerzas de los sectores visitados era grandísima en los frentes, se suple el desconocimiento con la entrega total a la lucha, sin reparar lo más mínimo en los ma114

yores sacrificios. ¡Un pueblo como el de Valdemoro donde jamás habíamos podido ganar unas elecciones ni en los mejores momentos de la República, aun deseando que sus partidarios entraran, no hizo la menor manifestación que pudiera molestarnos ni poner en peligro, nuestra seguridad!

Es necesario reconocer que tenían motivos sobrados para desearnos lo peor por haber cometido la estupidez en el frente popular de permitir el asesinato por unos indeseables, de personas que, si bien es cierto que siempre habían sido y posiblemente serán nuestros enemigos de clase, no lo es menos que todos ellos tenían familiares en las unidades que yo tenía la suerte inmerecida de mandar.

Debo reconocer y lo hago sin el menor esfuerzo que la posición del Frente Popular no era la misma que yo tenía cuando fueron a detener a estos mismos. Yo disponía de una fuerza que ellos no tenían y por esa razón de peso decisivo en estos momentos pude poner en práctica mi tesis de que vivos nuestros enemigos nos pueden prestar mejores servicios que estando muertos.

Terminada la jornada salgo para Madrid a informar en la central de mi partido. Se me pide un informe objetivo realista de cuanto he visto y se me hace saber que se escribirá cuanto diga y que tengo la obligación de firmar cuanto escriba.

Consideré que era necesario tomar las medidas siguientes:

1º Defender Seseña a toda costa y organizar el terreno en profundidad para la defensa de la carretera de Andalucía dejando libre dicha vía de comunicación.

2º Establecer un frente discontinuo desde Aranjuez apoyando nuestro dispositivo en el curso del Tajo defendiendo fundamentalmente todas las principales líneas de penetración enemigas por no poder contar la República con las fuerzas suficientes para crear un frente continuo.

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3º Seseña, Illescas, Carranque, Navalcarnero y cuantos pueblos y mandos de comunicaciones no se habían perdido hasta la fecha: creando solamente centros de resistencia para defenderlos a toda costa, teniendo las columnas las reservas imprescindibles para lanzar contra ataques para retrasar el avance del enemigo. Esto era fácil decirlo y pensarlo pero no tan sencillo llevarlo a la práctica.

4º Utilizar las trincheras construidas como cuantos elementos de resistencia fueron y pueden ser creados sobre la marcha, colocando en dichos puntos a las fuerzas menos combativas y a los mandos que no tengan los conocimientos necesarios para maniobrar contra atacando.

5º Moralizar a los mandos haciéndoles comprender la gran importancia de su misión histórica responsabilizándoles de sus misiones.

Si se toman esas y otras medidas de más importancia se podrá contener al enemigo antes de llegar a Madrid.

Firmo el informe y salgo para mi unidad.

Batallones de choque y Brigadas Internacionales.

Se me da la orden de salir para Madrid para crear los primeros batallones de choque para la defensa de Madrid: sacaron los mejores milicianos y mandos de la sierra para la creación y formación de los repetidos batallones. Tenemos como cuartel general el cine Progreso, situado en dicha plaza. Ocupamos el sótano y un par de oficinas.

Antes debo relatar algo que merece ser conocido para poder comprender algunos fracasos de pequeñas unidades. En el cuartel de Nebrija se preparó un batallón de juventud campesina a marchas forzadas para mandarlo al frente de Retamares. Este batallón no tenía preparación ninguna, carecía de man116

dos con un mínimo de conocimientos, había sido designado comandante uno de los jóvenes de JSU cuya preparación se reducía a ser uno de los mandos de la retaguardia para recibir a los reclutas que mandaba dicha juventud campesina. Era tan joven que para que le respetaran un poco tuvo que dejarse una pequeña perilla por no tener aún barba cerrada.

Me llamaron de dicho cuartel para que les mandara unos oficiales y sargentos para completar los mandos de dicho batallón. Elegi 12 o 14 de los más capaces para hacerse cargo y ayudar al camarada Jiménez. Tres tenientes fueron ascendidos a capitanes y los sargentos a tenientes. Al comandante Jiménez le expliqué en una nota y telefónicamente lo más elemental para hacerse con el batallón y manera de situarlo en el sector que le asignaran. Pedí que lo mandaran a relevarnos a nosotros y en los mismos transportes nosotros saldríamos para el frente que les habían destinado.

A pesar de nuestra insistencia, no se me hizo el menor caso. Afirmé que era un batallón que perderíamos sin pena ni gloria. El peligro de ese sector se agravaría con su presencia por no haber sido preparado en condiciones la repetida unidad.

En Madrid no les hizo ninguna gracia mis sugerencias y recomendaciones y se me dijeron cosas desagradables por mi insistencia machacona e impertinente. Para tranquilizarme se me dijo que sería colocado entre las fuerzas de Campesino y de José María Galán. Insistí una vez más en que solo perderíamos como máximo 4 o 5 horas de tiempo y de la otra forma se perdería el batallón sin mejorar nada la situación del sector. Me colgaron el teléfono sin más explicaciones,

Mis temores no eran infundados ni yo pretendía ninguna clase de protagonismo, todo radicaba en conocer el cuartel de Nebrija y saber que en dicho lugar no había nadie con la capacidad militar suficiente para preparar unidades. Había camaradas de JSU con un grandísimo entusiasmo y un mayor espíritu de sacrificio, pero con eso no se forjan unidades para hacer la guerra, eso es solamente un factor innato y lo otro es el trabajo, el estudio y la preparación colectiva para conseguir los conocimientos imprescindibles para la lucha.

Los mandos que mandamos no tuvieron tiempo de hacerse con la unidad y el camarada José María Jiménez, comandante del batallón, no podía mandar esa unidad por mucho interés que pusiera en la empresa y mucho menos en un frente tan activo e importante como el asignado a esa unidad.

¡Lo más difícil de mandar en la guerra, un batallón! La unidad ideal para quien tenga las dotes innatas o la preparación deseada militarmente y humanamente, la serenidad y valor que esa unidad requiere y merece. Por ser la clave defensiva y ofensiva de las grandes unidades y cuando digo grandes no me refiero solamente a la división. Si la guerra se siente a pesar de su brutalidad criminal, en el único lugar que puede vivirse en toda su grandiosa magnitud trágica es, y quizás aún sea en el futuro, en el puesto de mando del batallón.

¡Velar por las vidas de los componentes de esa unidad es hacerlo por todo el ejército! Un batallón puede romper un frente por muy bien organizado que esté, puede contener al enemigo por muy numeroso que sea si su comandante lo tiene bien situado y si sus hombres creen en él.

En una palabra, para mí que no sé nada del arte militar afirmo: quien sea capaz de mandar un batallón puede mandar cualquier unidad por numerosa que sea, pero bien entendido, que mandar es dirigir y dirigir debe ser conducir a la victoria. Los escalones superiores se simplifican por si solos a pesar de su magnitud numérica y compleja cada día más.

He ahí mis temores de cuánto podía suceder a una unidad que su mando en esos momentos históricos no tenía la menor idea de cómo actuar, sencillamente porque no había salido aún al frente, no había hecho ni el servicio militar; era un crío en toda la extensión de la palabra y los hombres que le mandé para reforzar sus cuadros de mando tenían solamente una pequeña experiencia por haber actuado conmigo.

Si uno cree tener algún conocimiento de las personas y de ciertas circunstancias no debe ser sorprendente que insista ante quienes pueden impedir ciertos fracasos que pueden ser un lastre para el futuro y sobre todo para la marcha de la guerra.

Como decíamos, el batallón de cerca de 600 hombres lo mandan al sector de Madrid y lo sitúan entre las posiciones de José María Galán, militar profesional, y Valentín, el campesino. Se me afirmó que en estos mandos no fueron capaces de situarlos en sus sectores como debían y tenían la obligación de hacerlo y mucho más como una unidad que por primera vez entrara en fuego.

No tiene justificación la conducta y actitud de estos mandos y en particular la de Galán. Durante la noche podían haber hecho sus mejores o peores trincheras y haber situado la unidad en profundidad por ser un terreno demasiado despejado. Pero estos famosos mandos no fueron capaces de ocuparse de una unidad que merecía toda clase de ayudas y mucho más la moral.

Cuando amaneció, el batallón de Jiménez sufre las consecuencias de la impericia, de la incapacidad y de la estupidez de dos jefes que estaban luchando desde los primeros días de la guerra con un enemigo que sabía lo que quería y que tenía la determinación que todo mando debe tener, la de la victoria.

Ante el fuego de las ametralladoras enemigas y no teniendo para protegerse de él nada más que unas cuantas retamas se produce una dispersión de toda la unidad, incluidos los mandos. Fue un chaqueteo con todas sus consecuencias, pero los responsables de esta catástrofe no fueron sancionados cómo merecían serlo y esto por dos razones:

1º Se perdió un batallón que pudo ser una unidad tan eficiente como fueron otras, unos muertos y otros heridos se desmoralizaron (soldados) o milicianos que costó recuperar un tiempo precioso.

2º El frente fue roto por el sector que cubría el batallón y las repetidas unidades mandadas por quienes pudieron y debieron impedirlo sufrieron las consecuencias de su conducta.

El señor campesino detuvo al comandante Jiménez y la JSU me dio el encargo de recuperarlo de sus manos y sobre todo que no hiciera con él como pretendía. Me costó un poco lograrlo, es algo peliculero la forma y manera de lograrlo, son de esos casos que no deben redactarse por no ser concebidos por nadie que no los viva.

Liberado el camarada Jiménez, me incorporo y me dedico seriamente a la organización de los batallones de choque para la defensa de Madrid. Se me pide una vez más qué visite los frentes de las inmediaciones de Madrid e informe de cuanto se considera necesario para corregir lo que se pueda.

Se perdió Seseña a pesar de que ya teníamos tanques rusos y que estos estuvieron defendiendo dicho pueblo durante demasiado tiempo, tiempo sin estar acompañados por la infantería.

La llegada de los tanques y aviones soviéticos fue la inyección de moral que nosotros precisábamos para defender Madrid y la zona Republicana. Sin la ayuda de la Unión Soviética no hubiéramos rechazado a las fuerzas franquistas apoyadas por el fascismo internacional y por todos los enemigos de la democracia e incluso por gobiernos que decían ser demócratas. Es la ayuda soviética durante toda nuestra lucha la única que fue fundamental y decisiva para la defensa de Madrid pri120

mero y después para mantenernos durante tres años de guerra. ¡Que la llegada de los voluntarios internacionales, hombres de todas las tendencias democráticas, fue también una ayuda inapreciable y difícil de valorar en su justo termino es algo que nadie puede ni debe negar!

Pero todo esto de nada hubiera servido sin el entusiasmo y heroísmo de nuestro pueblo trabajador y los intelectuales más progresistas no podemos y debemos olvidar el papel de máxima importancia jugado por ellos en puestos claves para la creación de nuestras unidades militares de todas las armas y en la dirección de todos aquellos cargos que los trabajadores no podíamos ocupar por carecer de los conocimientos necesarios para dirigirlos.

Esto esto no tiene vuelta de hoja, como llanamente se dice por nuestro pueblo. ¡Artilleros jefes de primera clase! Las incomprensiones de quienes sabían de la importancia del tiempo en una contienda, la importancia de un criterio único, la importancia de la unidad de quienes decían defender los mismos fines; fueron la primera causa creada por ellos y no solamente por nuestros enemigos para que impunemente pudieran prepararse para terminar con la indefensa República.

Todo cuanto sucedió desde antes del 18 de julio del 36 es solamente la obra funesta de quienes no querían escuchar la voz del pueblo. Cuando los partidos políticos, cuando los sindicatos obreros tienen dirigentes que solamente son capaces de ver y defender tan solo los intereses de su partido político no pueden ser los hombres idóneos para hacer frente a una situación tan compleja como la creada por todos nosotros.

La proclamación de la República, quizá un poco anticipadamente para ciertos dirigentes republicanos y socialistas les impidió jugar el papel que nuestro pueblo precisaba y que sus militares esperaban. El PCE carecía en esas fechas de una dirección eficaz y competente por eso cometió la torpeza de pedir en esos momentos una república socialista, pero a partir del 1932 las cosas habían cambiado y mucho más después del 1934.

En el año 1936 tiene una dirección eficiente e indica en el Parlamento y fuera de él cuanto se avecina para nuestro pueblo, pero los padrecitos de la patria no pueden escuchar las observaciones de quienes están dirigidos por la Tercera Internacional y por lo tanto al servicio de la Unión Soviética, pero sí pueden confiar en las vanas promesas de las llamadas democracias capitalistas que habían llevado al poder al fascismo italiano y el trágico fascismo alemán.

Se pierde una vez más el tiempo y la ayuda soviética es recibida con algo más que reservas mentales. Recuerdos de lo más desagradable afluyen a mi mente en estos momentos históricos y no solamente por la defensa de Madrid y la democracia mundial en la España republicana. Recuerdo mis entrevistas con hombres que ocupaban puestos en el gobierno de la República o familiares de máximos dirigentes de partido como el hermano de Indalecio Prieto que en estos momentos no recuerdo su nombre.

Ante sus lamentos de cómo marchaban las cosas en Barcelona yo le prometí, para que se lo transmitiera a su hermano, que el problema catalán lo resolvía en menos de una semana. Hoy me río un poco de mi optimismo para resolver un problema tan serio como el que en esos momentos atenazaba seguramente a quienes tienen la máxima responsabilidad de cuanto estaba sucediendo en nuestra zona.

Volvemos a situarnos en el ámbito militar y vemos cuál es la situación real del frente en la carretera de Andalucía. Pretendo llegar a Valdemoro y no lo consigo porque el enemigo lo tiene ocupado y marcha con rapidez para ocupar Pinto y Getafe. Esto quiere decir que los Torrejones estaban en su poder y que otras columnas seguían avanzando para ocupar Madrid.

En el Cerro de los Ángeles en sus inmediaciones, me encontré con Lister, al que informé de cuanto había visto y de la entrada de las fuerzas enemigas en Pinto. Me dijo que la situación era muy delicada y que intentaría contener al enemigo. Me ofrezco por si puedo hacer algo en su sector y me indica que regrese a Madrid para informar de la situación actual en ese frente.

Marcho para Madrid y confío que durante la noche el enemigo no avance, si lo hace no encontrará seria resistencia. Me presento en el Comité Central e informo de la situación. Me ofrezco una vez más para luchar en el campo enemigo dónde podemos causarle serios contratiempos por conocer el terreno y tener varios amigos y partidarios, seguro que muchos de cuantos digo no hubieran respondido teniendo en cuenta el temor impuesto por el fascismo.

Mi resumen solamente puede ser uno y no basado en mis deseos solamente: con la moral indestructible que tienen nuestros milicianos y la no menos valerosa de mandos profesionales (a pesar de lo difícil y delicado de su misión), si nuestros dirigentes políticos saben o quieren estar a la altura de las circunstancias la situación puede dominarse. Será una lucha más cruenta y mucho más descarnada que cuanto hemos vivido hasta hoy, pero se podrá poner en práctica en Madrid la consigna del no pasarán.

La defensa de Madrid, como la de todos los frentes, es un problema de moral política, sin este factor determinante no podemos ganar el tiempo imprescindible para crear las unidades necesarias para frenar a un enemigo que tiene los conocimientos militares que nosotros precisamos adquirir sobre el terreno y sin perder ni un día más nuestros dirigentes políticos tienen la obligación de crear las condiciones idóneas para que las masas se incorporen a la lucha dirigida por los militares profesionales afectos a la República.

El Partido Comunista tiene razón una vez más y sigo sin explicarme cómo republicanos, socialistas, anarquistas y cuantos dicen ser amantes de la libertad y de la señora democracia no se emplean con el mismo entusiasmo y el mismo fervor que los comunistas en defensa de la República. Cuando pretendan hacerlo habrán perdido el terreno político que dejaron abandonado por sus eternas vacilaciones.

Se precisa un gobierno realista capaz de movilizar en nuestra zona los inmensos recursos de nuestro pueblo independientemente de las ayudas que se puedan lograr en el exterior.

Cuando se me ocurrió en Canencia plantear la idea de suprimir tanto partido político como tanta innecesaria organización sindical causó una impresión desagradable en quiénes no comprendían mi postura y mi interés por nuestra causa. Seguro que ellos tenían más conocimientos y eran más realistas que yo en esa ocasión y lugar. Mi puro idealismo me impedía comprender en estos momentos históricos nada que fuera distinto a la defensa de la República, de la democracia, esto se podía conseguir solamente agrupados todos en un solo bloque con un gobierno donde todos estuvieran representados persiguiendo la misma finalidad la de la victoria popular. Conseguir que todas las fuerzas antifascistas se emplearan en la lucha con el mismo entusiasmo que algunos militares de nuestra zona lo hicieron, aportar y enseñarnos cuanto debían saber y algunos sabían más de cuanto no quisieron demostrarnos.

Es cierto que tenían miedo a los insensatos que creían lograr una victoria solamente con hacer acto de presencia con las banderas desplegadas y gritando himnos más o menos revolucionarios.

Durante unas semanas malogramos mandos que nos eran imprescindibles. Es sumamente cierto que los pueblos pueden hacer milagros y en su seno aparecen o crean lo que precisan para su autodefensa, pero no es menos cierto que esto nos cuesta demasiado caro y que perdemos magníficas oportunidades de vencer por no saber utilizar todos los elementos que tenemos a nuestro alcance.

Los profesionales tenían sus fundamentos más o menos fundados (yo diría que menos) para hacerse cargo de unos hombres que sin una preparación militar y sin una mentalización política tenían que ser mandados en esos momentos de trágica situación sin la menor concesión a prejuicios más que fundados para poder creer en la justicia de ciertas decisiones imperativas impuestas por la marcha de los acontecimientos políticos militares creados por nuestro enemigo y por nosotros.

La desconfianza de las masas tenía en su justificación histórica y cotidiana, que les impediría durante mucho tiempo creer en la sinceridad y honradez de quienes tenían que dirigirles en esos críticos y decisivos momentos.

En todos los actos de la vida el tiempo es determinante y decisivo pero en la guerra con más razones poderosas.

Sin haber vivido esos momentos no es nada fácil para quiénes pretenden hacer la historia de nuestra guerra hacer comprender las razones y el porqué de los hechos que la distancia y el tiempo y, lo más interesante, la carencia de objetividad por partidismo y sectarismo nos impiden relatar los hechos tal y como en realidad sucedieron.

Miedo político social de quienes estando convencidos de la justicia de nuestra causa no se entregaron en cuerpo y alma para la defensa de los intereses del pueblo que lo forman todas las clases sociales que no tienen por lema solo y exclusiva mente la defensa de sus intereses personificados en una sola clase.

Me refiero claro está a cuantos militares y políticos eran, y quizá sigan siendo hoy más que ayer, defensores de la llamada democracia. ¡Claro que se correría un serio peligro! Algunos pagaron con sus vidas al adoptar decisiones que parecían estar pensadas y calculadas para servir los intereses y causa de nuestros enemigos.

Quizá se dieron algunos casos pero sin la menor duda muchos menos de cuanto se pensaron. ¿Cómo se pudo impedir que nuestro enemigo común no lograra cuanto logró sin esfuerzos ingentes?

Cuanto precederá no implica ni mucho menos la decisión tomada internacionalmente por los enemigos de los pueblos libres para crearnos las condiciones imprescindibles para que sus protegidos nos derrotaran con su decisiva ayuda política y militar. Este es un capítulo que en el transcurso de la guerra lo iremos viendo y viviendo. También lo vivieron más tarde cuantos no fueron capaces de comprender la justicia y la importancia de nuestros sacrificios en defensa de las auténticas libertades de todos los pueblos y, lo que es más importante, en defensa de los derechos humanos en todos los pueblos y latitudes tengan el sistema político que tengan.

Para mí había solamente dos soluciones para que no se dieran los casos que sin la menor duda tenían que darse por todo un cúmulo de hechos cuantitativos gestados por la proclamación de la República española.

1º El gobierno no debió desmilitarizar en nuestra zona. Debió llamar a cuantos soldados, clases y oficiales disfrutaban de permiso y movilizar como mínimo dos reemplazos de quintas anteriores.

a) Admitir en todas las unidades a todos los voluntarios que hubieran deseado ingresar.

b) Designar junto a los mandos militares a personas conocidas políticamente para que estos jugaran un papel de suma importancia en la moral de las fuerzas y que las decisiones militares fueran acatadas sin la menor vacilación ni duda por los mandos y soldados. Diputados, dirigentes políticos y sindicales con la única misión de garantizar al mando militar en sus decisiones.

c) Si en el transcurso de la guerra era necesario crear unidades que no pudieran ser mandadas por mandos profesionales, estas lo serían por aquellos políticos que hubieran demostrado sobre la marcha su capacidad para serlo. A estos colaboradores del mando se les podían llamar como menos inquietudes despertaran en cuantos tenían temores infundados de la creación de un ejército comunista.

d) Con estas medidas se podían haber conseguido las finalidades que desde hacía meses se indicaban al gobierno por cuantos veían sin la menor duda los preparativos de nuestros enemigos. Los avances y ocupación de ciudades no hubieran sido todo lo rápidos que fueron.

2º Si esto no pudo hacerse por razones que ignoro, no se debió hacer lo siguiente:

a) Creadas unidades de milicias cómo se crearon, debieron ser dotadas de sus mandos más representativos tanto en el orden político como el sindical.

b) Estos mandos de milicias tenían que estar dotados de sus consejeros militares profesionales para hacer su labor de mando más fácil y mucho más eficaz si había una inteligencia entre ambos.

c) Con esta medida hubiéramos creado en mucho menos tiempo las mismas o más unidades de cuantas se formaron y sin la menor duda hubieran sido aún mucho más eficaces de cuanto lo fueron.

d) Puede ser que algunos mandos de milicias no precisaran consejeros de ninguna clase o entidad pero yo considero y no olvido lo mucho que aprendí de quienes tenían tanto interés como nosotros en servir a la causa común. En una palabra: a nuestro pueblo o país, para mí es lo mismo una cosa que otra.

e) Me consta que nuestros mandos profesionales no quisieron reconocer nuestro valor relativo en la marcha de la guerra, por eso me permito el lujo de decirles más de una vez: sigo y seguimos esperando de ustedes que nos enseñen cuanto precisamos y deseamos aprender de quienes tuvieron la suerte de estudiar el arte militar. Tengan presente que todos o casi todos no teníamos ni la menor idea de poder ocupar un puesto de tanta responsabilidad como se nos encomendó.

f) Pero seamos sinceros y honrados con esos hombres y con nosotros mismos. ¿Acaso fuimos capaces de tratarles como se merecían? ¿Los comprendimos y pensamos las dificultades múltiples que debían vencer para situarse ante una masa, en muchos casos anárquica, y organizarla y dirigirla frente a un enemigo que días antes eran compañeros y posiblemente amigos?

¡Afirmo todo lo contrario sin el menor temor de confundirme! Esta afirmación no quiere decir afortunadamente que sucediera con todos, pero sí sucede durante una temporada demasiado prolongada.

No es una justificación la situación creada y el encontrarnos inmersos en un acontecimiento tan desagradable y confuso como el de una guerra civil desencadenada por quienes tenían el deber de velar por la patria y se dedicaron a su destrucción y aniquilamiento.

Este acontecimiento puede explicar las dudas y desconfianza de quienes tenían que ser mandados por estos militares que jamás habían estado junto al pueblo y con el pueblo, las honrosas excepciones no cuentan.

Para nosotros los milicianos la papeleta era más simple y más sencilla, sobre todo si eras conocido. También teníamos una gran ventaja en todos los órdenes sobre los militares profesionales: las medidas que fuéramos capaces de tomar no podían ser mal interpretadas por nuestros compañeros y camaradas, no teníamos que romper ningún molde ni principio para emplear nuestras unidades y medios. Solo nuestra conciencia de hijos del pueblo nos podía pedir cuentas de nuestros actos.

Por esto y otras muchas cosas más el estado anímico de los militares profesionales y el nuestro era totalmente distinto.

También es cierto que fuimos en muchos casos más rápidos en comprender la clase de guerra que debíamos hacer a pesar de nuestra ignorancia del arte militar. Pudimos adaptarnos a la situación sin esfuerzo. Es así como yo comprendía cuanto estaba sucediendo y por qué informé y procuré aprender cuanto ignoraba para responder de las vidas que me fueron confiadas para la defensa de la República, de la democracia y por lo tanto de mi país.

La defensa de Madrid es maravillosamente organizada, la moral de nuestras fuerzas permite tomar cuantas medidas son necesarias sin encontrar la menor resistencia en cuantos no son ciertamente defensores de la República democrática.

No es partidismo ni sectarismo cuanto pienso decir de los militares, dirigentes y mandos políticos como militares del Partido Comunista Español, no es necesario esforzarse para hacerlo comprender, pues nuestros más sobresalientes enemigos lo reconocieron sin grandes esfuerzos.

El Partido Comunista comprendió desde antes de la sublevación fascista dirigida y alimentada por lo más reaccionario de la banca española, de los capitalistas, de los terratenientes y sobre todo por las armas más eficaces de la oligarquía capitalista que son y serán mientras el capitalismo exista: la iglesia y el ejército, lo poco o nada que podemos esperar de las llamadas democracias capitalistas. Esta comprensión les llevó a lanzar las consignas más apropiadas para movilizar a todas las fuerzas más progresistas, y en particular a los trabajadores, para ponernos en pie de guerra, pretendiendo hacernos comprender a todos, sin exclusión de ninguna clase, la necesidad y motivo imperativo para lanzar las consignas de la defensa de la patria sin pensar en matices ni intereses partidistas de quienes pretendían una vez más monopolizar en nombre de frases altisonantes lo que jamás fueron capaces de realizar por ser puro cuento sus famosas promesas de defender los intereses sagrados de la patria.

Tanto en un campo como en el otro inicialmente la finalidad esencial fue la misma, digan lo que quieran unos y otros: defensa de los intereses capitalistas por encima de todo. No seríamos justos si no reconociera yo que en la zona republicana conseguimos cambiar el gobierno y por lo tanto poner en algunos puestos clave hombres que si bien no fueron los que la situación requería sí fueron totalmente distintos a los de los primeros meses.

Para mí no fue en ningún momento un secreto las dificultades que internacionalmente podíamos encontrar y mucho más un gobierno totalmente republicano y auténticamente demócrata. También creo ser capaz de haber valorado en esos momentos históricos nuestras limitaciones dificultades y lo que es más serio políticamente: las tradiciones de quienes decían ser fervientes defensores de la mártir República.

Sinceramente, ¡maravilloso pueblo español, sufrido pueblo español, sacrificado pueblo, martirizado pueblo, heroico pueblo español que jamás fuiste tratado como mereces, por nadie ni por ninguna clase, hasta la fecha!

Las consignas lanzadas por el PCE prenden en tu alma, prenden en todo tu ser y cuando parece que nada tenemos que hacer ante los ataques de las fuerzas marroquíes, ante la Legión Cóndor y las unidades italianas fascistas y también otras fuerzas menos numerosas pero no menos reaccionarias, te pones en pie como un solo hombre para rememorar las gestas de nuestros antepasados gloriosos en invasiones pasadas. Hombres y mujeres, ancianos y jóvenes en un apiñado hacer frente a cuantos nos atacan por los cuatro puntos cardinales para ocupar y derrotar a Madrid, pero esta heroica e inigualable gesta hasta entonces en ningún otro país (y menos en nuestra condición político militar) fue posible gracias a la actividad incansable de la insuperable Dolores, adalid de la lucha y del PCE .

Este ejemplo fue seguido con más o menos entusiasmo por todos los sectores políticos y militares profesionales de la zona republicana y no digamos nada por esas milicias que unos meses antes nada sabían de la milicia ni podían haber soñado en ser protagonistas de una gesta de tan inmensa magnitud. Fue una lucha victoriosa de todo nuestro pueblo democrático republicano y también de cuantos participaron en la lucha sin desearlo y sin pensar como nosotros, pero que en esos momentos históricos sentían la misma indignación que todos nosotros por los métodos empleados en la contienda.

Pueden decir cuanto quieran nuestros detractores de la importancia de nuestras unidades internacionales, pero sin restar ni un solo ápice al valor de su intervención en la defensa de Madrid, más moral que material en el mes de noviembre, por su número no podían ser decisivas con sus intervenciones, pero si afirmo y lo ratifico que fue una inapreciable inyección de moral que nos permitió con su conducta hacernos realizar no solamente esa gesta de la defensa de Madrid sino también otras de más o menos importancia.

Nuestros siempre gloriosos internacionales se fueron incrementando, llegamos a tener como unos 30 o 35.000 pero teniendo en cuenta que en las Brigadas Internacionales había también voluntarios españoles. Yo mismo mandando la 32 brigada, anteriormente la columna Mangada, pertenecí a la 35 división que mandó Walter. Pero estos datos no pretenden restar ningún mérito a esos famosos voluntarios internacionales que dejaron sus países, mujeres e hijos para jugarse la vida defendiendo la libertad de España y la República.

No les importó poco ni mucho los sufrimientos de la guerra ni les importa participar en una lucha donde siempre o casi siempre teníamos que luchar en condiciones de inferioridad de material e incluso numérica. Fueron capaces de enseñarnos cuanto sabían y compartieron con nosotros cuanto tenían. Sin la menor duda nos enseñaron cuanto sabían y nosotros necesitábamos, pero en el transcurso de la lucha también ellos aprendieron de nosotros cuanto fuimos capaces de enseñarles. Esto es una afirmación de ellos mismos y no de cumplido.

Muchos partidos políticos criticaron y siguen criticando el proselitismo del PCE pero ellos hicieron lo mismo y esto es normal, cuando no fueron capaces a pesar de las propuestas políticas de unidad del PCE de crear un ejército con la única finalidad de ponerse al servicio de las órdenes de la República para luchar y para defenderla de todos sus enemigos.

Esa debió ser la actitud de cuantos decimos ser republicanos y defensores de la democracia. Jamás comprendí y sigo sin comprender el porque los demás partidos no fueron o no quisieron lanzar y poner en práctica las consignas comunistas. Ellos tenían más posibilidades que nosotros para que el pueblo les siguiera como hicieron con nosotros.

¿Quizás fue la actitud política de los gobiernos llamados socialistas, socialdemócratas y republicanos quienes se lo impidieron?

Quizás más tarde podamos, en el transcurso de nuestra sorprendente defensa activa, comprender parte de las razones que les impidió jugar en la guerra y la dirección política un papel como tenían el deber de realizar.

Hay algo que tengo la obligación de exponer, por mucho que digan otros, sobre la ayuda de todos nuestros amigos demócratas en el mundo entero. Ayudas morales, personales y materiales, todas fueron valoradas por nuestro pueblo de la forma más encomiable, pero ciertos sectores políticos y sindicales lanzaron sus dardos más venenosos sobre la ayuda soviética con la malsana intención, en muchos casos lograda, de menospreciar y confundir a quienes tenían que saber valorar la importancia de no encontrarnos solos y que había un gobierno dispuesto a prestarnos cuanta ayuda precisáramos para la defensa de nuestra república democrática y nuestra total independencia.

Pero esa actitud loable, digan como dijeron y dirán cuanto quieran los enemigos de la auténtica democracia, tenía que ser difamada para que el entusiasmo sin límites de cuantos fueron capaces de entregar cuanto tenían para defender la República de la democracia no continuaran por ese camino. Era un camino peligroso para los intereses creados de una clase dominante y explotadora de ese pueblo que hubiera despertado de su letargo demostrando su poder creador y redentor para la humanidad.

Para mí, como para muchos otros, por no decir para la mayoría de cuantos defendimos la justicia, justicia sin adjetivos de ninguna clase, esa actitud de la Unión Soviética y muy en particular la de ese maravilloso pueblo, pueblo capaz de prescindir de cosas necesarias y fundamentales para su existencia, quemando lo mejor de cuanto tenía en armas, máquinas y en particular sus mejores hijos para enfrentarse al enemigo común y que me consta sin la menor duda que se le impidió por todos los medios que su aportación fuera todo lo eficaz que deseaba prestarnos.

Ayuda soviética y defensa de Madrid.

No se puede ni se debe silenciar por nada ni por nadie la inmensa importancia de cuanto se puede decir en este orden de cosas. Repito una y mil veces que la ayuda de todas las fuerzas democráticas fue importantísima para la defensa de Madrid y por lo tanto para que la República continuara tres años más defendiendo unos derechos conquistados en las urnas con unas elecciones como jamás se habían realizado en nuestro país bajo ningún otro sistema político

¡Nunca fueron, ni pasado el tiempo, capaces de valorar en su justo termino la importancia de la ayuda soviética! Sin los primeros tanques conducidos y manejados por dotaciones soviéticas la defensa de Madrid no hubiera sido posible a pesar de nuestro incomparable heroísmo, nuestros maravillosos soldados, los incalificables milicianos que nada tuvieron que envidiar a sus hermanos de armas, los que jamás habían visto un fusil, los que no tenían la menor noción de la eficacia de la disciplina y el acatamiento de las órdenes del mando, fueron capaces de contener a un enemigo mejor equipado, mejor dirigido en teoría y porque no decirlo en la práctica, que nosotros.

¿Qué se puede decir de esos mandos profesionales incorporados desde el primer día de la lucha? Incorporados a una contienda en condiciones de inferioridad manifiesta por multitud de razones fundamentales pero indicaremos solamente dos o tres de las más importantes desde mi punto de vista.

No es necesario decir ni repetir mi desconocimiento de temas militares, por esta razón de sumo peso mis juicios y apreciaciones no tienen ni pueden tener más valor que exponer cuanto viví de una manera honrada y objetiva.

Nuestros militares profesionales me parece que no estaban clasificados entre los famosos africanistas. Me refiero claro está a cuantos habían tenido mando directo en unidades en Marruecos.

a) 1º Sin una actividad cotidiana con y en las unidades que cada categoría comporta es imposible tener un dominio de la profesión.

a) En nuestros ejércitos, en particular en Marruecos, el favoritismo debió ser un factor importante para ocupar y desempeñar cargos, los méritos propios no serían lo fundamental.

b) Por las razones expuestas estos mandos no podían tener la capacidad deseada para hacer frente en una guerra de las características de la nuestra. Debe entenderse que en esta exposición para mí las excepciones no cuentan, podría citar unos cuantos que estaban al corriente y al día de los conocimientos necesarios para mandar en las mejores condiciones ciertas unidades, pero conocí otros que teniendo los conocimientos deseados no tenían el menor interés en servir los intereses del pueblo ni de la República.

2º Mandar unidades militares en una guerra civil donde una gran parte de cuantos tienen que formar en dichas unidades piensan solamente en hacer la revolución no es una tarea sencilla ni nada fácil.

a) Se precisa una gran preparación o convicción política para hacerse cargo de unos hombres que tienen que participar en una guerra sin cuartel de frente a un enemigo que el día anterior era como mínimo compañero de armas, amigo o quizás familiar.

b) Eso no era nada fácil, era mucho más complejo de cuanto parece en esta simple exposición. Acatar unas órdenes que no se comprendían y qué venían de unos hombres con el mismo uniforme que nuestros enemigos.

c) Demasiada comprensión hubo por ambas partes, demasiados pocos incidentes se produjeron siendo dominados por cuantos tenían la comprensión para hacerse cargo de los problemas inherentes a una situación tan compleja como la desencadenada por el franquismo con el apoyo del nazismo y fascismo internacional.

d) Pasado el tiempo uno comprende con la mayor y mejor claridad la importancia de cuanto el pueblo es capaz de hacer y crear sin apenas medios cuando sabe por qué y para qué lucha.

Si nuestros militares profesionales jugaron un papel de suma importancia, si los internacionales nos enseñaron cuanto sabían para hacer frente al enemigo común haciendo un desprecio olímpico de sus vidas, bienestar y familia, es por defender la libertad y los derechos humanos, si la ayuda de todos cuantos tuvieron la oportunidad de prestárnosla fue importante para la defensa de Madrid y por lo tanto la de la República, ¿qué podemos decir de todos los pueblos, ciudades y capitales de la zona republicana? ¿Qué decir de eso sindicatos, de esas organizaciones creadas sobre la marcha para la movilización y organización de unidades militarizadas que serían con el tiempo el armazón y corazón de nuestra heroica resistencia?

¡Esos militares, esos milicianos y esos mandos de milicias que hacía unas semanas no teníamos la menor idea de cómo mandar en la práctica la más pequeña unidad militar!

Acatando las consignas de nuestros partidos, sindicatos y organizaciones políticas escuchamos las órdenes y los consejos de los profesionales y solo con esto, y como no con la presencia de los tanques y aviones soviéticos y algunos otros de países llamados democracias, terminamos con la invencibilidad de nuestro enemigo.

Nuestros pilotos no habían podido hasta entonces hacer cuanto eran capaces por falta de material adecuado. Su gesta durante los primeros días y hasta el final de la guerra es algo que merece capítulos y capítulos por quienes sepan relatar no solo sus heroicas actuaciones sino algo más importante, las dificultades impuestas por nuestros mal llamados amigos demócratas y las falacias asqueantes impuestas para no mandarnos cuanto incluso teníamos pagado antes de la sublevación franquista.

De esta manera y con el grito de «No pasarán» se produce el milagro. Yo digo el acontecimiento esperado por mí y claro está por cuantos deseamos parar al enemigo a las puertas de Madrid.

Decía yo en mis informes al Buró Político de mi partido: «Si nuestros mandos políticos y militares no son capaces de moralizar a nuestras fuerzas, la defensa de Madrid y por lo tanto de la República no será posible».

Los comisarios o responsables políticos jugaron en esta como en todas nuestras batallas los papeles más importantes, no importa que en el transcurso de la guerra perdieran algo de su eficacia, ya veremos más adelante el cuándo y el porqué.

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Dolores, como siempre, marca la pauta y la norma a seguir. Su ejemplo cunde y la mujer juega como en todo momento histórico de España un papel determinante decisivo en tiempo y lugar. Con estos datos que anteceden se puede enseñar a quienes deseen saber algo de lo sucedido en y durante nuestra contienda.

Nuestro enemigo sabía de antemano lo que quería y cómo lograrlo pero los gobiernos de la pobre República no supieron en ningún momento lo que querían ni como lograrlo. Esto parece una monstruosidad dicho por quien la defendió incluso antes de nacer, pero mientras no se me demuestre lo contrario seguiré pensando cuanto digo y pienso decir durante el relato de estas memorias mal escritas pero bien recordadas, por desgracia para quien cree, a pesar de los pesares, en la honradez de los hombres y en particular en la del pueblo.

No me importa repetirme, nuestro pueblo se merece en todo momento un gobierno totalmente distinto a como los tuvo que sufrir. No puedo creer en las desgraciadas y poco afortunadas frases de quienes dicen que cada pueblo tiene el gobierno que se merece.

También dijo el gran Besteiro que la República había venido a España con 20 años de anticipación. ¡Pobre don Julián! ¡Qué pensar de esos intelectuales de nuestro pueblo, maestros mandando unidades de batallón y otras superiores! ¡Jefes de baterías que con un material deficiente fueron capaces no solamente de replicar al fuego enemigo sino de contenerles y muchos casos desmontar sus baterías! ¡Estudiantes, catedráticos, ingenieros y toda la gama de la ciencia se incorpora a la defensa de la democracia y por lo tanto a la defensa de nuestra única España, la España en que lo mismo podían (y lo hicieron) mandar unidades que dirigir hospitales y quirófanos!

Esos titanes de la industria, obreros y obreras incorporados a la contienda se fabricaron armas totalmente inéditas, se les paró el reloj del tiempo para trabajar en jornadas ininterrumpidas. ¡Esos fueron en unión de nuestros famosos campesinos nuestros creadores de las reservas materiales y morales para alimentar nuestros músculos y los cerebros de nuestros pueblos! ¡Pueblos de la España inmortal! Esos obreros de la construcción que construyeron trincheras y fortines casi solamente con sus manos.

En una palabra, la ciencia en todas sus ramas unida al trabajo se puso el servicio de la democracia para demostrar una vez más la fuerza creadora invencible de la razón del trabajo creador y no destructor.

Sin esto de nada hubieran servido los sacrificios de todos los internacionales de la democracia. Sin eso, los aviones, tanques y otras armas soviéticas servidas por sus hombres no hubieran hecho otra cosa que alimentar el arsenal franquista. Eso y el insuperable sacrificio de nuestras mujeres fueron las armas secretas para poder resistir durante treinta y tantos meses de contienda. ¡Qué pena y qué lamentable que tantos esfuerzos y sacrificios no hubieran encontrado un gobierno adecuado a tales héroes legendarios!

En ese caso, la actitud criminal de nuestros llamados amigos demócratas no hubiera podido hacer cuanto hicieron para entregarnos inermes a nuestros enemigos de clase.

Ya veremos más adelante cómo y cuándo se inició y se dan los primeros pasos para no permitirnos un triunfo que pudo lograrse a pesar de haber cometido las mayores torpezas cuando el enemigo no había creado las condiciones mínimas para poder lanzarse a una lucha de la magnitud tomada por los intereses contrapuestos que en ella tomaron parte.

En unas torpezas y en otras traiciones, por fuerte y desagradable que esta frase pueda aparecer. No se me ocurre ni se me ocurrió pensar jamás que todos cuantos no comprendieron la razones que teníamos para defender la incipiente democracia de nuestro país fueron traidores a ella.

No, unos no fueron capaces de comprenderlo y otros defendieron y siguen defendiendo los intereses que no son ni pueden ser los de los pueblos. Cuando digo pueblos no excluyo absolutamente a nadie y creo tener razones como las tuve desde antes de la guerra, para pensar tal y como quisiera exponer, pero no encuentro las frases apropiadas para hacerlo.

El franquismo nos ganó una contienda con algo quizá más importante que la ayuda recibida de la Alemania nazi de la Italia fascista y de cuantos internacionalmente pensaban como ellos.

Todo eso con ser importantísimo no resta importancia a la prestada directa o indirectamente por los llamados gobiernos democráticos. Pero que no podemos ni debemos olvidar la conducta de la mayor parte de los trabajadores en la zona dominada por el nazi fascismo franquista.

El terror impuesto en cuantos lugares domina, la falta de preparación política social en fuerzas tan decisivas como la pequeña burguesía.

Lo que no fueron capaces de ganarse ni los partidos socialistas ni la demasiado potente organización sindical CNT, fueron factores más que decisivos para crear un divorcio entre ella, los trabajadores y esa pequeña parte de la gran burguesía que ocupaba puestos de responsabilidad de la dirección de la República.

Pero consideramos, por haber vivido directamente entre ellos y para ellos, que la falta de inteligencia entre clase traba140

jadora y pequeña burguesía fue la mejor ayuda que al enemigo común le podemos prestar. Por temor a las masas, estas no fueron mentalizadas ni preparadas adecuadamente por quienes durante años tuvieron tiempo más que sobrado para lograrlo.

La mutua desconfianza entre las dos fuerzas mayoritarias por su número y también por sus medios para vencer a su enemigo común fue y será siempre mientras mutuamente no cambiemos, el argumento ideal utilizado por el enemigo para conseguir su dominio permanente sobre ambos.

Es sumamente necesario desechar cuanto nos separa para unir nuestras fuerzas y esto podemos y debemos conseguirlo acortando las distancias sociales.

La pequeña burguesía debe saber que en el concierto y banquete de los grandes, se llamen como se les denomina en el momento actual, no serán nada más y nada menos que comparsas.

Continuarán siendo los perros de presa que los magnates alimentan con sus migajas para lanzarlos sobre sus hermanos de clase.

Esta es una labor de tiempo pero también de tacto y de inteligencia; hacerles ver que nada tienen que temer de nosotros, demostrarles con hechos y no con frases que somos algo más que aliados circunstanciales.

No se trata de cambiar de piso o de coche, se trata de vivir todo lo mejor posible sin sacrificios estériles por ambas partes. Que cada cual perciba por su esfuerzo y su inteligencia cuanto merezca percibir, que los trabajadores no luchamos solamente por nosotros sino por cuantos viven de su esfuerzo.

No queremos explotar a nadie pero también deseamos que termine la nuestra, queremos vivir mejor en una sociedad donde todos podamos convivir y exponer las ideas que cada cual tenga sin el menor temor de hacerlo.

Si de esta dolorosa lección no sabemos sacar las enseñanzas debidas: pobres de todos nosotros.

Decíamos que todos los factores expuestos anteriormente fueron la causa y el exponente sin exclusión de nadie de nuestra zona, los forjadores de unas páginas de la historia más importantes de la clase trabajadora y de todas las fuerzas progresistas de la España republicana.

Esa victoria fue el sendero luminoso que nos indicó el único camino que podíamos seguir si ciertamente queríamos crear las condiciones mínimas imprescindibles para la unidad en todos los frentes políticos, trabajo y militar.

Luchar bajo un solo mando unificado con dirección única, organizar la industria y todas las actividades del país como la situación requería poniendo los partidos y todas las organizaciones sindicales a disposición de un gobierno de concentración nacional todos sus hombres y todos sus medios.

Puedo seguir visitando los frentes más activos de la defensa de Madrid, Ciudad

Universitaria, Casa de Campo, Matadero, Usera y otros. Todas estas visitas las realizo mientras organizo los batallones de choque creados para la defensa de Madrid.

En realidad no se puede decir que fueran dos batallones completos, pero sí fueron el armazón eficaz para crearlos por el valor y eficacia de sus clases oficiales y jefes, pero lo más importante fue el valor y sacrificio de los soldados.

Todos eran voluntarios y pertenecientes en particular a la JSU. No se pretende con esto supervalorar a ninguna organización política, me consta que respondieron al llamamiento milicianos, clases oficiales y jefes de todos los sectores. Se ofrecieron como siempre muchos más de los que mandaron, eso también tiene una explicación humana: ante la inseguridad

de los frentes y posiciones a nadie le agrada desprenderse de lo mejor.

No es fácil comprender que cuando el mando pide voluntarios para una acción, para unidades especiales, es por necesidad de la misión.

Comandante Carlos y entrega del mando de la Columna Mangada.

Cuando más impacientes nos encontramos por incorporarnos al cinturón de la defensa de Madrid se me llama al Comité Central de mi partido para ponerme en contacto con Carlos (el famoso comandante Carlos).

En mi toma de contacto esa noche, por muy poco, salgo tarifando con él. Me pregunta cómo están las unidades y le digo:

—Estupendamente bien de moral y con unos deseos grandísimos de entrar en combate. La preparación es lo suficientemente racional teniendo en cuenta la situación agobiante de los frentes propios por la posición del enemigo. Puedo asegurar que podemos jugar un papel discreto en cualquiera de los frentes que nos manden defender.

—Camarada Toral, no digas podemos, debes decir pueden, desde este mismo momento puedes considerarte relevado de tus unidades puesto que se incorporarán al campesino pero se te permitirá despedirte de ellos para que les hables diciéndoles que no importa el cambio de mando si no lo mucho que esperas y esperamos de ellos.

Tardé unos segundos en poder reponerme de la sorpresa, casi ningún acontecimiento de la ante guerra, de la guerra y de la marcha política de nuestro país me ha sorprendido seriamente, pero esto me dejó plenamente sorprendido, no tenía la menor idea de un acontecimiento como ese.

Todas las visitas recibidas por las unidades políticas y militares unas para dar charlas y las otras para pasarnos revista nos habían felicitado efusivamente, nadie nos había censurado lo más mínimo, todos conocían mis métodos de trabajo, quizás un poco duros, pero la situación requería sistemas de preparación.

Mi mente era un caos y no sabía por más que lo intentaba qué decir sin crear una situación de violencia entre el comandante Carlos y yo. Mis conocimientos sobre el cómo de otros muchos cuadros del CC era de lo más simplista que pueda pensarse. No tenía tiempo para visitarlos y menos para estudiar a estos hombres que estaban a tantos codos de altura para mí políticamente; me faltaba tiempo para intentar compenetrarme con mis unidades y sobre todo para aprender algo de lo mucho que ignoraba para poder desempeñar un cargo o mando como los que me endosaban cuando menos lo esperaba.

Por fin consigo explotar. Sin la menor consideración le digo al comandante:

—Bien, esta es la recompensa que responde a mi interés y al estar entregado a la causa como ella se merece y no vosotros. Todo mi interés por defender Madrid y habiendo preparado a esos magníficos muchachos con cuanto puedo dar, no con cuanto todos merecen, se lo entregáis a un hombre que no será capaz de mandarles como ellos se merecen.

»Lo mejor es que me marche a mi casa y que espere a que movilicen mi quinta para incorporarme otra vez de miliciano y demostrarles una vez más que llegar a comandante como la vez pasada no es tan difícil para mí.

—Sigues con la cabeza llena de ideas anarcoides y si bien eso no es tan malo como muchos piensan, deja que termine y veamos si podemos entendernos.

—Creo que después de esta faena es casi imposible entendernos.

—¿Eres comunista?

—Sí, lo soy y lo seré siempre a pesar de los pesares.

—¿Te caben en la cabeza 3000 o 4000 hombres?

—Repite la pregunta

—Que si te caben en la cabeza 3000 o 4000 hombres

—Mi cabeza no es la cúpula de San Pedro, pero si porque caber entiendes tú mandar y dirigir, yo puedo mandar y dirigir 40.000 hombres.

—¡Bien! No sabía que eras un chico tan modesto y a pesar de eso tienes el mando desde hoy mismo de la columna Mangada.

—Gracias por la propuesta pero eso es volver otra vez a la Sierra y yo deseo luchar en un frente activo.

—Ya quisieran otros muchos tomar el mando de una columna como la de Mangada, es la mejor organizada y la mejor dotada, tiene hasta artillería propia y te repito quizás pase de los 4000 hombres. —¡Ya te digo que los tenía!—. Pero tú me prometes que puedes mandar esa unidad y más hombres. Para no dudarlo debes aceptar el mando sin la menor duda, es una orden del ejército y del CC.

—Bien, no me hace ninguna gracia volver a la sierra pero te demostraré que si yo no fuera capaz de mandar esa unidad volvería a ti para que me pusieras por farolero y fantoche.

Este es el momento inicial para emprender un camino que jamás pude imaginarme en tan pocos meses de guerra. Más responsabilidades, más quebraderos de cabeza para quien por carecer de una base cultural tenía que buscar tiempo para intentar comprender parte de lo mucho que un mando debe saber para dirigir, que no es mandar, una gran unidad como la columna que me habían asignado.

Ciertamente las responsabilidades no me asustaron jamás pero sí me impedían vivir tranquilo pensando en la vida de cuantos me mandaban a hacerme cargo.

Cuando se tiene conciencia no se puede vivir tranquilo con esa pesadísima carga, es la vida de quienes dirigen, de quienes operan por tres flancos y de todos aquellos que dependen del resultado de un combate o de una batalla. ¡Nada digamos de los padres, hermanos, mujeres e hijos! Ciertamente, un mando no se debe dejar dominar por esos sentimientos humanitarios pero las guerras son brutalidad, criminalidad y en el mejor de los casos la carencia absoluta de consideraciones que todo ser humano tiene derecho a que se le aplique y no debían ser olvidadas por quienes tienen en sus manos aplicarlas.

Con un maremagnum en mi cerebro, con una terrible confusión en mis ideas en ese momento enmarañadas, salgo de la entrevista sin saber si hice bien o hice mal en aceptar algo de tanta responsabilidad.

Este confusionismo me hace dudar seriamente si debo o no aceptar alguna de las proposiciones que permanentemente se me hacen para dejar el frente y marcharme al extranjero para comprar en nombre del Gobierno español cuanto nos hace falta para hacer frente al enemigo.

No tenía a nadie que me inspirara la confianza suficiente para consultarle sobre temas tan delicados y personales. Pude hacerme súbdito francés por serlo mi socio y otros con los cuales tenía relaciones comerciales desde hace años, pero estos eran los menos indicados para darme ningún consejo totalmente desinteresado.

Pero lo más cierto es que yo tenía una decisión tomada desde antes de la sublevación fascista, pensé y sigo pensando que mi puesto solamente podía estar junto a mi pueblo para darles lo poco que poseía con relación a sus necesidades y sobre todo a sus merecimientos.

Por esto y algo más, jamás, ni en los peores momentos de la guerra, o en las cárceles franquistas, me arrepentí de haber hecho lo poco que pude y sabía, por mi clase y también por mi pueblo.

Me consta que algunos sabios de pacotilla, si siguen viviendo, seguirán pensando que al ponerme al lado de mi clase lo hice solamente por salvar a mi familia y a otros amigos que jamás pensaron y pensarán como nosotros.

No pienso dedicar todo el tiempo que el caso requiere porque en todo momento procuré estar por encima de las miserias humanas y no es casual que en mi PCE también hubo, hay y habrá durante mucho tiempo hombres indeseables, incapaces de comprender lo que son las ideas en puridad en la realidad y mucho más si comparamos las nuestras con las de nuestros antagonistas.

Defendí a cuantos eran producto del miedo en el que se desenvolvieron, pero que no se habían ensañado jamás con cuantos no pensaban como ellos.

No pensé jamás en las consecuencias que esto pudiera tener para mí en el futuro, puse en práctica mi idea de que todos los hombres, hablo genéricamente, pueden ser utilizados y prestar servicios si sabemos colocarlos debidamente.

No seré capaz en ningún momento de hacer cuanto critico y censuro. Si lucho y lucho por terminar con las injusticias de nuestros enemigos no permitiré si puedo impedir lo que los que dicen pensar como pienso hagan y superen los procedimientos y métodos utilizados por nuestros enemigos.

Ese fue mi lema y lo será mientras piense como un marxista leninista. Comprendí y sigo comprendiendo que los primeros días —incluso semanas— de la guerra se dudara de mí. En cuanto vengo diciendo de lo vivido, no se me ocurrió ocultar ni camuflar nada de nada, procedía a la vista de todos sin preocuparme de las conveniencias sociales.

No pretendo vanagloriarme en absoluto de nada ni por nada. Procedí a la vista de todos los camaradas en todos los órdenes, quizá esto fue mi mejor acierto y lo que me abrió el camino.

En todo momento tuve el sentido común de exponer mis desconocimientos, mis limitaciones y mis defectos.

Cuando hice cuanto no debía, no precisé que nadie me lo indicara, casi siempre me anticipé a los juicios críticos: se entiende, de lo que era capaz.

Con esta manera de ser, con esta forma de aceptar las órdenes que se me daban, salí para emprender la mayor aventura militar de mi vida hasta ese momento.

Podía discrepar y discutir pero siempre hice lo ordenado. Veamos el bagaje que le acompaña nada menos que al jefe de la columna Mangada. Un oficio del Ministerio de la Guerra anunciando mi presentación para la toma de dicho mando. Me acompaña un enlace, mi teniente ayudante Alfonso Moreno y el comandante Núñez de milicias los dos.

Con esto hago mi presentación en Santa María de la Alameda y el recibimiento que se me hace es de lo más frío que puede hacerse a quien tiene necesidad de ser ayudado para poder hacerse cargo de una unidad con nombre famoso como la columna Mangada. Yo no sé si los mandos sabían y por tanto esperaban mi llegada, puede ser que lo supieran y que la decisión no les agradara poco ni mucho. Pienso que algunos comandantes de batallón se consideraban con más méritos que yo, por esa razón nadie me esperaba para ayudarme.

El jefe anterior no me hace entrega del mando, la unidad no tiene jefe de Estado Mayor y era lo menos que podía esperarse, el único que me recibe cordialmente es el comandante Carrasco, un profesional. El hombre pretende ser todo lo cordial que la situación requiere, pero el ambiente es más gélido que la temperatura estacional de la montaña. La cordialidad brilla por su ausencia, no me sorprende en absoluto nada de cuanto está sucediendo. Ilusiones y ambiciones truncadas en algunas caras de despecho por la decisión y elección del mando. Ni el PCE ni la JSU, y en esta me sorprendió, fueron capaces de poner en conocimiento de los camaradas la llegada del nuevo mando.

Deseamos justificar esta actitud por la delicadeza de la situación que en esos momentos se vivía en toda la zona republicana.

Para quienes me conocían y me conocen no es necesario aclarar la poca importancia personal que para mí tiene y sobre todo tenía el ser recibido con más o menos oficiosidad, pero no deja de tenerla desde el punto de vista organizativo para la eficacia resolutiva de todo escalón ejecutivo en todos los órdenes de la vida y en particular en la milicia.

No pretendo justificar mi falta de tacto y delicadeza ante hombres que podían estar más o menos molestos con mi designación. Mi infantil manera de afrontar las situaciones por el camino más corto pudo malograr cuanto no pretendíamos ambas partes.

Como queda expuesto, nadie sabe cuándo llegaría el nuevo mando y quizás por ese desconocimiento nadie me espera.

Merece la pena personalizar, aun repitiéndonos, para analizar, saber y comprender el porqué se perdió un poco el tiempo y se crearon situaciones que pudieron dar lugar a gravísimos y desagradables acontecimientos.

Daremos de lado pequeños hechos que si bien en ciertas y determinadas circunstancias pueden ser la fuerza motriz que generan y aceleran ciertos acontecimientos en nuestro caso específico, fracasaron por no perder la serenidad para poder enjuiciar fríamente las consecuencias funestas que podían acarrear.

Recibo a todos los jefes de sección del cuartel general de la columna, al jefe de artillería y al de ingenieros-zapadores.

Como no tuvimos tiempo de visitar todas las dependencias de la unidad y mucho menos los sectores del frente por ser la hora de la comida, les pido que después de comer tengan la bondad de pasar por mi despacho para enjuiciar la situación real de cada sección.

Debemos decir y decimos que el comisario de la columna, los instructores del partido y de la juventud ninguna se me presenta como tales. Al camarada Mariano Illeras, comisario de la unidad, lo conozco en el comedor y la impresión que me produce es más positiva que negativa, pero todo esto que debía ser totalmente positivo resulta frío y forzado por no haber creado un mínimo de condiciones para que la toma de mando no resulte tan forzada como está resultando, y mis temores por cuanto queda expuesto se confirmaron más tarde dando las resultantes que no debieron darse.

El puesto de mando está instalado en el mejor edificio de Santa María de la Alameda y creo que el de la comandancia de artillería también es una casita junto al edificio de la intendencia. Todo esto es intrascendente para el conjunto de la creación de la formación de la unidad, pero será una pequeña causa con la suficiente materia deformante para seguir impidiendo por un tiempo demasiado precioso la solución a problemas algo más que delicados.

Personado todo el Estado Mayor en el comedor del cuartel general y no recuerdo si algún jefe del batallón invitado, me parece que no había ninguno, por causa de mi estrechez y demasiada crudeza para llamar a las cosas con el nombre que yo les daba a cuanto no me parecía correcto en esos momentos tan delicados y sensibles como es una guerra. Ante mis preguntas un poco cargadas con dinamita se produce mucha más carga de electricidad en cuanto se me considera un intruso en sus naturales parcelas de poder localista.

El local del comedor no lo recuerdo, pero tengo una confusa idea de no estar mal montado en la primera planta del hotel. Sorprendido por el elegante menaje y cubertería de la mesa, sin caer en la ostentación, mi pregunta servida la sopa y el primer plato es la siguiente:

—¿Todos los días comen ustedes lo mismo o cosas parecidas tan bien condimentadas? ¡Se ve que tienen ustedes un estupendo cocinero y un inmejorable servicio!

El comisario un poco molesto dice:

—No será por lo que usted tomó como puede valorar cuanto dice.

—Pues, querido comisario, antes de la guerra tenía pequeños conocimientos de estas cuestiones. ¿Qué tal come la unidad?

—Come un rancho estupendo, pero me supongo que por muy bueno que sea no dejará de ser rancho y un solo plato.

—¿Cuánto pagan ustedes por la comida?

—¿Cómo pagar por la comida?

—Sí, camaradas, si yo continúo en el mando de esta unidad, nos pagaremos nuestra comida y se comerá como máximo un principio y primer plato con su correspondiente postre, si esto se puede proporcionar a las fuerzas. Perdonen mis maneras bruscas de plantear este tema para mí de la mayor importancia.

¡Que yo podía haber abordado este tema de forma totalmente distinta, sin la menor duda! pero teniendo en cuenta que yo comía o había comido hasta ese mismo día junto a las fuerzas mandadas por mí, no pretendo justificarme ni mucho menos.

Este cambio total me pudo llevar a una actitud poco efectiva de momento. Con estas formas y maneras de plantear los problemas, en vez de ganarme a quienes no me conocían y que se consideraban desplazados por mí, lo único logrado fue alejarlos de mis propósitos de tener verdaderos colaboradores en mi equipo.

Para terminar con la tensión creada y ausente del comedor, les pedí que cuando terminaran de comer, transcurridas un par de horas para que tuvieran tiempo, despacharía sección por sección de cuanto nos interesaba a todos.

Los dejé solos con la sana intención de que pudieran ponerse de acuerdo para afrontar cuanto les había planteado. Por un lado tenía mi descontento por haber dicho cuanto les tenía que molestar por la forma y fondo de plantear algo tan delicado a quienes se consideraban como los mejores de todas las columnas. Puede que tuvieran sus razones para considerarse de los mejores pero no es menos cierto que yo tenía las mías para conseguir cuanto había pensado en pocos minutos cuando me di cuenta de lo ancho y largo que me venía el traje que me habían endosado.

Si era capaz de hacerme con los mandos de la columna Mangada podía crear una de las mejores unidades de las milicias republicanas. Pero cuanto más pensaba en la siguiente tarea menos capaz me consideraba para lograrlo. No podía pedir consejo a nadie, Moreno, mi ayudante, no tenía conocimientos para asesorarme sobre algo tan importante y de tanta responsabilidad. Fueron minutos de gran tensión para mí y no tenía con quien cambiar impresiones y mucho menos pedir consejos para algo de tanta responsabilidad como el mando de más de 4000 hombres. Una unidad con artillería propia, con un escuadrón de caballería incompleto, pero un escuadrón y un batallón de ingenieros, con cuatro batallones que podrían ser ocho, pues algunos pasaban de los hombres y podrían desdoblarse para que fueran más ágiles. Intendencia, transportes y en una palabra: un Estado Mayor para poder mandar un cuerpo del ejército.

Esto resultaba demasiado para quien solo tenía las mejores intenciones para su pueblo y sobre todo para sus compañeros de lucha.

No importa que mi conciencia estuviera tranquila por no haber pedido nada, pero solamente yo sabía, y transcurrido el tiempo con más certeza, la responsabilidad adquirida al hacerme cargo de algo tan grande.