© Publicación realizada por Jaime Cinca Yago con la autorización de la hija y nieto de Nilamón Toral, Licia Toral de Córdoba y Juan Manuel Salaberry Toral. Para utilizar material de esta publicación deberá citar la fuente.
MILAMON TORAL, Memorias incompletas (a página principal)

Batalla de Belchite

Traslado a Alcañiz.

Esperamos de un momento para otro la orden de marcha y podría darse el caso peregrino de tener que marchar al frente sin tener fuerzas para completar ni una unidad de Batallón. Por fin recibimos la orden de ponernos en marcha para concentrarnos en Alcañiz donde recibiremos instrucciones. Desplegamos todos los medios motorizados y mecánicos para recuperar a cuantos están disfrutando permiso con instrucciones concretas de dónde deben encontrarse.

Yo parto con mi ayudante y mi enlace para Alcañiz donde recibiré instrucciones concretas y correspondientes a la misión esperada. Durante el camino alterno con mi chófer en el volante pues no paramos nada más que para comer, habiendo partido del sector de Brunete. Durante el camino comento con mi ayudante la situación que se nos puede crear si no somos capaces de reunir el grueso de la brigada y tenemos que intervenir pronto.

En Madrid no se me indica nada, ni se me da la menor pista para poder deducir cuál puede ser nuestra misión, se me dice que seguimos perteneciendo al quinto cuerpo y a la 35 división orgánicamente, pero solamente eso y nada más.

Llegamos a la ciudad de Alcañiz y se celebra una reunión en las inmediaciones, se nos informa por Modesto de la pretensión del mando para las futuras operaciones del V Cuerpo de Ejército y se nos hace un anticipo de las misiones a realizar por cada unidad, supeditado a la orden del E . M.

Parece ser que se crearán tres columnas que tendrán la numeración siguiente:

1ª Compuesta por la 32 brigada y 116 brigada inicialmente, mandada por el comandante Toral, 2ª División Líster, y 3ª 35 División mandada por el general Walter.

Pregunto con la mejor intención razones para volver al nombre de columnas cuando estas hacía meses que habían desaparecido, ¿seguimos con el lastre del reparto proporcional en el mando de unidades?

Cuando van llegando las fuerzas de la 32 brigada se les manda acampar en las afueras de Alcañiz mientras no tengamos órdenes concretas de donde hacerlo. Nuestros temores se acrecientan y se multiplican ante la proximidad de las operaciones sin tener el grueso de la unidad incorporado por estar disfrutando del permiso.

Me parece una torpeza no informar a Modesto de cuanto me sucede, pero es un hombre de tal temperamento que no resulta nada agradable dialogar con él cuando se trata de algo tan importante como el tener una brigada en esqueleto. ¿Recordará haber sido quien me dijo y me indicó dar permiso sin el menor temor? Los acontecimientos se habían precipitado, se incorporaban oficiales al recibir nuestra orden de marcha, pero no teníamos ni una unidad completa. Seguimos esperando y confiando en el buen sentido de todos.

Ni Modesto ni Walter daban por escrito las órdenes de operaciones, por eso recurrían al plano y a la fotografía cuando te estaban especificando una operación. Si para una operación procedían así, podemos explicarnos lo sucedido con órdenes de menos importancia.

No pretendemos censurar este comportamiento y mucho menos justificarnos con nada, para nosotros no hay duda de que si algo salía mal por falta de explicaciones, ellos nos hubieran pedido responsabilidades. También es cierto que las órdenes escritas llegan a nuestro poder, pero cuando ya no eran necesarias. Pues bien, ante esto y al encontrarnos en una región de España donde éramos considerados por unos (los más) libertadores y por otros como invasores (los menos) tiene su fundamento para estar algo más que intranquilo y preocupado.

La 32 brigada no había vivido nada semejante, su jefe que había participado en la lucha general de nuestro pueblo, con hombres de todos los sectores, no había tenido la desagradable desgracia de vivir nada tan nauseabundo, nada tan antisocial, nada tan inhumano y nada tan impolítico.

Los componentes de la 32 como un solo hombre decían: «Para encontrarnos con esto hemos dejado a nuestros hogares, nuestras familias y nuestros campos, ¿cómo entienden estos elementos la libertad que tanto cacarean?».

No es lo mismo vivirlo que escribirlo malamente, se precisa tener un gran dominio de sí para no exponer crudamente cuanto vimos y oímos, aunque en parte fuera deformado y aumentado.

¡Pobres campesinos, pobres habitantes de esa zona, lo que habían tenido que aguantar y sufrir por culpa de quienes se llaman regeneradores de la humanidad! Una vez más los enemigos de la sociedad quieren imponer su propia voluntad terminando por implantar algo que ni ellos mismos están mentalizados para asimilar.

Nuestras fuerzas tienen en esta zona las mismas órdenes que en todas, ayudar a los campesinos como a los habitantes de los pueblos y ciudades en cuanto puedan precisar. No tomar nada sin pagarlo con dinero o con trueque de lo que se precisa, pero favoreciendo en todo y por todo a los campesinos.

Sanidad me plantea que sería necesario permitir a cuantos lo deseen el contacto sexual. Me parece bien la proposición, pero siempre que existan casas de citas y estando las mujeres en condiciones.

El jefe de Sanidad se encarga de esta misión y se informa por medio de las autoridades locales de cuántos lupanares hay en Alcañiz. Regresa indignado diciéndome que también eso está controlado por cierta organización con guardia armada, lo tomo un poco a choteo y le digo a nuestro jefe de Sanidad que seguramente en la historia de la prostitución jamás las pobres mujeres estuvieron tan bien guardadas y protegidas política y militarmente.

Le encargo la desagradable misión al comisario para solucionar este asunto de una manera política con la organización que la controla.

Los campesinos no quieren cobrarnos sus productos y cuando se les insiste contestan con lo siguiente: si les decimos vale tanto, nos pegarán con las pistolas cómo hacen los otros.

Hay un terror manifiesto en sus caras, en sus ademanes y se respira en el ambiente. ¿Qué sucede en esta porción del territorio español dominada o gobernada por la República? ¿Qué intentan decir las mujeres cuando con un pánico desorbitado nos preguntan si somos las fuerzas del gobierno?

Yo personalmente, ante noticias tan desagradables, me veo en la necesidad de recorrer varios huertos y casas para intentar aclarar sus preguntas y terminar con este pánico incomprensible para nosotros y sin la menor justificación.

Les pregunto qué pretenden decir cuando nos preguntan si somos las fuerzas del gobierno y a su manera nos aclaran: del Gobierno de Madrid.

—Somos del Gobierno de Madrid y de toda la zona republicana en poder de la República.

—¿Pero también de Barcelona?

—Claro que sí y de Alcañiz, de Caspe, Lérida y otras muchas ciudades más.

—Pero ¿qué sucederá cuando ustedes se marchen?

—Cuando nosotros nos marchemos todos absolutamente todos habremos aprendido algo que no seremos capaces de olvidar si somos conscientes para cumplir con nuestro deber y también para defender nuestros derechos.

El campesino que no quería cobrarnos sus frutos por temor o compromiso con sus organizaciones, cuando vio el comportamiento de los auténticos soldados del pueblo y defensores de la libertad, aceptaba con más o menos agrado nuestra ayuda y el pago demasiado espléndido de sus frutos.

Nuestros soldados no eran capaces de valorar el dinero y en poco tiempo lo que valía uno lo elevaron a 10. En cuanto los campesinos perdieron el miedo sacaron a relucir sus predisposiciones ancestrales o atávicas por haber sido siempre engañados. Fue necesario poner en el campamento, en los huertos y comercios, los carteles con la leyenda siguiente: «Soldado paga al campesino, pero paga el precio justo de sus frutos». De esta forma sin la menor violencia terminamos con los abusos antes de aparecer. Nos ganamos a nuestro pueblo y orientamos a cuántos deseaban saber lo que la libertad era de todos y para todos.

Fue necesario dar explicaciones a quiénes creían que nos habían mandado para terminar con su famosa revolución.

La 116 Brigada.

Nuestras sorpresas aún no habían terminado, cuando salgo con mi ayudante el jefe de información y un enlace para reconocer el terreno donde teníamos que operar y para visitar la 116 brigada que había sido asignada a mi columna (o división X), por no haber dormido casi nada durante la noche, le dije a mi ayudante que a 15 o 20 kilómetros de llegar al frente, si me había dormido, que hicieran el favor de despertarme.

Mi sorpresa fue morrocotuda cuando al llegar al cruce de Hijar me dicen los dos oficiales que nos hemos pasado al campo enemigo. Yo había visto el cuentakilómetros del coche, como en realidad no me había dormido por el mal estado de la carretera, les tranquilicé y les dije que no era posible.

—Muchachos, tranquilos, si estamos en el cruce de Hijar y ahí tenemos el puente del río Martín eso quiere decir que el enemigo está a muchos kilómetros de nosotros y yo diría que a tantos o más que los de Alcañiz.

Mi ayudante y el chófer me dicen: «Espabílate y mira lo que hay en el puente». Miro y veo una batería de antitanques y un grupo de soldados en plan de hacernos frente pero que están tan sorprendidos como nosotros.

Parece que van a mandar una patrulla para averiguar quiénes somos y porqué nos paramos, me quito la insignia de comandante monto la pistola me la guardo en el bolsillo del pantalón y me desprendo del correaje para no llamar la atención, le digo a mi ayudante que me acercaré solo para saber quiénes son, todos protestan, pero saben que cuando tomo la decisión no se puede cambiar, siento que los acontecimientos obliguen a hacerlo sobre la marcha.

Estar pendientes de mis señales con los brazos y que ellos no se den cuenta de nuestra protección. Creo sinceramente que son fuerzas nuestras, pero lo mejor es acercarse para comprobarlo. Me pongo en marcha y ellos hacen lo mismo, acortamos la distancia y no tardamos en encontrarnos, hago una seña de avanzar al coche con prudencia y ellos no le dan importancia (claro, tienen una batería enfilada en el puente) la patrulla está mandada por un teniente, el cual me pregunta quién soy y adónde camino, mi contestación es preguntarle a qué unidad pertenece y qué hacen en el puente tan lejos de su frente. Sin esperar la respuesta de su pregunta contesta la mía y me dice:

—Estamos aquí para impedir que pasen las fuerzas del Gobierno de Madrid que vienen a atacarnos.

Mi coche está cerca y le hago señales para que se acerque más y les pido mi cartera , la insignia de comandante me la coloco en la camisa y me saluda. Mi ayudante me entrega la cartera y saco el oficio donde se ordena que la 116 brigada debe ponerse a mis órdenes con todos sus medios.

Estás fuerzas pertenecen a la 116 brigada y por lo tanto les explico la importancia que tiene el aclarar quiénes son los miserables interesados en enfrentarnos. Ante mi indignación y mis explicaciones no les queda la menor duda de ser una maniobra criminal.

Desean marcharse de estas posiciones, les hago ver que eso será una falta grave y que deben esperar la orden de un escalón superior. El teniente me explica dónde está situado el puesto de mando de la brigada y se ofrece para acompañarme, le agradezco su deferencia, pero le aconsejo seguir en su puesto.

¿Cómo se puede tener un puesto de mando de brigada a tantos kilómetros de distancia y sin observatorios para vigilar los movimientos enemigos?

El campo entre las dos líneas está sembrado y a ninguno de los ejércitos se le ocurrió recoger la cosecha, por fin llegamos al puesto de mando y como el jefe de la unidad no se encuentra en su puesto de mando pregunto a un capitán hasta dónde se puede llegar en coche para no alertar al enemigo, se ofrece para acompañarnos y le agradezco su atención. Nos hacemos en coche más de 15 km y nos quedamos a unos dos de Belchite, para poder hacernos una idea del terreno, pero ciertamente no pudimos hacer un reconocimiento en condiciones para no alarmar al enemigo.

Regresamos al puesto de mando de combate de la brigada y nos encontramos con el jefe que por lo visto había sido avisado de nuestra llegada.

Él había recibido un oficio parecido al mío y por lo tanto la presentación no podía ser más sencilla y puedo decir que hasta cordial.

Charlamos todo lo abierto que podíamos hacerlo sobre los frentes de todas las zonas y hablamos de la eficacia de las unidades más o menos nombradas.

Debimos romper el cerco de mentiras, difamaciones y canalladas creado por quienes no tenían el menor interés por defender las libertades de nuestro pueblo y la democracia de la República española.

Les hacemos ver porqué se nos mandó al frente de Aragón, no recibimos la orden de atacarles ni de desarmarles, no teníamos la misión de destruir nada creado por ellos, pero se nos había encomendado y ordenado encarecidamente hacer cuanto fuera necesario para ganarnos su confianza poniendo a su disposición cuanto éramos y teníamos.

Una vez más nos ponemos a la entera disposición sin la menor reserva de quiénes tenían la misma misión de defender nuestra única causa. Procuramos e intentamos convencer al jefe de la 116 brigada de la imperiosa necesidad de no tener la menor reserva sobre nuestras intenciones y las órdenes recibidas.

Si habíamos tomado algunas medidas relacionadas con el descontento de los campesinos, esto no quería decir que pretendiéramos inmiscuirnos ni poco ni mucho en la política del consejo de Aragón, nosotros estamos convencidos de ser correcta y eficaz la política del gobierno.

Sabíamos la inmensa importancia de nuestra unidad y no solo para intentar ganar la guerra entre todos, sino para mucho después de la contienda. Nosotros no tenemos el menor reparo de integrarnos en cualquier unidad ni de recibir órdenes de quienes persiguen la finalidad de defender a nuestros pueblos y su democracia.

Somos enemigos de las banderitas y del parcialismo, defendemos el todo por encima de cuántas incomprensiones e intereses bastardos impiden que reine la concordia y la paz de los pueblos.

A mí me tiene sin cuidado en estos momentos como pensáis vosotros políticamente, mientras defendáis a la República democrática, estaré con vosotros y a vuestro lado.

Procuré, desde los primeros días de la guerra, hacer comprender a cuántos componen nuestra unidad, la necesidad de meterse esto en la cabeza y en sus corazones, para no tener la menor duda de ser este el único camino para poder crear entre todos un mundo mejor que el pasado y el presente.

Nuestras ideas políticas pueden ser maravillosas, nuestras creencias religiosas también pueden serlo, pero si no luchamos Unidos en un bloque compacto, de nada servirán nuestros sacrificios y heroísmo.

Con esto queremos deciros que estamos aquí para luchar junto a vosotros contra el enemigo que tenéis enfrente pues ese es también el nuestro y conste que no tenemos otro.

Pensamos y deseamos queridos camaradas, que cuanto decimos no puede estar en desacuerdo con vuestros intereses generales para intentar lograr esa famosa sociedad soñada por vosotros.

Pero ¿cómo lograrlo cuando enfrente tenemos un enemigo donde no se permiten más proyectos ni más directrices que las de vencernos?

—¡Hacer la revolución!

Bien, ya habéis hecho vuestra revolución, la de este, la mía, la del otro y la de más allá. Perdemos mutuamente todos los simpatizantes que tenemos y los aliados para ciertos avances y disgregamos nuestras fuerzas para que el enemigo no tenga que tomarse la menor molestia para aniquilarnos sin el menor sacrificio.

¿Tenemos alguna compensación haciendo la revolución y perdiendo la guerra? Seamos conscientes y realistas, intentar ganar la guerra nos puede dar cuánto precisamos para marchar por un camino más luminoso, para no perdernos en el enmarañamiento de ideas más o menos brillantes, pero sin la menor posibilidad de realizarlas hoy por hoy.

Esperamos no haberos molestado y veamos con los medios y fuerzas que podemos contar para la operación a realizar cuanto el mando decida.

Es desagradable exponer cuanto diremos, pero más lo fue y puede serlo, si no somos capaces de colocarnos a la altura que la situación requiere.

¿Qué guarnición hay en Codo y en Belchite? ¿Qué sistema de fortificación tienen? ¿Conocen ustedes el armamento?

—No, podía decirle unas cuantas mentiras, pero después de ver lo que usted piensa de la guerra no me parece honesto mentirle.

Nosotros la primera columna o la división X (pues no sabemos aún quiénes somos de nombre) es de suma importancia conocer cuantos datos puedan interesarnos para enfrentarnos con ellos.

Tener presente que la 116 brigada forma parte de nuestra unidad y que nosotros la formamos de la vuestra, deseamos saber armamento propio de hombres de la unidad, moral de fuerza y mando, conocimientos militares de los mandos desde el cabo al comandante.

Manejo y uso de armas existentes en la unidad, las ocultaciones serían un crimen pues es la vida de los compañeros y camaradas lo que tenemos la obligación de defender por encima de todo y de todos. En esta unidad todos tenemos las mismas obligaciones y los mismos derechos, no tardaréis en ver que esto no son frases solamente.

Siento cansaros un poco, pero la vida de nuestros camaradas se merece eso y mucho más, usted debe darme todos los datos que puedan servirnos para utilizarlos en nuestro servicio.

—Si usted quiere podemos ir a Zaragoza y enterarnos de algunas cosas interesantes.

—O sea, ¿que ustedes van a Zaragoza y no corren el menor peligro?

—Seguro que vamos frecuentemente y jamás nos pasó nada. Hacemos intercambios de cosas que a unos y a otros nos interesan, pero jamás hablamos de los frentes.

—¿Hacen o han hecho alguna vez intercambios con las guarniciones de Codo y Belchite?

—Sí las hacemos, pero nos sucede como con lo de Zaragoza, en este frente la guerra es demasiado especial para interesarnos por algo tan fútil.

Esta fue la contestación de un mando de una unidad anarquista, que me parece desde el primer momento sincera y honrada. Su indignación era tan sincera y profunda como la nuestra, hablamos de la capacidad combativa de las unidades de la Brigada y el muchacho no sabía que decirme por infinidad de razones.

Le di pie para que confiara, salimos a pasear para que le fuera menos violento sincerarse ante mí solamente, este muchacho tenía ideas claras sobre nuestra guerra y no le dolían prendas para llamar a las cosas como nos obligaban a hacerlo.

Mis intenciones no podían ser más claras y más desinteresadas personalmente, pero no colectivamente, si este camarada me era sincero yo podía tomar las medidas pertinentes.

La guerra es lo suficientemente seria como para no reparar en medios humanos para lograr algo tan loable como salvar vidas preciosas de seres con infinidad de obligaciones de todas clases.

Conociendo sus limitaciones, sus virtudes y sus defectos podríamos ayudarles cuando fuera necesario si estuviera en nuestras manos.

Me dio todos los datos que precisaba y este servicio a la causa fue un factor decisivo para que la república, y nuestra unidad, no sufriera las bajas que hubiéramos sufrido sin su información inestimable.

Con estos datos valiosos formé mi composición de lugar para las misiones que se me habían encomendado, su sorpresa fue mayúscula cuando vio que le entregaba unas cuantas ametralladoras de la 32 brigada y un técnico de verdad para enseñarles todo su mecanismo y manejo.

Ellos tenían una batería de antitanques modernos que no sabían manejar y nuestros artilleros se hicieron cargo de esa batería.

¡Secretos de nuestra guerra! Unidades que tienen armas que no saben utilizar y otras que podemos permitirnos el lujo de ser generosos prestando, unas armas tan decisivas que en ese momento nos sobran. No tiene moralmente justificación que a nosotros no nos hubieran entregado las armas que habíamos capturado en Brunete para equiparnos como otros lo estaban.

Tampoco la tenía que parte del material que habían mandado nuestros amigos rusos se lo guardarán unidades que no podían hacer uso de él por no tener un enemigo activo frente a ellos, esto es gravísimo sin la menor duda pero en nuestro caso es menos grave.

El comandante de la 116 brigada, como otros mandos, reciben de nosotros los datos que precisan para que sean tan eficaces como pueden serlo en sus unidades.

Ya tenemos noticias concretas sobre la misión a realizar por nuestra agrupación o por nuestra División X. Seguimos sin comprender que sucede para no tener una denominación segura.

De momento formamos la agrupación de la 32 brigada y la 116 y parece que nos mandarán dos batallones de la 153 brigada y dos internacionales, pero esto no es seguro.

Esto puede ser un fracaso si las fuerzas de la 32 brigada no llegan a tiempo, si los que están disfrutando del permiso no se incorporan rápidamente puedo tener un serio contratiempo.

Confiemos en las medidas tomadas para recoger a cuántos están en su casa disfrutando el permiso. Esto me aconseja que emplee la 116 brigada para que la 32 la tengamos en reserva por cuánto pueda hacer el enemigo de Belchite y otros sectores, no me atrevo a decir a Modesto la situación real de la 32 Brigada, quizá por un temor infundado a su reacción. Pido a Modesto un plano para estudiar este sector, pero ni se me entregan ni se me dan informes sobre el enemigo. Esto me sorprende un poco en Modesto y creo sinceramente que el fallo no radica en él.

¿Puede ser que nuestra misión la tengan considerada un poco secundaria y que por eso no estamos valorados en su justo termino? Y así fuera es un serio error por razones obvias. Veamos nuestra misión y nos explicamos mejor y más claramente cuanto anteriormente decimos.

Misión de la Agrupación número 1 o la División X (32 Brigada y 116 Brigada) en la toma de Belchite y Codo.

Primero tomar Codo y cortar la carretera de Belchite a Mediana de Aragón, siendo la seguridad del ala izquierda de Lister, impidiendo al mismo tiempo que dichas fuerzas que defienden dicha plaza puedan salir para atacarle por su retaguardia.

¿Está claro por qué se nos debió entregar toda clase de información? No se debe de mandar una unidad tan numerosa a una operación de tanta importancia sin dotarla de cuanta información se tenga en los escalones superiores, no es necesario extenuarse en razonamientos militares para comprenderlo.

Hacemos toda clase de razonamientos, pero teniendo muy presente la necesidad de sustraernos a la observación enemiga, para no ponerles en guardia. Solamente sacamos partido a los reconocimientos del terreno, pudiendo deducir (como los hechos nos demostraron posteriormente, la certeza de nuestras apreciaciones) que el enemigo no había perdido el tiempo en la organización fortificada del terreno.

Quizá los centros de resistencia nosotros no los hubiéramos construido tan cerca del pueblo, pero afortunadamente para nosotros, ese error les costó caro. Esa línea de fortines no tenía profundidad.

El pueblo debió ser la auténtica línea de resistencia, ya tocaremos todos sus errores en el resumen crítico.

La 116 Brigada está preparada y situada para intentar la toma de Codo, de la 32 van llegando soldados y mandos pero solamente contamos y sumamos entre todos unos 700. Todo mi Estado Mayor pretende tranquilizarme, recordarme que yo no tengo culpa de haber dado permisos, pero estos razonamientos no tranquilizan mi conciencia por algo tan sumamente delicado que no puedo confiar a nadie por temor a las indiscreciones.

No es un secreto para nadie de la 32 la falta de preparación combativa de la 116 Brigada, ellos no tienen la culpa de haber perdido criminalmente el tiempo durante meses. El valor es solamente un factor y no el de más importancia para hacer la guerra. Esta unidad tenía valor personal, pero no los valores necesarios para, militarmente, ser una fuerza eficiente y poder darle la misión de ocupar unas posiciones fortificadas del enemigo.

El mando superior les había permitido durante todo un año estar rascándose la barriga bajo el sol. Estos eran los responsables, en teoría, de cuanto estaba sucediendo en unidades que podían ser la solución para todos los problemas de nuestros pueblos.

Los que jamás podrán justificar su responsabilidad histórica son esos resonantes dirigentes políticos de esas organizaciones tan satisfechas de una historia tan fofa y vacía de contenido social humanista con sus mentes enmarañadas.

Tiene justificación que quienes no tenían una verdadera y auténtica misión de sacrificio para estar a nuestro lado, entregados sin la menor reserva defendiendo nuestro pueblo, no se preocuparan de algo tan elemental como la preparación para hacer de nosotros auténticos defensores de la democracia.

Para ellos es una labor que si perdemos la guerra pueden capitalizar en su beneficio, pero políticos, sindicales y militares profesionales deben tener la misión de dar cuanto tienen en sus mentes y corazones. Un número respetable lo está haciendo, pero otro, numéricamente superior, no lo hace ni lo hará. Para nosotros, los responsables de esta conducta, somos nosotros mismos, por no tomar en cada escalón político militar las medidas que hay que tomar sin perder ni un solo día más.

Pensando en las consecuencias que su falta de preparación pueden acarrearnos, no debía sorprenderles mi seria y profunda inquietud ante algo que no estaba en nuestras manos impedir. Bajas innecesarias con pérdidas irreparables era cuanto podíamos esperar si fuerzas de la 32 no llegaban a tiempo para hacerlas intervenir, si la situación lo requería. Tampoco podía hacerles participar de mis inquietudes por ser algo funesto para esa unidad, si esto salía de nuestro pequeño círculo.

Durante la noche del 23 al 24 de agosto hacemos la marcha de aproximación de todas las unidades de la 116 Brigada, de sus servicios escalonados que habían sido estudiados y determinados antes de la hora H.

La orden para la brigada fue dada por escrito y estudiada con su jefe y los comandantes de los batallones. Se hizo una orden simple y concisa:

Primero la 116 Brigada hará la marcha de aproximación en dos escalones: 1º de dos batallones.

1º. El primer escalón tiene la misión de situarse entre Codo y Belchite para cortar la carretera de Belchite a Mediana, para impedir toda circulación en ambas direcciones y que el enemigo pueda atacar a las fuerzas de Líster por su retaguardia.

a) La marcha debe hacerse en el silencio de la noche para que el enemigo no pueda ser alertado.

b) Antes del amanecer las fuerzas del primer escalón estarán situadas de forma y manera que al clarear el día puedan organizar sus posiciones para ser defendidas con toda eficacia. La organización del terreno vendría impuesta por su configuración.

c) Una vez cercado Codo a distancia por los dos batallones, organizarán sus contactos con su mando y con el segundo escalón.

2º a) Un escalón estará compuesto por un batallón para intentar la ocupación de las fortificaciones que defienden Codo.

b) Debe localizar y situar las fortificaciones para que la artillería pueda destruirlas o cuando menos neutralizar sus defensas y fuego, e impedir a toda costa que el enemigo se refugie en Codo cuando sean desalojados de sus posiciones.

c) El cerco de Codo debe ser totalmente cerrado, el enemigo debe tener la seguridad de que puede salir en dirección Mediana o sea Zaragoza. Intentará alejarse del teatro de operaciones, y en las inmediaciones de la carretera, bien camuflado, estará situado nuestro más famoso escuadrón de caballería motorizado. Esta es la única unidad de la 32 que está completa.

d) El cuarto batallón de las 116 será la reserva del jefe y lo situará a una distancia equidistante para poder actuar rápidamente donde la situación lo requiera.

3º Los batallones deben dejar una compañía en reserva para sus necesidades.

a) Los puestos de mando de los batallones estarán situados tan próximos a las posiciones como la situación ofensiva y defensiva lo requieran. El jefe de la brigada será el escalón más idóneo para recomendar o imponer los puntos más aconsejables.

b) El puesto de mando de combate de la brigada debe estar establecido en posición comunicada fácilmente para los desplazamientos. Desde dicho sitio debe dominarse todo el teatro de operaciones a simple vista si esto fuera posible.

c) La distancia vendrá determinada por la configuración del terreno y por las intenciones del enemigo que le debemos suponer.

Preguntado el jefe de la 116 donde pensaba situar su puesto de mando de combate, esta frase le desconcertó un poco y me contestó diciéndome que dónde estaría yo situado. Me agradó su pregunta y le dije que no tenía porqué justificarse.

—Creo que lo mejor será que estemos juntos o a poca distancia para que tú no estés violento estando en mi puesto de mando.

Este muchacho tenía ideas propias y no le preocupaba seriamente lo que pudieran pensar. Nos entendimos perfectamente y le aconsejamos lo mejor posible para que su unidad lograra cubrir los objetivos asignados por el mando superior. Situamos nuestros puestos de mando todo lo cerca que pudimos de las posiciones enemigas, pero dejando el espacio necesario para que los jefes de batallón pudieran instalarse y desenvolverse en su misión ejecutiva.

Antes del amanecer las fuerzas del 116 Brigada rebasan Codo y cortan la carretera de Belchite a Mediana y se les ordena organizar el terreno fortificándolo en posiciones semipermanentes.

Tienen, como es natural, la misión esencial de impedir que las fuerzas enemigas salgan de Belchite para Mediana, que de Mediana o cualquier otro punto por la repetida carretera puedan recibir las guarniciones de Codo y Belchite los refuerzos deseados o pedidos.

Lo que podríamos denominar primera fase de las operaciones fue un éxito, el enemigo fue totalmente sorprendido por nuestro sector ofensivo. Pero me temo que con la segunda fase nos suceda todo lo contrario por el nerviosismo natural de las fuerzas de la 116 Brigada.

Por su falta de preparación militar carecen de la audacia necesaria para lanzarse al asalto sorprendiendo a un enemigo demasiado confiado en su supuesta superioridad o en considerar a los republicanos poca cosa para conquistar sus posiciones.

Las fuerzas propias lograron infiltrarse entre los sectores de Belchite y Codo sin alertar al enemigo, las que deben tomar las fortificaciones de Codo y la población, están en posición de asalto desde hace horas. Hace tiempo que el sol ilumina a la Madre Tierra barriendo de su curtida piel las confusas negruras de la noche.

El jefe de la 116 desespera porque sus fuerzas no se lanzan al asalto de las posiciones enemigas. Procuro tranquilizarle, pero él también tiene conciencia de lo que se pudo lograr sin importantes esfuerzos y sacrificios, si sus fuerzas hubieran sido capaces de lanzarse al asalto cuando el enemigo estaba dormido y en el mejor de sus sueños mañaneros campestres.

Por fin el enemigo se apercibe de nuestra presencia y nos saluda con una ensalada de tiros que sirven en el mejor de los casos para que nuestras fuerzas abracen cariñosamente a nuestra amada tierra. Por lo menos dejan de hacer el tonto danzando de un lado para otro sin finalidad alguna.

Recibo una llamada del jefe del Quinto Cuerpo para que le informe de la marcha de las operaciones, son las 8 horas del día 24. Le informo de cuanto debe saber como yo (pues tiene un observatorio demasiado cerca de mi puesto de mando) mi primer parte es el siguiente:

—Realizamos la marcha de aproximación sin la menor novedad, estamos en la carretera de Belchite a Mediana, nuestras fuerzas se fortifican para defender el terreno conquistado y tenemos cercado Codo para lanzarnos al asalto ocupándolo en cuanto seamos capaces de tomar sus posiciones defensivas.

—¿Qué quieres decir con esa frase de «en cuanto seamos capaces»?

—Pues que esta unidad no tiene la menor combatividad ofensiva por ahora y perdemos el tiempo intentando lograrlo.

—Toma las medidas oportunas para lograr cuanto deben hacer sin miedo alguno a las consecuencias. ¿Cómo marchan las otras columnas?

—Muy bien, marchan estupendamente, dentro de una hora te llamaré si antes tú no me comunicas la toma de Codo.

El jefe de la 116 hace lo que puede para que su unidad logre sus objetivos pero es inútil insistir una y otra vez en algo imposible de conseguir cuando se perdió la moral combativa por falta de preparación.

Pondré en marcha la solución pensada, cuando pude darme perfecta cuenta de cuanto podía sucedernos por las infinitas limitaciones de esta unidad por su manera de llevar la guerra.

Los responsables eran sus irresponsables mandos, es un contrasentido llamarlos responsables de una cosa y dicha cosa era nada menos y nada más que cerca de 3000 seres humanos. Los cuales no se diferencian de nosotros absolutamente en nada físicamente, pero nos separa un insalvable pozo mental para poder coincidir en la organización de la sociedad y su convivencia.

Mi tragedia sigue siendo la misma de antes de iniciarse la ofensiva, el tener el grueso de los mandos y soldados de permiso, es cierto que algunos van incorporándose pero aún no podemos reunir un Batallón completo.

Mando llamar a Leoncio Candelas, comisario de un batallón, me parece que el tercero. Este es uno de los camaradas en quien más confío y creo, por razones fundamentales innecesarias de repetir.

Somos viejos conocidos de las juventudes campesinas y pensamos idénticamente a pesar de militar o estar afiliados a partidos políticos distintos. Él milita en la JSU y en el Partido Socialista, yo milito en la JSU y en el Partido Comunista, pero jamás discrepamos el uno del otro a la hora de enjuiciar la marcha de la guerra, la marcha de nuestra retaguardia y la conducta de quienes ocupan puestos de responsabilidad sin hacer honor a sus compromisos.

Presentado el camarada y amigo Leoncio en el puesto de mando le hago la siguiente pregunta:

—¿Cuántos hombres puedes reunir de tu batallón para tomar las posiciones que defienden Codo?

—Podemos reunir unos 300 pero no tenemos comandante.

—No importa, ¿tienes inconveniente en mandarlo tú por esta sola vez? Recuerdo que no pude convencerte para hacerte mando militar pero en esta ocasión tienes que hacerme este favor por ser mucho lo que se juega nuestra causa. No podemos perder un solo minuto, me consta que cualquier capitán de compañía del Batallón puede tomar el mando, pero en tí tengo más confianza para resolver esta papeleta.

—Pero yo no tengo el dominio de mando que tienen ellos, ni los conocimientos prácticos.

—En esta operación eso es un poco secundario por cuanto te explicaré rápidamente. Tú recibes mis órdenes directamente de mí como es natural y si es necesario yo me pongo a la cabeza de tus hombres, pero yo tengo que tener presente el conjunto de las operaciones en mi sector. Lo haré si tus hombres no te siguen, para mí eso está descartado y confío plenamente en tu éxito. Deseo hacerte comprender lo siguiente: tendremos más muertos que heridos en el asalto, pero muchos menos que en el conjunto de la operación si no procedemos como sigue. Considero que la base de la defensa es el fortín central; tomado este, los otros dos no ofrecerán resistencia importante y se replegarán en dirección al pueblo, pero nuestro fuego les impedirá refugiarse en él. Misión del grueso de tus hombres: después de hacer sobre dicha posición fortificada 21 disparos de artillería, previa corrección del fuego, se lanzarán al asalto y la ocuparán sin preocuparse del botín ni del recuento de los prisioneros. Avanzando rápidamente sobre Codo para ocuparlo y el resto de tus fuerzas estarán aquí hostigando y haciendo ataques demostrativos sobre el resto de las posiciones fortificadas que defienden Codo. Esas fuerzas deben tener presente que nuestra artillería, en cuanto termine de hacer un fuego rápido, los 21 disparos convenidos, cambiarán su fuego sobre las posiciones restantes. Esto no puede ser un obstáculo para lanzarse al asalto en cuanto los mandos vean alguna posibilidad de realizarlo, deben anunciarlo sin perder tiempo, por medio del teléfono y las señales convenidas. Pero para vuestra tranquilidad, la artillería bajo mi mando tiene la orden terminante de estar pendiente de vuestro avance para alargar el fuego en cuanto os lancéis al asalto.

El jefe del escuadrón de caballería motorizado tiene la misión de impedir que el enemigo en retirada se mezcle con nuestras fuerzas y nos cree una falsa alarma. El jefe de la 116 Brigada presenció las órdenes dadas al jefe del escuadrón y tiene la misión de tomar las medidas pertinentes para que no se cree el menor barullo.

Recordamos al jefe del escuadrón cuales son los distintivos de las fuerzas anarquistas, ideas franquistas para no crear problemas si los acontecimientos se producen tal y como esperamos.

Sinceramente que me alegraré profundamente si los acontecimientos se realizan de forma distinta a como me temo.

Cuando nos encontramos en pleno desarrollo de las medidas a tomar se me anuncia por el Observatorio de la columna la salida de Belchite de refuerzos en dirección a Codo. Parece que es aproximadamente una sección protegida por un camión blindado. El jefe de la 116 no ha recibido aún la menor noticia de cuanto sucede en su sector, cuando recibe mis noticias se enfada y piensa en tomar medidas enérgicas para terminar con este estado de cosas.

Nosotros le aconsejamos que tenga cuidado y mucho tacto para no agravar más la situación latente y presente en su unidad. Solo en casos extremos deben ser relevados o destituidos los mandos en pleno combate. Cuando salgan del frente activo, deben hacer una limpieza total de cuantos mandos no quieren acatar las leyes de la guerra, leyes que son universales.

Recibo la llamada del jefe del V Cuerpo de Ejército para que le informe de la situación y me consta que la conoce mejor que yo. Pero él lo hace no solo para cumplir con su deber sino para ayudarme a resolver los problemas que tengo en mi gran unidad.

La conversación telefónica fue de lo más constructiva y edificante para mí. Me dijo que el no visitarme era por estar pendiente de los sectores más importantes de nuestra ofensiva. Esto me pareció correcto hasta más no poder.

Cuando le digo que la situación sigue lo mismo y que esta unidad no es capaz de tomar Codo, me dice un poco temperamentalmente que destituya los mandos menos capaces.

—Piensa la situación política que esas medidas pueden acarrear y las protestas que serviríamos en bandeja a nuestro enemigo para combatirnos políticamente.

—Tienes razón y debes olvidar cuanto te ordené.

—Olvídalo y no te preocupes por Codo, son las 10 horas y lo más tardar a las 11 estará en nuestro poder.

Se río a carcajadas diciéndome:

—Tiene gracia, estás toda la mañana intentando tomarlo y ahora en menos de ese tiempo lo quieres conseguir.

—Seguro que lo logramos.

—Dime cómo, y ten presente que no permito tonterías de ponerse a la cabeza de una pequeña unidad cuando no es una situación decisiva. No olvides que mandas una división o columna y que tu misión es dirigir las fuerzas para misiones más importantes.

—Bien, permite que me ocupe de organizar las cosas para cubrir el objetivo.

—Bien, piensa que el único que no cubrió ningún objetivo fuiste tú. Líster cubrió los suyos y Walter hizo lo mismo, esperamos que lo de Brunete no fuera una casualidad.

Se despidió de mí con un hasta luego seco y desabrido.

Ordeno al jefe de la 116 Brigada que su unidad deje pasar el camión blindado con sus refuerzos y que cuando se haya alejado de Belchite sea atacado por detrás antes de entrar en Codo. Me pongo en contacto con Candelas para decirle que había llegado la hora de intentar ocupar las posiciones defendidas por el enemigo en Codo. La artillería recibió datos y la orden de hacer su preparación de 21 disparos con cadencia rápida sobre el objetivo determinado y continuar después con los fuegos prefijados, pero sin perder en ningún momento el contacto con el oficial de enlace de la batería.

Teníamos solamente una batería del 105, tres piezas. El jefe del escuadrón recibe una vez más la orden de estar pendiente de Belchite y de cuanto suceda al ocupar Codo.

Avanzo mi puesto de mando de combate, mi jefe de E.M José María Jiménez se hace cargo del situado para dirigir el conjunto de las operaciones. Terminada la preparación artillera (si a esto se le puede llamar una preparación) los hombres mandados por Candelas se lanzan al asalto y consiguen ocupar la posición clave del sistema defensivo de Codo.

Veintidós muertos nos cuesta ocupar todas las defensas enemigas y el pueblo de Codo. Como había sido previsto, tuvimos desgraciadamente más muertos que heridos. ¡Otros cuantos hombres más que mueren gloriosamente defendiendo su libertad y su democracia! Pero con todo su heroísmo, no dejarán de ser muertos y más muertos a la cuenta de quiénes crean las condiciones para seguir disfrutando injustamente de privilegios totalmente inmerecidos.

Puede que algún día se ahogue esa clase insaciable, en los ríos y lagos de sangre derramados en todos los ámbitos de la tierra. Es terrible pensar en todas las locuras, miserias y sufrimientos que nos hacen a todos sufrir por su permanente egoísmo y por su estúpido protagonismo.

Como habíamos pensado, el enemigo intenta huír mezclándose con nuestras fuerzas y creando confusión y algo de pánico en quienes no han tomado la guerra en serio. Pero el escuadrón de caballería motorizado se encarga de clasificar a unos y a otros.

Llamo a Modesto antes de las 11 horas y le doy cuenta de la toma de Codo me felicita cordial y cariñosamente y me pide que lo haga extensivo a mandos y soldados. Me dice que la única unidad del V Cuerpo de Ejército que cubrió sus objetivos era la nuestra. Le pregunto que por qué me dijo lo contrario y su contestación fue curiosa:

—A ellos les decía lo mismo que a ti, quizás sea necesario ver si este sistema merece la pena ponerlo en práctica.

Me pregunta de dónde vienen todos los camiones que pasan cargados de soldados por las inmediaciones de su puesto de mando y que dicen ser de la 32 Brigada.

—Son los que estaban disfrutando el permiso que tú me autorizaste dar cuando terminaron las operaciones de Brunete.

—¡Pero eso quiere decir que no tenías de la 32 a casi nadie! ¿Quiénes son los que han tomado Codo?

—¡Pues unos 300 hombres de todas las armas y servicios de un Batallón al mando de un comisario de la JSU y socialista!

—¿Qué hacías tú fuera de tu puesto de mando y tan cerca de esa unidad improvisada?

—Estaba de reserva y de asesor o consejero del comisario para ocupar su puesto si él tenía algún contratiempo.

—¡Parece que tienes mucha confianza en el camarada socialista!

—Tengo no solamente confianza, sino una gran amistad como me sucede con el jefe de E.M y con otros muchos mandos que también son de la JSU y quizás del Partido Socialista.

Para mí eso no tiene importancia, la guerra la hacemos todos y si la ganamos será entre todos. No se me ocurre preguntar ni a los mandos ni a soldados cómo piensan, lo que les pido y les exijo sin límites es la entrega total para defender la República y ganar la guerra en beneficio de nuestro pueblo. Soy partidario de la unidad y me fastidian tantos partidos políticos y tantas sindicales. ¿Se puede hacer y proceder como yo hago? Me encantaría que todos fueran comunistas, pero hace tiempo que vivo de realidades y por eso me dedico solamente a la lucha contra nuestros enemigos.

—Pues sigue por ese camino, que es el único para ganar la guerra.

Esta fue la contestación de Modesto y me recomendó que no le ocultara jamás la situación que tuviera pues él por su cargo tenía los medios suficientes para resolver algo tan sencillo como hacer regresar una unidad de permiso.

Cuando le expliqué los malos ratos que había pasado por no poder contar con la 32 me dijo:

—Te está bien empleado por no confiar en mí.

Tenía razón más que sobrada, pues por esa falta de confianza pudieron suceder situaciones algo más que desagradables.

Liquidados los pequeños focos de resistencia de Codo y de sus defensas, nos dedicamos íntegramente a la reorganización de la 116 Brigada y al estudio de las defensas de Belchite por si nos mandan atacar para tomarlas y poder ocupar el pueblo o ciudad.

Me parece que en estas operaciones hay algo que no encaja en su marcha ni en sus resultados. El estado moral es bueno y el de la 32, qué recupera su fisionomía a marchas forzadas, es magnífico, casi todos los mandos y soldados regresan de su permiso y la toma de Codo fue una inyección de moral para todos sus componentes.

Los heridos recuperados de Brunete dan buena dosis de optimismo a todos los componentes de la Agrupación o División X. Los comandantes de Batallón y capitanes de compañías tienen la misión de reconocimiento de la zona de Belchite y hacer un estudio amplio para discutirlo entre todos los mandos de la unidad si tenemos tiempo de hacerlo. Nuestro Estado Mayor tiene la misma misión y personalmente me encargo de reconocer el terreno y de estudiar todos los accidentes del terreno dónde nos encontramos. Parece ser que pasaremos a depender del XII Cuerpo de Ejército tácticamente, pero oficialmente aún no sabemos, o mejor dicho, no hemos recibido la menor noticia oficial.

Se me comunica que la columna será reforzada con dos batallones internacionales, dos de la 153 Brigada, una compañía de carros y dos baterías más de artillería. Pero debemos insistir una vez más que todo esto son noticias de radio macuto. Puede ser que, al no conseguir llegar a Zaragoza, intentemos tomar Belchite. Pretendemos adquirir noticias de los prisioneros y también de los civiles, pero nadie nos dice nada de importancia y menos que podamos confiar en sus datos.

Reunidos los informes y datos de cuantos estamos interesados en conocer las fuerzas del enemigo, medios y fortificaciones, hacemos un estudio y discusión de cuanto consideramos necesario para poder vencer la resistencia enemiga.

Todos coinciden en la necesidad de acumular medios para anular los del enemigo. Se pretende que la aviación bombardee las posiciones enemigas pero nadie piensa en la necesidad de localizar y situar las posiciones enemigas para dar ciertos datos a nuestra aviación.

Cuando sobre una carta a 1-50 mil les hago ver la existencia de una loma que no consta en dicho plano, su sorpresa es morrocotuda, pero les hago saber que esos planos carecen de muchos datos por estar confeccionados a destajo y carecer de detalles esenciales para la guerra. Me costó conseguir este plano más de cuanto pueden suponer, pero lo que sigue sin tener justificación es que nadie pueda ni quiera dar información de cuanto tiene la obligación de saber y de comunicarnos.

Seguimos insistiendo en la necesidad de continuar con los reconocimientos a las horas más indicadas para poder apreciar toda la gama de tonos y colores del terreno en este sector desconocido e ignorado por nosotros.

Los campesinos nativos, como los soldados y algunos mandos que hicimos prisioneros al tomar Codo, no fueron capaces o no quisieron darnos datos ni información de cuanto tenía para nosotros sumo interés. Ante mi pregunta sobre cambios geofísicos, a pesar de aclararles el significado de la palabra, no hubo manera de saber cuándo había aparecido esa ondulación del terreno que nosotros denominábamos Loma desconocida. Es necesario aclarar que la denominada Loma desconocida era solamente una ondulación del terreno antinatural, pues se apreciaba contraste sobre el resto del terreno.

No podíamos descubrir los movimientos del enemigo para atender y suministrar a sus fuerzas, por lo menos durante observaciones que hacíamos durante todas las horas diurnas de la jornada. Estas dificultades nos hacían estar intranquilos y considerarnos casi impotentes para realizar una operación como la toma de Belchite con una sola brigada y con tan pocos medios como nos habían asignado para la toma de Codo. De las promesas que me habían indicado de incrementar la columna hasta ese momento nada se había realizado. ¡El XII Cuerpo de Ejército no había dado la menor señal de existencia! Pero nosotros continuábamos nuestros reconocimientos y habíamos descubierto tres cosas importantes:

1º Cambios en profundidad en todo el llamado Calvario.

2º Toda una serie de ganchos o dientes cazatanques reforzados con pivotes de cemento.

3º Campos de minas (no muy bien situados ni camuflados) y pozos de tirador que debían estar comunicados con una red de trincheras profundas y enlazados con los fortines que forzosamente tenían que tener.

El famoso locutor de Radio Sevilla o de Andalucía don Gonzalo Queipo decía frecuentemente:

—Si tomáis Belchite os regalamos Zaragoza.

Cuando él prometía cuanto no era capaz de cumplir en ningún orden, era por considerar a Belchite una plaza inexpugnable. Yo le había conocido un poco antes del año 30, sobre todo ese año 1930 donde don Gonzalo y don Ramón Franco se cubrieron de gloria dejándonos abandonados en Cuatro Vientos.

Estos como otros recuerdos los asociaba a las medidas que nuestros enemigos podrían tomar para organizar una plaza que deseaban mantener a toda costa. Quizás para los versados en las lides y ciencias militares no tenga la menor importancia cuanto decimos, pero para un simple aficionado como yo sí la tenía.

Antes de lanzar a mis muchachos a la muerte, tenía que descubrir como fuera la organización del terreno que podía ser para nosotros tan peligroso, como para los palomos los campos donde los señoritos lucen su puntería. ¡Esos fortines que no se ven tienen que tener algún punto débil y yo tengo la obligación de encontrarlo!

Como no podía lograrlo hablé con el general Walter pidiéndole consejo, le di cuenta de cuanto habíamos intentado descubrir y lo que se había logrado en todos los terrenos. Todo esto era pensando en que se nos diera la orden de tomar Belchite. Yo personalmente había tomado la decisión de no lanzar a mis hombres a un sacrificio estéril si antes no había encontrado en teoría una solución al problema.

Para abrir una brecha en el sistema defensivo que el enemigo había organizado, precisaba una masa artillera para destruir las alambradas y los dientes o ganchos cazatanques por donde podría lanzar los carros que me dieran, que debían ser más de diez.

Por esa brecha, pasillo o como lo queramos llamar, metería la infantería acompañando los carros; si esto no podía lograrse, era mejor que me destituyeran para no sacrificar los centenares o miles de hombres que esa operación podía costarnos en ese sector.

Walter intenta tranquilizarme diciéndome:

—Si usted no recibe lo que acaba de decirme, ni usted ni nadie puede tomar esas posiciones, pero nosotros los comunistas no podemos dimitir.

—Hable con Modesto para ver si a él se le ocurre algo que nosotros no sabemos. Lo siento, Toral, pero por más que pienso no encuentro solución distinta a la planteada por usted.

Me despedí del general y me marché a ver a Modesto para decirle lo que pensaba y lo que había decidido hacer si él no me daba solución al problema más complicado de mi corta vida militar.

Visita a Modesto y discusión.

Pedí permiso para hacerle una visita y como él está en el sector de Líster, su jefe de E.M me autorizó para ausentarme de mi sector. Este permiso no lo había pedido para visitar a Walter.

En mi frente no había la menor actividad por parte del enemigo y teníamos tomadas todas las medidas para que si el enemigo nos atacaba no permitirle avanzar ni un metro. La 116 la tenía en línea y la 32 completa en reserva, por eso no corríamos el menor peligro.

Me personé en el puesto de mando y su jefe de E.M me recibió cortés e interesado por saber cuanto podía interesarles, pero yo también lo tenía en conocer cuanto estaba sucediendo en los sectores o frentes de Líster y Walter. Ciertamente, yo no tenía mucha confianza con el jefe de E.M. de Modesto; no la tenía por haber charlado poquísimo con él, cosa que no tenía justificación militar ni política, pero así eran las cosas y no como deberían ser desde mi punto de vista.

Por Sánchez Rodríguez conocí algo de cuanto es fundamental para nosotros en todos los órdenes, le hice la pregunta siguiente:

—¿Se molestará Modesto por haber dejado mi puesto de mando sin su permiso?

—Tú pediste permiso y te lo concedí por no haber ninguna novedad en tu sector y por asegurarme de que habías tomado cuantas medidas deben tomarse por si en tu ausencia el enemigo atacaba, no te preocupes por algo que carece de importancia.

Por sus opiniones sobre la marcha de las operaciones y el resultado casi negativo de nuestra ofensiva, sin decir nada concreto, saco la conclusión de que había que tomar Belchite por no haber tomado Zaragoza. Después de esperar un buen rato se presenta el jefe del V Cuerpo de Ejército, su saludo no puede ser más brutal, más insultante y más provocador:

—¿Quién te dio permiso para abandonar tu puesto de mando?

Todo esto con una retahíla de frases groseras, frases de los bajos fondos, con perdón, para esos lugares, que tan solo otro con una mentalidad como él para estas cuestiones puede tolerarle. ¡Jamás en mis años de lucha, de trabajo y de andanzas, había oído un rosario en cascada de frases de tan mal gusto y tan fuera de lugar! No sabía qué hacer y tuve que hacer un gran esfuerzo para tragarme algo tan nauseabundo como el lenguaje de un hombre que pierde totalmente el control de sí mismo y saca de lo más profundo de su ser algo que seguramente no había podido digerir y se le había descompuesto.

Pude matarle tontamente, más insultos no se podían lanzar en tan poco tiempo, no se pueden repetir sus desgraciadas frases. ¡Un hombre aparentemente comedido y ponderado en unos segundos pierde su control y no sabe qué dice, pues no fue capaz de escuchar a su jefe de E.M ni a quien estaba insultando gravemente!

Algo debió ver en mí que le hizo contenerse, aún me sigo avergonzando de los esfuerzos que tuve que realizar para no matarlo como a un perro. La mano se me fue varias veces a la pistola sin poder remediarlo, pero el sentido del deber me hizo pensar a marchas forzadas lo estúpido que hubiera sido dejarme dominar por la indignación.

Cuando pude hacerme dueño de mis sentimientos, la indignación se convirtió en lástima y pena dolorosa porque un hombre como él, preparado para la situación que nos hacían vivir nuestros enemigos, no era tan completo como yo creía o deseaba que fuera. Sí, fue una desagradable y dolorosa sorpresa, más dolorosa qué desagradable, pero los seres humanos somos así y no de otra manera. Por fin capeamos la tormenta y pasando su brazo derecho por encima de mis hombros me dice:

—Perdona, Toral, las cosas se complican cada día un poco más y no hay nada más que problemas. Al verte pensé en lo que puede suceder en tu sector estando tú en mi puesto de mando. Tendremos ocasión de hablar de cuanto está sucediendo en todos los sectores.

—Bien, pero ten en cuenta que pedí permiso para venir y que deseo consultarte cosas de importancia por si tengo que intervenir en la toma de Belchite.

Le hice la misma exposición que le había hecho al general Walter y le pedí lo mismo que a él le había pedido. Si él no me daba una solución que yo no era capaz de encontrar deseaba ser destituido del mando para ser un soldado más.

Muy seriamente me dijo:

—Un comunista no puede en ningún momento dimitir de ningún cargo. Si tiene que romperse los cuernos se los rompe, pero siempre en su puesto y punto.

La frase de los cuernos era muy frecuente en nuestro ejército, yo diría que demasiado corrientemente la utilizamos unos y otros. Me refiero, claro está, a las milicias.

—Ten presente, y esto para cuanto dure la guerra, que nosotros comunistas podemos hacer objeciones a las órdenes que recibimos, pero que debemos cumplirlas mejorándolas en cuanto sea posible.

Con estas o parecidas frases Modesto me tranquilizó y moralmente me obligó a seguir mandando la unidad. Todo esto me parecía razonable pero seguía dentro del círculo vicioso de considerarme incapaz para intentar con más o menos fortuna una operación como la que me podían asignar. Las opiniones de Walter y de Modesto no restaban trascendencia a cuanto yo veía en la toma de ese objetivo. Que ellos no fueran capaces de ayudarme con sus conocimientos no restaba intranquilidad a mi conciencia revolucionaria para servir a mi pueblo.

Debe tenerse en cuenta que nosotros los de milicias no teníamos y no podíamos tener el mismo concepto del valor de un hombre que los profesionales. Por mí, y quizás otros no estén conformes con mis ideas sobre este tema, cuando expongo escuetamente algo tan serio y profundo como las actitudes humanas para mirar por la vida de quienes nos fueron confiados.

No pretendo enjuiciar ni criticar a quienes viven de la milicia y se preparan por ella y para ella. Es una profesión como otras muchas, pero infinitamente más compleja, más delicada y sin parangón con otras actividades más o menos creativas. La milicia no debería existir, cierto, pero existe por desgracia para la humanidad. No todas las ciencias tienden o deben tender a crear bienestar para vivir mejor, la ciencia militar se supera para aniquilar a cuantos no se someten a sus designios, el número de víctimas no cuenta ni pesa. Lo fundamental es el triunfo y la destrucción del contrario.

¿Queremos decir con esto que los militares profesionales no tienen conciencia ni son humanitarios? No y no. Tienen su conciencia de militar y su humanismo militarista, pero todo esto está sometido al manoseado y recurrido honor militar.

¡Esa frasecita tan sonora del honor! ¿Cuál es el fruto que envuelve y protege tan solícitamente sin reparar en medios para seguir dominando los pueblos? Los malditos medios económicos creados por todos cuantos son explotados en beneficio de una minoría insignificante, pero que siempre fue defendida por los dos estamentos de casta creados sabiamente para defenderles. Iglesia y ejército puede que en su vida privada sean seres normales, pero son productos de su medio como lo somos nosotros del propio.

Modesto me recomienda que siga reconociendo el terreno y preparando a mis unidades porque en cualquier momento puedo recibir la orden de atacar las defensas de Belchite para intentar tomarlo.

Dice que en ese caso al pertenecer al XII Cuerpo de Ejército prácticamente, espera que me proporcionen por lo menos cuanto me prometieron y me pide que mantenga en todo momento el contacto necesario para poder hacer frente a cualquier sorpresa por parte del enemigo.

Su conducta antes de marcharme es la del Modesto que conocí en Brunete y la que debe mantener en honor de nuestro partido y sobre todo del pueblo.

Salgo para mi sector con un montón de ideas enmarañadas y sin ver con la menor claridad cuanto está sucediendo en todos los frentes y esperando noticias oficiales para nuestra actuación.

¿Qué hacer, qué decir a los mandos inferiores para que sigan teniendo confianza en nuestras decisiones por raras que parezcan? Intento recordar algunas cosas de Valdemoro cuando no podía ni soñar con ser lo que en estos momentos y merecidamente me tocó vivir, mandando y pudiendo quizás decidir sobre una operación importante.

Cuando intento encontrar alguna analogía sobre batallas de las grandes guerras, relacionadas con mi pequeño mando y teatro de operaciones, no encuentro ninguna porque sinceramente no pueden tenerla, pero nosotros no buscamos paralelismo alguno donde no puede darse por tiempo, lugar y medio, pero si puede haber algo en ellas que me sirva como norte para decidir mi actuación y conducta.

La moral de las fuerzas es estupenda, incluidos soldados y mandos. Seguimos preparándonos militar y políticamente. Cada día tenemos más adeptos, más amigos, los campesinos de estas zonas conocen a los auténticos soldados de la República y por eso nos aman como nosotros a ellos.

La 116 Brigada se identifica con nosotros y llegará a ser una más de las muchas unidades que hicieron y jugaron un papel importante como otras que tuvieron la suerte de estar en la primera línea de la lucha.

Toma de Belchite. A las órdenes de Sánchez Plaza.

¡Por fin se me ha ordenado que me ponga a las órdenes del jefe del XII Cuerpo de Ejército que manda el Teniente Coronel de asalto Sánchez Plaza que tenía la orden de conquistar Belchite! Recibo una llamada telefónica del Teniente Coronel Plaza en la cual se me dice que desde ese momento pertenecemos tácticamente a su C. de E. Me pongo a sus órdenes y le pido datos e información sobre las operaciones a realizar; promete mandarme plano y cuanto precisemos, le pido información sobre los batallones que me piensas mandar, la compañía de carros y la artillería. Se sorprende grandemente cuando le comunico no haber recibido nada de lo prometido. Sigo sin entender cuanto sucede en este como en otros sectores. Puede que en cualquier momento se nos ordene lanzarnos a la conquista de Belchite sin saber si tenemos los medios necesarios para realizarlo y sin proporcionarnos la información enemiga: guarnición, medios enemigos y sistema defensivo.

¡Es ciertamente asombroso cómo se montan las ofensivas por algunos mandos superiores! El día 29 recibo telefónicamente la orden siguiente: «Comandante Toral, son las 10 horas, a las 12 de hoy se presentaran 60 aviones propios que bombardearán Belchite y sus posiciones. Una vez terminado el bombardeo debe lanzar sus fuerzas al asalto para ocupar Belchite y sus posiciones».

¡Así como suena! Palabra más o palabra menos, fue la orden que me transmitió por teléfono el famoso teniente coronel Plaza. Palabra que no sabía que decirle para no ofenderle como se merecía. Procuro dominarme y le digo lo que sigue:

—Mi teniente coronel, no estamos en presencia de un tablero de ajedrez, parte de las fuerzas que tienen la misión de intervenir se encuentran a 12 km mínimo de distancia del objetivo. Que yo sepa, no es posible hacer humanamente cuanto se ordena. La artillería no llegó, creo que ella como los carros están en camino, pero no tengo la seguridad de que puedan estar aquí antes de las 16 horas. Me sucede lo mismo con los dos batallones de la 158 Brigada y los dos internacionales. ¿Cree usted, mi coronel, que con estos medios presentes y con una sola brigada puedo intentar la toma de Belchite?

—Tiene usted dos brigadas y con gran moral por la toma de Codo.

—¡Coronel, usted no tiene idea de cómo son las brigadas ni como resolvemos la toma de Codo! Solamente puedo contar con una brigada y esa es la 32 pues la 116 es una brigada que por culpa de ustedes no tiene la menor combatividad. Ustedes no me mandaron la menor información del enemigo y en esas condiciones yo no lanzo a mis fuerzas a un sacrificio estéril. Si me lo permite, puedo darle mi opinión sobre cómo realizar la operación que a mis fuerzas corresponde realizar según su orden telefónica. Le agradecería mucho que me ordene por escrito cuanto me ordena por teléfono.

El señor coronel se molesta y como la situación se hace tirante procuro dominarme y le repito que si le parece puede suspender el bombardeo, pero mis fuerzas no se lanzarán al asalto en el ataque del día siguiente. Se despidió telefónicamente diciéndome que me atuviera a las consecuencias y que esperara sus órdenes. En previsión de cuanto pudiera suceder me pongo en contacto con Modesto y le informo de cuanto me está sucediendo con el señor Plaza. Me tranquiliza diciéndome que le informe con detalle de cuanto sucedió y como considero que puede cumplirse la orden recibida. Informo de lo que se me ordena y le hago saber cómo y cuándo puede cumplimentarse la orden que me dieron telefónicamente: en cuanto tenga la compañía de carros y la batería de artillería prometidas, más los cuatro batallones que sigo esperando, estaremos en condiciones de intentar romper el frente desconocido para nosotros.

Ten presente que con la 116 no puedo contar para esa misión de romper el frente enemigo, espero que los otros batallones tengan la combatividad deseada: los de la 153 Brigada no tengo la menor idea de cómo pueden ser, pero tengo gran confianza en los dos internacionales y como no en la 32 que ya está completa.

Para coordinar, previo estudio de misión y reconocimiento del teatro de operaciones del enemigo y propio, precisamos como mínimo 24 horas. No creo que sea peligroso aplazar la operación durante ese tiempo. Ese señor no quiso y no fue capaz de escucharme, esto es cuanto puedo decirte.

—¿Qué tal tu moral y la de tus fuerzas?

—Mi moral es la de siempre. El pedir que se me quite el mando no es por falta de algo que los comunistas tenemos el deber de mantener por encima de contingencias, contratiempos y miserias de todos los calibres, no, es miedo moral a no ser capaz de conducir a la mejor embajada y representación de nuestros pueblos en una misión tan delicada como esta.

¡Cuando se tiene la dichosa fortuna de ser el jefe o conductor de hombres tan maravillosos, tan anegados, tan valientes y con una entrega total para la defensa de la humanidad libre, para que todos podamos disfrutar de cuanto somos capaces de crear! Esos campesinos, esos proletarios, esos artesanos, esos intelectuales, esos hombres de ciencia y cuántos son creadores de cuanto es o debe ser para todos, cada cual en su esfera creativa, se merecen tener jefes de más capacidad que la mía, jamás me cansaré de repetir mi inmerecida suerte.

Suplo mis desconocimientos e ignorancia dándoles cuanto soy capaz de darles, si no consigo cuanto se merecen es por no encontrar la manera mejor de servirles. Pueden decir los superdotados lo que quieran, pueden seguir estúpidamente desdeñándonos, terminarán por reconocer en tiempo más o menos lejano lo negativo de sus conductas y lo pernicioso de su actividad por no haber intentado, en conjunto, ayudar a sus hermanos para que el mundo no siga por el camino emprendido desde el momento que las inteligencias mejor dotadas se hicieron dueñas y señoras de cuanto podía satisfacer su egoísmo de propiedad individual.

Esa capacidad de tanto sabio, de tanta ciencia, permitió que el mando viviente, pueda ahogarse el día menos pensado en los torrentes de sangre que hicieron derramar y seguimos derramando, porque ellos no piensan, ni pueden ser capaces de impedirlo.

Para terminar con toda calamidad, con tanta tragedia, con tanto crimen odioso, es necesario que crean en las virtudes de los pueblos y que se acerquen a ellos para orientarles y conducirles por el camino que no encuentran. Está en nuestras manos hacernos más o menos felices, el pueblo se conforma con muy poco, solo desea vivir tranquilo y reproducirse en paz, es mucho menos egoísta que nosotros y por esta virtud que en él está más desarrollada, no tiene estos instintos refinados para la criminalidad masiva que vosotros, clase superior, pudisteis y podéis poner en marcha en cuanto os plazca.

El pueblo sigue esperando no un mesías, espera y esperará, pero cada día menos, a ser conducido por el camino de la justicia y de la paz. Los mesías del pasado, los dirigentes que dieron de buena y total fe su entrega a causa tan deseada y esperada fueron sacrificados por ser demasiado pocos y demasiado benevolentes con quién solo piensa en sí y en unos poquitos más. Las masas precisan ser dirigidas hoy como lo fueron en el pasado y lo serán en el futuro. ¿Hasta cuándo sucederá tal desgracia? Hasta que los llamados seres humanos puedan nacer sin egoísmo y con una mente, pensamiento o cerebro totalmente distinto a los nuestros, e incluso a los mejor dotados de cuanto son, sin la menor duda, superiores al mío.

Volvemos, una vez más, a las dudas y las vacilaciones. Debemos tomar una decisión, es un absurdo acatar una orden que puede costarnos vidas y vidas inocentes en un número desproporcionado al objetivo a conseguir, pero ¿podemos hacer algo más de cuanto hicimos?

Puede que sí, pero yo, honradamente, no encuentro la solución. Recurrí a quiénes tenían la obligación de saber más que yo y nadie de los consultados fue capaz de darme una respuesta a mis preguntas. Tomé la decisión de tomar el calvario, mejor dicho de penetrar en ese dispositivo, porque en él encontraría la solución a cuantos problemas se me estaban planteando.

El Jefe del XII Cuerpo de Ejército no suspendió el bombardeo de Belchite, quizás no pudo o quizás no tenía interés en lograrlo. ¡Hay tantas cosas raras en este sector y mando que resulta demasiado fuerte enjuiciarlo seriamente sin pruebas concluyentes para apoyar nuestro juicio!

Pero nuestro deber para el pueblo en toda su extensión es decir cuanto estamos viviendo. Es lo menos que podemos hacer por eso soldados, cabos, sargentos, clases y oficiales que con su heroísmo hacen que sus jefes ganen combates y batallas.

Sé que está intentando enfrentarme al alto mando, pero una vez más eso no me preocupa seriamente.

Pasado el bombardeo nadie se lanzó sobre Belchite, ni hubo combate en ninguna de las posiciones. Estamos recibiendo después del bombardeo cuanto nos habían prometido: carros, artillería y los batallones. Me reúno con los mandos y estudiamos cuanto precisan para los objetivos de cada unidad.

Reconocimiento de las

posiciones del Calvario.

Estando en plena comida se me ocurrió una idea y como no tenía ningún secreto para mi Estado Mayor ni para los comandantes de brigadas, se me ocurrió decirles:

—Mañana antes del final del día tendremos en nuestro poder todo el Calvario y parte de Belchite.

La carcajada lanzada por cuantos comían siempre a mi lado debió ser oída por el famoso don Gonzalo y por el mando de Belchite. El jefe de operaciones, camarada Labarga, más descarado que los demás, me espetó lo siguiente:

—Si ayer no encontramos ninguna solución a la toma de Belchite y tú querías dejar el mando, ¿cómo ahora dices que a tal hora estaremos en el Calvario y en parte del pueblo? Tú estás loco.

—Puede que tengas razón, pero espera unas cuantas horas y lo verás. Camarada Jiménez, como en todas mis ausencias tomarás el mando de la brigada, pero en esta salida con más razones. Haré un reconocimiento entre las dos líneas por un punto que creo es la clave del sistema. Si el enemigo me localiza y consigue herirme procura que no me capture vivo. Si sucede cuanto no espero ni deseo, se lo comunicas a Modesto para que te confirme en mi puesto y cargo.

Sayago, chófer desde el primer momento de la guerra, me pide hablar unas palabras a solas conmigo. Esto me sorprende un poco, pero se lo concedo, pero este hombre no sabe cómo plantearme lo que desea decirme. Él me había seguido en todos los momentos de más o menos peligro aún teniendo un serio temor a los tiros. Como no se decidía a plantearme cuanto deseaba le tuve que decir:

—Vamos, Sayago, que tengo prisa para hacer cuanto debo.

—¿Pero ni yo puedo acompañarte?

—Ni tú ni nadie. Si esto puede salir bien es yendo solo para que no me vean, pues en ese caso corro más peligro.

—Pero, hombre, con lo que tú has hecho, ¿y ahora te vas a pasar al enemigo?

—¿¡Cómo!? ¿Al enemigo para qué y porqué?

—Eso digo yo, que porqué tienes que pasarte, si la operación es un fracaso tú no tienes la culpa y nosotros estamos cada día más convencidos de que tú tienes más interés que nadie en ganar la guerra.

—¡Sayago, esto que estás diciendo es demasiado serio para tomarlo a broma! Cuando regrese de mi misión hablaremos de este tema que me afecta más de cuanto puedes suponerte, pero la misión de ahora es mucho más importante que lo mío.

Parto de nuestra línea provisional en dirección al campo enemigo tomando todas las medidas de seguridad que conozco y las que se me ocurren sobre la marcha, para acercarme a la posición que puede ser clave tengo que arrastrarme por el terreno para ocultarme de la vigilancia enemiga.

Descubro un canal que pasa junto a la posición que existe en un espolón que rompe la planicie de la meseta del llamado Calvario, desde el interior de esta fortificación se domina casi todo el estrecho canal.

Esta posición fortificada termina o empieza en un fortín circular que tiene troneras para ametralladoras y fusiles ametralladores. Puedo distinguir perfectamente una ametralladora, dos fusiles ametralladores y varias troneras para fusiles individuales o ametralladores.

Visto cuanto podía ser decisivo para nosotros, regreso a mi base de partida calculando la distancia de un fortín a otro y estando convencido de que nuestro ataque debíamos hacerlo por el que tenía su base de cemento hormigonado junto al canal. Estaba claro que no ver circular a nadie era por tener los fortines y los elementos de resistencia enlazados con caminos cubiertos.

Situado en la salida de partida explico sobre el terreno al comandante Arias, jefe del batallón de ametralladoras de la 32 Brigada, la misión a realizar. Hago otro tanto con el jefe del batallón que tendrá la misión de ocupar el Fortín y sus posiciones para dar paso a la infantería que acompañará a los tanques como al resto de las fuerzas.

Situados en mi puesto de mando cuantos tienen misiones concretas se les explican las misiones a realizar:

1º El comandante del Batallón de ametralladoras, emplazará dos para neutralizar al enemigo. Debe hacer lo mismo con los fusiles ametralladores y para cada tronera de fusil colocará un fusil ametrallador. Estas armas serán emplazadas a menos de 100 metros de la fortificación enemiga. En una palabra, el enemigo no puede hacer ni un solo disparo sobre nuestras fuerzas. El éxito de la operación estará supeditado a la rapidez que seamos capaces de imprimir a nuestro asalto y a la densidad de fuego de nuestras armas. Será un factor decisivo en el logro de nuestra misión el lograr realizar la marcha de aproximación sin alertar al enemigo. Debe intentarse ocupar el fortín y posiciones fortificadas sin hacer un solo disparo o cuando menos solamente los imprescindibles.

2º El jefe de zapadores tiene la misión importantísima de organizar y realizar pasos para la infantería y los tanques. Cortará las alambradas de las posiciones enemigas en cuantos puntos sean necesarios para la penetración de nuestras fuerzas, pero nada más que las necesarias. Donde no se tenga tiempo por la premura, se lanzan mantas dobladas para amortiguar los efectos de las púas y lograr con nuestro peso que cedan los piquetes que sustentan los hilos.

1. - Con cargas de dinamita y una pequeña preparación artillera (si fuera necesario) se pueden abrir brechas en unos cuantos puntos por donde penetrarán los carros previa destrucción de las minas y los grandes cazatanques.

2. - Los carros estarán a las órdenes directas del jefe de la brigada y lo mismo sucede con la artillería. Los tanques serán acompañados por una compañía de soldados o por cuantas unidades considere este mando.

3. - El Jefe de ingenieros no perderá el contacto con el jefe de la brigada por razones obvias y elementales en esta clase de operaciones

4. - Los zapadores tienen una misión importantísima que realizar y por lo tanto serán ayudados por todas las fuerzas que no tengan una misión determinada y más importante que la de ellos. Los carros si tienen necesidad de repostar no deben salir por donde entraron.

5. - Si las minas son más profusas de cuanto este mando se supone y no tenemos hombres (capaces por falta de conocimiento) para desmontarlas, serán destruidas con fuego artillero. Pues en cuanto se entable el combate la sorpresa desapareció.

3º El Primer Batallón ocupará las posiciones del espolón del canalillo siendo apoyado por el batallón de ametralladoras. Ocupado el fortín no perderá ni un solo minuto en el recuento del botín y marchará con rapidez para que el enemigo no tenga tiempo de recibir refuerzos ni salir de su sorpresa.

Su avance será apoyado por el cuarto batallón que tiene la misión de consolidar las posiciones que el primero hubiera ocupado y también de ocupar las que la organización del terreno enemigo permita una vez asegurado lo conquistado.

En el quinto batallón como el tercero, sus mandos estarán en permanente contacto con mi puesto de mando para recibir las órdenes que la marcha de las operaciones aconsejen darles.

Deben estudiar con los comisarios la forma y manera de mentalizar a nuestros magníficos soldados, clases y oficiales de la importancia de esta operación y de lo complicada que puede ser por nuestra falta de experiencia con esta clase de lucha de casa por casa y donde la lucha es más de ingenio y sangre fría que de ninguna otra cualidad militar.

Debe ser fundamental el ocupar los pisos altos a pesar de los riesgos y peligros dificultosos que dichas acciones comportan. Tomar habitación por habitación abriendo boquetes en los tabiques y muros no es nada fácil, pero nos consta que para nuestros famosos defensores de la libertad no será un problema irresoluble encontrar soluciones a los muchos problemas que se les avecinan.

Sería una petulancia estúpida que nosotros pretendiéramos dar ideas o normas fijas para algo que puede desarrollarse de distinta forma a como en teoría puede convenirse.

Lo único que tiene auténtico valor es la vida, pero la maldita guerra es el crimen organizado, y por lo tanto hay que saber causar bajas y no tener ninguna o las menos posibles. En estas contiendas todo tiene justificación; el fuego en estos casos puede ser un arma decisiva, pero repetimos una vez más: la lucha hay que hacerla lo más humana que podamos, son los hechos lo que deben justificar nuestra acción.

—Todos, absolutamente todos, recibiréis sobre la marcha órdenes que la defensa del enemigo nos aconsejará daros. No perder de vista que una orden, por mala que sea, puede cumplirse mejorándola pero no negarse a cumplirla. Todas las órdenes pueden discutirse cuando hay tiempo para hacerlo, pero las órdenes no pueden estudiarse de una manera localista o parcelista como veo en algunos rostros, ciertos rasgos de sonrisas, quiero dejar bien claro que no permito malos entendidos con mi manera de conducirme ante el mando superior. Yo me negué a cumplir una orden que no tenía la menor posibilidad de ser cumplida y que de hacerlo es en beneficio del enemigo. Sé la gravedad que está afirmación encierra, pero cuando pedí que se diera por escrito no sé me dió y esto justifica en parte mi negativa. Si alguno de ustedes o de vosotros, no está de acuerdo con cuanto digo no tiene nada más que exponer sus ideas y serán tomadas en consideración si lo merecen.

»Deseo terminar diciendo lo siguiente: creo que mañana ocuparemos todo el sistema defensivo del Calvario y alguna casa de Belchite, pero esto será mucho más duro de cuanto podamos imaginarnos, pero sigo confiando el que podemos sorprenderlos y dar una pequeña lección a los amigos y sobre todo a los enemigos.

»Me consta que todos conocéis mi conducta en esta operación como en otras, a mí no me importa preguntar y recibir ideas de quien pueda ayudarnos, no me duelen prendas, como se dice vulgarmente, y por eso deseo y espero que una vez más me prestéis toda la ayuda que siempre recibí de vosotros. Si conseguimos un triunfo será por vuestro valor y por vuestra inteligencia para llevar a la práctica mis ideas concebidas por las vuestras, pero los auténticos artífices de la victoria serán, una vez más, nuestros soldados, clases y oficiales que, con un material tan pobre como el que yo os entrego, seréis capaces de hacer algo positivo para nuestra causa.

Terminamos la jornada deseándonos los mejores deseos y emplazándonos para después de unas horas cada uno en nuestros puestos. No es nada fácil descansar cuando se está pendiente de conducir a centenares de hombres a una contienda donde se dejarán la vida sin fruto alguno si tus ideas sin base alguna no son acertadas. Hay que vivir estas situaciones para ser capaces de comprender la tragedia moral que sufre quien es enemigo de la violencia y más de la destrucción, cuando no tiene los conocimientos y el dominio que él cree deben tener los que tienen la desgracia humana de servir a unos intereses que son injustos y minoritarios.

En estas trágicas situaciones siempre pensé en cuál sería el estado moral de los profesionales de la milicia y no soy capaz de enjuiciarlos, pero cuando se tienen conocimientos de una materia o profesión, yo creo que la cosa cambia un poco si bien lo fundamental es lo mismo.

¿Mis compañeros de lucha, pero de milicias, pasaban tan malos ratos como yo durante la contienda? Seguro que sí, pero a mí me parecía que una gran parte se habían habituado a este estado de cosas y por eso se les veía disfrutar de la vida actual como si no estuviéramos viviendo una de las situaciones más trágicas de nuestra pobre patria y como siempre sufriendo las trágicas consecuencias de quienes menos responsabilidades tenían: el pueblo y el pueblo productor.

Asalto al Calvario de Belchite.

Por fin se van desvaneciendo las negruras de la noche y el padre sol, con sus rayos luminosos desde su distancia infinita, barrió la superficie de la Madre Tierra y podemos percibir confusamente el contorno de nuestro objetivo a cubrir. Las sombras viriles de nuestros soldados se mueven como fragmentos de nube silenciosas al chocar con las aristas de las montañas.

Pasan los segundos y los minutos y el silencio aletargador de la madrugada no es roto por ningún ruido que pueda alertar a nuestro enemigo. Esto me alegra soberanamente, pero mentiría si no dijera que me intranquiliza tanto silencio y tanta suerte. Pude confundirme en la elección del objetivo y en ese caso el resultado no será tan brillante ni tan poco sangriento como mi alma, o corazón, espera.

¡Pero pronto mis temores y mis dudas se desvanecen! Nuestras fuerzas irrumpen como un torrente incontenible en las fortificaciones enemigas, una sección completa con su alférez son hechos prisioneros con tan solo un disparo. El batallón avanza con la rapidez convenida y ocupan posiciones y posiciones, desde mi puesto de mando no puedo percibirles en su avance pues lo hacen por las trincheras labradas por el enemigo en casi toda la meseta del Calvario.

Son trincheras y en algunos tramos caminos cubiertos por donde pueden circular personas y mulas para transportar cuanto sea necesario.

En la primera fase de la ofensiva sitúo mi puesto de mando en el Espolón del Canalillo, pues desde este punto puedo dominar la Vega de Belchite por donde el enemigo puede hacer alguna salida del pueblo. Es mejor no anticipar las resoluciones adoptadas y dar las noticias cronológicamente. Detrás del primer batallón pasó el cuarto como habíamos convenido. Los zapadores se encargaron de abrir paso para los tanques por las zonas determinadas, pero las barreras creadas por el enemigo estaban magníficamente construidas y no mal situadas.

Nuestras fuerzas y mandos hasta ese momento cumplen fielmente lo ordenado por mí y yo no había previsto que pudiéramos marchar tan rápidamente sin que el enemigo se diera cuenta de nuestra ofensiva. Fueron nuestros zapadores ingenieros quienes alertaron al enemigo con sus cargas para destruir los dientes cazatanques.

Cuando tenemos casi todo el Calvario en nuestro poder y nuestras líneas de Codo adelantadas para impedir ninguna salida del enemigo por nuestro ala derecha comunico al XII y V Cuerpos de Ejército nuestros avances. Es demasiado temprano para que el jefe del XII pueda darse cuenta de lo que hemos conseguido. Pido datos sobre mi ala izquierda para ver con quién puedo enlazar y se me dice que me los darán lo antes posible. Como de momento no puedo esperar nada de ellos me pongo en contacto con Modesto, al cual no tengo que llamar pues se adelanta a mi deseo.

—¿Qué pasa por tu sector que hay jarana?

—Que tenemos en nuestro poder casi todo el Calvario y algunas casas de Belchite

—¿Y tú eres el que no sabía como tomarlo? Eres un cabronazo.

—Ya te explicaré cómo fue que ahora no tengo tiempo y veo algo raro por el sector que me queda por ocupar, perdona, Modesto.

Había sucedido lo siguiente: conquistados todos los fortines que están comunicados, incluso el puesto de mando y el observatorio en el ala derecha del enemigo y en la izquierda nuestra, el batallón que había realizado parte de esas conquistas sale a la superficie para seguir avanzando en dirección a la llamada loma desconocida que no tenía camino o trinchera de enlace con las restantes posiciones fortificadas. Afortunadamente, el enemigo se precipitó y abrió fuego sobre nuestras fuerzas antes de tiempo. Gracias a su precipitación las bajas no fueron tan cuantiosas como pudieron serlo.

Se pegaron al terreno y pidieron apoyo a la artillería o a los tanques; esto no era necesario pues desde mi puesto de mando había visto cuando estaba sucediendo y nos apresuramos a tomar las medidas pertinentes que las circunstancias requerían para continuar nuestro avance incontenible.

Por fin conseguimos contacto con el jefe del XII Cuerpo de Ejército y este mando incapaz (o demasiado capaz) me ordena que tome contacto con dos grupos de asalto que están tomando o intentando tomar el seminario que se encuentra en las inmediaciones de Belchite. Me pide situación de mis fuerzas y aclaración de por qué no le había comunicado nuestra ofensiva.

Hay en mi mente algo que me impide ser sincero y todo lo correcto que pretendo ser con mis superiores y con cuantos están a mis órdenes. Hasta estas fechas, no había roto la barrera de la cortesía, del respeto, de la obediencia más o menos ciega de la milicia y sobre todo de las consideraciones humanas a mis superiores e incluso inferiores, tuvieran o no tuvieran razón, pero estaba en el límite de mi aguante para convertirme en uno más y contestar a las palabras con otras mayores y de más contenido real. ¡¿Cómo es posible que con la sangre y la vida de nuestros semejantes podamos ser embusteros y por consecuencia criminales?! Consciente o inconscientemente, este señor coronel no valora en absoluto la vida de los miles de hombres que tienen la desgracia de estar sometidos a sus órdenes descabelladas.

—Usted no me permitió explicarle las razones de mi negativa a cumplimentar su orden de tomar Belchite. Después del bombardeo innecesario que nuestra aviación realizó sobre el pueblo y sobre unas supuestas fortificaciones que yo me suponía podían haber hecho.

—¿Que el bombardeo fue innecesario e ineficaz? ¿Usted se atreve y tiene el valor de decirme cuanto no debo escuchar?

—Señor coronel, para decir esto no hace falta tener valor solo se precisa ser sincero-

—¡Usted me falta al respeto y me insulta y deje de llamarme coronel!

—Bien, como guste. Usted tiene el deber de darme órdenes por escrito y de ratificar por ese sistema las que me dé telefónicamente, usted no me indicó hasta hoy cuál es mi misión y cuáles son los objetivos que debo cumplir, me dice que por mi izquierda operan dos grupos de asalto y que les permitamos tomar el Seminario prestándoles toda la ayuda que pueda. Bien, yo cumpliré sus órdenes pero tenga presente lo siguiente: el Seminario es un objetivo secundario, si está cercado como usted piensa, utilizaré, al mismo tiempo que ayudo, a esos grupos como la situación lo requiera. Segunda cuestión: terminada la limpieza del Calvario seguiremos tomando edificios de Belchite hasta terminar con toda resistencia enemiga. Atacaremos por nuestra derecha en dirección a la Estación hasta conseguir enlazar con sus fuerzas. Ruego que me presten protección artillera sobre todo contra batería por no tener nosotros 155. Nosotros jalonaremos nuestras posiciones e indicaremos las zonas de resistencia del enemigo para que no tengan confusión de dónde nos encontramos unos y otros. Nuestro dispositivo será la 32 Brigada en Calvario y enlace con el Seminario (enlace de vista), ataques a Belchite y enlace por su derecha con 116 y los dos batallones internacionales que operan a su derecha, pero marchando codo con codo para que el enemigo no pueda salir de Belchite en dirección Mediana. Esto es cuanto puedo comunicarle por ahora,

—Perdone mi insistencia, preciso lo antes posible la posición de sus fuerzas en dirección al centro de Belchite.

—Puede usted localizarlos por el fuego que hagan en sus ataques

—Le felicito por su éxito, la toma del Calvario facilitará obviamente la toma de Belchite. Usted es un compañero de armas, ¿quiere decirme a cuál pertenece?

—Como no señor, coronel, usted pertenece hoy a las fuerzas de asalto y yo a las de Artes Blancas y Comercio.

—Pero ¿cómo?, usted no es profesional.

—No, pero tengo un gran interés y deseo que esto termine lo antes posible para quitarme el disfraz de músico, y conste que no tengo nada contra sus honrosos uniformes.

Terminamos el diálogo lo más diplomáticamente que fuimos capaces y cada cual nos quedamos con las ideas que teníamos el uno del otro, que, por cierto, no debían ser muy brillantes.

Tengo más cosas por hacer que las que puedo asimilar en estos momentos y cierro este apartado o como queramos llamarlo diciendo lo siguiente: este mando no me gusta y este hombre no tiene el menor interés en que nosotros ganemos la guerra. Sería un placer para mí el tener que cambiar de criterio y reconocer públicamente que no fui justo al enjuiciar al señor Plaza.

Para bien de mi pueblo en general, y de mis muchachos en particular, daría cuanto fuera necesario para que todo resultara de distinta forma a como lo pienso. Atendamos a las situaciones cambiantes de nuestro presente y saquemos el mejor y mayor partido a los errores del enemigo.

Queda expuesto a grandes rasgos cuál es la situación de nuestro frente ofensivo y defensivo, pero es necesario exponer con más o menos claridad la situación al final de la jornada. La 32 Brigada ha ocupado todo el Calvario y todas las casas aisladas del conjunto del pueblo, con unos cuantos edificios que son flechas penetrantes de nuestras fuerzas hacia el centro de la ciudad.

Por su izquierda enlaza con los grupos de asalto y por su derecha con los internacionales y los batallones de la 153 Brigada. La 116 Brigada tiene una doble misión, pero no son capaces de comprender su importancia por un amor propio mal entendido, es necesario explicar y explicar. Cubre todo el sector de la carretera de Belchite a Mediana, en las inmediaciones próximas a a Belchite, organizada en profundidad por si el enemigo rompiera nuestro frente de ataque. La misión: contener al enemigo si rompe nuestro cerco atacante y reorganizar las fuerzas propias que hubieran sido vencidas por el enemigo. Estas misiones les parecen demasiado serviles y me cuesta Dios y muy señor mío, como dicen los creyentes, hacerles ver la importancia de su misión.

Cada vez estoy más satisfecho con tener esta brigada, hemos cambiado la batería antitanque por unas ametralladoras y unos fusiles ametralladores de lo más moderno. La compañía de tanques consigue penetrar por la derecha abierta por los zapadores y nuestra artillería y nuestra infantería les acompañan para liquidar esa famosa ondulación del terreno que llamamos loma desconocida en el plano.

El enemigo empieza a demostrarnos que sabe luchar y defender sus posiciones cuando no son sorprendidos como esta mañana a primera hora. Defienden su posición con un tesón y un valor que no será recompensado porque no pueden contar con ayuda de nadie ni con fuego artillero por estar nuestras fuerzas totalmente pegadas a sus posiciones.

Ordeno a los carros que insistan en su ataque de fuego y que la infantería se desplace por la derecha y la izquierda para encontrar la entrada de esas posiciones enlazadas. En cuanto el enemigo se aperciba de la maniobra intentará salir para refugiarse en Belchite o en el seminario.

El enemigo no tiene ni antitanques ni lanzallamas y por eso nuestros tanquistas se permiten el lujo de acercarse cuanto quieren a las posiciones enemigas. El único peligro para su seguridad radica en que tengan antitanquistas pero no tienen fuerzas de acompañamiento y de protección de nuestros tanques.

Cuando el enemigo ve que no recibe ayuda y que su defensa es estéril, después de haber sufrido bajas de nuestros tanques y de nuestra artillería, intenta salir y los supervivientes se entregan. Así terminó una jornada que pensamos sería sangrienta para nuestras fuerzas y a más de sangrienta un rotundo fracaso para nosotros. Mi sorpresa es tan grande que no encuentro palabra para reflejar la importancia de cuanto conseguimos sin prácticamente ninguna baja total.

Tengo que reflexionar seriamente sobre el resultado de esta operación para poder informar de cómo y porqué conseguimos demostrar al triste don Gonzalo Queipo cómo podemos tomar Belchite sin su gesto generoso para regalarnos nada.

Se me piden aclaraciones por amigos y enemigos en potencia, pero tengo que meditar para convencerme primero a mí mismo de este sorprendente resultado. Sigo y creemos correcto y eficaz decir que debemos pensar cuantos hemos participado en esta contienda que nuestro pequeño mérito es de todos y de todas nuestras unidades de la División X. Modesto tiene gran interés en que le explique cómo fue y le digo que lo haré sobre el terreno para que pueda entenderlo. Cuando él ve las fortificaciones que el enemigo había construido, se queda tan sorprendido como todos nosotros y no sin poderosas razones. ¿Qué sucedió para que el enemigo no fuera capaz de infligirnos una seria derrota al tomar ese sector fortificado? Fortines como nosotros no habíamos visto ni en Brunete, me refiero a los de la carretera. Decían los entendidos que eran el último modelo de la Gran Guerra europea. Puede que tengan razón, lo que sí podemos afirmar nosotros por haberlo experimentado era su magnífica construcción y también su decoración con banderas de todos los países que los ayudaban (bandera italia335

na, marroquí e irlandesa, quizás hubiera alguna más), pero las que mejor estaban pintadas eran la alemana y la italiana.

La construcción era sólida, con cemento armado y blindaje que resistía el 155 en impacto directo sin ser perforado. Daban la sensación de estar preparados para aguantar gases lacrimógenos o venenosos, tenían un buen campo de tiro y podían barrer sus glacis respectivos apoyándose mutuamente. Por más que pensamos en estos episodios no somos capaces de valorar las causas de su derrota. Hubo destellos defensivos pero la combatividad y pericia de nuestras fuerzas los apagaron rápidamente. Podemos decir que, sorprendentemente, para unas fuerzas que sabían luchar y con unos mandos profesionales que no tenía necesidad de estar pensando durante horas y más horas cómo atacar una posición fortificada.

Modesto me pedía una y otra vez que le explicara cómo había resuelto la papeleta y como la explicación me parecía de lo más simple lo conduje al espolón y sobre el terreno le expliqué la colocación de las armas automáticas. Me dio un abrazo y me preguntó si cuando pedí el relevo y tantas explicaciones de cómo tomar Belchite tenía ya la idea.

Sinceramente creo que no había dado aún con ella, pues estaba demasiado confuso con cómo podría lograr romper las defensas enemigas por tener tan poco relieve los fortines y estar tan bien camuflados entre el terreno, que jamás pensé en un sistema tan bien construido y tan malísimamente defendido (afortunadamente para nuestras unidades y mandos).

Son incidencias de las guerras que pueden convertirse en victorias inesperadas para unos y en derrotas dolorosas para otros. Modesto se marcha bien impresionado y también piensa como nosotros: esas posiciones merecía la pena defenderlas y sobre todo no debían haber sido sorprendidos como lo fueron en toda la extensión de la palabra.

Termino con Modesto planteándole lo siguiente:

—No me agrada ni poco ni mucho la conducta del jefe del XII C. de E. Este hombre no tiene el menor interés en defender a la república.

—Debes tener mucho cuidado y pensar bien cuanto te ordene.

Está fue la recomendación de Modesto relacionado con el frente de Belchite con la actitud del jefe del XII C. de E. Le digo que la toma de la ciudad será decisiva. Tomamos contacto con los grupos de asalto en cuanto liquidamos las resistencias del Calvario y les prometemos ayudarles mañana para ocupar el seminario.

El enemigo hace una defensa a ultranza de Belchite, defiende el terreno palmo a palmo. Esto confirma mis temores de cuanto nos espera y los sacrificios que tienen que realizar, una vez más, nuestras fuerzas.

Pasamos rápidamente al aprendizaje de los guerreros profesionales. Hace unos meses no conocíamos en el 90% el manejo de las armas, no hablemos de la táctica ni de la estrategia, intentamos comprender y familiarizarnos con los términos y contenidos de la fraseología castrense. Falta nos hace comprender y dominar cuanto de ciencia contiene y encierra la profesión militarista. Mis camaradas de fatiga se impresionan cuando me permito decirles unas cuantas cosas que para todos nosotros, hace unos meses, por no retrotraernos al justo tiempo pasado de nuestro antimilitarismo, podían dar lugar no solamente a malas interpretaciones si no incluso consecuencias mucho más serias. Por desgracia para la humanidad, los mandos militares no serán capaces en toda su extensión de conseguir los conocimientos precisos y deseados para dirigir a sus hombres y para manejar las armas que esa ciencia destructiva irá poniendo en sus manos. Todo esto sucederá desgraciadamente para los pueblos sin el menor escrúpulo y por tiempo indeterminado en todos los ámbitos de nuestro planeta.

El que desee dedicarse a la milicia y ser un conductor de hombres dedicados a la destrucción sistemática y supercientífica debe conocer unas cuantas ramas de la ciencia más avanzada. Debe tener presente que por muchos conocimientos que consiga atesorar jamás serán suficientes, pues otros seres superdotados tienen la misión de perfeccionar armas o máquinas cada día más capaces de terminar con todo cuanto puede ser creativo. ¡Pobre mundo o planetas, en manos y mentes dirigidos por seres dominados por su egoísmo infructuoso!

Dejaremos mis llamadas elucubraciones y nos dedicaremos a pensar cómo podemos afrontar la papeleta encomendada de tomar una ciudad pequeña o pueblo grande, casa por casa, donde la resistencia debe ser realizada centímetro por centímetro, en esta magna operación, conste una vez más que no lo decimos por sentirnos émulos de Alejandro Magno ni de ninguno de los grandes guerreros del pasado en el presente. No, lo decimos porque para nosotros hijos del pueblo y de lo más bajo de las castas o clases de nuestra patria, nación o como quieran o queráis llamarla, es algo totalmente desconocido y que nos preocupa seriamente cómo meter el diente a un hueso tan grande y duro con dentaduras tan pequeñas como las de los campesinos, obreros, proletarios, artesanos, pequeños industriales, comerciantes e intelectuales de todas las ramas de la ciencia al servicio del pueblo.

Seguro que el acervo sabio e inagotable de nuestros pueblos a través de sus inagotables hijos nos irán dando soluciones prácticas para resolver sobre la marcha todos los problemas que nuestros enemigos de clase representan.

El valor, la abnegación, el espíritu de sacrificio y la ciencia práctica de cuantos fueron capaces de hacer frente a sus y nuestros eternos enemigos de clase nos darán, sin la menor duda, la entereza para seguir marchando en pos de la lograda libertad derribando muros, tabiques, trincheras y cuantos obstáculos pongan en nuestro camino.

Belchite será liberado a pesar de nuestra falta de preparación y dominio de la ciencia militar. Terminamos con ese cañón que nos impide avanzar por esa calle, acallamos esa ametralladora o fusil ametrallador que desde la torre de la Santa Iglesia nos impide circular por el Calvario. Nuestros carros, nuestros cañones y los conquistados al enemigo serán utilizados para destruir cuanto se opone a nuestro avance, para liberar a quienes fueron maltratados, encarcelados y fusilados por quienes el nombre de una religión creada por un dios omnipotente y fundador, según ellos, de todas las cosas, permite que en su nombre se ensañen vejando de la forma más inhumana a tantos seres inocentes de todo mal.

Terminamos una jornada más con una moral en grado ascendente y habiendo creado las condiciones morales y materiales para que mañana sea un día de luchas victoriosas.

El comisariado sigue realizando un trabajo positivo, mentalizando y moralizando a nuestras fuerzas. Se piden voluntarios para realizar las misiones más delicadas y todos sin excepción quieren ser los primeros: cuando se ofrecen como voluntarios saben dónde van y lo que pueden perder. Se trata de entrar los primeros por boquetes que deben abrirse en muros y tabiques para seguir avanzando dentro de los edificios ocupados por el enemigo. El riesgo es tan seguro que solo contamos con un mínimo de posibilidades de salir levemente heridos, pero esta certeza no les impide ofrecerse como voluntarios. Se trata de abrir boquetes por donde se lanzaron bombas de mano ofensivas y detrás de ellas hombres para abrir paso a quienes deben seguirles. El riesgo es seguro por dos razones de suma importancia:

1º Cuando se lanza una bomba por un boquete en edificios viejos, se corre el peligro de hundimientos incluso tratándose de una sola planta y seguro cuando el edificio tiene más de una.

2º Si el enemigo tiene seriedad y aguante, puede protegerse de la bomba y sus efectos y estará en magníficas condiciones de aniquilar a quienes pretendan penetrar por el boquete.

Pues bien, esto se había hecho saber a nuestros mandos. Como siempre, hubo problemas para designar de cuantos se ofrecen voluntarios quiénes debían ser los primeros en sacrificarse y con los ojos bien abiertos y una sonrisa en la boca y corazón se lanzaban a lo desconocido que podía ser la muerte y no otra cosa. Teníamos que descartar a los casados y en esto no transigimos en ningún caso por mucho que los interesados se enfadaran.

Hacemos un ataque al seminario y el enemigo sale corriendo para refugiarse en Belchite. Esta operación la hicimos en combinación con los de asalto y se desarrolló de la forma siguiente: cuando decimos que el enemigo salió corriendo. La frase no es la más correcta, pues el seminario lo habían defendido eficazmente ante un enemigo más numeroso durante más horas de lo esperado por el jefe del XII C. de E. Ordené a los de asalto que se replegaran un poco de los muros del recinto para que nuestra artillería pudiera abrir unos cuantos boquetes por dónde se lanzarían ellos y nosotros pero dejando una salida libre para que el enemigo pudiera salir libremente y nuestras fuerzas pudieran detenerles fuera del recinto sin necesidad de aniquilarles.

Se les indicó que al amanecer haríamos una preparación artillera y que les indicaríamos cuando podían lanzarse al asalto. La artillería de nuestra unidad había corregido el fuego sobre los puntos designados para el asalto, nuestra finalidad era abrir esas brechas y destruir solamente lo necesario para tener un mínimo de bajas.

Nuestra batería antitanque había intentado batir las dos del 75 que el enemigo tenía emplazadas en la boca de la calle que tanto interés teníamos en conquistar, pero tuvimos que desistir, pues falta poquísimo para que el enemigo no las destrozaran. Los sirvientes nuestros aún no las dominaban y los de la 116 Brigada mucho menos.

Nuestra artillería del 105 y 75 intentó destruirlas, pero estaban bien emplazadas en sus casamatas de sacos terreros y el 155 del enemigo nos hacía contra batería eficazmente por tener un magnífico observatorio en la torre de la iglesia.

El terreno no se prestaba para que nosotros pudiéramos encontrar emplazamientos eficaces y a cubierto de la observación enemiga terrestre. La aviación enemiga nos voló un depósito de munición, pero no tuvimos bajas totales.

Pedimos voluntarios para volar esas piezas que disparaban acero y les prometemos el ascenso a oficial si son soldados y cabos y el grado superior al que tengan. Como siempre se ofrecen más de cuanto precisamos y por lo tanto son elegidos cuatro, pero bien entendido que en la operación deben intervenir solamente dos y si estos fracasan lo harán los otros.

¿Cómo hacerlo y cuando? Expongo mi plan que es el siguiente: un tanque nuestro hará acto de presencia ante las piezas enemigas sin someterse al fuego enemigo. Marchará en línea recta en dirección a las piezas enemigas y en cuanto vea el peligro del disparo se desviará a su izquierda donde la carretera le permite hacer ese giro sin peligro de ser destruido por el fuego enemigo. Cuando el enemigo abra fuego sobre nuestro tanque, dos hombres que estarán situados al lado de las piezas con un colchón y bombas de mano colocarán el colchón en la boca del cañón para que este explote. Si la operación colchón no puede realizarse se lanzarán las bombas para destruirlo o destruirlos, pues en realidad no sabemos con certeza si hay uno o dos cañones.

Los voluntarios tienen la orden de colocarse junto a la casamata antes del amanecer, procurando que el enemigo no pueda verlos ni sentirlos. Nuestra infantería se lanzará al asalto de los edificios procurando marchar todos lo rápidamente que puedan, sin perder los contactos que puedan mantener a toda costa con sus unidades laterales y los comandantes del Batallón con mi puesto de mando.

Es imprescindible y sumamente necesario que en el enlace con los de asalto y con la unidad que debe contener y hacer prisioneros a las fuerzas que salgan del seminario no se pierda ni un solo minuto, pues podría dar lugar a confusiones serias.

Seguimos sin recibir órdenes de XII C. de E. ni son capaces de mandarnos cuanto estamos esperando desde antes de estar a sus órdenes directas. Así no puede hacerse la guerra. Estos mandos pueden ser todo lo adeptos que se quieran al sistema político que dicen defender, pero si tienen conocimientos militares los ocultan maravillosamente. Para que nosotros, simples defensores de la libertad y de los intereses de nuestro pueblo, no podamos utilizar sus ocultos y maravillosos conocimientos castrenses.

Comunicamos a los del asalto que pueden ocupar el seminario pues el enemigo lo abandonó sin que ellos fueran capaces de seguir el curso del combate. Cuando me refiero a ellos se trata de los mandos y nunca de los guardias de asalto, ellos no tenían la menor culpa de estar tan mal preparados y tan mal dirigidos por unos mandos profesionales que tampoco interés ponían en el cumplimiento de su deber. Con esto no queremos decir que todos los jefes y oficiales de asalto fueran incapaces o que carecieran del interés deseado para el cumplimiento de su deber. Recuerdo a Martín Gonzalo y unos cuantos más.

Volamos los cañones enemigos como habíamos propuesto y conseguimos avanzar venciendo una seria resistencia del enemigo. En esta fase de operación, yo creo que debemos decir operaciones, el enemigo hace honor a su capacidad combativa y nos demuestra que no es un enemigo tan incapaz cómo podría pensarse por haber perdido un sistema y dispositivo defensivo que pudieron defenderlo con más eficacia de cuanto lo hicieron.

Pretendemos solamente reconocer su capacidad combativa cuando lo demuestran, pero jamás podré estar de acuerdo con sus métodos terroristas y represivos, como podemos ver una vez más, en cuanto nos demostraron con estos combates.

Las armas automáticas emplazadas en la torre nos impiden tener el menor descuido y nos causan bajas sensibles. Intentamos neutralizarlos con la artillería y sobre todo con otras ametralladoras, pero si bien las neutralizamos no somos capaces de destruirlas o silenciarlas.

Me anuncian la visita de Dolores, Modesto y Walter con su acompañamiento cuando estoy atendiendo a uno de mis mejores capitanes de ametralladoras que ha sido cazado desde la dichosa torre de la iglesia. Me presento a Modesto y a Walter como mi jefe de división orgánicamente, y saludo a Dolores haciéndole ver el peligro que corre en el Calvario y su contestación no puede ser más militar pero menos impolítica por su cargo y valor positivo en la lucha de nuestro pueblo.

—Si vosotros durante las 24 horas del día estáis corriendo peligros, también es necesario que nosotros los políticos los corramos alguna vez.

—Bien, Dolores, todo eso es muy moralizador para nosotros, pero hace unos segundos murió un capitán de ametralladoras por tener un pequeño descuido ante un enemigo que estaba a la espera. Esto es una zona batida desde la torre de la Iglesia y por lo tanto yo no puedo cargar con la responsabilidad de cuanto pueda sucederte y lo mismo digo de Modesto y Walter. Tenemos unos magníficos fortines capturados al enemigo y sería interesante que los visitaras, en esa zona no se corre peligro y sería interesante reunir a unos cuantos soldados y clases que tienen un gran deseo de verte y de oírte.

Modesto me ordenó conducirlos en esa dirección y antes de ponernos en marcha ordeno que todas las reservas del ala derecha se desplacen para concentrarse en dicho sitio.

Salimos de esa zona peligrosa y no comprendo como Modesto y Walter, hombres que sabían cuanto nosotros desconocemos sobre peligros innecesarios para dirigentes civiles, fueron tan inconscientes para llevarla donde no debió pisar mientras la torre estuviera en poder del enemigo.

Fue una solución infantil el crear a su alrededor un cinturón humano de los mandos más altos para protegerla. Lo único que hubo de positivo en ese gesto fue que todos, al verme decir que corría un serio peligro, nos lanzamos como resortes a realizar un cerco humano alrededor de su incomparable persona como dirigente de masas en ese y otros muchos momentos conocidos por mí y otros muchos. Pero a pesar de nuestro humano-político interés en protegerla, la torre tenía la misma altura y seguía en poder del enemigo.

Mis temores desaparecen en cuanto salimos de esa zona, debo una vez más ser sincero conmigo mismo. El peligro existía sin la menor duda, pero las medidas tomadas por nosotros eran casi de absoluta seguridad, el fusil ametrallador y la ametralladora estaban neutralizados por nuestra batería antitanque y sobre todo por una sección de ametralladoras Maxim, al mando de un capitán tan capaz como el que había muerto por imprudencia.

Dolores visita detenidamente los fortines y posiciones conquistadas al enemigo. Con la rapidez que ella tiene para sacar partido político práctico a cuanto puede ser útil a nuestra causa improvisa una charla relacionada con las banderas alemana, italiana, marroquí y otras.

Fue una pequeña charla por el tiempo invertido, pero fue grandiosa por su contenido haciéndonos ver cuál es el verdadero patriotismo de los camaradas nacionalistas franquistas y falangistas.

Su grandilocuencia elevó unos grados más nuestra moral luchadora para seguir defendiendo la democracia y la libertad de nuestros pueblos. Sus felicitaciones para soldados, clases y oficiales y jefes como para cuantos participamos en nuestras unidades sin llegar a matizar sobre campos diferentes es el mejor don que pudo darnos.

Se me comunica que en el puesto de mando general hay varios prisioneros del enemigo y entre ellos un sacerdote.

Deseo hacer constar que nos habían mandado a la unidad un especialista ruso sobre armas automáticas. Es la primera vez que en nuestras unidades recibíamos a un camarada ruso y con el grado de comandante. Puedo y debo afirmar que nos sirvió maravillosamente, puso a nuestra disposición todos sus conocimientos sobre las armas automáticas y sobre temas castrenses. Se ganó nuestro respeto, nuestra admiración por su entrega total a su misión educadora práctica y teórica y nuestra eterna amistad por su sencillez. ¡Qué maneras más elegantes, más sencillas y humanas de hacernos comprender la importancia y valor de una máquina bien cuidada! ¡Las cuidaba como si fueran sensibles a sus caricias!

Tengo entendido que estará solamente unos días en nuestra unidad. Ante mi sorpresa por tan desagradable noticia su contestación fue de lo más edificante y educativa que hasta este momento había oído.

—Camarada Toral, yo me pasaría toda la campaña a vuestro lado, me tratáis como yo hago con vosotros, pero nuestra misión es ayudaros lo mejor que sabemos y aprender cuanto también podéis enseñarnos. Mi gobierno quisiera mandarnos tantos técnicos como precisáis, y esta frase la copié de ti, pero la situación internacional es mucho más compleja de cuanto tú te supones.

—Tienes razón, querido camarada, mis conocimientos son excesivamente planos para poder hacerme cargo de cuestiones tan complejas, pero esto no me impide pensar que en otras unidades puedes ser quizás más útil que en la nuestra según tus afirmaciones sobre el interés de nuestros soldados, clases, oficiales y jefes de tus clases teóricas y prácticas. Ante cuanto antecede eres tú quién debe decidir sobre tu marcha.

—Deseo decirte algo importante que no debo decir por si fuera mal interpretado, y en este caso me crearía una situación delicada con mis superiores.

—No te preocupes ni te esfuerces para hacerlo, seré yo quien te diga lo que tú no deseas decir por delicadeza y no por miedo a sus consecuencias: ¿has realizado esta misión en otras unidades distinta a la nuestra?

—Sí, en unas cuantas más.

—¿Te recibieron en todas como nosotros lo hicimos? No dudes en contestar con toda la sinceridad pues a mí no me sorprende nada de cuanto te puede haber ocurrido por la soberbia y engreimiento de ciertas capas sociales de nuestros pueblos que se consideran el ombligo de ellos, por confundir este con el ano. Quizás te sorprenda un poco mi ruda sinceridad, pero desde hace años tengo por norma llamar a las cosas por el nombre que tienen, según mi pensamiento y manera de conducirme. Con esto no pretendo decir que la única verdad sea la mía, nada de eso.

—En casi todas me recibieron con frialdad como si tuvieran el temor de ser desplazados en su mando o autoridad. Mi conducta fue en todas la misma que la vuestra y en otro caso yo me pregunto: ¿si en todas actúo lo mismo y enseño cuanto sé porque no se me recibe y trata igual?

—El problema parece mucho más complejo de cuanto es en realidad, debes pensar en las características de nuestra guerra y en especial en la composición de las unidades.

—Puede que tengas razón y que las causas sean las indicadas por ti.

—Te darás cuenta de que en nuestra unidad, y puede que en otras, hemos superado cuanto nos puede impedir eficacia para luchar contra nuestros enemigos comunes. Por esta y otras razones de tanto o más peso no tenemos problemas importantes y podemos valorar casi en su justa medida la importancia de la unidad. Nosotros o, para ser más justos, una parte demasiado numérica de mandos, en cuanto de dirigir se trata, nos consideramos los más capaces y creemos estar en posesión de cuanto se precisa para conducir hombres a la muerte; somos unos insensatos los de milicias, pero son algo más serio quienes tienen como profesión una ciencia cada día más compleja y sin límite en sus conocimientos aniquiladores y destructivos. Pero tú, querido compañero y estimado camarada, puedes estar plenamente satisfecho de que el pueblo, el único que siempre tiene razón y valora a su manera, te catalogue como te mereces. Dirán algunos: ¡el pueblo! ¿Y quién es este sujeto que sabe lo que nosotros no conocemos? Puedes marcharte tranquilo y satisfecho de tu misión realizada. Te sorprendiste un poco cuando te presentamos al comandante Arias, jefe de ametralladoras de la 32 Brigada. Creemos en tu sinceridad cuando le felicitaste por la labor realizada en su unidad y por haber construido de máquinas desechadas unas ametralladoras con las que fuimos capaces de hacer frente al enemigo en Brunete.

En esa batalla no teníamos ninguna maxim, bredas, ni ninguna marca más o menos moderna, habíamos partido con unas cuantas ametralladoras desechadas de nuestras peleas en Marruecos que habían sido compradas después de la guerra europea. Toda esta desagradable realidad no impidió que el cabo mecánico y de ametralladoras Arias, antes de la guerra, fuera capaz de construir el gran milagro de hacer de chatarra desechada, armas para contener y derrotar potencialmente a un enemigo mejor armado y preparado. Por estos méritos y su capacidad pudo mandar y ascender a comandante un cabo como Arias. Pero este gran muchacho no tuvo el menor inconveniente en reconocer lo mucho que había aprendido en pocos días al lado del camarada comandante soviético. Ciertamente, él tenía felices ideas y conocimientos, pero tenía un serio defecto: no sabía transmitir sus ideas a quienes las precisaban angustiosamente.

Todo esto y mucho más le enseñó al mismo tiempo que a otros mandos de las mismas armas el amigo y camarada comandante que siento no recordar su nombre de guerra.

Deseo dejar reflejado, aunque sea tan pobremente, uno de nuestros recuerdos más emotivos ante una de sus muchas demostraciones de cómo se puede impedir con una Maxim toda circulación a una distancia de casi 2500 metros. Nuestro recuerdo será permanente por cuanto antecede y por cuanto yo no sé expresar como su persona y conducta merecen.

La resistencia del enemigo se hace cada momento más cruda y más violenta, nuestras fuerzas siguen avanzando palmo a palmo y el heroísmo de la 32, como de cuantos participan en nuestro sector, es algo inenarrable pero debo hacer constar que ellos se defienden con una heroísmo digno de una mejor causa que la que defienden.

Recibo la visita del gobernador y del ayudante del general Parras, pidiéndonos que apresuremos la toma de la ciudad porque el señor ministro de la guerra había anticipado su toma. Como esto me parece improcedente, un absurdo, y como las cosas no podemos realizarlas a medida de nuestros deseos cuando no se cuenta con los medios apropiados para lograrlo, después de decirle algo de lo mucho que se merecen, les prometo que pondremos de nuestra parte cuanto podamos para dejar bien al señor Prieto y al general pues este se merece esa atención.

Termina la jornada y regreso a mi puesto de mando dejando el de combate, una vez aseguradas todas las posiciones conquistadas y habiendo tomado toda clase de medidas de seguridad, por si el enemigo intenta romper nuestro cerco que cada día le asfixia más en su espacio reducido, edificio por edificio.

Interrogatorio de Prisioneros.

En el Cuartel general, por no repetir tanto el puesto de mando, me encuentro con varios prisioneros y en particular con el sacerdote de las unidades que defendían el seminario. Ordeno que los prisioneros menos el señor cura y tres o cuatro más sean entregados al cuartel general del V C. de E.

Nuestros interrogatorios se refieren solamente a la identificación de las unidades que tenemos en frente y a su armamento. Es un poco sorprendente que los mandos de estas unidades no aparezcan por parte de alguna. Quizás pudieron retirarse a Belchite pero ¿todos? No se degradarán por temor al trato que podemos darles, nuestras fuerzas tienen órdenes terminantes de no maltratar a ningún prisionero de palabra y mucho menos de obra. Sucede algo que debo averiguar sin falta, nosotros no podemos utilizar los métodos que al parecer emplean nuestros enemigos. El señor cura está tranquilo y después de saludarlo le pregunto si le agradaría tomar algo que le apetezca.

—¿Para que? Cuanto antes terminemos será mejor, yo estoy bien con Dios y no me tengo que preparar para nada.

Estas frases tienen una gran importancia, pero su significado palidece al emplearlas con una tranquilidad fría espartana.

—¿Para qué quiere hacerme concebir esperanzas con buenas palabras si el final solamente puede ser uno?

—Señor cura, no le entiendo o usted no me entiende a mí. A usted no le sucederá nada en absoluto, lo mandaremos al C. de E. y si aquí cómo ve le tratamos como hacemos con todos los prisioneros, no solamente a usted, comprenderá que allí lo harán mejor por tener más medios.

—Le repito que yo estoy a bien con Dios y preparado para todo.

—Pues sigo sin entenderlo poco ni mucho, nuestra intención es tratarlos lo mejor posible y ofrecerles alimento, por lo menos tomar café o leche, pues me supongo que no tendrá ningún apetito después de haber sido de hecho prisionero. Insisto, si no le molesta, en que tome lo que más le apetezca si lo tenemos. Licores no le podemos dar porque yo soy enemigo de ellos en la guerra.

—No se esfuerce y se canse, le repito que estoy a bien con Dios. Cuanto antes terminemos mejor.

—Perdone, yo no creo en Dios y mucho menos cuando permite que en su nombre se asesine a tanto ser inocente de ningún mal.

El jefe de operaciones se enfada y pierde el control insultando al prisionero y diciéndome que pierdo el tiempo con un elemento como él. Es un mando y un camarada al que yo aprecio por su interés y capacidad:

—Capitán Labarga, el jefe de la unidad soy yo y mientras está unidad está mandada por mí no permito que nadie se dirija a los prisioneros en ese tono y mucho menos sin mi permiso.

Se cuadró, me saludó y me pidió permiso para ausentarse. Se lo concedí dándole la orden de llamar al jefe de Sanidad para que en su coche fuera a entregar al señor cura y dos prisioneros más.

Mientras sucede este pequeño incidente el señor cura está con las dos manos juntas, como si estuviera implorando. Después de mucho insistir nos admitió un vaso de leche, pero no fue capaz de tomarse todo él. Este señor tiene algo que yo no sé y que nadie me aclara. Pregunto si durante todo el tiempo que había estado en mi puesto de mando alguien lo había insultado o maltratado. Se me contestó que durante todo el tiempo que había pasado detenido y custodiado por el oficial de organización su actitud había sido la misma: con las manos juntas en plan de súplica y repitiendo las mismas frases, pero sin alterarse poco ni mucho.

El jefe de unidad se me presenta y le doy la misión de entregar en el C. de E. al señor cura y los dos prisioneros que se habían dejado para que yo les interrogara. Le informo de cuanto ha sucedido y de mi sorpresa por la conducta de este señor. Me promete informarme al regreso y le ruego que me dé noticias de nuestros heridos ingresados en el hospital del C. de E.

—No te importe que esté dormido, deseo saber el número de bajas totales y estado de los heridos.

Procuramos cenar un poco y nos hacemos una pequeña crítica de la actuación de todos nosotros, empezando una vez más por el jefe de la unidad. No me parece oportuno exponer con claridad deseada y requerida la conducta del jefe del XII C. de E. y algo que parece estarse fraguando en rededor a mi mando. Creo no padecer manía persecutoria y sigo siendo más realista que partidista, debo procurar que mis inquietudes no sean transmitidas a mí E. M. y mucho menos a las unidades que tengo la suerte de mandar. Esto sería funesto para la marcha de las operaciones y según mis pensamientos estamos en el principio de la crudeza de la batalla. Es algo más que difícil operar de manera realista cuando se carece de una información más o menos veraz. Considero que mañana puede ser un día casi decisivo para la resistencia del enemigo y para la moral de nuestras fuerzas atacantes.

Son las 12 de la noche cuando el jefe de sanidad, doctor Casado, regresa de su misión y tiene la atención de informarme del estado de nuestros heridos y de cuanto para nosotros es fundamental.

Nuestras bajas son afortunadamente menos numerosas y menos graves de como habíamos calculado. El camarada que había actuado más activamente para volar el cañón o cañones enemigos desgraciadamente había muerto, no habían perecido los dos porque uno se había sacrificado en beneficio del otro y por lo tanto en beneficio de la causa.

Es lamentable no saber relatar sin retórica de ninguna clase las gestas maravillosas realizadas por nuestros soldados que daban cuanto tenían sin pensar egoístamente que por esas hazañas podían ser condecorados o premiados por sus sacrificios en beneficio de su semejantes. El doctor Casado me dice:

—El señor cura tiene peritonitis producida por un machetazo en el vientre que sus mismos compañeros le causaron esta mañana, ante nuestro asalto a sus defensas del seminario. Fue confundido con un atacante y esa fue según su versión la causa de ser herido. Pensó que sería fusilado o mejor dicho asesinado y por eso no quería prolongar su agonía.

La propaganda realizada en contra nuestra había sido y es tan machacona y la presentan tan falsamente documentada que muchas personas de buena fe se creen cuanto dicen. Es necesario vivir los momentos que él vivió a nuestro lado para poder desechar tanta patraña sin fundamento. Pensó que pretendíamos ensañarnos con él y por eso su insistencia en repetir cuanto él creía que podía anticipar el desenlace: te ruega que le perdones y te agradece tus atenciones. No quiso tomar nada porque era peligroso hacerlo en su estado por la herida , dice que si Dios le conserva la vida la dedicará a decir la verdad de cuanto él vivió siendo nuestro prisionero. Para que lo haga yo no quise regresar sin antes haberle operado y participado en dicha operación que me consta te agradará mi actitud.

Felicité una vez más a este equipo de médicos que tantas vidas salvaron con su ciencia y sus cuidados humanitarios, casi familiares, con todos sus heridos y enfermos. Insistió una vez más en que cuanto me decía se lo había contado el señor cura.

—Diré cuanto se me ocurre sobre este caso un poco sorprendente y digno de estudiar para lección para todos en una guerra tan inhumana como toda guerra civil.

¡Ese hombre se comportó maravillosamente aguantando estoicamente una herida grandísima en un punto vital de su organismo! El conocía cuanto peligro corría su vida, en ningún momento se lamentó ni se quejó de cuanto estaba sucediendo. No pretendo presentarle como un superhombre ni como un superdotado por ser un sacerdote, para mí y pienso que para cuantos convivimos durante varios minutos con él, reconocemos su firmeza y su integridad sin haber ninguna ostentación innecesaria por no decir antihumana.

Habíamos vivido casos de valor y de entereza ante el sufrimiento de lo más encomiable. Pero consideramos que son casos totalmente distintos y no obstante deben ser relatados para poder calibrar hasta dónde puede llegar el sufrimiento humano y la entereza de este ser, cuando cree tener razón.

Procuramos descansar por el sufrimiento moral y cansancio físico de la jornada para enlazar con otra donde se repetiría la anterior a una escala ascendente en sufrimiento y destrucción. Continuamos nuestra cruenta lucha de tomar casa por casa, donde el enemigo se defiende lo mejor que puede y sabe. La moral sigue siendo elevada a pesar de sus grandes perdidas humanas y defunciones. Seguimos teniendo los mismos voluntarios que el primer día para entrar los primeros en todo asalto.

Se produce una seria conmoción en la 32 Brigada por un crimen de lo más estúpido que puede darse en las guerras civiles y cualquier maldita guerra. Vencida una zona de resistencia y teniendo que replegarse el enemigo ante nuestro avance impetuoso, sale una cría de 15 años gritando: «¡Ya están aquí los nuestros! ¡Ya vienen, ya era hora!», y por este grito cometen la vileza de asesinarla impunemente.

La lucha se desarrollaba con crudeza, pero por nuestra parte hacemos tan humana como debe hacerse, los prisioneros eran atendidos humanamente sin represalias de ninguna clase. Los heridos los atendía nuestra sanidad, con el mismo esmero que los nuestros. La indignación es tan grande que tengo que parar unos minutos nuestro avance para tranquilizar y calmar a nuestras fuerzas, haciéndoles ver que no podemos ni debemos hacer cuanto condenamos de ellos. Hay rumores de que el padre había sido asesinado por ser comunista; esto lo decían los vecinos que habían tenido el valor de no replegarse donde ellos les ordenaban.

Nos costó un poco hacerles ver la razón de nuestros consejos y se calmaron con la promesa de que sería juzgado humamente el criminal de tamaña brutalidad estúpida y provocadora. Todos decíamos que era la niña más bonita que jamás habíamos visto, ciertamente en esos trágicos momentos no podíamos verlo de distinta forma.

Se calman los ánimos en este sector y se me comunica algo que puede ser tan grave como lo anterior. Unos pocos mandos internacionales comenten la torpeza de querer llevar a nuestras fuerzas de la 32 a punta de pistola delante de sus propias fuerzas.

Enlazan por nuestra derecha con la 32 y en cuanto sucede esta anomalía, se me comunica por el jefe del batallón. Este pequeño incidente que pudo crear una situación peligrosa fue zanjado en pocos minutos. Me puse en contacto con el general Walter y con Modesto pero al mismo tiempo me personé donde operaban ambas unidades y se me dieron toda clase de explicaciones y nos pidieron disculpas por haber confundido a nuestra unidad con alguna de las fuerzas que no sabían o no querían estar a la altura de la defensa de sus causas.

No fue necesario repetir más de una vez que todas las unidades bajo mi mando eran consideradas lo mismo y que nadie podía considerarse en país conquistado. Fue comprendido perfectamente cuanto había dicho y cuanto no quise decir por razones que habían sido deformadas, malinterpretadas y que podían seguir la finalidad de servir los intereses enemigos.

Zanjado el incidente, que afortunadamente no tenía más importancia que la que nosotros quisiéramos darle, esos mandos noblemente reconocieron su error y las cosas empezaron a marchar como habían marchado cuando pertenecíamos a la división de Walter.

Toda nuestra agrupación avanza lentamente, pero consolidando firmemente nuestras posiciones conquistadas en todos los sectores donde atacamos. Nuestras fuerzas ponen en la lucha algo más que el deseo de vencer a un enemigo que defiende sus posiciones con el valor y la entereza que la plaza merece.

Habían manchado sin pena ni gloria su defensa, que pudo ser gloriosa de no haber derramado criminalmente la sangre inocente de una niña de 15 años, que había perdido a su padre por pensar de forma distinta a como lo hacían sus verdugos. No me cansaré de repetir las funestas consecuencias que está inhumana actitud puedo tener para cuantos habían vivido esos momentos grotescos y trágicos. Me consta que no todas las fuerzas eran ni podían ser responsables de algo sucio como el asesinato de la niña por gritar «¡Ya vienen los nuestros!». Jamás permitimos nosotros y esto ni los momentos más cruciales de nuestra lucha que nadie se enseñara ni cometiera ningún crimen con sus enemigos.

Esto puede parecer una afirmación gratuita y partidista, pero es tan cierto como que hubo violencia e injusticias y crímenes que los autores saben bien quienes les lanzaron por ese camino. Todas estas lacras eran producto del odio sembrado por una propaganda embustera calculista y montada sin el menor escrúpulo para conseguir cuanto se propusieron, incluso mucho antes de ver en peligro sus intereses se volvieron en contra de ellos, hasta que nosotros fuimos capaces de crear las condiciones y los elementos para mantener el orden y la justicia que ellos habían destruido.

Por eso podemos afirmar documentalmente que donde no fueron capaces de barrernos impedimos cualquier acto de violencia y de terror, haciendo resplandecer una vez más el orden que ellos perturbaban cuando les interesaba, sin reparar en medios ni procedimientos. Una vez mas, el fin justificaba sus medios.

Ocupamos su hospital donde nos encontramos tres o cuatro monjitas, donde había gran cantidad de muertos y un número respetable de heridos con gangrena y en unas condiciones infrahumanas.

Las pobres monjas son la única asistencia que tienen estos heridos. No pueden alegar que pudieron marcharse cuando realizamos el asalto quienes tenían la misma misión que las monjas. Las monjas piensan que serán asesinadas, esa es la criminal propaganda de nuestros enemigos, pero sus enemigos les dan una pequeña lección humanitaria de cómo actúa el pueblo soberano.

—Señoras, sigan atendiendo a los heridos mientras llegan nuestros médicos y sanitarios.

Esta orden la transmite un capitán asturiano que había sufrido la represión en Asturias cuando octubre. Las pobres monjas están totalmente sorprendidas por el comportamiento de nuestras fuerzas y la sorpresa aumenta cuando el asturiano les pregunta si hay soldados y armamento en el hospital y cuando le dicen que no, ordena seguir avanzando y deja solamente una escuadra para que las ayuden.

Nuestra sanidad a los pocos minutos hace acto de presencia y nuestros médicos mandan incinerar los muertos y evacuar a los heridos sin discriminación alguna. Es impresionante ver estos cuadros y ver cómo los heridos sufren estoicamente sin lanzar apenas pequeños gemidos por la terrible infección de sus heridas.

Recorro acompañado de nuestro jefe de Sanidad Doctor Casado, este dantesco local y plazoleta donde yacen muertos y heridos mientras nuestros sanitarios consiguen evacuar a cuantos los médicos ordenan según su criterio.

Nosotros conocíamos la capacidad de la sanidad de la 32 Brigada y de nuestro maravilloso cuadro de médicos, como enfermeros, camilleros y cuantos formaban esa unidad, pero ante un cuadro como el que nos hacían vivir, nuestra sorpresa y agradecimiento es inenarrable.

El jefe de Sanidad nos había dado a conocer el peligro de la gangrena, las hermanas de la Caridad estaban gratísimamente sorprendidas por nuestra conducta y nuestros cuidados a sus heridos. Con el doctor Casado estudiamos la situación real que teníamos al no contar con los medios necesarios para atender a los heridos enemigos y los que nosotros sufríamos durante nuestros ataques permanentes durante la luz solar. A mí me parece que las monjas están demasiado cansadas para seguir prestando servicio y se lo hago ver al jefe de sanidad. Este lo reconoce y piensa también que debemos mandarlas al cuerpo de ejército. Me sugiere que pida ayuda a Modesto para que nos mande algunas ambulancias, pues las que utilizamos para transportar a los heridos gangrenosos no podemos utilizarlas mientras no sean desinfectadas.

Me encargo de llamar a Modesto y me promete toda la ayuda que pueda. El jefe del XII no se ocupa de nosotros no siendo para ordenar cosas absurdas. Pudimos haber utilizado camiones para transportar los heridos pero nos pareció poco humanitario, si lo podíamos lograr de forma distinta.

48/ Continúa la toma de Belchite. Traición de Sánchez Plaza.

Habíamos tomado el hospital, la iglesia y el llamado casino militar. La resistencia enemiga no fenece aparentemente, pero aun siendo consistente se aprecian estertores en los focos más importantes. Desde todos los puestos de mando superiores al nuestro se nos presiona para que terminemos con la resistencia enemiga. Nosotros tenemos más interés de cuanto ellos pueden tener, pero la vida de nuestros hombres está en nuestras manos y no en la de ellos.

Pienso que nuestros enemigos pueden intentar una salida para romper nuestro cerco de fuego, pero si lo intentan sufrirán un descalabro como no puede imaginarse. Durante la noche tomamos las medidas de seguridad siguientes: nuestra barrera de fuego de armas automáticas es tan tupida y de tanta densidad que ni arrastrándose el enemigo puede avanzar sin dejarse la piel en el intento. En todas las supuestas salidas tenemos un sistema de escuchas y centinelas que el enemigo no puede sorprender. Si un escucha o centinela es sorprendido, el camarada que vigila a este, sin que el enemigo pueda verlo, repelerá la agresión.

Quizás pueda montarse algún otro dispositivo pero yo no conozco de momento ninguno más eficaz que el utilizado. El jefe del XII C. de E. tiene demasiado interés en conocer nuestro sistema de ataque defensivo, podría tenerlo en visitar nuestro sector y en mandarnos informaciones y medios imprescindibles para nuestra misión.

Modesto como Walter me visitan frecuentemente, en particular el primero, y me dice que el general Pozas, jefe del ejército del Este, me nombró comandante militar de la plaza de Belchite. En cuanto sea tomada me entregarán el oficio.

Durante esta noche pasada el enemigo consiguió eliminar a uno de nuestros centinelas con arma blanca, pero nuestro dispositivo funcionó y el atacante fue eliminado por quien tenía la misión de velar por el centinela.

Este incidente sucedió a las 12 de la noche y hubo algo que no encajaba bien en cuanto teníamos previsto. Tenían la orden de avisarme en cuanto sucediera el incidente más mínimo, pues yo pasaba la noche frente al único sitio por donde habíamos previsto que podía intentar salir el enemigo. Jiménez, mi jefe de Estado Mayor, Romeral el comisario de la unidad y todos los mandos del E. M. de la 32 y los jefes del batallón teníamos órdenes concretas para actuar si el enemigo intentaba romper nuestro cerco.

Veamos cómo suceden los acontecimientos durante esa noche y qué sucedió al día siguiente y sobre todo durante su noche toledana.

Nuestro centinela es acuchillado limpiamente y por alguien que conoce ese oficio o manera de actuar, pero su protector dispara sobre quien le agredió y de un solo disparo lo elimina y permanece oculto para que nuestros enemigos no puedan localizarlo.

Las patrullas volantes que tienen la misión de vigilar y mantener la seguridad de nuestro dispositivo permanecen a la escucha y esperan el tiempo prudencial convenido. Suenan dos o tres disparos que nuestras fuerzas no hacen como pudimos averiguar más tarde. ¿Qué pasó y qué pretendía nuestro enemigo con el asesinato del centinela? ¿Pretendían salir o fue solamente un tanteo para ver si podían sorprendernos?

El resto de la noche transcurre con normalidad y el día siguiente nuestros enemigos interiores y exteriores hacen acto de presencia. El enemigo intenta liberar a sus fuerzas cercadas. Este intento da moral a las fuerzas cercadas y su resistencia se hace más efectiva de momento.

Por nuestra parte estamos dispuestos a terminar con la resistencia enemiga ocupando totalmente Belchite. Es una jornada que empieza nada más amanecer y que puede ser decisiva para esta batalla. Sigue habiendo algo en el ambiente que me preocupa y tiene su fundamento en la decisión del enemigo de recuperar las posiciones que pierden. Su ofensiva carece de importancia para intentar recuperar cuanto perdió en este sector, pero la nuestra no es menos firme para conquistar Belchite, que puede estarlo si quienes tienen el mando supieran ejercerlo cómo es su deber.

¡Es demasiado sencillo justificar nuestros fracasos con nuestra falta de conocimientos e impericia! Conseguimos reducir las defensas enemigas y estamos seguros de terminar mañana con su resistencia activa. Pienso descansar un rato por si el enemigo intenta romper nuestro cerco. Me pongo de acuerdo con el jefe de E. M. y con el comisario para que a las 12 se me despierte si estoy dormido. Desgraciadamente, no fue necesario, antes de tumbarme me llama el jefe de XII C. de E. y me ordena lo siguiente:

—Toral, repliegue todas sus fuerzas a seis kilómetros de Belchite porque estamos en negociaciones con el enemigo.

—¿Pero usted es el jefe del XII C. de E. y tiene el valor de darme esta orden por teléfono?

¡Bien saben todos los dioses del universo lo que me costó el contenerme para no decir al coronel Plaza cuanto se merecía por esta TRAICIÓN! Él pretende justificarse diciéndome que en las negociaciones el enemigo había puesto como condición que para rendirse debían retirarse las fuerzas de nuestra agrupación o división.

—Bien, coronel, no son las diez de la noche, mande la orden de retirada por escrito y cuando la reciba veré la forma y manera de cumplimentarla.

—¿Tendrá usted tiempo de hacerlo antes de las 12? No olvide, Toral, que el acuerdo es que ustedes estarán situados a seis kilómetros de Belchite antes de las 12 de la noche, como la orden se la mandaré, no tenga ningún reparo en iniciar la operación ahora mismo.

—Conforme, mi coronel, me supongo que esto no es una broma de mal gusto.

—Pero, hombre, usted cree que yo puedo hacer eso con usted? Si usted considera que puede ser una persona distinta el que le da esta orden puedo demostrarle que soy el coronel Plaza y se puede poner al teléfono quien usted quiera de mí E.M. para identificarme.

—No es necesario, coronel, ya no tengo la menor duda de que es usted y por lo tanto no me sorprende la orden que me transmite por teléfono.

Durante la charla telefónica había indicado a mi ayudante capitán Moreno que me pusiera con Modesto. En cuanto terminé con este traidor, me puse con Modesto y le expliqué lo que este elemento fascista me había propuesto. Se quedó unos momentos confuso y de repente abrió el grifo de los tacos, que si Plaza no le oyó sería por estar sordo o porque no quería oírlo.

—¿Qué piensas hacer?

—No cumplimentar la orden, aunque me lo ordene por escrito como me prometió. Y te digo más, si tú me lo ordenas tampoco la cumplo. Belchite estará mañana en nuestro poder si quiere el enemigo, como si no lo quieren él y sus aliados en nuestro sector. Para tu tranquilidad te diré que tomaré todas las medidas que tengo pensadas para impedir lo que pueden tener tramado.

Todo son preguntas en el E.M.

—Muchachos, con lo que pienso deciros, me parece que daré respuesta a las preguntas confusas que en vuestras mentes como en la mía no encuentran justificación y explicación militar ni política.

»Puede que el enemigo no intente nada, pero por si lo intenta reforzaremos la vigilancia.

»El enemigo puede intentar salir lanzando por delante a los civiles y le dará lo mismo que sean hombres, mujeres o niños. Nuestra misión es importantísima, es necesario estar situados en los puntos claves. Yo en el espolón, desde ese punto se domina perfectamente lo que será el teatro de operaciones. El jefe de operaciones e información y todos los oficiales, al lado de los jefes de batallón. Todos los mandos deben estar dentro de 45 minutos en pie y con los ojos bien abiertos. No se puede hacer ni un solo disparo mientras no se dé la orden de cuerpo a tierra durante tres veces espaciadas. Todas las armas automáticas estarán preparadas y revisadas para disparar a una altura de 50 a 60 cm donde el terreno lo permita.

Transcurren los minutos sin que nada de importancia suceda, pero dentro de este silencio algo se está cocinando. Todos estamos pendientes de nuestros relojes, la noche se hace interminable y nuestras pupilas pretenden perforar las capas negruzcas de lo desconocido, y de cuanto nuestros pensamientos más o menos confusos y enmarañados pretenden desentrañar.

A las 12 más o menos justas se oye un rumor confuso; no es nada fácil poder distinguir y clarificar su origen y dirección entre el negro manchado de una medianoche clareante, pero se entienden perfectamente en unos brevísimos segundos los gritos lanzados en varias direcciones: «no disparar que somos civiles y queremos pasarnos». Se les ordena una y otra vez cuerpo a tierra y en esos momentos se oye perfectamente a un mando gritar: «¡Carguen al ataque!».

Había rumores que uno de los jefes de la defensa había muerto por la explosión de un mortero que había reventado y que había tomado el mando un teniente coronel de caballería. ¿Pudo ser este el mando el que gritó carguen? Puede que lo fuera pues se me dio el parte de que era uno de los varios muertos con las piernas seccionadas por la densidad de fuego. Sus intentos de lograr la salida y de romper nuestro cerco fracasaron siempre en nuestros sectores.

¿Como enjuiciar la decisión de lanzar personas civiles delante de las fuerzas propias? Es algo que debemos tratar seriamente y en profundidad y lo haremos en cuanto que conozcamos cuanto sucedió y ha acontecido durante esa noche y la mañana siguiente.

No tengo tiempo de comunicar a Modesto cuanto había sucedido durante parte de la noche. Desde el observatorio en mi sector conocía al detalle cuanto el enemigo intentaba lograr. Le informo de lo sucedido y le comunico mi impresión de que la batalla y toma de Belchite prácticamente está terminada. Esto pudo parecerle una afirmación gratuita y cuando intento hacerle ver los recursos y las intenciones que el enemigo puede tener le digo lo siguiente:

—El enemigo ha tenido quizás un 50% de bajas y sobre todo sus fuerzas cansadas, mal alimentadas y desmoralizadas por no haber llegado la ayuda prometida carecen de moral para intentar una vez más romper el cerco de fuego a que les tenemos sometidos. Por este lado no tenemos, según mi criterio, nada que temer.

No pudimos hacer un reconocimiento como hubiera sido deseado y como nuestro sentimiento humanista nos imponía hacerlo. Nuestra sanidad, protegida por una unidad especial, atendió y recogió a cuantos lanzaron lamentos y pedían ayuda. Nuestros enemigos se habían retirado desordenadamente y no se preocuparon de sus heridos militares ni civiles, de estos solo les interesó que cubrieran su valiente salida.

Fue una noche que no deseamos repetir ni siendo vencedores como lo estamos siendo. Es una lástima que el satélite de los enamorados no quiera alumbrar nuestro pequeño campo dantesco para que una vez más podamos demostrar a nuestros difamadores el abismo infranqueable que nos separa.

Por fin el sol nos ilumina a todos y podemos ver que la catástrofe ha sido mucho menor de cuanto habíamos pensado, porque los civiles habían atendido nuestras órdenes de tirarse al suelo, tan solo había unos pocos civiles muertos y varios heridos; los soldados y mandos que intentaron romper nuestro frente habían muerto todos.

Se me dio el parte de que habían encontrado los restos del jefe de la plaza, pero con las dos piernas seccionadas por las armas automáticas, pudo darse el caso por nuestra densidad de fuego, es algo que no fue posible comprobar personalmente por tener una situación enmarañada y confusa en todos los sectores de Belchite digamos por qué:

1º Como habíamos pensado y calculado, las fuerzas enemigas, al no conseguir romper el sistema defensivo y ofensivo por donde intentaron salir más de una vez, se desmoralizan totalmente y su defensa era desordenada y sin borrar alguna. Tenían razones para hacerlo, su aviación les lanzó suministros de varias clases pero casi todo caía en nuestro poder. Los ataques de sus fuerzas para entrar en Belchite para socorrerles fracasaron totalmente.

2º Para organizar el ataque de persecución y reducción de los focos de resistencia enemiga, tenía que estar dentro de la ciudad también para no permitir el menor abuso ni desorden con los vencidos y los civiles.

Procurar que ningún jefe de unidad pretendiera explotar el éxito de otras unidades que estaban luchando como los mejores guerreros, ya habíamos tenido pequeños brotes en este orden, pero al tratarse de los internacionales a los que debíamos en el orden moral y material cuanto no podemos pagarles jamás, no había problema de ninguna clase, con ellos fue una confusión, pero con los nuestros no eran confusiones, era incapacidad y estúpido protagonismo figurón con el esfuerzo y sacrificio de otros.

Ahora se puede avanzar a la velocidad que se quiera. Todo el sistema defensivo enemigo había sido tomado por la 32 Brigada y los centros defensivos más importantes de la ciudad, como el casino, comandancia, la Iglesia y todos los edificios más importantes. Los dos batallones internacionales a nuestras órdenes y los de la 153 brigada (dos batallones) tomaron la estación y sobre todo fueron consolidando y limpiando cuánto conquistaba la 32.

La 116 Brigada jugó un papel más importante de cuanto ellos piensan, sin esta brigada no podíamos emplear nuestras fuerzas más curtidas en los combates, en los puntos neurálgicos del frente.

Como decíamos anteriormente, tomo el mando de comandante militar de Belchite sin dejar el de la agrupación o división X. Organizamos la circulación de Belchite y se prohíbe circular por el interior de la ciudad a cuantos vehículos ajenos a nuestras unidades pretenden hacerlo.

Todo esto es sorprendente y un poco asqueante, me refiero a los mandos de otras unidades que en nada habían participado en la toma de Belchite y ya está pululando como si fueran sus conquistadores.

Me temo y no sin fundamento que en este frente de operaciones nos suceda lo mismo que en Brunete. Mandamos a los ingenieros abrir la circulación de las calles que por causa de los bombardeos de la aviación y la artillería las habían dejado impracticables para la circulación rodada.

El jefe del XII C. de E. sigue sin interesarse por la marcha de las operaciones en nuestro sector, ciertamente esto nos preocupa poquísimo, pero confirma cuanto habíamos temido desde el primer día que tácticamente habíamos quedado a sus órdenes. ¿Por qué y cómo este mando sigue al frente de su unidad y de otras como la nuestra? Si mis serias acusaciones eran falsas y no tenían fundamento se me debía haber procesado sumarísimamente.

Este asunto había trascendido y lo conocían parte de mis fuerzas y las de él. Me había negado a acatar su orden de abandonar el frente y las únicas consecuencias habían sido que por mi negativa se había producido la resultante de no poder recuperar el enemigo todo el sistema defensivo de Belchite y haber logrado tomar contacto con las fuerzas atacantes para causarnos una derrota más. ¿Terminaremos alguna vez con algo tan criminal como el poder disponer de la vida de los hombres y la menor responsabilidad?

El enemigo se entrega con más profusión en el frente del XII C. de E. que en el V. Normal, puede haber dos razones para esta preferencia:

1º Nosotros llevamos todo el peso de la ofensiva y les obligamos a replegarse en la dirección del sector XII C. de E.

2º Podían haber tomado la decisión de irse entregando al comandante Coronel Plaza. O en el peor de los casos romper nuestro frente para incorporarse las fuerzas que intentan liberarles.

Muchas razones de peso debe haber para que un caso de tanta importancia y tan claro como el expuesto, no sea sancionado con la severidad requerida.

¿Por qué Modesto, tan enérgico y cumplidor con su deber para defender los intereses del pueblo, no consiguió su detención? Cuando menos, debió ser destituido en el acto. ¿Lo impidieron razones de tipo político y por eso Modesto no me dio explicaciones que mi unidad por su conducta y comportamiento merecía?

Sean las razones que fueran, ya veremos si este señor no hace algo que por esta vez no pudo lograrlo.

Se termina con todos los focos de resistencia y por lo tanto se hace una limpieza de Belchite en el mejor sentido de la palabra y se confraterniza con el pueblo. Por esta vez podemos estar tranquilos por haber cumplido con nuestro deber tanto militarmente como humanamente con la población civil y lo que tiene tanto o más valor, con nuestros enemigos militares.

Seguimos y continuamos poniendo en práctica nuestros principios de que para vencer al enemigo todos los medios y recursos bélicos son válidos, pero, una vez vencidos, son dignos de toda consideración y respeto. Nuestra indignación por su comportamiento con la niña asesinada; nuestra más enérgica censura y condena por la criminal decisión de lanzar por delante a seres indefensos para que hagan de escudos con sus cuerpos a hombres armados hasta los dientes. ¿En qué mente se coció ese brutal sistema desechado y condenado por todos los organismos internacionales?

Cuando se defienden unas ruinas de casas, con el heroísmo que vuestras fuerzas fueron capaces de realizar, no se merecen ser conducidos por mandos con esa mentalidad de cruzados. ¿Por qué nos hicisteis el obsequio generoso de entregarnos un sistema defensivo como nosotros no podíamos soñar? Nuestros valientes abnegados y heroicos milicianos progresan con pasos de gigante en el intrincado maremagnum de la ciencia militar, mito tabú para los campesinos, obreros y cuantos carecen de los medios suficientes para poder vivir de las rentas de papá dedicándose al estudio sin apremio alguno.

Nuestras clases oficiales y jefes aprendemos como nuestras guerras se merecen, si queremos ser dignos de ellos tenemos que mejorar para colocarnos a su altura. Tenemos la obligación de seguir estudiando y sobre todo aprendiendo de quienes tanto nos pueden enseñar cotidianamente, estos hombres que llevan en sus corazones y cuerpos el peso de esta criminal guerra.

También de esta batalla salimos fortalecidos en todos los órdenes. Ustedes nos enseñaron cosas que no deben hacerse y las que pueden hacerse cuando se tienen soldados como los vuestros que también son pueblo, ¡y qué pueblo!

Me interesa sacar de este frente lo antes posible a la 32 brigada, para que descanse y se reorganice como merece. De varios sitios nos llegan felicitaciones y quejas, pues cierta prensa dice que los vencedores de Belchite fueron Líster, Walter y otros. ¡Esto es un encanto! ¡Todos son o quieren ser vencedores de esta plaza! Esta vez mis razonamientos no convencen a mí unidad:

—Bien, pueden decir lo que quieran, lo único cierto es que nosotros lo tomamos y que se lo entregamos a la República sin importarnos lo que digan quienes poco o nada hicieron para lograrlo.

Entregamos nuestro botín al C. de E., armas cogidas al enemigo. Todo el dinero del banco, nadie fue capaz de saquear ninguna casa ni de quedarse con nada que no fuera autorizado por mí. Se nos pidió algo del dinero franquista como recuerdo y una vez autorizado para concederlo, se les entregó a cuantos participaron en la toma de Belchite una pequeña cantidad. Esta concesión no podía originar el menor trastorno al gobierno y si una gran satisfacción a quienes habían dado cuanto tenían para lograr cuanto no parecía posible.

Son tantas las enseñanzas logradas durante estas operaciones de Codo y Belchite, que deseamos hacer un alto en nuestro relato para hacer un resumen todo lo objetivamente que el tema requiere, para bien de cuantos participamos de ambos bandos y para quienes deseen escribir la historia de España en uno de sus periodos más crudos y desagradables.

Quizás sea una tonta presunción en nosotros el pretender ser objetivos en cuanto nos pareció grandioso por haber logrado romper ese círculo de miserias lacerantes creado por hombres majestuosos, pero en el fondo con almas y conciencias putrefactas, todo ello enmascarado con frases altisonantes y ropajes deslumbrantes logrados con el sudor y sangre de nuestros pueblos.

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Hombres mujeres y niños que fueron masacrados sin la menor consideración, en defensa de unos ideales que decían defender. ¡Porque un pueblo se había cansado de ser yunque durante siglos y siglos y pretendía ser martillo donde podía para demostrar una vez más a sus falsos salvadores que él contenía toda la materia necesaria para terminar con tanta miseria y crimen creando una sociedad donde no hubiera la menor posibilidad de cometer tantas injusticias como se venían cometiendo en todos los estadios del desarrollo de la humanidad!

Podemos y debemos exponer cuanto vivimos sin miedo a las críticas que puedan hacernos, por enjuiciar un periodo más o menos histórico, que nos tocó vivir en contra de nuestros deseos, por su brutal realidad, por haber tenido la gran suerte, dentro de nuestra desgracia, de poder valorar y calibrar los valores humanos en seres que parecían carecer de algo tan sagrado para la convivencia y el desarrollo de la sociedad pluralista.

Pero vive al cielo que no hacía falta ser licenciados en ninguna materia para poner al garete y al descubierto a quienes encerraban en sus mentes todo el odio y rencor ancestral acumulado por sus antiquísimas generaciones de seres cavernícolas con sus ideas enmarañadas en lo mas profundo de su brutal egoísmo, motor impulsor de todas sus acciones en beneficio de su clase dominante y particular, en el mejor de los casos. Dirán que solo sabemos ensalzar a quienes fueron explotados y desposeídos de todo bien material. Sí, puede ser cierto, pero ninguna otra clase o estamento de la sociedad capitalista se merece tantos elogios como los trabajadores manuales e intelectuales.

Que nuestros intelectuales en su mayor parte fueron capaces de ponerse al servicio de los intereses del pueblo tiene un mérito loable, pero no tiene parangón alguno con la conducta de quienes fueron capaces de dar cuanto poseían y, como es natural, llevando una vez más sobre sus espaldas el peso específico de todos los sufrimientos inherente a toda criminal guerra.

Pudimos confirmar (y esto nos satisface plenamente) que los sentimientos humanitarios de nuestras masas están por encima de rencores y odios clasistas. ¡Esas masas deformadas, ese terrorífico populacho que cuando hay personas interesadas de verdad en conducirlas por el camino de la justicia humanitaria se entregan sin reservas mentales y favorecen y ayudan a sus mismos verdugos!

No pretendan seguir engañando a quienes los conocemos y tenemos algo de experiencia sobre sus métodos y recursos para retorcer frases y acontecimientos indeformables en su fondo y forma.

¡Pero es tan sencillo engañar a los pueblos y a las masas que confían en la honradez de ciertos personajes teatrales! Que en nuestra zona sucedieron acontecimientos desagradables es algo que no podemos ni debemos negar, pero no tiene parangón con lo sucedido en la llamada zona nacional, donde no puede justificarse ningún desmán con la falta de autoridad como sucedió en la nuestra durante los primeros meses de la contienda. Fueron actos organizados fría y científicamente.

No pretendemos justificar nuestros juicios con testimonios de prensa ni de radio o de otro medio de difusión propagandístico. Podemos remitirnos y lo hacemos con los supervivientes de ambas fuerzas, pero esencialmente con quienes sufrieron las impertinencias y consecuencias de haber sido derrotados y por lo tanto ocupados sus pueblos.

En muy contadas ocasiones fue necesario imponer nuestra autoridad para que los prisioneros fueran tratados con todo el respeto merecido desde el punto de vista humanitario. Con los civiles no era necesario recordar a nadie ninguna de sus obligaciones hasta el momento de nuestras intervenciones más o menos bélicas o guerreras, para llamarlas por su nombre propio.

¿Pueden nuestros enemigos decir lo mismo de sus fuerzas en particular de sus mandos? Puede que seamos demasiado audaces y ambiciosos al pretender esclarecer un proceso tan rico en acontecimientos, con miles de matices tan variantes, distinguir la moral de todo lo contrario, lo humano, de lo infrahumano y la clasificación realizada en esos momentos decisivos de los sentimientos humanitarios permite alejarnos de quienes se ensañan como siempre lo hicieron con nuestra clase. ¡Puede que tengáis razón, queridos muchachos! Ellos siempre serán lo mismo y nuestra conducta la toman como debilidad. Pero lo que no podrán saber jamás es el gran valor que se precisa para perdonar a tu verdugo y lo poquísimo que se precisa para quitarlo de en medio asesinándolo impunemente por encontrarse inerme.

Sí, puede que alguna vez no estuviéramos a la altura de nuestros principios y que no fuéramos capaces de comportarnos como deseábamos, pues nos consta que somos imperfectos por ser humanos, pero tenemos la conciencia tranquila por no habernos dejado dominar por nuestras estúpidas brutalidades criminales, en ningún combate o batalla.

Hasta el día de la fecha, procuramos hacer la guerra todo lo humanamente que podemos, si esto puede hacerse en una guerra. No queremos hacer ni emplear los métodos vuestros, deseamos terminar la contienda con el mínimo de sufrimientos para todos, pero jamás os reconoceremos un mínimo de autoridad y mucho menos de humanismo.

Sí, tomamos Codo y Belchite, realizamos el esfuerzo principal en esa batalla, lo defendimos cuando se nos ordenó replegarnos para entregárselo al enemigo. Me tiene sin cuidado si esas victorias se las apuntan en otro palmarés, pero no permito que cuantos participaron en esas luchas junto a nosotros figuren en un plano superior a la 32, 116, dos grupos de asalto, dos batallones de la 153 y los dos batallones internacionales. Por este orden y no por otro pueden ser mencionados. Que otros también participaron, sí, pero a más distancia de estas plazas en otros planos del frente.

Por esto tenemos deseos de dejar este teatro de operaciones y deseamos marcharnos para reorganizar nuestra unidad. Seguimos demostrando a nuestro pueblo de Aragón que nada tienen qué temer del auténtico ejército popular, pues sería la negación de nuestra existencia democrática y atentar contra nosotros mismos.

Si algo somos, si algo hacemos, es porque somos hijos vuestros y debemos daros cuanto la situación lo requiera. Sin vosotros nada somos y cuanto podamos ser será por vuestra ayuda guerrera.

El recibimiento que se nos hace en estos pueblos es frío y de temor seriamente acusado. Será necesario averiguar e inquirir las razones de este temor y conducta de los habitantes de Vinaceite y otros lugares.

Reflexiones sobre los mandos militares Republicanos y sobre la guerra.

Pero antes de continuar con tema tan interesante, debemos hacer un pequeño resumen de todo lo sucedido la operación más importante para nosotros, por ser algo fundamental para nuestro aprendizaje guerrero.

1º ¿Habían sido elegidas las fuerzas más idóneas para realizar una operación de tanta envergadura como la toma de Zaragoza? La pregunta correcta no es si se habían elegido bien las unidades, debe ser si los mandos eran los más indicados para esas unidades y operaciones.

La pregunta es de suma importancia y procuraremos contestar con la sinceridad que nos propusimos hacerlo desde nuestros primeros pasos en la desgraciada contienda. Me parece que antes de llegar a esta fase de la guerra habíamos estudiado con Perea los únicos dos sitios o zonas que teníamos para poder ganar la guerra. Aragón y Andalucía.

2º Puede ser que hubiera mandos más capaces y con más dominio de las artes militares en esa fecha que quiénes habíamos sido designados.

El trío Modesto, Líster y Walter había demostrado en el transcurso de la guerra ser de lo más eficaz que tenía nuestro ejército.

1.- Pero con esto no pretendemos decir que no hubiera otros mandos tan o más capaces que los referidos anteriormente. ¿Dónde estaban esos famosos profesionales? Había pasado el peligro de los primeros meses y por lo tanto nada tenían que temer, habíamos conseguido una autodisciplina y sobre todo una disciplina justa y humana en la mayor parte de nuestras unidades. ¿Que en el ejército de Aragón aún quedaban unidades sin querer estar a la altura que la situación requería? Sin la menor duda.

2.- El único mando que era una incógnita para propaganda y ciertos centros dirigentes era el jefe de la 32 brigada. Este consideró en todo momento que lo eficaz para la moral de las unidades era hablar de los soldados, clases y oficiales, pero dónde se debía decidir sobre esto no pensarán así. ¿Quién tiene razón en un tema tan complejo?

3.- ¿Cómo podía haber un jefe de C. de E. tan interesado en nuestra derrota y mandando las unidades que él mandaba en una operación que pudo ser decisiva para nuestra guerra? Aunque hubiera tantos intereses nacionales e internacionales confabulados para que fuéramos aniquilados, este caso no tiene justificación de ninguna clase. En cuanto a mí, yo lo denuncié por estar plenamente seguro de su interés en servir a los enemigos de nuestro pueblo.

¿Era falta de capacidad para defender los cargos que se le habían confiado? Seguro que eso en su caso era secundario, me consta que en otros muchos fue todo lo contrario. No fueron capaces de amoldar sus conocimientos y preparación a una situación tan dispar a cuanto habían estudiado y vivido durante años y años.

¿Por qué las fuerzas del Líster no fueron capaces de cubrir los objetivos asignados? ¿Quién fue el responsable de que los camiones no llegaran cuando debían hacerlo para crear la columna motorizada con dichas fuerzas?

Sin la menor duda, en Cataluña hubo como en Aragón quienes se opusieron a entregar los medios que hacían falta para penetrar en el dispositivo enemigo con la rapidez que la operación requería.

Por estas resistencias a cumplir lo ordenado por el mando, la motorizada tuvo que ser suplida por 1000 caballos montados por dos jinetes cada uno.

De esta forma, quienes tenían interés en el fracaso de la operación, habían logrado sin exposición alguna cuanto deseaban. Este incidente fue la base para que el fracaso de la motorizada repercutiera en el conjunto de las operaciones.

Se puede alegar que la falta de la repetida motorizada fue solamente una causa de las varias concurrentes en todas nuestras ofensivas. Esto es muy cierto, pero no para pretender hacernos responsables a los mandos de las milicias de tales fracasos por nuestra incapacidad y desconocimiento del arte militar y de sus secretos.

Ellos ocupan puestos de responsabilidad de muchos cargos que no son tan importantes como el mando de unidades operativas. Ellos deben ser quiénes deben dirigir las unidades, bien con mando directo y arropados con los dirigentes políticos o siendo los consejeros y mentores de quienes tenemos la confianza de las masas.

Para esto se precisa solamente tener unas poquísimas condiciones que podemos determinarlas por el siguiente orden:

1º Ser un auténtico profesional para servir los intereses del pueblo, pues este y no una clase, sufraga el costo de sus llamados defensores.

2º Un militar que se precie de serlo debe acatar la Constitución y por lo tanto defender al gobierno legalmente constituido.

3º Todo militar, como cualquier funcionario, debe esforzarse por hacer honor a su profesión y deber.

El pueblo, y por lo tanto las masas, sabe distinguir entre quienes están a su lado, los que lo defienden, y quienes pueden conducirlos al logro de sus deseos naturales.

¿Nuestros militares republicanos, demócratas o cuando menos liberales tienen cero interés en defender a un sistema político que el pueblo fue capaz de elegir? ¿Estos profesionales están preparados técnicamente y moralmente para enfrentarse a sus compañeros de armas?

Consideramos que la mayoría de ellos estaban menos preparados técnicamente que los llamados africanistas, pero si todos ellos hubieran sentido la causa de la República y de la democracia, como lo sintieron un número importante pero desgraciadamente insuficiente para nuestra causa, la cosa hubiera sido muy distinta en todos los órdenes de la lucha.

Seguimos o, mejor dicho, sigo pensando que nuestros profesionales, y me refiero concretamente a quienes no fueron capaces de aceptar cargos de responsabilidad, convencidos de la justeza de nuestra causa, les fue imposible superar el forfait que arrastraban con relación a los africanistas.

Las excepciones no pueden contar. Un Don Vicente Rojo (y como él ningún otro, por lo menos para mí) quedó inscrito con toda su sapiencia.

El General Miaja jugó un papel en esto por su engreimiento, en cuanto dejó de escuchar a los consejeros de P.C.E. fue maniobrado y dirigido por quienes no tenían el menor interés por la historia de la República. Quizá sean falsas las anécdotas que de él se contaban, pero no sería sorprendente que fueran reales.

Cuando sortearon entre él y el general Pozas para ocupar un cargo de los más importantes para la marcha de la guerra y la defensa de Madrid. Esta rivalidad criminal durante todo el tiempo de guerra transcurrido hasta la toma de Belchite nos hace temer que desgraciadamente no será nada fácil terminar con ella.

Pero volvemos al fondo de la cuestión que nos servirá para seguir enjuiciando las conductas y comportamientos de cuantos tomamos las decisiones de quienes fuimos capaces de tomar y afrontar la guerra con todas sus consecuencias y solo por estas resoluciones, fuimos capaces de cumplir con nuestro deber, a pesar de nuestra ignorancia y desconocimiento de cuanto se precisa para afrontar las incógnitas del arte militar.

En dos papeletas se ponen los dos nombres de los generales Miajas y Pozas, para ver quién de los dos ocupará el puesto y mando más importante. Se meten en una gorra y se entremezclan los dos y el primero que salga será el mando superior. Saca Pozas una papeleta que dice «Miaja», pero si a este gran jefe se le hubiera ocurrido sacar la otra papeleta, hubiera visto que decía también «Miaja». ¿Quién tenía tanto interés en que fuera Miaja y no Pozas? Tengo entendido que el señor general Miaja no estaba nada bien calificado por sus compañeros en Marruecos, con él puede suceder como sucede con cuantos ocupan puestos de responsabilidad.

Veamos la segunda y se me garantizó ser cierta, esto me lo contó un comandante que recibió una orden de nuestro general. Con una carta al 1-200000 coloreada sobre la mesa, el general le dice al comandante de milicias:

—Si tienes tu batallón preparado, debes atacar al enemigo entrando por aquí saliendo por este lado.

El recorrido que le marcó según dicho comandante fue de cientos de kilómetros. Me cuesta creer esta anécdota pero es un camarada serio y no tenía necesidad de contarme nada que no fuera cierto.

Insistimos sobre nuestros puntos de vista sobre la conducta de muchos de los mandos militares que tenemos la suerte de conocer, y conste que varios son conocidos antes de la guerra. Citar a todos no es posible y deseamos dejar bien sentado lo siguiente: casi todos los que tuvieron mando directo fueron honrados y defendieron la causa de la República con tanto interés o quizás más que muchas de las milicias. ¡Que les costó más tiempo que nosotros ser hacerse con sus fuerzas! Justamente, y eso tiene múltiples justificaciones por la energía de los primeros meses.

En su momento oportuno daremos los nombres de quienes fueron ejemplo en todos los órdenes y de quienes no fueron capaces de superar su antagonismo a pesar de la justeza de nuestra causa.

Nosotros no seríamos realistas si no fuéramos capaces de explicarnos y en muchos casos de justificar el porqué y cómo algunos que pudieron ser nuestros mejores aliados se convirtieron en nuestros serios enemigos. Para nosotros lo más condenable debe ser el no haber sido nosotros capaces de atraerlos a nuestra causa, y lograr que nos enseñaran cuanto para nosotros será y es útil para desempeñar nuestros cargos.

Con ciertos conocimientos básicos nos hubiéramos impuesto más fácilmente en el delicado y difícil mando de las unidades. Conste que cuando decimos mandar queremos decir dirigir, que es muy distinto a mandar.

Por cuanto acontece, que es solamente producto de lo mucho que estamos aprendiendo diariamente, procuraremos no perder más tiempo para ser dignos colaboradores y dirigentes de quiénes pueden enseñarnos lo mucho que ignoramos que es infinitamente superior a lo poquísimo que conocemos. ¡Si a nuestra ignorancia se le puede llamar conocimiento!

Ya no se trata solamente de los conocimientos teóricos sobre activos de los profesionales militares, se trata de algo de tanta o más importancia, de la ciencia que encierran en sus mentes los campesinos, los obreros de todas las ramas y los proletarios. Todo esto unido a los amplios conocimientos de la ciencia de nuestros intelectuales y artistas. Creadores maravillosos de cuanto un pueblo puede precisar para vivir y hacer que otros vivan, saliendo de la pobre vida vegetativa que nos quieren seguir imponiendo por los siglos de los siglos.

Es en el seno de nuestro pueblo donde residen todas las fuerzas creadoras y motrices para crear y lograr cuanto el ser humano precisa para terminar con el manido egoísmo, creando una sociedad tan perfecta y tan humana como nuestras imperfecciones nos permitan.

El pueblo no quiere la guerra, la odia y la teme moralmente por su destrucción y aniquilamiento indiscriminado, pero es capaz de afrontar con todas sus consecuencias, sabe que su existencia y supervivencia residen en sus energías anímicas, que son indestructibles, lo mismo que la naturaleza que pisamos y habitamos. Sabe también que para lograr la felicidad de todos, sin discriminación de nadie, su único camino es la unidad de todas las fuerzas creadoras y productivas. Para lograr esto será necesario romper todos los moldes anticuados, pero salvando de su destrucción total cuanto sea moral y humano.

El pueblo no debe tener miedo de su propia fuerza, lo que debe de hacer es aprender a utilizar la correcta y justamente sin miedo a conmociones circunstanciales.

¿Quiénes fueron los auténticos artífices de las pequeñas victorias logradas por la 32 Brigada Mixta la 116 y cuantas unidades operaron con nosotros? Esos legendarios campesinos, obreros, artesanos, tenderos proletarios, intelectuales, artistas, profesores y catedráticos que habiendo sido preparados moralmente por los comisarios y activistas políticos fueron capaces de llevar a la práctica las órdenes y consigna de sus cabos de escuadra, de sus sargentos de pelotón, de sus oficiales de sección, sus capitanes de compañía y jefes de batallones.

Los jefes de brigada que habían sido capaces de interpretar la orden del escalón superior.

¡Pero tengamos en cuenta en las condiciones que recibimos algunas de las órdenes verbales y podemos llegar a la conclusión de no haber recibido nada de nada positivo!

Deseamos terminar estos apuntes memoriales de nuestra actuación más importante desde el punto de vista numérico y quizás táctico y estratégico. Esta última frase puede parecer un tanto fuera de lugar, pero fue donde nos vimos obligados a pensar y decidir por nuestra cuenta por no poder contar con las decisiones de escalones superiores por razones obvias.

Deseamos felicitar a todos los servicios de nuestra gran unidad por su aportación a la lucha qué fue total y decisiva.

Quizás algunos enterados piensen que al pasar de la brigada mixta a unidad superior a división, que el mando superior nos había reforzado mandándonos cuadros imprescindibles, pues sucedió todo lo contrario: nos vimos obligados a sacar mandos de la 32 para reforzar la 116 y los grupos de asalto, como a los batallones de la 153. Los únicos que no precisaron esta clase de ayuda fueron los dos batallones internacionales.

¿Pero cómo pudo nuestra sanidad atender su cometido sagrado con la eficacia que lo hizo? ¡Esos son los milagros del pueblo! ¿Cómo nuestra intendencia alimentar con los mismos medios a una unidad tres o cuatro veces más numerosa? Cuando decimos alimentar no nos referimos solamente a la comida, decimos y repetimos a cuanto una unidad precisa.

Nuestro jefe del escuadrón motorizado recibió la orden de penetrar en territorio enemigo con una sección, para hacerse cargo de todo el ganado que encontrara en terreno de nadie y si los pastores se lo pedían debía entregarles un justificante para que el gobierno republicano les abonara su importe cuando hubiera lugar.

En pocos días nos hicimos con mas de 10.000 cabezas de ganado lanar sobre todo. Ni una sola res fue requisada de nuestra retaguardia. Fue necesario dedicar una escuadra con caballos y fusiles ametralladores para cuidar este botín. Su administrador fue el lince de nuestro jefe de intendencia. Ofrecimos al señor alcalde de Madrid (señor Rico) para la población civil y los centros que él considerara más necesitados 6000 o 7000 cabezas de ganado. Muy atento nos dio las gracias en un oficio burocrático, pero diciendo que se lo debíamos poner en Madrid por no tener transporte para retirarlo. Es algo que nosotros no podíamos hacer y más tarde veremos cómo terminó esta aventura.

Gracias, como no, a nuestros ingenieros zapadores que resolvieron de forma brillante y con efectividad las serias papeletas que el enemigo nos había creado con su sistema defensivo. Esta unidad resolvió maravillosamente todos sus cometidos, pues había tomado en consideración mi despacho con su jefe en Santa María de la Alameda. Su superación era visible y permanente, estaban al día de los elementos más eficaces conocidos hasta la fecha, para su importante misión.

Nuestro lema fue siempre no esperar a que nos mandaran lo que precisábamos. Teníamos que encontrarnos y hacernos con ellos comprándolo o como fuera, jamás robamos nada a nadie y entre nadie estaba nuestro gobierno. Teníamos medios propios para adquirir cuanto nuestra unidad precisará para el cumplimiento de sus misiones.

Nosotros hasta la fecha no habíamos sido una unidad de élite, pero en la columna Mangada se habían acumulado elementos de los cuales otras muchas unidades posiblemente carecían, o si las tenían no supieron utilizarlas. ¡De Brunete habíamos salido con una gran experiencia y con armamento casi moderno y solo dos calibres! Ya nadie se permitía la torpeza de llamarnos guardabosques. Se nos consideraba como una unidad de choque, pero nosotros sabíamos que nos quedaba mucho camino por recorrer para hacer lo que la maldita guerra nos enseñaba cada día, por no decir cada hora de lucha y de descanso, pues también se aprende descansando en el campo de batalla.

Podemos afirmar que éramos totalmente distintos física y moralmente, nuestro pequeño mundo se ampliaba continuamente. ¡Qué pena que la causa fuera la guerra, de nuestros cambios y conocimientos personales y colectivos fuera para destruirnos mutuamente!

Deseamos sincera y fervientemente no dejarnos a nadie dentro del tintero, pues estos pequeños episodios en el conjunto de nuestra contienda son nimiedades o pequeñeces para los que otros habían vivido y también para lo que a nosotros nos espera. No me gusta hablar de estas cuestiones por miedo a ser malinterpretado y porque como dicen algunos la verdad no debe decirse en estos casos.

Sinceramente, no sé escribir y por lo tanto no soy capaz de exponer con claridad cuanto vivimos durante estos meses de lucha fratricida, pero no puedo terminar esta fase sin relatar como sea y como pueda algo tan decisivo para nuestro país y puede que para el mundo entero, si no somos capaces de sacar consecuencias positivas.

De cuanto precede, si esto soy capaz de terminarlo, el único responsable es Nilamón y nadie más, no pretendo difamar a nadie ni tampoco molestar. Personalmente y colectivamente mucho menos, todo el mundo me merece un gran respeto y consideración humana. ¿Por qué me sucede esto? Es algo que aún no sé explicarme.

Me parece que en otros momentos había dicho que había leído un poco de todo, pero leer no es aprender y mucho menos conocer un poco en profundidad para no dar palos de ciego. Cuando salimos para el frente de Aragón nos encontramos con pueblos y organizaciones totalmente distintas a cuando estábamos viviendo en el centro.

Yo conocía antes de la guerra algo de Aragón y algo de Cataluña, Aragón por haber trabajado en M.2.A. y Cataluña por lo mismo y por haber conquistado en Barcelona el campeonato de España amateur del peso medio de Boxeo 1927, si mal no recuerdo, pero sobre todo por reunirnos en Zaragoza los compañeros de los Ferrocarriles Catalanes y de M.2.A al ser Zaragoza la terminal.

Mis relaciones con los catalanes eran cordiales y no me molestaba poco ni mucho que ellos hablaran en su idioma cuando les diera la gana, pero les censuré cuando no tenían la delicadeza de cambiar de idioma cuando hablaban otros en castellano. Jamás nos enfadamos y siempre me entendía con cuantos en broma o en serio pensaban en ser mejor que otros españoles.

Me parece recordar que con don Juan Perea Capulino habíamos estudiado la situación de dónde y cómo podíamos ganar la guerra, cuando yo tuve la suerte de pertenecer a su columna. ¿Sigo pensando en el 37 lo mismo que en el 36? En el fondo sigo diciendo lo mismo que a él le decía:

—Usted confía mucho en la Confederación Nacional del Trabajo y puede que un poco más en la F.A.I, pero olvida usted lo difícil, por no decir imposible, que resultará conjugar los conceptos totalmente dispares y contrapuestos de las ideas socialistas y anarcoides de las dos sindicales totalmente opuestos en lo fundamental de nuestra causa y lucha.

Es necesario no olvidar el prestigio ascendente a velocidad sorprendente del D.C.E y por lo tanto del P.S.U.C. Si alguien fuera capaz de coordinar unificando provisionalmente a ese conglomerado de fuerzas, no cabe duda que partiendo de nuestras posiciones en Aragón tomaríamos Zaragoza y enlazaríamos con las de Sigüenza compartimentando el frente fascista en varios frentes y unificando el nuestro.

»Yo tomo el mando de esa unidad africana en la cual tanto confía usted y nos ponemos en marcha desde Cataluña y Aragón para enlazar con el centro y levante. Haciendo simultáneamente un ataque demostrativo o secundario desde Extremadura para llevar la guerra activa al frente andaluz dónde podemos contar con la retaguardia. ¿Pero quién es el tío saleroso que tiene los argumentos precisos para convencer a quienes piensan solo en la revolución y en la desaparición del estado, cuando el enemigo cada día que pasa es más fuerte? ¿Dónde están esos estadistas u hombres capaces para crear un gobierno con una sola consigna para que el capitalismo internacional no se alarme antes nuestras actitudes de traga curas y de tanta incautación indiscriminada?

Desgraciadamente, servimos con nuestras actitudes los intereses del enemigo común, por no tener un gobierno capaz para defender los intereses del pueblo y no los de una sola clase. Un gobierno republicano con una sola bandera es lo que puede llevarnos a la victoria, puede que ni ese mínimo programa le interese a nuestros llamados demócratas internacionales. Siguen armando al monstruo del fascismo internacional, creado por su miedo infantil al comunismo.

Cualquier sistema, cualquier idea que no se someta a sus reglas de juego es considerada comunista y esta estúpida conducta nos hace crecer a los comunistas geométricamente. Pueden decir y dicen cuanto les apetece, pero lo cierto es que nuestras consignas las siguen incluso quienes pueden no ser comunistas ni hoy ni mañana. Nuestra conducta como partido en la guerra es compartida por quienes tienen tanto interés por combatir y derrotar a nuestro enemigo común como nosotros lo demostramos cotidianamente, con ejemplos sangrantes. Por esto y solo por esto, nos siguen y nuestras filas son cada día más compactas y más numerosas.

Desgraciadamente, ese crecimiento nos crea al mismo tiempo más enemigos internos y externos. Parece una contradicción pero así es. Lo queramos o no lo queramos nosotros internacionalmente sucede otro tanto y de mucho más peso.

Las cacareadas democracias no tienen el menor interés en ayudar a la inerme República española, al contrario, la engañan y la empobrecen haciéndole pagar con oro el poco material militar desechado que nuestros incapaces representantes les compran, puede que algunos sean incapaces pero puede que otros sean demasiado listos.

Parece que divagamos cuando queremos exponer cuanto creemos estar viviendo, puede ser así a pesar de intentar todo lo contrario.

Podíamos intentar razonar cuanto pudo y puede hacerse para cambiar la marcha de la guerra, aunque el final siempre parece incontestable, pero yo no creo ser fatalista y por eso lucho y lucharé hasta el final con el mismo entusiasmo, intentando alcanzar esa pequeña y lejana posibilidad existente para convertir los errores y fracasos naturales en Victoria final.

Decíamos que cuando tuvimos la gran suerte de llegar al frente de Aragón nos encontramos con una retaguardia y un frente totalmente impensado por nosotros. Habíamos oído hablar del famoso consejo de Aragón, pero habían intentado engañarnos tantas veces que tomamos una vez más el sano acuerdo de no tomar en consideración afirmativa ni negativa nada que no viéramos con nuestros propios ojos y sin gafas de colores.

¿Por qué en la retaguardia había un pánico manifiesto en hombres y en mujeres? Esta afirmación no parte de informaciones tendenciosas de ningún sector político y sindical.

Todos me fueron y me son respetables, pero nada más ni nada menos. Fue una vivencia personal, precio de conocer los pueblos y por tanto sus habitantes y más cuando se trata de campesinos.

Esperaba encontrar descontento, cosa normal y natural cuando nos controlan o se incautan de nuestras pertenencias o propiedades. Esto es justificable, cuando de la noche a la mañana, sin transición alguna, nos imponen un sistema de vida totalmente repudiado por nuestro egoísmo , nuestro, mío y tuyo. No es sencillo que ellos comprendan esta manera de vivir.

Quienes pudieron ser nuestros aliados naturales se convirtieron en nuestros enemigos potenciales. Por esto, cuando conseguimos convencerles de que no tenían nada que temer, ellos nos decían: «¿Qué será de nosotros en cuanto os marchéis de estas tierras?». No fue nada fácil tranquilizarlos y mucho menos hacerles olvidar lo que habían sufrido por la imposición de una teoría que nuestras mentes más cultivadas y abiertas habían fracasado ruidosamente. Puede que a mí por ser solamente cuando llegamos el jefe de la Brigada 32 Mixta no se me dieran las órdenes que se decían haber dado a otras unidades, pero tengo serios motivos para pensar como pienso sobre este y otros desgraciados problemas.

No es la primera vez que escribo, si a esto se le puede llamar escribir, sobre mis andanzas políticas y por tanto mi contacto con unos campos y con otros. Siendo capitán, ascendido por el ministro de la guerra, general Sarabia, el mismo que me ascendió a teniente estando en la columna Perea, cuando nos replegamos, yo diría cuando perdimos en Somosierra la casa forestal y Reajo Capón, nos situamos entre Lozoyuela y Canencia.

En estas posiciones me dedico, más de cuanto lo estaba, desde el primer día a la defensa de la República y a defender los intereses de mi clase, los trabajadores, se me hace una proposición por un activista del P.C.E para ingresar en el partido (pertenezco solamente a la JSU). Esta proposición se me había hecho mucho antes por otros miembros del PCE, el primero Urrutia en el gimnasio de la ferroviaria en la calle Atocha 68. Debió ser antes del 1930 pues durante este año, cuando el fracaso de Cuatro Vientos, recibo las repetidas invitaciones en el puente Vallecas de unos cuantos compañeros de artes blancas, pero sigo sin decidirme ni por unos ni por otros, pues los amigos anarquistas también me requieren.

Es después de la proclamación de la República cuando dejo el deporte y empiezo a tomar en serio las cuestiones políticas al estar ya situado en Valdemoro y haber encajado política y socialmente el fracaso de Cuatro Vientos. Para abreviar diremos que sigo sin comprender la necesidad de tanto partido y tanta sindical política.

Cuando este camarada de Valdemoro me propone el ingreso estando en Cachiporrilla, ya había tenido yo entrevistas con Etelvino Vega en Aranjuez en 1934 o 1935, este camarada de Valdemoro se quedó sorprendido cuando le dije:

—Para qué coño queremos tantos partidos y tanta sindical, con la JSU y la unidad de acción del partido socialista y comunista, pues una auténtica unidad no es fácil lograrla por ahora, sería una solución impulsiva para que CNT y UGT hicieran otro tanto y este sería el paso más importante para que las fuerzas demócratas y republicanas crearan un gobierno eficiente que preocupara y alarmara menos a las potencias llamadas democráticas.

Comprendí sin ningún esfuerzo la utopía de mis pensamientos y por eso desde ese momento y hasta ahora tuve el honor de ser un militante comunista. Hacía muchos años que yo actuaba y me conducía cómo predica esta teoría, pero seguro que mis pensamientos y exigencias van demasiado lejos para militantes y sobre todo para dirigentes. Por esto y por cuanto no es oportuno decir me considero solamente un aficionado al comunismo, no es nada fácil ser un auténtico comunista, ¡hay que desprenderse de tanta miseria humana!

Se precisan tantas virtudes y superación, que no es nada sencillo ser en todo momento los mejores en todo, para todo, con entrega total para ese todo.

Se me siguen permitiendo manifestaciones y expresiones que en otros son auténticas herejías, jamás se me puso la menor traba para exponer cuestiones fundamentales como era capaz de hacerlo.

El partido, y no solo el de la unidad, jamás me supuso nada que fuera en contra de otras organizaciones políticas o sindicales, hasta ese momento. Mi teoría de que siendo antifascista era garantía suficiente para luchar y ocupar puestos de más o menos responsabilidad se hizo en la 32 Brigada una realidad. Ser antifascista y capaz para ocupar un cargo o puesto responsable era en nuestra unidad garantía para llegar hasta los puestos más altos, si había valor, capacidad y honradez.

Con estas condiciones, cada día recuperábamos todas las dificultades inherentes a toda misión delicada y sumamente difícil. ¿Que la mayor parte de los componentes eran idealistas voluntarios de todas las tendencias, incluso algunos carecían de ella? Sí, por eso había que estar siempre en forma y no podíamos bajar la guardia.

Qué papel más eficaz tuvo en todo momento nuestro querido periódico Avance, seguro que sin él nos hubiera costado, en caso de lograrlo, un tiempo precioso la educación y formación político militar de todos, mucho más de lo deseado. Todos sus colaboradores y redacción jugaron un papel decisivo en la formación y comprensión de cuantos problemas se nos presentaban diariamente en todos los frentes y pueblos.

Tanto en el frente como en la retaguardia, es el portavoz sincero y real de cuanto se precisa saber para hacer frente a las patrañas de todos los enemigos del pueblo español. Los aragoneses pudieron saber por este portavoz sincero y ecuánime la misión que se nos había encomendado a las fuerzas del gobierno de Madrid (como ellos nos llamaban).

Nuestra misión fue luchar codo con codo contra el enemigo común, nos pusimos a su disposición y les proporcionamos los medios que podíamos entregarles y les enseñamos lo poco que sabíamos, sin la menor reserva nos pusimos a su entera disposición.

Cuando el jefe de la 116 Brigada Mixta como todos los mandos y soldados se convencieron de que nosotros no tenemos la misión de atacarlos ni de desarmarlos, se comportaron cordialmente y reconocieron sin paliativos de ninguna clase que habían estado perdiendo el tiempo. También reconocieron que habían ido demasiado lejos en su trato con la población civil y por eso no debemos sorprendernos de que fueran criticados.

El jefe de la brigada me dio la impresión de ser un muchacho inteligente y sincero, puedo estar confundido y lo sentiría por él, por su unidad, por su causa y el pueblo español.

Cuando le pido información sobre la preparación de la unidad armamento y moral su contestación es desconsoladora. No puede darme la menor información sobre el enemigo. Desconocen la formación, número y nombre de las unidades que cubren y defienden este sector. Intercambian con el enemigo cuanto les interesa mutuamente, pueden visitar Zaragoza, como otras ciudades, cuando les plaza, el enemigo puede hacer lo mismo con cuantas le interesen de nuestra zona en el llamado frente de aragón. La información militar y económica de la zona les tiene sin cuidado a nuestros famosos defensores de la libertad de los pueblos. No fueron capaces (o no quisieron) darnos la menor información sobre la moral de las fuerzas enemigas y de su retaguardia que visitaban cuando querían.

Estos informes y descripciones las damos tal y como nos las dieron ellos, lo único que es de mi cosecha es el juicio crítico de la conducta de estas unidades por la conducta de sus mandos militares y políticos. ¿Pueden hacer la guerra con esas mentalidades en sus dirigentes? ¿Pueden defenderse los intereses de nuestros pueblos y de nuestra clase manteniendo un frente inactivo cuando nuestro enemigo común nos aniquila los puntos vitales donde le hacemos frente? ¿Puede y debe dejarse la cosecha sin recoger en el terreno de nadie cuando el enemigo se encuentra a kilómetros y kilómetros de nuestras llamadas trincheras o línea defensiva, donde no hay la menor trinchera ni parapeto o fortín?

Esto es reconocido por los mandos de la 116 Brigada Mixta y mucho más que no merece la pena repetir.

Vinaceite y Calaceite: reorganización. Detención del teniente Núñez.

Como hemos indicado anteriormente, tenemos la zona de Vinaceite y Calaceite para reorganizarnos y descansar. Se nos recibe con temor, por no decir terror demasiado acusado, y por cuanto a nosotros atañe totalmente injustificado.

Las fuerzas tienen la orden de acampar en las afueras de los pueblos y para nuestro cuartel general precisamos un solo edificio, donde no podemos causar a su dueño el menor trastorno.

En esta zona republicana no han tenido tiempo de conocer en su salsa a una unidad del ejército republicano y por esta razón al día siguiente de haber acampado en las inmediaciones de estos pueblos, que también han sufrido las funestas consecuencias de toda guerra civil y mucho más cuando pretenden implantar un sistema de vida totalmente desconocido, no solamente en nuestro país, sino que tampoco habían tenido el menor éxito en los pocos puntos de otros países que se habían creado o implantado.

¡Comunismo libertario! Este sistema, como otros que afectan a la propiedad privada, no pueden digerirlos la mayoría absoluta de nuestros compatriotas. Cuando se está luchando por defender la consolidación de las pequeñas parcelas de la democracia conquistada, se les ocurre a estos aprendices de una filosofía utópica implantarla durante una guerra cruzada internacional. Qué clarividentes más geniales dirigen a estas masas que cuando se lo proponen también son capaces de dar su vida de una manera desinteresada, por una causa sin la menor posibilidad de triunfo por ahora.

El llamado Frente Popular de este pueblo le recomienda a nuestro oficial de alojamiento la casa que podemos ocupar para nuestro cuartel general y mi alojamiento. La casa o mansión es la mejor o por lo menos una de las más grandes que han sido incautadas por estas autoridades ácratas que dicen gobernar estos pueblos y ciudades. Siempre me agrada más vivir en tiendas de campaña, pero por estar más cerca del cuartel general para su mayor eficacia en el trabajo me alojo en el mismo edificio.

Pero hay algo en este caserón que me llama la atención seriamente, se me dice que la propietaria es una señora viuda, la cual no vemos por ninguna parte.

Ciertamente mando ocupar nada más que las habitaciones necesarias para instalarnos con todo el aparato de oficinas y lo hacemos en los graneros y en habitaciones que no usa la señora.

Mi preocupación está centrada en ganarnos al pueblo. Las fuerzas tenían la misión de ayudar a los habitantes en todas las labores que tuvieran que realizar. El primer día no vemos a casi nadie, pero cuando una mujer o un hombre sale con los cubos o cántaros a por agua, nuestro soldado se los toma y le hacen este servicio, nadie les pide nada y les ofrecen lo que tienen de forma galante y desinteresada. Cuando pretenden comprarles algún producto no tienen nada de nada, esto parece un pueblo de viejos y viejas, por lo visto las chicas y los chicos están todos movilizados cosa que no es posible.

Me entrevisto con las autoridades y nadie nos dice nada que sirva para sacarnos de estas dudas naturales ante estas actitudes incomprensibles para nosotros. Cuando salimos de la reunión con las llamadas autoridades, mando que la banda de música dé un concierto en la plaza del pueblo. Durante las primeras horas no aparece ninguna chica ni señora, pero ya hemos logrado que algunas ventanas se abran y en otras se corran los visillos.

Se me da un informe, por los comandantes de batallón, y el resumen es alentador. Les cuesta a los campesinos aceptar nuestra ayuda, pero cuando ven que se hace desinteresadamente y que los que dicen ser campesinos lo son de verdad, la situación y el ambiente enrarecido cambia a marchas forzadas. Me marcho a mi alojamiento cuando veo que un par o cuatro parejas bailan y alternan con estos soldados y oficiales.

El ama de casa, una señora que me recibió por la mañana, cuando me abre la puerta, le pregunto si ella o su señora precisan algo de nosotros, me dice que la señora está enferma y que por eso no puede visitarme.

—Si precisa asistencia médica puede decirlo, pues tenemos unos médicos estupendos y por lo tanto pueden atenderle como lo precise.

Les entrego un poco de azúcar por si lo precisan que previamente había pedido a nuestro intendente.

Despacho algunas cosas pendientes y después de recibir las novedades de la jornada, me acuesto para empezar mañana la reorganización de las unidades y el plan a seguir para estar siempre en forma.

A las 6:30 horas todo el mundo nos encontramos en condiciones de emprender la misión que cada cual tiene asignada. Se respira un aire totalmente distinto y me parece que la causa fundamental no debió ser solamente la música de nuestra estupenda banda. El confraternizar con todo el pueblo, el prestarle toda la ayuda que precisaban, el entregarle eso y poner a su disposición cuanto teníamos rompió el hielo y el temor que habíamos encontrado a nuestra llegada.

¡Vive el cielo cómo los pueblos cambian en horas! Cuando se les trata como se merecen se entregan sin reservas de la menor clase y comparten cuanto tienen con quienes pueden ser como hijos propios.

En este caso concreto yo no diría que compartieron sino que nos entregaron cuanto tenían y algo mucho más importante que los alimentos: su confianza y su cariño durante todo el tiempo que fuimos capaces de conservarlo.

La confianza es recíproca y una vez más la 32 se comporta como sabe hacerlo. Roto el hielo se confraterniza sin la menor reserva y es necesario dar permiso a cuantos quieren los vecinos para que sean alojados en sus casas. A este ritmo, dentro de pocas horas tendremos que pedir refuerzos para poder complacer a todo el pueblo.

Se aclara el problema de porqué la frialdad de la dueña de la finca donde tenemos alojados e instalado tanto al cuartel general de la Brigada como a su jefe. Las autoridades locales habían ordenado que toda la finca podía ser ocupada por nosotros, pero hubiera sido una torpeza por nuestra parte si hubiéramos procedido como nos aconsejaron. ¿Por qué? El comisario, con su aparato de información, aclara la razón del porqué del frío recibimiento en el pueblo y la enfermedad de mi patrona. Habían sido asesinados en el pueblo unos cuantos vecinos por ser considerados enemigos, y mi patrona había perdido a su esposo y a uno de sus hijos.

No pretendemos enjuiciar jurídica y políticamente el asesinato de esas personas, pero una vez más condenamos que nadie pueda ejercer la justicia por su cuenta. La República tiene sus leyes y aparatos para aplicar la ley, y si no los tiene que los cree. Para nosotros no tiene ninguna gracia, y carece de justificación que se nos designe un edificio cuyo dueño y su hijo habían sido asesinados con todas las justificaciones que quieran alegar para ello. ¿Qué pretendían con esa estúpida decisión? Recordar a esa señora la pérdida de su marido y de su hijo. Nuestro pueblo no precisa de esos métodos para demostrar la justeza de nuestra defensa de la democracia y de la justicia. Eso fue un golpe bajo que tuvimos que encajar nosotros en aras de la unidad, pero el que nos enseñó lo que podíamos esperar de ciertos dirigentes de esas teorías tan cacareadas por soñadores trasnochados.

No quisimos imponer ninguna ley, pero hicimos ver a los que decían gobernar al pueblo que nosotros acataremos solamente las disposiciones y órdenes del gobierno central.

Las cosas habían cambiado totalmente para el pueblo y para todos nosotros. Estos cambios fundamentales se reflejaron en todo el perímetro y en las inmediaciones de nuestra zona de reorganización y descanso. Las relaciones eran de lo más cordial y cariñoso que puede darse, con este cambio todos ganamos y en todos los órdenes. El pueblo recibe de nuestra de intendencia cosas que no puede lograr y nuestra unidad recibe del pueblo lo que no puede lograrse ni con dinero ni con intercambios materiales. Los pueblos de esta amplia zona ya no se dejan acogotar y saben hasta dónde pueden llegar con su tolerancia: les hacemos ver sus derechos y obligaciones.

Se me comunica que había sido detenido el teniente Núñez, jefe de Municionamiento, por unos cuantos soldados y clases anarquistas que dicen conocerle de la prisión de Valencia. Para mí no era un secreto que este hombre había sido sargento de la Legión y después funcionario de prisiones. Me lo había reconocido su hermano Manolo, que en Valdemoro me hacía casi todos los portes con su camión. Me garantizó que su hermano, a pesar de haber estado en la Legión y en prisiones, era un buen muchacho y que estando en el frente enemigo no correría ningún peligro. Le mandé visitarme para charlar con él y conocer directamente su historia; desea defender a la República y me asegura que durante su tiempo de funcionario de prisiones jamás maltrato a nadie y que fue todo lo tolerante que puede ser sin anular la disciplina. Cuando se sublevaron los presos en Valencia, cuando hirieron a un compañero en el patio y nadie se atrevió a recogerlo, él lo hizo recibiendo cuatro o cinco tiros por salvar a su compañero, lo que afortunadamente consiguió.

Todo cuanto él decía podía ser cierto, pero también podía estar deformado, pero la República no corría menos peligro utilizando a este hombre que podía decir la verdad y por tanto prestar algún servicio a nuestra causa si ciertamente había sido sargento en el tercio. Su hermano Manolo me conoce bien y sabe que si cuanto dice es falso, pierde el tiempo intentando engañarnos.

Si nosotros no nos hacemos cargo de él, podría ser un elemento peligroso. Es un problema de vigilancia y de tacto. Procuramos que nadie sepa quién es el sargento Núñez y será una pequeña preocupación más que debo tener.

Saco la impresión de que conoce las ordenanzas militares y tiene dotes de mando, pero con la escuela de los viejos militares, se incorporó al batallón de juventud campesina cuando teníamos el puesto de mando en Cachiporrilla, junto a Lozoyuela, y sin la menor duda fue uno de los puntales que encontré para la formación militar de las unidades que tuve bajo mi mando en ese momento. Era demasiado violento y un poco abusón, pero en el fondo un buen sujeto sabiendo controlarle. Hasta este día había prestado estupendo servicios y paulatinamente se iba ganando la confianza de la unidad.

Este contratiempo puso en pie a quienes tenían dudas sobre la sinceridad de este hombre y más cuando se le acusa de haber sido funcionario de prisiones y haber maltratado compañeros anarquistas. En estos momentos tenía a su favor dos factores importantes a pesar de encontrarnos en el frente de Aragón, feudo de los anarquistas. Hacía pocos días que habíamos tomado Codo y Belchite, primer factor favorable. Segundo: era teniente de la 32 Brigada. No se podía perder ni un solo minuto y mando a mi ayudante Alfonso Moreno a informarse y resolver este asunto en mi nombre.

Las instrucciones son las siguientes: es un oficial de la 32 Brigada y no podemos permitir que nadie le juzgue no siendo el tribunal de nuestro C. de E. Segunda cuestión: deben hacer las denuncias que consideren pertinentes, pero bien entendido que si no son veraces nosotros nos querellaremos contra sus difamadores.

Mi ayudante es de Valdemoro y desde el primer día está a mi lado, excepto una pequeña temporada que fue herido en retamares siendo teniente. Pero él, como amigo mío y teniente ayudante, conocía este caso lo mismo que yo. Esta fue la razón de encargarle esta misión para no dar a dicho caso la importancia que estos compañeros al parecer querían darle.

—Tú no te dejes impresionar por nada de cuanto digan y cuando no tengas argumentos para defenderle te escudas diciendo que tu misión es la de recuperarle y la de hacerte cargo de su denuncia. Procura no perder el control y en lo que tengan razón se la concedes, pero cuando te insistan en lo de los malos tratos debes decirle cuál fue la causa y la razón.

Exponles con claridad los servicios prestados por este oficial a nuestra causa, dedica a este caso un tiempo prudencial, pero tienes que regresar con él lo antes posible y de no lograrlo para informarme y hacerlo yo personalmente.

Resumen: la acusación era cierta, por no cumplir las órdenes que el funcionario les dio, se ve en la necesidad de mandarlos castigados a las celdas, pero ellos implícitamente reconocieron que habían hecho y dado motivos para un castigo mayor. El funcionario los trataba bien, pero ellos, por demasiada confianza, abusaban de su tolerancia. Su comportamiento con los presos políticos fue siempre inmejorable.

Mi ayudante les preguntó:

—Si esto es así, ¿por qué motivo lo detenéis y lo denunciáis?

—Porque nos sorprendió verlo en nuestras filas y con el grado de teniente. Queríamos darle un susto, pero no le hemos maltratado poco ni mucho.

Ciertamente esta fue la anécdota que vivió el teniente Núñez y el pequeño mal rato que nos hicieron pasar estos amigos insensatos a quienes teníamos cada vez más confianza en este camarada de lucha.

Se me preguntó por el comisariado y el aparato político de mi partido, si yo conocía la vida y andanzas del teniente Núñez, dije que sí y que yo le había dado el grado de sargento y le había propuesto para el de teniente. Esto les pareció un poco sorprendente y se me preguntó por qué no les había informado de ello.

—¿Cuándo y por qué debía hacerlo? Este camarada de lucha, como otros muchos que yo movilicé cuando el gobierno aún no había pensado en hacer movilizaciones, sabía que eran más de derechas que de izquierdas, esto fue comunicado dónde debí hacerlo en ese momento.

Todos defendieron a la República mientras estuvieron bajo mi mando, algunos me salvaron la vida en momentos propicios para hacerlo sin peligro para ellos. Algunos se marcharon con nuestros enemigos en cuanto yo dejé el mando de la unidad. Se dieron las condiciones para ello. El enemigo había ocupado Valdemoro, antes de dicha ocupación unos insensatos habían ordenado o permitido el asesinato de sus familiares más directos. Esta vez yo no estaba en Valdemoro con mi unidad para impedirlo. Mis recomendaciones a quien me sustituye en el mando fueron desestimadas estúpidamente, pero cuando se marcharon me mandaron llamar. Esto me recordó el cuento de la liebre. Mi recomendación fue esta:

—Vigilarles discretamente para que no se consideren perseguidos, tratarlos como uno más sin distinción alguna mientras no den lugar, para tomar ciertas medidas de seguridad. Si hacéis cuanto digo cumplirán como hasta la fecha lo hicieron. Si os piden permiso para cazar entre las dos líneas no concedérselo, pues lo desean para marcharse al otro campo donde están sus familiares. Si estas medidas no sirven o son complicadas para vosotros, mandarlos a la unidad superior para que los retiren del frente y los sitúen donde no sean un lastre para la causa.

Núñez, como algunos más, han tenido muchas oportunidades para pasarse al campo enemigo, cuando no lo hacen será por alguna razón de más o menos importancia. Con esto quiero decir que yo no pienso cambiar de sistema mientras no se me ordene.

Si alguien que pueda me ordena lo contrario, cuando reciba la orden veré si la cumplo o qué posición adopto. Esto no fue ni es un secreto, cuando fue necesario plantear lo lo planteé donde correspondía. Cuando fue necesario decidir sobre estos problemas dije y sigo diciendo que los muertos e incluso los prisioneros no sirven para nada no siendo utilizados humanamente.

Si cuando me refiero a Núñez como a otros compañeros de lucha no les dí el título de camaradas fue porque en lo único que coincidimos es en la lucha. Cuando con su conducta se hagan acreedores a lo que yo deseo, yo cambiaré. Siento mucho no coincidir con algunas de vuestras apreciaciones sobre ese tema, pero la actitud de los ácratas en el caso Núñez me da la razón. Sigo pensando en utilizar todo cuanto pueda ser útil para defender los intereses del pueblo, la democracia y la república.

Este pequeño incidente no tuvo la menor trascendencia, pues la marcha de la unidad continuó su camino ascendente en todos los órdenes vitales para su mejor eficacia. Unidad irrompible, unidad de criterios sobre nuestra actuación en la guerra y en la retaguardia, unidad político militar para tomar las mejores decisiones previamente estudiado y discutido (cuando teníamos tiempo).