© Publicación realizada por Jaime Cinca Yago con la autorización de la hija y nieto de Nilamón Toral, Licia Toral de Córdoba y Juan Manuel Salaberry Toral. Para utilizar material de esta publicación deberá citar la fuente.
MILAMON TORAL, Memorias incompletas (a página principal)

Antes de Belchite

Ofensiva en la Atalaya.

Tenía razón don Enrique Heredia, él consiguió lo que a mí me hubiera sido denegado y quizá algo más serio.

Salimos del cuerpo de ejército y mi jefe en su coche me decía:

—Toral, si esto sale bien, yo le puedo ayudar, pero si sale mal los dos corremos peligro.

—No se preocupe que en Madrid mi partido me prometió lo mismo. Si las cosas no salen bien contaremos con el apoyo y ayuda de todos.

Sin pensarlo más nos lanzamos de madrugada a por las dos posiciones importantes para nosotros y de mucha menos importancia para el enemigo, desde mi punto de vista por ser un terreno muy compartimentado en profundidad.

Cometí una pifia que en un ejército normal no puede cometerse por ser un serio peligro para la operación y para el jefe que la dirige. Mi puesto de mando de combate lo situé a la vista del enemigo para atraer su fuego de artillería y que mis fuerzas no fueran batidas en su avance. Esto fue logrado de tal manera que el enemigo pensó que atacábamos con miles de hombres cuando solamente empleamos dos batallones y de cada batallón dos compañías.

Pero haciendo circular mulos y mulas que siempre eran los mismos y con la misma carga y enlaces con partes que nada decían pero que daban la sensación de estar informando de un ejército completo en marcha y parte de mi escuadrón de caballería con la misma misión.

Todo esto fue la mar de espectacular y mucho menos peligroso de cuanto parecía serlo, todo había sido estudiado con tiempo y cada uno sabía dónde debía protegerse en cuanto la artillería disparaba sus baterías que, ciertamente, ya sabíamos dónde estaban situadas y que la nuestra podía hacer contrabatería.

Me parece que la primera fase y en todas fuimos superiores en fuego. Es necesario dar algunos datos más, aunque parezcamos reiterativos, para comprender medidas tomadas por mí que no eran comprendidas ni por mis jefes ni por mis subordinados.

El responsable de todos los fracasos y contratiempos era yo ante mis superiores y ante mis camaradas de lucha. Nosotros teníamos enfrente a un enemigo profesional que tenía la obligación de saber su profesión y él luchaba contra un mando que suplía su desconocimiento con audacias y medidas sorpresivas fuera de lo normal.

Esta medida no fue nada descabellada aunque parezca lo contrario, jamás puse en peligro la seguridad de la operación, pues mi Cuartel General no corrió el menor peligro, lo corrimos unos cuantos que teníamos la misión de llamar la atención del enemigo para que concentrara su fuego sobre nosotros mientras mis fuerzas, mejor dicho nuestras fuerzas, consolidaban sus posiciones recién conquistadas.

Si queríamos hacer algo teníamos que superarnos y desconcertar a nuestros enemigos. Conseguimos los objetivos sin apenas bajas por la sorpresa de la operación y por engañarles tanto en una posición como en la otra. Se hizo la marcha de aproximación sin que el enemigo se diera cuenta y lo mismo sucedió con la toma de contacto en La Atalaya, donde las fuerzas del Batallón alicantino se situaron en posición de asalto sin que el enemigo se apercibiera de ninguna de sus fases.

En cuanto amaneció se lanzaron, gritando en valenciano, al asalto de las posiciones y las conquistaron sin una sola baja. Se hizo prisionero al jefe de la posición, un alférez y unos cuantos soldados, pero no muchos porque corriendo se marcharon a la cota llamada Santa Catalina. Fue una lástima no contar con fuerzas para explotar este pequeño éxito.

El batallón alicantino fue confundido por una unidad francesa, esta unidad fue siempre o durante una temporada la unidad menos combativa. Estas unidades tenían que conseguir los objetivos que se les había asignado y para que lo lograran no me importó poco ni mucho que me tomarán por un insensato.

Que se corría algún peligro para visitarme en el puesto de mando de combate, sí, pero era la primera ofensiva que hacíamos con esta unidad y eso tenía que tener su repercusión en toda la brigada. Si salía bien lograríamos lo que me había propuesto desde el primer momento.

Toda la unidad era algo digno de cuidarla por sus soldados, clases y oficiales y jefes de batallón. Que aún teníamos demasiadas lagunas que era necesario terminar con ellas, sin la menor duda. ¡Cuántos soldados, clases, oficiales y jefes son voluntarios y saben por lo que luchan! No puede haber nada ni nadie que pueda impedir superación de cuanto impide el trabajo en colaboración para defenderse de los enemigos comunes e incluso vencerles.

Parece increíble pero una vez más el famoso batallón de Largo Caballero es la unidad que teníamos la imperiosa necesidad de indicarle por dónde debe ir, por haber perdido el rumbo en la marcha de aproximación. Se le encauza y esforzándose un poco consigue cubrir sus objetivos.

Me visita Gustavo Durán, que manda la Tercera Brigada Mixta de Carabineros, por si fuera necesario intervenir ante la reacción que pueda producirse en el enemigo. Gustavo es un compositor de música y comunista, es un camarada demasiado refinado para pelear con los hombres que tenemos que bregar, pero estoy convencido de que su refinamiento no le impedirá estar a la altura de su capacidad cultural y formación política.

Se le indica de parte mía que no continúe por donde viene porque yo salgo a su encuentro, pero no lo permite ni se arruga cuando el enemigo nos localiza sin el menor esfuerzo, ni hace el menor caso a las andanadas del 105 que enemigo nos hace como recibimiento.

Su único comentario fue el siguiente: «Tienes un puesto de mando poco acogedor».

Estudiamos la situación y me dice que si fuera necesaria la intervención de la tercera en último extremo que podríamos hacerlo.

Me causó una gran impresión a pesar de su esnobismo.

Como puede verse, cumplimos nuestra misión con los errores, torpezas y cuanto se quiera alegar, pero sin un solo muerto y poquísimos heridos.

No queremos decir que estemos ni satisfechos ni insatisfechos por mucho que se nos felicite por unos y otros. Estas pequeñas operaciones nos sirven para aprender y tomar buena nota de cuanto debe corregirse en todos los escalones. En cuanto nos sea posible haremos un juicio crítico para analizar causas y consecuencias de no haber hecho lo convenido, y resultados positivos o negativos de modificaciones que nos vimos obligados a realizar sobre la marcha.

Todos piensan que el enemigo encajó el golpe y que no intentaría recuperar las posiciones perdidas. Me esfuerzo en demostrar lo contrario, pero aunque se asiente a mis razonamientos no me creen. Discuto o estudiamos con el E. M de la Brigada las medidas a tomar para asegurar las posiciones conquistadas y se ordena a todos los comandantes que visiten las nuevas posiciones por si cualquiera de ellos tienen que ocuparlas y que tengan lo antes posible sus ideas de la organización defensiva de las repetidas posiciones.

Todo esto independientemente de las órdenes que reciba el mando de la Brigada.

Insistimos fundamentalmente en organizar el terreno en profundidad y tener reservas a partir de la sección incluida dicha unidad. Esto parece un exceso de organización y de dispersión de esfuerzo, intentamos demostrar lo contrario con ejemplos prácticos. Estas normas son en particular para los frentes más o menos inactivos pero con fortificación más o menos permanente por haber conseguido estabilizar el sector. No importa el número de hombres que cada unidad pueda tener, el pelotón será más de una escuadra, la sección más de un pelotón y la compañía más de la sección y así casi hasta el infinito.

El terreno manda para la organización defensiva y ofensiva; los medios juegan un papel importantísimo; se nos puede alegar que el enemigo tiene tanta o más importancia que lo dicho anteriormente: rotundamente y sin la menor duda afirmo que no.

Ya recuerdo las tesis napoleónicas: ser más fuerte y acumular más medios en un punto clave o determinado.

Cuando tenemos que defender una posición, un centro de resistencia, un sector o un frente sabemos con lo que podemos contar, pero no sabemos con lo que seremos atacados a pesar de la información adquirida.

Pues, si somos lógicos, debemos saber que en la práctica el terreno que se nos asigna, en particular para la defensa, es mucho mayor que el indicado en todo reglamento. Dicha lógica tiene que llevarnos de la mano a las conclusiones siguientes:

Lo que no puedas defender por falta de hombres y armas automáticas, organízalo y vigila permanentemente los puntos más propicios para el ataque del enemigo y que tus reservas, por pequeñas que sean, deben estar dispuestos para lanzarse sobre el atacante jugando un papel decisivo en la lucha. Es más efectivo que hagan acto de presencia en momentos críticos hombres descansados y saber cual es su misión.

Me consta que todo esto requiere tiempo y tiempo pero nosotros tenemos que trabajar contrarreloj y la vida de los camaradas no tiene espera.

Mi atención preferente está centrada en el canchal por dos razones:

1º Las reservas enemigas están en Navas del Marqués y es la mejor zona de penetración para un ataque para recuperar las posiciones perdidas.

2º Si nos mantenemos en el canchal podemos defender la atalaya mientras la situación lo requiera, pero sucede todo lo contrario si nos desalojan del canchal.

La atalaya nos sirve solamente como observatorio, es una zona tan boscosa y con tanta altura (unos 1500 metros) que precisaría una guarnición de la que nosotros no podemos ni soñar con tener para su defensa en ningún momento.

La altura nos permite obtener un buen observatorio, pero su dimensión territorial es demasiado grande e ineficaz como sistema defensivo y ofensivo. Próximo a ella se encuentra Santa Catalina, con las mismas características y con las mismas condiciones de inutilidad en su ocupación y dominio.

Lo que nosotros pretendemos es acortar el frente y ocupar parte del bosque para no depender de otros sitios en el suministro de leña. Pero, fundamental, ser una amenaza para las comunicaciones de toda la zona de Navas del Marqués, Robledo de Chavela, ciudad Ducal y otros, en una palabra: tener una base de partida para ser en todo momento una amenaza para la retaguardia enemiga.

Como tengo mis temores de que nuestras órdenes no sean comprendidas tendré que hacer una visita de reconocimiento a dicho sector por si el comandante del batallón no comprendió o interpretó bien mis ideas. Le hicimos las recomendaciones siguientes:

1º Para que no suceda lo mismo que al enemigo será imprescindible mantener vigilancia durante todo el día de la cota geográfica a una distancia prudencial para observar sus movimientos de y escuchas nocturnas con la misma finalidad.

2º Lo normal es que la cota geográfica sea un caldero y la zona boscosa esté cerca y en ese caso el enemigo se moverá a pocos metros de nosotros sin que podamos verle (eso nos sucedió en Reajo Capón en Somosierra y nos dieron serios disgustos).

3º Organicé la defensa de esa posición en profundidad manteniendo y defendiendo a toda costa la cota militar. Si para tener un buen campo de tiro es necesario crear y hacer un glacis se hace sin la menor duda, tan amplio como la posición requiera.

—Toral, ¿qué es un glacis?

—En realidad es una explanada más o menos ancha y profunda. En una palabra: un campo de tiro por donde el enemigo no puede avanzar. ¿Está claro, amigo comandante?

4º No debe importaros que el enemigo esté un poco más alto que nosotros, la defensa se hace estupendamente cuando los atacantes tienen que descender, para eso se precisa solamente una mediana serenidad y un poco de aguante.

Todo esto es por si el enemigo recupera la cota geográfica, ten presente que siendo yo capitán me dieron en Reajo Capón serias palizas por no tomar estás medidas que te recomiendo.

Se me comunica que en las Navas hay más movimiento de lo normal, dan la sensación de estar recibiendo refuerzos. Me pongo en contacto con la jefatura de artillería para que batan si es necesario cualquier concentración de fuerzas y también el castillo donde me parece que tienen el cuartel general las fuerzas enemigas.

Bombardeo de Las Navas y contraofensiva.

Desde hace una temporadita no permitimos al enemigo que nos bata Santa María de la Alameda cuando le dé la gana. Lo siento mucho por el pueblo pero la guerra es la guerra y mando contestar adecuadamente a toda clase de fuegos enemigos: antes de nuestra pequeña ofensiva el enemigo me mató a mi enlace por no hacerme caso mi ayudante y él mismo.

Todas las mañanas, nada más amanecer, tienen la costumbre de hacer un poco de gimnasia y jugar al fútbol, nadie me había indicado nada, pero una de las mañanas los sorprendo y les digo que esa zona puede estar bajo algún observatorio enemigo y por lo tanto corren un serio peligro. Se me dice que los refugios están cerca. Sí, lo están, pero si cae un proyectil en ese campo o prado quizá algunos no puedan llegar al refugio. Que se compruebe si está bajo la observación del enemigo o no lo está.

A la mañana siguiente unos cuantos disparos enemigos caen en el pueblo, cerca de mi cuartel general, en el hospital, grupo escolar o escuela y, como no, sobre el dichoso campo de fútbol y con un solo proyectil un solo muerto y tres o cuatro heridos.

El muerto fue el enlace. No es por que fuera mi enlace y saliera para el frente la misma fecha que yo, era uno de los mejores luchadores de Getafe y una excelente persona. Antonio. Lo enterramos en Torrejón de Ardoz donde su familia estaba refugiada por haberse perdido Getafe. Su primo Leoncio Candelas me pidió realizar ese deseo familiar y lo conseguimos. Se le hicieron los honores que se merecía y con una representación de toda la Brigada lo enterramos donde él quería descansar. Fue un compañero abnegado, dió desde el primer día de la contienda todo lo que tenía y jamás tuve la necesidad de reconvenirle en lo más mínimo ni cuando fue miliciano ni cuándo fue ascendido a sargento por méritos propios.

Mi despedida fue la siguiente: «¡Camarada Antonio! Descansa en paz y nosotros continuaremos la lucha de nuestro pueblo que tú comprendías tan firmemente. Te prometo que tu muerte, como la de otros muchos, no quedará impune. Nuestro enemigo de clase no continuará abusando impunemente de su superioridad militar».

Esta, como otras muertes, nos afectó seriamente y fue causa para tomar en consideración todas las indicaciones que más o menos acertadamente se me ocurría hacer.

Candelas, uno de los hombres y camaradas más ecuánimes que he conocido durante esta maldita contienda, sintió la pérdida de su primo como sentía la de otros camaradas. Conste que Antonio no me había sido recomendado por él ni por nadie, como tenía por norma pedí un enlace, cuando tenía derecho a tenerlo, y me mandaron tres o cuatro y este fue elegido. Ya tendremos ocasión de hablar de Leoncio Candelas al que me precio de conocer un poco y del cual tengo los mejores recuerdos en todos los órdenes de nuestra lucha.

Nada más regresar del entierro de Antonio me reúno con el comisario, el jefe de artillería, jefe de operaciones e información para plantearles la decisión que había tomado al regreso de Torrejón de Ardoz. Pienso los siguiente: tenemos que dar una lección al mando de este frente para que no actúe como le dé la gana y bombardee Santa María cuando él quiera y sin discriminación alguna, puesto que sus disparos son siempre de rastrillaje pues observatorios para corregir su fuego no tiene ninguno. Nosotros los tenemos y podemos observar todas sus posiciones en las Herreras, en Las Navas y detrás de Peguerinos.

Las Navas del Marqués es un pueblo infinitamente mayor que Santa María, ellos se consideran inmunes por la fortaleza del castillo pero nosotros podemos estudiar cuanto pienso y espero oír cuanto vosotros penséis y me expongáis sin la menor reserva.

1º Podemos destruir las Herreras sin el menor contratiempo ni esfuerzo y la guarnición que se aloja en el pueblecito dejará de hacerlo.

2º Podemos destruir gran parte de las Navas. En este pueblo hay población civil (y lo siento por ellos), no sucede como en las Herreras.

3º Todos los domingos después de la misa juegan un partido de fútbol y por uno de nuestros observatorios hemos podido ver parte del campo donde lo hacen y esto nos fue confirmado por esos hombres que se pasan en cuanto tenemos duelos artilleros.

4º Si les damos una lección que no puedan olvidar en mucho tiempo dejarán de hostigarnos cuando les da la gana. Esta es la única idea que se me ocurre para que los campesinos que no quieren marcharse de Santa María puedan seguir viviendo en su pueblo.

5º Soy tan enemigo como el que más de la destrucción sin ninguna finalidad militar o política. El único lenguaje que el enemigo entiende es el de la fuerza y por esto expongo cuanto acabo de deciros, vosotros tenéis la palabra y espero vuestras opiniones.

Quede bien entendido que de hacerlo, debe ser el domingo y cuando termine el acto de la misa para que no puedan acusarnos como lo hacen sin la menor base y sentido, intentando hacer creer a sus fuerzas que nuestra actitud y represalias por sus actos y conducta sino por algo que respetamos aún sin creer en su Dios.

Es necesario terminar con esa confraternización mojigata de intercambiar papel de fumar por tabaco o cualquier otro artículo.

Deberíamos contestar cuando podamos o nos interese a los ataques enemigos, hacernos respetar es vital para nosotros. Debemos pensar en los miles y miles de hombres que el enemigo emplea contra nosotros sin pensar como ellos. Nosotros no podemos superar esos métodos ni utilizándolos pues la lucha no tendría sentido.

Pide la palabra el comisario, me pregunta solamente dos cosas:

—¿Tienes autorización para hacer cuanto dices? ¿Tenemos munición para encerrarnos en un duelo artillero?

—Los jefes del sector somos nosotros. Recibiremos un par de módulos para cada batería porque les dije que no teníamos ninguno y justifiqué nuestro consumo con los fuegos realizados haciendo contrabatería y mencioné especulativamente con los que se pasan todos los días.

El camarada compañero me pregunta solamente dos otras cosas:

—¿Tenemos suficientes refugios para todo el personal de servicios y civiles?

—Los tenemos y si siguen nuestras instrucciones nos sobrarán, pensando en ellos podemos mandar a Robledondo a todos los civiles y algunos servicios innecesarios.

—Si no te entendí mal, ¿quieres batir tres puntos o zonas fundamentalmente?

—Sí, Navas con su castillo, las Herreras y el campo donde nos suponemos que hacen la misa los domingos y después de ella el partido de fútbol.

—¿Eso quiere decir que debemos cambiar todos los emplazamientos?

—Sin dudarlo, los emplazamientos actuales no sirven para batir esos objetivos designados y debes tener previstos otros para después,

Jefe de operaciones y Jefe de Información hacen algunas objeciones:

—¿No será un contratiempo el hacer cuanto dices para realizar la operación que propusiste?

—No, pensarán que esto lo hacemos por haber tenido alguna baja con su último bombardeo, yo no descarto que ellos tengan algún espía en nuestro frente.

La información le parece un poco difícil pero cuando yo le pregunto:

—¿Tenemos nosotros un servicio de información que trabaja en campo enemigo o no lo tenemos?

—Sí, sí.

—Lo interesante radica en la rapidez y en los desplazamientos del material para que el enemigo no pueda hacer nada y que en esos días hasta la operación no pueda ser informado por nadie. Solamente precisamos discreción y vigilancia en todos los sectores.

El jefe de E.M. lleva poco tiempo y por esa razón en esta ocasión se limita a decir que está de acuerdo, pero debo decir que yo le había expuesto mis proyectos. Insisto una vez más que se trata solamente de una operación basada en la rapidez y que serán batidos los objetivos enemigos solamente con fuego rápido. No habrá fuego intermitente si el enemigo no nos obliga a realizarlo, lo mismo que la contra batería.

El jefe de E.M. mayor se encargará de avisar a la unidad que tenga todo previsto y saque los enfermos si corren algún peligro, pues me parece que no tenemos ningún herido.

Todas las secciones y todos los servicios serán avisados solamente unos minutos antes. Los comandantes de batallón lo conocerán con detalle una hora antes de abrir fuego, pero ellos como la sección de transportes estarán alertados desde primera hora del día H.

Todos conformes con el proyecto, nos ponemos manos a la obra y considerando que el jefe de la División debe estar informado le pido permiso para visitarlo.

Como siempre, don Enrique me recibe con la mejor de sus sonrisas y encarga a doña Teresa (su señora) que nos prepare un té como siempre que lo visito. Yo era en ese tiempo enemigo del alcohol y no tomaba jamás ninguna clase de bebida.

Mi frase favorita cuando se deseaba que bebiera: «La mejor bebida el agua y la mejor mujer la propia».

Después de tomar el té, habiendo saludado como siempre a doña Teresa, pasamos al despacho del jefe para cambiar impresiones y le planteo mis propósitos. Él conocía la muerte de mi enlace y los heridos leves de sus acompañantes. Sabía también que nosotros queríamos hacer la guerra con todas sus consecuencias pero sin que los civiles sufrieran castigos inmerecidos y hasta innecesarios cuando pueden ser suprimidos.

Le expuse mis ideas afirmando que el enemigo cambiaría pues nos tomaría en consideración, cosa que en esos momentos no sucedía ni por asomo.

Me hizo unas cuantas observaciones, y bien expuestas por cierto.

—Me supongo, señor Toral, que esto no lo hace como venganza por la muerte de su enlace. ¿Tiene pensado y tomar las medidas para que la reacción del enemigo no le cause muertes innecesarias? ¿No podía hacer ese bombardeo antes o después de domingo? Piense en lo que pueden decir por la misa.

—Para su tranquilidad le contestaré empezando por la última pregunta: les daré tiempo más que sobrado para que si a la misa asisten personas civiles que no les suceda nada desagradable y que ellos no puedan especular. Claro, me expongo a que si a los jefes no les gusta el fútbol se marchen antes de empezar el partido. Le prometo que la artillería nuestra no entrará en función hasta que el balón no entre en juego.

—Bien, eso me parece bien y confío en su palabra.

—Están tomadas todas las medidas para tener el mínimo de bajas suponiendo que las tengamos. Gastaremos un mínimo de munición de cada calibre pues por usted sé la penuria que tenemos. Para terminar, no quiero cansarle explicando las razones de por qué solicito autorización para darles una pequeña

lección, es por todos los muertos y heridos habidos y por haber en una lucha tan criminal y tan estúpida, y no me refiero solamente a los muertos no, me refiero a todos.

—Bien, Toral, que tengan suerte y a ver si después de esa pequeña lección que usted dice el enemigo cambia algo.

Con ese deseo de mi jefe de división salgo para mi sector para procurar que se pongan en práctica todas las medidas tomadas, tenemos tiempo más que sobrado para prepararlo pues hoy es viernes.

Le informo al comisario del resultado de la entrevista con el jefe de la División y él lo hace de la suya con su jefe.

Despacho con mi jefe de E.M y estudio sobre el plano el relieve que tiene cartografía (hecho por ellos) los mejores emplazamientos para la artillería. Me encuentro más que satisfecho porque estoy aprendiendo más cosas de cuanto pude pensar al principio de la guerra. En este sector hay elementos, medios y hombres capaces para enseñar al menos preparado cuanto tiene el deber de saber.

Habría que ser un torpón y no merecer la menor atención y consideración de nuestro pueblo si esta oportunidad la dejáramos pasar.

A mi jamás me dolieron prendas (y perdona la vulgaridad, creo que así se dice) para preguntar cuanto no sé, ni sabía, cuando no comprendía el valor o significado de una frase me la hacía repetir cuantas veces fuera necesario. Ellos piensan que aprenden algo de mí, pero yo estoy seguro de recibir más de cuanto entrego. Puede que con este pensamiento esté tan equivocado como con otros muchos, pero me gusta preguntarlo cuando puedo y por eso lo hago en este momento.

Se puede, si se tiene un mínimo de condiciones, ser un conductor de hombres o de masas; se les puede arrastrar con la palabra o con la acción en momentos decisivos. Pero no te seguirán si no demuestras en todo momento que eres lo que ellos desean ser y como les falta algo lo ven en ti.

Los hechos son más tozudos y concluyentes que las frases, lo interesante en esta perra y cochina vida es saber para qué servimos cada uno, colocar a cada cual donde más pueda rendir, desechar las lacras del egoísmo y la envidia, no tener temor alguno por elevar a puestos de más categoría que el propio si él vale más que nosotros.

Se realiza cuanto proyectamos sin el menor incidente y todo está preparado para realizar la pequeña operación de castigo en cuanto termine el acto de su misa. Ya veremos sobre la marcha, y sobre todo al final, qué reacción se produce en el enemigo y también en nuestra unidad, si el enemigo se comporta como espero y en algunos puntos del sector se sufren consecuencias desagradables por no seguir al pie de la letra nuestras instrucciones defensivas de protección.

Como hubiéramos previsto, terminada la misa en el campo enemigo, y cuando decimos campo no nos referimos solamente al frente sino el sector entre las Herreras y las Navas, pero más cerca de la primera, ordeno al jefe de artillería que abra fuego simultáneamente sobre los tres objetivos elegidos. El campo de fútbol donde dicen la misa, las Herreras y las Navas, incluido el castillo y en particular la carretera de las Navas a Peguerinos en cuanto salgan los vehículos que saldrán para socorrer a los heridos del campo. Insisto en mi orden de no castigar al pueblo mientras ellos no lo hagan sobre Santa María de la Alameda.

El fuego rápido debía ser solamente de una duración máxima de 3 a 5 minutos. La comandancia de artillería tenía la misión de hacer fuego de contra batería en cuanto el enemigo comenzara a replicar a nuestro fuego. El enemigo debió sufrir varias bajas en cuanto los camilleros empezaron su labor de recoger heridos del campo ordené alto el fuego.

—Camarada Toral, ¿crees tú que el enemigo procedería con lo mismo que nosotros?

—Pienso que no, pero si mal no recuerdo me parece que hay una disposición o acuerdo en Ginebra donde se acordó no hostilizar en ningún momento a los sanitarios. Puede que ellos no lo hagan pero nosotros no somos ellos y por lo tanto tenemos que proceder como nuestra conciencia nos dicte.

Ordeno alto el fuego sobre el campo de fútbol y sobre las Herreras por estar ya destruido pero sí continuar haciéndolo sobre el castillo y la carretera sobre todo vehículo que no sea ambulancia. El enemigo tardó mucho tiempo en reaccionar, lo cual fue un poco sorprendente para nosotros, pero puede que la causa fuera menos compleja de lo que a muchos camaradas le parecía. Podemos pensar que al asistir al acto de la misa, las baterías quedaron sin los sirvientes o mandos imprescindibles y cuando intentaron regresar perdieron más tiempo del deseado por el fuego de rastrillaje que nosotros hicimos sobre donde nos suponíamos estaban sus baterías.

Cuando el enemigo reacciona se han tomado todas las medidas y por lo menos dos baterías están emplazadas donde el enemigo tardará mucho tiempo en situarlas. Ha pasado un poco la euforia de todos nosotros en cuanto se comunica a todos los sectores que el enemigo dispara sus baterías todos están en sus puestos y por eso no tenemos ni una sola baja.

Orden: por cada disparo sobre la Santa María dos a las Navas y este sistema fue el único que nuestros enemigos entendieron.

Quería exponer cuanto antecede porque fue a partir de este día cuando el enemigo nos toma un poco en consideración y se terminaron los bombardeos estúpidos sobre puntos que no eran objetivos militares. Si estos pueblos hubieran sido posiciones fortificadas es normal que se pretendiera destruirlas con todas las armas habidas y por haber.

Cuando se me dijo en mi unidad que si nosotros batíamos las Navas ellos nos destruirían en Santa María, mi contestación fue la única que puede darse: «La guerra es la guerra». Desde el primer día yo duermo en una carpa pequeña y en cuanto tenemos tiempo nos hacemos chabolas subterráneas y si tenemos elementos incluso blindadas.

Tener el puesto de mando en un hotel no es imprescindible ni mucho menos; que los servicios pueden trabajar mejor sí, pero las tiendas de campaña pueden suplir la falta de edificios o vehículos apropiados.

Pudo ser una casualidad o coincidencia pero al día siguiente de la operación de castigo se pasaron seis números y un cabo. Creo sinceramente que los que estaban en las filas enemigas obligadamente tenían necesidad de ciertas acciones para decidirse a dar este paso tan serio de pasar de un campo al otro cuando el propio está en plan vencedor.

Jamás se nos había pasado en nuestro frente más de dos hombres en la misma fecha y siempre cuando teníamos contra batería, ¿razones? Es así como nosotros nos forjamos en la guerra y con esta frase no queremos decir más de cuanto puede decirse. ¡Es el pueblo, con todos sus defectos y todas las lacras heredadas de sus antepasados! Pero con la gran virtud de romper en un momento histórico con esa cadena que le impide dar cuanto en su corazón y cerebro encierra para bien de la humanidad.

Nuestra moral se fortaleció un poco más de cuanto ya lo estaba a pesar de todas nuestras derrotas y contratiempos. Esto solo se puede dar en un pueblo que sabe por lo que lucha y que sus dirigentes no tiene la necesidad de utilizar ninguna clase de terror para que ellos se autodisciplinen y hagan a esas minorías de incordios protestantes entrar por el aro de la organización. Yo no sabía ni sé aún cuántos comunistas, cuántos socialistas, cuántos anarquistas, cuántos republicanos y cuántos sin partido había en esta unidad como en las que había mandado anteriormente. Yo, miembro de PC y la JSU, no me preocuparé de hacer más proselitismo que demostrar a tirios y troyanos cómo había que conducirse para ganar la guerra, todos juntos y unidos bajo una sola bandera y esta no podía ni debía haber sido otra que la republicana.

Como decimos anteriormente, el enemigo había concentrado fuerzas en Las Navas y por el movimiento de luces durante un par de noches se podía deducir que estaban intentando impresionarnos, pues era circulación simulada con la finalidad indicada anteriormente.

Tenían todas las condiciones geográficas deseadas en su sector para concentrar y reunir cuantos quisieran en su frente sin recurrir a esos trucos infantiles en sectores de tan poca importancia como el nuestro. No pretendemos decir que ese sistema sea negativo, no, lo consideramos eficaz en muchos casos.

Veamos cómo se realiza la contraofensiva enemiga: al amanecer inicia su ataque tal y como lo habíamos realizado nosotros y a poco si consigue los mismos resultados que nuestras fuerzas. Perdemos la cota geográfica sin pena ni gloria, no fueron capaces de realizar cuanto se les había indicado. Los mandos de ese batallón tenían mucho que aprender, en particular su comandante. La cota militar no fue atacada seriamente y quizá esta fuera la razón de rechazarles sin grandes esfuerzos ni perdidas de importancia.

Retoman las medidas pertinentes para que se mantenga todo el dispositivo defensivo organizado en dicha cota. En el canchal las operaciones son totalmente favorables para nosotros, el enemigo ataca con el grueso de un batallón, pero a pesar de su preparación artillera no consigue dar ni un solo paso del punto fijado a nuestras armas automáticas.

Hemos visto ataques de unidades mejor o peor conducidas, pero no habíamos visto nada parecido a cuanto estaba realizando esta unidad franquista.

¡Qué jefe (su graduación no pude distinguirla) más eficaz en esta fase del asalto!

Los habíamos sorprendido totalmente con nuestro fuego, nuestras órdenes eran no hacer ni un solo disparo mientras no les tuviéramos al alcance de las bombas de mano aproximadamente. Habíamos presenciado parte de su marcha de aproximación, les permitimos hacer tranquilamente la toma de contacto, la zona elegida para intentar recuperar la posición era la menos indicada desde nuestro punto de vista.

Desearía ser lacónico y conciso en estos relatos pero hay multitud de razones que impiden lograrlo. En honor a la verdad de nuestra guerra, los que desean comprenderla y mucho más si quieren estudiarla deben saber cuanto sucedió en nuestro campo, pues lo sucedido en nuestra unidad sucedió durante meses en todo el ejército republicano y podemos asegurar algo más serio y trascendente: hubo unidades que no quisieron marchar por el único camino que por la incapacidad política de nuestros dirigentes nos había dejado el enemigo.

Cuando unas fuerzas no fragmentadas, cuando unos mandos de milicias no han vivido los momentos de tensión que se producen en el tiempo interminable de la espera, no es fácil comprender ni la inquietud ni los temores de lo desconocido ante algo que está, no en el ambiente, no, está a unos cuantos metros de distancia y lo está viendo moverse, ve cómo avanza con sus armas preparadas para matarle. Pero él tiene la orden de no hacer ni ruidos ni disparos, por eso y por cuanto en este orden puede decirse, el mando superior en este caso tiene la obligación de no dejarse impresionar por ninguna de las llamadas que se reciben pidiendo autorización para disparar antes de lo acordado y ordenado.

El jefe de ametralladoras se impacienta y le cuesta trabajo contener a sus hombres. Dice que para cuándo dejamos una oportunidad como esa.

El enemigo aumenta su rapidez en la preparación artillera y cuando considera que sus fuerzas están en posición de asalto eleva el fuego de su artillería. Es el momento esperado por nosotros y se da la orden de abrir fuego, pero eligiendo los blancos para no consumir munición tontamente. El enemigo intenta una y otra vez lanzarse al asalto pero las fuerzas están pegadas a su madre tierra y no es posible hacerles dar un paso más ante la densidad de nuestro fuego.

¡He aquí el papel de su jefe! Se dedica a recorrer escalón por escalón para dar con una garrota que lleva en la mano cariñosos golpes a sus soldados animándoles al asalto y seguro que aconsejándoles que se protejan mejor de nuestro fuego. Esto lo repite una y otra vez sin hacer la menor resistencia nuestro fuego, es durísimo presenciar cómo un hombre así puede ser abatido en cualquier momento por una bala cualquiera. Espero y deseo que nuestras fuerzas piensen como nosotros estamos pensando de este hombre. El comandante del batallón y el capitán de ametralladoras ya me habían contado sobre el valor de este magnífico jefe.

El enemigo tiene que desistir de su infructuosos ataques, no se les permite avanzar un solo paso y cuando intenten replegarse sufrirán varias bajas.

Me sorprende que un mando como el que dirige estas fuerzas sacrifique los hombres que está sacrificando para lograr un objetivo casi invulnerable por su fortificación y con un campo de tiro con una visual semi despejada en una profundidad de centenares de metros.

Sin la menor duda debe haber alguien que está por encima de él.

Todo esto me permite explicar al E.M. y a los comandantes del Batallón los errores del enemigo. La moral de nuestras fuerzas es grande y recibimos felicitaciones de la división y el Cuerpo de Ejército. En la posición se me pregunta incluso por los soldados si el enemigo insistirá más con sus ataques para intentar recuperar la posición. Tener presente que el enemigo tiene como norma no ceder ni un metro de terreno después de conquistado. Esto nos obliga a pensar en lo siguiente: antes del final de la jornada insistirán en un ataque más serio en los dos puntos perdidos para intentar recuperarlos, pero afortunadamente el esfuerzo principal lo harán por el canchal y Peñarrubia.

Se toman todas las medidas pertinentes para el esperado contra ataque enemigo y este se produce un par de horas antes de hacerse de noche.

El enemigo pudo retirar, mejor dicho replegar, un poco sus fuerzas para reorganizarlas y con unidades más nutridas intentar reconquistar sus posiciones perdidas.

Por fin se produce el ataque y lo hacen con el mismo dispositivo táctico y estratégico que los anteriores, la única modificación fue lanzar o poner más carne en el asador. Sinceramente es algo que nosotros no podemos explicarnos ni comprender, misterios de la táctica profesional.

La fuerzas atacantes son quizá más del doble de las de esta mañana pero a pesar de sus efectivos y de ser las líneas atacantes más fluidas ocupando más terreno seguimos pensando que no es este el punto indicado para recuperar las posiciones de Peñarrubia y el canchal.

Realizan algunos ataques demostrativos en todo el sector pero esto no nos impresiona y preocupa por haber tomado de antemano todas las medidas necesarias para no caer en la añagaza del enemigo. En la Atalaya fueron rechazados sin esfuerzo alguno, pero es necesario reconocer que ellos no pretendían otra cosa que distraer parte de nuestras fuerzas. El ataque enemigo fue apoyado por la misma cantidad de artillería pero una vez más su eficacia fue prácticamente nula, como había sucedido en los intentos anteriores. Esto no tiene nada de sorprendente por razones que para mandos con algunos conocimientos no pasan desapercibidas en una zona boscosa como la que tratamos.

Ciertamente que su densidad de fuego de armas automáticas había aumentado, pero ellos aún no conocían nuestros recursos defensivos e incluso ofensivos si nos lo hubiera permitido.

En los primeros ataques no quisimos emplear todo nuestro dispositivo de fuego esperando conocer las intenciones de nuestros enemigos y cuáles eran sus intenciones.

Esta tácticas no les hicieron ninguna gracia a la mayor parte de nuestras fuerzas y mandos que intervenían en la contienda, pero a mí no me impresionó ni poco ni mucho. En este caso como en otros anteriores se conocerán mis razones para proceder así.

Cuando el enemigo intenta despegarse del terreno, la compañía de ametralladoras que tenía la misión de localizar las enemigas lo mismo que sus fusiles ametralladores abren fuego sobre cuanto se mueve y sobre los puntos que pensamos tienen emplazadas sus máquinas.

Habíamos hecho unos cuantos disparos de artillería cuando el enemigo se replegó para reorganizarse. Si el enemigo se había apercibido de esto pudo hacer una conclusión falsa, pues sobre el terreno no hicimos la menor corrección, pero el jefe de artillería tenía en la primera línea un oficial con su teléfono para corregir el tiro para que no nos sucediera lo mismo que a ellos. La densidad o el tupido bosque mandaba tomar esas y otras medidas.

Castigamos seriamente al enemigo y sufre un gran número de bajas. Las nuestras no merece la pena mencionarlas por su número afortunadamente insignificantes.

Damos la orden de alto el fuego y ordenamos que mientras el enemigo tenga la intención de fortificarse cerca de nuestras posiciones no se le permita con nuestro fuego e incluso avanzando algunas de nuestras unidades de sus fortificaciones para que durante la noche no puedan fortificarse cerca de nosotros.

Mi E.M., como los comandantes, me pregunta si ciertamente espero algún ataque más del enemigo. Les afirmo que lo harán y quizá con algunos medios más que hoy.

—Yo me fortificaría lo más próximo a nuestras posiciones y sobre todo emplazaría todas las armas automáticas que me entregan para la ofensiva de mañana, pero nosotros no podemos perder tiempo y debemos adelantar algunas fuerzas durante la noche para que no puedan fortificarse cerca de nuestro dispositivo como yo intentaría hacerlo.

El enemigo sigue cometiendo torpeza sobre torpeza intentando recuperar sus posiciones prácticamente en ataques frontales. Nos facilitan la defensa como nosotros no podíamos imaginarnos: esto quiere decir que también nuestros enemigos tenían mucho que aprender sobre el arte de la guerra.

Como desgraciadamente la guerra durará mucho más de cuanto siguen pensando un gran número de participantes, tendremos tiempo sin dudarlo para seguir enjuiciando política y socialmente la catástrofe que para nuestro sufrido pueblo fue desencadenada por sus eternos enemigos, llamados salvadores de la patria.

El enemigo hace un intento más para consolidar sus posiciones ante el fracaso de recuperar las que perdieron, pero nuestras órdenes se cumplen y no se les permite que fortifique cerca de nuestro frente.

La noche transcurre con relativa tranquilidad y nuestras fuerzas están moralizadas para rechazar mañana cuanto el enemigo quiera lanzarnos.

La división me mandó una compañía de ametralladoras de un batallón de Carabineros magníficamente organizada y equipada, por si precisamos refuerzos ante los ataques del enemigo. Se me comunica por el jefe de la Tercera División que incluso si lo considera necesario puedo disponer de la Tercera Brigada de Carabineros mandada por Gustavo Durán (el compositor). Sigo pensando que afortunadamente no precisaremos estos refuerzos, pero el saber y conocer nuestra unidad que tiene cerca de sus posiciones una brigada para ayudarles al mismo tiempo que les da una gran moral les hace crecerse sobre sí mismos y nos piden que no les permitamos intervenir en la defensa de su sector porque ellos no permitirán que el enemigo avance ni un solo metro.

El jefe del Cuerpo de Ejército tiene opiniones la mar de sorprendentes e incomprensibles para nosotros. Me pide que mantenga las posiciones ocupadas sin tener bajas ni gastar munición. Pudo suceder algo desagradable ante su intransigencia y tono imperativo fuera de lugar, con un planteamiento antitáctico y por lo tanto antimilitar. ¿Cómo se puede plantear seriamente la pretensión de poder defender una posición sin consumir munición y sin tener bajas? Con esa mentalidad se pueden sustentar títulos cargos y grados de cualquier empresa pero no el mando de un cuerpo de ejército en plena guerra moderna.

Enfrascados en una contienda con unas características y modalidades como jamás se habían dado en nuestro país, era necesario romper con todos los moldes anticuados de nuestras escaramuzas en Marruecos, frente a un enemigo pertrechado de material moderno y con unos consejeros internacionales cargados de historia militar como los alemanes.

No podemos olvidar, y sobre todo no debían olvidar ellos, nuestros mandos profesionales, defensores de la República (ese título sí les dignifica), que tenían enfrente a los llamados justamente africanistas, con una experiencia de mando y lucha que ellos no habían logrado alcanzar a pesar de su preparación y años de servicio.

Era necesario hacer grandes esfuerzos para aguantar esas estúpidas frases de un mando superior y no dejarse dominar por el pesimismo y el derrotismo. Esto lo podríamos soportar solamente por nuestro entusiasmo político a pesar de carecer de la preparación política necesaria para una situación tan compleja como la que unos y otros nos hacían vivir en cuanto podía manifestar su auténtico sentir.

Con estas incidencias e incomprensiones hacemos frente al enemigo con sus contraataques y conseguimos rechazarle en todos sus intentos. Cuando le pareció bien dejó de atacarnos y se limitó a castigarnos con más o menos frecuencia. Podíamos apreciar que él no carecía de munición para realizar ese hostigamiento.

Deseamos una vez más resumir nuestras experiencias por ser importantes para nosotros y lo haremos de forma y manera que todos seamos autocriticados y criticados.

1º No debí situar mi puesto de mando de combate donde fue situado, para conseguir atraer el fuego enemigo sobre un punto determinado no es necesario hacerlo tan real como lo hice.

2º Debí prestar más atención a la Atalaya, y en ese caso no hubiéramos perdido la cota geográfica. No es lo mismo para la moral de las fuerzas dejar una posición que perderla por estar mal organizada.

3º Cuando conquistamos El Canchal y Peñarrubia debí ordenar y acompañar a nuestras fuerzas en la persecución del enemigo sin temor a la visión del conjunto.

Cómo hubiéramos procedido nosotros desde el campo enemigo:

1º No intentando con ataques frontales pretender recuperar unas posiciones fortificadas que podían defenderse solo con lanzar piedras.

2ºNo insistir una y otra vez cuando no se logra superioridad de un fuego propio y cuando el enemigo nos demuestra tener una firme moral.

3º Atacar siguiendo el curso del río, del ferrocarril, amenazado con ocupar la estación para embolsar las fuerzas enemigas de la Atalaya, el Candeal, Peñarrubia y por lo tanto Santa María de la Alameda.

4º La mejor solución hubiera sido no realizar ningún ataque por ser posiciones que para ellos solamente tenían un valor relativo.

Sacrificaron hombres inútilmente en algo que militarmente para ellos no tenía valor alguno. Fue solamente una decisión de soberbia y despecho por su pequeño fracaso.

Sacamos un gran partido a sus noticias deformadas de las operaciones: decían habernos causado unas 4500 bajas durante el curso de las operaciones, algo sorprendente debía suceder en ese sector para dar esas noticias tan contraproducentes en todos los órdenes. La 32 Brigada Mixta tenía esas fechas con todos sus elementos unos 4000 hombres, pues éramos una de las unidades más numerosas.

Nuestras fuerzas sacaron la conclusión de que esas bajas las habían sufrido ellos, pero yo insistí en que ese número era demasiado elevado para los combates desarrollados.

Indisciplina de un batallón.

La única consecuencia desagradable se produce cuando uno de los batallones es relevado por el otro de la unidad más descansada, y este le incita a desfilar por delante del cuartel general y la escuela donde estamos en una de las clases organizadas para comandantes y capitanes gritando: «¡Queremos ir a Madrid a gastarnos el dinero con las gachís!». Nadie, y menos que ellos los comandantes y capitanes francos de servicios, quiere entender lo que oímos perfectamente donde estamos situados. Quizá yo fuera el más sorprendido de todos y por eso no entiendo lo que gritan. Mando a mi ayudante a informarme y en ese momento pasan una vez más por delante de nosotros dando los gritos indicados anteriormente.

Esto me recuerda lo pasado en Somosierra y me obliga a cortarlo de forma ejemplar.

Cuando el comandante de la unidad está sin saber qué hacer y quiere tomar medidas por su cuenta, le mando esperar y pido a nuestro cornetín de órdenes que toque generala y que la unidad forme equipada en la explanada frente a la comandancia.

Todos los componentes de la unidad sabían que los permisos habían sido suprimidos y más cuando se trataba de unidades completas como compañía y batallón. Esto no era un secreto para nadie, se había publicado en la orden del día y en nuestro periódico durante varios días. ¿Por qué se produce este conato de indisciplina y sublevación en el momento más delicado de nuestra guerra y cuando la unidad ha demostrado ser capaz contener al enemigo?

Yo no soy el más indicado para sacar las conclusiones pero el batallón que releva al indisciplinado es el de todos los conflictos hasta la fecha.

La unidad responde al toque de generala y como un solo hombre con sus mandos a la cabeza forman en la explanada formando un cuadro.

Acompañado del Estado Mayor me sitúo en el centro del cuadro, me adelanto un poco al EM y serenamente, y jugándome el todo por el todo, ordeno al cornetín tocar atención y cuando reina el silencio impresionante me dirijo al batallón en estos términos:

—¡Camaradas, en estos momentos históricos para nuestro pueblo se conducen ustedes como si fueran fascistas!

Suena una voz que grita:

—¡A matarle!

Este grito no me hace perder la serenidad ni la cabeza y mando tocar atención otra vez. Ordeno cambiar la formación y al E.M. que se coloque alejado de donde yo me encuentro (se tarda más en escribir lo que lo que se tarda en adoptar este dispositivo).

Cuando todos estamos situados como yo deseo continuo mi arenga diciendo:

—Tengan en cuenta que es ahora cuando pueden disparar sobre mí sin que ninguno de ustedes corra peligro alguno. Repito lo que dije antes y escuchen lo que tengo que seguir diciendo. Se conducen como si fueran fascistas porque con su conducta le hace el juego al enemigo consciente o inconscientemente. Piensen por un momento en lo que podía suceder si en este y en todos los frentes cada uno se marchara cuando a él le diera la gana. Por esto y por cuanto podría suceder diré cuanto pienso de quienes se conducen como ustedes. Tengan presente que me da lo mismo morir a manos de unos que de otros fascistas.

En ese momento se me comunica que ha sido detenido el que había dado el grito de «A matarle».

Mando en su lugar descanso y me reúno con parte de E.M. y el comandante del batallón. Me dirijo al detenido y sentado ante mi mesa, ordeno al soldado que haga lo mismo. Rehúsa hacerlo y ordenando que se marchen cuantos no sean el comandante del batallón, el comisario, mi jefe de EM, el comisario de la brigada y mi ayudante le digo:

—Dese cuenta lo fácil que es matarme a mí.

Sacando la pistola, la monto y cogiéndola por el cañón me la coloco frente al corazón y le digo:

—Venga, no tengas miedo, meta el dedo en el disparador y no deje de apretar mientras quede un cartucho en el cargador.

Me supongo que el pobre muchacho jamás había pasado momentos peores que los que estaba pasando. Por las caras de todos los asistentes o presentes me parece que les sucedía lo mismo, cuando el soldado empezó a llorar, pero un llanto de hombre sin suplicar ni rebajarse servilmente. Cuando yo le insistía en que disparara ahora lo único que dijo fue:

—Perdóneme, pero yo no quería decir que le matáramos, lo que sucede es que cuando usted nos llamó fascistas yo perdí la cabeza y no sé lo que dije. Que me fusilen, pero no pida que yo le mate a usted.

Deseando terminar este asunto ordeno que se reintegre a su unidad que sí que formaba y cuando intento salir el comandante del batallón y los comisarios dicen que es un asunto gravísimo y que debe formarse un tribunal para juzgarle. Les pido que me dejen terminar este asunto enojoso a mi manera y que después charlaremos y les daré toda clase de explicaciones. Me lo conceden y salimos adonde se encuentra el Batallón armado y formado.

Cuando nos situamos todos en nuestro puesto como al hacer acto de presencia habían mandado firmes, mando atención y en su lugar descanso. Pregunto al batallón qué castigo merece el que había gritado que me mataran y todos o casi todos gritan que el fusilamiento. Esta actitud, que es humana, me parece brutal, antisocial y sobre todo antisolidaria.

La conducta de este soldado es solamente la obsesión del sentir de todo corazón por haberte dejado influenciar por quienes consciente o inconscientemente hacían el mejor servicio a nuestros enemigos. ¿Cómo se puede pedir el fusilamiento de un compañero que su único delito fue ser el portavoz del sentir de ese momento de la indicada unidad? ¡Por haberse dejado influenciar por quienes no son capaces de comprender que la guerra es algo más que unas cuantas frases más o menos grandilocuentes!

Cuando me permiten hablar, me dirijo a los presentes, a los ausentes y en particular a los coautores únicos responsables de cuanto pudo suceder trágicamente para servicio del enemigo.

—¡Camaradas, soldados, clases, oficiales y jefes! Nosotros no podemos permitir que este camarada sea fusilado porque todos, absolutamente todos los componentes de la unidad tienen la misma responsabilidad. Ni vuestro comandante ni algunos capitanes que estaban junto a mí están exentos de responsabilidad en este bochornoso incidente que, como al principio os dije, solamente beneficia a nuestro enemigo. Con esto quiero decir que el incidente queda zanjado por mi parte y pido una vez más a todos los componentes de la unidad que piensen y mediten en los momentos históricos que nuestro pueblo está viviendo. Nos esperan incontables penalidades y sacrificios pero podemos justamente vanagloriarnos de ser uno de los primeros pueblos del mundo y no sabemos hacer frente al más cruel enemigo de la democracia y en particular de los trabajadores del planeta: el fascismo, instrumento mecánico del capitalismo, puede ser derrotado y aniquilado como lo fueron en otros períodos de la historia cuántas fuerzas pretendían impedir la marcha del progreso.

Mandé romper filas y todos regresamos a nuestros puestos de más o menos responsabilidad para seguir trabajando en el mismo objetivo pero por caminos distintos. Me consta que no todos fueron capaces de comprender mi conducta en este delicado asunto y menos aún los mandos que los soldados. Una vez más seremos criticados pero nosotros continuamos el camino emprendido.

Lo fundamental para quien pretenda crear algo distinto a cuanto hacemos por costumbre, imposición o por leyes que pueden ser útiles en momentos determinados, será arrostrar las consecuencias de las críticas por dicha decisión sin miedo ni temores a las consecuencias que pueden derivarse de tales actitudes.

Algunos pueden pensar que impedir que un hombre (un soldado) pase por un tribunal militar donde será juzgado sumarísimamente y condenado a muerte sin apelación de ninguna clase y fusilado por un delito gravísimo, pero esta aplicación de la justicia militar nos produciría una baja más en nuestras filas y la desmoralización de casi toda la unidad.

Que este acto humanitario político militar revolucionario podría producir consecuencias imprevisibles, atentando contra la disciplina de toda organización paramilitar, en particular la militar, debe tener como el arma más preciada para su eficacia, es algo que seguramente podemos afirmar con la rotundidad que deseamos dar a cuanto es imprescindible en toda organización masiva o multitudinaria, pero no perdiendo de vista nuestra situación político-militar y por lo tanto las características de nuestra desgraciada guerra.

Estábamos creando un ejército que debía ser superior al del enemigo, pero desechando de sus reglamentos cuanto para nosotros no era viable por causas que no hay que repetir.

Para conseguir una disciplina invulnerable a toda contingencia es necesario pasar por la autodisciplina más eficaz y esto era una labor de los comisarios políticos en las unidades, no pretendiendo aplicar en las nuestras los métodos conocidos de otros ejércitos capitalistas e incluso socialistas.

Queremos decir que, ante este caso de indisciplina de provocación inconsciente, no podíamos adoptar las medidas normales en casos parecidos en todos los ejércitos. No fue miedo ni temor a las consecuencias que pudieran derivarse de un fusilamiento. Dejamos bien sentado que el responsable fue la unidad y la unidad no podía ser condenada colectivamente.

Por cuanto antecede no teníamos el menor temor de que nuestra disciplina fuera quebrantada ni vulnerada por nuestro aparente sentimentalismo. Solo era cuestión de formación, de educación y de preparación político militar o militar política.

Pero cuanto antecede no quiere decir que para mí fuera insuperable el adoptar la medida más adecuada para salvar el todo, sacrificando si fuera necesario a la parte. Pensamos haber conseguido un triunfo de la mayor importancia no dejando ni permitiendo que intereses, o fuerzas interesadas en nuestra derrota, pudieran lograr en este caso el menor triunfo.

¿Qué hubiera sucedido si en la unidad se hubiera creado un tribunal para un consejo sumarísimo? Podíamos haber mandado al acusado al tribunal de la división y de esta forma nos desentendíamos directamente de este problema sin aparente importancia ni trascendencia ante cuanto sucedía cotidianamente en todos los frentes.

Pero eso hubiera sido totalmente negativo para cuanto nos habíamos propuesto lograr en el transcurso de nuestra contienda. Debían ser los tribunales legalmente constituidos quienes podían juzgar desapasionadamente aplicando la ley con esas reglas inmutables las condenas que los supuestos delitos merecieran.

¿Pero se podía en el 1936 reunir un tribunal que no estuviera influenciado por el caos creado por los llamados salvadores de la patria? ¿Hubiera sido eficaz un juicio o consejo sumarísimo sin la presencia total o la mayor parte de cuantos tenían la misma o más responsabilidad que el detenido?

Cuando el enemigo del pueblo y por lo tanto de la justicia nos ataca ininterrumpidamente, no podemos permitirnos la estupidez de perder el tiempo para crear o aplicar una ley que sería, en este caso concreto, totalmente inaplicable por el lugar y el tiempo. No pretendemos justificar nada de nada pero pensamos haber procedido lo mejor que supimos pensando siempre en la eficacia de la medida, tomando en consideración el presente y el futuro de nuestro pueblo.

Esperamos que con esta decisión seremos capaces de terminar con las incomprensiones y las maniobras difamatorias de quienes no son capaces de vivir sin protagonismo de primera fila pero totalmente inmerecido. Seguiremos intentando marchar al compás que la historia de la clase trabajadora nos impone y procuraremos hacernos acreedores a tanto honor inmerecido.

La guerra sigue su marcha destructiva y en todos o casi todos nuestros frentes donde existen objetivos interesantes para el enemigo se realizan ataques que dan al enemigo más posibilidades para mejorar su posición. Seguimos nuestro trabajo de capacitación en todos los escalones de la unidad y es maravilloso ver y poder palpar de las formas más sorprendentes cómo todos, sin la menor excepción, pretenden asimilar cuanto se les enseña.

Desaparece a marchas forzada el analfabetismo y la superación en todos los órdenes es de lo más notable. Desaparecieron de las trincheras parapetos y fortines, los piojos y toda clase de insectos y las inmundicias. Sanidad tiene la misión de terminar con toda clase de enfermedades contagiosas.

Conseguimos tener y crear una unidad capaz y con la salud deseada para hacer frente a todas las calamidades de la guerra que nos imponen los franquistas y sus aliados internacionales; pues ellos los tienen en cantidades superiores a cuantos vinieron voluntariamente a defender la República y la democracia mundial.

Sí, parecerá sorprendente, pero fue en nuestra guerra donde se dieron las primeras batallas en defensa de la democracia mundial. Cuando nuestros dirigentes políticos pudieron hablar fuera de nuestras fronteras intentaron hacer ver a los pueblos el peligro que les afectaba y la inminencia de pasar por los sufrimientos de nuestro pueblo. Si ellos permitían que nuestra sentimental y plañidera democracia fuera aniquilada por su interés en hacer ver a sus gobiernos que la funesta política de no intervención la podían pagar más o menos tarde.

Dolores, en Francia y en otros sitios, habló del peligro inminente para toda clase de libertad desde la humanidad si el fascismo y el nazismo unidos al franquismo no eran derrotados en España. El capitalismo monopolista financiero no tenía el menor interés porque la democracia española aniquilara a su engendro más preciado. Hubiera sido una participación directa en la destrucción de su obra más perfecta y la única capaz de contener bajo su dirección a las puertas del progreso humanitario.

Inés y la obra Nuestra Natacha.

Se reconstruye la iglesia de Santa María de la Alameda en la cual se dan funciones de teatro para las fuerzas de la brigada y los campesinos del pueblo, con los cuales mantenemos las mejores relaciones en todos los sentidos. Se les presta toda clase de ayudas y nuestros soldados comparten con ellos toda clase de trabajos y alimentos e incluso prendas de vestir. Están considerados como unos más de la unidad.

Para la representación de Nuestra Natacha, en la cual participan dos compañeras miembros de la unidad que se encontraban con permiso en Madrid para resolver unos asuntos de la unidad, se niegan a regresar y tengo que dar la orden de que salga un coche de la unidad para detenerlas y que regresen a la unidad para poder celebrar la función. La función no puede suspenderse porque habíamos sacado un batallón del frente para que pudiera ver la repetida obra.

Las camaradas milicianas de la cultura regresan detenidas acompañadas del padre de Inés, esta camarada es la que yo deseaba hacer mi mujer pero como el jefe de transportes es su novio a mí no se me ocurrió en ningún momento decirle nada de nada.

Se presentan en mi puesto de mando y ellas me explican las causas de negarse a venir al frente para hacer los papeles que tenían asignados en la obra. Tenían que regresar en su camión de la unidad pero los soldados que venían en él desean que las pobres chicas hagan el viaje en la caja del camión. El oficial de la representación de la Brigada no fue capaz de organizar la expedición cómo era su deber de hacerlo. Seguro que las chicas no corrían ningún peligro. Las señoritas debían haber venido en la cabina del camión pero ni se le ocurrió y me informó mal.

Aclarado cuanto antecede, di las explicaciones pertinentes al padre y a las camaradas, fueron acompañadas hasta el teatro para ver si trabajaban como sabían hacerlo. Su conducta fue normal y lo hicieron tan bien como sabían. Vi parte de la obra y como tenía mucho que estudiar me retiré a mi despacho para seguir trabajando y aprendiendo algo.

Este pequeño incidente tuvo su repercusión positiva en varios sentidos. Cuando los desconfiados y derrotistas creían que no se celebraría la función y se las prometían felices para seguir incordiando sobre la moral de las unidades y sobre la incapacidad del mando de la unidad, sufrieron el golpe definitivo perdiendo la confianza de quienes por ignorancia o por cálculo les habían seguido hasta ese momento.

Es algo que jamás podré comprender en situaciones tan delicadas, tan determinantes y decisivas como las que vivía nuestro pueblo en todas las escalas y estamentos sociales. Comprenden que al decir pueblo queríamos decir que él solamente sufría las desagradables consecuencias de los incontrolados indeseables ambiciosos que para lograr cuanto se proponían no reparaban en medios ni recursos para lograr su protagonismo inmerecido.

Recurrir a lo más repudiable era algo consustancial con su miserable egoísmo ambicioso. Me desagrada tener que repetir tan frecuentemente estos desagradables recuerdos pero la historia de nuestra gloriosa resistencia para defender la democracia y los derechos humanos de todos los pueblos del mundo me acosan para no seguir silenciando cuanto debe ser conocido por quienes seguirán sufriendo en su propia carne lo que nuestro pueblo sufrió, como le había sucedido a otros muchos en el desarrollo ininterrumpido de la humanidad.

Es esta desagradable lucha sin cuartel, para lograr ocupar cargos inmerecidos en los puestos de dirección sin el menor conocimiento para defenderlo, lo que nos obligó a quienes solamente teníamos una meta, que era y es la defensa de los intereses de nuestro pueblo a salir a la palestra para hacer frente a quienes solamente tenían una finalidad: unos ser figurones y otros defender sus intereses particulares que en el fondo coincidían con los de nuestros enemigos.

¿Qué podía importarnos a quienes sabíamos que no teníamos un mínimo de conocimientos ni condiciones para ocupar en justo derecho unos cargos y puestos para los que no estábamos preparados, el que otros más capacitados lo hicieran? Nada ni nada. Pero si dejábamos el campo libre a quienes estamos censurando, hubiéramos sido tan miserables como los criticados.

Reorganización de la Brigada.

¡Cuando no pudieron desplazarme de la unidad, mis enemigos recurrieron al ministro de la Guerra! Este acontecimiento lo conocí más tarde y sinceramente no me sorprende lo más mínimo, ocupé cargos o puestos inmerecidos que jamás solicité ni deseaba. Pero si nosotros, la 32 Brigada Mixta, no éramos capaces de terminar con cuanta miseria impedía llegar a ser una de las mejores unidades de la República, no seríamos dignos de los sacrificios de nuestro pueblo y de los hombres que en nosotros creían firmemente.

La unidad sigue fortaleciéndose en todos los órdenes político-militares. Los milicianos y milicianas de la cultura juegan un papel podríamos decir que decisivo, su labor fue altamente encomiable y termina con los analfabetos y otras lacras de las trincheras.

Las clases para cabos y sargentos marchan bien y el interés es grande en todos los componentes de la unidad para aprender cuanto se precisa saber para matar y que no pueda hacer lo mismo nuestro enemigo, esto es brutal o criminal, pero esto es la consecuencia de toda guerra.

Ponemos ya en práctica el embrión para hacer cabos, y cabos para sargentos y sargentos para oficiales. Todos los mandos estudiamos cuanto precisamos para ser dignos de nuestros soldados y pueblo. Visito cuando puedo los frentes de mis vecinos y cambiamos impresiones los cuatro jefes de brigada más próximos: Tagüeña, por mi derecha; Martín Gonzalo, por mi izquierda, y Cabezo, que enlaza con Martín Gonzalo por su izquierda.

Martín Gonzalo es capitán profesional de las fuerzas de asalto, estupendo camarada y enterado de su profesión. Cabezo es también de milicias pero hombre muy bien preparado culturalmente, siento no recordar su profesión. Tagüeña es un intelectual dirigente de la JSU y casi, o sin casi, un catedrático. Los tres me parecen hombres con interés por la causa pero un poco distintos entre sí. Con el que más confraternicé fue con Cabezo; Martín Gonzalo me fue simpático pero no tengo elementos de juicio para enjuiciarle. Tagüeña me pareció un poco engolado, no quiero decir que lo fuera, no lo traté lo suficiente como para conocerle.

Afirmo que el menos preparado era yo y lo digo y lo reconozco sin la menor reserva ni despecho de ninguna clase.

Cuando termina mi labor durante el día, siempre que puedo, me presento en la división acompañado en varias ocasiones con mi jefe del E.M. y trabajamos algunas veces con el jefe de la División don Enrique Fernández de Heredia, su jefe de E.M. el camarada Arregui y el ayudante del jefe de la División Albiat.

En la división trabajamos y se estudió en todo momento la situación real del frente y la marcha de la Guerra. Un día visitó la división el que fue general Matallana y cuando me presentaron hizo un comentario que quizá fuera sincero: «Si yo hubiera tenido el dinero que usted tenía no estaría en España, estaría en el extranjero».

Esto, maldita sea, no me hizo ninguna gracia, si fue sincero tuvo el valor de hacer esa declaración delante de gran número de jefes profesionales y de milicias. Había una leyenda sobre mi fortuna y, como otras muchas cosas, había sido deformado.

Cuento esto porque cuando nuestra situación era delicadísima este hombre soltó seguramente lo que pensaba o quizá fue una frase de las muchas que decimos desafortunadamente.

Sinceramente no me agradó, pero jamás se me ocurrió utilizarla en ningún sentido.

Hay rumores de una seria ofensiva por nuestra parte y se me dice que seguramente participará nuestra brigada. Le hago ver al jefe de la División lo mal que estamos dotados de material y que sería deseable que nos entregaran ametralladoras y fusiles ametralladores modernos. Carecemos de morteros del 50, y del 80 nos sucede lo mismo.

Todas las armas automáticas que tiene la unidad son anticuadas y estaban en desuso, pero afortunadamente tenemos un maestro armero y jefe de ametralladoras que hace milagros, el comandante Arias es un buen elemento, y le saca partido a cualquier cacharro.

Habíamos conseguido en Madrid una media docena de fusiles ametralladores checos, esto era lo único moderno que teníamos en la unidad. Estábamos dotados con fusiles de dos calibres, en armas automáticas tenemos tres calibres y por mucho tiempo no habrá la menor posibilidad de tener un solo calibre. Con la artillería sucede otro tanto pero con este material tenemos menos complicaciones. Nuestros equipos son de lo mejorcito que tiene el Ejército Popular: se terminó con las prendas de paisano y multicoloristas, todos nos cortamos el pelo y desaparecen barbas y bigotes.

Sin la menor duda estamos en condiciones casi magníficas de hacer frente al enemigo y de jugar un papel airoso en cualquier gran unidad del Ejército Republicano e incluso de los que tenemos enfrente.

Sinceramente, y sin engreimiento de ninguna clase, tenemos una unidad compuesta y formada por los mejores soldados, clases, oficiales y jefes que nuestros pueblos y ciudades habían mandado a todos los frentes.

Podíamos considerarnos o mejor dicho la unidad podía considerarse como una de las más distinguidas entre las muchas que escribieron páginas de gloria en defensa de los derechos de nuestro pueblo y en defensa de la democracia mundial.

Nuestros artilleros, esos muchachos que habían dejado sus clases, sus aulas y algunos sus cátedras, se habían convertido de la noche a la mañana en admirados cuadros de mando y lo mismo podían mandar una pieza directriz, qué una batería o una agrupación artillera.

A los pocos meses de contienda para ellos no había secretos en su nueva profesión y enseñaron cuanto sabían a quienes estaban bajo su mando. Podemos afirmar que fueron capaces de crear sirvientes eficaces y mandos con la capacidad imprescindible para una guerra totalmente distinta a cuanto nuestros ejércitos y quizá otros desconocían. Para nosotros, ignorantes e indocumentados de las artes marciales, no es nada fácil el hacer historia de cuanto fueron capaces de hacer y crear nuestro inmortales artilleros creados y forjados en plena guerra y sobre la marcha.

Puede que quienes mejor puedan y deban enjuiciarles sean sus enemigos del campo contrario. Ellos, con conocimiento de causa, pueden decir lo que nosotros silenciamos por ser parte interesada en la contienda.

Deseamos cerrar este proceso de transformación y podríamos decir creación de algo que puede ser la base fundamental para causa superior si, como tememos, desgraciadamente la guerra continua. Fue una fase distinta a la primera y si bien no podemos considerarnos satisfechos de nuestro trabajo o labor realizada, sí podemos afirmar que logramos aprender cuanto para nosotros fue un permanente descubrimiento.

¡Cuando se bebe en las fuentes del saber de los pueblos todo resulta maravilloso y los conocimientos adquiridos no pueden olvidarse en ninguna de las fases de nuestra vida! Las miserias, las apetencias injustificadas, el oportunismo, el egoísmo y otros muchos ismos más que no merece la pena repetir pasan desapercibidos ante las virtudes de nuestro pueblo. Esas maravillosas madres que gritan y animan a sus hijos para que sigan defendiendo la libertad y la democracia. ¡Esas preciosas y encantadoras muchachas que desean estar, y algunas lo consiguieron durante poco tiempo, en los frentes aportando a la lucha cuanto la sagrada libertad merece!

Conociendo y habiendo vivido estos gloriosos días de lucha donde cada cual aporta desinteresadamente en su inmensa entrega cuanto es capaz de dar, es algo inenarrable para nosotros pero que nos obliga cotidianamente a intentar superarnos para ser dignos del heroísmo incomparable de nuestro inmortal país. Las organizaciones de mujeres y muchachas antifascistas que visitan los frentes en cuanto les es posible, que expanden rayos de luz luminosa impregnados de esperanza, en días soñados durante años y años deseados para el bienestar de la humanidad. Solo con su presencia nos hacen olvidar todas las miserias de esta cochina guerra. Les prometemos hacer honor a sus impagables atenciones y comportarnos en todo momento con la entereza, el valor y el espíritu de sacrificio que su gesta requiere. Les prometemos luchar contra los enemigos de la democracia y los enemigos de las libertades de nuestro pueblo con toda la entrega y valor que nuestra común causa requiere y merece.

También les prometemos revolucionariamente no ensañarnos en ningún momento con nuestros enemigos. Haremos la guerra con todas sus consecuencias pero demostraremos a nuestros enemigos que el ejército revolucionario de la República española es, por encima de todo, humanitario.

Relevo del frente.

De la segunda fase de nuestro aprendizaje podríamos seguir diciendo cosas, pero consideramos que por ahora es suficiente y pasaremos a contar cuanto hicimos y dejamos por hacer en la tercera.

Se confirma que dejaremos Santa María de la Alameda y que pertenecemos a la 35 división internacional mandada por el general Walter. Para incorporarnos a la 35 debemos ser relevados por la 12 Brigada Internacional. Esta brigada está compuesta por franceses y otros internacionales pero también por un número respetable de españoles. Se presenta el coronel Dumont y estudiamos sobre el plano y el terreno las posiciones de la 32 brigada que ocupará durante la noche la 12 brigada.

Se hace el relevo sin novedad alguna y nos mandan acampar en la zona de Villanueva de la Cañada. Ponemos en práctica por primera vez en este frente, y quizá fuera en casi todos los republicanos, la obligación de estar como mínimo 24 horas junto a los mandos entrantes los que salen destinados a diferentes frentes.

El mando saliente tiene la obligación de asesorar y ayudar cuanto pueda a quien, no conociendo las costumbres del enemigo, puede sentirse desconcertado y desorientado. Con esta medida elemental de seguridad no puede darse ningún caso grave de nerviosismo en mandos ni soldados.

Durante la noche permanecimos en el sector todos los jefes del Batallón y el de la brigada acompañado de una parte del E.M.

Los artilleros recibieron la orden de mantenerse en sus puestos hasta nueva orden. Como jefe de la unidad les prometí reclamarles en cuanto la 32 pudiera disponer de artillería propia.

Puede ser que el enemigo no se diera cuenta del relevo, pero es un poco sorprendente pues a pesar de haber tomado todas las medidas pertinentes para lograrlo no es nada fácil. En estos casos siempre se producen pequeños incidentes y torpezas que pueden alertar al enemigo.

El terreno se presta, por ser compartimentado, para mover y desplazar fuerzas si somos capaces de eludir la observación enemiga desde los observatorios que debe tener en Santa Catalina y en otras cotas que dominan algunas parcelas de nuestro sector. La marcha de la 12 se hizo durante la noche del día anterior al relevo, en camiones totalmente espaciados sin tomar más medida que las precautorias por si el enemigo mandaba algún avión de reconocimiento.

Se aproximó la Brigada hasta una distancia prudencial para que en una pequeña marcha, a la noche siguiente, se pudiera hacer el relevo sin utilizar durante la noche ningún vehículo. Empleamos el mismo sistema para retirar la 32. Prueba que el enemigo no se dio cuenta de nada fue su silencio total durante las 48 horas que permanecimos en el sector que han querido para nosotros y no por su belleza solamente.

Creemos haber dejado buenos amigos en todos los pequeños pueblos situados dentro de lo que fue nuestro sector y recomendamos a todos los componentes de la 12 brigada que se comporten con los campesinos y con los habitantes que se resisten a dejar sus casas, con la delicadeza y tacto que saben hacerlo.

Considerando su formación política, su preparación militar y lo que es más importante su envidiable disciplina, podemos marchar tranquilos a los frentes que quieran mandarnos, pues este quedó en magníficas manos. Nos despedimos de Santa María de la Alameda, Navalespino, Roble Redondo, La Hoya y La Paradilla.

Ya no podemos hacer excursiones sobre peguerinos ni castigar las Herreras y las Navas cuando el enemigo nos cañonea indiscriminadamente sin perseguir el menor objetivo militar.

Con Walter en la 35 división.

Nos sitúan provisionalmente en las zonas de Villanueva de la Cañada y Boadilla del Monte y estamos por tanto a las órdenes del general Walter. Todos los días, Walter nos reúne a los jefes de brigada y a nuestros jefes de E.M. Sobre el plano se explican las operaciones y misiones de la División, nos dan algunos datos de las operaciones a realizar por las unidades que pueden enlazar con las nuestras, pero esto lo hacen sin entrar en detalles, que en caso de indiscreciones o algo más serio podría crear situaciones peligrosas al conjunto de las operaciones.

Se aprenden cosas importantes y emplean un sistema que a mí me parece conveniente: sobre el plano nos marcan a cada cual la misión a realizar, y me parece que cuando nosotros repetimos sobre el plano las misiones a realizar ellos nos toman una foto. Las primeras veces no pude localizar al fotógrafo pero no tengo la menor duda de que sucedía tal y como indico. En el fondo esto me parece normal y necesario cuando no hay tiempo para mandar una orden escrita, pero sin esconder la máquina, pues no veo la razón de esa medida que puede ser mal interpretada.

Parece que nuestra misión es ser la reserva de la división en la primera fase de la operación. Veamos cómo está formada la División y a qué Cuerpo de Ejército pertenecemos. Dependemos orgánicamente al V Cuerpo de Ejército mandado por Modesto y este está formado por la 11 división mandada por Líster. 45 división mandada por Campesino y 35 división mandada por el general Walter. Como decíamos anteriormente, la 35 división está compuesta por tres brigadas, dos internacionales y la 32 brigada, en la cual, hasta la fecha, no tenemos ningún internacional.

Le pregunto al general si puedo visitar los frentes de las unidades que participen en el sector de nuestro C de E y me pregunta que para qué. Mi contestación le pareció bien y me parece haber logrado con la pregunta una consideración que para otros jefes de brigada no tenían. Comprendía y hablaba aceptablemente el castellano, le interesaba saber cómo pensábamos sobre la marcha de la guerra y cuál era el estado de nuestras unidades.

Organización, disciplina y armamento eran sus preocupaciones, no perdíamos una hora del día sin trabajar en el campo. Cada día que transcurre tengo más confianza con el jefe de la división y esto me permite plantearle muchas de las necesidades que tenemos. Le pido que nos permita hacer maniobras con los tanques por si operamos con ellos, pues al desconocer la capacidad de este arma importante, los soldados y mandos no somos capaces de valorar lo que puede pedírseles. Nos sucede lo mismo con la artillería y otras armas de más o menos importancia. Está demostrado que los internacionales pueden enseñarnos muchas cosas desconocidas para nosotros, pero cada día estoy más convencido de que nuestros mandos profesionales podrían hacer lo mismo.

Hay algo sutil en el ambiente militar que sigue sin encajar en el entramado de nuestras organizaciones político-militares: cierto, nosotros hablamos de un número demasiado elevado de militares profesionales.

En otros pasajes, decimos algo referente a cuanto fue desgraciadamente uno de los peores lastres que frenaron la consolidación de la república democrática y no menos importante la creación de un ejército del pueblo para el pueblo que pudo desarticular cuanto la reacción española apoyada por el fascismo y nazismo internacional estaba creando a marchas forzadas. No lo hicieron porque carecían de un mínimo de confianza en el pueblo y por estar totalmente alejados y desinteresados de todos los acontecimientos político-sociales progresistas europeos. Las honrosas actitudes de los militares profesionales que pusieron al servicio de la República sus conocimientos, exponiendo incluso sus vidas en los primeros días o semanas de la guerra. Esas loables actitudes de cuantos defendieron a su pueblo será algo que debe pasar a la historia de nuestro pueblo con letras indelebles.

Nos parece que la concentración de las unidades dispuestas para la ofensiva han sido realizadas. Nosotros trabajamos seriamente realizando toda clase de ejercicios y maniobras con los carros que nos servirán estupendamente para cuando tengamos que intervenir en la ofensiva. Es lamentable que en esta preparación no intervengan todas las unidades concentradas. Me parece que seguimos perdiendo el tiempo lamentablemente, consideramos que ha transcurrido tiempo sobrado para haber intentado lograr una preparación militar y política superior a la lograda en la mayor parte de las unidades. No importa que en ciertos sectores la actividad del enemigo nos impida entrenarnos para adquirir los conocimientos deseados para hacer frente a nuestros enemigos.

En nuestra unidad hay malestar y descontento por razones que son importantes para la eficacia en la lucha, veamos solamente dos o tres factores de los más significativos.

La división de Líster, la de Campesino, y la 35 internacional a la cual pertenecemos, están mejor equipados y armados que nosotros. Comen mejor que nosotros, hay más diferencias que son brutales y hay más de cuanto podríamos decir en este orden de cosas. Se permiten los soldados, y algunos mandos, el lujo de llamarnos guardabosques.

De nada sirve que pretendamos restar importancia a cuanto está sucediendo. Me esfuerzo en hacer comprender a cuantos componen la unidad las razones que se dan para esas diferencias tan detonantes y estúpidas. Les hacemos ver que nosotros somos una unidad de choque, estas unidades tienen que estar dotadas de todo y mejor que las que están en frentes pasivos. Les expongo unos cuantos ejemplos de unidades especiales en todos los ejércitos del mundo y esto sucederá en todos los tiempos. Lo interesante será para nosotros demostrar en estas condiciones de inferioridad que somos tan buenos como ellos.

Conste, camaradas, que esto no quiere decir que apruebe en su totalidad las diferencias tan brutales en armamento, vestuario y comida.

Para nosotros no existe la menor duda que al final de estas operaciones seremos una unidad de choque y contarán con nosotros para las operaciones más importantes. Procurad no hacer ningún caso a quienes os digan lo que se les ocurra, tened la seguridad que les podremos demostrar quién es la 32 brigada. Lo que hagamos nosotros tendrá mucho más mérito que lo que hagan ellos, pero sigo con mi tesis, la guerra la tenemos que ganar entre todos y los que piensen de distinta forma es por que son unos miopes políticos y militarmente unos obtusos. Copiad de ellos cuanto pueda sernos útil y desechad todo su engreimiento que siempre fue negativo.

Se aproxima la hora de los combates serios y espero que cada uno de nosotros podamos demostrar las enseñanzas adquiridas durante todo el tiempo pasado. Pertenecemos orgánica y tácticamente al V Cuerpo de Ejército, mis relaciones son la mar de cordiales con mi jefe de división y en su trato no puede ser más cordial. No se me permite asistir a las reuniones del Cuerpo del Ejército, pero por Walter sé cuanto me puede interesar para la división.

El enemigo hace algunos reconocimientos nuevos, la verdad es que sucede algo curioso: no hace los reconocimientos que debía hacer y por eso no somos hostigados como debían hacerlo.

Seguimos esperando y trabajando, avanzamos mucho más de cuanto nuestros amigos, y el enemigo, pueden esperar de unos simples guardabosques. Se produce un acontecimiento la mar de desagradable y brutal si sucedió como me temo.

No puedo precisar con exactitud si esto fue antes o en plena operación cuando se me comunicó que el Estado Mayor, mejor dicho, que en el cuartel general de una brigada habían muerto todos, sin quedar un solo testigo, bajo el bombardeo de la aviación del enemigo. Habían cometido la torpeza de situarse debajo de un puente, pero también es cierto que en esta unidad se habían dado casos graves de indisciplina. Como no pude adquirir los datos precisos para esclarecer este hecho, no insisto más en algo que para mí tenía una gran importancia moral y humana.

Batalla de Brunete y actuación del Campesino.

¡Por fin se lanzan las unidades para romper el frente! La división de Líster consigue romperlo y ocupa Brunete, pero se entretiene liquidando elementos de resistencia.

La división de Campesino no es capaz de ocupar Quijorna y esto retrasa la marcha de las operaciones por el ala derecha de Líster. Del resto de las operaciones no conozco en detalle nada y por lo tanto, como la misión nuestra será ayudar tanto a Líster como a Campesino, me dedico con preferencia a visitar y recorrer las posiciones ocupadas por ambas unidades. Para mí precisa más ayuda la 45 división que la de Líster.

Con la autorización de Walter, mi jefe de división, recorro el sector de campesino y llegó a la conclusión que para poder ocupar Quijorna es necesario tomar antes el cementerio.

Regreso del frente y comento con Walter la falta de audacia en las unidades, que una vez roto el frente tienen miedo de marchar en persecución del enemigo. Asiente a mis razonamientos y me pregunta que hubiera hecho yo. Roto el frente y liquidados los focos más importantes de Brunete, hubiera marchado con toda la rapidez posible en persecución del enemigo para no permitirle reorganizarse. Hubiera pedido al jefe del Cuerpo de Ejército medios y autorización para que las unidades de mis flancos fueran protegidas por las que no fueran capaces de conquistar el terreno asignado.

Si la 45 División no se hubiera quedado estancada, hubiera atacado al enemigo desde su retaguardia coordinando sus esfuerzos y los míos en la misma misión: faltó audacia para perseguir al enemigo. Queda demostrado que aún no tenemos la preparación y el dominio de las unidades que estas operaciones requieren. Seguimos improvisando como es natural en nuestros casos.

¿Qué aconsejó el jefe de E. M. Del cuerpo de Ejército militar profesional y un buen táctico y estratega? Esta es una de las muchas preguntas que me hago, si nosotros, que no contamos con ningún profesional, pensamos en lo que dejamos por hacer, tenemos la obligación de exponer todos los errores cometidos por todos.

Como la primera fase de la operación tenía cosas importantes por realizar, le pido permiso a Walter para seguir dándole mis ideas de cuanto había podido deducir sobre el terreno. Si Campesino quiere ocupar Quijorna, que ocupe antes el cementerio. En cuanto lo haga las fuerzas de Quijorna se marcharán.

—Si usted quiere lo estudiaremos sobre el terreno.

Este gran guerrero no se hacía rogar, salimos de su puesto de mando nos aproximamos cuanto pudimos a las posiciones del enemigo en el cementerio y comprendió nada más verlo que se podía tomar como le había indicado. Él lo haría con más facilidad que yo, pues podía disponer de una compañía de carros de combate.

Le acompañé al puesto de mando de Modesto y en presencia mía le dijo a nuestro jefe cuanto yo le había expuesto. Le hizo saber a Modesto que la idea era mía.

Para dar una oportunidad a Campesino, el jefe le dijo: «Si mañana no tomas el cementerio le entregarás tu División a Toral».

Esto no hizo ninguna gracia a Campesino, pero este hombre no tenía la menor cualidad para ser un jefe de división. Sí, como no, a todos nos venían muy anchos los calzones que nos habían entregado, pero él se salía de ellos.

Cuando Walter se cansó de esperar se puso al frente de unos cuantos hombres de su unidad apoyado por cinco tanques y en menos tiempo de cuanto se tarda en escribirlo el cementerio fue ocupado. Con la ocupación de esta posición clave para la defensa de Quijorna las fuerzas de Campesino pueden avanzar sus posiciones pero el enemigo consiguió superar la sorpresa y no pierde el tiempo como lo perdimos nosotros.

En previsión de cuanto pudiera suceder, el enemigo había organizado la defensa del sector de nuestro C. E, en profundidad, y me supongo que debía suceder en todos lo mismo.

Al carecer la división Líster de la protección que debían prestarle por ambos flancos, no consiguió penetrar en el dispositivo enemigo que había perforado y no destruido. Me supongo que es esta falta de audacia una de las muchas causas imponderables para nosotros en los primeros meses de la guerra.

Quizá Líster no tenía en su E.M. quien le pudiera asesorar pero si mal no recuerdo, en las inmediaciones del Cerro de los Ángeles, ya tenía un consejero ruso. Don Federico de la Iglesia era el jefe de E.M del V C, de E. Modesto como Líster, y pocos más que nosotros sepamos, había pasado por la escuela militar soviética. Repito que de la Iglesia era un profesional capaz, y un estupendo teórico, por su edad no podía tener práctica alguna pero debía saber que roto un frente no puede perderse ni un solo minuto en la persecución y destrucción del enemigo.

Las fuerzas de Líster no quisieron dejarse en su retaguardia ningún elemento o foco de resistencia enemigo; craso error que pagaron y pagamos clarísimamente todo el ejército empleado en esas operaciones.

Será mejor no perder la marcha de los acontecimientos y sus incidencias sangrantes para el resumen de la repetida y más importante operación, hacernos la crítica que todos nos merecemos por desconocimiento de la ciencia y arte militar y otros por no poner al servicio de una causa tan sagrada como la democracia y sobre todo los intereses del pueblo los conocimientos que sin la menor duda tenían. Conocimientos y saber que tenían la obligación de adquirir porque su pueblo les pagaba para ello.

Campesino no es capaz de sacarle partido a la ocupación de Quijorna. Es cierto que desaparecida la sorpresa, el enemigo se pega el terreno y lo defiende palmo a palmo, pero no es menos cierto que nosotros no somos capaces de emplear nuestras fuerzas como nuestros soldados se merecen. ¡Ya no tenemos milicias por estos frentes! Tenemos un ejército bisoño, pero un ejército regular con los mejores soldados y clases que puedan crearse en estos tiempos. El valor, la abnegación, el espíritu de sacrificio y cuantas virtudes pueden desearse para un soldado, las atesoran los de la República.

Carezco de noticias fidedignas de la marcha de las operaciones en todo el frente y por lo tanto seguiremos visitando todas aquellas posiciones donde nosotros podemos ser llamados o mandados para intervenir. Los combates cada día son más duros y el enemigo intenta, con sus tanteos en unos sitios y con ataques más serios, recuperar las posiciones perdidas.

Hace un calor asfixiante, escasea seriamente el agua y el enemigo bate con su artillería todos los sectores y posiciones ocupadas por nuestras fuerzas. Nuestra unidad sigue siendo considerada como guardabosques, es curioso pero al mismo tiempo indignante. Cuando nosotros no tenemos ni agua suficiente para calmar nuestra sed las unidades consideradas de choque se pueden permitir el lujo de tomar cerveza y en sus puestos de mando tienen toda clase de bebidas refrescantes con hielo. Es algo que a cuantos están pasando las calamidades normales de una guerra en un frente como el de Brunete les indigne cuanto están viendo, y sufriendo, como otros disfrutan de forma y manera descarada.

Esto me produce tal asqueamiento que en cuanto tengo la menor oportunidad lo planteo donde tiene la obligación de impedirlo o por lo menos corregirlo. Mi protesta da pequeños resultados y el general Walter mejora un poco nuestra situación. Si tenemos agua no nos importa que los otros beban vino o cerveza con hielo.

Me paso casi todo el tiempo en el puesto de mando de Campesino y en particular durante la noche, el día lo pasamos recorriendo los sectores del Cuerpo del Ejército pero me parece que al señor Líster no le agradan mis numerosas visitas a sus posiciones.

Esto está tomando un cariz cada día más serio y más crudo. Cenando una noche en el puesto de mando de Valentín sucede un pequeño incidente. El oficial de información de su división le presenta el boletín del C. de E. y su actitud no puede ser más estúpida, y no digo antimilitar porque de eso él no tenía ni idea de lo que esa palabra tiene de valor. Lo tira al suelo sin tomarse la molestia de leerlo y todo su E.M. le ríe la gracia. No puedo contenerme ni un segundo más por estar indignado de oírle contar estupideces y barbaridades de sus andanzas guerreras.

—¿Tienes interés en saber y conocer la marcha de la guerra y quizá el nombre o número de las unidades que tienes enfrente?

—Sí, hombre, cómo no.

—Pues lee el boletín y confirma si algo de lo que dice te afecta a ti, mejor dicho a tu unidad.

Pretende que su jefe de información le recoja el boletín y yo, jugándome el tipo, le digo que lo recoja él. Se molesta seriamente pero lo hace ante mi insistencia. Como continúa contando sus estúpidas proezas personales me veo la necesidad de decirle lo siguiente:

—Con cuanto estás diciendo no haces ningún servicio al partido y mucho menos a nuestro pueblo.

Prueba evidente de no ser tan bruto ni tan estúpido como pretendía demostrarnos fue que levantándose y tomándome del brazo dijo:

—Salgamos fuera y paseemos porque estos estúpidos no saben hacer otra cosa que reírme cuanto digo.

Salimos fuera de su tienda de campaña y paseando hace unas cuantas preguntas que son contestadas y con las que me demostró que era menos bruto y menos ignorante de cuanto decía ser, sin decirlo.

Cuando estamos paseando el enemigo abre fuego sobre nuestras posiciones y el fuego se extiende como un reguero de pólvora. Valentín se alarma o se cabrea y manda al jefe de artillería que conteste con unos cuantos disparos.

—¿Deseas que el enemigo sitúe el emplazamiento de sus baterías?

—¡No!

—Pues no permitas que haga ni un solo disparo y manda alto el fuego a tus fuerzas y verás como el enemigo hace lo mismo.

Dio la orden de alto el fuego y a los pocos segundos no había más tiroteo que el normal de las noches de inquietud en todo frente.

Al día siguiente, un batallón del Campesino pierde sus posiciones y Valentín da la orden al comandante comisario de colocarse a la cabeza de sus fuerzas para recuperarlas. Los muchachos lo hacen y tienen la desgracia de no lograrlo porque las fuerzas no tienen la combatividad necesaria para lograrlo.

Valentín les amenaza con el fusilamiento si no son capaces de reconquistarlas. Lo intentan varias veces sin el menor éxito; al contrario, en cada intento las fuerzas se pegan al terreno y no siguen a sus mandos por perder la moral creada.

Yo pretendo tranquilizar a Valentín diciéndole que los guardabosques pueden recuperar esa posición en cuanto Walter me autorice para intentarlo. Se ofende tontamente y piensa que sus fuerzas siguen siendo mejor que las nuestras.

El comandante y el comisario tienen la desgracia de no ser ni heridos a pesar de su derroche de valor y de los intentos suicidas para lograrlo.

Pedido el permiso y conseguido, hacemos la marcha de aproximación y rápidamente la toma de contacto con los mandos a la cabeza de sus unidades pero habiendo creado unas bases de fuego de armas automáticas con las compañías organizadas en dos escalones apoyándose mutuamente con toda clase de fuego propio, pero con la orden de no hacer ni un solo disparo sin la orden del mando.

Fue emocionante ver cómo esas fuerzas tan mal consideradas y enjuiciadas impresionaron a sus enemigos sin hacerles ni un solo disparo.

Bien por cansancio de los combates anteriores o por la densidad de fuego segundos antes de lanzarse al asalto, las posiciones fueron ocupadas sin gran número de bajas.

El botín fue cuantioso: ametralladoras y fusiles ametralladores italianos Breda y otras marcas, algún mortero del 50 y lo más sorprendente: varias ametralladoras rusas y checas y también fusiles ametralladores.

Nuestras bajas fueron demasiado numerosas en los mandos, casi todos fueron heridos y algunos graves. Campesino y sus fuerzas nos felicitaron, y reconocieron lo injustos y tontos que habían sido al enjuiciarnos.

Desde todos los escalones superiores recibimos felicitaciones, habían presenciado desde sus observatorios la toma de las posiciones. Se hicieron unos cuantos prisioneros y con el resto del batallón relevamos a casi toda la unidad de Campesino donde la defensa era más cruda y peligrosa.

Las fuerzas de Líster pierden el cementerio y nos mandan reconquistarlo. Estas fuerzas están cansadísimas, pues sus ataques, y defensa de lo conquistado, han sido durísimos. Recuperamos el Cementerio y restablecemos el enlace con las fuerzas de Campesino por la derecha de las de Líster.

Después de esta operación nos quedan solamente dos batallones de reserva en la división, esto es peligroso, pues el enemigo realiza operaciones de contraataque con serias preparaciones de artillería y recupera paulatinamente la superioridad en el aire.

El teatro de operaciones es una estupenda caldera en ebullición que en cualquier momento puede explotar con serias consecuencias para nuestras unidades. La 32 Brigada se comporta con una eficacia y un valor digno de los mayores elogios: con unos soldados como los que tenemos el honor de mandar se pueden realizar las mayores proezas.

Hubiera sido lamentable que clases, oficiales y jefes no hubiéramos sido capaces de colocarnos a la altura de camaradas tan abnegados y valerosos como los defensores de la democracia republicana.

En esta auténtica prueba de fuego de todas clases, la 32 brigada sale con todas las asignaturas aprobadas y podríamos decir que con los mismos honores que cuantos participaran en esta operación como en otras anteriores.

La densidad de fuego fue respetable por haber acumulado ambos contendientes una cantidad de armas de consideración en un teatro de operaciones relativamente reducido.

La moral de la 32 es tan elevada que ningún contratiempo, que ninguna calamidad consustancial con la guerra, pueden recuperarla.

Todos los batallones, todas las unidades de la 32, en un auténtico bloque de granito, rivalizan junto a sus dignos mandos de cualquier escalón en ser los primeros y los mejores. Pero esto, con ser importante, no tiene importancia ante la loable conducta de quienes moralmente fueron maltratados y menospreciados por quienes se consideraban dioses de la guerra.

La 32 recuperaba las posiciones que no podían defender por agotamiento y por todas las causas que se dan en las unidades de élite, cuando no están acostumbrados a defender el terreno conquistado en un día y cuantos sean necesarios. Por tener como lema y bandera que la guerra la hacíamos todos y que los triunfos y las derrotas eran de todos, no le dábamos importancia a que ellos se apuntaran nuestros pequeños o grandes triunfos.

No somos capaces de recordar tantos nombres de quienes en las condiciones menos favorables para la lucha escribieron páginas gloriosas para la historia de los defensores de la libertad y la justicia. Pero la historia (escrita, como es natural, por quienes vivieron alejados de la crudeza de las batallas en la mayor parte de los casos) no refleja con la fidelidad deseada el esfuerzo que soldados y clases realizan en todo momento en sus unidades.

Para cualquier mando que carezca de la conciencia mínima para reconocer sus errores es facilísimo justificar sus fracasos acusando a sus unidades, pero ya tendremos ocasión de exponer cuanto vivimos en estos combates. Bien entendido que siempre hablaremos con conocimiento de causa de la parcela o cuadrículas donde directamente participamos.

Intentamos como siempre ser todo lo objetivos y veraces que deseamos ser. La lucha es cruda y violentísima, hace horas que debieron sacar de la primera línea más activa a las unidades que habían sufrido un serio desgaste. No pretendemos hacer creer que el terreno estuviera organizado en profundidad, pero ciertamente teníamos algunos elementos creados para la defensa del terreno conquistado.

Una vez más no perdemos el tiempo (por lo menos creemos no perderlo) haciendo cuanto se nos ocurre para organizar el terreno en profundidad. Nuestros zapadores, como soldados francos de servicio, con sus mandos en cabeza, fortifican cuanto creemos debe defenderse para sacar el máximo de partido al terreno conquistado y haciendo una defensa elástica, desgastar al enemigo.

Aumentan los ataques enemigos y sus medios son cada vez más eficaces y más cuantiosos, nuestra artillería hace cuanto puede para contrarrestar a la enemiga. Nuestra aviación actúa con gran eficacia, esto nos permite poder defender nuestras posiciones en mejores condiciones.

Se dio el primer caso en nuestra guerra y quizás en otras, de ser derribado un avión de bombardeo enemigo en vuelo nocturno: Esto como en otros casos, dio una gran moral a nuestras fuerzas.

Se hace un paso de línea en pleno día para relevar a la división de Líster, esta fuerza intenta relevar a la división de Cipriano Mera. ¿A quién se le pudo ocurrir semejante torpeza, suponiendo que solamente fuera una torpeza?

En frente de tanta actividad y tan poco compartimentado como Brunete no se podía intentar una operación tan delicada y peligrosa como pretender relevar una gran unidad en plena luz solar y bajo una superioridad de fuego enemigo.

¡Dudo que el ejército republicano tuviera en esa fecha ninguna unidad que fuera capaz de marchar más airosamente que lo hicieron los anarquistas! Y digo anarquistas, sabiendo que en esa unidad como sucedía en las comunistas y socialistas o republicanas, había un número más o menos importante que no eran de unos ni de otros, o por lo menos estaban mezclados.

Cuando mi E.M se impresionó seriamente viendo marchar a las fuerzas Anarquistas tan gallarda y airosamente, mi comentario fue:

—¡Que estos hermanos de lucha sean capaces de encajar en las trincheras lo que les espera!

La marcha no puede ser más airosa ni más viril, esos amigos saben que todos estamos pendientes de su marcha, pero pasar una barrera artillera es menos peligroso y duro que resistir ataques enemigos.

Que yo sepa, y no por experiencia si no por haberlo leído, esa operación solo la pueden completar en sus dos fases, unidades grandemente aguerridas y con unos mandos de gran experiencia y valor.

Daría cualquier cosa por que todo se realice de muy distinta forma a como espero, desgraciadamente no fue necesario esperar mucho tiempo para ver cuanto nos temíamos. Las unidades de Mera no fueron capaces de aguantar y resistir la ofensiva enemiga, desafortunadamente abandonan todas sus posiciones y se nos ordena restablecer el frente tomando las medidas que considere necesario para restablecer el orden y el frente.

Con el escuadrón mixto de caballería pretendo canalizar la retirada de las fuerzas Anarquistas. Otros decían que fue un chaqueteo o una desbandada general de la división, pero para nosotros las causas del fracaso de la unidad de Cipriano Mera no fueron solamente su falta de combatividad, la incapacidad de sus mandos en el orden militar, si no otros de no menor importancia. Como el no tomar la guerra en serio para sacar el partido deseado al valor de los hombres anarquistas.

Esos mandos que no querían mandar ni dirigir a sus hombres por el único camino que nuestro enemigo nos había dejado. El escuadrón mixto de la 32 Brigada canalizó el repliegue desordenado de la división Mera y lo mismo hizo con todas las fuerzas que pasaban por la zona que les fue asignada.

Con el resto de la 32 Brigada y con todas las fuerzas que somos capaces de reorganizar, contenemos al enemigo y rechazamos sus insistentes ataques. Habíamos recuperado las organizaciones del terreno en profundidad haciendo eso y mejorando donde el enemigo nos lo permite, todos los elementos fortificados por nuestro cuerpo de ejército y por nuestros zapadores y unidades.

Hay momentos en que somos los llamados «guardabosques» de la sierra, los únicos árbitros de la contienda en el ala derecha del Quinto Cuerpo de Ejército mandado por Modesto. Podríamos decir que casi en todo el sector del V. Hacemos cuanto consideramos eficaz y necesario para contener el avance enemigo, y para moralizar a las fuerzas desmoralizadas.

Los batallones que formaron la famosa columna Mangada: Largo Caballero, Pueblo Nuevo, Ventas, La Montaña, columna Alicante y el escuadrón Mixto de caballería se multiplican para ayudar a cuantos lo precisan y para no ceder ni un metro más de terreno enemigo.

Reorganizamos el sector que ocuparon las fuerzas del Líster y las de Campesino, las de Mera las situamos en una segunda línea para que se moralicen y se reorganicen.

Procuramos utilizar toda pequeña unidad o grupo que habían perdido el contacto con el grueso de sus unidades y permitimos a cuantos lo desean que sigan luchando en nuestro sector hasta que localicemos a sus unidades.

La situación del frente queda situada de la siguiente manera: por nuestra derecha enlazamos con las fuerzas de nuestra División, la 35, mandada por el General Walter y por la izquierda con los de Gustavo Durán. Todo el sector ocupado por la 14 división (mandada por Cipriano Mera) fue cubierto por la 32 Brigada y también algunas posiciones de la división de Campesino.

Rechazamos todos los ataques del enemigo y no perdemos ni un solo metro de terreno en cuanto nos quedamos solos en los sectores asignados por el V C. de E. los días 25, 26, 27 y 28 damos la medida de cuanto puede hacer una unidad con mandos y soldados pertrechados de una moral irrompible por su preparación militar y sobre todo por saber y conocer los fundamentos morales y herramientas de la causa que defienden.

Este y no otro fue el secreto de nuestra eficacia en la defensa de la República y por lo tanto de la democracia de nuestro sagrado país.

Seguimos siendo tan enemigos de la guerra como lo fuimos desde que tenemos uso de razón (suponiendo que tengamos algo tan delicado e impalpable como esa manoseada frase), digo seguimos porque en su totalidad todos los componentes de la 32 Brigada me parece que piensan como yo. No podía ser de distinta forma: esos abnegados campesinos, esos sufridores obreros y progresistas proletarios que siguen sin la menor duda y vacilación a los denostados e incomprendidos intelectuales, que mandan unidades y, sobre todo, que manejan armas y ocupan puestos que solamente pueden ser ocupados por hombres con los conocimientos deseados imprescindiblemente para sacarles un rendimiento como la artillería y otras armas más o menos eficaces.

Maestros, como Amadeo, Oscar, Alfonso Moreno; futuros catedráticos; arquitectos como Valdés; y tantos y tantos que siento no recordar sus nombres. Dibujantes maravillosos y otros, en una palabra, hombres que a pesar de ser enemigos de la barbarie bélica, en la cual los mayores asesinatos y destrucciones masivas son justificadas y sus artífices condecorados y ensalzados como grandes genios, tuvieron que guardarse en lo más recóndito de su ser sus ideas y sentimientos para defender una causa tan sagrada como la libertad de los hombres.

Me supongo que quienes sepan escribir y relatar objetivamente los procesos de nuestra guerra sabrán colocar en el lugar que le corresponde a quienes nos vimos en el trance de aceptar cargos de responsabilidad sin más conocimientos que nuestro deseo de ser útiles a la República defendiendo las libertades de nuestros pueblos.

Quienes tenían una preparación cultural pudieron con un mínimo de esfuerzo asimilar cuanto de arte y ciencia encierra el crimen organizado. Pero para nosotros fue una tarea permanente el intentar entender y descifrar el lenguaje militar. Hablo con conocimiento de causa.

Quizás sea un irresponsable haciendo estas afirmaciones, pero las primeras semanas de la guerra y también los primeros meses, casi todos los mandos de milicias no teníamos la menos idea de los valores que en el orden militar tienen las frases siguientes: organización, disciplina y respeto al mando.

264

La táctica y la estrategia era griego para los campesinos, obreros, proletarios, funcionarios y comerciantes, de estas capas sociales, salieron los mandos que tenían la misión de conducir en la lucha a las unidades para contener a un ejército profesional mejor equipado y sin la menor duda mejor dirigido que lo intentado crear por nosotros en esta fase de la guerra.

La República no podía esperar a tener hombres preparados culturalmente y profesionalmente para hacer frente a su enemigo. Con nuestro desconocimiento y con nuestra sagrada ignorancia, fruto de quienes durante siglos nos habían utilizado como instrumentos, nos hicimos cargo de una tarea que sería en muchos casos superior a nuestras fuerzas pero no al entusiasmo y al espíritu de sacrificio que nuestra causa de libertad requiere.

Decíamos que habíamos rechazado todos los ataques enemigos y que la intensidad del fuego enemigo en algunos momentos era tan rápida que la noción del sonido no podíamos percibirla. Pero la moral de la 32 brigada no podía ser más alta y lo mismo sucedía casi con las de nuestras alas o flancos.

Retiradas las fuerzas de la 14 División como cuantas habían sido relevadas, el enemigo no dejó de insistir en su intento de restablecer el frente que tenía antes de nuestra ofensiva. Pero nosotros rechazamos todos los intentos del enemigo y le causamos tal número de bajas que el día 29 de junio no había en nuestro sector más actividad que la normal de un frente que dejó de ser activo para pasar a la actividad normal de frente estabilizado. Punto y aparte veamos algunas de las razones del porqué logramos rechazar todos los ataques enemigos y sus causas.

1º Habíamos logrado gran cantidad de armas automáticas al superar posiciones perdidas por otras unidades, las cuales fueron emplazadas en las fortificaciones creadas por nuestros ingenieros.

2º Habíamos hecho un estudio casi minucioso de las penetraciones que el enemigo podía intentar recuperar, se habían estudiado planes de fuego para batir toda penetración enemiga. Esto se hizo con la flexibilidad necesaria para tener un margen de desplazamiento para defendernos de la penetración enemiga.

3º Todos nuestros mandos habían podido poner en práctica los conocimientos adquiridos en las clases teóricas y las maniobras y ejercicios realizados desde el primer día que tomamos el mando de la columna Mangada.

Soldados, clases, oficiales y jefes pudieron demostrarse a sí mismos que no habíamos perdido el tiempo y que no estaba tan loco como pensaban en mi toma del mando de la columna Mangada.

4º Habíamos tenido demasiadas bajas especialmente en mandos por hacer un derroche infantil de valor innecesario. Con los soldados nos sucedió lo mismo, fuimos capaces de sacar un gran partido a las armas automáticas y aprendimos el secreto de utilizar el terreno eficazmente.

5º Las lecciones de Brunete no podemos olvidarlas fácilmente, nos servirán para aprender cuanto seguimos ignorando.

No permitiremos que absolutamente nadie se envanezca por lo logrado hasta el momento, seguimos siendo un ejército de aficionados. Debemos y lo hacemos sin que nos duelan prendas enjuiciar críticamente nuestra actuación, pero también de cuantos operaron en el mismo sector que nuestra unidad.

Puede ser que nos repitamos demasiado, pero eso es menos importante que reflejar la verdad de cuanto vivimos y lo que vimos con nuestros ojos, sin dejarnos llevar ni por ideas afines ni opuestas. Afirmamos ser cierto cuanto decimos del terreno ocupado y pisado por nosotros las opiniones de otros mandos o de otras unidades no las tomamos en consideración por diferir esencialmente de cuánto creímos haber vivido.

Esto no quiere decir que estemos en posesión de la verdad absoluta, ni de la verdad relativa que es la única que respetamos y acatamos. Cuando se me ordenó contener a la 14 división, órdenes de las cuales no quiero hacer responsable a nadie, absolutamente a nadie de mi estado mayor. El único responsable de nuestros errores soy yo y nadie más que yo debe responder de cuanto hicimos en beneficio de esa unidad, del frente y de la guerra.

Yo no sé, y lo digo en otros pasajes, quienes son los responsables de pretender hacer un paso de línea o un relevo en pleno día en un frente como el de Brunete donde el enemigo tiene observatorios que barren con sus telémetros las depresiones del terreno más recónditas.

La obligación de dar nuestra opinión guste o no guste a quienes fueron responsables de tal irresponsabilidad descabellada. ¿Podemos dudar de la combatividad de la 11ª División y de los magníficos mandos que tenía? A mí no se me ocurre semejante estupidez, pero ¿se le ocurrió al señor Líster pedir al mando superior que eso no debía hacerse en pleno día?

Dudo que lo hiciera por estar su unidad agotada por tantas horas de combates ofensivos y defensivos. Fue humano que quisiera sacar a sus fuerzas de ese pequeño infierno, pero fue una decisión desgraciada y calamitosa que él, uno de los mandos más nombrados desde los primeros días, no pudiera conseguir algo de tanta importancia como lo indicado.

Estamos en nuestro perfecto derecho de dudar sobre esta medida tan decisiva para la marcha de la guerra en ese sector, y a más de cuanto decimos, porque él pudo y debió no dejar a la 14 división abandonada a la pericia de sus mandos y a la falta de experiencia de unas fuerzas que no se habían batido en operaciones de seria importancia.

De la capacidad de Campesino es mejor no decir más de cuanto relatamos anteriormente pero tenía unos jefes de brigada mucho más capaces y con los de Batallón sucedía lo mismo. Sus soldados y las clases eran de lo mejorcito que el ejército de la República tenía y por esa razón se merecían un mando más capaz que el pobre Valentín.

Las fuerzas de Walter tenían una disciplina encomiable por eso hay otras razones de no menor importancia, encerraban una combatividad digna de todo elogio y digna de ser imitada. Eso lo pudieron conseguir por dos razones esenciales:

1º Por ser unos amantes de la libertad, no les importaban las penalidades ni los sacrificios que tenían que sufrir para defenderla donde estuviera en peligro

2º Con su autodisciplina consiguen la preparación más exigente para adquirir la preparación deseada en todo lo que tenga conciencia de su deber y misión.

Cipriano Mera se lamentó a Modesto de haber sido maltratados sus mandos y sus fuerzas por una unidad de caballería.

Esto merece una aclaración y una explicación de los acontecimientos: cuando recibimos la orden de contener el repliegue de las fuerzas que lo hacen desordenadamente y de ocupar el sector que no pueden defender, solamente contamos para lograrlo con la 32 brigada y su escuadrón mixto de caballería.

El escuadrón es la única unidad que puedo dedicar a la detención y reorganización de la división Mera y otras fuerzas. La orden dada personalmente al jefe del escuadrón por el jefe de la 32 brigada es la siguiente: «Contengan a todos cuantos abandonen sus posiciones y no le importe que sean mandos o soldados, indíquelos dónde pueden organizarse y agruparse. Si carecen de munición se les puede proporcionar y sobre todo agua para tranquilizarles, si es necesario empleen los sables, pero pegando de plano y no de canto, no queremos bajas innecesarias».

¡Mera no tiene razón para quejarse, se les trató con toda clase de atenciones! Me consta que algunos sufrieron algunos golpes de plano por no querer obedecer las órdenes que se les dio, lo lamentamos seriamente pero el momento no era para andarse con paños calientes.

Nuestra misión era restablecer el frente y contener al enemigo, lo hicimos sin matar a nadie y conste que algunos insensatos dieron motivos más que sobrados para tratarles sin la menor consideración.

También se lamentaron a Modesto, Campesino, y en menor escala, Líster, de que nosotros les habíamos quitado armas automáticas. Modesto me manda llamar a su puesto de mando y me da cuenta de las acusaciones de estos amigos. Mi defensa radicó solamente en una pregunta que fue la siguiente: «Cuando se recupera una posición que fue tomada por el enemigo, ¿a quién pertenece el material que se captura? ¡A quien recupera la posición le pertenece todo!». Ni las fuerzas de Lister ni las de Campesino se dejarían desarmar por las nuestras.

Inés.

Antes de hacer como en otras ocasiones el juicio crítico de nuestra actuación y actitud, me interesa hacer constar un acontecimiento personal que tuvo alguna importancia en mi conducta en el transcurso de la guerra y en el de mi vida.

Ya hablamos que cuando tomé el mando de la columna Mangada se me presentó a todo el personal de la unidad y por tanto a las señoritas que anteriormente hablamos de ellas. Había dicho a mi ayudante que me casaría con la rubia pero cuando me enteré de que era novia del jefe de transportes y este me la presentó me ofrecí a los dos para ser el padrino y con esto quiero decir que la idea había sido desechada en principio y definitivamente.

Cuando establecemos el frente y rechazamos los ataques enemigos, al despachar con el jefe de transportes le recordé que a ver cuándo celebrábamos la fiesta y su contestación fue para mí la más esperanzadora:

—No podrás ser mi padrino porque me dejó.

—Pero eso será un regaño de días como sucede con todos los noviazgos

—¡No! Seguro que no hay ninguna posibilidad de volver

—¿Entonces no hay ninguna pega para que yo u otro cualquiera pueda intentar casarse con ella?

—Por mi parte ninguna.

Despachamos sobre su unidad y como siempre me dedico a lo que entonces es fundamental y sagrado para mí. Recibimos del jefe de la división y de Modesto una felicitación del Ministro de la Guerra en la cual se me hace saber que a pesar de haber sido denunciado para que fuera destituido por incapaz, para el mando de la brigada, por el comandante Marcos, se veía la necesidad de felicitarme.

Esto sucedió el mismo día que lo de la ex novia del jefe de transportes. Cómo podemos ver en el mismo día recibo dos noticias importantísimas y desaparecen de mi pensamiento dos problemas que me permitirán seguir con tanto o más entusiasmo que hasta la fecha, el cumplimiento de mi deber para mi causa y para mi pueblo.

Resumen y juicio crítico de estas operaciones en Brunete.

1º Para la 32 brigada fueron las operaciones más importantes realizadas hasta la fecha.

2º Por fin dejamos la sierra y formamos parte de las unidades de choque.

3º Los mandos habíamos aprendido un poco de cuanto teníamos el deber de saber para poder comandar una unidad como la 32 brigada.

Podéis estar medianamente satisfechos por haber sabido hacer frente a cuántas misiones nos fueron encomendadas: soldados, clases, oficiales y jefes superamos la prueba y nos hicimos merecedores de misiones más complicadas. Una vez más repetimos nuestra consigna de considerarnos con los conocimientos imprescindibles para poder mandar con eficacia una unidad de más de 4000 hombres.

Seguiremos estudiando y trabajando cuanto la guerra requiera pero podemos apreciar sin ánimo de molestar a nadie y mucho menos a las unidades, lo mucho que los E.M y todos los mandos tienen que aprender y poner en práctica si lo saben, para hacer frente a nuestro enemigo.

Fuimos relevados y dedicamos el tiempo para estar en reserva a organizar la unidad. Esperamos los reclutas prometidos para cubrir las bajas sufridas en todas las unidades de la brigada.

Nuestros soldados no precisaron recomendaciones para ayudar a los campesinos en sus labores, los internacionales nos marcan la pauta a seguir, pero la 32 no precisa estos ejemplos para cumplir sus misiones.

Dolores habla a todas las fuerzas sin servicio e incluso se sacan algunas pequeñas unidades del frente para que la escuchen. El general Walter tuvo la gentileza de presentarme a Dolores, uno de los mejores cuadros y dirigentes del PCE.

Considero necesario hacer constar lo siguiente: en todos mis apuntes y memorias pienso seguir relatando cuanto viví tal y cómo yo concebía los hechos y no solamente las frases de los hombres y dirigentes más o menos encumbrados.

Quizás estos agentes no tengan la mejor publicidad ni en el presente ni en el futuro, pero por si la tienen debo explicar dos cuestiones fundamentales para que nadie se sorprenda ni se alarme con cuanto digo y afirmo bajo mi sola y única responsabilidad.

Mis frases y mis juicios son solamente míos, ¿que puedo estar en grave error? Sí, pero habría que demostrármelo con hechos demostrativos y no frases más o menos grandilocuentes y altisonantes del matiz que se quiera.

Tomé la costumbre, y por lo tanto el hábito, de todas las noches al final de la jornada pergeñar unos cuantos apuntes de mi conducta y de la de mi jefe superior en donde eran reflejados más o menos fielmente todos los acontecimientos, sobre todo cuando conocía a ciertos políticos y militares de las alturas.

Ciertamente me había propuesto que esto no caería jamás en manos de nuestros enemigos, pero para no anticiparnos a los acontecimientos seguiremos relatando el final de la batalla de Brunete y ciertos acontecimientos personales que influyeron sin la menor duda en mi conducta posterior.

Terminamos el juicio crítico y autocrítico para continuar con la misión que si nos había encomendado de reorganizarnos y estar pendiente de nuestra intervención si el enemigo ponía en peligro nuestra línea.

Relevo y reorganización.

Cuando nos relevaron las fuerzas de Gustavo Durán todos los mandos superiores de la 32 brigada nos quedamos acompañándole en los escalones de batallón a brigada hasta que lo consideramos necesario. Conste que no pretendemos criticar o mejor dicho censurar, criticar sí, pues nuestra arma más eficaz desde los primeros días de la guerra fue la crítica sincera y honrada, al jefe que me relevó no le agrado la situación de mi puesto de mando y lo mismo le sucede con los de batallones.

Me citó, y esto me agradó, algo del reglamento de la infantería en campaña, pero aún no conocía el de grandes unidades y sobre todo no me había permitido explicarle la razón del porqué yo los mandaba situar donde el terreno, los medios y la eficacia del enemigo me aconsejaba a hacerlo.

—Querido amigo, tu unidad la mandas tú, del sector responderás tú, a mí no me molesta que tú me censures por situar los puestos de mando tan próximos a las unidades y si me lo permites te explicaré las razones de ello. Pero quede bien claro y sentado que tú tienes un jefe de unidad superior y pensamiento propio para decirte lo que más te conviene.

—Me gustaría oír tus razones y no te molestes por mi impertinencia.

—Me alegro sinceramente de que tengas deseos de conocer mis razones, que no obedecen a ninguna ostentación de valor ni de presunción, y tengo la modesta opinión de que te pueden servir para algo. Sé que jamás podré con la ortodoxia ni con los dogmáticos. Los puestos de mando solo deben estar supeditados:

1º Comunicaciones fáciles sobre el terreno y con la visión deseada para detectar y observar todos los movimientos del enemigo.

2º Lo más cercano que se pueda para estar situados y equidistantes de las partes más vulnerables a los ataques enemigos.

3º El mando debe estudiar el terreno palmo a palmo, tiene la obligación de calcular todas las zonas de penetración que puedan darse. Situará su puesto de mando de combate donde crea que el terreno favorece más a la penetración enemiga y no importa si está centrado o descentrado.

4º Lo más importante a tomar en consideración, será que en nuestra guerra no podemos atenernos ni a normas, ni a cánones más o menos desfasados. Cuando se está forjando un ejército con hombres carentes de los más imprescindibles principios para su eficacia, cuando sus mandos no conocemos nada de la ciencia y el arte militar, ¿cómo podemos tener los puestos de mando a la distancia que aconsejan los reglamentos? Será necesario estar lo más próximo a los puntos vulnerables para personalmente resolver las situaciones más importantes que se darán y muchas veces por cuestiones o acciones intrascendentes.

5º Puede que en el futuro y con un ejército preparado científicamente, la labor de mando no tenga que ser tan personal en los escalones superiores, pero me permito hacer una predicción con la siguiente afirmación basada en la historia militar del mundo: un caudillo, un conductor de masas, un jefe acatado y elevado por sus fuerzas, logrará en un momento de crisis lo que no podrán lograr los armamentos más perfeccionados.

¿Está claro, querido amigo, que hablamos del presente? Para terminar te diré lo siguiente: Nosotros, los mandos de la 32 brigada, estamos seguros de no conocer ni saber cuanto precisamos, pero procuramos estar lo más cerca que la situación nos lo permite de nuestras unidades.

Nosotros no tenemos necesidad de romper con ningún principio normativo militar académico y por lo tanto pienso yo que tenemos más facilidad para adaptarnos a los cambios y necesidades del momento. Claro está, esto es mucho más complejo de cuanto así superficialmente todo parece, pero tú y nadie mejor que tú, conocedor de tus fuerzas, puede saber dónde debe estar cada cual.

Tú me preguntaste que dónde situamos todo el aparato que te acompaña. En mi puesto de mando de combate nos situamos, oficial de información, oficial de operaciones, oficial de transmisiones y oficiales de enlace de todas las unidades, el resto del Estado Mayor situado donde pueden trabajar, corriendo el menor peligro para la eficacia de su labor.

Deseamos terminar este juicio crítico reconociendo la misión y la maravillosa labor realizada por la unidad de la 32 brigada. Teníamos antes de estas operaciones una gran confianza por su actuación en el frente de Santa María de la Alameda y en particular es las operaciones realizadas en dicho sector. Pero todo fue superado en las operaciones de Brunete. Fueron felicitados por la división y el cuerpo del ejército, se permitieron el lujo de atender heridos y enfermos de otras unidades y al día sabíamos sin la menor duda el estado de nuestros heridos.

Lo mismo nos sucedió con todos los servicios de la 32 brigada, su comportamiento fue excepcional y en parte sorprendente por la falta de experiencia práctica. Todos dieron la sensación de ser expertos en sus misiones, imprescindibles y esenciales en todo ejército bien organizado.

Preguntado el general Walter cuál debe ser nuestra labor y misiones durante nuestro descanso me contesta que si bien seguimos perteneciendo orgánicamente a la 35 división que prácticamente pertenecemos al V C. de E. y por lo tanto él cree que nos mandarán reclutas para reponer las bajas sufridas.

Después del mitin de Dolores al cual asistieron todas las fuerzas francas de servicio le pedí una entrevista a Modesto. El acto fue una concentración jugándonos todos el tipo, el servicio de información enemiga no fue capaz de captar nuestros movimientos y concentración.

Durante el acto pasó a no mucha distancia un avión enemigo y dolores continúa impertérrita su discurso electrizante, sus frases y razonamientos fueron el bálsamo milagroso que en unión de sus torrenciales frases sentenciosas, barrieron de nuestras mentes y carnes heridas todo el dolor y miseria del crimen organizado y enmascarado con altisonantes frases de la patria y el honor.

Creemos modestamente haber cumplido con nuestro deber lo mejor que supimos hacerlo y si de algo podemos estar plenamente satisfechos es de haber logrado que todos los componentes de la 32 brigada cumplieran con su deber sin distinción de matices políticos ni sindicales.

Me entrevisto con Modesto jefe del V cuerpo y me dice que recibiremos reclutas para reorganizar la unidad y que nos esperan operaciones de más importancia que la de Brunete. Le pregunto si podemos dar permiso de forma dosificada y me dice que sin el menor peligro puedo dar permiso a toda la unidad pues en unos cuantos días no tendremos que participar en ninguna operación. Creo que recibiré enseguida las reservas para reorganizar la brigada y me promete que sí, lo que no puede decirme se confirma, que dentro de poco podré reclamar a las artillería que tenía en la Sierra.

Permisos y reflexiones del Sanatorio Doctor Esquerdo.

Con estas órdenes organizamos permisos para la mayor parte de la brigada, de forma tal que los más alejados de Madrid salen en los medios de locomoción que tenemos propios, con la orden de incorporarse a puntos determinados para recogerles el día que su permiso termine.

Procedemos así por dos razones:

¿Dónde puede estar la unidad destinada cuando finalice el permiso y qué medios de locomoción pueden tener para regresar a incorporarse?

Nosotros sabemos para dónde salieron y dónde los podemos encontrar. Puesto en marcha el permiso de casi toda la unidad salgo para Madrid para despachar todos los asuntos pendientes que tenemos en la representación. El comandante Carrasco era el gobernador de la representación.

Sobre este camarada había un descontento general en la unidad cuando tomé el mando. Era militar profesional, lo mismo nos sucedió con el comandante de ingenieros, pero mi norma fue y será, no dejarme influenciar por nadie y si bien me gusta escuchar a todos de lo que oigo, saco mis conclusiones propias.

Mandé a Madrid a la representación por sus años y por la animosidad que encontré en casi toda la unidad. La representación no funcionaba y él para eso era el más indicado en este momento. En mi decisión no había influido poco ni mucho su conducta, cuando tomé el mando de la columna fue el único que me recibió como a tal jefe.

Estando despachando los asuntos pendientes se personaron en la unidad las señoritas Antonia e Inés Córdoba, la ex novia de nuestro jefe de transportes. Tenía poco tiempo para resolver cuanto quería y esperaba, pero esa oportunidad de la presentación de las señoritas me ha facilitado enormemente la decisión, que tenía que tomar para consolidar o barrer de mi pensamiento el deseo de casarme con Inés. Esto no era tan sencillo como escribirlo y mucho menos teniendo el concepto que yo tenía del noviazgo y el matrimonio, por eso merece una aclaración porque no quiero que nadie y menos los interesados puedan interpretar mal mi conducta.

Cuando yo era un pobre palomo, sin haber realizado la más pequeña excursión por el campo de los placeres femeninos estando en el sanatorio psiquiátrico del doctor Esquerdo, me hice novio de una señorita o quizás señora que, si bien físicamente no era nada, moralmente tenía el corazón más grande que su cuerpo.

Estás frases son pocos brillantes, pero son sinceras y sentidas y lo más apropiado que puede decirse.

No había cumplido los 20 años, no había tenido ninguna novia seria y me preocupaba más el deporte del boxeo que ninguna otra cosa para intentar hacerme con algo de dinero y montar algún negocio. Tontas infantiles ilusiones. Como al principio de mis memorias, ya explico mi paso por dicho sanatorio, es una tontada repetir casi lo mismo.

Esta muchacha sabía que no me gustaba el boxeo y cuando se enteró de por qué lo practicaba me ofreció vender las fincas que fueran necesarias para que me dedicara al negocio. Esta oferta la tomé como un insulto y habiendo recibido una carta de su ex novio donde le recordaba ciertas escenas, fue la causa de romper nuestra relación.

Esto y no gustarme trabajar en el sanatorio Esquerdo, me obligó a marcharme voluntario a la mili ingresando por mediación de mi tío Joaquín en el 2º de Ferrocarriles. En el hospital se me trata maravillosamente y con toda clase de atenciones, estoy recomendado a los médicos militares, las autoridades y a las monjas, mi tío Joaquín había hecho por mí más de cuanto merecía. Tía Luisa, su mujer y sus hijas e hijo me consideraron siempre como uno más de la familia, y eso que mi tío Joaquín era solamente primo segundo de mi madre. Qué familia más desinteresada abnegada y cariñosa.

En ferrocarriles se me quería por cuantos me trataban, en todo momento vieron en mí un compañero más por la simple razón de haberme integrado plenamente en su manera de ser y sus necesidades. No podían ver en mí un revienta huelgas como nos consideraban a todos los militares.

Los que no fueron considerados como ellos deseaban hacerlo fue por su mal comportamiento y por tener una actitud totalmente desfasada de la realidad que vivíamos en un campo y un ambiente totalmente distinto a cómo se pretendía hacernos creer.

Con los sueldos de miseria que tenían no podían comportarse como deseaban hacerlo, nuestra presencia era en todo momento una amenaza para ellos y para su familia. Si nuestra falta de comprensión sociopolítica no impedía comprender su malestar, no podíamos por tanto integrarnos en su manera de ser, pensar y proceder sobre cuánto para ellos podía ser un peligro potencial permanente. Pero cuando nosotros éramos capaces de decirles: «Yo estoy aquí porque no me gusta estar en el cuartel y deseo que se me considerase mientras esté a vuestro lado como uno más, pienso demostraros con mi trabajo y mi conducta, que me haré con vuestra confianza», a las pocas semanas todos, sin la menor duda, me querían y deseaban que perteneciera como militar o paisano a M 2 A. Yo les decía que eso sería lo más agradable para mí, pero yo no sería entonces quien deseo ser por robarles un puesto de trabajo a uno de sus hijos.

Toda mi vida recordaré estos años pasados en su compañía, pasando las mismas alegrías, los mismos sufrimientos y calamidades que todos los Ferroviarios.

Decido pedir el licenciamiento del 2º de ferrocarriles y cuando me lo conceden marcho a mi casa a terminar de reponerme.

Inés, una noche en la Ópera, propuesta de matrimonio y cena con su familia.

Como en otro apartado ya contamos mis andanzas y trabajos seguimos con las cuestiones personales para volver a la razón del porque cuando pretendo casarme con la señorita Inés no es fácil decirlo por cuanto antecede y precede.

Si le parecía bien la invitaba a ver una noche en la ópera de los hermanos Marx, me puso como condición consultarlo con sus padres y su deseo de que su hermana Rosa nos acompañara. Como no podía dedicarle el tiempo deseado y que se merecía, después de la insulsa comida servida se marcharon, quedando Inés pendiente de dar la contestación sobre lo del cine.

El comandante Carrasco sabía mi lema de no hacer derroches ni ostentaciones de nada ni por nadie, pero fue un poco excesivo su celo, la comida fue peor que cuando ellos no tenían a su jefe acompañándoles, lo sentí por las chicas, intenté pagar las dos raciones y él muy digno no quiso cobrarlas.

Creo haber resuelto en unas cuantas horas casi todo lo que había pendiente, pero me encuentro con un problema un poco complejo: un soldado muerto en el frente deja dos viudas, las dos desean tener derecho a la pensión, parece que con las dos tiene hijos. Mi decisión es favorable para la primera viuda, pero dejando pendiente este problema para la autoridad jurídica.

Inés me contesta que tiene autorización de sus padres para ir al cine con su hermana. Pasamos mi ayudante y yo a recogerlas con mi coche. Tras la película le comenté a Inés mi deseo de casarme con ella tras seis meses de noviazgo.

—Usted puede venir a la unidad en cuanto me den el mando de una división que será después de las próximas operaciones (esto es lo que yo pensaba). Comprendo perfectamente su confusión ante un planteamiento tan sorprendente para usted, no se trata de nada original ni de nada extravagante es solamente la exposición de un puñado de cosas reales que no debo ocultarle.

»Cuando tuve el placer de conocerla en Santa María de la Alameda le dije a mi ayudante que me casaría con usted. Este se sorprendió como le sucede a usted esta noche. Cuando su novio me la presentó a usted yo me ofrecí como padrino para cuando se casaran, ¿lo recuerda? Esta noche le pido que se case conmigo porque sé desde hace días que no son novios. El tomarnos seis meses de tiempo para conocernos es para que usted no se engañe y para que yo no sufra ninguna sorpresa más, usted es mucho más joven que yo y por lo tanto no puede tener los conocimientos que tengo yo de esta confusa vida.

»Deseo que me conozca tal y como soy, cuando la guerra termine yo no seré militar, esto para mí es un disfraz de músico. Deseo que se case usted o mejor dicho que se enamore de mi persona, el uniforme, el grado y cuanto de mí se dice no debe influir en su decisión, creo que con 6 meses y estando en la misma unidad, es tiempo sobrado para conocernos.

»Usted, con otra señorita, estarán en el E.M. de la unidad y serán dos componentes más de la unidad, el ser mi novia oficial no la exime de las obligaciones que tenga, y no tenga el menor temor a nada ni a nadie, sea sincera como yo lo he sido y verá cómo podemos entendernos fácilmente.

Las dejamos en su casa y yo supongo que la pobre chica pasaría una noche la mar de entretenida pensando en mi petición y en cuanto le propuse.

Al día siguiente recibimos la invitación del padre para comer o cenar, preferimos cenar por si teníamos que hacer otras cosas durante el día. Recibo noticias del resto de la unidad y seguimos con los permisos cómo se nos había autorizado.

La velada fue maravillosa pues toda la familia nos recibió cordialmente. En la cena se excedieron y nosotros procuramos compensarles en parte con nuestras raciones de rancho en frío. No recuerdo por qué razón sacaron a relucir el tema del hipnotismo y entonces se me ocurrió decir a mi futuro suegro:

—Eso es lo mismo que si yo le digo a usted que su hija Inés se casará conmigo dentro de unos 6 meses.

—Claro, una broma, ¡como lo que estamos hablando!

—Pues, señor Bernardo, el hipnotismo puede ser cierto o no serlo, pero que su hija y yo nos casaremos si no se oponen ustedes es una realidad. Nos tomamos ese tiempo de 6 meses para estudiarnos mutuamente y los dos estamos en nuestro derecho para renunciar si encontramos algo que no es de nuestro agrado.

—Bien, por nosotros no hay inconveniente, pero ¿cómo puede hacerse ese estudio si ustedes están separados?

—Su hija pertenece a la unidad y sus servicios son necesarios, por lo tanto, cuando llegue el momento adecuado, tendrá que incorporarse a su unidad. De esta manera quiero el compromiso de casarme con Inés y emparentar con esta gran familia.