Hace unos días armé un Taller para apertura de hombros y pecho.
Investigando sobre el tema caí en la cuenta de que no podía escribir en el Manual de práctica tanto como quería, por lo que tomaré este espacio de desahogo.
Debo iniciar con dos ideas que me parecieron importantes.
En primer lugar, para realizar una práctica de apertura de hombros fue necesario hacer consciente que la articulación implica una zona más extensa de nuestro cuerpo: nuestros brazos y nuestro pecho. Y aquí el gran descubrimiento, que no es mío, lo tomo prestado de tantos que han hablado y escrito sobre esto: trabajar sobre esta zona es hacer contacto.
Nuestras manos hacen contacto directo con el mundo. A través de ellas podemos percibir texturas, temperaturas, transmitir nuestra energía. Nuestros brazos nos ayudan a agarrarnos de las cosas, a abrazarlas si queremos. Leía que la movilidad de brazos favorece o no el rango de movimiento en la articulación del hombro y la apertura de pecho. [Todo eso lo podemos leer en textos de anatomía o páginas en Internet que hablan sobre la apertura en esta zona].
En segundo lugar, hay una relación bioenergética (1) en esta zona que implica otra forma de hacer contacto: nuestra capacidad de expresar, de amar a los otros y a nosotros mismos, de conectar con el mundo de una manera más interna, ¡y el meollo está en nuestro pecho!
Muchas veces hemos leído, los que nos dedicamos a estas cosas energéticas, que Anahata es un chakra que actúa directamente con estas capacidades y que es necesario abrirlo para que podamos gozar de sus frutos; pero al leer esto, surgió mi pregunta: ¿por qué es necesario abrirlo? Es decir, ¿por qué tanto énfasis en abrir el pecho, en el chakra, los brazos?
Leía que, en este mismo nivel, estos también nos ayudan a cerrar para cuidarnos de peligros. Cruzar los brazos implica protección y cerrarnos a emociones que no nos convienen o no nos gustan.
Fue este pequeño párrafo el que desató mis preguntas, porque en muchos cursos y talleres de yoga, y en clases que yo misma he compartido, hay un gran interés en abrir. Sabemos que los beneficios son muchos, ya mencioné algunos, y uno de los más bonitos es ese sentimiento de alegría que producen este tipo de prácticas. Sabemos que, como instructores, queremos que nuestros estudiantes sientan ese gozo (ananda) y que se abran al mundo con todas sus bondades. Pero, ¿qué pasa con aquellos que se exponen demasiado al mundo, con esas almas tan sensibles que no saben lidiar con un mundo que se les presenta demasiado invasivo con sus cosas positivas y negativas?
Cuando una persona llega a nuestro shala con una gran flexibilidad en esta zona, uno pudiera tomarse un minuto para pensar en esta cuestión: ¿qué voy a hacer con este estudiante? ¿abrirlo más físicamente y exponerlo más energéticamente o ayudarle a sentir lo que es cerrar también, ponerse fuerte tanto como es flexible en esa zona? Es difícil saberlo, pero puede ser una pregunta a considerar.
No me gustaría divagar mucho, pero sí me gustaría darle una vuelta de tortilla más a esta reflexión. Todo esto que he expuesto tiene que ver con el título de esta Entrada. Hacer contacto no se reduce a lo que nuestros brazos, hombros y pecho pueden lograr físicamente; son parte de un entrenamiento más sutil que yo creo está en nuestra mente. Hacer contacto involucra nuestro "dar cuenta": darme cuenta que cuando estoy en un taller de apertura de hombros soy tan flexible que puedo excederme, darme cuenta de que necesito aprender herramientas para cerrar tanto como abrir, darme cuenta de que estoy tan cerrad@ que no me he dado la oportunidad de asomarme a las bondades del mundo, etcétera. En resumen, saber abrir y saber cerrar.
Yo sé que cada cuerpo es distinto y sus necesidades son particulares, pero también sé que este mundo es un ejercicio dialéctico en el que hay que mirar siempre los dos lados de la tortilla para ponerla bien caliente de ambos. Espero que ustedes hagan ese ejercicio también.
Y mi conclusión es la siguiente. ¡Mi manual incluirá también ejercicios para cerrar!
Gracias por leerme.
Shanti om
__________
NOTA
(1) Herbe, C. (2017). Yoga Restaurativo. México: Asociación Internacional de Yoga y Yoguismo A.C.