Las personas a través de los marcapáginas

El marcapáginas es un elemento filosófico antes que material, y representa una tesela de la galaxia paratextual donde muchos han indagado buscando su origen y significado, intentando tejer una microhistoria que pudiera aclarar y hacer más visibles tantas declinaciones fascinantes, literarias y paraliterarias, además de simbólicas.


GATTA, M. (2020). Breve historia del marcapáginas. Fórcola.

Introducción

¿Alguna vez nos paramos a pensar en ese objeto que acompaña al libro y que pasa, para muchos, desapercibido? ¿Sabes de qué hablo? No me refiero ni a un bolígrafo ni a un cuaderno de notas, que en muchas ocasiones acompañan al lector cuando se enfrenta a una obra, independientemente del dispositivo o el formato. Más bien, me refiero a ese objeto, a veces grande y otras pequeño, que puede ser de seda, papel, madera, plástico o metal (y de muchos otros materiales): el marcapáginas.

No hablaré sobre los marcapáginas digitales, aquellos que podemos encontrar en nuestros navegadores o lectores de e-books. Tampoco hablaré sobre aquellos otros objetos que, para algunos, sirven como marcapáginas: entradas de cine, bolígrafos, lapiceros, un ticket de la compra o de un museo, un móvil, el cable de unos auriculares... Son muchos y muy variopintos. Estoy seguro de que sería posible llevar a cabo una reflexión sobre ellos y cuestionarse acerca de ¿por qué se eligen estos objetos? ¿Depende su elección del momento y del lugar en el que se encuentra el lector? ¿De la tarea que se esté realizando? (Quizá el lector de este proyecto se atreva a responder a estas preguntas)

Al contrario, tan solo me centraré en aquel objeto que lleva acompañando a los lectores desde hace siglos: el marcapáginas que, durante la lectura, forma parte del libro, pero que «vive» ajeno si no está con él; el marcapáginas anejo al libro; el marcapáginas recordatorio que permanece en la obra tras su lectura para recordarnos alguna idea o fragmento concreto y, por último, una combinación de aquellos que son capaces de unirse antes, durante y después, de la lectura para formar un conjunto único, una «nueva» obra.

Marcapáginas viajeros

Este tipo de marcapáginas, al que he denominado «viajero», es aquel que existe sin el libro, que no depende de él. Son la mayoría de ellos: los que compramos porque nos gusta su diseño, los que nos regalan en las librerías cuando compramos un libro, los que encontramos en una obra que hemos sacado de la biblioteca y que pertenecía a otro usuario, aquellos que regalan con la novedad editorial, los que nos obsequian las personas que nos quieren, los que encontramos en mostradores... Es decir, aquellos que no están sujetos al libro, que «viven» y son capaces de viajar independientemente de él.

Este tipo de marcapáginas es el que usamos para cualquier libro. Viajan de uno a otro tras leerlos. Viven ajenos a su «contenido». Podemos usarlo para saber cuál es la última página leída de la novela que tomamos en préstamo antes de ayer en la biblioteca o para indicar aquella del manual sobre fuentes de información con el que completamos nuestros apuntes universitarios. En principio, cualquiera de ellos vale para cualquier obra. Pero, y si, realmente, no fuera así, ¿podemos llegar a elegir un tipo u otro en función del libro que estemos leyendo? Es más, ¿solemos señalar el avance de nuestra lectura con los marcapáginas que nos han regalado con ese libro?

En mi caso, puedo responder afirmativamente a ambas preguntas. Suelo utilizar un tipo u otro en función de la obra que estoy leyendo. Por ejemplo, cuando leo una novela suelo utilizar marcapáginas publicitarios que regalan las librerías o aquellos que vienen con ella, como un producto publicitario más. Por lo que la segunda pregunta queda contestada. En cambio, cuando se trata de una obra con un contenido más intelectual, por así decirlo, y no pongo aquí en duda que las novelas (por seguir el mismo ejemplo) carezcan de ese contenido, suelo utilizar aquellos que suelo comprar o que me han regalado. ¿Por qué? Porque las primeras lecturas suelen ser más «ágiles» y livianas, realizadas en cualquier lugar (sofá, cama, biblioteca, medio de transporte...). En cambio, las segundas son obras (por ejemplo, los libros de ensayo) que requieren una lectura reposada, que en muchos casos está acompañada de anotaciones, y la mayoría de estos marcapáginas están hechos de materiales más duraderos (al menos en mi caso), que son capaces de «resistir» el tiempo que dure la aproximación al libro. Además, las lecturas de este tipo de obras las suelo realizar mayoritariamente en un escritorio, asentado en un lugar.

También la elección se puede deber al valor que solemos dar a aquellos objetos que hemos adquirido por nuestros propios medios o que tienen un matiz sentimental porque alguien pensó un día que un marcapáginas era una buena opción para regalarnos. Elegimos entonces estos marcapáginas en función de lo que nos hacen rememorar junto al libro. Por ejemplo, recuerdo la lectura que hice de Pippi Calzaslargas hace unos meses y el uso de mi primer marcapáginas de madera (un regalo por mi décimo cumpleaños de mi madre) para indicar por qué parte del libro iba.

Asimismo, cabe preguntarse si ¿nuestra elección depende del diseño o solo de la obra a la que acompañará el marcapáginas? Quizá una novela que trate sobre libros necesite un marcapáginas cuyo diseño tenga libros, quizá una obra sobre aventuras requiera uno desenfadado con un mapa del mundo. ¿Quién sabe? Son tantos los motivos por los que podemos elegir uno u otro. ¿Te has parado a pensar cuáles son los tuyos?

Algunos de los marcapáginas pertenecientes a mi colección personal

Marcapáginas permanentes

Este segundo tipo de marcapáginas, como expone Gatta, tiene una gran historia. Se trata de aquellos, generalmente realizados a partir de seda, que están unidos a la cabezada de los libros. Los encontramos en los libros litúrgicos, sobre todo misales, pero también en obras cuya edición es más cuidada, definida por algunos como de coleccionista o bibliófilo. Este tipo de marcapáginas conviven junto al libro y forman parte de él. Acompañan la lectura antes de que se produzca propiamente y tras finalizarla, recorren el libro al mismo tiempo que el lector.

Cuando existen, no obstante, tenemos el poder de elegir si los usamos o no. En mi caso, cuando una obra sí tiene, soy partidario, y así lo hago, de utilizarlo.

Marcapáginas permanente en la obra Los Ensayos, de Michel de Montaigne

Marcapáginas recordatorios

Son los marcapáginas, con una función similar a las «manecillas medievales», que permiten encontrar un fragmento que el lector quiere recordar o remarcar para que otra persona que lea el texto posteriormente se fije en él. Son nuestra memoria lectora, capaz no solo de marca un determinado pasaje, sino de rememorar un determinado momento, de refrescar una idea pasada o de tener otra cuando volvemos a leer pasado un tiempo la misma obra. ¿Quién no ha releído un libro de su juventud y ha percibido nuevos detalles en él?

Cuando usamos este tipo estamos ante una disyuntiva. En una ocasión fueron utilizados para remarcar cierta parte del texto, pero ¿qué pasaría si leemos esa obra de nuevo y aquello que señalan ya no nos parece interesante? ¿Lo quitamos o lo dejamos? Y cuando en una lectura posterior es preciso añadir nuevos, ¿cómo lo hacemos? En mi caso, hasta la fecha, no he sentido la necesidad de eliminar ninguno de estos marcapáginas. Sin embargo, si me he visto en la tesitura de añadir más tras releer una obra. En ese momento, siempre, he procurado seguir el orden en el que los coloco y ajustar su disposición al anterior y posterior para que no haya un solapamiento.

Al usar este tipo de marcapáginas, ¿es el libro el mismo que salió de la librería? ¿Se trata de un libro distinto? Es evidente, o al menos para mí, que el uso de estos objetos cambian el libro, ya forman parte de él y le dan una nueva identidad. Si un libro contiene la identidad que le ha dado su autor al escribirlo, con estos marcapáginas estamos remarcando ciertos aspectos de sus ideas que una nueva «autenticidad».

Marcapáginas recordatorios en la obra Los orígenes del totalitarismo, de Hannah Arendt

Combinación de marcapáginas

La última tipología de marcapáginas es la que forma la unión de varios de ellos. Existen los marcapáginas viajeros que se combinan con los recordatorios o estos cuando lo hacen con los permanentes. Incluso puede haber una combinación de lo tres en aquellos casos en los que el lector no utiliza los anejos al libro y prefieren utilizar uno viajero para marca el avance de su lectura.

Sea cual sea la combinación, si llegamos a hacerla posible, podemos cuestionar ¿qué supone esa unión? Cuando combinamos los tres tipos de marcapáginas, ¿qué propósito perseguimos con ello?

Marcapáginas recordatorios y marcapáginas permanente en la obra Comedia, de Dante

¿Qué dicen los marcapáginas de nosotros?

Este proyecto comenzó con una pregunta: ¿Pueden mostrar los marcapáginas, y el uso que se hace de ellos, cómo es una persona? Es el momento de intentarla responder. Por ejemplo, la forma de poner los marcapáginas recordatorios puede indicar si una persona es organizada o sigue un pensamiento lógico. En mi caso, suelo usar un mismo color (salvo que se agote) para marcar los pasajes que subrayado en un libro. Además, los coloco en la parte superior, siempre en la página izquierda, haciendo una escalera en función de la posición del marcapáginas anterior. En ellos, también, señalo con un lápiz si el texto se encuentra en la página izquierda o en la derecha.

Otro ejemplo que puede llegar a responder a esa pregunta es la tipología que se utiliza para señalar las lecturas. En mi caso, tal como se puede comprobar en mi colección, encontramos tanto marcapáginas viajeros (publicitarios, adquiridos o regalados, de diversos materiales) como marcapáginas recordatorios. Esto muestra que mi biblioteca, y los libros que saco en préstamo de las bibliotecas, albergan obras de lectura más liviana (novelas, poesía) y obras que necesitan una lectura pausada, reposada, que permite tomar notas (en realidad, cualquier lectura lo permite) y reflexionar sobre las ideas que contienen. No hay, por tanto, homogeneidad en mis libros.

Asimismo, aunque no se recopilan los marcapáginas anejos en la colección (por motivos obvios), el tener un mayor o menor número de libros que contengan este tipo puede mostrar si preferimos unas ediciones más o menos cuidadas, si tenemos libros «de coleccionista». En definitiva, el estima que tenemos a los libros.

Conclusiones

Esta reflexión sobre los marcapáginas nos ha permitido conocer más sobre este objeto que acompaña al libro y nuestros ratos de lectura, ya sea ociosa o por temas laborales o académicos (aunque también estos pueden ser ociosos). Seguro que la próxima vez que tengamos uno entre nuestras manos lo miramos de otra forma. Quizá nos paremos a pensar qué significa para nosotros su uso o si al mirarlo pueden llegar a decir algo sobre quiénes somos. A lo mejor, también, reflexionamos sobre el uso que hacemos de ellos: si usamos un tipo para una categoría de obra concreta, si nos da igual uno u otro. Sea lo que sea lo que nos llegue a provocar, seguro que es mucho, porque tal como indica David Felipe Arranz en su prólogo a la obra de Gatta Breve historia del marcapáginas «es un librito de capricho, juguete de fino diletantismo o ensayo liminar para que lectores de cualquier clase indaguen a posteriori en el tema por su cuenta y riesgo». Y esto es lo que se ha pretendido con este proyecto. Son muchas las cuestiones tratadas, algunas con una respuesta clara, pero muchas otras son solo la ventana que hay que abrir para lanzarse a la reflexión sobre este objeto tan especial y particular.


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El marcapáginas es bello porque con él siempre se vence. Si el libro gusta, se llega a toda velocidad al final, dispersando al enemigo. Si no gusta, sin embargo, las operaciones se interrumpen y se impone una tregua. Pero no hay duda de que con un marcapáginas nunca se retrocede; con los libros no se pierde, por mal que vayan las cosas.

GATTA, M. (2020). Breve historia del marcapáginas. Fórcola.