La composición corporal es el estudio del cuerpo a través de medidas y evaluaciones de su tamaño, forma, proporcionalidad, composición, maduración biológica, así como de sus funciones corporales.
Su finalidad es entender los procesos implicados en el crecimiento, la nutrición y el rendimiento deportivo (ganancia de masa muscular, ajuste de pérdida de grasa), o de la efectividad de la dieta en la pérdida proporcionada, pero sobre todo saludable, de grasa corporal, así como en la regulación de los líquidos corporales.
Conocer la composición corporal de un deportista ayuda a construir un “plano” o “esquema” de la proporción de los distintos tejidos que tiene su cuerpo.
Imagínate la estimación (siempre trabajamos con este término, explicaremos por qué en otra entrada) de la composición corporal como un “despiece” del cuerpo humano.
Esto te va a ayudar a pesar y cuantificar, por separado, cada compartimento (grasa, músculo, hueso, piel, órganos, etc.). Así es fácil entender las posibles aplicaciones que esto pueda tener, tanto en la salud como en el deporte.
Y no solo eso, sino también en las distintas edades y etapas de la vida.
Veamos ahora por qué es especialmente interesante conocer la composición corporal:
Nos ayuda a clasificar a los deportistas según su morfología (somatotipo).Esto es útil de cara a buscar un objetivo concreto de composición corporal para una disciplina deportiva. Por ejemplo, no tiene la misma morfología un luchador de sumo, que un corredor de fondo.
Es útil para entender las proporciones del cuerpo humano.
Nos permite medir distintos índices de salud como el IMC, los perímetros de cintura-cadera o diámetros óseos, entre otros, que nos ayuden a valorar el estado de salud de una persona.
La estimación de los distintos tejidos del cuerpo humano nos ayuda a conocer el punto de partida de un deportista, así como su progresión en el tratamiento para adecuar su seguimiento en función de los objetivos concretos e individualizados.
Conocer la grasa corporal de un deportista, por ejemplo, nos ayudará a afinar las estrategias nutricionales y de preparación física cuando el objetivo sea perder o ganar peso exclusivamente de este tejido.
Este puede ser el caso de un ciclista que necesita obtener un cuerpo magro, con baja cantidad de tejido adiposo, para rendir al máximo en la montaña.
Sin embargo, en un deportista que pretende optimizar su masa muscular, pongamos el ejemplo de un futbolista que quiere desarrollar sus piernas (sobre todo cuádriceps) y parte central del cuerpo para tener mayor estabilidad.
Conocer los valores relativos a la misma será clave para cuantificar sus mejoras y establecer los objetivos.
¿En qué me baso para estimar mi composición corporal?
Esta pregunta es clave para poder trabajar y entender el campo de la composición corporal ya que, a priori, podemos cuantificar cualquier tejido del cuerpo humano.
Desde el nivel atómico (los 11 elementos básicos), pasando por el molecular, celular y tisular o de sistemas, hasta llegar al corporal.
Finalmente, como es lógico, el estudio se centra en este último nivel. Pero… ¿con qué criterio o modelos? A continuación nos repasamos.
Existen 5 modelos que varían en función de los compartimentos (componentes) que tienen en cuenta:
Modelo de 2 componentes: Únicamente tiene en cuenta la masa grasa (MG) y la masa libre de grasa (MLG). Es poco específico, por lo tanto.
Modelo de 3 componentes: En esta ocasión, se divide la MLG en sólido y líquido, es decir, estima el agua corporal. Es un paso más.
Modelo 4 componentes de Matiegka: Este modelo divide el cuerpo humano en 4 componentes principales: MG, masa muscular (MM), masa ósea (MO) y masa residual (MR). Nos ofrece, por lo tanto, más información sobre la composición corporal y además, de tejidos clave en la salud y rendimiento. Por ello, es el modelo más utilizado actualmente.
Modelo de 5 componentes: Se conoce como el modelo de Drinkwater y consiste en añadir la piel respecto al anterior. Debido a la dificultad de medición de la piel y su poca utilidad, no es muy usado actualmente.