LA ARQUITECTURA POPULAR
Hasta los años treinta del siglo XX en la Historia de la Arquitectura, como ciencia (con mayúscula) de la construcción de monumentos, iglesias, palacios y edificios públicos por proyectos de Arquitectos (también con mayúscula), la arquitectura popular (con minúscula y sin proyecto) jamás fue objeto de consideración. Fuimos los geógrafos los primeros profesionales en ocuparnos del estudio de la casa rural en el tercer y cuarto decenio del siglo XX, con las aportaciones realizadas por miembros destacados de la Escuela francesa de Geografía (Albert Demangeon -1939- y Jean Brunhes -1948-), en estrecha relación con el estudio del hábitat rural -poblamiento-, objeto de estudio de la Geografía Humana. Otras disciplinas (Arquitectura, Etnografía y Antropología) que abordaron el estudio de la casa rural y de la arquitectura popular lo hicieron desde enfoques metodológicos analíticos que solían desembocar en repertorios de tipologías arquitectónicas y meros inventarios formales, sin trabazón causal explicativa con las condiciones físicas del territorio, las formas de vida y la organización socioeconómica del medio rural. Únicamente, los arquitectos racionalistas del GATEPAC admiraron esta arquitectura popular por estar orgánicamente ligada al lugar. Ocurre que los análisis del poblamiento y de la arquitectura popular no pueden limitarse a valoraciones morfológicas o tipológicas-descriptivas, por cuanto, al ser reflejo de unas determinadas condiciones de vida y de la perfecta adaptación al medio han de comprenderse en el marco holístico de esa compleja trabazón de relaciones causales entre medio natural y medio humanizado, tal y como lo plantearon en los años setenta los geógrafos franceses Pierre Deffontaines (1972) y Pierre Gourou (1979).
Hasta la primera mitad del siglo XX, la arquitectura popular demostró su perdurabilidad y su indiscutible carácter funcional. Desde comienzos de los años cincuenta, dejó de interesar por los cambios de la estructura social y productiva desarrollista, la emigración masiva del campo a la ciudad, el abandono del caserío y la identificación negativa por arcaica del mundo rural, con la única consideración franquista de los concursos de embellecimiento de pueblos en los años sesenta, cargados de folclorismo, tipismo y pintoresquismo nacional-sindicalista. En los años sesenta, asistimos a la emergencia del romanticismo ecológico norteamericano, tutelado por Cristopher Alexander, del Institut of Berkeley, que con su obra "A pattern language" o forma orgánica de construir, abandera el movimiento para la recuperación de las arquitecturas populares en las diversas culturas, con el proyecto piloto aplicado de la construcción de los "shelters" en la costa de California, bajo influencias de los cinco continentes, como rechazo a la sociedad urbana-industrial establecida.
Durante tres decenios, el binomio industrialización-urbanización esquilmó y arruinó en el medio rural y en los centros históricos urbanos el patrimonio arquitectónico popular, extremadamente vulnerable por su obsolescencia morfológica, constructiva y funcional y por las dificultades de la infravivienda para adecuarse a las modernas demandas de habitabilidad, competir con los nuevos materiales, las nuevas tecnologías y las actuales normativas (Código Técnico de Edificación -CTE-). El abandono de las prácticas rurales ha tenido una incidencia directa en la transformación del paisaje rural y en la paralela desaparición de magníficos ejemplares de arquitectura popular, sin protección patrimonial alguna. Pueblos enteros han cambiado su fisonomía, con arquitecturas infumables, sometidas a la tiranía mimética-televisiva de lo urbano, sin respeto alguno por estilos, volúmenes, materiales, texturas. colores y técnicas bioclimáticas sostenibles, hasta convertirse en irritantes catálogos de despropósitos constructivos.
A juzgar por las múltiples y ambiguas adjetivaciones, no resulta fácil definir conceptualmente la arquitectura popular: sin diseño, sin estilo, utilitaria, autóctona, doméstica, vernácula (anglicismo difundido por Henry R. Hitchcok -1963- y Peter Collins -1965-), autoconstruida, sin arquitectos (Bernard Rudolsky, 1964), artesanal, de alarifes anónimos, típica, indígena, y de la experiencia, preindustrial... Entendemos por arquitectura popular la edificación modesta, sencilla y esencialmente construida en medio rural, la arquitectura sin arquitectos, testimonio material de la cultura popular, ejemplo de correcta manipulación del territorio, del empleo de materiales autóctonos, de los recursos disponibles y de los sistemas constructivos regionales, perfectamente adaptada bioclimática y funcionalmente al medio y a la actividad productiva, sostenible y sin despilfarro alguno. Refleja la continuidad de herencias y tradiciones de la sabiduría popular, transmitida por generaciones, y se construye con mano de obra local experta, cuyas formas, estructuras, tipologías y materiales están condicionados por la litología, el clima, la economía, la herencia constructiva y la cultura locales.
Con la regeneración democrática de los primeros ochenta, se potenciaron los valores históricos, arquitectónicos, artísticos, antropológicos y culturales de la arquitectura popular, como mejor representante de las perdidas señas de identidad cultural por la anomía globalizadora; se recuperó la docencia y la investigación y, sobre todo, la arquitectura popular alcanzó una nueva comprensión patrimonial en el subconsciente colectivo, tras la publicación de la Ley 16/1985, de 25 de junio, del Patrimonio Histórico Español (LPHE), en cuyo Preámbulo queda protegida por el moderno concepto de Patrimonio: "Herencia cultural, cuyo reconocimiento, respeto, acrecentamiento, disfrute y transmisión a las generaciones futuras permitirá encontrar nuestras señas propias de identidad y la conciencia de arraigo a la tierra".
A nivel mundial, UNESCO-ICOMOS, a través del Comité Científico Internacional de Arquitectura Vernácula (CITAV) redacta la Carta de Patrimonio Vernáculo Construido, ratificada por la XIIª Asamblea, reunida en México del 17 al 24 de octubre de 1999, que conforma la normativa internacional específica para la protección activa del patrimonio vernáculo, con sus postulados de interpretación, principios de conservación y líneas de acción, que se contienen literalmente recogidas en el Anexo 1. Considera que la arquitectura vernácula conforma un valioso patrimonio material que es preciso conservar, como parte de la cultura viva de la comunidad. De ahí que responsables políticos, administraciones competentes, profesionales, instituciones académicas y ciudadanos debamos ocuparnos de su integración respetuosa, racional y sostenible en el mundo urbano actual.
A tal fin, resulta urgente la elaboración de criterios e indicadores, unificados y coherentes, de investigación, catalogación, conservación, rehabilitación y reconstrucción de arquitecturas vernáculas en medio rural y urbano, como soporte científico para la conservación/protección del patrimonio edificado y como modelo de trabajo para nuevas intervenciones en el marco de los Planes Especiales de Protección y Rehabilitación Integrada en conjuntos históricos y pequeños núcleos rurales. A los efectos metodológicos de inventario-catalogación de arquitecturas patrimoniales vernáculas de Extremadura proponemos la utilización de la ficha técnica de inventario de arquitectura civil, recomendada por el Comité Científico Internacional de Itinerarios Culturales Culturales (CIIC) de ICOMOS.