el disgusto de la reina

Cuenta la leyenda que a una ciudad-reino llegó una mujer a realizar sus estudios. La ciudad le encantó y se quedó. Con el tiempo se fue dando cuenta que la ciudad no era tan encantadora como ella pensaba. No le gustaba uno de sus idiomas, ni el folclore, ni la música, ni determinados barrios, costumbres, frontones etc... Sin pensárselo dos veces y viendo la desunión de sus habitantes, la mujer logró llegar a lo más alto y fue proclamada reina. Desde el púlpito y en sus discursos una y otra vez repetía que era la reina de todos y todas. Pero mentía. Sólo gobernaba para aquellos que veían la vida de su mismo color, y comenzó a cargarse los demás colores. Enseguida el verde de la ciudad lo cambió por gris y costumbres arraigadas de todos los colores conocieron su látigo. Con el tiempo sus habitantes hartos de tanta injusticia, convirtieron como medida de protesta sus pancartas blancas y festivas en grandes telones negros. Pero la reina rescató su más preciado comodín y proclamó desde lo más alto ese sonsonete que tan buenos resultados siempre le ha dado...

- Son amigos de los malos, parientes de los malos, conocidos de los malos, malos, malos...

A una semana de que comiencen las fiestas llega un juez y desmonta la artimaña. Resulta que ya no somos de los malos y el caso queda sobreseído. Si poneis la oreja cerca del ayuntamiento escuchareis los alaridos de la reina. Las malas lenguas dicen que incluso llegará ronca para el segundo txupinazo.

Ahora más que nunca hay que decirle al mundo por qué llevamos las pancartas negras. Que comience la fiesta.