2011 - 15 de octubre. Discurso de Horacio Faillace. Bodas de Oro Promoción 1961.

DIA DEL EX ALUMNO

BODAS DE ORO PROMOCION 1961

por Horacio Faillace

Los grandes escritores afirman que una vez encontrada la primera frase el resto fluye de manera libre y precisa. Veamos. Hoy nos reunimos para conmemorar los 50 años de egresados. Hoy estamos todos juntos aquí para recordar que, hace cincuenta años, estábamos cursando nuestro último año del Bachillerato en este querido Colegio. Hoy, como en otras ocasiones, nos estamos mirando a la cara y buceando en los ojos del Otro, de todo aquel con el que compartimos horas de estudio y de anécdotas, algunas realmente divertidas, otras, quizás tristes desde sus inicios. Lo particular del día de hoy es que el número de esta conmemoración es un número redondo y significativo. Tan redondo que pasó encima nuestro como esos aludes de los dibujitos animados y nos dejó aquí, así tal cual estamos (cada uno sabrá cómo). Algunos quedaron formando parte de esa bola de nieve y hoy no nos son visibles. Pero están, al lado de cada uno de nosotros, tratando de que no falte la palabra presente al pasar la lista del recuerdo…

Probablemente alguno pueda estar esperando palabras que sean meramente pasado. Pero nuestro encuentro, hoy, aquí y ahora es para reafirmar el presente y seguir construyendo nuestro futuro. Cuando buscamos, como algún literato nos lo ha sugerido, el tiempo perdido, es para recobrarlo en el presente.

Nada de lo que fue tiene sentido si no lo completamos hoy. Por lo tanto, el mayor desafío de este encuentro es abrazarnos con el amor que el presente nos debe indicar. Y, en ese instante, cuando se bese y abrace al Otro, cada uno deberá descubrir todo lo que se agolpa en ese choque nuevo de cuerpos que se buscan con la libertad que quizás el pudor de nuestra adolescencia nos impedía manifestar.

Este presente está enriquecido por el tiempo, ese tiempo del que también formaron parte los cinco años que estuvimos aquí, donde una sugerencia, un aviso, una palabra soltada al acaso por alguien, un aplazo, un premio, una ayuda, una risotada, un sacudón, una imagen, determinaron al hombre que somos.

Y si este hombre hoy es incapaz de amar con generosidad nada de lo vivido fue resuelto con inteligencia. No sean de ninguna manera estas palabras un juicio lapidario. Aún el que es incapaz de amar merece nuestra misericordia, palabra que suena muy eclesial pero que quiere situarse entre el cariño y el perdón.

Y así como en una anécdota muy graciosa pero muy larga para contar en estos momentos alguien se atrevió a decir: “Que los pobres levanten la mano” hoy yo remedaría esta frase y la construiría de la siguiente manera: “Que los que estamos aquí reunidos y necesitemos al Otro levantemos las manos”. Y mi sueño sería que todas nuestras manos permanezcan levantadas esperando al Otro con el que compartimos cinco largos años de nuestra adolescencia en este exacto lugar.

Que el tiempo pegue un salto de cincuenta años y nos encuentre hoy mucho más solidarios y comprensivos en cada una de nuestras miradas, sonrisas o gestos.

Probablemente hoy nos veamos y luego cada uno (salvo aquellos que han continuado una amistad vecina y sin límites) retorne a su vida, a sus problemas cotidianos, a continuar construyendo su futuro, sin que nuestros caminos vuelvan a tocarse.

Sin embargo, la fuerza de este encuentro deberá ser tal que, a pesar del mayor esfuerzo que cada día nos está demandando para transcurrirlo porque la juventud con todo su ímpetu se ha ido alejando, porque las pérdidas que cada uno ha sufrido nos han dejado más solos, porque nuestra salud se ha deteriorado con los años, porque pareciera que las ilusiones se acortan, repito, la fuerza de este encuentro deberá ser tal que:

el recuerdo se haga presente constante

las picardías añoradas diviertan el instante melancólico

el color de nuestra mirada tiña las largas ausencias

el calor de nuestros abrazos aleje el frío de tanta aridez que a veces nos rodea

el futuro sea un futuro compartido,

la fuerza de este encuentro deberá ser tal que nos empuje hacia adelante en proyectos, en amores que se multiplicarán en hijos y nietos, en la construcción constante y diaria de nuestra familia, nuestro barrio y nuestro país.

Que la fuerza de este encuentro sea tal que nos lleve al deseo de próximos reencuentros a los cincuenta y medio a los cincuenta y uno a la sin cuenta de cualquier momento.

Este Colegio fue la excusa. Nosotros los verdaderos motivos por los que el mundo ha seguido y seguirá girando. Ojalá hoy las diferencias no nos separen, nuestros cuerpos sean uno y el amor mutuo nuestro proyecto.

Nuestro recuerdo para: EDUARDO LORTAL, PEDRO BERTOLINI, JUAN CAMPANA, OSVALDO LUCCHINI, JUAN THIERER, OSVALDO VILASECO, VICTOR DE LANDETA, ADALBERTO ONETO, DIEGO BORSALINO, JUAN CARLOS EPIFANI